Historia de Israel – Introducción


No deja de sorprenderme la ignorancia alarmante que veo en mi país, incluyendo los ámbitos evangélicos, sobre la historia y la realidad de Israel como pueblo de Dios y como Estado moderno.


Comprendo que
ha habido y hay mucho interés en mantener esa ignorancia desde la perspectiva de las potestades territoriales, que alimentan, desde tiempos inmemoriales la oscuridad mediante teologías desvirtuadas y medios de comunicación partidistas y sectarios que a su vez se retroalimentan de prejuicios antisemitas o judeófobos. Sea como fuere, el hecho es que Israel ha venido a ser un concepto muy confuso y errado en grado sumo.

La Historia de Israel es en gran parte la Historia del ser humano tropezando con la misma piedra una y otra vez. Es la piedra de la Soberanía de Dios que escogió a este pueblo para trazar sus planes sobre toda la Humanidad y cómo los demás pueblos han tratado de destruir ese plan una y otra vez sin conseguirlo. Como se le diría al judío Saulo de Tarso: dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Y no tengo ninguna duda que la estrategia espiritual de esa oposición tiene su origen en el Adversario de Dios tratando de materializar su voluntad a través de la ceguera, el velo, la cubierta que cubre a todas las naciones.

Y destruirá en este monte (Sión) la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones (Isaías, 25:7).

Por tanto, cuando abordamos un tema como este hay que saber que la oposición está garantizada, la controversia es habitual y que en realidad necesitamos el sometimiento a la Soberanía de Dios o de lo contrario no estaremos en disposición de avanzar mucho en este misterio. Y digo misterio usando las palabras del apóstol Pablo cuando dijo:

Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sión el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios (Romanos, 11:25-29).

Una mirada superficial a la Historia de Israel nos lleva a constatar un hecho trágico: Este pueblo ha sido perseguido por la mayoría de los demás pueblos de la tierra, odiado, rechazado, expulsado; se le ha querido exterminar en varias ocasiones (por ejemplo, Amán y Hitler) y el motivo ha sido el ser judíos, por su identidad, lo que nos conduce otra vez al hecho de su elección como pueblo. Y esta elección no ha sido por ser mejores que otros, sino únicamente por la voluntad de Dios.

Porque tú eres pueblo santo para Adonai tu Dios; Adonai tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Adonai y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Adonai os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Adonai con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto (Deuteronomio 7:6-8)

Lo que llamamos cultura occidental, especialmente en Europa, tiene buena parte de sus raíces en un trasfondo judeo-cristiano, aunque hoy se quiera negar la evidencia porque no es políticamente correcto, pues bien, precisamente ha sido en este Continente donde más se ha perseguido, expulsado, expoliado y causado un sinfín de sufrimiento y muerte al pueblo de Israel. Teologías de reemplazo, según las cuales Israel ha sido sustituido por la iglesia, e ideologías racistas y antisemitas han sido el caldo de cultivo para fundamentar el odio y antisemitismo que culminó en el Holocausto nazi con seis millones de víctimas a través de la industria de la muerte que el educado y culto pueblo alemán llevó a cabo durante la Segunda Guerra Mundial. Al respecto quiero resaltar la honrosa visita que hace poco hizo la canciller alemana, Ángela Merkel, al Parlamento de Israel, el Knesset, donde hizo un discurso que repara al menos la dignidad y la historia reciente de ese pueblo, sin olvidar los esfuerzos de compensación que se han hecho anteriormente. Curiosamente no ha trascendido a los medios de comunicación esa visita como debería. ¡Qué significativo!

Sin embargo, el pueblo de Israel ha dado a la Humanidad la revelación del Dios Único, la ley moral con la que se han regido las naciones más avanzadas de la tierra; a través suyo hemos recibido las Sagradas Escrituras, los pactos, las promesas, el Mesías. La salvación viene de los judíos, dijo Jesús. Han destacado en múltiples ciencias, siendo el pueblo que mas premios Nobel ha recibido en proporción a su densidad de población, el 0,02 % de la población mundial. Nos hemos apropiado de gran parte de su herencia y a cambio han recibido el desprecio, la marginación y el rechazo. Este ha sido un gran pecado de todo nuestro Continente europeo cristiano del que no nos hemos arrepentido, aunque haya habido excepciones y reconocimiento del daño causado.

Quiero citar las palabras de arrepentimiento que el Papa Juan XXIII redactó poco antes de su muerte, el 3 de Junio de 1.963.

“Reconocemos ahora que muchos, muchos siglos de ceguera han tapado nuestros ojos de manera que ya no vemos la hermosura de Tu pueblo elegido, ni reconocemos en su rostro los rasgos de nuestro         hermano mayor. Reconocemos que llevamos sobre nuestra frente la marca de Caín. Durante siglos Abel ha estado abatido en sangre y lágrimas porque nosotros habíamos olvidado Tu amor. Perdónanos la   maldición que injustamente pronunciamos contra el nombre de los judíos. Perdónanos que, en su carne, te crucificásemos por segunda vez. Pues no sabíamos lo que hacíamos…”

Continuará…

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