El milagro de una vida equilibrada
Capítulo 9 Lucas 10:25-37
El pecado de xenofobia
Los prejuicios étnicos y raciales han tomado en la sociedad actual una dimensión tan elevada que se han convertido en uno de los grandes problemas de nuestro tiempo. Detrás de la rivalidad de los pueblos −innata en el hombre− nos encontramos con filosofías y doctrinas de demonios que mueven a masas ingentes y gobernantes posesos con locuras y crímenes horrendos. Algunas de esas doctrinas (racismo y xenofobia) aparecen incluso en los programas de ciertos partidos políticos. Un ejemplo de ello lo tenemos en la Historia de la Segunda Guerra Mundial y la política de Hitler. Pero lejos de desaparecer, estas ideas y filosofías demoníacas están en apogeo en nuestros días. Lo cual demuestra que no pertenecen al hombre, aunque éste las digiera y proyecte, sino a potestades y huestes de maldad en las regiones celestes. La guerra en la antigua Yugoslavia es un ejemplo. Pero, no solo lo encontramos en casos dramáticos como los mencionados, sino que estas influencias perniciosas conviven muy cerca de nosotros en los conflictos nacionalistas o autonómicos (catalanes, madrileños, andaluces, vascos, etc.); y a nivel personal o familiar entre gitanos, payos o marroquíes.
El pecado de xenofobia es una plaga que se está extendiendo como el fuego; no por ser algo nuevo, sino por el recrudecimiento alarmante que está tomando en la sociedad actual. Las doctrinas de demonios que mueven esta perversión deben ser confrontadas desde la verdad liberadora de las Escrituras. Es lo que haremos a continuación, pero antes, veamos algunas definiciones aclaratorias que nos ayudarán en nuestro recorrido.
Xenofobia: Odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros.
Etnia: Comunidad definida por afinidades de nación, cultura o lengua.
Linaje: Ascendencia o descendencia de cualquier familia.
Misericordia, el antídoto divino
Dios no hace distinción de personas por razón de su procedencia, puesto que «Él ha hecho de una sangre todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación» (Hch. 17:26). «Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos» (Ro. 11:32). La cruz de Jesús ha roto todas las enemistades y barreras étnicas, sociales y religiosas. (Ef.2:16). En la cruz tenemos la máxima expresión de la misericordia de Dios con la humanidad. Una vez que hemos abrazado la cruz y unidos a ella, podemos usar de misericordia con nuestro prójimo, sea cual fuere su procedencia. La misericordia permite la convivencia dentro de la diversidad y pluralidad. Pero, ¿qué es la misericordia? Es un atributo del carácter de Dios. Una virtud básica en el hombre que ha recibido la naturaleza divina, que ha nacido de nuevo. La misericordia es ser benigno, piadoso, compasivo, tierno, fiel, amoroso, sensible, tener buena voluntad, amabilidad, combinar el buen carácter con las buenas acciones. Es pensar en el prójimo, hacer su vida más fácil; ver las necesidades de otros y suplirlas según nuestras posibilidades y oportunidades. Misericordia es −en palabras laicas y humanistas que están de moda− ser solidario. Jesús enseñó el camino para vencer la xenofobia y demostrar misericordia en una de sus parábolas más famosas: la parábola del buen samaritano.
Un buen ejemplo a seguir
Jesús rompió las ataduras racistas del pueblo judío con su propio ejemplo. Habló con la mujer samaritana (judíos y samaritanos no se trataban entre sí por prejuicios raciales); denunció la actitud monopolizadora de la revelación en los fariseos, y deliberadamente escoge una parábola con protagonista samaritano.
El pasaje de Lucas 10:25-37 nos muestra a un intérprete de la ley preguntando a Jesús cosas que el mismo debía saber, aunque lo hace para probarle. Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquel respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda la mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido: haz esto y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús ¿Y quién es mi prójimo?.
Cuando el hombre religioso no tiene la misericordia activada en su corazón, no encuentra, o no sabe, o tal vez no quiere saber quién debe ser la persona a la que mostrarle ayuda. Quizá esté dispuesto a ser bueno y prestar auxilio a los que le caen bien y son afines a sus exigencias. Por su parte, la persona misericordiosa encuentra siempre oportunidades para hacerla efectiva. Pero vayamos al relato.
Es sorprendente que Jesús aquí no se altera ante la insolencia del intérprete de la ley, y le responde con una agudeza finísima, poniendo al descubierto el engaño de su pregunta. Precisamente los protagonistas en negativo son un sacerdote y un levita; por su parte el reconocimiento de Jesús es para un samaritano que, en aquellos días, contaba con el desprecio de la sociedad judía por su procedencia «inferior» (2 Reyes, 17:24-41) y su ignorancia de las verdades de Dios (Jn.4:9,20-24). Esta respuesta del Maestro no significa tampoco que debemos pasarnos al otro extremo, es decir, odiar a los judíos (antisemitismo) y hacernos todos samaritanos. Ni significa que el conocimiento de la verdad de Dios sea enemigo de la misericordia; o que tengamos que ser ignorantes y venir de un trasfondo cultural o social bajo para poder acceder a una vida alejada de la hipocresía. No. Las tendencias humanas son a los extremos. Jesús dijo que los judíos adoraban lo que sabían y que la salvación venía de ellos; pero que cuando ese conocimiento de las Escrituras no tiene repercusión en la vida diaria, se vuelve orgullo espiritual; un enemigo muy sutil de la sencillez de corazón y la misericordia.
Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo (Lc.10:29-37).
Jesús vuelve a la pregunta inicial, ¿quién es mi prójimo?, y responde así a la suspicacia de su interlocutor: ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
El evangelio de Jesús libera nuestra sociedad de la plaga de xenofobia y racismo. La palabra viviente de Dios transformará a todos aquellos que la reciben en su corazón y la obedecen.
Aquí tenemos un «botón» de muestra para meditar: Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide YHWH de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios (Miqueas 6:8). Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios (Mt.9:13). Sed pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso (Lc.6:36). Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio (Stg.2: 13).
Resumiendo: las Escrituras muestran claramente que Dios escogió al pueblo de Israel con propósitos especiales, y que serian un pueblo apartado de los demás (Lv.20:26); además les dio leyes sobre el trato con los extranjeros que habitaban en Israel (Ex.23:9). Incluso debían recordar todos los años, durante la fiesta de la Pascua, que habían sido extranjeros en Egipto y que debían depender de la bondad de Dios.
Israel abandonó los estatutos divinos y volvieron a ser extranjeros en Babilonia. Eso mismo puede ocurrir a todas aquellas naciones que abandonan la misericordia hacia los extranjeros y entran en xenofobia. Otra cosa es regular el flujo migratorio.
La verdad sobre la creación del hombre, tal como aparece en la Biblia, nos permite hacer frente a las doctrinas de demonios sobre el racismo. No puede haber superioridad de razas, sino diversidad de grupos étnicos; puesto que de una sangre ha hecho (Dios) todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos… Porque linaje suyo somos… y habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón (Jesús) a quién designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos (Hechos 17:26-31).
Todos los seres humanos procedemos de una misma sangre, de un mismo linaje; descendemos del primer hombre y la primera mujer que Dios creó en el principio. Por tanto, no hay acepción de personas delante de Dios; lo que sí encontramos en las Escrituras son diferentes llamados para realizar la diversidad de los planes del Creador y Salvador.