Decía una máxima de los manipuladores de la información en técnicas de comunicación totalitarias que una mentira repetida muchas veces acaba convirtiéndose en verdad. Este principio al que no nos sometemos ni lo aceptemos como definitivo, en la práctica se impone por la fuerza de la repetición, se contagia como un virus y acaba instalándose y aceptándose como verdad, aunque su base tenga la mentira como fundamento. Hay medios de comunicación partidistas en la actualidad que mantienen una línea editorial más centrada en sus intereses que en la divulgación de la verdad. La tuercen, manipulan y mezclan con lo políticamente correcto para acabar desinformando más que cumplir con su servicio a la sociedad. La historia reciente nos llevaría a un sinfín de ejemplos especialmente relacionados con el conflicto árabe-israelí, algunos de ellos perversamente manipulados y que siempre presentan a Israel como verdugo y a los palestinos como víctimas.
En este sentido es increíble cómo ha calado en la opinión pública llamar a la tierra de Israel Palestina, incluso en las introducciones de algunas Biblias (véase la introducción del Nuevo Testamento Dios habla hoy, edición de 2008) aparece este término relacionado con el Israel de los tiempos de Jesús, lo cual viene a ser, no solo un error conceptual, sino una tergiversación de la realidad acomodada a la propaganda palestina. No sé si se hace por desconocimiento (cosa que dudo, por aquello de “doctores tiene la santa madre iglesia”, que imagino conocen la Historia), o deliberadamente para no molestar a los árabes y de paso tomar posición en contra de Israel en el conflicto de Oriente Medio.
Vayamos por partes. El término Palestina comenzó a usarse por los romanos para denominar la tierra de Israel después de la rebelión de Bar Kojba, que hemos visto en nuestro recorrido histórico, por el emperador Adriano, allá por el año 135 d.C. Anteriormente era conocida como Judea (en el tiempo de Jesús) refiriéndose al sur de la tierra de Israel, que como hemos visto también quedó dividida en el reino del norte (Israel) y el reino del sur (Judá) en días del rey Roboam. Antes de eso se llamaba Erets Israel, y anteriormente se denominaba Canaán, una tierra habitada por amorreos, jebuseos, filisteos y otros pueblos. Los romanos la llamaron Siria Palestina (del latín Syria Palæstina, el mismo nombre no tiene nada que ver con el árabe) con el fin de extirpar todo vestigio judío relacionado con esa tierra y relacionarla con algunos de sus antiguos moradores llamados filisteos, (Palestina significa: “tierra de filisteos”), que habían habitado la costa y que eran originarios de Creta. Por tanto, nada que ver con un origen árabe o semita. Debemos recordar el intento de Adriano por erradicar la presencia de judíos en Jerusalén después de la última revuelta de éstos con Roma en el año 132 d.C. Se le cambió el nombre también a la capital de Israel por la de Aelia Capitolina y se prohibió a los judíos habitar en ella, se sembró de sal y la tierra de Judá quedó arrasada, y transformada en una colonia romana.
Pues bien, conociendo este trasfondo ¿Cómo se puede denominar a la tierra de Israel con el nombre de Palestina en los días de Jesús? En la mencionada introducción al Nuevo Testamento de la Biblia Dios Habla Hoy se dice lo siguiente: “Algunos calculan que la población total de Palestina en tiempo de Jesús podía llegar a un millón de personas”. ¿Cómo que Palestina? Ese nombre no existía en los días del Mesías, la tierra estaba dividida en provincias: Galilea, Samaria y Judea. ¿Por qué se le llama entonces Palestina? No me sirve el argumento de que por ese nombre se le conoce ahora y es más fácil identificarlo por las nuevas generaciones. Es una manipulación de la verdad y como tal debe ser expuesta y denunciada. Además tiene otras connotaciones que luego veremos y que relacionan esa tierra con los árabes y la propaganda de la OLP de Yasser Arafat, lo cual vuelve a ser una falsedad de la historia y los términos, que pretendiendo cambiar sus nombres se trata de adulterar la realidad y la historia, una maniobra muy usada hoy por los nacionalistas de todo tipo y lugar.
Ahondando un poco más en el origen de los filisteos la mayoría de los historiadores los relacionan con los habitantes de Caftor en Creta, que emigraron a la costa de Gaza, allí se instalaron y extendieron, y fueron conocidos como “pueblos del mar” (Génesis, 10:14) (Deuteronomio 2:23) (1 Crónicas, 1:11-12) (Jeremías 47:4) (Amós 9:7). Este origen no es baladí porque la propaganda árabe ha querido identificar a los antiguos filisteos con los nuevos palestinos, lo cual es una falacia en toda regla. No hay tal relación. De esa manera pretenden justificar su reclamación de la tierra en base a derechos históricos anteriores a los de la llegada de los israelitas a la tierra prometida. Los pueblos anteriores a la llegada de Israel a Canaán han desaparecido, (algunos de ellos asimilados por el pueblo de Israel a lo largo del tiempo), los antiguos amorreos, jebuseos, heteos, cananeos, heveos o filisteos, no tienen nada que ver con los árabes y por lo tanto es un error deliberado relacionarlos con los habitantes palestinos de nuestros días.
El gentilicio “palestino” ha sido usado primeramente para referirse a los judíos que comenzaron a emigrar a su tierra desde 1880. Fue al final de la guerra de los seis días, en 1967, cuando comenzaron a llamar a los refugiados árabes palestinos, poco antes se había creado la Organización para la Liberación de Palestina y se popularizó el término “pueblo palestino” que nunca había existido. Los habitantes de la tierra llamada Palestina después de la primera guerra mundial eran judíos, y árabes procedentes en su mayoría de lo que luego se llamó Jordania. En un tiempo se le conocía como la Siria meridional, porque estuvo dominada por Siria en la época de los Seleúcidas. Los mismos historiadores árabes y gobernantes sirios reconocen este hecho, aunque cedieron a la OLP el término de pueblo palestino para usarlo como arma en su lucha contra Israel. Como podemos ver toda una ingeniería terminológica, mezclada con mentiras históricas y conceptuales para oponerse al regreso de los judíos a su tierra en el cumplimiento de la profecía de los profetas de Israel. Veamos un par de ejemplos de lo que algunos árabes han declarado después de la Guerra de los Seis Días.
«No hay diferencias entre los jordanos, palestinos, sirios y libaneses. Somos todos partes de una misma nación. Es sólo por razones políticas que subrayamos con énfasis nuestra identidad palestina… sí, la existencia de una identidad palestina separada sirve sólo por propósitos tácticos. La fundación de un estado palestino es una nueva arma para continuar la batalla contra Israel». (Zuhair Muhsin, comandante militar de la OLP y miembro del consejo ejecutivo de la OLP)
«Ustedes no representan a Palestina tanto como nosotros. Nunca olviden este punto: No existe tal cosa como un pueblo palestino, no existe ninguna entidad palestina, existe sólo Siria. Ustedes son parte integrante del pueblo sirio, Palestina es parte integrante de Siria. Por lo tanto somos nosotros, las autoridades sirias, los verdaderos representantes del pueblo palestino». (El dictador sirio Hafez Assad al líder de la OLP Yassir Arafat).
Cuando usamos la palabra Palestina para referirnos a la tierra de Israel, sea en los días de Jesús como en la historia reciente estamos haciendo el juego a la mentira árabe de la creación de una nación ficticia y que no tiene base en la Historia. Las palabras, los términos, los conceptos acaban estableciendo hechos que nada tiene que ver con la verdad histórica y por tanto se basan en falsedades de difícil comprensión una vez que se ha instalado en el ideario colectivo. Resumiendo diremos que hasta 135 d.C. no se usó nunca el vocablo Palestina para identificar a la tierra de Israel. Fue a raíz de la última confrontación del pueblo judío con Roma que el emperador Adriano cambió el nombre para intentar erradicar todo vestigio judío de la tierra donde habían estado viviendo por siglos, y relacionar esa tierra con sus antiguos moradores ya desaparecidos. Después de esa fecha se le denominó Palestina y era una provincia romana. Sus habitantes eran judíos, (nunca dejó de existir una comunidad judía en su tierra, especialmente en el norte, la Galilea, puesto que se les prohibió vivir en Jerusalén), romanos y sirios helenizados. Después estuvo bajo el dominio del imperio Bizantino. Cuando llegaron las invasiones árabes se instaló el califato, luego los cristianos latinos y después los mamelucos egipcios y los turcos otomanos hasta el final de la primera guerra mundial cuando los británicos iniciaron su Mandato hasta la creación del Estado moderno de Israel en 1948.
Por tanto, la tierra de Israel solamente ha estado bajo dominio árabe en el periodo comprendido entre el 638 d.C. y el 1071 d.C. cuando fue conquistada por el califa Omar. El nombre de Jerusalén no aparece ni una sola vez en el Corán, sin embargo en la Biblia aparece cientos de veces y siempre relacionada con el pueblo de Israel y su Mesías (allí vivió un tiempo, murió, resucitó, ascendió al cielo y regresará). El rey David la conquistó a los jebuseos hace unos 3000 años y fue conocida como la ciudad de David. Para tener una panorámica del devenir histórico de la nación de Israel y Jerusalén como capital vamos a ver una cronología resumida.