Capítulo 7 – Sus promesas (Segunda parte)

promesasIntroducción

Algunos dicen que tenemos unas 7.000 promesas en la Biblia. No las he contado, pero todas ellas, las que sean, son sí y amén EN CRISTO.

Las promesas de Dios son palabra de Dios, revelan su voluntad y son fieles y verdaderas, conforme a su naturaleza. Todas se cumplen. El tiempo de su cumplimiento corresponde decidirlo a Dios, a nosotros nos toca elevar nuestra oración al trono para que su palabra corra veloz por la tierra y cumpla el propósito para el cuál es enviada.

Sus promesas son nuestro arsenal para una vida de oración eficaz. Son la piedra que golpeará a Goliat para traer liberación al pueblo. Son la espada del Espíritu para luchar contra las tinieblas en oración (Salmos 149:6-9) (Efesios 6:17).

Debemos creer sus promesas y recordárselas a Dios en oración a favor de su cumplimiento en la tierra. La oración es trabajar junto con Dios para el establecimiento de su reino y su justicia entre nosotros. Más oración significa más acción de Dios, menos oración representa la ausencia de su poder y su reino, de lo contrario Jesús no nos hubiera enseñado acerca de la necesidad de orar siempre y no desmayar (Lucas 18:1).

Ahora bien, cuando hablamos de promesas de Dios debemos saber a quién se las hizo,  y situar correctamente el proceso mediante el cual nos han llegado. Dios actúa en la tierra a través de sus escogidos. Es soberano. Escogió a Abrahán y su descendencia para darles las promesas y alcanzar con su bendición a todas las familias y naciones de la tierra.

Vamos a ver el recorrido de las promesas de Dios y su destino final: cada uno de nosotros.

PatriarcasLAS PROMESAS DADAS A LOS PADRES

Pues os digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres (Romanos 15:8).

¿Quiénes son los padres? Abraham, Isaac y Jacob. Las promesas fueron hechas a los padres de la nación hebrea. Primeramente Dios escogió a la descendencia de Abraham, el pueblo de Israel y le dio las promesas (Isaías 51:1,2) (Hebreos 11:11,12). Leamos las promesas dadas a Abraham en Génesis:

Y el Señor dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra (Génesis 12:1-3).

La palabra del señor vino a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram, yo soy un escudo para ti; tu recompensa será muy grande… Ahora mira el cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas. Y le dijo: así será tu descendencia. Abram creyó en el Señor, y El se lo reconoció por justicia. Y le dijo: Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra para que la poseas… En aquel día el Señor hizo un pacto con Abram diciendo: A tu descendencia he dado esta tierra… (Génesis 15:1, 5, 6, 7,18).

Luego le confirmó el pacto (Gn. 17:4-6), a él y su simiente (Gn. 22:17-18).

Las mismas promesas fueron hechas a Isaac y Jacob y a todo Israel. De Israel pasa a todas las naciones por medio de la fe en el Mesías.

Ahora bien, las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia. No dice: y a las descendencias, como refiriéndose a muchas, sino mas bien a una: y a tu descendencia, es decir, Cristo (Gálatas 3:16).

Y vosotros, hermanos, como Isaac, sois hijos de la promesa (Gálatas 4:28).

El pacto con Abraham es un pacto de bendición que nos alcanza en Cristo. Las promesas de Dios en el A.T. son sí y amén EN CRISTO. Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios (2 Corintios 1:20).

Hemos sido acercados a la esperanza y al Dios de Israel por la fe en el Mesías.

Porque desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne, que son israelitas, a quienes pertenecen la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Cristo, el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén (Romanos 9:3-5).

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