GRATITUD Y ALABANZA ( 10 ) – Sacrificio y alabanza ( 5 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1Sacrificios de alabanza y gratitud (5)

Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente… (Salmos 42:1,2 LBLA).

El alma humana es uno de los grandes temas de la Biblia. Encontramos en ella tantas y diversas manifestaciones de su acción que es el mejor libro para su descubrimiento y conocimiento. Dios le ha dado un valor inmenso a la vida —alma— del hombre. Tal es así, que envió a su Hijo a la cruz del Calvario para rescatarla de las garras del pecado y la muerte. Jesús enseñó que «todo aquel que quiera salvar su vida —alma—, la perderá; y todo el que pierda su vida —alma— por causa de mí, la hallará. Porque ¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?» (Mateo 16:25,26).

Las grandes manifestaciones de egocentrismo en nuestra generación ponen de manifiesto la pérdida del alma. Hemos perdido el alma. Y lo hemos hecho porque estamos tratando de salvarla. Hemos entregado nuestra alma (emociones, pasiones, voluntad, razonamiento) a los placeres temporales del pecado y nos hemos encontrado con el vacío, la vacuidad, el sinsentido y el pozo de la desesperación. Nuestra alma, creada por Dios, solo está satisfecha y completa en Él. Por eso el salmista de nuestro texto anhela y suspira, —como un ciervo lo hace por las aguas—, por el Dios de su salvación. Y lo hace no por cualquier divinidad del acerbo religioso, sino por el Dios viviente, el único Dios vivo, el Dios de Israel. Reconoce el abatimiento de su alma por la sequía espiritual que experimenta. ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Se acuerda de otro tiempo cuando conducía a la multitud entre voces de alegría a la casa de Dios. Y se responde: Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.

Yo recuerdo también las marchas de alabanza que hacíamos por las calles de la provincia de Toledo. Algunos subidos en un camión con remolque abierto cantando y proclamando el nombre de Jesús. Otros detrás danzando y aclamando al Rey. En esos momentos siempre me acordaba de la entraba de Jesús en Jerusalén donde fue aclamado por la multitud: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! (Mateo 21:9). Nuestra alma encuentra regocijo y descanso solamente en Él. Como dice otro salmista: En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación… Alma mía, en Dios solamente reposa (Salmos 62:1,5). Los conciertos de música profana y sexual pretenden reemplazar este anhelo del alma por ser satisfecha, pero solo en Dios encontrará el descanso y la vida verdadera. Solo Jesús redime el alma.

         El anhelo, suspiro y sed del alma humana encuentran solamente en Dios una respuesta verdadera y eterna porque de Él viene mi salvación.

GRATITUD Y ALABANZA ( 9 ) – Sacrificio de alabanza ( 4 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1Sacrificios de alabanza y gratitud (4)

Bendeciré al Señor en todo tiempo; continuamente estará su alabanza en mi boca. En el Señor se gloriará mi alma; lo oirán los humildes y se regocijarán. Engrandeced al Señor conmigo, y exaltemos a una su nombre. Busqué al Señor, y Él me respondió, y me libró de todos mis temores (Salmos 34:1-4 LBLA).

A lo largo de nuestras vidas atravesamos un sinfín de circunstancias muy diversas. Vivimos etapas de gran regocijo con otras de duelo y dolor. Todas ellas forman parte del devenir humano, el peregrinaje al que estamos llamados como hijos de Dios. La Escritura no ignora esta realidad en sus múltiples facetas. El apóstol Santiago escribe: ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados (Santiago 5:13-15).

Afligidos, alegres o enfermos, todas ellas experiencias que se presentan en nuestras vidas en alguna ocasión. Hay una respuesta para cada una de ellas, pero la que las une a todas en una misma expresión es la que nos da el salmista en nuestro salmo: Bendeciré al Señor en todo tiempo. Porque nuestra adoración y exaltación a Dios no depende de las circunstancias sino de nuestro corazón rendido a su soberanía. Él es Señor, y como tal, en todo momento recibe nuestra alabanza y gratitud, al margen de cuáles sean nuestras circunstancias. Tal vez no podremos expresarlas siempre con el mismo tono vigoroso, pero en nuestros corazones hay un adorador que le ama y bendice en todo tiempo.

Cuando recibí del Señor el impulso para iniciar esta nueva serie sobre gratitud y alabanza estaba atravesando un periodo de dolor en mi vida. Había tenido una crisis de próstata una madrugada de hace quince días, tuve que ir a urgencias médicas donde me colocaran una sonda vesical para poder vaciar la vejiga. Así he estado las últimas dos semanas hasta que hoy mismo me la han quitado. Durante estos días de baja laboral comprendí que debía comenzar este nuevo tema precisamente sobre la gratitud. No es fácil. Hay dolor, preocupación, incertidumbre, malestar, la vida se torna distinta. Como suelo decir: que mal se está cuando se está mal. Sin embargo, la Escritura dice: Continuamente estará su alabanza en mi boca… Engrandeced al Señor conmigo, y exaltemos a una su nombre… Lo he cantado en multitud de ocasiones a lo largo de mi vida: ¡me libro de todos mis temores!

         Suave y hermosa es la alabanza. Bendeciré al Señor en todo tiempo. En el Señor se gloriará mi alma. Lo busqué y Él me oyó… Alabado sea.

GRATITUD Y ALABANZA (8) – Sacrificio de alabanza (3)

GRATITUD Y ALABANZA - 1Sacrificios de alabanza y gratitud (3)

Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel (Salmos 22:3 RV-60). Sin embargo, tú eres santo; estás entronizado en las alabanzas de Israel (Salmos 22:3 NTV).

La alabanza de un corazón rendido al Dios de Israel tiene el potencial para manifestar su presencia en medio nuestro. Dios habita en medio de un pueblo que le adora. Es la misma experiencia cuando los patriarcas levantaban un altar en algún lugar determinado. Israel es nuestro modelo. Una vez construido el tabernáculo según el diseño que el Señor le había mostrado en el monte la gloria de Dios lo llenó con su presencia. Cuando fue levantado el templo en Jerusalén en días del rey Salomón, y habiendo invocado su nombre en oración, la gloria de Dios llenó la casa. Se hizo presente. Cuando la adoración verdadera se prostituyó con ídolos de naciones foráneas su presencia abandonó el templo quedando el pueblo desprotegido y a merced de sus enemigos.

Una vez que el profeta Elías reconstruyó el altar del Señor que estaba arruinado por el culto a Baal, el fuego del cielo cayó y consumió el holocausto. Cuando el nuevo pacto quedó establecido mediante la sangre de Jesús, y el Espíritu de Dios vino a morar en todos aquellos que le invocan, fuimos hechos templo del Espíritu para ofrecer nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es nuestro culto racional (Romanos 12:1). Ofrecemos sacrificios de alabanza, es decir, el fruto de labios que confiesan su nombre (Hebreos 13:15). Hemos venido a ser, (después de acercarnos a Jesús, que como piedra viva fue desechada por los hombres, aunque escogida y preciosa para Dios), piedras vivas para ser edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, ofreciendo sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo (1Pedro 2:4,5).

El texto del salmo que estamos meditando comienza con desamparo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Es el desamparo del Mesías en la cruz y el nuestro en algunas experiencias de la vida. Sin embargo, esa falta de respuesta se convirtió en la verdad de que Dios habita en medio de la alabanza, poniendo su trono —entronizado dice la versión NTV— en medio de la angustia por el sentimiento de abandono. El rey Josafat vivió un episodio de gran presión cuando se juntaron sus enemigos para invadir Judá. Después de humillarse y buscar al Señor, está escrito: Cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso… emboscadas… y se mataron los unos a los otros (2 Crónicas 20:22). El Señor había puesto su trono en medio de ellos.

         Dios hace su habitación (tabernáculo) poniendo su trono en medio de la alabanza y gratitud.

GRATITUD Y ALABANZA (7) – Sacrificio de alabanza (2)

GRATITUD Y ALABANZA - 1Sacrificios de alabanza y gratitud (2)

Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste. Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? (Salmos 8:3,4).

El hombre ha sido puesto en un entorno magnifico: la maravillosa creación de Dios. A medida que adquirimos consciencia del mundo que nos rodea; la armonía y belleza de todo lo creado; quedamos perplejos y henchidos por la hermosura que penetra por todos nuestros sentidos. El salmista lo está haciendo en este salmo. ¡Cuando veo tus cielos! En otro lugar dice: Alzaré mis ojos a los montes. Jesús enseña que la lámpara del cuerpo es el ojo, si nuestro ojo es bueno, todo nuestro cuerpo estará lleno de luz. Una mirada a la creación puede producir en nosotros alabanza y gratitud, o por el contrario, idolatría e ingratitud. Muchos han sido hechizados por el culto a los astros, la astrología y el horóscopo cuando miran los cielos. Fue lo que hicieron los antiguos caldeos o babilonios. Otros han hecho de las imponentes montañas un lugar de ídolos robándole la gloria al Dios Creador.

Nuestro salmista ve al Hacedor, al Altísimo, que se reveló a los patriarcas, reconociendo que su nombre es glorioso en toda la tierra y su gloria ha sido puesta sobre los cielos (8:1). También ve la precariedad del hombre, y se asombra que el Omnipotente Dios tenga de él memoria y lo visite, se manifieste a él a través de las cosas creadas, le haya hecho poco menor que los ángeles, coronado de gloria y honra, y le haya hecho señor sobre las obras de sus manos para que gobierne en la tierra (8:5,6). Nuestra respuesta a esta obra y misión dada por el Creador determina de qué espíritu somos. Podemos responder con gratitud y alabanza, o por el contrario con idolatría y rebelión.

Nuestra sociedad, mayoritariamente en lo que llamamos occidente, ha respondido con ingratitud, desprecio, arrogancia y egoísmo, haciendo del hombre el centro de todas las cosas. Apropiándose de los recursos con codicia y sucios negocios de las élites globalistas que acumulan la riqueza de las naciones para someternos a una tiranía al estilo de Nimrod en la llanura de Sinar. Sin embargo, los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (Salmos 19:1). Hay un pueblo bendito del Señor que reconoce que Él hizo los cielos y la tierra. Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres (Salmos 115:16). Este pueblo que reconoce las obras de Dios le alabará viviendo sus días con gratitud, cuidando de la tierra, que ha sido puesta a su cuidado para trabajarla y generar los recursos que supla sus necesidades.

         Cuando vemos la gloria de Dios en su creación podemos responder con idolatría y rebelión, o por el contrario con gratitud y alabanza.    

GRATITUD Y ALABANZA (6) – Sacrificio de alabanza (1)

GRATITUD Y ALABANZA - 1Sacrificios de alabanza y gratitud (1)

El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios (Salmos 50:23 RV-60).

La adoración en el tiempo de los patriarcas se centraba alrededor de un altar, en ese lugar se elevaban sacrificios al único Dios junto con la invocación de su nombre, las acciones de gracias y peticiones para ser guiado en su peregrinaje. Esos lugares eran centros de adoración y memoria por la revelación de Dios al caminar con Él. Lo hizo Noé y los padres de la nación hebrea: Abraham, Isaac y Jacob. Más adelante el Señor le dio a Moisés un modelo de sacrificios para realizar en el tabernáculo del desierto, que culminaría con la construcción del templo de Salomón en el lugar escogido por Dios para ello. Todo este ritual no era más que una sombra de la verdadera adoración que Dios manifestaría con la llegada del Mesías.

Preguntado por una mujer samaritana si debían adorar en un monte u otro, Jesús respondió: La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren (Juan 4:23,24). Esta revelación ya estaba presente en el Antiguo Testamento. Los verdaderos adoradores sabían que los sacrificios de animales eran provisionales y sombra de la verdadera adoración del corazón. El profeta Samuel sabía que obedecer es mejor que los sacrificios; y el prestar atención mejor que la grosura de los carneros (1 Samuel 15:22). Salomón entendía que los cielos no pueden contener al Altísimo, mucho menos la casa que él había construido. El mismo autor de nuestro salmo escribió que el Señor no tomará de tu casa becerros, ni machos cabríos de tus apriscos. Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados. Y concluye: Sacrifica a Dios alabanza (Salmos 50:7-14). El que lo hace le honrará. Y añade que a la alabanza y la acción de gracias le debe seguir una vida ordenada, andar en novedad de vida, esa es la salvación de Dios.

El mensaje central del evangelio de Jesús es: Amar a Dios con todo el corazón… y al prójimo como a ti mismo. Los que le aman le adoran y sirven con gratitud. Como dijo el profeta Miqueas: ¿Con qué me presentaré ante YHVH, y adoraré al Dios Altísimo?… él te ha declarado lo que es bueno… hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios (Miqueas 6:6-8). Eso es sacrificar alabanza y honrarle. Haremos un breve recorrido por el libro de Salmos para encontrarnos con esta verdad libertadora que supera ampliamente todo tipo de ritual.

         Honrar a Dios es posible cuando le adoramos y ordenamos nuestro camino en obediencia. Él honrará a los que le honran (1 Samuel 2:30).

GRATITUD Y ALABANZA (5) – Un altar de gratitud (3)

GRATITUD Y ALABANZA - 1Un altar de gratitud (3)

Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios…  (Romanos 4:19,20)

A toda confesión de fe le viene su hora de la prueba. Invocar el nombre de Jesús no es algo mágico. Algunos lo hicieron, como los hijos de un tal Esceva. Estos intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. Pero respondió el espíritu malo, diciendo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? (Hechos 19:13-15).

También el padre de la fe tuvo su hora de la prueba. Después de varios años de haber recibido la promesa de Dios de que tendría un hijo de Sara, la realidad física se imponía y la promesa no se cumplía. Llegado a los cien años y su mujer habiendo perdido la costumbre de las mujeres, las circunstancias diarias eran inciertas. Muchos habrían abandonado la esperanza del cumplimiento de la promesa recibida, hubieran usado razonamientos para aceptar lo que parecía inevitable. Sin embargo, el padre de la fe, haciendo honor a su patriarcado, no solo no se debilitó en la fe, sino que se fortaleció en esas circunstancias adversas, y lo hizo dando gloria a Dios, alabando al Señor por su fidelidad, agradecido porque la palabra de Dios que sale de su boca no vuelve a Él vacía sin cumplir el propósito para el cual ha sido enviada.

Abraham, una vez más, se puso en camino rumbo al monte Moriah, donde el Señor le había dicho que la promesa ya cumplida debía sacrificarla en el altar. Su hijo Isaac, tan querido y esperado, debería ser entregado en las manos del Proveedor. La fe se alzó a cotas insuperables. El hombre que conoce a su Dios se esfuerza y camina tres días, con sus noches, rumbo al altar del sacrificio. Y en aquel lugar de adoración una nueva revelación de Dios encumbró al patriarca: Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto (Génesis 22:14). El Altísimo había provisto un carnero ocupando el lugar del hijo amado de la promesa.

Así es el amor de Dios. Levantó un altar en el monte de la Calavera ofreciendo a su Hijo, para que todo aquel que en él crea, no se pierda, sino que tenga vida eterna. En el altar de Dios hay un sacrificio único, irrepetible, hecho una vez y para siempre, cuya sangre nos limpia de todo pecado y sana nuestras heridas. El Justo por los injustos para llevarnos a Dios. Abraham se fortaleció en fe dando gloria a Dios. Nuestra fe también se fortalece mediante la gratitud y alabanza por el don inefable.

         El altar de alabanza y gratitud siempre nos fortalecerá en la prueba.

GRATITUD Y ALABANZA (4) – Un altar de gratitud (2)

GRATITUD Y ALABANZA - 1Un altar de gratitud (2)

Luego se pasó de allí [Abram] a un monte al oriente de Betel, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí un altar al Señor, e invocó el nombre del Señor  (Génesis 12:8)

La fe bíblica es una invocación. Esa invocación es de un nombre, el nombre de Dios en sus múltiples facetas, una confesión de viva voz que brota de la fe del corazón y que ata a la persona a la divinidad y sus mandamientos. En el caso de la fe judía es la Shemá, que dice: Escucha Israel, Hashem es nuestro Dios, Hashem es Uno (Deuteronomio 6:4). Los profetas de Israel la concretaron en esta expresión: Y todo aquel que invocare el nombre de YHVH será salvo (Joel 2:32). Recogido en el primer discurso del apóstol Pedro el día de Pentecostés: Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne… Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo (Hechos 2:16,17,21). Una versión más amplia la encontramos en la enseñanza del apóstol Pablo: Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa [se invoca] para salvación (Romanos 10:9-10); resumiéndolo un poco más adelante con las mismas palabras de Joel y Pedro: porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo (Romanos 10:13).

Esta verdad central la encontramos en la vida Abraham y los patriarcas. Ellos construyeron altares donde invocaron el nombre del Altísimo que se les había revelado como el único Dios. Esa invocación significa esconderse bajo la protección del Todopoderoso, poner nuestras vidas en sus manos, andar nuestro peregrinaje bajo la sombra de sus alas, escondidos en la habitación que crea nuestra confesión/invocación de corazón y fe. Como dice el salmista: El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo al Señor: esperanza mía, y castillo mío; mi Dios en quién confiaré (Salmos 91:1,2).

Esa invocación fue liberada en mi vida el verano de 1980 estando en un culto de oración en la iglesia pentecostal de Lérida. Durante más de una hora mi oración/invocación/proclamación fue: ¡Gracias Señor! Todo mi ser fue conmovido ese día y una gratitud inmensa brotó de mis labios que me transformó para siempre. Salí de aquella reunión para regresar al cuartel, donde realizaba mi servicio militar, con el deseo ferviente de hablar a todo el mundo de la fe en el Hijo de Dios, de Jesús, el que me había salvado. La gratitud había comenzado su obra de transformación en mi vida.

         Levantar un altar de gratitud al Señor, invocando su nombre, colocará nuestras vidas bajo la sombra de sus alas, escondidos en Él.

GRATITUD Y ALABANZA (3) – Un altar de gratitud (1)

GRATITUD Y ALABANZA - 1Un altar de gratitud (1)

Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-él, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú… subamos a Bet-el; y haré allí un altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado… Y llegó a Luz, que está en tierra de Canaán (ésta es Bet-el), él y todo el pueblo que con él estaba. Y edificó allí un altar, y llamó al lugar El-bet-el, porque allí le había aparecido Dios, cuando huía de su hermano  (Génesis 35:1-7)

Este tema sobre la gratitud comenzó a tomar forma en mi interior un domingo del año 2017 cuando me disponía a salir de casa para ir a buscar el coche y esperar a mi familia para congregarnos con los hermanos en el culto dominical. Al bajar las escaleras resbalé y caí hacía atrás, de tal forma que pude apreciar lo cerca que estuve de lesionarme la columna vertebral. La esquina de uno de los escalones quedó a milésimas de golpear mi espalda, lo que pudo haber desencadenado una lesión seguramente grave. Instantáneamente fui consciente de las posibles consecuencias de aquella caída, por lo que nada más levantarme elevé una oración de gratitud al Señor por haberme librado en aquella hora. Esa experiencia permaneció en mi conciencia durante toda la mañana, de tal forma que comenzaron a fluir en mi mente textos bíblicos que hablan de la gratitud. Fui anotándolos en hojas sueltas y decidí comprar una nueva Biblia para estudiar y colorear todos los textos que nos enseñan sobre gratitud y alabanza. Así comenzó este estudio que ahora, varios años después, he podido comenzar a desarrollar y escribir.

Hay experiencias que nos marcan y reorientan nuestras vidas. La del patriarca Jacob es una de ellas. Huyendo de su hermano Esaú levantó un altar al Dios que se le había aparecido al salir de la casa de sus padres. Ahora, después de más de veinte años, regresaba al mismo lugar, teniendo miedo de reencontrarse con su hermano, pero el Señor le libró de sus temores, y una vez más levantó un altar en el mismo lugar donde se le había aparecido en el inicio de su andadura. Ese altar vino a ser un lugar de adoración, alabanza, invocación y gratitud. Es hacer memoria recordando la bendición del Hacedor en su vida.

Para mí, —y espero que también para todos vosotros—, el recorrido por las páginas de estas meditaciones será un altar de gratitud elevando al Dios de toda gracia nuestro sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre (Hebreos 13:15). Como piedras vivas y casa espiritual, ofrezcamos sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo (1 Pedro 2:5).

         Paremos un momento nuestra vorágine cotidiana y elevemos a Dios nuestra ofrenda de gratitud y alabanza invocando su nombre.

GRATITUD Y ALABANZA (2) – Introducción (2)

GRATITUD Y ALABANZA - 1GRATITUD Y ALABANZA – Introducción (2)

Te den gracias los pueblos, oh Dios, todos los pueblos te den gracias (Salmos 67:3 LBLA). Te alaben los pueblos, oh Dios; todos los pueblos te alaben (Salmos 67:3 RV60).

Debemos enfatizar la hermandad existente entre los vocablos dar gracias y alabanza. Forman una simbiosis imposible de separar. Usaremos ambas de manera alternativa a lo largo de estas meditaciones y veremos que en los dos casos se complementan y desdoblan volviendo a fusionarse en el contenido bíblico. La palabra gracias viene del latín gratia que originalmente significa alabanza a otro. Por su parte en el hebreo hay tres palabras para designar alabanza. La primera es Hallal que significa: «estar tremendamente entusiasmado, exaltar, celebrar». Por otro lado  Barak  es «bendecir, declarar a Dios como fuente de poder y bendición». Y la tercera palabra hebrea que se traduce por alabanza es Shabach, que significa «alabar, dirigirse a alguien a viva voz, gritar».

En la tradición hebrea la expresión de alabanza está asociada con movimientos corporales como «extender las manos en gratitud» (Todah); y adorar con las manos extendidas hacia adelante (Yadah). Como dice el salmista: Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid al Señor (Salmos 134:2). Por su parte el apóstol Pablo nos insta a orar en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda (1 Timoteo 2:8). La gratitud y la alabanza debe —debería— ser una actitud propia de los pueblos y naciones que reconocen al Creador de todas las cosas, y a la vez una manifestación personal de ser agradecidos adorando a Dios por los beneficios recibidos. Tristemente vivimos atrapados en una sociedad donde las naciones pugnan por los recursos de la naturaleza, puestos gratuitamente en la creación de Dios, con verdadera codicia y egoísmo olvidando el origen de todas las cosas.

Hemos inventado una teoría de la evolución negando la existencia del Hacedor y Creador de todas las cosas, evitando así el reconocimiento a su Autor de los dones recibidos, cuya materia prima es la base de todo el potencial humano para darle forma y conseguir su utilidad. Tendremos ocasión de ver a lo largo de estas meditaciones las consecuencias nocivas que se derivan de esta actitud absolutamente ingrata. Sin embargo, cuan bienaventurado es el pueblo que sabe aclamarte (Salmos 89:15). Y Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el Señor (Salmos 144:15). La antigua historia de Israel nos enseña que cuando los gobernantes de la nación temían a Dios y le servían, dándole gracias por sus beneficios, recibían su bendición, paz y prosperidad. Aprendamos.

         Dar gracias a Dios por los dones recibidos generosamente y de pura gracia expresa nuestra alabanza al Creador y Hacedor de todas las cosas.

GRATITUD Y ALABANZA (1) – Introducción (1)

GRATITUD Y ALABANZA - 1GRATITUD Y ALABANZA – Introducción (1)

Te den gracias los pueblos, oh Dios, todos los pueblos te den gracias (Salmos 67:3 LBLA). Te alaben los pueblos, oh Dios; todos los pueblos te alaben (Salmos 67:3 RV60).

Iniciamos una nueva andadura sobre otro de los temas que recorren ampliamente el contenido de las Escrituras. Por el título escogido parecería que hablamos de dos verdades distintas aunque complementarias, sin embargo, después de un amplio recorrido por varios de los libros de la Biblia, incluyendo todo el  Nuevo Testamento, he podido constatar que la gratitud y la alabanza forman parte de una misma respuesta de la criatura hacia su Creador. Por ello he escogido este texto del libro de Salmos para iniciar el tema en el que podemos ver que en la versión Reina Valera se traduce por alabanza, y el mismo texto se traduce por gracias en la versión de la Biblia de las Américas. ¡Que todos los pueblos te alaben y que todos los pueblos te den gracias! Gratitud y alabanza al Hacedor de todas las cosas. Esa debe —debería— ser la respuesta común de las naciones ante el hecho evidente de que nada hemos traído a este mundo, y sin duda, nada podremos sacar (1 Timoteo 6:7).

Por otra parte, los cielos son los cielos del Señor; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres (Salmos 115:16). Es nuestra habitación, diría el apóstol (Hechos 17:26), lo que llamamos nuestro hábitat, la provisión de Dios para el hombre una vez creados y puestos en medio del huerto del Edén, donde había toda provisión y el encargo de labrarlo y cuidarlo (Génesis 2:15). Además hemos recibido el don de la vida, el aliento de vida que Dios sopló en la nariz del hombre para que fuese un ser viviente. Todo ello dones recibidos sin ninguna participación por nuestra parte, solo por gracia y voluntad del sumo Hacedor, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas (Apocalipsis 4:11).

Por tanto, la respuesta de la criatura ante su Creador debe ser de gratitud y alabanza por los dones recibidos. Es la actitud sana de un corazón agradecido. Por ello dice el salmista: Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios (Salmos 103:1,2). El rey David nos muestra el camino a seguir cuando después de haber preparado lo necesario para la construcción del templo en Jerusalén que construiría su hijo Salomón, expuso en su oración: Porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas… las riquezas y la gloria proceden de ti… Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos (1 Crónicas 29:10-14).

         Gratitud y alabanza forman una sola unidad en nuestra respuesta a Dios por los beneficios recibidos.