Uno de los aspectos básicos de la vida de oración es conocer los motivos por los que vamos a orar. Primero nuestra motivación. ¿Qué es lo que nos impulsa a orar?
Podemos orar erróneamente con nosotros mismos, como el fariseo de la parábola. Si tenemos pecado en nuestros corazones el Señor no oirá nuestras oraciones, porque si observo iniquidad en mi corazón, el Señor no me escuchará (Sal.66:18 LBLA). Por tanto, debemos atender a nuestros motivos.
Pablo dijo: Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación (Ro.10:1 RV60). La motivación del apóstol en este caso era orar por la salvación de Israel. Este es uno de nuestros motivos principales: ORAR POR ISRAEL en esta hora de gran necesidad, para que vengan de la presencia del Señor tiempos de restauración y refrigerio, la restauración de Israel en su tierra y a su Dios, porque en su restauración todas las naciones recibirán vida de entre los muertos (Ro.11:15 RV60), es decir, avivamiento y avance del evangelio.
El profeta Samuel, iniciador de la escuela de profetas y uno de los grandes intercesores en la Escritura, entendió que pecaría contra el Señor dejando de orar por Israel. Así que, lejos sea de mí que peque yo contra YHVH cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto (1 Sam. 12:23 RV60). En este aspecto la iglesia del Señor ha pecado. No hemos orado por Israel como debiéramos, por ello quiero enfatizar esta necesidad vital en el tiempo avanzado en el que vivimos.
El salmista nos interpela para que oremos POR LA PAZ DE JERUSALÉN. Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman (Sal.122:6).
Y el profeta Isaías dice: Por amor de Sión no callaré, y por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha… Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de YHVH, no reposéis, ni le deis tregua, hasta que resplandezca a Jerusalén, y la ponga por alabanza en la tierra (Is.62:1,6,7 RV60).
Se nos dice también que debemos orar POR LOS REYES y los que están en eminencia, es decir, las autoridades de nuestras respectivas naciones, con el fin de que vivamos en quietud y reposo (1 Tim.2:1,2). También POR LA CIUDAD donde vivimos. Y buscad el bienestar de la ciudad adonde os he desterrado, y rogad al Señor por ella; porque en su bienestar tendréis bienestar (Jer.29:7 LBLA). Y POR NUESTRA FAMILIA, por LA CONGREGACIÓN de Dios, por NUESTRAS PROPIAS NECESIDADES. Lo haremos paso a paso, con perseverancia.
Por tanto, los motivos son amplios y variados, pero hay uno que sobresale entre los demás: ORAR POR ISRAEL. Aunque no entendamos todo lo que está pasando en Oriente Medio, oraremos para que el Señor cumpla sus propósitos eternos revelados por los profetas de Israel.
Para los que aún tengan prejuicios sobre la prioridad de orar por Israel como énfasis prioritario, les diré lo siguiente.
Israel es cabeza de las naciones delante del Señor, y su ungido el Siervo, hijo de David (Sal.18:43 LBLA). Israel es su primogénito (Ex. 4:22 RV60). Recibió un llamamiento de Dios para ser su especial tesoro y un reino de sacerdotes y gente santa (Ex.19:5,6 RV60). No es contado entre las naciones (Nm.23:9 LBLA). Se les ha confiado la palabra de Dios (Ro.3:2 RV60). Tiene las promesas hechas a los padres, a quienes pertenecen la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Cristo (Ro.9:1-5 LBLA). Nosotros, gentiles, hemos sido injertados en Israel y por tanto hechos participantes de las promesas en Cristo, de la ciudadanía de Israel, de la adopción, somos coherederos y miembros del mismo cuerpo, coparticipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio (Ro.11:17 LBLA) (Ef.2:11-13 y 3:1-6 RV60). El Señor los ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra (Dt.7:6-8 RV60). Es su exclusiva posesión. El te pondrá en alto sobre todas las naciones que ha hecho, para alabanza, renombre y honor; y serás un pueblo consagrado al Señor tu Dios, como El te ha dicho (Dt. 26:17-19 LBLA).
Bíblicamente hablando, Israel ha sido puesto en eminencia sobre las naciones de la tierra. Su historia es única. Ha sido escogido por la soberana voluntad de Dios, y como dice el apóstol Pablo, debemos orar por los reyes y los que están en eminencia. Esto no excluye a las demás naciones, pero debemos entender y aceptar el orden de Dios. Incluso la predicación del evangelio tiene un orden: al judío primeramente, y también al griego (Ro.1:16). Jesús dijo que se anunciara en Jerusalén, luego en Judea, después en Samaria y por fin hasta lo último de la tierra, a todas las naciones (Hch.1:7,8). Dios es un Dios de orden. Sigamos su orden también en nuestras oraciones, obedezcamos su voluntad y recibamos la bendición que le sigue. No pretendo con este enfoque ser dogmático, sino práctico; no llevarlo a extremos indeseados, sino seguir el propósito de Dios.
Pero no solo oraremos por Israel, también por nuestra propia nación, en mi caso es España, por las autoridades, por la ciudad donde vivimos, por nuestra familia, por la congregación de Dios y la extensión del evangelio a todas las naciones. Estos serán nuestros motivos principales.