Capítulo 8 – Sus promesas (Tercera parte)

promesasIntroducción

Hemos visto que las promesas fueron hechas a Abraham y su simiente, la cual es Cristo. De tal manera que los gentiles, al aceptar el evangelio de la gracia, hemos quedado unidos, mediante Jesús, al pueblo de las promesas: Israel.

Nuestra unión con Cristo es la unión con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Al ser unidos a Jesús somos unidos con los pactos y las promesas hechas a los padres (Romanos 15:8). Cristo es el cumplimiento de esos pactos y promesas. La salvación viene de los judíos (Juan 4:22). Como cristianos estamos conectados (injertados) con Israel. Hemos venido a refugiarnos bajo las alas del Dios de Israel.

Y Booz le respondió, y dijo: todo lo que has hecho por tu suegra después de la muerte de tu esposo me ha sido informado en detalle, y cómo dejaste a tu padre, a tu madre y tu tierra natal, y viniste a un pueblo que antes no conocías. Que el Señor recompense tu obra y que tu remuneración sea completa de parte del Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte (Rut 2:11,12).

La confesión de fe anterior que hizo Rut, la moabita, fue esta:

Pero Rut dijo: No insistas que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, iré yo, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú mueras, allí moriré, y allí seré sepultada. Así haga el Señor conmigo, y aún peor, si algo, excepto la muerte, nos separa (Rut 1:16,17).

Después de reconocer a Jesús como nuestro Señor, Dios nos da una nueva identidad en Cristo. Esta unión tiene muchas ramificaciones, una de ellas tiene que ver con Israel, el pueblo de los pactos y las promesas. Veamos algunos aspectos básicos de esta verdad que posiciona nuestra vida de oración.

  1. En Cristo, somos injertados en IsraelInjertados

Hemos sido injertados en Israel para ser participantes de las promesas hechas a los padres, por tanto, todas las promesas de Dios son SÍ y AMÉN en Jesús.

En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo (Efesios 2:12,13).

Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre (Efesios  2:11-20).

… Y tú, siendo un olivo silvestre, fuiste injertado entre ellas y fuiste hecho participante con ellas de la rica savia de la raíz del olivo, no seas arrogante para con las ramas… Porque si tu fuiste cortado de lo que por naturaleza es un olivo silvestre, y contra lo que es natural fuiste injertado en un olivo cultivado, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo? (Romanos 11:17,24).

  1. En Cristo, ya no somos extranjeros ni advenedizos

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios (Efesios 2:19).

No somos ajenos a la ciudadanía de Israel y las promesas, que como nación, Dios les dio a ellos. Somos conciudadanos de los santos. ¿Qué santos? Los patriarcas, los padres. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel (Ex.19:6) (Lv.11:44) (Dt.7:6).

  1. En Cristo, somos coherederos y copartícipes de la promesa.

Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio (Efesios 3:6).

Cristo nos redimió… a fin de que en Cristo Jesús la bendición de Abraham viniera a los gentiles, para que recibiéramos la promesa del Espíritu mediante la fe (Gálatas 3:13,14).  

¿Qué promesa? Todo lo que incluye el pacto hecho por Dios con Abraham, anterior a la ley de Moisés, que fue nuestro ayo, un paréntesis, hasta que viniera la simiente de Abraham, la cual es Cristo. Una vez venido Jesús ya no estamos bajo ayo, bajo la ley, sino que se ha activado el pacto de Dios hecho mediante una promesa y recibido por la fe (Gálatas 3 y 4). La promesa se concreta en recibir el Espíritu de su Hijo, para ser hechos hijos de Dios y herederos (Gá. 3:14 y 4:5-7). Veamos lo que incluye la herencia de la promesa:

  • La promesa del Espíritu Santo (Gálatas 3:14).
  • Justificados por la fe (Romanos 4:9-25)
  • El evangelio: perdón. Sanidad. Provisión. Liberación (Salmos 103:1-5).
  • Injertados en el pueblo de Israel, no substituirlo (Efesios 2:14-18).
  • Heredar la bendición de Abraham (Gálatas 3:13-14).
  • Victoria sobre los enemigos (Génesis 22:17).
  • Participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:3, 4)
  • La esperanza de la ciudad celestial (Hebreos 11:8-16).
  • La vida eterna (1 Juan 2:25).

La promesa de Dios nos vuelve a conectar con el árbol de la vida (Jesús). Es el regreso al paraíso perdido, al Libro de la vida, participando de la naturaleza eterna de Dios, la eternidad de Dios. Dios ha elaborado un plan de salvación, un proceso de regreso a la vida perdida. Tiene un recorrido concreto a través del pueblo de Israel y su Mesías, para alcanzar a todas las familias y naciones de la tierra.

Todo ello hay que descubrirlo mediante la oración y la vida en el Espíritu (Efesios 1:15-23). No es algo mecánico. Necesitamos la palabra y el Espíritu, junto con la oración.

 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa (Gálatas 3:29).

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2 comentarios sobre “Capítulo 8 – Sus promesas (Tercera parte)

  1. Siempre agradecido con la enseñanza que compartes, para una vida fluyente de oración.
    Que Dios te bendiga ricamente Virgilio.
    Saludos desde Ecuador.
    Holger.

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