9 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – El pecado del hombre atrae el juicio de Dios

Después de la caídaEl pecado del hombre atrae el juicio de Dios

Y el Señor dijo: Borraré de la faz de la tierra al hombre que he creado, desde el hombre hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo, porque me pesa haberlos hecho  (Génesis 6:7 LBLA)

Estamos en la sociedad del tiempo de Noé. Por un lado vemos el aumento de la maldad en el hombre; por otro, que el intento de su corazón está inclinado solamente al mal. La manifestación del pecado le lleva a vivir de una forma que desagrada a Dios, incluso hasta el aborrecimiento. Dios es santo y el pecado está tan lejos de su naturaleza que le turba y entristece. Los acontecimientos en la tierra no son ajenos a Dios. El cielo percibe el comportamiento de los hombres. La tierra y sus habitantes no caminan  solos en medio de un Universo solitario.

El pecado del hombre no solo perturba al mismo hombre, sino que afecta a la propia creación y alcanza el lugar de la morada de Dios. Cuando el Señor vio que el intento del corazón del hombre era solo hacer el mal, le pesó en su corazón. Precisamente el ser humano que había creado a su imagen y semejanza se había corrompido de tal forma que ahora está pensando en corregirlo mediante un juicio sin precedentes.

La maldad tiene un recorrido propio hasta que Dios dice basta. Dios juzga al hombre por su pecado. Le hace responsable. La voluntad humana se ha posicionado contra la voluntad de Dios y su carácter, por tanto, el creador emite su juicio para frenar el aumento de la iniquidad. Jesús dijo que los días anteriores a su venida serían como en los días de Noé. Tal como ocurrió en los días de Noé, así será también en los días del hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos (Lc.17:26,27).

Una sociedad centrada en su propio bienestar material y terrenal vive descuidada, ajena al peligro que conlleva su propia disolución. La riqueza y el hedonismo adormecen al hombre en una muerte súbita, un sueño profundo producido por el frio glacial que le rodea, frío de ausencia de Dios, frío de una vida recta y alejada de la verdad.

El materialismo y consumismo nos han introducido en un clima espiritual de permisividad que ha cegado los ojos del entendimiento para que no veamos el peligro que nos acecha. El juicio de Dios está a la puerta, a un paso de que el «arca» se cierre y el hombre quede sin protección. Hoy nos protege la gracia. Hay ocasión para el arrepentimiento. Es día de salvación. Pero el tiempo es corto. No te demores.

         El pecado del hombre atrae el justo juicio de Dios, no lo ignoremos.

8 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – El pecado trae peso y tristeza a Dios

Después de la caídaEl pecado del hombre trae peso y tristeza a Dios

Y el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal. Y le pesó al Señor haber hecho al hombre en la tierra, y sintió tristeza en su corazón  (Génesis 6:5,6 LBLA)

El pecado se desarrolla rápidamente. Cuando los hombres pierden el temor de Dios se adentran con rapidez en una espiral de perversidad que no tiene límites. Puede ser manifestado en una sola persona, también en una familia, en una sociedad, nación o imperio. Hoy vivimos en un mundo globalizado y el pecado corre veloz y sin control por diversas vías.

Dios vio la maldad de los hombres, no escapó a sus ojos. Además puede ver la intención de los pensamientos del corazón. No solo cuando las obras se han ejecutado, sino cuando se están engendrando en el interior de la persona, cuando aún están ocultas a los demás hombres Dios ya las ha visto. Jesús es el que escudriña la mente y el corazón (Apc.2:23). La palabra de Dios tiene el potencial de discernir los pensamientos y las intenciones del corazón. El salmista nos dice: Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; desde lejos comprendes mis pensamientos… Aún antes de que haya palabra en mi boca, he aquí, oh Señor, tú ya la sabes toda… Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; es muy elevado, no lo puedo alcanzar (Salmos 139:1-6). El Señor mira desde los cielos; El ve a todos los hijos de los hombres. Desde el lugar de su morada El observa a todos los habitantes de la tierra; El, que modela el corazón de cada uno de ellos; El, que todas las obras de ellos entiende (Salmos 33:13-15).

Sin embargo, los hombres seguimos auto-engañándonos pretendiendo escondernos de Dios. Poner en duda el conocimiento que Dios tiene de nosotros acelera una vida de pecado y desenfreno. Por su parte aquellos que viven bajo el temor de Dios, sabiendo que tendrán que dar cuenta de sus hechos, respetarán a su prójimo, y su nación alejará el justo juicio de Dios.

Este texto parece asombrar al mismo Señor. Es sorprendente el aumento de la maldad, la rapidez de su acción y las consecuencias que se derivan de ello. Por ello le pesó en su corazón haber hecho al hombre y sintió tristeza en su corazón. Una sociedad donde la maldad se multiplica y las leyes son contrarias a la voluntad de Dios, produce ausencia de amor verdadero, de respeto a los demás, de honradez para gestionar los bienes públicos, desprecio por la propiedad privada, en definitiva, decadencia y por tanto, dolor, no solo a Dios, sino al mismo hombre.

         La maldad acumulada del hombre le derrota en su peor versión y trae peso y tristeza al corazón de Dios.

7 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – El pecado limita la vida del hombre

Después de la caídaEl pecado limita la vida del hombre

Y aconteció que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí mujeres de entre todas las que les gustaban. Entonces el Señor dijo: No contenderá mi Espíritu para siempre con el hombre, porque ciertamente él es carne. Serán, pues, sus días ciento veinte años  (Génesis 6:1-3 LBLA)

Este es uno de los pasajes de la Biblia que gusta a cierto tipo de creyentes, incluso a los incrédulos, para elucubrar con especulaciones acerca de quiénes son los hijos de Dios, si hombres o ángeles. Yo me inclino a pensar que todo el contexto de este pasaje está dirigido a los hombres, hay un juicio a los hombres, por tanto, no veo que los gigantes de la antigüedad tengan que ser el resultado de la unión entre mujeres y ángeles.

Dios dijo: No contenderá mi Espíritu para siempre con el hombre, y limitó su vida a ciento veinte años. De los casi mil años que habían vivido hasta ahora la limitación fue espectacular. Podemos concluir entonces que el pecado limita y acorta la vida del hombre. Pero no solo de los hombres, también de las sociedades, los pueblos, naciones e imperios.

Hay un tiempo cuando el pecado sube delante de Dios de tal forma que le hace intervenir en la tierra. Atrae sus juicios. Esta verdad aparece por toda la Biblia y seguimos ignorándola. Cuando Dios le prometió la tierra de Canaán a Abraham le dijo que tardaría en heredarla, porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí (Gn15:16) (Dt.9:5), por tanto, el juicio fue retenido.

La historia nos muestra que todos los imperios han sucumbido cuando entran en decadencia. Una vez que el pecado se multiplica en la sociedad acaba en el juicio de Dios (Apc.18:4,5). Es la historia de todos los imperios. Ocurrió con el mismísimo templo de Jerusalén.

En el texto que nos ocupa estamos en el periodo anterior a los días de Noé. La poligamia se había generalizado. Los hombres vivían seducidos por la hermosura de las mujeres llevándolo al extremo de caer en una vida sexual desenfrenada. El sexo vino a ser la práctica dominante. Se cometieron todo tipo de aberraciones (Ro.1:18-32). Este desenfreno atrajo el juicio de Dios y limitó la vida del ser humano a ciento veinte años.

La paciencia de Dios tiene límites. Quiere que los hombres vengan al arrepentimiento, pero si traspasamos los límites de su misericordia y gracia entramos irremediablemente en su juicio; somos desechados y podemos entrar en el tiempo cuando no hay lugar para el arrepentimiento. Hoy vivimos de lleno en este peligro.

         La atracción del pecado puede ser tan fuerte que ignoremos el juicio de Dios, y esta ignorancia sea la peor temeridad que podamos cometer.

6 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – Los hijos a imagen de los padres

Después de la caídaLos hijos a imagen y semejanza de los padres

Cuando Adán había vivido ciento treinta años, engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y le puso por nombre Set. Y los días de Adán después de haber engendrado a Set fueron ochocientos años, y engendró hijos e hijas. El total de los días que Adán vivió fue de novecientos treinta años y murió (Génesis 5:3-5 LBLA)

Caín había matado a su hermano Abel. El dolor invadió el corazón de sus padres. La primera familia experimentó en su seno el drama de la muerte de un hijo antes de tiempo. Entonces Adán conoció otra vez a su mujer y ella dio a luz un nuevo hijo; le puso por nombre Set, porque dijo ella: Dios me ha dado otro hijo en lugar de Abel.

A Set le nació también un hijo llamado Enós, y en el tiempo de Enós encontramos a los hombres invocando el nombre de Dios por primera vez (Gn. 4:25,26). Dios restituyó a Eva un hijo en lugar de Abel. Lo que la naturaleza de pecado en Caín había destruido, Dios lo restauró con nueva vida. Tenemos aquí dos naturalezas diferenciadas: muerte y vida. El pecado mata; el diablo ha venido a matar; Jesús ha venido para dar vida, nueva vida, la vida de Dios.

El nuevo hijo, Set, fue engendrado a semejanza e imagen de su padre. Dios creó a Adán a su imagen y semejanza, sin embargo, una vez introducido el pecado en el mundo, las nuevas generaciones fueron engendradas con la naturaleza caída del hombre. Adán… engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen.

La edad de los hombres pre-diluvianos alcanzaba casi un milenio. Adán vivió 930 años. Set 912 años. Enós 905 años. Cainán 910 años. Mahalaleel 895 años. Jared 962 años. Enoc 365 años, de ellos, trescientos los vivió con Dios. Enoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó (Gn.5:22-24). En Enoc tenemos el primer hombre que no pasó por el trance de la muerte. Fue transportado a la presencia de Dios sin pasar por el valle de muerte. Matusalén vivió 969 años. Lamec 777, padre de Noé. No se nos dice los años que vivió Caín, y su genealogía es contada por otro lado.

Todos ellos engendraron hijos e hijas. Vivieron casi mil años cada uno, lo cual da para engendrar muchos hijos e hijas. Después de Noé los años fueron acortados a 120 (Gn.6:3), y más tarde Moisés dice que los años del hombre son 70 y en los más robustos 80 (Sal. 90:10). Por tanto, el pecado acorta la vida del hombre.

Y Adán murió. El que había sido creado a imagen y semejanza de Dios, con una vida llena de su gloria, encontró la muerte a causa del pecado que había engendrado en su seno. La naturaleza caída condujo a la muerte.

         El pecado se hereda de padres a hijos y conduce a la muerte. Jesús, el Hijo del Hombre, el postrer Adán, nos devuelve la vida eterna de Dios.

5 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – El pecado se reproduce en los hijos

Después de la caídaEl pecado se reproduce en los hijos

 Y Lamec dijo a sus mujeres: Ada y Zila, oíd mi voz; mujeres de Lamec, prestad oído a mis palabras, pues he dado muerte a un hombre por haberme herido, y a un muchacho por haberme pegado  (Génesis 4:23 LBLA)

El pecado tiene la capacidad de perpetuarse. Los padres transmiten su herencia pecaminosa sobre los hijos. El apóstol Pablo nos dice que el pecado entró en el mundo por un hombre y el pecado pasó a todos los hombres, por cuánto todos pecaron. Hemos heredado la naturaleza de pecado.

Ahora bien, el pecado tiene muchas ramificaciones y diversas manifestaciones. No en todos los hombres se manifiesta de la misma manera aunque la matriz sea la misma. En unas familias o naciones el pecado toma forma predominante de avaricia, en otras de mentira, en otras ejerciendo dominio sobre los demás, y en otras mediante la violencia.

La simiente homicida de Caín había pasado a la quinta generación de sus descendientes. Esto es lo que vemos en el texto que nos ocupa. Caín tuvo un hijo que llamó Enoc, éste engendró a Irad, de quién nació Mehujael, luego fue engendrado Metusael y Metusael engendró a Lamec (Gn.4:17-19). Este Lamec —porque hay en la genealogía de Adán y su descendencia a través de Set otro Lamec que fue el padre de Noé— tomó para sí dos mujeres (Gn.4:19), delante de quienes fanfarroneó diciendo que había matado a dos hombres. Uno porque le había herido y al otro por haberle pegado. Era un hombre vengativo, lleno de violencia y que reprodujo el pecado de su padre Caín.

Está escrito que hay una vana manera de vivir que hemos heredado de nuestros padres (1 Pedro 1:18). También se escribió que Dios visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación (Éxodo 20:5).

Algunas manifestaciones concretas de pecado pueden ser traspasadas a los hijos. Lo vemos hoy trágicamente en padres violentos que reproducen el daño en sus propios hogares. Padres adúlteros que perpetúan el adulterio y los divorcios en algunos de sus hijos. Padres alcohólicos y drogadictos que transmiten ese pecado a los suyos. Pero también está escrito que un día, los días del Nuevo Pacto, cada uno pagará por su propio pecado. No se dirá más: Los padres comieron las uvas agrias y los  dientes de los hijos tienen la dentera, sino que cada cual morirá por su propia maldad (Jer.31:29-30). La sangre de Jesús, la sangre del Nuevo Pacto, tiene poder para redimirnos de la vana manera de vivir heredada de nuestros padres.

         El pecado en alguna de sus manifestaciones puede repetirse en los hijos, pero el que está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron.

4 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – El desarrollo y progresión del pecado

Después de la caídaEl desarrollo y progresión del pecado

 Y Caín dijo a su hermano Abel: vayamos al campo. Y aconteció que cuando estaban en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató  (Génesis 4:8)

El pecado no solo desemboca en muerte física de forma progresiva, sino que también puede acelerarla. La misma naturaleza pecaminosa ejerce su poder para manipular los procesos naturales y precipitar antes de tiempo su acción. Dios acotó esa posibilidad con el mandamiento: no matarás.

El pecado tiene una reacción rápida. Su progreso es muy veloz. Lo vemos pronto en el contenido bíblico. El primer hijo de Adán y Eva, que ya nació con la naturaleza de pecado, heredada de sus padres, pronto quedó atrapado en su red y desarrollo. Comenzó en su corazón ofreciendo a Dios una ofenda que no le fue agradable. Está escrito que sin fe es imposible agradar a Dios, por tanto, debemos concluir que la acción de Caín no estuvo motivada por la fe del corazón. Sin embargo, de su hermano se dice: Por la fe Abel ofreció a Dios un mejor sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó el testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y por la fe, estando muerto, todavía habla (Heb. 11:4).

Caín no fue movido por amor, sino por envidia. Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros; no como Caín que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas (1 Jn.3:11,12). Por tanto, en Caín no actuó ni la fe, ni el amor. Aunque tuvo obras, (ofreció su sacrificio), los motivos de su corazón estaban muy lejos de lo que agrada a Dios.

También está escrito: Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida (Pr.4:23). El corazón de Caín no era bueno porque el pecado se había desarrollado de una forma rápida en él. La pregunta es ¿por qué no ocurrió lo mismo en la vida de Abel? Dios le dijo a Caín: … el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo (Gn.4:7). La única manera de hacerlo es vivir cerca de Dios, andar con Dios, buscar a Dios. Caín no lo hizo. Abel sí. Por ello el pecado encontró una avenida amplia en el corazón del primer hijo de Adán y Eva para dar expresión a la voluntad de aquel que ha venido a matar, robar y destruir (Jn.10:10).

         El pecado encontrará vías amplías para acelerar su progresión en el corazón del hombre que no teme a Dios.

3 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – El dominio del pecado

Después de la caídaEl dominio del pecado

 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias  (Romanos 6:12 RV60)

A menudo los escépticos preguntan ¿qué es el pecado? Las respuestas que se han dado en muchos casos no son convincentes, por otro lado son muy confusas. El mundo religioso ha transmitido la idea de que el pecado es hacer cosas malas, lo cual está muy alejado de lo que la Escritura enseña sobre su naturaleza. El pecado es un dominio, un reino. El pecado produce muerte, es decir, nos introduce en sus dominios, el dominio de la muerte, el imperio de la muerte (Heb. 2:14).

El pecado es la entrada a este reino de muerte que está dominado por Satanás, el que tenía el imperio de la muerte y tiraniza por el temor a la muerte a todos los hombres. Por tanto, el pecado reinó para muerte (Rom. 5:21). Por la transgresión de uno solo reinó la muerte (Ro.5:17). Reinó la muerte desde Adán hasta Moisés (Rom. 5:14). El pecado es un poder que tiraniza al hombre desde su misma concepción, porque lo hereda del primer hombre, está en su misma naturaleza, si es hombre recibe la herencia del hombre.

Nacemos bajo el reinado del pecado y la muerte. El que domina este reino nos domina a nosotros. Nacemos muertos en delitos y pecados. Separados de Dios pero unidos a la naturaleza del mal que ejerce su tiranía sobre el hombre y no le deja cumplir el propósito divino. El corazón del hombre está inclinado al mal. No somos malos porque pecamos, si no que pecamos porque somos y nacemos en pecado.

El hombre no es bueno por naturaleza y viene a ser malo por las circunstancias externas, si no que es malo por naturaleza y afecta a todas sus circunstancias con su inclinación al mal. Cuando el texto que tenemos arriba nos dice: no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias, está hablando a hombres y mujeres redimidos que ahora sí tienen la capacidad de no someterse al pecado porque han sido rescatados del que tenía el poder del pecado, son propiedad de otro, de aquel que los redimió para vivir el tiempo que resta para la gloria de Dios.

La naturaleza pecaminosa ha producido en el hombre muerte, juicio y condenación. Por la transgresión de aquel uno murieron los muchos (5:15). El juicio vino a causa de un solo pecado para condenación (5:16). Por la transgresión de uno solo reinó la muerte (5:17). Por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres (5:18). Por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores (5:19). Todo ello nos conduce al reino del pecado para muerte (5:21).

         El dominio del pecado ha colocado al hombre en una necesidad vital de recibir liberación a través de la redención.

2 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – La entrada del pecado en el mundo

Después de la caídaLa entrada del pecado en el mundo

Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron  (Romanos 5:12)

En una serie anterior de nuestro tema vimos que el mal es pre-adámico, apareció antes de la creación del hombre y la tierra. Vimos la lucha cósmica que tuvo lugar en alguno de los lugares celestiales. El ángel caído fue lleno de iniquidad y su naturaleza transformada en Satanás, el adversario de Dios. El mundo que Dios creó estaba libre de esa naturaleza, por tanto, necesitaba de una puerta de entrada para invadir el ámbito terrenal, donde Dios había puesto al hombre y la mujer.

Esa puerta de entrada necesariamente debía ser el hombre, aquel que había recibido el dominio de la tierra para sojuzgarla y trabajarla. Satanás lo sabía, por ello trazó una estrategia para acceder, a través de la mujer, hasta el mismo corazón del «señor», o «mayordomo« que ejercía su autoridad bajo la soberanía de Dios. Si Satanás conseguía engañar al hombre e introducir su misma naturaleza rebelde en él, no solo lo apartaría de Dios, sino que usurparía el dominio que le había sido dado sobre la creación terrenal.

Habiendo conseguido engañar a Eva, mediante la astucia de la serpiente, quedaba un  paso para acceder a la cabeza de la mujer, el varón, y penetrar así en su dominio. El diablo dio un pequeño rodeo a través de la mujer, pero su estrategia era atrapar al hombre en su red y robarle la autoridad delegada que Dios le había dado sobre la creación. Por eso el apóstol Pablo nos dice que el pecado entró en el mundo por un hombre. La responsabilidad fue del hombre. Dios se la demandó.

El primer Adán dio entrada al pecado, produciendo la muerte, que significa separación de Dios, alejados de Dios —la muerte física vendría después como consecuencia irreversible del pecado, y la separación que ya se había producido, es decir, la muerte espiritual fue la primera consecuencia evidente de la caída— y por tanto, a merced del dominio del usurpador, Satanás. Así se iniciaba el imperio de la muerte.

El pecado se extendió a toda la descendencia de Adán, (porque todos heredaron su simiente contaminada ahora con la naturaleza del mal que ya existía en el diablo), y todos los hombres pecaron. El pecado y la muerte han pasado a todos los hombres. La paga del pecado es muerte. Necesitamos al postrer Adán, el Mesías y simiente de la mujer, que ha vencido el pecado y la muerte para poder regresar a la vida de Dios.

         El pecado entró en el mundo por un hombre, −somos responsables−, y por el pecado la muerte se extendió a todos los hombres.

1 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – A modo de introducción

¿Qué  es el hombre?

Serie – 5 

“Después de la caída”

 

ÍNDICE:

  1. A modo de introducción
  2. La entrada del pecado en el mundo
  3. El dominio del pecado
  4. El desarrollo y progresión del pecado
  5. El pecado se repite en los hijos
  6. Los hijos a imagen y semejanza de los padres
  7. El pecado limita la vida del hombre
  8. El pecado del hombre trae peso y tristeza a Dios
  9. El pecado del hombre atrae el juicio de Dios
  10. Donde abunda el pecado sobreabunda la gracia
  11. Una generación corrupta no impide andar con Dios
  12. El pecado corrompe la tierra y la llena de violencia
  13. La corrupción no pasa desapercibida en el cielo
  14. La corrupción activa el juicio de Dios
  15. La paciencia de Dios duró cien años

Nota: En esta serie he usado la versión de la Biblia de las Américas (LBLA).

 

Después de la caídaA modo de introducción

 … el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo  (Génesis 4:7)

Una nueva naturaleza pecaminosa vino a formar parte del ser humano produciendo una alteración dramática en su devenir vital. El pecado no es solo hacer cosas malas, es un poder dominante. Hacer lo malo es la consecuencia de un mal mayor: la naturaleza de pecado. Este término teológico, tan denostado y olvidado en la sociedad postmoderna, irrumpió en el hombre desde el principio. La naturaleza rebelde y soberbia del ángel caído se había trasplantado al mismo corazón del hombre, vino a formar parte intrínseca de su ser. Esa realidad produjo el dominio de Satanás sobre el hombre, y éste participa ahora de su misma naturaleza.

El hombre experimentó una dualidad, una lucha interna que lo mantendrá en esclavitud por cuánto no tiene capacidad para vencer el mal. Una mancha de aceite imparable se ha extendido sobre la naturaleza humana. El hombre ha quedado a merced de un dominio, un poder que le subyuga y le impide hacer lo que desea, lo tiraniza, por cuanto escogió emanciparse del Creador. Una potestad espiritual vino a ocupar el trono de su voluntad. La Biblia lo llama el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que opera en los hijos de desobediencia.

La secuencia bíblica muestra que la concepción del primer hijo vino después de la caída. Adán y Eva habían sido expulsados de Edén. Una naturaleza rebelde y llena de concupiscencia se apoderó de sus deseos. Parece que el apetito sexual de yacer con su mujer cobró una nueva dimensión. La desnudez de la gloria de Dios produjo una mirada distinta que reactivó en ellos el deseo sexual. Y el hombre conoció a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín, y dijo: He adquirido varón con la ayuda del Señor.

Poco más tarde Eva volvió a quedar embarazada. Después dio a luz a su hermano Abel. La naturaleza de pecado pronto hizo su aparición en el primer hijo matando a su hermano. El pecado estaba a la puerta de sus acciones y lo codiciaba, dice el texto, pero tú debes dominarlo. Caín no pudo y fue vencido por el mal. La naturaleza del homicida (Juan 8:44) produjo en él las obras de su carácter.

El pecado es una naturaleza mala, un cáncer que se extiende rápidamente y lo contamina todo. Lo vemos bien pronto en la manifestación de las obras de Caín, modelo de todos aquellos que eligen matar a sus hermanos. En él descubrimos la naturaleza del diablo que ha venido a matar, robar y destruir.

         La consecuencia de la caída trajo consigo la naturaleza del mal que tomó dominio sobre el hombre de una forma imparable.

20 – LA CAÍDA (Final) – Echados del paraíso

La caídaEchados del paraíso como Lucifer del cielo

Y el Señor Dios lo echó del huerto del Edén, para que labrara la tierra de la cual fue tomado  (Génesis 3:23)

Las condiciones de vida del hombre en la tierra sufrieron una transformación inevitable. El pecado nos echa fuera de la presencia de Dios. Lucifer fue arrojado del cielo por su rebelión contra Dios. El hombre fue expulsado de Edén a causa de la misma naturaleza de rebelión a la voluntad divina. Se había reproducido la transgresión celestial en el ámbito terrenal. Con una diferencia. Para el hombre hubo un camino de redención para recuperar la gloria perdida; sin embargo, para Lucifer no hubo posibilidad de regresar a la posición abandonada.

No hay redención para Satanás y sus ángeles caídos. Y a los ángeles que no conservaron su señorío original, sino que abandonaron su morada legítima, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas para el juicio del gran día (Judas 6). Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a fosos de tinieblas, reservados para juicio (2 Pedro 2:4). El autor a los Hebreos dice: Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham (Hebreos 2:16).

La voluntad soberana de Dios así lo ha querido. De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito…. A Dios le ha placido daros el reino. Alto es, no lo puedo comprender (Salmos 139:6). En este momento podríamos volver a preguntarnos: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes?

El camino de vuelta al paraíso perdido será un proceso gradual. Un recorrido revelado en las Escrituras como mensaje central. En Génesis el hombre fue alejado del árbol de la vida para que no tomara de él y viviera en pecado para siempre. En Apocalipsis volvemos a reencontrarnos con el mismo árbol. El camino de regreso ha sido abierto a través del Mesías. Como está escrito: Yo soy el camino (Jn.14:6).

Por otra parte, el vacío del hombre desde la pérdida del propósito original de Dios, hasta reencontrarse con su destino eterno, viene a ser y estar lleno de insatisfacción y frustración. La búsqueda para llenarlo le llevará a inventar todo tipo de religiones que alivien su impotencia y amortigüen su caída.

El hombre ha quedado a merced del príncipe de la potestad del aire, el espíritu que opera en los hijos de desobediencia. La simiente de la mujer, (que ya ha venido en la persona del Mesías de Israel),  se ha encarnado, muestra el camino de regreso, liberta al hombre de la naturaleza caída de pecado, ha vencido a la simiente de la serpiente, y viste de nuevo al hombre regenerado para llevarlo de vuelta al paraíso perdido.

         La pérdida del Edén introdujo al hombre en una tierra hostil que debía trabajar hasta encontrar el camino de vuelta al hogar perdido.