La fiebre por los sueños (10) – Un buen ojo

CONCEPTOS ERRADOSUn buen ojo

Las Escrituras nos enseñan que existe una conexión entre lo que ven nuestros ojos y la salud integral de todo nuestro ser. La visión que tenemos afecta a nuestro interior con luz o tinieblas, vida o muerte. Podemos resumirlo diciendo que visión es ver, tener visión es ver algo; ahora bien, lo que vemos y la fuente de donde procede determina el resultado de la visión para luz o tinieblas. El libro del Génesis nos muestra esta verdad en toda su crudeza. Satanás conocía esta relación entre: visión-deseo-acción. La visión de lo que vemos forma imágenes, que a su vez se traducen en deseos de poseer lo que vemos, y que culminan en las acciones correspondientes.

Esta verdad opera tanto en el reino de la luz como en el dominio de las tinieblas. Jesús lo dijo, si el ojo es bueno habrá luz; pero si mira y persiste en lo que es malo se llenará de tinieblas.

Eva fue atraída maliciosamente hacia lo prohibido. El diablo sembró expectativas maravillosas del mundo oculto para el ser humano. Le dijo a Eva: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él [el árbol de la ciencia del bien y del mal], serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gn.3:5). Esas palabras entraron como puñales en la mente de Eva y empezó a tener imágenes de ese mundo oculto, desconocido, ejerciendo además una autoridad de dioses. O sea, la oferta contenía la gran mentira de llegar a ser dueños y dominadores (“seréis como Dios”) de mundos desconocidos (“serán abiertos vuestros ojos”). El mensaje formó una visión interior en Eva que pronto encontraría su conexión con el mundo físico. «Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido; el cual comió así como ella” (Gn.3:6). Así abrieron la puerta al ocultismo. De esta forma entraron las tinieblas a formar parte del ser humano y así perdió su gloria la creación más elevada de Dios. Ahora bien, el camino de regreso a la dignidad y gloria perdida viene también por una mirada de fe al Gólgota (cf. Juan 3:14,15 con  Números 21:8,9),  al poner los ojos y la fe en Jesús.

La Biblia nos habla de ojos físicos y ojos espirituales. Ambas visiones producen alteraciones que afectan positiva o negativamente a nuestra vida. Lo que vemos físicamente influye en nuestro interior, y la visión interna afectará la orientación de los ojos naturales. Las Escrituras nos muestran cómo esta verdad operó para muerte y maldición en unos casos; y para vida y bendición en otros. El uso que hacemos de nuestros ojos (físicos y espirituales) llenará todo nuestro ser de luz o tinieblas.

Ojo malo (2)Si tu ojo es malo

La caída en pecado de los primeros seres humanos que acabamos de mencionar nos muestra que Dios le dijo al hombre que no tomara y comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal (cf. Gn.2:16-17). No le dijo que no lo mirara, si no que no comiera. El árbol estaba delante de ella y seguro que en muchas ocasiones lo había mirado, eso no fue lo malo, sino que Eva se dejó poseer de imágenes, manipuladas por las palabras de la serpiente, que la llevaron a un deseo incontrolado de comer y comprobar las maravillas del mensaje diabólico: “no moriréis… seréis como Dios”. Después de este proceso interior, la visión exterior de Eva cambió; y lo que antes había mirado sin más, ahora lo veía con codicia, su atractivo tenía un ingrediente nuevo: la semilla de la naturaleza corrompida del diablo. Entonces la codicia le venció y actuó independientemente de la Palabra del Creador. Este camino es el que hemos recorrido todos los seres humanos después de Adán y Eva. Esta verdad es tan contundente que está en acción en nuestra sociedad actual de forma continuada. “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg. 1:14-15).

El caso de Acán. “Y Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra JHWH el Dios de Israel, y así y así he hecho. Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello” (Josué, 7:20-21). Este suceso que tuvo a Acán como protagonista por tomar del anatema (lo maldecido que no debe tocarse sino destruirse), produjo perturbación en el camino victorioso del pueblo de Israel hacia la conquista de Canaán. El proceso que llevó a este pecado trágico fue el siguiente: “Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro… lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda”. Vi-codicié-tomé, esta es la secuencia que se repite una y otra vez. Se dice que una de las estrategias comerciales que emplean las grandes superficies de ventas es cambiar a menudo los productos de lugar, -lo cual siempre me indigna porque somos tratados como “marionetas”-, con el propósito de que podamos ver nuevas cosas en nuestra búsqueda de lo que realmente necesitamos. De esa forma, al ser desorientados por los cambios, acabamos viendo otros productos que en nuestra rutina semanal no veríamos, siendo expuestos a su consumo.

La gran mancha en la vida del rey David. “Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa. Y concibió la mujer, y envió a hacerlo saber a David, diciendo: Estoy encinta” (2 Sam.11:2-5). El pecado del rey David con Betsabé tuvo el mismo proceso que estamos viendo. Vio a una mujer hermosa, se recreo en esa mirada y concibió deseos de poseerla. Cuando la lujuria de disfrutar a una mujer que no le pertenecía se apoderó de él, quedó tan atrapado que de nada le sirvieron las bases sólidas de su vida en comunión con Dios y su conocimiento de las Escrituras que prohibían tal acción. Todos los principios de su vida quedaron neutralizados ante tal hechizo. Ese fuego incontrolable tuvo su origen en una mirada, no casual, ni pasajera, sino una mirada sostenida, alimentada y amplificada por imágenes interiores de placer físico y afectivo. Vio-codició-tomó.

En estos tres ejemplos podemos ver que todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) puede recibir ataques destructivos penetrando a través de nuestros ojos. En Eva vemos el ataque a la vida espiritual, la relación con Dios y la entrada al mundo del ocultismo. En Acán vemos como la codicia por las cosas materiales nos conduce a la derrota (personal y colectiva) y a la muerte. En David encontramos la trampa del alma enlazada por deseos sensuales y afectivos ilícitos. En todos ellos hay elementos comunes en el proceso degenerativo que conducen a una actitud de independencia hacia Dios y Su Palabra. El amor a Dios y al mundo -con sus deseos- son incompatibles. “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1Jn.2:16-17).

Ojo buenoSi tu ojo es bueno

La diferente visión de Abraham y Lot. “Y JHWH dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré. Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a JHWH” (Gn.13:14-18). Hubo un momento en la sociedad que formaban Abraham y Lot cuando tuvieron que tomar la decisión de separarse porque la tierra no era suficiente para que habitasen juntos (cf. Gn. 13:6). En esos momentos la visión de cada uno se puso a prueba. Lot alzó sus ojos y vio toda la llanura del Jordán (cf. Gn. 13:10). Escogió según lo que vieron sus ojos, fue guiado por el informe natural de su vista. Sin embargo, de Abraham dice la Escritura que recibió orden de Dios de alzar sus ojos y mirar desde el lugar donde estaba, y toda la tierra que viera el Señor se la daría a él y su descendencia para siempre (cf. Gn. 13:14-15).

Abraham vio lo que Dios le dijo que viera, Lot vio lo que tenía delante de sus ojos. La visión de Abraham fue en aumento y se ensanchó (cf. Gn.15:5ss.), la visión de Lot se extinguió y perdió todo lo que tenía, sólo pudo salvar su vida y la de sus hijas (cf. Gn. 19:17,30). Dios le enseñó a Abraham el secreto de “ver” partiendo de su vista física y del mundo físico, para penetrar a realidades espirituales mucho más elevadas. Le dijo: Mira las estrellas, así será tu descendencia (cf. Gn. 15:5). También le habló de que su descendencia sería como la arena del mar (cf. Gn.22:17). Este es uno de los grandes secretos de la vida de fe: ver lo que Dios quiere que vea, para obtener lo que Él quiere que tenga. Cuando estamos viendo lo que Dios nos ha prometido en Su palabra no debemos dejar que el ojo natural dirija nuestras vidas, sino la fe que alimenta la visión de Dios. Esta verdad, -que se presta a la mezcla codiciosa del hombre carnal con suma facilidad-, siempre parte de la voluntad de Dios, el origen está en Dios y no en nosotros mismos. Estamos hablando de sueños de Dios, visiones del Espíritu; en muchas ocasiones sin que siquiera hayamos imaginado nada.

Sara imaginó una solución al problema de su esterilidad y concibió la idea de que su marido se llegara a la sierva Agar. Abram accedió y de esa forma nació Ismael, el hijo de la carne (cf. Gn. 16:1-4). De esa anticipación a la promesa de Dios surgió un conflicto que llega hasta nuestros días entre Ismael e Isaac, el hijo de la carne y el hijo de la promesa. Cuando se rompen los diques del temor de Dios aparece la osadía de la presunción. Inventamos soluciones que agravan la situación. El rey Saúl se anticipó a la llegada del profeta Samuel y ofreció el holocausto que no le tocaba hacer a él. Puso sus manos donde nunca tenía que haberlas puesto; se metió en un terreno que no era el suyo y con ello puso las bases para el fracaso, la derrota y la ruina del pueblo (cf. 1 Samuel 13:8-14). Muchos predicadores de hoy están tan deseosos de triunfar que han cambiado el temor de Dios por la presunción y la soberbia. Sueñan, sueñan y sueñan y dicen: “si un sueño muere, sueña otro”. El profeta Samuel le dijo al incipiente rey Saúl: “Locamente has hecho”. Este tipo de locuras y otras similares llevan a mucho pueblo a la dispersión y la decepción. El evangelio sufre pérdida, pero nosotros estamos tan poseídos por “nuestros sueños y visiones” que perdemos toda sensibilidad y nos entregamos con avidez a cometer toda clase de impurezas. Hay que conseguir la realización de nuestros sueños y visiones a cualquier precio, aunque destrocemos la vida de muchos que durante mucho tiempo nos han sido fieles servidores creyendo servir al Señor de la iglesia.

Lo que veía Jeremías. “La palabra de JHWH vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de almendro. Y me dijo JHWH: Bien has visto; porque yo apresuro mi palabra para ponerla por obra. Vino a mí la palabra de JHWH por segunda vez, diciendo: ¿Qué ves tú? Y dije: Veo una olla que hierve; y su faz está hacia el norte. Me dijo JHWH: Del norte se soltará el mal sobre todos los moradores de esta tierra” (Jer.1:11-14). En este pasaje el Señor le da a Jeremías dos mensajes proféticos a través de ver cosas físicas: una vara de almendro y una olla que hierve. Partiendo de aquí, el profeta recibe revelaciones sobre el futuro de Israel. Un futuro no muy positivo. “Del norte se soltará el mal sobre todos los moradores de la tierra”. Se refiere a la tierra de Israel, al pueblo de la promesa. Un mensaje tan negativo sería impensable para muchos de los predicadores modernos que solo profetizan lo que el pueblo quiere oír: paz y prosperidad, como los deseos navideños de cada año. Los sueños y las visiones de Dios no siempre son para ser grandes y exitosos. Si el pueblo vive lejos de Su voluntad los verdaderos profetas anuncian el juicio de Dios, la disciplina de Dios sobre su congregación. Pero parece que algunos solo piensan en positivo; son más positivos que Dios mismo; ignoran el pecado del hombre, la naturaleza caída y carnal, solo quieren hablar lo que el oído quiere oír, por tanto, han sido desechados, aunque se mantengan en su pequeños reinos de taifas como dominadores. Eso sí, algunos están dispuestos a lanzar juicios y maldiciones execrables contra todos aquellos que no se sometan a “sus visiones y sueños”, entonces si son valientes para maltratar a los disidentes y golpearlos hasta su desaparición. No toleran la más mínima crítica o contradicción porque ello estropea sus ensoñaciones y pone en riesgo su modelo de obstinación en el error. Muchos, como Saúl, comienzan bien, pero se tuercen en algún momento y la obstinación les impide el arrepentimiento que pueda reconducir sus vidas y servicio.

Uno de los puntos clave en mi conversión fue la imagen de un Nuevo Testamento de bolsillo. Caminaba de la mano con mi novia por la ciudad donde nacimos cuando de pronto vimos un pequeño puesto de libros. Nos acercamos y entre todos los que allí se exponían me fijé en un pequeño ejemplar del Nuevo Testamento. Estuvimos un rato ojeando el puesto que la iglesia evangélica de Salamanca tenía en una de las céntricas calles de la ciudad. Ese día no compramos nada, pero la imagen del pequeño NT se me quedó grabada y viví con ella hasta el día siguiente cuando volvimos al mismo lugar para reencontrarnos con ese libro y comprarlo. Los hermanos fueron muy amables y me dieron también una invitación para hacer un sencillo curso Bíblico por correspondencia. Ese Nuevo Testamento aún lo tengo en casa desde hace más de 32 años que lo compré. Lo llevé a la mili guardado en el bolsillo de la camisa y allí comencé a leerlo y hacer el curso Bíblico por correspondencia que durante tanto tiempo han dirigido Daniel Gonzalez, su esposa Carmen y Marta desde Barcelona. Cuando leía sus palabras mi corazón quedaba atrapado y consolado por la vida que transmitían a mi alma y espíritu. Ese NT fue la clave en mi conversión. Todo había comenzado con una imagen, una mirada que activó en mi interior el anhelo por las palabras de vida eterna. Estoy seguro que todos podemos contar experiencias similares de la importancia que ciertas imágenes han tenido en nuestras vidas.

Profeta MicaiasEl inquietante testimonio del profeta Micaías

Desde hace años he podido ver el paralelismo de este episodio que ahora quiero comentar con la práctica de ciertos líderes e iglesias de nuestro tiempo. Lo encontramos en 1 Reyes 22:1-40 y en 2 Crónicas 18:1-34. La secuencia de los hechos narra el episodio en el que el rey de Israel, Acab, quiere recuperar la ciudad de Ramot de Galaad de manos de los sirios que la habían conquistado con anterioridad. Pide ayuda al rey de Judá, Josafat, y ambos llaman a la compañía de profetas afines a lo políticamente correcto. Todos ellos, unos cuatrocientos profetas, consultados por el rey dan el siguiente mensaje:

“Sube, porque YHWH la entregará en mano del rey”. Josafat preguntó si había algún otro profeta para consultar, fue entonces cuando trajeron a Micaías, que al parecer estaba en la cárcel por anteriores mensajes impopulares. Al ser conducido delante de los reyes le informaron lo que la mayoría de profetas estaban anunciando en sus mensajes: prosperidad, cosas buenas y buen éxito. Era un “culto de avivamiento”. Todos con frenesí anunciaron el éxito de la empresa. Había consenso, un mismo sentir, una sola voz, pero falsa. El profeta solitario y encarcelado quiso sarcásticamente sumarse a la fiesta en un principio anunciando lo mismo: “Sube, y serás prosperado, y YHWH la entregará en mano del rey”. Pero Acab se dio cuenta que había ironía en sus palabras por lo que volvió a preguntar.

Y el rey le dijo: ¿Hasta cuántas veces he de exigirte que no me digas sino la verdad en el nombre de YHWH? (1 R.22:16).

Y ahora viene la visión que había tenido el profeta Micaías, muy distinta a la de la mayoría de sus colegas.

Entonces él dijo: Yo vi a todo Israel esparcido por los montes, como ovejas que no tienen pastor; y YHWH dijo: Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz (1 R.22:17).

A partir de ese momento surge la gran pregunta: ¿A quién creer? ¿A los cuatrocientos profetas que anuncian cosas buenas, exitosas y prósperas; o por el contrario al solitario y aguafiestas que anuncia una derrota clara y la dispersión del pueblo? Y ahora viene lo más sorprendente. Micaías ha tenido otra visión, y en ella se le aclara el motivo por el cual todos los profetas del rey Acab han sido inducidos al error por Dios mismo.

Y el rey de Israel dijo a Josafat: ¿No te lo había yo dicho? Ninguna cosa buena profetizará él acerca de mí, sino solamente el mal. Entonces él dijo: Oye, pues, palabra de YHWH: Yo vi a YHWH sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda. Y YHWH dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se puso delante de YHWH, y dijo: Yo le induciré. Y YHWH le dijo: ¿De qué manera? El dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así. Y ahora, he aquí YHWH ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y YHWH ha decretado el mal acerca de ti (1 Reyes 22:18-23).

Ahora encontramos otro dilema teológico. ¿Cómo es posible que haya sido el mismo Dios quién ha permitido la acción de un espíritu de error en boca de los profetas de Israel? Cuando vivimos en desobediencia, obstinados en el error, Dios mismo nos deja seguir como le dejó ir a Balaán para maldecir a Israel por indicación de Balac. El padre del hijo pródigo dejó salir de su casa al hijo emancipado, incluso le dio los bienes de la herencia para que los malgastara viviendo bajo el sistema de este mundo. Hemos visto antes que cuando el hombre se endurece en su corazón y cambia la verdad de Dios por la mentira; habiendo conocido a Dios, no le glorifica como a Dios ni le da gracias; cambia la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible (el humanismo), entonces Dios los entrega a la inmundicia, a pasiones desordenadas y a una mente reprobada para hacer cosas que no convienen (cf. Ro.1:18-32). El mismo apóstol lo vuelve a enseñar en la segunda carta a los tesalonicenses hablando del inicuo que aparece en un entorno donde no se recibe la verdad para ser salvos, entonces  abren la puerta para que entre un poder engañoso y crean la mentira. Podemos creer mentiras con toda la convicción del mundo, incluso morir por ellas, pero eso no las hace verdad.

Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia (2 Tes. 2:9-12).

Llegados a este punto solo el arrepentimiento al estilo del hijo pródigo nos devolverá a la casa del Padre. No siempre es posible, en ocasiones podemos atravesar todos los límites y oportunidades  que nos da el Señor para rectificar, pero si las sobrepasamos nos endurecemos al punto de no retorno. Es el caso del rey Saúl, del traidor Judas o del profano Esaú, que después de menospreciar la primogenitura quiso heredar la bendición y fue desechado, “y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque lo procuró con lágrimas” (Hebreos, 12:16,17). No podemos jugar con fuego extraño. Dios es fuego consumidor, pero la teología moderna presenta un dios permisivo, adaptado a los tiempos de relativismo moral, a una bondad engañosa que justifica el pecado y absuelve al pecador sin la obra expiatoria de Jesús. La justicia de Dios no puede ser burlada. Su misericordia es nueva cada mañana para aquellos que se arrepienten a tiempo, y hablo no de los inconversos, sino de aquellos que “fueron iluminados y gustaron el don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio” (Heb. 6:3-6).

Cuando Micaías contó su visión se le acercó Sedequías, uno de los profetas que anunciaban éxito, prosperidad y victoria “y golpeó a Micaías en la mejilla, diciendo: ¿Por dónde se fue de mí el Espíritu de YHWH para hablarte a ti?” (1 R.22:24). Este Sedequías estaba convencido de hablar de parte del Espíritu de Dios, aunque su carácter violento le traicionó. Hay los que solo pueden mantener sus visiones a golpes, con palabras violentas y amenazando a quienes no las apoyan, esa es una prueba de que el Espíritu de Dios realmente no está. Centran sus luchas contra los que tienen otra visión de las cosas. Tienen como prioridad máxima la “eliminación” del disidente. En el caso que nos ocupa los resultados vinieron pronto. La derrota de Israel fue un hecho tal y como había anunciado el profeta de Dios, aunque le tocó vivir aún un tiempo de ser “mantenido con pan de angustia y con agua de aflicción” (1R.22:27).

No siempre las consecuencias se ven tan rápidamente. En ocasiones no hay más remedio que salir al destierro. Durante un tiempo largo se establece el error como forma de vida, pueden incluso pasar generaciones enteras como en el caso del pecado de Jeroboam. Pecado que se va traspasando de generación en generación a través de la fuerza de las tradiciones y que solo culmina el día del juicio.

Claro que podemos caer en el otro extremo: magnificar estos ejemplos en negativo y aplicarlos en todo momento y lugar, quedando paralizados por el temor a equivocarnos. En la Biblia encontramos modelos en ambos lados; la parcialidad se produce cuando solo queremos ver los episodios que confirman nuestra posición y olvidarnos de lo demás. Vivir y andar en el Espíritu requiere sometimiento al Espíritu y la voluntad de Dios y no conformarnos al sistema de este mundo tomando su forma. La cruz de Jesús y nuestra crucifixión con él siempre será el lugar donde encontraremos descanso, verdad y libertad.

La iglesia de hoy necesita hacer suya la oración del apóstol Pablo por los efesios: “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza… cuales las riquezas…, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza(Efesios, 1:17-19). Y como nuestro modelo es Jesús, sepamos donde tenía Jesús puesta su mirada, cuál era la visión del Maestro.

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