El milagro de una vida equilibrada
Capítulo 10 – Lucas 10:38-42
El orden de Dios en las prioridades fundamentales de la vida
Nuestro mundo occidental nos arrastra en un desenfreno materialista. Somos arrollados por la maquinaria del consumo. Vivimos perseguidos por “perros rabiosos” que nos acosan y no nos dejan pasar por los caminos principales de la vida. Algunos de de ellos son la ansiedad, la precipitación (siempre corriendo a todas partes sin ir a ningún lado), la turbación, el estrés, el materialismo… Estos azotes de la sociedad moderna producen en nosotros desórdenes emocionales y psíquicos que conducen a enfermedades del alma como son las crisis de ansiedad, depresión, agotamiento, falta de dominio propio, irritación continuada, etc. Por su parte, los caminos principales de la vida, de los que quedamos desposeídos por los azotes mencionados, son: la quietud del alma y espíritu, la meditación, el silencio, la oración, oír la voz de Dios… Hay tantas voces a nuestro alrededor que cada vez se hace más difícil distinguir la que viene de lo Alto, la vida del Espíritu, y que nos conduce al orden fundamental para vivir en equilibrio. Enfrentamos desequilibrios elementales entre lo material y lo espiritual; el cuerpo y el espíritu (lo humano/terrenal y lo divino/celestial). No somos ni sólo cuerpo (seres físicos), ni sólo espíritu (seres espirituales); somos hombres tripartitos, y debe haber un equilibrio correcto entre espíritu, alma y cuerpo (1 Tes. 5:23).
Para solucionar estos desequilibrios perturbadores necesitamos entender nuestra necesidad de Dios. El orden para nuestras vidas nos viene dado de arriba, del cielo, donde existe el orden perfecto. “Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de YHWH, que hizo los cielos y la tierra” (Sal. 121:1). “Por YHWH son ordenados los pasos del hombre, y Él aprueba su camino” (Sal.37:23). La solución viene de Dios. Los desórdenes son producidos por haber abandonado a Dios y querer seguir nuestro propio camino. Jesús nos enseño a orar. “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt.6:10). La respuesta de Dios para iniciar el camino que nos conducirá al orden y el equilibrio en todo nuestro ser, es: busca primero el reino… que es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo; y las demás cosas serán añadidas (Mt.6:33) (Ro.14:17). Pongamos la mirada en las cosas de arriba donde está la vida verdadera, donde tenemos nuestra existencia real. “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:1-4).
El testimonio de Jesús
En el texto que tenemos como base en este capítulo encontramos a Jesús en la casa de Marta y María. Estas dos hermanas nos dan un buen ejemplo de lo que querernos decir. Las dos son buenas; las dos aman a Jesús; las dos tienen el deseo sincero de agradar al Señor según el carácter predominante de cada una. Sin embargo, Marta tiene desordenadas las prioridades y María ha escogido el orden correcto. ¿Por qué sabemos esto? Por el testimonio que da Jesús en favor de la postura de María. De este suceso en la casa de Marta y María podemos sacar varias lecciones que debemos aprender en nuestra vida diaria.
Que el afán, la ansiedad y la turbación vienen por tener desorden en las prioridades. Que la ansiedad nos roba el gozo de servir al Señor con alegría. Que servir con turbación de alma anula la eficacia de nuestro servicio a Dios, a los hombres y a nosotros mismos. Que cuando Jesús habla sólo una cosa es necesaria: oírle. Que oír a Dios es escoger la buena parte. Si nos movemos después de haber oído bien la voz de Dios habremos ganado mucho tiempo. Que si oímos correctamente, sin turbación del alma, su palabra no nos será quitada. El diablo no podrá robarla porque la habremos entendido y asimilado correctamente. (Recordar el capítulo sobre “oír y hacer” y la explicación sobre la parábola del sembrador). En ocasiones, el Señor tiene que llamar nuestra atención de forma drástica paralizando en seco todo el desenfreno de actividades que estamos realizando para poder captar nuestro oído.
Cómo establecer prioridades
Para poder establecer prioridades divinas en nuestras vidas necesitamos no conformarnos al esquema de este mundo… (Ro. 12:2). No amar al mundo, sus pasiones, sus prioridades (1Jn.2:15-17). Sin este inconformismo no tendremos convicción (fe) para que se produzca la transformación interior que necesitamos. La fe en Jesús y Su Palabra es lo que vence al mundo y sus desequilibrios. Y junto con ello, (ambas cosas van juntas), amar a Dios con todo nuestro corazón… establecer una comunión firme con Él; querer hacer Su voluntad, obedecerle, y amar al prójimo… entrar en el servicio a los demás desde bases correctas bien establecidas. Sólo así podemos recibir la gracia necesaria para disciplinarnos. Jesús dijo que donde esté nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón (Mt .6:21 y 12:35); y el corazón es el hombre interior, el renacido, el que debe tomar el mando de nuestras vidas una vez que hemos nacido de nuevo. Es nuestro espíritu el que recibe las instrucciones y la dirección del Espíritu de Dios. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro.8:16). “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido (1Co.2:11,12).
Las prioridades a seguir
Somos seres tripartitos, por tanto, no puede haber una separación dogmática en las actividades que desarrollamos porque nuestro espíritu, alma y cuerpo forman una unidad compacta y armoniosa -al menos así debe ser-; pero sí existe un orden necesario para que cada parte de nuestro ser ocupe su función correctamente. Debe haber una inter-relación que complementa una vida equilibrada según la voluntad de Dios. El orden que he encontrado en las Escrituras es el que comparto a continuación.
DIOS: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es la comunión con la divinidad; no con Sus obras, sino con Él mismo. Comunión. Adoración. Contemplación.
“Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle” (Mr. 12:28-34).
“Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios” (Mr. 3:13-15).
“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Jn.4:23,24).
“Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.”(1 Jn. 1:3).
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2Co. 13:14).
NOSOTROS MISMOS. Nuestro equilibrio y crecimiento integral (espíritu, alma y cuerpo). Esto no tiene nada que ver con el egoísmo, ni el narcisismo -tan de moda en nuestro tiempo- sino con ocuparnos antes de sacar la viga de nuestros ojos que la paja del prójimo.
“Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1Tim.4:13-16).
“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc.21:34-36).
“Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú” (Jn.21:20-22).
“Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven. Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano (Ro.14:7-13).
LA FAMILIA. Aquí tenemos los más próximos a nosotros. Después de amar a Dios y a nosotros mismos, debemos amar al más próximo que tenemos: padres, esposos, hijos. La familia (su bienestar, equilibrio y necesidades) es una prioridad fundamental en la sociedad de hoy. Esta institución está atacada con saña desde todos los frentes imaginables para romper el orden y la armonía de una sociedad saludable. Cornelio reunió a toda su familia para oír del apóstol Pedro las palabras por las cuales serían salvos él y su casa. “Al otro día entraron en Cesárea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos… Envía hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa” (Hch.10:24 y 11:14). El carcelero de Filipos fue salvo con toda su casa. “El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hch.16:30-31). La voluntad de Dios para salvación se dirige primero al individuo, y luego alcanzar a toda la familia y bendecirla. “Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad” (Hechos 3:25-26).
LA TAREA. OCUPACIÓN. LABOR. TRABAJO. Dependiendo de la etapa que vivimos tenemos responsabilidades diferentes: trabajo, estudios, etc. Esta área de nuestras prioridades aleja cualquier desequilibrio de una vida súper-espiritual. Pablo enseñó que había que trabajar si queremos comer (2Tes.3:6-15). Según el autor del Libro de Eclesiastés es un don de Dios gozarse en la labor que Dios nos ha dado para realizar. “Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor… Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?… He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte” (Ecl.3:12, 13,22; 5:18). Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn.5:17). Pablo lo enseñó en las iglesias y él mismo fue un ejemplo de estar ocupado para suplir sus necesidades. “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados. Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:32-35). A los tesalonicenses les dijo: “…y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada” (1Ts.4:11-12).
LA IGLESIA. Aquí no pensamos en las personas que se dedican a un servicio pastoral a tiempo completo, según la vocación recibida, sino en el creyente común. Esta prioridad incluye la necesidad de congregarse. Incluye el privilegio de la adoración y el culto a Dios como parte del Cuerpo de Cristo.
“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. (Hebreos 10:24-25). “Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio” (Hebreos 3:13-14).
“¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación” (1Co.14:26).
“Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hch.2:44-47).
“Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gá.6: 10).
LA SOCIEDAD. Familiares, amigos, compañeros de trabajo, nuestra ciudad, nuestro país y las demás naciones. Aquí tenemos el campo de servicio hacia donde se proyectan las obras del hijo de Dios y la iglesia de Jesús. Es el servicio a nuestra sociedad que realiza el pueblo de Dios en la tierra. Es nuestro radio de acción donde realizamos nuestra misión de luz y sal en el mundo. Dentro de este servicio, la prioridad fundamental la tenemos en proclamar el evangelio de Jesucristo y luego la ayuda social necesaria.
Resumiendo diremos que estamos hablando de un orden de prioridades que deben establecerse en nuestras vidas, y que al tratarse de vida, muchas de ellas convergen de forma natural. No hablamos de un legalismo dogmático numeral, (seguir los puntos meticulosamente, de forma matemática, sin el Espíritu de vida); si no de verdades que operan en el Reino de Dios y que debemos hacerlas valer en nuestra vida diaria con todas sus dificultades. Nuestro caminar en la vida de Dios también tiene etapas diversas que debemos reconocer para saber lo que podemos exigir a cada una de ellas. Establecer las prioridades de Dios en nuestro vivir cotidiano es un arte dado por Dios a los que le aman (1Co.2:9-10). Tenemos muchos enemigos para poder triunfar en este terreno: afán, ansiedad, turbación, activismo… pero podemos recibir la convicción (fe) necesaria para que la gracia de Dios nos lleve a la auto-disciplina por medio de: no conformarnos al esquema de este mundo, no amar al mundo y lo que hay en él; sino amar a Dios, decidir hacer Su voluntad y amar al prójimo como a nosotros mismos. Recuerda que Jesús, nuestro modelo de equilibrio, dijo: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo, 6:21).