Dice el proverbio: «Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios» (Proverbios 6:2).
Este principio inapelable ha vuelto a delatar al líder del partido «amalecita» Pablo Iglesias. Esta semana se ha sabido que en el año 2009 hizo unas declaraciones a un profesor ficticio en su blog El gesto de Antígona, en la que calificaba el holocausto nazi como «un mero problema burocrático».
Al parecer quiso borrarlo, sin conseguirlo, para hacer desaparecer el mencionado comentario, y hoy, varios años después, las palabras pronunciadas se vuelven contra él. A la vez, ponen de manifiesto la calidad de su naturaleza mostrando lo que anida en su corazón. Porque también está escrito, en palabras del Maestro: Lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas son las cosas que contaminan al hombre (Mateo 15:18,19).
Todo ello nos reafirma en lo que es un hecho en la persona y la ideología que representa el líder de la coalición izquierdista: su antisemitismo. Sabemos que es amigo de Irán, incluso que ha recibido financiación económica del régimen de Teherán, y sabemos también que este país es uno de los que niegan «oficialmente» el holocausto judío, es enemigo de Israel hasta el punto de estar obsesionado con su aniquilación. Estas son las amistades del líder español que una vez más debemos comprender lo que representa y la entrada que introduce de maldición en nuestro país. Porque el antisemitismo es una maldición (Génesis 12:1-4) y jamás pasa desapercibido a los ojos de Aquel que estima a Israel como la niña de sus ojos (Zacarías 2:8).
La misma Escritura que juzga a Iglesias por los dichos de su boca, nos enseña a no andar en el consejo de malos, ni estar en caminos de pecadores, ni sentarnos en la silla de los escarnecedores, sino juntarnos con aquellos que tienen su delicia en la ley de Dios, y en ella meditan de día y de noche; para ser como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que dan buen fruto, y todo lo que hacen prospera (Salmos 1); siendo de bendición a su prójimo, su país y su generación.
La influencia que este líder político está teniendo sobre una parte de la población que le ha votado, revela, en gran medida, la grandísima ignorancia que España tiene de las Sagradas Escrituras, (la que un día nos juzgará a todos Juan 12:48 y Romanos 2:16), atrayendo pérdida, ceguera, impiedad y en última instancia el juicio de maldición sobre toda la nación. No es baladí que hoy tengamos una señal más del tipo de carácter de estos líderes que copan los medios de comunicación, aparecen como «libertadores», prometiendo libertad y ser ellos mismos esclavos de corrupción (2 Pedro 2:19).
Pero hay un pueblo que tiembla ante la palabra de Dios (Isaías 66:2,5); se vuelve a Él clamando en favor de la tierra (2 Crónicas 7:14); para que vengan de la presencia del Señor tiempos de restauración y refrigerio (Hechos 2:19-21). Un pueblo que ha sido injertado en Israel, en sus pactos y promesas, de los cuales vino el Cristo, el cuál es bendito por los siglos (Romanos 9:4,5 y 11:17 LBLA). Ese pueblo es la luz del mundo y la sal de la tierra. Aquellos que sanan lo que otros enferman. Son los hijos del reino, benditos del Padre, nacidos para bendecir a su generación.
Las obras de cada uno se hacen evidentes antes de venir a juicio, más a otros se les descubren después. Asimismo se hacen manifiestas las buenas obras; y las que son de otra manera, no pueden permanecer ocultas (1 Timoteo 5:24,25). Las de Pablo Iglesias han sido expuestas, una vez más. Falta que se hagan manifiestas las obras de los justos, desenmascarando las obras infructuosas de las tinieblas, y reprendedlas, poniéndolas en evidencia mediante la luz; porque la luz es lo que manifiesta todo (Efesios 5:11-13).