La unción en el Antiguo Testamento
En primer lugar la encontramos relacionada con las especias para preparar el aceite de la unción con la cual se ungirá más tarde al sumo sacerdote y los utensilios del Tabernáculo, también sobre los hijos de Aarón. Está muy presente en el ritual para formalizar todos los pormenores del culto según la ley de Moisés (cf. Éxodo, 29:7-9) (cf. Éxodo, 40:9-16).
La unción no vuelve a aparecer hasta los días del profeta Samuel, cuando fue enviado a ungir a Saúl como rey de Israel. Aunque en el libro de los Jueces se menciona la presencia temporal del Espíritu Santo sobre los hombres y mujeres que Dios usó para liberar a su pueblo del yugo de sus enemigos por haberse apartado de los caminos de Dios. Luego llegamos a la vida de David, ungido también por el profeta Samuel, como nuevo rey de Israel en lugar del desechado Saúl. David es el ungido del Señor como tipo de Cristo; de su descendencia nacería el Mesías (el Ungido) que cumpliría las promesas dadas a los padres y extendería el reino de Dios a todas las naciones. En Jesús se cumple el triple ungimiento como rey, profeta y sacerdote; los tres ministerios sobre los que recaía la unción en el Antiguo Pacto, por tanto, tenemos en Jesús al ungido definitivamente del Señor.
El ungido del Señor
Al iniciar su ministerio público, Jesús entra en la sinagoga de Capernaún, toma el libro de Isaías y lee en el capítulo 61 la siguiente declaración:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió YHWH; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de YHWH (Isaías 61:1-2).
Y allí se detiene, aunque el texto de Isaías continúa con el día de venganza del Dios nuestro. Jesús se ha identificado con la profecía que lo señala como el Ungido de Dios para llevar a cabo una misión exclusiva, una misión predeterminada y planificada desde antes de la fundación del mundo, pero que ahora entra en el cumplimiento del tiempo para su realización.
Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros (Lucas 4:16-20).
Aquí tenemos la misión encomendada al Ungido de Dios: dar buenas nuevas a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, pregonar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos y predicar el año de gracia, el día de salvación.
Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hechos, 10:37,38).
Durante tres años y medio Jesús lo llevó acabo guiado en todo momento por la voluntad del Padre y la capacitación del Espíritu Santo. Jesús es el Mesías, el Ungido, el Cristo, dado a los hombres para que podamos ser salvos y entrar en el reino de Dios. Su obra es única y acabada. Su redención ha hecho posible que Su unción sea transmitida a todo su cuerpo para continuar la obra que él comenzó.
La unción después de Jesús
Jesús es la plenitud de quién todos recibimos gracia sobre gracia; porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo (cf. Jn, 1:16-17). Jesús levantó un nuevo templo no hecho de manos, en tres días, los días que duraron su muerte, sepultura, bajada al infierno y su resurrección. Ahora ha sido exaltado hasta lo sumo a la diestra del Padre, tiene el nombre sobre todo nombre, toda autoridad en el cielo y en la tierra y ha distribuido su plenitud a todo el cuerpo de redimidos, que forman ese nuevo templo de Dios.
Jesús es el dador del Espíritu Santo y los dones, cada miembro de su cuerpo ha recibido una parte de su unción para ministrar a los demás, por tanto, dejemos de hablar del ungido en singular, porque cada miembro del cuerpo ha sido ungido por Dios. Si hablamos del ungido en singular solo podemos referirnos a Cristo, el Ungido, cuando nos referimos a los ministerios el término “el ungido” está fuera de lugar, determina exclusividad, monopolio, y por tanto, sectarismo. Esta es la enseñanza del apóstol Juan.
Quienes han recibido la unción
Como he dicho antes se ha puesto de moda hablar de la unción en términos exclusivos de algunas personas, líderes generalmente, que manifiestan una capacidad espiritual superior a la unción de los demás creyentes. Esto no es motivo para exaltarse por encima de los demás, sino una función dada para edificar el cuerpo de Cristo. El abuso ha producido dominio sobre la grey de Dios y eso es ajeno a su voluntad. El apóstol Juan nos dice que todos hemos recibido la unción del Santo para conocer todas las cosas, porque es la unción de Dios dentro de nosotros la que nos enseña.
Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas… Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él. (1 Jn.2:20,27)
El contexto de este pasaje es una atmósfera de engaño y confusión a causa de los muchos anticristos que ya han surgido en los días de Juan. En esa situación, la unción de Dios que está dentro de los creyentes les guía a permanecer en la verdad, es decir, en Cristo; reconocer su venida en carne para realizar la redención del hombre. Esa unción es el testimonio interno que tienen los hijos de Dios de pertenecer a Dios, ser propiedad suya, comprados por el precio de la sangre de Jesús, y ese testimonio es firme a través de la obra del Espíritu Santo. Por ello, podemos concluir que al hablar de la unción estamos hablando de la obra del Espíritu de Dios en la vida del creyente, y esto nos llevaría a un tema muy amplio en las Escrituras y que queremos resumir brevemente.
Continuará…