Los «soñadores» de la carta de Judas
Esta pequeña carta está prácticamente dedicada a denunciar a quienes han mezclado la fe y la sana doctrina con sus ambiciones y codicias para fusionar el evangelio con la impiedad. El tono de la carta es durísimo contra “algunos hombres” (vers.4) que han entrado encubiertamente para convertir en libertinaje la gracia de nuestro Dios. Veamos el recorrido que hace el apóstol sobre estas personas, los calificativos que les atribuye, así como sus formas de vida.
“Hombres impíos” (v.4) que tuercen la libertad del evangelio para sus fines inicuos. De la misma manera como los que no creyeron después de salir de Egipto; de la misma manera como los ángeles que no guardaron su dignidad; de la misma manera como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas que habiendo fornicado he ido en pos de vicios contra naturaleza (léase homosexualidad, lesbianismo); de la misma manera, “estos soñadores” (v. 8) mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores, (un mundo desconocido para ellos pero que entran en él con verdadera osadía e ignorancia), exponiéndose así a ser vapuleados por el mundo espiritual de las tinieblas. Han seguido el camino de Caín; el error y el lucro de Balaam; la contradicción de Coré. Son manchas en vuestros ágapes (comidas fraternales), se apacientan a sí mismos. Son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla palabras infladas, adulando a las personas para sacar provecho. Andan según sus malvados deseos, causan divisiones, son sensuales y no tienen al Espíritu.
Todas estas manifestaciones y algunas más que no he citado pero que podéis ver en la carta, están presentes en algunas de las congregaciones del primer siglo a través de “algunos hombres que han entrado encubiertamente” (v. 4). “Han entrado”, se han infiltrado en la comunión de los santos. Lo santo y lo profano unido. Las obras de luz y las obras de las tinieblas mezcladas en la misma asamblea. La exhortación del apóstol a los llamados, santificados y guardados en Jesucristo es a “contender ardientemente por la fe que ha sido dada una vez a los santos” (v. 2 y 3). Este es un tema serio. Si la gracia se convierte en libertinaje; si la verdad del evangelio se transforma en sueños y vanas imaginaciones; si algunos líderes se apacientan así mismos, usando palabras infladas y adulan a las personas para sacar provecho; si se rechaza la autoridad y se blasfema del mundo espiritual con una apariencia de autoridad espiritual que no es sino un alarde de soberbia, estaremos prostituyendo el mensaje y las obras, el propósito de la congregación de Dios y la manifestación de los hijos del Reino. Acabaremos como los hijos de Esceva. Perderemos el sabor volviéndonos insípidos y peor aún, la casa del Señor, que somos los redimidos, nos habremos vuelto cueva de ladrones.
Haciendo hincapié en este aspecto melodramático no quiero caer en la tentación de ver enemigos en todas partes, dar por malo todo lo que se sale de la ortodoxia muerta, y sembrar el temor en cualquier levantamiento de la fe y la gloria de Dios como se muestra en Isaías 60:1-3. Una actitud infantil nos ha conducido en muchos casos a impedir juzgar ciertos mensajes de ciertos pastores que parecen intocables porque les avala el éxito; y como al resto de pastores se les hace la boca agua de envidia tienen miedo a contradecir lo que parece que funciona. Por esa puerta se nos cuelan todo tipo de inventos, sueños, visiones y sistemas de crecimiento que se apartan del Espíritu de Dios para dar entrada al espíritu de este mundo y sus fines que justifican los medios. La madurez está en separar lo vil de lo precioso, en discernir lo santo de lo profano, en desenmascarar la codicia y las ambiciones personales del sentir que hubo en Jesús. Si Dios te ha dado una obra para llevar a cabo, hazla sin pretender ser el único y que todos los demás tengan que hacer lo mismo que tú. Si Dios te ha mostrado un campo para trabajar, ponte a ello sin levantar un monumento a tu nombre y establecer un negocio familiar con tu familia de única heredera. No confundas tu propia ambición, egoísmo y protagonismo con la visión de Dios, porque la visión de Dios honra a Dios y bendice a los hombres. Somos administradores de la gracia, no patrones de iglesias. Seamos fieles al que nos llamó sin pretender aprovechar nuestra posición para ejercer dominio y enseñorearnos de quienes están puestos a nuestro cuidado. Las ambiciones mundanas nos han invadido, se toleran como algo normal en muchas congregaciones. Pero Jesús dijo “No será así entre vosotros, el que quiera ser el más grande, que sea como el que sirve” (Mateo 20:25-26).
El estado de niñez espiritual de los creyentes nos incapacita para ser útiles en la batalla que está por realizarse. La vida carnal que se alimenta de disputas, rivalidades, envidias, celos, suspicacias, egoísmo, narcisismo, hedonismo, realización personal, la consecución de nuestros sueños, el desarrollo de nuestra propia potencialidad humana, la extensión de nuestro ego en obras aparentemente buenas que tienen como base nuestra independencia, todo ello solo nos convierte en estorbos para que la voluntad de Dios avance en la tierra, para que el cumplimiento de los planes de Dios encuentren vasos de honra para ser canales de vida y bendición.
La carta del apóstol Judas está dirigida a los llamados, los santificados (llamados fuera) y los guardados en Jesucristo. Se dirige a ellos como “amados”. Y al final de la misma vuelve a dirigirse a, “vosotros amados”, con estas palabras:
Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne. Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén (Judas 20-25).
Hay una diferencia entre los amados de Dios y los hombres que entran encubiertamente; hombres impíos, soñadores que se apacientan así mismos, que andan según sus propios deseos, que hablan palabras infladas y adulan para sacar provecho. Andan según sus malvados deseos y son los que verdaderamente causan divisiones, que solo piensan en lo terrenal, cuyo dios es su vientre. En muchos casos se califica de causar divisiones a aquellos que exponen los desvaríos de algunos líderes al estilo de los que habla la carta de Judas. Si no podemos contradecir y oponernos a los Diótrefes (cf. 3 Jn. 9,10) que se enseñorean de la grey de Dios y se levantan como dominadores del pueblo al estilo de la doctrina de los nicolaítas (cf. Apc.2:6,15) entonces hemos llegado a la paralización de la justicia a favor de la injusticia, a confundir la luz con las tinieblas y poner lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo (cf. Isaías, 5:20).
Veamos ahora otra variante de este tema que tiene que ver con las visiones, lo que vemos.
Un profundo Agradecimiento por bendecirme con este comentario bíblico. Que el Eterno Todopoderoso, continúe añadiéndole sabiduría espiritual.