Capítulo 4D – JESÚS COMO NUESTRO ABOGADO

Una vida fluyente de oraciónD. JESÚS COMO NUESTRO ABOGADO

Además de mediador y sumo sacerdote, Jesús aparece en las Escrituras como abogado ante el Padre. Un abogado es aquel que nos acompaña ante el juez para abogar y ayudarnos en nuestra causa en el tribunal.

¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros (Romanos 8:34).

No es María la que aboga por nosotros como mediadora, es Jesús. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre (1 Timoteo 2:5).

Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a  Jesucristo el justo (1 Juan 2:1).

Jesús lo hizo estando en la tierra con sus discípulos y lo hace ahora estando en el cielo ante el Padre. Desde ese lugar ha enviado el Consolador (paracletos, uno enviado al lado de otro para ayudar), el Espíritu Santo, para que esté con nosotros, nos recuerde sus palabras, nos guie a toda verdad (Juan 14:16,17, 26; 15:26; 16:7, 8,13-15), y nos ayude en nuestra debilidad para orar como debemos (Romanos 8:26,27).

En Juan 17 encontramos la oración sacerdotal de Jesús por los suyos y los que habían de creer en él por la palabra de ellos.

JesúsCONCLUSIONES

Todo lo que hemos visto y mucho más está concentrado en la Persona y el Nombre de Jesús. El apóstol Pablo nos dice: toda plenitud de la Deidad reside corporalmente en El, y habéis sido hechos completos en El, que es la cabeza sobre todo poder y autoridad (Colosenses 2:9,10).

La autoridad del nombre de Jesús es incuestionable. En él, Dios ha reunido todas las cosas. Podemos orar en su nombre con garantía plena porque es nuestro hombre en el cielo, nuestro mediador, nuestro sumo sacerdote, nuestro abogado, ha sido exaltado y glorificado, tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra, es nuestro pastor y por tanto nos guiará a través de su Espíritu a una vida fluyente de oración.

Recordemos la muerte de Esteban viendo al sumo sacerdote en pie a la diestra del Trono de Dios. No evitó su muerte pero se levantó a recibirlo (Hechos 7).

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