246 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XXII) – El Mesías recibido (18)

Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías (Juan 12:37,38)

         Estamos viendo que en los evangelios nos encontramos con expresiones que pueden parecernos contradictorias entre sí. Podemos remarcar una parte olvidando otras que complementan el cuadro y estar convencidos de exponer la verdad. Una panorámica general, no exhaustiva, nos da una imagen que podemos resumir de la siguiente manera: Jesús es motivo de división, su identidad provoca controversia, sus obras impresionan y muchos las siguen, sus enseñanzas impactan porque las hace con autoridad; por ello las multitudes le seguían apasionadamente; en ocasiones quedaban perplejos por alguna enseñanza y volvían a tras (Jn. 6:66).

Hubo sacerdotes que creyeron en él pero no lo confesaban abiertamente para no ser expulsados de la sinagoga y sufrir la marginación social. Incluso sus hermanos durante un tiempo no creyeron en él (7:5). Algunos procuraban matarle al oír alguna enseñanza que le parecían blasfemias (10:33); otros porque sanaba en el día de reposo (5:16). Muchos no creían en él por miedo a los judíos (7:13). Otros sufrieron las consecuencias y fueron expulsados de la sinagoga (9:22 y 34).

El apóstol escribió al inicio de su evangelio que los suyos no le recibieron, pero hemos visto que el mismo Juan escribió que muchos creían en él y le recibían, incluso sacerdotes o principales, entre ellos Nicodemo (3:1; 7:50; 19:39). También José de Arimatea era discípulo suyo, aunque secretamente, por miedo a los judíos (19:38); sin embargo, eso no le impidió entrar osadamente a Pilatos para pedir su cuerpo y enterrarlo (Mr.15:43), porque esperaba el reino.

Encontramos también en este evangelio la enseñanza de Jesús que ninguno puede venir a él, si el Padre no le trajere (6:44); o no le fuere dado del Padre (6:65). Y para «complicarlo» aún más, vemos que el endurecimiento de muchos que oyeron el mensaje no podían creerlo porque formaba parte de la profecía de Isaías. Sus ojos habían sido cegados y su corazón endurecido (12:39,40).

Por otro lado, el autor del libro dice al final de su discurso que Jesús hizo muchas otras señales que no están escritas aquí, pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre (20:30,31). Ese impacto vino después del día de Pentecostés mediante el derramamiento del Espíritu, de tal forma que incluso muchos sacerdotes obedecían a la fe (Hch.6:7). Así será también en el reino mesiánico.

         Creer en Jesús es un milagro de la gracia y soberanía de Dios que impacta sobre nuestra voluntad para rendirnos incondicionalmente.

245 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XXI) – El Mesías recibido (17)

Con todo eso, aun de los gobernantes muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Juan 12:42,43)

         La sociedad judía de los tiempos de Jesús estaba compuesta fundamentalmente por saduceos (los dirigentes del templo y la élite política); fariseos (grupo mayoritario, estrictos guardadores de la ley oral y escrita); esenios (eremitas, entre los que podía estar Juan Bautista); sacerdotes (se encargaban de las tareas del templo, había dos grupos, la familia de los sumos sacerdotes, y los levitas que mantenían diversas tareas en el templo); zelotes (nacionalistas judíos); y el pueblo en general. Cuando se emplea el término «los judíos» debemos comprender que en él estaban incluidos todos estos grupos, muy distintos entre sí; lo cual puede prestarse a confusión.

El pueblo en general, con menos prejuicios, aceptaba la mesianidad de Yeshúa. El grupo de los sacerdotes, donde tenemos a fariseos y saduceos, dirigentes muchos de ellos, mantenían una postura contraria al movimiento generado por el ministerio público de Jesús. Pero vemos que entre los mismos fariseos hubo quienes sí reconocieron la autoridad de Jesús, aunque se resistían a mostrarlo públicamente; su reputación y posición social les impedía hacerlo con claridad. Una de sus consecuencias era ser expulsados de la sinagoga, lo cual suponía quedar fuera de la aceptación social, con todas sus prerrogativas, y en muchos casos ser echado de la comunidad judía, lo que luego se ha llamado en el cristianismo «excomunión».

Hoy se produce algo similar en el islam, quedando fuera de la Umma (comunidad de creyentes) sufriendo el desprecio social, y en muchos casos la condena a muerte, quienes se convierten al cristianismo. También lo vemos en el nacionalismo catalán de nuestros días, padeciendo la marginación quienes no participan de su agenda. Nada nuevo debajo del sol. Por ello, muchos en su corazón creían en Jesús, pero no lo confesaban por miedo a ser señalados y apartados.

En definitiva, seguir a Jesús siempre ha sido entrar por la puerta estrecha, y son pocos los que entran, aunque hay muchos que quieren los beneficios del reino sin sufrir el oprobio del rey. Por tanto, muchos creían en Jesús, pero no lo confesaban abiertamente por miedo a los judíos (7:12,13) y sus consecuencias. Por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga (9:22). Las demandas del discipulado marcan la diferencia.

         Confesar abiertamente la mesianidad de Jesús nunca ha recibido la aprobación del sistema religioso, social, o político por sus implicaciones.

244 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XX) – El Mesías recibido (16)

Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él (Juan 12:19)

         Cuando una mentira se repite una y otra vez parece instalarse en el ideario colectivo como verdad. Luego se entra en la fase de aceptarla como tal y en ese momento tenemos un concepto errado aceptado ampliamente como verídico, lo cual hará muy difícil derribar su falsedad para recuperar el mensaje verdadero. Este proceso se da en múltiples ocasiones a lo largo de la historia y en muy distintos ámbitos, pero uno de ellos que sufre gravemente su impacto es el religioso. Es lo que ha ocurrido en cierta teología cristiana en relación al rechazo del Mesías por parte de los judíos. Estamos viendo que no fue así.

Cuando Jesús entró en Jerusalén, grandes multitudes tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, clamando: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! (Jn.12:12,13). El impacto en la ciudad fue tan fuerte que los fariseos se asustaron creyendo mentiras como la de que vendrían los romanos y destruirían el templo y la nación (11:48). Argumento que años más tarde se cumpliría tal y como lo temieron, pero no por los motivos que creían, sino como parte del juicio que estaba anunciado sobre las artimañas que las autoridades tejieron para impedir el deseo mayoritario de las multitudes: aceptar que Jesús era el Mesías esperado.

Esa percepción hizo entrar en pánico a las autoridades disponiendo sus corazones a la manipulación espiritual que el príncipe de este mundo había trazado para oponerse al plan de Dios. Todo un entramado que debemos situar en su debido orden para no caer en el engaño y el error.

El mundo –es una hipérbole− se va tras él, dijeron. En poco más de tres años de ministerio público Jesús había convulsionado la sociedad hebrea de su tiempo. Y no solo a ellos, sino a las regiones vecinas. Porque muchos de los samaritanos habían creído en él por la palabra que les había predicado (4:39-42). ¿Qué fue lo que creyeron? Que Jesús era el Salvador del mundo, el Mesías. También de Tiro y Sidón. Decápolis. Aunque Jesús dijo que había sido enviado especialmente a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mt.15:24).

Y muchos en Israel creyeron en él. Eso desató una gran preocupación de las autoridades que activaron toda su influencia para frenar aquel tiempo profético oponiéndose y resistiendo la evidencia. Una de las decisiones que tomaron fue la de que si alguno confesaba abiertamente que Jesús era el Mesías fuera expulsado de la sinagoga (Jn.9:22).

         Debemos renovar nuestros pensamientos y reconocer que Jesús fue aceptado ampliamente como Mesías por los judíos del siglo I.

243 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XIX) – El Mesías recibido (15)

Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía (Juan 2:23)

         Si hacemos un recorrido panorámico en el evangelio de Juan sobre las diversas actitudes que mantuvieron los judíos, una sociedad plural y de posturas distintas ante la figura emergente del Mesías, veremos que por un lado se dice que los suyos no le recibieron, pero a la vez nos encontramos con el testimonio del mismo apóstol en su escrito donde vemos que muchos judíos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía.

Recuerda, los judíos piden  señales (1 Co.1:22), y las tuvieron. Pero las señales no siempre son garantía de una fe sólida, por ello el mismo pasaje nos dice que Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre (2:24,25).

El Mesías nos conoce y sabe desde el principio quienes son los que no creen en él (6:64). Así fue en sus días, y así es en los nuestros. A pesar de ello, el apóstol Juan nos deja un testimonio claro y amplio de que muchos en Israel creyeron en él, y eso significaba aceptar su mesianidad.

A la misma vez, Jesús es motivo de controversia y diversidad de opiniones. Veamos los textos. Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace? (7:31). Una vez más las señales como garantía para que muchos judíos creyeran en él. Encontramos a Jesús en el templo y todo el pueblo vino a él para ser enseñados (8:2), de tal forma que hablando él estas cosas, muchos creyeron en el (8:30).

Ahora tenemos que no solamente creían por ver las señales, sino también eran persuadidos por la autoridad de su enseñanza, impresionados porque ¡jamás hombre alguno ha hablado como éste hombre! (7:46). Y a los judíos que habían creído en él les dijo que si permanecían en su palabra, serían verdaderamente sus discípulos, y conocerían la verdad, y la verdad los haría libres (8:31,32). Un proceso habitual en la vida de todo discípulo del Maestro. Es necesario permanecer en su palabra superando la prueba.

Sigamos. Y muchos venían a él… y muchos creyeron en él allí (10:41,42). Después de la resurrección de Lázaro, muchos de los judíos… creyeron en él (11:45). De tal forma que las autoridades religiosas entraron en pánico, diciendo: si le dejamos así, todos creerán en él (11:48). Por ello acordaron dar muerte, no solo a Jesús, sino también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús (12:9-11).

         En el evangelio de Juan abundan los testimonios de muchos judíos que creyeron y recibieron al Mesías viendo las señales y oyendo su enseñanza.

242 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XVIII) – El Mesías recibido (14)

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:10-12)

         Debemos tener siempre presente una premisa básica en relación a la identidad del Mesías: Saber quién es solo es posible por revelación. Identificarle claramente está al alcance solamente de quienes se someten a la voluntad de Dios sin ideas preconcebidas de antemano. Su persona y obra están ocultas a los ojos de este mundo aunque el mundo por él fue hecho. La luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas porque sus obras eran malas. El mundo no le conoció. Los suyos no le recibieron, pero hubo muchos que sí lo hicieron, creyeron en su nombre, por tanto, les fue dada la potestad de ser hechos hijos de Dios.

Muchos en Israel creyeron en él. Las autoridades le rechazaron, pero el pueblo le oía con verdadera pasión. Después de su muerte regresaron golpeándose el pecho por el espectáculo que habían visto (Lc.23:48). Y cuando la predicación de Pedro alumbró su entendimiento el día de Pentecostés, volvieron en sí y dijeron: Varones hermanos, ¿qué haremos? Las autoridades comprendieron que habían matado al autor de la vida (Hch.3:15). Muchos se convirtieron en ese momento y formaron la primera comunidad de fe posterior a la redención del Mesías que conocemos como iglesia primitiva. Todos ellos eran judíos.

Por tanto, no podemos seguir diciendo que Israel rechazó a su Mesías. No es cierto. Es un tema preñado de antisemitismo y Teología del Reemplazo que ha cegado el entendimiento de los incrédulos, y ha llevado a la iglesia, mayoritariamente institucional, a publicar sin descanso ―aún hoy se hace en infinidad de predicaciones en las congregaciones locales― el rechazo de los judíos al Mesías.

Se ha usado este texto de Juan 1:11 como punta de lanza, como aguijón y martillo para golpear, pero veremos en las siguientes meditaciones que en el mismo evangelio de Juan fueron muchos los judíos que sí le recibieron; aunque, como estudiaremos, hubo también algunos factores que impedían la confesión abierta de esa fe porque se había tomado la decisión, por orden de las autoridades, que si alguno lo confesaba abiertamente fuera expulsado de la sinagoga, y ese hecho significaba ser desposeído, no solo del beneficio social, sino ser echado de la comunidad perdiendo la identidad judía.

         Muchos en Israel recibieron a Jesús como Mesías, siendo aceptados como verdaderos hijos, aunque se haya insistido en su rechazo. 

241 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XVII) – El Mesías recibido (13)

No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces ellas se acordaron de sus palabras (Lucas 24:6-8)

         Todo el proceso de la entrega de Jesús en manos de hombres pecadores estaba previamente determinado. Era necesario que todo ello aconteciese. Sin embargo, la iglesia ha insistido a lo largo de los siglos en cargar la culpa de la muerte del Mesías sobre el pueblo judío. Se le ha llamado el pueblo deicida. Se ha incidido una y otra vez en el argumento de que rechazaron al Salvador y recibieron la ira y el rechazo divino.

Hemos visto en la anterior meditación cómo el pueblo le seguía para oírle con verdadero anhelo hasta horas antes de su muerte. Una parte del pueblo fue manipulado por las autoridades quedando bajo un hechizo paralizador que los llevó a gritar: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Los evangelios muestran que era el tiempo de las tinieblas. Una densa oscuridad se posó sobre la ciudad de Jerusalén que, usando la voluntad predispuesta de gran parte de sus autoridades políticas y religiosas, llevaron al reo a la cruz con la pretensión de frenar el alcance masivo que había tenido su mensaje entre las multitudes.

Pero todo ello aconteció tal y como estaba escrito, y que él mismo había anunciado a sus discípulos en diversas ocasiones. ¡Era necesario que el Hijo del Hombre fuera entregado! Los suyos habían pensado y esperaban que él habría de redimir a Israel (Lc. 24:21). El Maestro tuvo que repetirles, una vez resucitado, las mismas palabras: ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? (24:26). Y poco después volvió a repetirlo, ―observa las tinieblas que cubrieron esta verdad eterna― a los mismos discípulos de Emaús: Éstas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos (24:44).

Jesús fue entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios (Hch.2:23) para poder redimir al mundo. Esta obra, preparada de antemano por la soberana voluntad de Dios, fue consumada en Jerusalén. Algunos participaron en ella deliberadamente (Judas y las autoridades religiosas y políticas); otros fueron arrastrados al error, y más tarde tuvieron ocasión para el arrepentimiento (Hch.2:37); y otros hoy siguen culpando a los judíos por lo sucedido obstinados y entenebrecidos.

Es necesario recordar que había un motivo redentor para que el Mesías fuese clavado a un madero y levantado en resurrección: nuestra salvación.

240 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XVI) – El Mesías recibido (12)

Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle. Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole… Y todo el pueblo venía a él por la mañana, para oírle(Lucas 19:47,48; 21:38)

         Jesús ha entrado en Jerusalén. Son días preparatorios de la Pascua judía y las multitudes han acudido para celebrar la fiesta. El impacto de su entrada permanece. La ciudad está convulsionada. El drama se desarrolla en varias escenas paralelas. Una física con dos bandos bien diferenciados: el pueblo y las autoridades. Otra espiritual: era la hora de la potestad de las tinieblas (Lc.22:53). Dos dimensiones, un suceso.

Pero sigamos al pueblo, que ajeno a las múltiples manipulaciones de las autoridades, expresan el sentir de su corazón. Todo el pueblo estaba en suspenso oyéndole. Venían por la mañana para oírle. Estaban hambrientos de la palabra de Dios. Querían oír las palabras de gracia que salían de su boca.

Jesús apura sus últimos momentos para enseñar al pueblo (20:1). Le dijo al pueblo (20:9). Oyéndole todo el pueblo (20:45). No hay duda. El pueblo de Israel, los judíos, creían estar ante el Mesías prometido.

Paralelamente se desata toda una intriga maligna impulsada por las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes para zarandear al pueblo y cambiar su estado de ánimo.

¡Cuántos líderes de todo tipo se han prestado a esta manipulación diabólica! ¡Cuánta mentira y confusión estamos viviendo en estos días en España por la manipulación política de las autoridades separatistas catalanas que han llevado a parte del pueblo a una fascinación nacionalista irrefrenable!

Volvamos a Jerusalén. Los sacerdotes y escribas buscaban cómo matarle; pero temían al pueblo (22:2). Satanás entró en Judas (22:3). Las autoridades buscaban una oportunidad para entregar a Jesús, pero a espaldas del pueblo (22:6). Esta era la hora de la potestad de las tinieblas (22:53). Satanás pidió zarandear a los discípulos como a trigo; pero Jesús rogó por ellos para que no faltara su fe (22:31). Los argumentos presentados para acusar a Jesús: pervierte a la nación (23:2). Alborota al pueblo (23:5).

Finalmente, el pueblo, una parte de él, fue subyugado y se plegó temporalmente a la malignidad de sus líderes (23:13,18). Había división. Una parte de la multitud lloraba y hacía lamentación por él (23:27). Después del espectáculo de la cruz la multitud volvía golpeándose el pecho (23:48). El día de pentecostés volvieron en sí arrepentidos (Hch. 2:37; 3:17-26). Incluso ciertas autoridades y sacerdotes obedecieron a la fe (Hch.6:7).

         El pueblo de Israel no rechazó al Mesías, fue oído con delectación.

239 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XV) – El Mesías recibido (11)

Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos… Os digo que si estos callaran, las piedras clamarían (Lucas 19:37-40)

          La iglesia de Dios debe entender que el Mesías, rey de Israel, entró en Jerusalén siendo aclamado y recibido por las multitudes como el heredero del trono de David. Israel recibió a su Mesías. Toda la multitud de los discípulos se gozaba al verlo entrar en la ciudad del gran Rey. Le alabaron a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, lo cual era prueba de su identidad mesiánica. Su proclamación fue: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! Todo ello en medio de una explosión de júbilo y alabanza del pueblo en fiesta. Israel recibía a su Mesías.

Hemos enfatizado tanto el rechazo del pueblo judío a Jesús que no vemos lo que está escrito. Un velo ha cegado nuestro entendimiento. La soberbia de la Teología del Reemplazo ha llenado nuestros corazones de arrogancia impidiendo la revelación de Dios.

En medio de esa manifestación de júbilo que cumplía la Escritura de Zacarías (9:9), había también un sector del pueblo que maquinaba contra la verdad de Dios; paradójicamente eran los líderes religiosos, que al ver el júbilo y oír las proclamaciones de los discípulos dijeron al Maestro que los mandara callar. Una vez más nos encontramos ante la dualidad insalvable que se vivió en el Israel del primer siglo: El pueblo recibe a su Mesías, las autoridades le rechazan.

En este punto debemos comprender que la soberanía de Dios –una teológica que aplicamos a la vida cristiana pero la olvidamos en su relación con Israel y el misterio de su endurecimiento parcial para que el evangelio del reino alcanzara a los gentiles− así lo estableció; era necesario que todo esto aconteciera.

Por tanto, el rechazo de las autoridades judías del Mesías era parte del plan establecido de antemano en el consejo de Dios. Pero el pueblo le recibió. No lo olvidemos.

Jesús no escuchó la demanda de silencio de algunos de los fariseos, sino que dijo: si estos callaran, las piedras clamarían. El rey de Israel no silenció las expresiones de alabanza y júbilo del pueblo reconociendo en ellas la verdad de Dios sobre su reino. Un día, Israel le recibirá en su totalidad, y volverán a decir todos: Bendito el que viene en el nombre del Señor (Mt.23:39). Israel y la iglesia esperan ese día en Jerusalén.

         Jesús fue aclamado como rey en Jerusalén anticipando su regreso.

238 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XIV) – El Mesías recibido (10)

Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él (Lucas 13:17).

         También ponen de relieve los evangelios que las multitudes que rodeaban al Mesías mantenían opiniones diversas en torno a él, como en toda multitud, aunque en algunos casos, ciertos sectores eran especialmente contrarios a sus enseñanzas y obras. Sobre todo si alguna de ellas –recordemos que él hacía las obras que veía hacer al Padre (Jn.5:19), y que habían sido preparadas de antemano− se realizaba en el día de reposo. Fue el caso de una mujer atada durante dieciocho años por Satanás –palabras textuales de Jesús− y que fue sanada en día de reposo.

El principal de la sinagoga le reprochó haberlo hecho en ese momento y no otro día «cualquiera» de la semana que no entrara en conflicto con sus doctrinas herméticas. Una vez más vemos que el Mesías alza la voz para poner de relieve ante todos la hipocresía del «principal» −¡qué falta de sensibilidad!, diríamos hoy, podía haberlo hecho en privado− y sacar a luz las contradicciones insoportables que tienen «todos los sistemas religiosos».

Recordemos sus palabras: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo? Entonces, todos sus adversarios –Jesús tiene adversarios, y en muchos casos están dentro del sistema religioso establecido− se avergonzaron, −al menos en este caso tuvieron la decencia de comprender su hipocresía que había sido expuesta ante todos−.

Sin embargo, el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él. ¡Aleluya! Estamos una vez más ante la diferencia entre los gobernantes y el pueblo. Los líderes con sus intereses mezquinos, y el pueblo que no entiende de complicaciones teológicas pero comprende que una mujer ha sido libertada después de dieciocho años, y eso, al margen de complicadas interpretaciones doctrinales es motivo de regocijo comprendiendo la gloria que se manifestada en las obras del Señor.

Las multitudes le seguían, iban con él (14:25), pero él se volvía hacia ellos confrontándolos con las demandas del discipulado: el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. También le seguían publicanos y pecadores para oírle (15:1); ¡para oírle! Pero esto molestaba al sistema religioso y se lo reprochaban (15:2).

         Debemos comprender que Jesús fue recibido por el pueblo de Israel, aunque las autoridades se avergonzaban y buscaron la forma de evitarlo.

237 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XIII) – El Mesías recibido (9)

Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz… Y apiñándose las multitudes, comenzó a decir… En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban… (Lucas 11:27,29; 12:1)

         Una y otra vez encontramos a Jesús en los evangelios rodeado de multitudes. Es interesante notar cómo las personas expresaban en voz alta sus comentarios, poniendo de relieve una sociedad participativa, extrovertida y con libertad para manifestar sus opiniones sin rubor. En el primero de los casos que quiero comentar es una mujer la que alza su voz para decirle: bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste. Un vocabulario muy natural alejado de la imagen religiosa que se proyecta en muchos ámbitos cristianos. El Maestro y Mesías no se molesta por ellos, aunque siempre aprovecha la oportunidad para enseñar a las multitudes que le rodean: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.

A continuación la multitud se apiña en torno al él, tal vez percibiendo la irradiación de la gloria de Dios que manifestaba su presencia, queriendo obtener las bendiciones del Eterno sin atender al estado de sus propios corazones. El Señor los encara con su propia realidad, diciendo: Esta generación es mala… No parece impresionarle  el seguimiento masivo que hacían las gentes de su liderazgo; tampoco está dispuesto a sacar provecho personal, sino que le mueve la verdad que enfrentaba el estado espiritual de aquella generación. Y era mala porque buscaban señales que confirmaran sus conceptos preconcebidos acerca de cómo debía manifestarse el Mesías según sus criterios.

Estas actitudes se repiten hoy de la misma manera. Muchos se acercan a Jesús con ideas prefabricadas queriendo encontrar en él lo que de antemano piensan sobre su persona. Jesús se escapa una y otra vez de estas artimañas.

Luego vuelve la multitud a juntarse por millares, de tal forma que unos a otros se atropellaban (12:1). Quieren aprovechar aquel momento «mágico» que viven en torno a las impresionantes manifestaciones del poder de Dios en la vida del Hijo del Hombre. También ocurre hoy con ciertos liderazgos que se ponen de moda por un tiempo y las multitudes se arremolinan en torno a ellos.

Jesús, ajeno al interés por una imagen políticamente correcta, dice a sus discípulos delante de las multitudes: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Y cuando una persona entre la multitud pretendía aprovechar la ocasión para conseguir parte de la herencia de su hermano el Maestro elude la mediación y aprovecha para enseñar sobre los peligros de la avaricia (12:13,14).

         Jesús aparece una y otra vez en los evangelios rodeado de multitudes.