En la España actual predomina la ignorancia sobre el misterio de Israel; y sobre el conflicto árabe-israelí la mayoría de los medios de comunicación están influidos por la manipulación partidista de la propaganda palestina.
Históricamente nuestro país ha sido antisemita, a pesar de que en ciertos periodos de la Edad Media hubo una gran comunidad judía muy pujante e influyente habitando el suelo patrio. Aunque hay que decir también que España no ha sido diferente del resto de Europa en su rechazo a los judíos; lo que hizo más llamativa y dolorosa la expulsión de los judíos de España en 1.492 de otras expulsiones que ya se habían efectuado en otros países europeos, fue el grado de arraigo y relevancia que habían alcanzado los descendientes de Abraham en la península Ibérica.
El año 1992 se recuerda en España por las Olimpiadas de Barcelona, por la Expo de Sevilla y por Madrid como ciudad cultural. Fue el quinto centenario del descubrimiento de América y fue también el aniversario de la expulsión de los judíos de España. Se realizaron actos de encuentro entre autoridades españolas y judías, resaltando la visita que hizo el rey Juan Carlos a la sinagoga de Madrid el 31 de marzo de 1992, el mismo día que se promulgó el edicto de expulsión. En este encuentro que además contó con la totalidad del gobierno español, al que asistió el presidente de Israel Chaim Herzog, se produjo lo que el presidente israelí prefirió llamar «reconciliación» entre España e Israel. Así consta en los periódicos de ese día.
Recuerdo una cosa más. Por esos días se acababa de realizar la operación Salomón en la que el gobierno israelí trajo a miles de judíos etíopes, descendientes según se cree del rey Salomón, en un puente aéreo desde África a las calles de Israel. En uno de esos poblados, donde habían instalado casas prefabricadas para dar alojamiento a esta multitud de familias se les estaba enseñando a conocer las normas de circulación, las señales de tráfico, toda una novedad para quienes solo habían vivido en un desierto hasta ahora.
Esto fue algo de lo que yo vi en Israel en 1992. Comprendo que se pueden decir muchas más cosas y ver otros puntos de vista, pero lo que quiero decir por ahora es que la imagen que más recuerdo de mi viaje es la de un pueblo trabajando en la construcción de un país, con una capacidad creativa y laboriosa admirable, yo lo comparaba con un avivamiento nacional, el despertar de un pueblo como consecuencia de la voz profética dirigiendo su impulso.
Para mí el año 1992 significó conocer de cerca la realidad de Israel, su rica savia, la restauración en su tierra después de una dispersión por las naciones de casi dos mil años, aunque siempre hubo judíos en esa tierra, y profundizar en el misterio del que habló el apóstol Pablo sobre Israel. Desde entonces no he dejado de estudiar y ahondar en la Historia de este pueblo para tratar de conocer la complejidad del conflicto árabe-israelí, tanto en su vertiente política, social e histórica, como en la espiritual, la batalla que se libra a través de huestes espirituales de maldad en las regiones celestes y que debemos discernir para poder colaborar desde el ámbito de la fe, la oración, el ayuno, o sea, con las armas espirituales, a favor de los planes de Dios en el tiempo de la restauración de todas las cosas. Como dijo y repitió en varias ocasiones el judío Nehemías: «Acuérdate, Señor, que hemos hecho esto y tráelo en memoria ante ti».