13 – Las dos grandes crisis de la antigüedad

EL ENIGMA ISRAELHablando de grandes crisis podemos citar cinco que han acontecido en la Historia de Israel y que han marcado su desarrollo de manera especial, aunque podríamos mencionar algunas más, las que estoy pensando son estas: La destrucción del templo de Jerusalén a manos de Nabucodonosor y los caldeos en el año 586 a.C. La destrucción del segundo templo de Jerusalén en el año 70 d.C. por los romanos; la rebelión de Bar Kojba en el 132 d.C.; la expulsión de los judíos de España en 1.492 d.C. y el Holocausto de Hitler en el siglo XX. De estas cinco grandes crisis nos ocuparemos ahora de las que tuvieron lugar en el año 70 y en el año 132 d.C. Como dato curioso para el recuerdo decir que las cuatro primeras ocurrieron en el 9 de Av del calendario judío, fecha fatídica en su historia.

La destrucción del templo de Jerusalén en el año 70 d.C.

La paz impuesta por Roma a todo el mundo Mediterráneo por la fuerza de sus legiones chocó con los rebeldes judíos que no quisieron aceptar el yugo romano. Los llamados zelotes, o nacionalistas radicales, mantuvieron un pulso con la capital del Imperio que desembocó en la revuelta iniciada en el año 66 d.C. y que culminó en el 73 d.C. con la toma de la fortaleza de Masada. El suceso que cambió el signo de los acontecimientos fue la destrucción de la ciudad de Jerusalén y el templo a manos del general Tito, futuro emperador de Roma. Se ha dicho que la voluntad del general romano no era destruir el templo, si no mantenerlo a salvo, pero un incendio provocado por un legionario dio lugar a su completa destrucción.

Jesús anticipó esa destrucción en su mensaje a los discípulos cuando les dijo:

Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida… Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan (Lucas 21:20-24).

Esta destrucción produjo una conmoción tan grande en la identidad del pueblo judío que su historia ya no sería la misma a partir de entonces. El templo, que había sido el centro de la actividad religiosa, social, cultural y política de la nación quedó arrasado, los sacrificios no se pudieron hacer más y ahora la sinagoga que ya había comenzado a tener gran importancia desde los días del destierro a Babilonia, se convirtió en el eje de la vida judía. Poco a poco la sinagoga quedaría enfrentada a la iglesia y ésta con aquella en un antagonismo que fue pronunciándose más y más hasta su separación total. Surgió así una división de base que alejó a los creyentes gentiles de sus raíces judías y los introdujo en una mezcla con el paganismo y el Helenismo griego que daría lugar a más alejamiento de la rica savia del olivo. Por su parte el Judaísmo ortodoxo se enrocó sobre sí mismo y anatematizó la mesianidad de Jesús, llegando a introducir en el Talmud maldiciones y proclamaciones execrables sobre la figura de Jesús de Nazaret que daría munición a la teología antisemita que se va a desarrollar durante la larga Edad Media.

La rebelión de Bar Kojba  en 132-135 d.C.

A pesar de la destrucción del templo de Jerusalén los rebeldes judíos mantuvieron la esperanza de romper el yugo de Roma y volver a la reconstrucción del templo y la ciudad como en los días del regreso de Babilonia.

El emperador Adriano viaja a Judea en el año 131 y se encuentra que cincuenta años después de ser arrasada Jerusalén sigue siendo un desierto pedregoso. Concibe la idea de reconstruirla como ciudad romana y hacer un templo nuevo a Júpiter en el mismo lugar donde había estado el de Salomón. Los judíos que mantenían la esperanza de poder volver algún día a reconstruir la ciudad y el templo mientras era un lugar desierto, vieron que esa esperanza se desvanecía para dar paso a un templo pagano y una ciudad romanizada, de esta forma Judea volvió a empuñar la espada.

Uno de los dirigentes judíos, rabino, llamado Akiba cuando vio a Simón Bar Kojba quedó tan impresionado que lo relacionó con la profecía de Balaán en Números 24:17. “Saldrá Estrella de Jacob, y se levantará cetro de Israel” de esta manera Bar Kojba se convirtió en “hijo de la estrella” y fue proclamado como mesías. Alrededor de él se formó un ejército imponente que el romano Dión Casio cifra en 580.000 efectivos. Pronto tomaron ciudades, en un año cayeron en sus manos Judea, Galilea y Samaria. Por su parte el emperador Adriano, después de estas derrotas, llamó a su mejor general, Julio Severo, quién sin enfrentarse en campo abierto con tan potente enemigo, fue tomando ciudades poco a poco sitiándolas y haciéndolas caer por hambre. Los enfrentamientos duraron unos tres años hasta que se impuso la enorme maquinaria de guerra de Roma. En las cercanías de Jerusalén (arrasada todavía desde hacía 65 años) el falso mesías se hizo fuerte con sus últimos seguidores  hasta que fue derrotado definitivamente. La masacre fue brutal, se cree que más de medio millón de judíos perecieron, muchos fueron hechos esclavos y llevados al cautiverio.

El emperador Adriano consiguió su deseo  de reconstruir una ciudad romana en la antigua Jerusalén con un templo a Júpiter. Prohibió la entrada de cualquier judío a la ciudad y persiguió con dureza su religión. Promulgó leyes que prohibían bajo pena de muerte celebrar el shabat, la circuncisión, las fiestas religiosas, la enseñanza de la Torah. Fueron perseguidos los maestros y rabinos del Judaísmo, en definitiva se quiso erradicar todo rastro de religión judía. Jerusalén fue llamada Aelia Capitolina, que se convirtió en colonia romana poblada por soldados retirados y extranjeros. La explanada del templo fue arada para borrar toda huella del antiguo santuario y construir un templo a Júpiter Capitolino.  Se levantó una columna con la figura del emperador Adriano y se prohibió a los judíos entrar en la ciudad bajo pena de muerte. Incluso se hizo desaparecer el nombre de Judea y desde entonces el país se llamó Siria Palestina, el nombre de los antiguos enemigos de Israel que habían habitado en la costa “tierra de los filisteos”. Sobre este tema volveremos más adelante cuando tratemos la falsa propaganda árabe-palestina sobre el nombre de la tierra de Israel y como ha calado erróneamente en los escritores, los medios de comunicación, historiadores, incluso bíblicos el falso concepto de denominar a Judea o Erets Israel con el nombre de Palestina incluso antes del tiempo que estamos tratando en la rebelión de Bar Kojba, allá por el año 132 de nuestra era.

Esta rebelión no fue apoyada por los judíos cristianos, puesto que anunciaba otro mesías distinto al que ya se había manifestado en Israel en el cumplimiento del tiempo y que hemos visto anteriormente. Jesús era el Mesías de Israel, por tanto, no podían reconocer en la persona de Simón Bar Kojba a otro mesías. Así llegamos a un periodo de la historia donde se consolidó la separación entre Judaísmo y Cristianismo. Tiempo después, cuando se aceptó el cristianismo como religión oficial del Imperio, ésta se convirtió en enemiga y perseguidora del Judaísmo e intentaron no solo la aniquilación política (llevada a cabo por Antíoco IV Epifanes y el emperador Adriano), sino también su existencia espiritual a través de la teología del reemplazo y otras que llenaron la Edad Media de oscuridad para el pueblo de Israel.

Después de esta gran prueba para la supervivencia de Israel como pueblo, se consolidó la movilidad del Judaísmo con la enseñanza de la Torah y las sinagogas en las nuevas ciudades donde iban a establecerse. Había comenzado la gran diáspora del pueblo judío que culmina en 1948 con el establecimiento del Estado moderno de Israel. Se fortalecieron los lazos con las comunidades ya dispersas en Siria, Asia Menor y surgieron nuevas especialmente en el norte de África.

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