La obra del Espíritu Santo
La teología del Espíritu Santo es muy amplia y ha sido muy controversial a lo largo de la Historia de la iglesia. Especialmente porque el Espíritu de Dios es mucho más que una teología encuadrada en unos parámetros doctrinales. Es una Persona, el actor principal en la vida de los creyentes de la iglesia primitiva y las siguientes generaciones; es quién glorifica a Jesús, no habla de sí mismo, sino que revela a Cristo.(Juan 16:12-15).
Podemos resumir en tres aspectos la obra del Espíritu Santo en la vida del creyente: recibir el Espíritu Santo, ser bautizados en el Espíritu y ser llenos del Espíritu.
Recibir el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es quién engendra la vida de Dios en el corazón de aquellos que reconocen a Jesús como Señor de sus vidas; invocan a Jesús para ser salvos y son sellados con el Espíritu Santo de la promesa como propiedad de Dios, por tanto, todo creyente nacido de nuevo tiene el Espíritu Santo en su vida, de lo contrario la vida de Dios no estaría activada (Efesios 1:13,14) (Romanos 8:9) (1 Corintios 12:3) (Juan 3:5-8).
Ser bautizado en el Espíritu Santo es una experiencia posterior a la conversión y normalmente tiene la manifestación externa de hablar en lenguas y profetizar. Es el comienzo de una dimensión mayor de la vida en el Espíritu en la que los dones se activan de forma manifiesta. Es la dinamis de Dios para hacer la obra de Dios; salir del temor y realizar la obra del ministerio proclamando el nombre de Jesús con valentía y autoridad (Hechos 2:1-4) (Hechos 8:14,15,16,17).(Hechos 10:44-48) (Hechos 19:1-7).
Ser llenos del Espíritu Santo es un estado de continuidad en los ríos de Dios; es la perseverancia en andar en el Espíritu; es un nivel de madurez y carácter que adorna la doctrina de Cristo y las manifestaciones del poder de Dios. Es la manifestación del carácter de Cristo y el fruto del Espíritu en nuestras vidas (Ezequiel 47:3-5) (Efesios 5:18-20) (Gálatas 6:16-25).
Resumiendo diremos que todo cristiano nacido de nuevo tiene el Espíritu de Dios operando en su vida. El bautismo en el Espíritu Santo es una dimensión mayor de esa vida en el Espíritu; es la entrada a las manifestaciones del Espíritu: sanidades, milagros, palabra de sabiduría y ciencia, fe, discernimiento de espíritus, profecía, diversos géneros de lenguas e interpretación de lenguas. Y vivir llenos del Espíritu es la combinación del fruto del Espíritu y los dones del Espíritu; es un carácter probado y sostenido en la transformación a la imagen de Cristo. Es una fuente de vida de la que emanan continuamente los ríos de Dios en el vivir cotidiano.
A pesar de aceptar la obra del Espíritu Santo en la vida de la iglesia del Señor y buscar sus dones y manifestaciones, esto no debe conducirnos al error de hacer del Espíritu Santo el centro de nuestra predicación. La Biblia nos enseña que debemos predicar a Cristo, no al Espíritu Santo. El Espíritu habla de Cristo, glorifica a Cristo y ha venido para revelar al Hijo de Dios y no poner el énfasis sobre sí mismo. Digo esto porque he visto en ocasiones cómo este tema se convierte en un énfasis desproporcionado y ocupa en la predicación el lugar central del mensaje. Pablo dijo: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Corintios, 1:23-24).
La vida en el Espíritu, o lo que es lo mismo, la vida en la unción de Dios, se puede contristar, apagar, imitar o falsificar. Cuando se contrista por el pecado, el arrepentimiento es la solución; cuando se apaga por múltiples motivos, volver a avivarla y vivificarla es la respuesta de Dios; y cuando se trata de imitar o falsificar el error tiene consecuencias peligrosas.