2 – LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

Esperanza para la familiaLa educación en la tradición bíblica

Las Escrituras nos enseñan que la responsabilidad de la educación de los hijos recae sobre los padres; no sobre los gobiernos; ni siquiera sobre los colegios. En el Decálogo encontramos el primer mandamiento con promesa: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra” (Éxodo 20:12) con (Efesios 6:1-3).

Dios enseñó a Israel como a un hijo, el primogénito; y de esa educación recibida a través de la Ley de Dios, todas las naciones y familias recibirían instrucción según la voluntad del Eterno. En Deuteronomio 6:4-9 encontramos el recorrido de esas instrucciones: el Señor es uno. Amar a Dios con todo tu corazón. Estas palabras estarán sobre tu corazón y las repetirás a tus hijos en la vida cotidiana: en la casa, por el camino, al acostarte y al levantarte.

Oye, Israel: YHWH nuestro Dios, YHWH uno es. Y amarás a YHWH tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas (Deuteronomio 6:4-9).

Luego Jesús nos enseña que el segundo mandamiento es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Marcos 12:28-31).

Podemos resumir en tres apartados la responsabilidad de los padres sobre los hijos:

Enseñar o instruir. Los padres deben instruir al niño desde la niñez (Proverbios 22:6).

Disciplinar. Los padres deben corregir a los hijos, no los hijos a los padres, para que crezcan seguros y protegidos. La disciplina debe ser aplicada en amor, nunca como violencia.

Y amar. Tanto la enseñanza como la disciplina tienen que tener su punto de partida en el amor. La firmeza y la ternura deben actuar juntas. Para ello los padres necesitamos vivir cerca de la fuente de amor que es Dios.

Incumplir con esta responsabilidad nos puede conducir a perder a nuestros hijos y que se alejen de la verdad del evangelio rebelándose  contra Dios. El mal ejemplo de Eli y su pasividad en la corrección de sus hijos es siempre un modelo que no debemos repetir.

CONTINUARÁ…

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