El Holocausto significó la culminación de una tradición antisemita que duraba siglos y que había estado presente de manera principal en la teología cristiana tradicional, aunque el antisemitismo alemán tuvo un origen racial muy fuerte; basado en el hecho biológico.
La raza judía era perseguida al margen de sus características personales o familiares, había que destruir a una especie de hombres por el hecho de ser de un origen particular. Desgraciadamente el antisemitismo sigue muy vivo hoy en día, aunque se disfraza en muchos casos de anti sionismo o antiisraelismo, es decir, se confunde la política del gobierno de Israel con la totalidad del pueblo. Nada nuevo debajo del sol. Una vez terminada la segunda Guerra Mundial en el año 1945, derrotado el nazismo y suicidado Hitler, los sobrevivientes de la Shoah aún no tuvieron facilidades para viajar a Palestina, a muchos les quedaba todavía un largo calvario que recorrer hasta dar con sus vidas en la Tierra Prometida. Muchos salieron de una guerra y se encontraron con otra muy pronto, ahora en la tierra de acogida, pero vayamos por partes.
Una vez que las potencias ganadoras de la gran guerra se reunieron para establecer en nuevo orden mundial y repartirse las distintas influencias de poder en las naciones que vivieron el desastre (en el caso de gran parte de las naciones del Este de Europa quedaron detrás del telón de acero que el régimen soviético impuso y que duraría hasta la última década del siglo XX), se comenzó a abordar el problema de Palestina. Los británicos ya habían anunciado que abandonarían la región y concluirían con el mandato que había durado unos treinta años. De esta forma se llegó a la decisión en la ONU de partir Palestina en dos estados.
La partición de la ONU
El libro de Dominique Lapierre y Larry Collins «Oh, Jerusalén» hace una narración extraordinaria de los hechos que precedieron y sucedieron a la partición que se llevó a cabo en la ONU el año 1947. La palabra que habían anunciado los profetas de Israel iba a entrar en una nueva fase no exenta de grandes dificultades. Siempre ha sido así. Isaías en su segunda parte del libro que lleva su nombre comienza con un mensaje de esperanza y restauración del bienestar de Israel en su tierra:
Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado ha sido perdonado… (Isaías 40:1,2).
Israel estaba ante el retorno a su tierra para establecerse como nación después de casi dos mil años de diáspora. Tanta persecución sufrida no había bastado para destruir a este pueblo que lleva el sello inequívoco de la Soberanía de Dios en su existencia. La higuera, como dijera el mismo Jesús, iba a rebrotar en su tierra, el tiempo de los gentiles en el solar de Israel estaba llegando a su fin y nuestra generación testigo de un milagro que inaugura un nuevo tiempo profético y que nos llevará hasta el final del presente siglo malo.
¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sión estuvo de parto, dio a luz a sus hijos (Isaías, 66:8).
La votación para la partición de Palestina en dos estados, uno judío y otro árabe se llevó a cabo el día 29 de noviembre de 1947 en New York, sede de las Naciones Unidas, recién formada, y que la constituían 56 países. La Asamblea General aprobó la partición con el siguiente resultado: 33 naciones votaron a favor, 13 en contra y 10 se abstuvieron.
La relación de países que apoyó la partición fue esta: Australia, Bélgica, Bielorrusia, Bolivia, Brasil, Canadá, Checoslovaquia, Costa Rica, Dinamarca, República Dominicana, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Guatemala, Haití, Holanda, Islandia, Liberia, Luxemburgo, Nueva Zelandia, Nicaragua, Noruega, Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Suecia, Sudáfrica, URSS, Ucrania, Uruguay y Venezuela.
Los que votaron en contra de ella fueron: Afganistán, Arabia Saudí, Cuba, Egipto, Grecia, India, Irán, Iraq, Líbano, Pakistán, Siria, Turquía y Yemen.
Y las naciones que se abstuvieron son estas: Argentina, Colombia, Chile, China, El Salvador, Etiopía, Honduras, México, Reino Unido y Yugoslavia.
Israel aceptó la partición en dos estados, sin embargo los árabes la rechazaron y convocaron una reunión de La Liga árabe que aprobó otra resolución rechazando frontalmente la de la ONU y advertían que para anular el que se llevara a cabo la partición usarían todos los medios a su alcance, incluyendo la guerra. Esa amenaza se cumplió y las Naciones Unidas no hicieron nada para impedirlo.
Esta resolución de noviembre de 1947 entraría en vigor una vez que acabara el mandato británico en Tierra Santa, fijado para mayo de 1948. Mientras tanto la presión de los árabes contra los judíos en Palestina creció de manera insoportable poniendo a los habitantes de Jerusalén al borde de su desaparición.
Estos meses fueron extremadamente dramáticos para el futuro Estado judío; finalmente el día 14 de mayo de 1948 David Ben Gurión proclamó el Estado de Israel, un día antes de la marcha de los británicos para que no coincidiera con el Shabat, el descanso judío. La alegría se desbordó en unos y la preocupación en otros. Ben Gurión era consciente de la extremada debilidad del joven Estado y la inmensidad de enemigos que lo amenazaban. Merece la pena recordar buena parte del discurso del líder judío ese día cuando Israel volvía a ser una nación en su tierra.
«El país de Israel es el lugar donde nació el pueblo judío. Allí se formó su carácter espiritual, religioso y nacional. Allí adquirió su independencia y creó una importante civilización, a la vez nacional y universal. Allí escribió el Libro de los Libros para regalarlo al mundo. Exiliado de Tierra Santa, el pueblo judío le permaneció fiel en todos los países de la dispersión, orando sin cesar por acordarse de él y esperando siempre, a través de los siglos, regresar al país de sus antepasados y reconstruir su Estado.
Durante estos últimos decenios regresaron en masa. Roturaron el desierto, hicieron renacer su lengua, edificación ciudades y pueblos y fundaron una vigorosa comunidad en continua expansión, con vida económica y cultural propias. Buscaban la paz, pero estaban dispuestos a defenderse. Trajeron los beneficios del progreso a todos los habitantes… La hecatombe nazi, que aniquiló a millones de judíos en Europa, demostró de nuevo la urgencia de la restauración del Estado judío, único capaz de resolver los problemas del judaísmo apátrida, al abrir las puertas a todos los judíos y conferir a su pueblo la igualdad en el seno de la familia de naciones. Los supervivientes de la catástrofe europea, así como los judíos de otros países, reivindicaron su derecho a una vida de dignidad, de libertad y de trabajo, y, sin dejarse vencer por los riesgos ni los obstáculos, buscaron sin descanso penetrar en Palestina. Durante la Segunda Guerra Mundial, el pueblo judío de Palestina contribuyó plenamente a la lucha de las naciones ansiosas de libertad contra el azote nazi…
En virtud del derecho natural e histórico del pueblo judío, proclamamos la fundación del estado judío en tierra Santa. Este Estado llevará el nombre de Israel. El Estado de Israel estará abierto a la inmigración de los judíos de todos los países en que estén dispersos. Desarrollará el país en beneficio de todos sus habitantes. Estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, tal como fueron concebidos por, los profetas de Israel. Respetará la completa igualdad social y política de todos sus ciudadanos, sin distinción de religión, raza o secta. Garantizará la libertad de religión, de conciencia, de educación y de cultura. Protegerá los Santos Lugares de todas las creencias.
Aplicará lealmente los principios de la Carta de las Naciones Unidas… Invitamos a los habitantes árabes del Estado de Israel a preservar los caminos de la paz y a desempeñar su papel en el desarrollo del Estado, sobre la base de una completa e igual ciudadanía y una justa representación en las instituciones, provisionales o permanentes. Tendemos la mano en un deseo de paz y buena vecindad a todos los Estados que nos rodean; los invitamos a cooperar con la nación judía independiente, para el bien común de todos.
El Estado de Israel está dispuesto a contribuir al progreso del conjunto del Oriente Medio… Depositando nuestra confianza en el Eterno Todopoderoso, firmamos esta declaración sobre el suelo de la Patria, en esta ciudad de Tel-Aviv y en esta sesión de la Asamblea provisional reunida la víspera del sábado, 5 Iyar de 5708, o sea, el 14 de mayo de 1948… Ha nacido el Estado de Israel. Se levanta la sesión».
Las profecías tomaban forma y una vez más la Palabra de Dios dirigía la Historia. Recordemos lo que habían dicho algunos profetas de Israel:
Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice (Isaías, 43).
No obstante, he aquí vienen días, dice el Señor, en que no se dirá más: Vive el Señor, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto; sino: Vive el Señor, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres (Jeremías, 16).
Y traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y comerán el fruto de ellos. Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho el Señor Dios tuyo (Amós, 9).
Mientras tanto, al día siguiente de la proclamación, los británicos se marchaban y una coalición de países árabes (Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak) declaraba la guerra al incipiente Estado de Israel, había comenzado la primera guerra árabe-israelí que los judíos llamaron de la Independencia.