El pecado del hombre atrae el juicio de Dios
Y el Señor dijo: Borraré de la faz de la tierra al hombre que he creado, desde el hombre hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo, porque me pesa haberlos hecho (Génesis 6:7 LBLA)
Estamos en la sociedad del tiempo de Noé. Por un lado vemos el aumento de la maldad en el hombre; por otro, que el intento de su corazón está inclinado solamente al mal. La manifestación del pecado le lleva a vivir de una forma que desagrada a Dios, incluso hasta el aborrecimiento. Dios es santo y el pecado está tan lejos de su naturaleza que le turba y entristece. Los acontecimientos en la tierra no son ajenos a Dios. El cielo percibe el comportamiento de los hombres. La tierra y sus habitantes no caminan solos en medio de un Universo solitario.
El pecado del hombre no solo perturba al mismo hombre, sino que afecta a la propia creación y alcanza el lugar de la morada de Dios. Cuando el Señor vio que el intento del corazón del hombre era solo hacer el mal, le pesó en su corazón. Precisamente el ser humano que había creado a su imagen y semejanza se había corrompido de tal forma que ahora está pensando en corregirlo mediante un juicio sin precedentes.
La maldad tiene un recorrido propio hasta que Dios dice basta. Dios juzga al hombre por su pecado. Le hace responsable. La voluntad humana se ha posicionado contra la voluntad de Dios y su carácter, por tanto, el creador emite su juicio para frenar el aumento de la iniquidad. Jesús dijo que los días anteriores a su venida serían como en los días de Noé. Tal como ocurrió en los días de Noé, así será también en los días del hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos (Lc.17:26,27).
Una sociedad centrada en su propio bienestar material y terrenal vive descuidada, ajena al peligro que conlleva su propia disolución. La riqueza y el hedonismo adormecen al hombre en una muerte súbita, un sueño profundo producido por el frio glacial que le rodea, frío de ausencia de Dios, frío de una vida recta y alejada de la verdad.
El materialismo y consumismo nos han introducido en un clima espiritual de permisividad que ha cegado los ojos del entendimiento para que no veamos el peligro que nos acecha. El juicio de Dios está a la puerta, a un paso de que el «arca» se cierre y el hombre quede sin protección. Hoy nos protege la gracia. Hay ocasión para el arrepentimiento. Es día de salvación. Pero el tiempo es corto. No te demores.
El pecado del hombre atrae el justo juicio de Dios, no lo ignoremos.