286 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (II) – Desde Sion (5) – Resplandor y gloria

De Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido (Salmos 50:2). Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de YHVH ha nacido sobre ti… y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento (Isaías 60:1,3)

Resplandor y gloria desde Sion

Una vez que conocemos la ubicación geográfica de Sion, su complementación celestial, con sus múltiples significados, que es un lugar escogido por YHVH desde el principio para poner en él su nombre, convertida en la ciudad de nuestro Dios, debemos identificar en la Escritura aquello que viene desde Sion.

En este lugar será establecido el trono del Mesías, edificado el templo y se llevará a cabo lo que podíamos llamar, en palabras actuales, el programa de su gobierno. Desde Sion brotará juicio y justicia para todas las naciones. Una vez sean juzgados los pueblos mediante la justicia del reino de Dios, se podrá disfrutar en toda la tierra de unas condiciones nunca antes vistas.

El resplandor de la gloria de Dios se extenderá sobre todas las naciones, llevando a cabo el programa revelado a su amigo Abraham: que todas las familias y naciones sean bendecidas, y su gloria llene la tierra, como las aguas cubren el mar. Por tanto, desde Sion viene el resplandor de su gloria, aquella gloria perdida en Adán, y recuperada en plenitud por el Libertador de Sion.

La bendición de Dios tiene un canal claramente identificado en su palabra, viene mediante la simiente de Abraham, el pueblo de Israel, el Mesías, y se despliega plenamente desde Sion, la ciudad del gran Rey. El camino está trazado. No hay otro camino. Yeshúa es el camino, pero además, debemos saber que el futuro reino mesiánico será expandido desde Jerusalén. De Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido.

No equivoquemos el lugar geográfico escogido para desarrollar el propósito soberano del Eterno. Sion se levanta y resplandece porque ha venido su luz, que no es otra que la llegada del Mesías, y con él la gloria del Eterno será vista en Jerusalén, para que todas las naciones anden a la luz de su nacimiento.

El levantamiento de Sion, su edificación, es la respuesta divina para un gobierno justo en la tierra. Por ello, aunque el término esté preñado de cizaña y levadura, los hijos de Dios, nacidos mediante el evangelio de su gracia, somos sionistas. Nuestra esperanza está ligada al levantamiento de la ciudad de nuestro Dios, hermosa provincia, el gozo de toda la tierra.

Veremos un resumen de algunas realidades que brotarán desde Sion el día cuando llegue el Rey de todas las naciones a la ciudad que le espera. Baruch haba B’shem Adonai. «Bendito el que viene en el nombre del Señor». Son palabras de Yeshúa a las autoridades religiosas de Jerusalén, recogiendo la expresión del salmista (Sal.118:26). Palabras que ya fueron pronunciadas el día cuando entró en Jerusalén aclamado por las multitudes (no por las autoridades) (Mt.21:9) (Mr.11:9) (Lc.19:38) (Jn.12:13), y que volverán a ser oídas en su retorno a la ciudad en la era mesiánica, cuando sí reconocerán el tiempo de su visitación. Porque os digo que desde ahora en adelante, de ningún modo me veréis hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en Nombre del Señor! (Mateo 23:39).

285 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (II) – Desde Sion (4) – La ciudad de nuestro Dios

Grande es YHVH, y digno de ser en gran manera alabado en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo. Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, es el monte de Sion, a los lados del norte, la ciudad del gran Rey (Salmos 48:1,2) Porque esperaba [Abraham] la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios… Anhelaban una mejor, esto es, celestial… Dios… les ha preparado una ciudad (Hebreos 11:10,16)

La ciudad de nuestro Dios

En el lugar escogido para poner allí su nombre, Dios ha preparado una ciudad. La fortaleza de Sion que conquistara el rey David se ha convertido en una ciudad, la ciudad de nuestro Dios, el gozo de toda la tierra. Hemos dicho que esta ciudad contiene dos vertientes, una terrenal y otra celestial. Lo vemos claramente en la Escritura. Los textos que hemos escogido hablan de ambas realidades. Es un lugar geográfico y también contiene una dimensión espiritual que la trasciende, pero nunca la elimina ni la suplanta. Ambas realidades son complementarias en la revelación del plan de Dios.

La teología no puede ni debe espiritualizar la Escritura caprichosamente. Abraham vivió en estas dos realidades. Por un lado se le prometió una tierra en la que anduvo como extranjero y peregrino, y a la vez vivía la realidad de una dimensión trascendente que la superaba. Los profetas de Israel escriben sobre la era mesiánica uniendo también estas dos realidades, la Sion terrenal y celestial. Jesús vivió con su cuerpo glorificado, una vez resucitó de los muertos, en la ciudad de Jerusalén durante cuarenta días, y a la vez podía subir al Padre.

Jerusalén es la ciudad de nuestro Dios. En ella coinciden y se superponen la realidad terrenal y la revelación trascedente de su reinado. Nuestro Rey vendrá a Jerusalén y allí asentará su trono sobre todas las naciones. La gran atracción de Sion en la era mesiánica será la presencia del Rey en ella. Yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. Y desde ese lugar escogido se enseñarán los caminos de Dios a todas las naciones que subirán a Sion reconociéndola como cabeza de montes; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de YHVH (Isaías 2:1-4). Es en Sion donde será puesto el fundamento mediante una piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable, y los que creen en ella no serán avergonzados (Is.28:16) (Rom.9:33). Esa piedra angular, la Roca, es el Mesías. Esa piedra cortada sin intervención humana, según la profecía de Daniel, golpeará todos los reinos para levantar uno que no será jamás destruido, el reino mesiánico (Dn. 2:28,34,35,44).

Esta ciudad será habitada sin muros, porque el Señor será su muro y fortaleza (Zac.2:4,5). Es la ciudad de nuestro Dios. La presencia del Rey en la era mesiánica será un anticipo de la gloria final de la ciudad como se expone en los últimos capítulos del libro de Apocalipsis. El Señor morará en medio de ella, por lo cual la hija de Sion levantará canción y gozo ante su presencia (Zac. 2:10). Como hemos cantado en tantas ocasiones mirando por fe a la ciudad del futuro: Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel (Is.12:6).

Sion es la ciudad de nuestro Dios, el Elohim de Israel. Es celoso por su ciudad, su esposa –como aparece en Apocalipsis−, por ello está escrito: Celé con gran celo a Jerusalén y a Sion… Celé a Sion con gran celo, y con gran ira la celé (Zac. 1:14 y 8:2). La restauración de Sion nos devuelve el esposo-Rey a la tierra, y esta ciudad será llamada Ciudad de la Verdad, y el monte de YHVH, Monte de Santidad (Zac. 8:3). Por eso Sion es el gozo de toda la tierra; de allí sale la revelación a todos los pueblos; el conocimiento de la gloria del Señor como las aguas cubren el mar (Is.11:9) (Hab.2:14).

En la ciudad de nuestro Dios afirmará sus pies el Mesías, en el monte de los Olivos, frente a Jerusalén; vendrá el Señor Dios y con él todos los santos (Zac.14:4,5). Ese día es conocido por el Señor, y el Mesías será rey sobre toda la tierra (Zac.14:7,9). Jesús viene a Jerusalén; con él sus santos, como dijo el apóstol, para reinar desde el monte Sion sobre todas las naciones, esto será en el reino mesiánico, antes del fin.

Y el profeta reitera: Vendrá el Redentor a Sion (Is.59:20). Son innumerables las profecías que lo anuncian. El Mesías pondrá su Espíritu y sus palabras sobre los moradores de Jerusalén que serán portadores de buenas nuevas a los pueblos (Is.59:21). Yeshúa ya entró hace dos mil años en la ciudad de Jerusalén, aclamado por las multitudes, montado sobre un pollino de asno (Zac.9:9). Hubo gran regocijo, de tal forma que las autoridades religiosas le pidieron que hiciera callar a sus discípulos. Jesús entró en la Jerusalén terrenal, y volverá a hacerlo  de la misma manera en la Sion renovada y edificada en su segunda venida. Una vez más vemos las dos dimensiones de Sion en el cumplimiento de la profecía. Hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra (Zac. 9:10). Habrá salvación para Israel como rebaño de su pueblo; porque como piedra de diadema serán enaltecidos en su tierra (Zac.9:16).

Todo ello, y mucho más, −como veremos−, tiene como centro de su manifestación la ciudad de nuestro Dios, la Jerusalén terrenal y celestial en sus dos vertientes de la voluntad del Eterno. Sin embargo, el Adversario, sigue oponiéndose. La 29 cumbre de la Liga Árabe, iniciada el pasado 15 de abril, ha realizado un  comunicado rechazando categóricamente reconocer Jerusalén (Al-Quds, en la terminología islámica) como capital de Israel. Una fortaleza espiritual con más de mil quinientos millones de seguidores (todo el mundo musulmán) se opone a la profecía y la palabra del Eterno Dios de Israel.

284 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (II) – Desde Sion (3) – Un lugar escogido

Porque YHVH ha elegido a Sion; la quiso por habitación para sí. Éste es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré, porque la he querido… Allí haré retoñar el poder de David… (Salmos 132:13,14,17)

Un lugar escogido por Dios

Sion es el lugar donde se establecerá el trono del reino mesiánico, en Jerusalén, la ciudad del gran Rey. La Escritura no deja lugar a duda. YHVH ha elegido a Sion; la quiso por habitación para sí. Estamos ante la soberana voluntad del Eterno. El Señor es grande y digno de ser en gran manera alabado en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo. Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, es el monte de Sion… la ciudad del gran Rey (Sal. 48:1,2). Esta verdad incontestable fue confirmada por el mismo Maestro en el Sermón del Monte cuando dijo que no debemos jurar ni por el cielo, ni por la tierra; añadiendo, ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey (Mt.5:33-35).

Sion, −Jerusalén−, es la ciudad del gran Rey. ¿Debemos preguntarnos el motivo por el que sea también en nuestros días la ciudad sobre la que recae el centro de la controversia mundial? ¿Cómo es posible que muchos de los estudiosos de las Escrituras, tan certeros en muchas de sus exposiciones, sean a la vez ciegos para ver los motivos por los cuales Jerusalén es hoy la ciudad más conflictiva del mundo? ¡Es la ciudad del gran Rey! ¡Del Rey que ha de venir! ¡Es el epicentro de donde saldrá el gozo para toda la tierra! El Libertador viene de Sion (Rom.11:26). Debería ser muy fácil comprender por qué es el lugar donde se concentra la mayor resistencia diabólica mundial.

¿Por qué es tan conflictivo que Jerusalén sea considerada la capital de Israel? ¿Por qué el mundo entero se opone a que las embajadas sean trasladadas allí? Hay un gran opositor, encarnado en las Naciones Unidas, e impulsado especialmente por las naciones musulmanas, para impedir el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. Sin embargo, la Escritura dice que el Soberano de los reyes de la tierra escogió la tribu de Judá, escogió el monte de Sion porque lo amó; y allí edificó su santuario a manera de eminencia, y volverá a levantarse en días del Mesías que ha de venir, el Rey de Israel (Sal.78:68,69).

Los pensamientos de Dios no son como los pensamientos de los gobernantes de las naciones. Los pensamientos de Dios son más altos. Los caminos del Señor son más elevados que los nuestros; debemos alinearnos con sus pensamientos y caminos para formar parte del plan redentor y no ser opuestos a él (Is.55:8,9).

Desde el primer libro de la Biblia vemos que Dios eligió este lugar especial para poner allí su nombre. Fue allí donde Abraham ofreció a su hijo en sacrificio. Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré (Gn.22:2). Y Abraham obedeció a Dios encaminándose al lugar indicado, el monte Moriah, llamado también el monte Sion, donde más tarde se levantaría el templo, centro de la adoración de Israel (1 Reyes 8:1). Anteriormente se le había anunciado a Moisés cual sería el lugar que YHVH había escogido para poner allí su nombre (Deuteronomio capítulo 12).

Me pregunto ¿cómo es posible que en ciertos sectores evangélicos se enfatice –en algunos casos desmesuradamente− la predestinación, y a la vez se ignore la realidad de que Sion haya sido escogida por el Señor? ¿Por qué en algunos casos somos tan obstinados defendiendo una tesis teológica, y al mismo tiempo oponernos a otras ignorando lo que la misma Escritura deja meridianamente claro?

Sion es la ciudad del gran Rey, escogida por Dios para poner en ella su nombre. Esta verdad es eterna. Dios no cambia. Su palabra permanece. Si resistimos su voz estamos imitando a la generación que salió de Egipto y fue dejada en el desierto. Su incredulidad y endurecimiento de corazón impidieron entrar a la tierra de provisión. De la misma forma la sal puede volverse insípida, sin sabor, desechada como nula en su función vital, si no somos capaces de ponernos a cuenta con Dios. Alinearnos con su voluntad soberana. Orar por la edificación de Sion en nuestros días. Estar al lado de Israel siendo copartícipes del gran conflicto mundial que soportan.

En ese mismo lugar fue levantada la cruz ignominiosa, pero poderosa en Dios, para llevarla y anunciarla con valentía como hijos del reino. Los profetas han hablado de la restauración de Sion. Lo han hecho en nombre de Yeshúa, porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía (Apc.19:10). El Señor es el Dios del espíritu de los profetas (Apc.22:6). Nuestra fe está fundada sobre apóstoles y profetas, siendo Jesús la piedra angular (Ef.2:20).

Uno de los profetas, recogiendo el sentir de Sion –en ocasiones la Escritura usa el término Sion para referirse a todo el pueblo de Israel− que pensaba haber sido olvidada por el Señor, dijo: He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros (Isaías 49:14-16). En el monte alto de Israel será plantado un magnífico cedro, y a su sombra habitarán todas las aves, y sabrán todas las naciones el lugar donde será establecido el reino mesiánico, en la ciudad del gran Rey (Ez.17:22-24).

A pesar de todas las vicisitudes que la historia ha deparado a esta ciudad, está escrito que: Aún rebosarán mis ciudades con la abundancia del bien, y aún consolará YHVH a Sion, y escogerá todavía a Jerusalén (Zac. 1:17).

Aunque Jerusalén cayó en manos del islam en el año 627-628, y fue edificada la mezquita de Omar en el lugar del templo; esa abominación mencionada por Daniel (12:11) (Mt.24:15) será removida en la era mesiánica. Los clérigos salafistas islámicos intuyen el conflicto y por ello emiten toda clase de rumores y alarmas en torno a Jerusalén para tratar de impedir su edificación. Sin embargo, el Dios de Israel ha escogido Sion, la quiere por habitación, es el lugar de su reposo, en ella habitará porque la ha querido, y en ese lugar hará retoñar el poder de su ungido, el Mesías hijo de David. No es un capricho divino, sino el centro de la voluntad de Dios para bendecir a todas las naciones de la tierra como veremos en próximos capítulos.

283 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (II) – Desde Sion (2) – La Sion celestial

Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte… (Salmos 2:6). Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de YHVH como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones (Isaías 2:2)

La Sion celestial

Sion no es solamente un lugar geográfico identificado en la Escritura en la ciudad de Jerusalén, sino que es también un término para identificar la ciudad celestial, el reino venidero y eterno. Ambos se complementan, nunca se excluyen. La oración de Jesús enseña: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. La voluntad de Dios se expresa en ambas esferas terrenal y celestial. No debemos excluir ninguna de ellas. Ni materializar, ni espiritualizar las Escrituras, ambas son expresiones de la voluntad de Dios revelada para ser manifestada en su totalidad.

Por tanto, una premisa inicial que debemos dejar asentada es la siguiente: Sion es un lugar geográfico, situado en una elevación de la ciudad de Jerusalén, también llamado el monte Moriah, donde Abraham ofreció a su hijo en sacrificio, la fortaleza que conquistaría el rey David a los jebuseos, donde asentó su reino y el mismo lugar donde poco después sería construido el templo por Salomón. Todo ello como respuesta a la voluntad soberana de YHVH, que escogió este lugar para poner allí su nombre. Como está escrito: el lugar que YHVH vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su habitación, ése buscaréis, y allá iréis. Y allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios… y comeréis allí delante de YHVH… Y os alegraréis delante de YHVH vuestro Dios… (Dt.12:5,6,7,12).

Una vez dicho esto, que ampliaremos más adelante, veamos otro aspecto de gran relevancia en la Escritura: la Sion celestial. Como escribe el autor de la carta a los Hebreos: Os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel (Heb.12:22-24).

Aquí nos encontramos con la realidad celestial de Sion, una dimensión que supera la Sion terrenal, pero nunca la anula. Como hemos dicho, ambas se complementan en una ambivalencia necesaria que debemos identificar en su justa medida. Recordemos al respecto, que el hombre es una realidad física y otra espiritual. Ambas están unidas, ejercen funciones complementarias y no se pueden separar. Hay cuerpo terrenal y cuerpo celestial. Dios ha creado la materia y también ha dado soplo de vida al ser humano.

Vemos la Sion celestial especialmente en los últimos capítulos de Apocalipsis, donde se identifica con la santa ciudad, la esposa ataviada del Cordero, el tabernáculo de Dios con los hombres, la ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Además las naciones salvas vendrán a ella, y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.

En medio de la ciudad está el árbol de la vida, también el trono de Dios. No entrarán en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación o mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero (Apocalipsis 21 y 22). (Is.52:1). Con (Apc.21:27 y 22:11). Estos pasajes debemos complementarlos con la revelación que aparece en Isaías 60 al 66, y en el libro de Zacarías 12 al 14. Lo iremos viendo en nuestro recorrido.

Por tanto, hay una Sion terrenal vinculada al Rey de Israel, el Mesías que vendrá para reinar; y una Sion celestial donde el mismo Mesías pondrá su trono y reinará sobre todas las naciones. Ambas conforman una unidad con dimensiones complementarias.

282 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (II) – Desde Sion (1) – Ubicación y significado

Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte… (Salmos 2:6). Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de YHVH como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones (Isaías 2:2)

La ubicación del monte de Sion

El Mesías-Rey viene a Sion y desde ese lugar reinará sobre todas las naciones. Tenemos, por tanto, dos actores principales en el devenir del reino mesiánico. Por un lado el Rey, por otro, Sion. En Sion se asienta el trono sobre el que será entronizado el Rey y desde donde juzgará y reinará. Por ello es imprescindible localizar su ubicación y penetrar al significado amplio del concepto Sion en la Escritura.

Para iniciar nuestro recorrido debemos remontarnos a los días cuando Abraham fue llamado por Elohim para ofrecer en sacrificio a su hijo Isaac. El lugar escogido donde debía ser levantado el altar fue el monte Moriah, que es el monte Sion. Allí se prefiguraría el epicentro del mensaje redentor. Abraham, como padre de Isaac, ofrece en sacrificio al hijo como respuesta a la voluntad de Dios. Allí se provee finalmente un cordero –según la confesión del padre de la fe a Isaac, aunque finalmente fue un carnero trabado en un zarzal− preparado para el holocausto y la ofrenda de fe y obediencia de Abraham. En aquel lugar Dios se revelaría como YHVH-Jireh, el Señor que provee; y sería confirmado el pacto mediante la simiente de Abraham para que todas las naciones de la tierra sean bendecidas mediante la obediencia realizada.

Luego debemos avanzar hasta los días cuando el hijo de Isaí fue coronado rey de Israel. David es figura y tipo del Mesías. Su reinado prefigura el dominio del futuro Rey de las naciones. Notemos el vínculo, una vez más, entre Abraham, David y Sion. El Rey que viene es hijo de David, heredero del pacto que YHVH hizo con su casa para siempre. Bien.

Una de las primeras acciones del rey David nada más inaugurar su reinado sobre todo Israel fue conquistar la fortaleza de Sion, que estaba en manos de los jebuseos. Una fortaleza hasta ese momento inexpugnable, y que David entendió por el Espíritu, que debía ser el centro donde asentaría su reino. Esa fortaleza estaba situada en la ciudad de Jerusalén; un promontorio que se eleva sobre la que será conocida como ciudad de David (2 Sam.5:1-10).

En ese lugar geográfico será más tarde levantado el templo de Salomón, por lo que estamos hablando del epicentro de la actividad político-religiosa del reino de Israel. Esta ubicación no fue un capricho del nuevo rey, sino que había sido anunciado por el Señor desde el mismo momento cuando redimió al pueblo de la esclavitud de Egipto, recogido en el canto de Moisés y Miriam. Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh YHVH, en el santuario que tus manos, oh YHVH, han afirmado. YHVH reinará eternamente y para siempre (Éxodo 15:17,18).

Un lugar predeterminado por el Señor para poner en él su trono y reinar desde este monte. Recogido también por el salmista, como está escrito: Los trajo después a las fronteras de su tierra santa, a este monte que ganó su mano derecha… Dejó el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres… Desechó la tienda de José, y no escogió la tribu de Efraín, sino que escogió la tribu de Judá, el monte de Sion, al cual amó. Edificó su santuario a manera de eminencia, como la tierra que cimentó para siempre. Eligió a David su siervo… para que apacentase a Jacob su pueblo, y a Israel su heredad (Salmos 78:54,60,67-72).

En estos textos podemos ver que Dios ya había escogido un lugar geográfico para poner en él su nombre y el templo desde donde dirigir a su pueblo, aunque anteriormente el santuario estuvo en Silo, siendo desechado después, escogiendo la tribu de Judá y el territorio de su heredad para poner en él su morada terrenal en la ciudad de Jerusalén, la cual amó. Una tierra desde donde reinar sobre todas las naciones. Ya estaba en el corazón de Dios el futuro reino mesiánico del que venimos hablando.

281 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (I) – El Rey que viene (6) – Reinará con justicia

He aquí vienen días, dice YHVH, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y éste será su nombre con el cual le llamarán: YHVH, justicia nuestra (Jeremías 23:5,6)

Reinará con justicia

Hemos identificado claramente al Rey en la Escritura. Viene para establecer justicia en la tierra. Repito, en la tierra. En la Ley, los profetas y los salmos están recogidos con detalle. Veamos algunos aspectos de su reinado en la tierra. En próximos capítulos veremos su asentamiento terrenal, dónde tendrá lugar, y la extensión de su dominio. Ahora repasemos algunos detalles del reino que viene.

Dice el profeta: He aquí para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio. Y será aquel varón [una vez más nos encontramos con la encarnación del rey] como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosa (Isaías 32:1,2). Y añade más adelante. Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia, y abundancia de salvación; el temor de YHVH será su tesoro (Isaías 33:6). La justicia, la sabiduría, la ciencia y la salvación presiden su reinado; además de un gran bienestar natural: escondedero contra el viento, refugio contra el turbión, arroyo de aguas en tierra de sequedad, sombra de gran peñasco en tierra calurosa. Todo ello en el ámbito natural, y también como atmosfera espiritual única en el mundo. Su presencia en la tierra traerá gloria mediante el conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar.

Hagamos ahora una parada en el Salmo 72 para ver algunos otros aspectos de su reinado. Juzgará a su pueblo con justicia, y a los afligidos con juicio (versículo 2). Salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor (4). Florecerá en sus días la justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna (7). Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra (8). Ante él se postrarán los moradores del desierto –seguramente una apelación al sometimiento de la potestad islámica que proviene del desierto de Arabia− (9). Este reino se caracteriza por la justicia entre los pueblos. Juzgará la causa de los afligidos de Israel y las naciones; salvará a los hijos de los menesterosos y aplastará al opresor.

La ideología comunista ha pretendido establecer, −más bien imitar o falsificar−, la justicia social en la tierra mediante una revolución proletaria que solo ha traído más injusticia, pobreza, represión y nuevas élites dominantes. No es así el reino venidero. Florecerá en sus días abundancia de paz. El Mesías-Rey dominará de mar a mar; su reino no tendrá fin. Los reyes de las naciones le traerán presentes y ofrecerán dones; todos los reyes se postrarán delante de él (10,11).

En sus días la oración del menesteroso será respondida con prontitud (12); recuerda que el diablo estará atado. La causa de los pobres será reivindicada (12,13). Redimirá y libertará sus almas del engaño y la violencia (14). Habrá continua oración por el Rey; todo el día se le bendecirá (15). No habrá escasez de alimentos, las cosechas serán abundantes y se gestionarán los recursos de forma justa y equitativa (16). Las ciudades florecerán y sus habitantes vivirán ampliamente realizados en sus expectativas (16). El nombre de nuestro Rey será perpetuo mientras dure el sol. La bendición de Dios alcanzará a todas las naciones según la promesa dada a Abraham. Benditas serán en él todas las naciones (17). Tenemos aquí una referencia clara a la simiente de Abraham y su llamamiento en Génesis 12:1-3. Y toda la tierra será llena de su gloria (19).

Es un anticipo del reino milenial anunciado. El corazón del hombre piadoso clama por la justicia de su reinado. Hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios. La pérdida del paraíso perdido y la espada del ángel que lo custodiaba han hecho que anhelemos nuestro reencuentro con el reino del que fuimos despojados. La misma creación y los hijos de Dios gimen y claman por la redención de nuestro cuerpo de muerte para regresar al estado primigenio. Es el reino mesiánico que aparece por toda la Biblia. Es el Rey que esperamos y que viene a Sion.

280 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (I) – El Rey que viene (5) – Un Rey para las naciones

He aquí vienen días, dice YHVH, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y éste será su nombre con el cual le llamarán: YHVH, justicia nuestra (Jeremías 23:5,6)

Un Rey para las naciones

El Rey que esperamos es también el Deseado de todas las naciones (Hag.2:7). Es la simiente de Abraham mediante el cual serán benditas todas las familias y naciones de la tierra (Gn.12:3). El propósito de Dios siempre ha sido alcanzar con su bendición a todos los que creen en su nombre, y esa bendición tiene un recorrido, como hemos visto, a través del hijo de la promesa (Isaac); y un pueblo (Israel); para que reciba al Mesías (Yeshúa) en la tierra que le fue prometida (Eretz Israel), y de allí salga la salvación a todas las naciones.

Así ha sido con el evangelio, desde Jerusalén a los confines de la tierra. Así será en su venida a Sion, desde Jerusalén serán bendecidas todas las naciones de la tierra. Por ello debemos colaborar en pro de Israel que ha rebrotado en su tierra en 1948, como anunciaron sus profetas, preparando el camino del Señor. Como está escrito: He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones… por medio de la verdad traerá justicia. No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley (Isaías 42:1-4). Esto concuerda con el testimonio que dio el Padre en varias ocasiones, diciendo: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia, a él oíd (Mt.3:17; 17:5).

Sobre él reposa el Espíritu de YHVH para ministrar justicia en el poder de Dios, y quien lo suministra (Is.11:1-3) (Mt.12:15-21). Yeshúa es el soberano de los reyes de la tierra (Apc.1:5). Todos los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Mesías; y él reinará por los siglos de los siglos (Apc.11:15). El mismo Maestro lo anunció a los suyos poco antes de partir al cielo, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra (Mt.28:18). Un día toda rodilla se doblará voluntariamente ante él reconociendo su señorío y magnificencia; mirarán al que traspasaron; será reconocido por sus hermanos como lo fue José en Egipto.

Las naciones le adorarán. Tiempo vendrá para juntar a todas las naciones y lenguas; y vendrán, y verán mi gloria (Is.66:18). Vendrán todos a adorar delante de mí, dijo YHVH (Is.66:23). El centro de adoración mundial será Jerusalén, donde se asentará el trono de David. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento (Is.60:3). Aquí se superponen la Jerusalén terrenal y la celestial. Hay que complementar la profecía de Isaías 60 al 66 con Apocalipsis 21 y 22; junto con Zacarías 12 al 14. Lo veremos en el siguiente capítulo sobre Sion y Jerusalén.

Recordemos. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella [la desposada, la esposa del Cordero… la gran ciudad de Jerusalén Apc.21:10]; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella… y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella (Apc.21:24-26). O como dice el profeta Zacarías después que el Señor ponga sus pies en el monte de los Olivos, es decir, una vez que el Mesías-Rey haya venido: Y todos los sobrevivientes de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, a YHVH de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los Tabernáculos (Zac.14:16). Ese tiempo no es otro que la era mesiánica.

El Rey viene a Jerusalén y las naciones le adorarán. Porque es el Rey de todas las naciones. Este mensaje fue anunciado por los apóstoles, recogiendo las palabras de los profetas. El apóstol de los gentiles vio en esta palabra una confirmación de su ministerio a todas las naciones. Lo expresó así: para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito… alegraos gentiles con su pueblo. Y otra vez: Alabad al Señor todos los gentiles [las naciones]. Y otra vez dice Isaías: Estará la raíz de Isaí, y el que se levantará a regir los gentiles [a las naciones, Biblia Textual]; y los gentiles [las naciones] esperarán en él (Rom.15:9-12).

La Escritura es confirmada por la misma Escritura, requerimiento básico de toda exégesis hermenéutica. Aquí debería recordar que una parte de la teología de la iglesia ha olvidado el contexto histórico-profético de las Escrituras, sacando a Israel de la escena, y poniendo a la iglesia como institución, en la llamada Teología del Reemplazo. Regresemos a la Escritura.

279 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (I) – El Rey que viene (4) – Anunciado por los profetas de Israel

He aquí vienen días, dice YHVH, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y éste será su nombre con el cual le llamarán: YHVH, justicia nuestra (Jeremías 23:5,6)

Anunciado por los profetas de Israel

Jesús dijo que las Escrituras dan testimonio de él (Jn.5:39). Se estaba refiriendo a la ley de Moisés, los profetas y los Salmos (Lc.24:27,44). Esas Escrituras se cumplen necesariamente, no solo en su primera venida, sino también en la llegada del Rey que estamos esperando. Era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos (Lc.24:44). Esas mismas Escrituras, junto con los evangelios y las cartas apostólicas, revelan una diversidad multifacética de su Persona y obra a través de sus nombres. Toda ella manifiesta la revelación de Jesucristo (Ap.1:1).

Hagamos un recorrido sintético de la amplia manifestación del Rey que viene. Se le llama Señor, Hijo de Dios, el Cordero de Dios, el Logos (la palabra encarnada), Hijo del Altísimo, Salvador, el Mesías (Cristo), el Santo de Dios, Maestro, el Nazareno, Rey de los judíos, la Piedra angular, el Unigénito del Padre, el Rey de Israel, la Cabeza de la iglesia, el novio, el esposo, Yo soy (el pan de vida, la luz del mundo, es de arriba, la puerta, el buen pastor, el camino, la verdad y la vida, la resurrección, la vid verdadera), el Salvador del mundo, el Santo de Dios, profeta, el hijo de David, el Alfa y la Omega, el León de la tribu de Judá, el Todopoderoso, Rey de reyes y Señor de señores, la raíz de David, Rey de los santos, Fiel y Verdadero, el Verbo de Dios, la estrella resplandeciente de la mañana, el Siervo de YHVH, el Rey que ha de venir y a quien esperamos.

Además es nuestro Sumo sacerdote, intercesor y mediador. Los tres ministerios predominantes de profeta, sacerdote y rey recaen sobre él. Es el Juez. Quien da a conocer a Dios (Jn.1:18). Y es a través de él que Dios nos ha hablado en los postreros días (Heb.1:1-4). Es superior al día de reposo (Mt.12:8); mas grande que el templo (Mt.12:6); mayor que Salomón y todos los reyes (Mt.12:42); mayor que Jonás y todos los profetas (Mt.12:41); mayor que Moisés (Heb.3:3). En el habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Col.2:9), y estamos completos en él (Col.2:10), porque él es la plenitud de Dios (Jn.1:16) (Ef.4:13). Es el resplandor de la gloria de Dios, quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, que efectuó la purificación de nuestros pecados, y se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas (Heb.1:3). Tal es el rey que esperamos, y las Escrituras lo manifiestan amplísimamente. Él mismo dijo a los judíos: antes que Abraham fuese, yo soy (Jn.8:58).

A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Su identidad sigue siendo piedra de tropiezo. En cierta ocasión le preguntó a los suyos qué decía la gente de él, las respuestas fueron variadas: Juan el Bautista, Elías, Jeremías o alguno de los profetas. El apóstol Pedro, por revelación del Padre, respondió, Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.

Muchos han distorsionado su identidad, algunos pretenden suplantarla, como el mismo Señor anunció: se levantarán muchos diciendo yo soy el Cristo, y a muchos engañarán. Se le ha disfrazado de gentil, de hippy, de líder de una religión, pero su identidad natural es judía, de la tribu de Judá, y su pueblo es Israel, el pueblo de las promesas.

También es Cabeza de la iglesia universal, de todas las congregaciones extendidas entre las naciones que reconocen su nombre y su obra. Este mismo Jesús (Yeshúa), que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo (Hch.1:11). Es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo (Hch.3:21,22).

Por ello tenemos la palabra profética más segura, a la que debemos estar bien atentos como a una antorcha que alumbra en los días oscuros que vivimos, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana aparezca en nuestros corazones (2 Pedro 1:19-21). Y así podríamos seguir deleitándonos en la meditación de todas las Escrituras que dan testimonio de él; poniendo de manifiesto la redención, su reino venidero y el reino eterno.

278 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (I) – El Rey que viene (3) – Nacido de una virgen

He aquí vienen días, dice YHVH, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y éste será su nombre con el cual le llamarán: YHVH, justicia nuestra (Jeremías 23:5,6)

Nacido de una virgen. La encarnación.

El profeta Isaías habla de él ampliamente. Lo identifica como un niño dado a Israel, cuyos títulos impresionan: Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Además menciona lo dilatado de su imperio, cuya paz no tendrá límites, y culmina con la declaración de que será puesto sobre el trono de David, y su reino para siempre (Is.9:6,7). El profeta Miqueas menciona Belén Efrata como lugar de su nacimiento, de allí saldrá el que será Señor en Israel, y sus salidas son desde los días de la eternidad (Miq.5:2).

El Rey que viene es hombre, nacido de mujer, pero sus días se remontan a la eternidad. Es hombre y Dios. Siervo y Señor. Una conjugación difícil de comprender para los prejuicios religiosos y las limitaciones de una mente natural. Los principales sacerdotes y escribas del pueblo de Israel sabían que nacería en Belén, así lo declararon a Herodes, respondiendo a la pregunta de los magos sobre dónde nacería el rey de los judíos (Mt.2:1-6). Este suceso pone de manifiesto que podemos conocer algunas Escrituras perfectamente, identificar textos claros, y perder al mismo tiempo la revelación que emana de ella misma por no conocer el tiempo de la visitación. La palabra revelada necesita el espíritu de revelación, junto con la actitud correcta, para poder conectar con su mensaje.

El ángel que visitó a María, la mujer escogida como seno materno para la encarnación del Mesías, le dijo: Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lc.1:31-33).

La encarnación es un tema principal en la Escritura. Era necesario preparar un cuerpo humano, porque el cuerpo contiene sangre, y la sangre es para ser derramada, porque sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados. Por tanto, la encarnación del Hijo de Dios es una verdad esencial de la fe bíblica. Lo venimos viendo desde Génesis 3:15, el primer anuncio sintetizado del evangelio, cuya verdad central es la venida de la simiente de la mujer, un hijo de mujer, nacido como hombre, el postrer Adán.

El apóstol Juan enseña con rotundidad que para saber diferenciar el mensaje que emana del Espíritu de Dios y el del espíritu del anticristo, la clave fundamental está en la confesión que se hace respecto al Mesías y su venida en carne. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo (1Jn.4:2,3). Y lo repite en su segunda carta. Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo (2 Jn.7).

Saber de qué espíritu somos se revela por lo que confesamos. Los espíritus se identifican por lo que hablan, la verdad bíblica que confiesan, o el error que transmiten. Y en esto el epicentro de la revelación está en reconocer la venida en carne del Hijo de Dios. La encarnación es doctrina fundamental de la fe puesto que en ella descansa la manifestación de Dios en la Escritura (Heb.1:1). No es un tema baladí, ni secundario en cuanto a doctrina.

Tal vez tenemos aquí una de las respuestas al por qué padecemos una campaña insensata cada año en la fecha tradicional de la Navidad. Al margen de la mezcla pagana –y que verdad bíblica no está leudada con cizaña− que contiene dicha fiesta, el centro de su mensaje está en la encarnación. Nos ha nacido un niño (Isaías 9:6). La virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel (Isaías 7:14). Es la simiente de la mujer que había de venir para redimir a la humanidad y derrotar a la serpiente antigua. Ese es, y no otro, el centro de la cuestión. Las campañas islamistas y laicas para erradicar todo vestigio de celebración de la encarnación como hecho histórico en las naciones de tradición judeocristiana se acentúan cada año. Se pretende negar la confesión abierta de que ha nacido la simiente de la mujer, el Mesías que había de venir para redimir.

El autor de la carta a los Hebreos, recogiendo el texto del Salmo 40:6-8, dice: Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí… He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad… En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre (Heb. 10:5-10).

Si no hay cuerpo, tampoco hay ofrenda; si no hay ofenda, tampoco hay redención; si no hay redención, no hay perdón de pecados. La negación de la encarnación de Jesús nos devuelve a la desesperanza y la condenación. No hay esperanza sin encarnación. No hay salvación sin la ofrenda del cuerpo del Mesías levantado en el Gólgota. Las ofrendas anteriores no pudieron borrar el pecado, solo lo taparon por un tiempo hasta que vino Aquel que quita el pecado del mundo. El Cordero de Dios.

Uno de los títulos mesiánicos más usados en los evangelios es el de Hijo del Hombre, que aparece ampliamente en el libro del profeta Ezequiel (Ez.2:3), y que menciona el profeta Daniel (Dn.7:13; 10:16). El Rey que ha de venir es un hombre, aunque mucho más que hombre. Nacido de una virgen judía, de la descendencia de Abraham y Sara, Isaac y Jacob, de la tribu de Judá y la familia de David. Nacido en Belén se encarnó en el cumplimiento del tiempo, −en su primera venida−, para redimir a Israel y las naciones mediante el evangelio; y volverá como Rey para establecer su reino en la tierra que fue prometida a Abraham para siempre. Su nombre es Yeshúa (Jesús), el Hijo del Hombre.

Por tanto, reafirmemos nuestra fe en la encarnación, porque de ella depende todo el desarrollo de la salvación y redención del mundo, incluyendo el futuro reino mesiánico que se sustenta sobre la base del Siervo de YHVH entregado en sacrificio (Isaías 53); para poder reinar habiendo derrotado la simiente de la serpiente (Génesis 3:15). Nació de una virgen, fue llamado Jesús (Yeshúa), porque él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt.1:21). Nació de una virgen para recibir el trono de David su padre; y reinar sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lc.1:32,33). Amén.

277 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (I) – El Rey que viene (2) – Hijo de David

He aquí vienen días, dice YHVH, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y éste será su nombre con el cual le llamarán: YHVH, justicia nuestra (Jeremías 23:5,6)

Hijo de David

La Escritura identifica a un heredero de David como el futuro Rey que ha de venir, y lo hace de forma reiterada. Fue prometido mediante un pacto. Yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino (2 Sam. 7:12,13). El propio David lo confirmó por el Espíritu poco antes de morir: El Dios de Israel ha dicho, me habló la Roca de Israel: Habrá un justo que gobierne entre los hombres (2 Sam.23:3). Y él mismo sabía que su identidad le superaría, porque conocía las limitaciones de su propia familia. No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo (2 Sam.23:5). Y en uno de sus salmos escribió sobre él llamándole Señor, reconociendo así la superioridad de aquel que no vería corrupción (Sal.110:1) (Hch.13:36,37).

En su primera aparición el heredero de David fue confrontado por los fariseos y escribas en múltiples ocasiones acerca de su identidad. El Maestro los encaró con el argumento que el Mesías es hijo de David y él mismo le llama Señor; no supieron qué responder (Mt.22:41-46). El profeta Isaías reitera que saldrá una vara del trono de Isaí (padre de David), y un vástago retoñará de sus raíces. Sobre él reposará el Espíritu de YHVH en plenitud (Is.11:1,2).

Juan el Bautista dijo de él que bautizaría en Espíritu Santo y fuego (Mt.3:11). El mismo apóstol Pablo lo reconoce como hijo de David (Rom.1:3); y recoge el testimonio del profeta Isaías confirmando que la raíz de Isaí se levantará para regir las naciones (Rom.15:12). El apóstol Juan cita el testimonio de uno de los ancianos ante el trono de Dios, identificando al que puede abrir los sellos como el León de la tribu de Judá, la raíz de David (Apc.5:5). Y el mismo Señor dice de sí mismo al final del libro: Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana (Apc.22:16).

No hay duda. Está plenamente documentado. El Rey que ha de venir es hijo de Abraham y de David (Mt.1:1); confirmado mediante pacto. Hice pacto con mi escogido; juré a David mi siervo, diciendo: para siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones… el más excelso de los reyes de la tierra (Sal. 89:3,4,27,28,29,34-36). Y se confirma, una vez más en el libro de Salmos: En verdad juró YHVH a David, y no se retractará de ello: de tu descendencia pondré sobre su trono… para siempre (Sal.132:11,12).

Una y otra vez vemos al Mesías aclamado en los evangelios como el Hijo de David; invocado para recibir auxilio y la manifestación de su servicio a las multitudes (Mt.9:27; 15:22; 20:30,31; 21:9). Las autoridades se indignaron cuando el pueblo identificó a Yeshúa con el Hijo de David, siendo conscientes de sus implicaciones mesiánicas (Mt.21:15,16). Pero un día, no muy lejano, Israel lo reconocerá y dirá: Bendito el que viene en el nombre del Señor (Mt.23:39). O como dice el profeta Jeremías en nuestro texto de base: En sus días [los de la venida del Rey] será salvo Judá, e Israel habitará confiado.