El milagro de una vida equilibrada
Capítulo 4 (Lucas 5)
La provisión equilibrada de Dios
Dios ha provisto en Jesús (YHWH-Jireh) para todas nuestras necesidades. Su voluntad es dar respuesta a cada área de nuestra vida. Hemos sido creados como seres tripartitos, es decir; espíritu, alma y cuerpo; y el ministerio múltiple de Jesús alcanza a cada una de esas áreas. La redención es para todo nuestro ser. “Por lo cual El también es poderoso para salvar para siempre -completamente- a los que por medio de El se acercan a Dios…” (Heb.7:25 Versión de Las Américas). Esta salvación completa incluye: regeneración para el espíritu; liberación para el alma y sanidad para el cuerpo. Enfatizar desmedidamente cualquiera de las partes es un desequilibrio que debemos evitar. La dádiva de Dios en Cristo incluye a todo el ser. «Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad (Col. 2:9, 10). En el capitulo cinco del evangelio de Lucas vemos a Jesús supliendo diferentes necesidades del ser humano.
Éxito laboral (Lc.5:1-11)
Jesús necesitó una barca para predicar y enseñar a las multitudes que se habían agolpado para escucharle. Cerca de allí había una que era de Pedro y se la pidió prestada. La noche anterior, Pedro y sus compañeros, habían estado pescando sin éxito. Después de predicar el evangelio, el Señor le dijo al discípulo: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”. En ese momento Pedro había olvidado su fracaso anterior y abandonando su razonamiento lógico de experto pescador, se aferró a las palabras de Jesús. “Maestro toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado: mas en tu palabra echaré la red… Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía… y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían” ¡Qué gran victoria! Sin embargo, este éxito empresarial de Pedro no le hizo envanecerse, sino que le trajo convicción de pecado y dependencia de Jesús; no sólo a él, también a todos los que le acompañaban. “Viendo esto Simón Pedro. Cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mi, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él y de todos los que estaban con él… Jacobo y Juan”. El Señor le dio a Pedro este éxito laboral después de poner su barca (empresa) en las manos de Jesús, pero le tenía reservado un éxito mayor, el llamamiento ministerial. “Desde hoy serás pescador de hombres”.
La sanidad física es la voluntad de Dios (Lc.5:12-26)
Dios ha provisto, a través del Mesías, la sanidad para nuestros cuerpos. Un leproso le pregunta a Jesús: «Señor, si quieres puedes limpiarme”. La respuesta revela la voluntad del Padre sobre la enfermedad. «Quiero, sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. Los evangelios están llenos de testimonios de sanidades en el ministerio de Jesús. Los Hechos de los apóstoles nos muestran muchos de los milagros que hizo la iglesia primitiva. Dios no ha cambiado. Jesús es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Su misericordia siempre es nueva hacia los enfermos (Heb.13:8) (Lam.3:22-24).
Perdón de pecados (Lc.5:20-26)
El perdón es una de las terapias más poderosas para volver a la armonía y el equilibrio espiritual y emocional. La falta de perdón nos hunde en la culpabilidad y la depresión. Jesús ha venido al mundo, no para condenarlo, sino para perdonarlo y salvarlo dando su vida (Jn.3:17-21). Él es nuestra garantía del perdón de pecados. Dios nos perdona sobre la base de la fe en Jesús y el arrepentimiento. Esto sorprendió al sistema religioso de su tiempo y sigue haciéndolo hoy. El cielo ha legitimado a Jesús para perdonar los pecados del hombre y liberarlo de sus ataduras. «Hombre, tus pecados te son perdonados (Lc.5:20). «Y a ella le dijo: tus pecados te son perdonados (Lc. 7:48). ”Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete y no peques mas (Jn.10:10-11).
El sentido de la vida (Lc.5:27-32)
Uno de los mayores beneficios que puede experimentar el ser humano es encontrar el sentido de la vida. Las grandes frustraciones del hombre vienen dadas por la falta de ese sentido de la existencia y del propósito (proyecto) en este mundo. El apóstol Pedro lo encontró después de una noche de fracaso y pérdida obedeciendo la voz de Jesús (Lc.5:10-11) (Mt.4:18-20). Mateo (Leví), recibió el verdadero sentido a su vida cuando respondió con firmeza al llamamiento del Mesías. Solo una palabra le bastó para entrar a formar parte de la dicha más grande del hombre: «Sígueme”. Desde ese momento abandonó la rutina diaria de cobrar impuestos para otros, y entró en el dinamismo glorioso de ser un discípulo de Jesús. El llamamiento divino es un beneficio de la gracia de Dios que transforma nuestra existencia y la eleva a un sentido de dirección privilegiada. No todos han sido llamados para ser apóstoles, profetas o pastores… dejándolo todo para seguir al Maestro; pero todos podemos experimentar la dicha de ser llamados a la comunión con el Hijo que revolucionará nuestras vidas (1Jn.1:1-3). “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1Co.1:9).
Odres nuevos para vino nuevo (Lc. 5:37-39)
Dios ha provisto el vino nuevo del evangelio que incluye múltiples beneficios. Esos beneficios solo se pueden retener si el recipiente es nuevo también. El vaso es el hombre nuevo que vive santificado para ser útil al Señor (2Tim. 2:19-21). No se pueden retener los beneficios de Dios sin una vida transformada y santificada, que viva en armonía con el vino nuevo. Esa vida en santidad está provista también en Cristo (1 Co.1:30 y 6:11). Por lo tanto, es posible el equilibrio entre la aceptación de los beneficios de Dios y su correcta asimilación para servir a los hermanos.
La provisión de Dios nos trae beneficios a través del Nuevo Pacto en Cristo. Estos beneficios suplen las múltiples necesidades que el hijo de Dios enfrenta. En este capítulo hemos visto algunos: éxito laboral; sanidad física; perdón de pecados; un llamamiento santo y un vaso santificado que puede retener la bendición de Dios y a la vez compartirla con otros.
La experiencia del amor y el cuidado de Dios deben producir una vida de alabanza y gratitud. “Bendice, alma mía, a YHWH, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a YHWH, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila” (Sal. 103:1-6).
Y ello debe conducirnos a un servicio gozoso a nuestro Señor y a la sociedad. “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a YHWH con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que YHWH es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. Porque YHWH es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones” (Sal. 100:1-5).