El milagro de una vida equilibrada
Texto: Lucas 11: 33-36
El ojo: un buen regulador
Muchos de los aparatos electrónicos modernos tienen una pieza que se convierte en fundamental a la hora de un funcionamiento adecuado: es el regulador. Los frigoríficos llevan una ruedecita numerada para controlar el nivel de refrigeración, más frío o menos. De esta forma se canaliza la energía que reciben y la función que deben realizar en cada momento. Pues bien, en la vida espiritual tenemos también diferentes reguladores que canalizan el potencial recibido con la función que deben desempeñar. Uno de esos reguladores es EL OJO.
Jesús dijo: “Cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas”. Existe una conexión entre lo que ven nuestros ojos y la salud interior. La visión que tenemos afecta a nuestro interior con luz o tinieblas, vida o muerte. El libro del Génesis nos muestra esta verdad en toda su crudeza. Satanás conocía esta relación entre: visión-deseo-acción. La visión de lo que vemos forma imágenes, que a su vez se traducen en deseos de poseer lo que vemos, y que culminan en las acciones correspondientes. Esta verdad opera tanto en el reino de la luz como en el dominio de las tinieblas.
Jesús lo dijo, si el ojo es bueno habrá luz; pero si mira y persiste en lo que es malo se llenará de tinieblas.
Eva fue atraída maliciosamente hacia lo prohibido. El diablo sembró expectativas maravillosas del mundo oculto para el ser humano. Le dijo a Eva: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gn.3:5). Esas palabras entraron como puñales en la mente de Eva y empezó a tener imágenes de ese mundo oculto, desconocido, ejerciendo además una autoridad de dioses. O sea, la oferta contenía la gran mentira de llegar a ser dueños y dominadores («seréis como Dios») de mundos desconocidos («serán abiertos vuestros ojos»). El mensaje formó una visión interior en Eva que pronto encontraría su conexión con el mundo físico. «Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido; el cual comió así como ella” (Gn.3:6). Así abrieron la puerta al ocultismo. De esta forma entraron las tinieblas a formar parte del ser humano y perdiendo su gloria la creación más elevada de Dios. Ahora bien, el camino de regreso a la dignidad perdida viene también por una mirada de fe al Gólgota. Al poner los ojos en Jesús.
La Biblia nos habla de ojos físicos y ojos espirituales. Ambas visiones producen alteraciones que afectan positiva o negativamente a nuestra vida. Lo que vemos físicamente influye en nuestro interior, y la visión interna afectará la orientación de los ojos naturales. Las Escrituras nos muestran cómo esta verdad operó para muerte y maldición en unos casos; y para vida y bendición en otros. El uso que hacemos de nuestros ojos (físicos y espirituales) llenará todo nuestro ser de luz o tinieblas.
Algunos ejemplos en negativo
EVA. (Génesis 3:1-7).
“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que YHWH Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”.
Dios le dijo al hombre que no tomara y comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn.2:16-17). No le dijo que no lo mirara, si no que no comiera. El árbol estaba delante de él y seguro que en muchas ocasiones lo había mirado, eso no fue lo malo, sino que Eva se dejó seducir por las imágenes a través de las palabras de la serpiente que la llevaron a un deseo incontrolado de comer y comprobar las maravillas del mensaje diabólico: “no moriréis… seréis como Dios”. Después de este proceso interior, la visión exterior cambió en Eva; y lo que antes había mirado sin más, ahora lo veía con codicia, su atractivo tenía un ingrediente nuevo: la semilla de la naturaleza corrompida del diablo. Entonces la codicia le venció y actuó independientemente de la Palabra del Creador. Este camino es el que hemos recorrido todos los seres humanos después de Adán y Eva. Esta verdad es tan contundente que está en acción en nuestra sociedad actual de forma continuada. “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg. 1:14-15).
ACAN. (Josué 7:20-21).
“Y Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra YHWH el Dios de Israel, y así y así he hecho. Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello”.
Este suceso que tuvo a Acán como protagonista por tomar del anatema, (lo maldecido que no debe tocarse sino destruirse), produjo perturbación a Israel, (precisamente Acán significa “perturbador” y Acor, el valle donde se produjo el hecho, significa “perturbación”) en su camino victorioso hacia la conquista de Canaán. El proceso que llevó a este pecado trágico fue el siguiente: “Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro… lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda”. Vi-codicié-tomé.
DAVID. (2Sam.11:2-5).
“Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa. Y concibió la mujer, y envió a hacerlo saber a David, diciendo: Estoy encinta”.
El pecado del rey David con Betsabé tuvo el mismo proceso que estamos viendo. Vio a una mujer hermosa; se recreo en esa mirada y concibió deseos de poseerla. Cuando la lujuria de poseer a una mujer que no le pertenecía se apropió de él, quedo tan atrapado que de nada le sirvieron las bases sólidas de su vida en comunión con Dios, y su conocimiento de las Escrituras que prohibían tal acción. Todos los principios de su vida quedaron neutralizados ante tal hechizo. Ese fuego inmenso tuvo su origen en una mirada, no casual, ni pasajera, sino una mirada sostenida, alimentada y amplificada por imágenes interiores de placer físico y afectivo. Vio-codició-tomó.
En estos tres ejemplos podemos ver que todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) puede recibir ataques destructivos penetrando a través de nuestros ojos. En Eva vemos el ataque a la vida espiritual, la relación con Dios y la entrada al mundo del ocultismo. En Acán vemos como la codicia por las cosas materiales nos conduce a la derrota (personal y colectiva) y a la muerte. En David encontramos la trampa del alma enlazada por deseos sensuales y afectivos ilícitos. En todos ellos hay elementos comunes en el proceso degenerativo que conducen a una actitud de independencia hacia Dios y Su Palabra. El amor a Dios y al mundo (con sus deseos) es incompatible. “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1Jn.2:16-17).
Algunos ejemplos en positivo
ABRAHAM. (Gn.13:14-18).
“Y YHWH dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré. Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a YHWH”.
Hubo un momento en la sociedad que formaban Abraham y Lot cuando tuvieron que tomar la decisión de separarse porque la tierra no era suficiente para que habitasen juntos (Gn. 13:6). En esos momentos la visión de cada uno se puso a prueba. Lot alzó sus ojos y vio toda la llanura del Jordán (Gn. 13:10). Escogió según lo que vieron sus ojos; fue guiado por el informe natural de su vista. Sin embargo, de Abrahán dice la Escritura que recibió palabra de Dios de alzar sus ojos y mirar desde el lugar donde estaba; y la tierra que viera el Señor se la daría a él y su descendencia para siempre (Gn. 13:14-15). Abraham vio lo que Dios le dijo que viera; Lot vio lo que tenía delante de sus ojos. La visión de Abraham fue en aumento y se ensanchó (Gn.15:5ss.); la visión de Lot se extinguió y perdió todo lo que tenía, sólo pudo salvar su vida y la de sus hijas (Gn. 19:17,30). Dios le enseñó a Abraham el secreto de “ver”, partiendo de su vista física y de realidades físicas, para penetrar a escenarios espirituales mucho más elevados. Le dijo: mira las estrellas, así será tu descendencia (Gn. 15:5). También le habló de que su descendencia sería como la arena del mar (Gn.22:17). Este es uno de los grandes secretos de la vida de fe: ver lo que Dios quiere que vea, para obtener lo que Él quiere que tenga. Cuando vemos lo que Dios nos ha prometido los informes físicos negativos (el informe del ojo natural) no dirigirán nuestra vida y acciones, sino la fe que se alimenta de la visión por la palabra de Dios. Pablo lo explica muy bien en Romanos 4:17-25 y 2 Corintios 4:16-5:7.
JEREMIAS. (Jer.1:11-14).
“La palabra de YHWH vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de almendro. Y me dijo YHWH: Bien has visto; porque yo apresuro mi palabra para ponerla por obra. Vino a mí la palabra de YHWH por segunda vez, diciendo: ¿Qué ves tú? Y dije: Veo una olla que hierve; y su faz está hacia el norte. Me dijo YHWH: Del norte se soltará el mal sobre todos los moradores de esta tierra”.
En este pasaje el Señor le da a Jeremías dos mensajes proféticos a través de ver cosas físicas: una vara de almendro y una olla que hierve. Partiendo de aquí, el profeta recibe revelaciones sobre el futuro de Israel. Esta percepción espiritual partiendo de elementos físicos aparece en muchos lugares de las Escrituras. Jesús usa el mismo principio para enseñar a sus discípulos sobre la gran cosecha y fijar en sus corazones la visión de multitudes preparadas para recibir el mensaje del evangelio (Jn.4:35). “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”.
LA PROFECIA DE JOEL. (Hch.2:16-18).
“Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán”.
Joel profetizó de un tiempo cuando el Espíritu Santo se derramaría sobre toda carne, y el mismo Espíritu de Dios traería profecía, visiones y sueños sobre toda persona llena del Espíritu. Estas visiones y sueños prenden fuego en los corazones y los hacen arder para Dios y Su obra. Esta verdad, expuesta aquí de una forma breve, contiene un potencial tremendo del poder de Dios dado a Su congregación y que muchos han contaminado y mezclado. El diablo ha sembrado de cizaña este campo y muchos han sido confundidos, atemorizados o inflamados de vanidad y codicia, pero la verdad misma pertenece al Reino de Dios. Incluso se usa en filosofías anti-cristianas y en movimientos modernistas (Nueva Era, Humanismo) que pretenden apropiarse y falsificar los principios bíblicos. Debemos hacer nuestra la oración de Pablo a los efesios: “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza… cuales las riquezas.., y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza”.
La enseñanza de Jesús
Avancemos ahora en el análisis del pasaje donde Jesús enseña sobre la importancia de tener un buen ojo.
“Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz. La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor” (Lc. 11:33-36).
La Lámpara del cuerpo es el ojo. Si la lámpara es buena veremos bien, si fuera mala nuestra visión se distorsionará. En ocasiones usamos la expresión, “depende de los ojos con que lo mires“, para llegar a un punto de entendimiento con otras personas. Es decir, si miramos con los mismos ojos veremos lo mismo; si lo vemos con visiones opuestas llegaremos a la contienda. ¿Cuáles son los ojos buenos? Sin lugar a duda los de Dios; los pensamientos de Dios; Su palabra debe guiar nuestra visión.
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo YHWH. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Is.55:8,9). “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal.119:105).
En el Nuevo Pacto Dios coloca esos ojos en nuestro espíritu por medio de Su Espíritu para guiarnos a Su voluntad, Sus visiones, Sus obras, Sus caminos (Pr.20:27) (Ez.36:26-27) (1Co.2:12). El ojo bueno trae luz sobre todo el cuerpo; produce vida y sanidad y conoce la voluntad de Dios. El ojo malo atrae las tinieblas sobre todo el ser; produce tristeza, depresión, inseguridad, enfermedad y confusión. Como hijos de Dios no podemos menospreciar las advertencias de Jesús y dejar vagar nuestra mirada de forma indisciplinada, puesto que existe un reclamo continuo para atraer nuestra atención visual y hacernos caer de nuestra firmeza. Captemos la visión de Jesús.
Lo que veía Jesús
Jesús es nuestro equilibrio en todo campo de nuestra vida. Él vivió una vida de visión clara y nunca se apartó de ella. Cuando el Maestro les dijo a sus discípulos: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mt.4:19), les estaba dando las claves para el éxito según Dios. En la expresión “venid en pos de mi” está implícito en el original el siguiente mensaje: “tened mi visión, usar mis métodos”. Pues bien, la pregunta es sencilla ¿Cuál era la visión de Jesús? ¿Dónde ponía su mirada? Veamos algunos ejemplos.
Uno: Futuros discípulos.
“Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó” (Mt. 4:18,21).
Dos: Las multitudes.
“Viendo la multitud”. “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”. “Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos” (Mt.5:1; 9:36; 14:14).
Tres: Los enfermos y necesitados.
“Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía” (Mt.8:14). “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento” (Jn.9:1).
Cuatro. Los que tienen fe.
“Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados” (Mt.9:2).
Cinco. Las cosas de arriba: el cielo, el Padre.
“Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mt.16:22,23). “Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. “Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre” (Jn.5:19; 8:38).
Una vida de visión equilibrada en la tierra pone la mirada en las cosas de arriba (Col.3:1-4), en la voluntad de Dios. Este fue el éxito de Moisés, escogió el llamamiento divino antes que las riquezas del mundo, porque su mirada espiritual le conectaba con los resultados eternos de servir a Dios y no con los deleites temporales del pecado (Heb. 11:24-26).
En la nueva vida en Cristo hay también una nueva visión para vivir y abandonar los viejos hábitos pecaminosos de nuestros ojos. “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo…” (Efesios, 2:1-5).