236 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XII) – El Mesías recibido (8)

Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús… Y dijo… ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? (Lucas 9:7-9)

         La fama de Jesús se extendía por todas las regiones del antiguo Israel. Su mensaje y milagros no pasaban desapercibidos, llegaron incluso a la corte del rey Herodes el tetrarca, hijo de Herodes el grande quien mandó matar a los niños de Belén.

El ministerio de Jesús no se hizo en algún rincón oculto de las regiones judías, como diría más tarde el apóstol Pablo en su disertación ante el rey Agripa: Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón (Hch.26:26). El cristianismo no tiene nada que ver con sociedades secretas o masónicas. Jesús, la luz del mundo, fue manifestado a Israel claramente.

El primer siglo fue testigo de la revelación del Mesías anunciado por los profetas, y tanto su mensaje como sus obras no pasaron desapercibidas para aquella generación. Desde los rincones de Judea, Samaria y Galilea salió la voz de Dios a todas las naciones. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor (Is.2:3) (Miq.4:2).

De la misma forma será en su segunda venida con la manifestación del reino mesiánico. Los reyes tendrán noticia del Rey de gloria. Las naciones serán testigo del reino de justicia y paz nunca antes visto. Las multitudes en Israel le seguirán y le reconocerán como aquel a quién traspasaron. Como José, el hijo de Jacob, fue reconocido por sus hermanos en Egipto después de haberle rechazado por un tiempo necesario, hasta que siendo gobernador del imperio egipcio fue instrumento de Dios, como él mismo dijo: para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación (Gn.45:7).

Una vez más estamos ante los misterios de la soberana voluntad de Dios. Primero los sufrimientos –como en la vida de José, tipo del Mesías−, luego las glorias que vendrán tras ellos. En los días de su carne, Yeshúa fue manifestado a Israel, y cuando la gente lo supo, le siguió; y él los recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados (Lc.9:10,11). Luego, al día siguiente de la transfiguración en el monte, donde el Maestro mostró su gloria a tres de sus discípulos, está escrito: cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro (9:37). Y todos se admiraban de la grandeza de Dios (9:43). Maravillándose todos de todas las cosas que hacía… (9:44). El Mesías fue recibido por los judíos.

         Debemos volver a estudiar los evangelios y contextualizar los acontecimientos que tienen lugar en ellos. Todo su contexto es judío. Las multitudes que lo recibían eran judías. Las primicias del reino son judías.

235 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XI) – El Mesías recibido (7)

Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábolas… Entonces toda la multitud de la región de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran temor… Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban (Lucas 8:4,37,40)

         El Maestro aprovechó la reunión de multitudes de judíos para enseñar por parábolas los misterios del reino de Dios. Venían de distintas ciudades de Israel lo que debe llevarnos a pensar con claridad sobre el impacto que tuvo la manifestación del Mesías en el pueblo de las promesas. Pero como en toda multitud pronto se manifiestan distintas posturas.

Tenemos en los textos que queremos meditar posiciones radicalmente opuestas en cuánto al ministerio libertador de Jesús. En la región de Gadara, situada en Decápolis, al otro lado del lago de Galilea, una ciudad habitada mayoritariamente por gentiles, de allí la crianza de cerdos; el Hijo del Hombre que había sido ungido por Dios y anduvo haciendo bienes, sanando a todos los oprimidos por el diablo, puso en libertad a un endemoniado especialmente violento. Este hombre tenía aterrorizada a la población por un tiempo, pero paradójicamente, una vez liberado y puesto en su sano juicio, aquellos mismos habitantes que vivían amenazados por el temor, viendo peligrar su negocio, rogaron a Jesús que se marchase de su comarca. El Maestro entró en la barca y se volvió.

Justo al otro lado del lago, solo unos kilómetros más allá, otra multitud recibió a Jesús; en esta ocasión con gozo y expectativa. Le recibió la multitud con gozo, porque todos le esperaban. Tenemos aquí un ejemplo de las distintas sociedades donde penetra el evangelio.

Unos, a pesar de recibir el impacto de su ministerio liberador, se oponen a él; mientras que en otros lugares, tal vez cerca geográficamente, el mensaje de las buenas nuevas es recibido con gozo y esperanza. Estamos ante el misterio del carácter de las multitudes.

Hoy nos encontramos con naciones cerradas a la predicación del evangelio aunque en sus constituciones esté permitida la libertad de culto; mientras que en otras donde hay mayor oposición a su mensaje las personas tienen un corazón abierto al arrepentimiento.

Mientras tanto, la multitud apretaba y oprimía a Jesús en su camino a la casa de Jairo, y en medio de esa realidad una mujer vino para tocarle y quedar sana de su azote de sangre. Jesús está rodeado de multitudes que buscan poder tocarle en fe para ser bendecidos por él en el área de su necesidad. La mayor de ellas: reconciliaos con Dios.

         El carácter de las multitudes puede variar de unas a otras. También pueden ser fácilmente manipuladas; Jesús se mueve en medio de ellas.

234 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (X) – El Mesías recibido (6)

Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades… y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos (Lucas 6:17-19)

         Jesús se detiene en medio de un llano rodeado de una multitud de gente. Esas personas habían venido de lugares tan distantes como Judea y Jerusalén, en el sur de Israel, así como de la costa de Tiro y Sidón, en el norte, localizados en la antigua Fenicia y actual Líbano. Una gran multitud que se movía por dos motivos principales que recoge Lucas: para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades.

Generalmente hemos interpretado que las masas que seguían al Maestro lo hacían por el interés de ver milagros y ser sanados, y eso era así en muchas ocasiones, sin embargo, en este caso, como en otros, se dice que también vinieron para oírle. Le seguían para oír sus enseñanzas, porque les hablaba como quién tiene autoridad (Mt.7:29) y no como los fariseos. Fue el caso del sermón del monte.

Por tanto, es evidente que hemos interpretado mal las Escrituras. Muchos de nuestros prejuicios nos han traicionado y hemos recordado de lo leído solo aquello concuerda con nuestra postura preconcebida pero alejada de la totalidad del mensaje. Aquí tenemos un motivo para el arrepentimiento.

Una vez más se pone de manifiesto que el solo hecho de leer la Biblia no basta. Es necesario un corazón abierto, sin prejuicios religiosos, sin ataduras denominacionales o hipotecas que pagamos por ciertas predicaciones parciales. Sigamos.

Tras la enseñanza de Jesús en el llamado sermón del monte, recogido por Lucas, dice: Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaún (7:1). El pueblo le oía. Si le hubieran rechazado no hubieran estado dispuestos a oírle. Cuando entró en la ciudad de Naín, iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud (7:11). Después de resucitar al hijo de una viuda, está escrito que todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. Y se extendía la fama de él por toda Judea, y por toda la región al alrededor (7:16,17).

Donde Jesús estaba había siempre una gran multitud. Su fama le precedía. Sus obras impresionaban al pueblo que reconocía la visitación de Dios en la persona de un gran profeta, el Mesías.

         Las multitudes venían a Jesús para oírle y para ser sanados de sus enfermedades. Todo ello legítimo y voluntad de Dios. Hoy también lo es.

233 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (IX) – El Mesías recibido (5)

Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos (Lucas 4:14,15)

         Y entró en escena el Mesías esperado… Después de años de silencio, tras el impacto de su nacimiento milagroso, ampliamente anunciado al pueblo; la vida del Deseado entró en la cotidianidad. La normalidad se impuso durante años. Jesús fue hecho hombre, y como hombre vivió la rutina diaria con todos sus desafíos y contrariedades. Hasta que llegó el cumplimiento del tiempo de su manifestación a Israel.

Después de ser bautizado por Juan, y comenzar un ayuno de cuarenta días en el desierto, fue tentado por el diablo. Habiendo vencido toda tentación volvió en el poder del Espíritu a Galilea, su tierra natal, donde se había criado. Rápidamente su fama se extendió traspasando fronteras y llegando a toda la tierra de alrededor. Inició su predicación, junto con las señales milagrosas que le acompañaban, y era glorificado por todos.

El primer impacto de su ministerio recibió la gloria de los hombres, su aceptación, pero como toda gloria humana efímera. Pronto entró en conflicto y contradicción con los responsables de la sinagoga, que al oír algunas de las cosas que decía se llenaron de ira, le echaron de la ciudad, y querían despeñarle por la cumbre del monte (4:28-30). Pero muchos habían dado buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca (4:22).

Jesús es causa de división inevitable. Ningún profeta es acepto en su propia tierra (4:24). Es un principio general, aunque no debemos olvidar que las multitudes le seguían. Veamos. «Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen? Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos» (4:36,37). «Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos» (4:42). Y sigue: «El gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios» (5:1). «Y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud» (5:3). «Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades» (5:15). «Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas» (5:26).

No simplifiquemos. No solo venían por interés, sino que venían a oírle, ser sanados, y marchaban glorificando a Dios.

         Jesús era glorificado por todos, y ese «todos» eran judíos. Vino a los suyos, −Israel−, y muchos le recibieron, creyendo y glorificando a Dios.

232 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (VIII) – El Mesías recibido (4)

Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?… Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo… Todo el pueblo se bautizaba (Lucas 3:7,18,21)

         La predicación de Juan causó un gran impacto en la sociedad judía de aquellos días. Su voz potente y profética irrumpió en la vida cotidiana de aquella generación. El mensaje del precursor del Mesías fue un revulsivo para las multitudes adormecidas por la tradición religiosa que despertó sus conciencias, hiriéndolas en lo más hondo de su ser. Se propagó la necesidad de ser bautizados como iniciación a una vida de purificación. Muchos, −como pasa en todas las multitudes−, lo hacían por interés religioso únicamente, tratando de huir de la ira venidera; otros de corazón, preguntaron ¿qué haremos?

La voz de Juan fue implacable con la muchedumbre reunida, pero también presentó las buenas  nuevas al pueblo. En la tradición propia de los profetas de Israel anunció juicio y restauración; la ira de Dios y su misericordia. Al oírlo todo el pueblo se bautizaba.

Hoy damos por hecho que las multitudes que levantan la mano en una campaña evangelística en señal de recibimiento de la salvación lo hacen de buena fe y pasan a ser salvos (con todas las matizaciones que queramos), sin embargo, ponemos en duda que estas multitudes fueran sinceras en su mayoría aceptando el tiempo profético que vivían.

Hubo quienes rechazaron los designios de Dios respecto a sí mismos, no siendo bautizados por Juan (Lc.7:30), los fariseos y los intérpretes de la ley. Pero todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan (7:29). Una vez más vemos que el pueblo mayoritariamente creyó en los designios de Dios, aunque la mayoría de los responsables religiosos no lo hicieron.

Cuando se trata del pueblo judío solemos confundir la parte con el todo. Un sector con la totalidad del pueblo. Lo que viene a confirmar el antisemitismo innato en el alma humana. El paganismo del hombre  muerto en sus delitos y pecados rechaza la revelación dada a Israel. Las personas religiosas, atadas a sus tradiciones, doctrinas y teologías de reemplazo siguen viendo una parte de la Escritura sin entender la totalidad del mensaje en toda su amplitud. Así será también en la segunda venida del Mesías. Ciertas doctrinas cerradas impiden comprender los tiempos de la restauración de todas las cosas. Israel en su tierra ya se ha cumplido.

         El impacto de la predicación de Juan sacó al pueblo del letargo en que vivía preparándolo para la salvación que se estaba manifestando.

231 – El reino mesiánico

El reino mesiánico

En los evangelios (VII) – El Mesías recibido (3)

Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador… sin temor le serviremos… porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados… (Lucas 1:67,74,76,77)

         Zacarías, padre de Juan Bautista, profetizó acerca de un poderoso Salvador que el Dios de Israel levantaría para visitar a su pueblo y redimirlo. Aseguró que le servirían sin temor, y que su hijo Juan iría delante de la presencia del Señor para preparar sus caminos, dar conocimiento de salvación a su pueblo Israel, y obtener el perdón de sus pecados. Todo ello está recogido en el testimonio del evangelio de Lucas. Me pregunto por qué la iglesia ha olvidado a lo largo de su historia estas verdades escritas.

Los pastores de la región de Judea, ocupados en sus tareas habituales guardando el rebaño en las vigilias de la noche, recibieron la visita de un ángel del Señor que los rodeó de su resplandor, dándoles este mensaje: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo; que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor (Lc.2:8-11). Un Salvador anunciado a Israel. Para todo el pueblo. Nuevas de gran gozo. Ha nacido. Ha llegado el esperado y Deseado de todas las naciones (Hageo 2:7). Los pastores creyeron el mensaje del ángel y fueron a Belén para ver lo sucedido, y que el Señor les había anunciado. Fueron apresuradamente, −tal era su expectativa de fe−, y hallaron a María, José y el niño acostado en el pesebre. Al verlo, creyeron, y dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que lo oyeron también lo creyeron y se maravillaron de lo que los pastores decían. Luego volvieron glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho (2:15-20).

Los pastores creyeron el anuncio del nacimiento del Mesías. Lo proclamaron sin temor alguno. El pueblo tuvo testimonio de su llegada y creyeron muchos de cuántos oyeron el mensaje. Todos ellos eran judíos piadosos, y temerosos de Dios que esperaban el cumplimiento de las profecías.

Luego, como hemos visto en anteriores meditaciones, Simeón y Ana dieron gracias a Dios porque habían visto la salvación que el Señor había preparado para todos los pueblos. Ellos también esperaban la redención desde Jerusalén. Por tanto, estos hechos tuvieron lugar a los ojos del pueblo, no se había hecho en algún rincón (Hch.26:26). Eran sucesos ciertísimos entre nosotros (Lc.1:1).

         Zacarías, los pastores y el pueblo creyeron en la llegada del Salvador.

230 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (VI) – El Mesías recibido (2)

Y el hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos… para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto (Lucas 1:16,17)

         Iniciamos aquí un breve recorrido por los evangelios de Lucas y Juan para demostrar ampliamente que es falaz el argumento de que Israel rechazó al Mesías en su venida. Argumento que se ha utilizado como arma arrojadiza contra el pueblo de los pactos y las promesas.

Existe en el mundo cristiano evangélico un énfasis desmedido de muchos predicadores, evangelistas y pastores en el texto de Juan 1:13 donde el autor expresa: a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron, golpeando sobre Israel su rechazo para llamar a las masas a recibirlo escapando del juicio y maldición que cayó sobre los judíos por negar al Mesías. De esta forma se ha levantado una arrogancia espiritual por el hecho de recibirlo, en comparación con los hebreos que ingratamente lo rechazaron.

Esta comparación pone un falso fundamento sobre quienes reciben el mensaje del evangelio y la premisa del contraste: nosotros, cristianos, buenos y benditos por nuestro recibimiento; ellos, judíos, ingratos y malditos porque le rechazaron. Sin darnos cuenta, o no, levantamos una barrera de orgullo que impide la esencia del evangelio que es la humildad. Haya, pues, en vosotros el mismo sentir que hubo en Cristo.

Para comprobar que el mencionado argumento es contrario a las Escrituras me he propuesto hacer un recorrido por dos de los evangelios que muestran claramente que no fue así. Que debemos diferenciar al pueblo de sus autoridades. Que el pueblo le seguía y creyó en Jesús mayoritariamente, aunque luego vino un proceso de separación posterior, siempre a partir del siglo II, y como consecuencia de un  liderazgo mayoritariamente de origen gentil y otros factores que llevaron a una separación de la sinagoga y la iglesia, pero en el principio no fue así.

Israel esperaba a su Mesías. Israel recibió a su Mesías. Las multitudes iban tras él (como toda multitud con diversidad de intereses); y el Señor envió a Juan el Bautista con el fin de que muchos en Israel se convirtieran al Señor, y preparara un pueblo bien dispuesto hacia él. Todo ello respondía a un plan debidamente orquestado por el Dios de Israel y anunciado por el profeta Isaías (40:3).

Muchos se convertirían de sus malos caminos. El corazón de muchos de ellos sería devuelto de la rebelión a la prudencia de los justos, y habría una reconciliación entre padres e hijos, como anunció Malaquías (4:5,6). Por tanto, a los suyos vino, y muchos de ellos se convirtieron al Señor.

         Muchos en Israel se convirtieron al Señor como resultado de la predicación de Juan el Bautista, siendo preparado un pueblo bien dispuesto.

229 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (V) – El Mesías recibido (1)

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios     (Juan 1:10-12)

         Antes de terminar este breve recorrido por los evangelios donde se constata la mentalidad hebrea acerca del reino mesiánico venidero que tenían los judíos en el siglo I, quiero detenerme por un tiempo en uno de los textos más maltratados y usados contra Israel a lo largo de la historia de la iglesia cristiana. Me refiero al texto del evangelio de Juan sobre el rechazo del Mesías que llevaron a cabo los judíos. No voy a contradecir al apóstol en su escrito, lo que haré será contextualizar su contenido.

A menudo este texto es el punto final para afirmar y acusar al pueblo de Israel de su rechazo al Mesías cargando sobre ellos una culpa que ha tenido trágicas consecuencias a lo largo de la historia. He titulado esta sección «el Mesías recibido» para hacer un recorrido por los evangelios de Lucas y Juan sobre un hecho innegable: Las multitudes siguieron a Jesús; muchos creyeron en él; por tanto, no fue rechazado por el pueblo de Israel; al contrario, fueron los judíos a quienes fue enviada la promesa de su advenimiento en cumplimiento de las profecías.

¿Entonces Juan estaba equivocado? Veamos algunas cosas que debemos tener en cuenta. En primer lugar la distinción necesaria que recogen ampliamente los evangelios entre el pueblo y las autoridades, los llamados edificadores (Mt.21:42).

Curiosamente el énfasis se ha puesto en la expresión: y los suyos no le recibieron, obviando que en dos ocasiones se habla de lo suyo, en referencia a la viña del Señor, Israel; y los suyos, Israel mismo, el pueblo de Dios. Israel es propiedad de Dios, su heredad (Jer.12:10) (Joel 3:2). Es su primogénito (Ex.4:22). La niña de sus ojos (Zac. 2:8). Israel es la elección de Dios. Por tanto, en ningún caso debemos entender de este texto de Juan que Dios rechazara a su pueblo. Ni siquiera que el pueblo rechazara a su Dios, como veremos ampliamente en próximas meditaciones.

Estamos ante un misterio, el misterio del endurecimiento parcial de Israel (Rom.11:25), hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles. Hemos olvidado que un día todo Israel será salvo (Rom.11:26). Hemos caído en arrogancia al enfatizar nuestro recibimiento, «a todos los que le recibieron», y el rechazo falaz de Israel sin entender el misterio de su endurecimiento parcial que ha traído salvación.

         Hay palabras como golpes de espada (Pr.12:18). El texto de Juan es una de ellas que hemos usado con arrogancia contra Israel sin entender el misterio.

228 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (IV) – El reino ha venido y vendrá

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mateo 4:17)

         Nada más iniciar Jesús su ministerio anunció sin titubeos que el reino de Dios había venido a la tierra. Su predicación, como antes la de Juan el Bautista, estuvo centrada en la necesidad del arrepentimiento para poder entrar al reino, dejando claro que la dimensión del reino que anunciaba era claramente espiritual, individual y dirigida en primer lugar al corazón del hombre. Porque de él mana la vida, es en el corazón donde primeramente debe ser establecido el gobierno de Dios sobre cada persona que voluntariamente se someta a su palabra, creyendo el evangelio.

Muchos así lo entendieron, pero otros, acostumbrados al concepto de reino político y territorial, siguieron al Maestro como líder de masas en lugar de Señor de sus vidas. También hubo quienes, comprendiendo la necesidad del arrepentimiento y el bautismo para un cambio de vida trascendental, reconociendo el señorío del Mesías sobre sus vidas, a la vez, creían que Israel sería el centro espiritual donde todas las naciones vendrían a adorar al rey, según el testimonio anunciado ampliamente por los profetas. Pero los acontecimientos se desarrollaron de forma distinta.

Jesús sanaba a los enfermos, liberaba a los endemoniados, perdonaba pecados, resucitaba muertos, anunciaba la buena nueva de regresar al Dios de Jacob, enseñaba una y otra vez sobre el reino de Dios en múltiples parábolas, y creaba una expectativa un tanto confusa y ambigua sobre la realidad de su reino.

Por un lado dijo que el reino se había acercado, por el otro, que su reino no era de este mundo. Habló de un reino expresado en sus días, como de una dimensión futura y venidera del mismo reino. Hoy podemos comprender ambas dimensiones mucho mejor. Sabemos que era necesario, y estaba anunciado por los profetas, un Mesías siervo y redentor, hijo de José; y el mismo Mesías en una segunda manifestación de Rey Soberano, hijo de David. Jesús reúne en sí mismo ambas concepciones mesiánicas.

Para algunos su primera aparición fue motivo de tropiezo, distinta a la norma teológica que tenían; y para otros hoy es incomprensible el testimonio de los profetas que anuncian, como hemos visto ampliamente en esta serie, el reino mesiánico establecido en la ciudad de Jerusalén sobre todas las naciones. Un reino en la tierra. Un Mesías reinando desde Sion. En ambos casos, las doctrinas y tradiciones religiosas impiden ver lo que está revelado con claridad en la Escritura.

         En los evangelios tenemos el testimonio que el reino de Dios ha venido ya, en la persona de Jesús, y también vendrá en su segunda manifestación.

227 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (III) – La expectativa (3)

Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente (Lucas 19:11)

         En próximas meditaciones veremos los aspectos diversos del reino de Dios que fue anunciado por Jesús desde el principio. Ahora queremos seguir centrándonos en la expectativa creciente que había en Israel al ver las manifestaciones prodigiosas en todos sus pueblos y ciudades alrededor de la figura del Mesías esperado.

Cuando Jesús entró en Jerusalén en medio de una multitud que le aclamaba como el hijo de David, por tanto, heredero del trono anunciado por los profetas, las multitudes pensaban que el reino se manifestaría inmediatamente. Un reino en toda su amplitud, no solo en los aspectos espirituales, sino en la configuración de la monarquía hereditaria de la casa de David, cuyo pacto conocían perfectamente por las Escrituras. Israel conocía la promesa del pacto de Dios con la casa de David. Una y otra vez habían clamado: Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí. Identificaban la persona de Yeshúa con el heredero del trono davídico, el vástago de Isaí (Is.11:1). Las multitudes clamaban: ¡Hosanna! ¿Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¿Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¿Hosanna en las alturas! (Mr.11:9,10).

Anteriormente, viendo las señales que hacia ante sus ojos, dijeron: Éste verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo. Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte solo (Jn.6:14,15). El mismo ladrón, crucificado a su lado, dijo: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino (Lc.23:42). José de Arimatea, miembro del concilio, y que no había consentido en el acuerdo de su muerte, esperaba el reino de Dios (Lc.23:50-51). Y después de resucitar, hablando con dos de sus discípulos camino a Emaús, estos expresaron delante de él, sin reconocerle, que su expectativa había sido esperar que él había de redimir a Israel (Lc.24:21).

Son muchos los testimonios en la Escritura que dan fe de estar ante el inminente establecimiento del reino davídico anunciado por los profetas. Ese reino no es solo espiritual, sino terrenal, con toda su magnificencia; centrado en la ciudad de Jerusalén. Israel esperaba al Mesías que estableciera el reino de David su padre. El Mesías vino como cordero sacrificial, y volverá como león reinante en su segunda venida. Ahora se anuncia el reino en los corazones de los hombres.

         Son muchos los testimonios de la gran expectativa que hubo en Israel en los días de la manifestación de Jesús para establecer el reino davídico.