GRATITUD Y ALABANZA (49) – No glorificaron a Dios – Un rey desechado

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – Un rey desechado

Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tu desechaste la palabra de YHVH, él también te ha desechado para que no seas rey (1 Samuel 15:23).

Está escrito que todo lo que el hombre siembra eso siega. La vida del primer rey de Israel así lo confirma. Después de un periodo de diferentes jueces que lideraron los tiempos de lucha para salir de la opresión de sus enemigos, el pueblo liberado de Egipto y asentado en la tierra de la promesa, pidió un rey. Y le dijeron [a Samuel]: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones (1 Samuel 8:5). Esta petición no agradó al anciano profeta, cuyos hijos tampoco daban la talla para continuar la obra del padre.

Israel pidió un rey contra el propósito de Dios, y tanto se obstinaron en ser igual que las demás naciones, que el Señor accedió a su petición. Querían un rey y tuvieron un rey. La misma obstinación, —que es idolatría—, tuvieron en la llanura de Sinar sometiéndose a Nimrod para llevar adelante sus planes lejos de la voluntad divina. Samuel se dispuso, con dolor de su corazón, a buscarles un rey, después que el Señor le dijera: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos (1 Samuel 8:7). De esta forma fue elegido Saúl, un hombre de gran estatura, joven y de buen parecer, que comenzó bien, con actitud humilde, pero pronto se volvió celoso y obstinado. La presión del cargo le pudo, junto con el temor del pueblo, al que quería agradar para ganar su favor, entregando en ello la obediencia a la palabra de Dios.

La rebelión y obstinación endurecieron su corazón de tal forma que fue desechado como rey aunque pasarían años hasta que se materializó su destitución. Más tarde le pudieron los celos tras oír aquella fatídica canción: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles. De esta forma el hombre que comenzó con humildad, reconociendo su insuficiencia, agradecido por el honor de ser el primer rey de Israel, se volvió desconfiado y paranoico, abriendo la puerta a un espíritu malo que le atormentaba sin darle tregua. El deterioro de su vida fue en aumento. Confundió a David, —su mejor siervo—, con el peor enemigo. Atrajo la desgracia a su casa y al pueblo que lo había escogido para que liderara sus batallas. Es doloroso ver a multitud líderes, incluidos muchos pastores de congregaciones, siguiendo sus mismos pasos. Está escrito: Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. Y una buena forma de hacerlo es ser agradecido, no olvidando los beneficios recibidos.

         Un buen comienzo no es suficiente sin asentar la gratitud al Dador.

GRATITUD Y ALABANZA (48) – No glorificaron a Dios – Generaciones perdidas

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – Generaciones perdidas

Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a YHVH, ni la obra que él había hecho por Israel (Jueces 2:10).

Las generaciones van y vienen (Eclesiastés 1:4), y encontramos en la Escritura que pueden tener un carácter predominante. Hay actitudes que marcan el devenir histórico de generaciones enteras. Como si de una corriente eléctrica se tratase, algunos rasgos distintivos pueden apreciarse en una misma generación. La que salió de Egipto, habiendo visto las señales poderosas que el Señor hizo ante sus ojos, se perdió en el desierto y no pudieron entrar en la tierra prometida. La queja marcó su destino. La incredulidad y desobediencia fueron su nota predominante que selló el rumbo de millones de personas. Solo Caleb y Josué pudieron romper el hechizo y juicio que cayó sobre aquella generación.

La conducta repetitiva de ingratitud y queja, no solo perjudicó a Moisés impidiéndole entrar en las promesas, sino que Dios mismo estuvo disgustado contra aquella generación, que siempre anduvieron vagando en sus corazones y no conocieron sus caminos (Hebreos 10:7-10). Esa actitud corrosiva levantó un juramento en el cielo que les impidió entrar en el reposo. Ni reposaron en el desierto ni pudieron entrar en el descanso que siguió a la conquista de Canaán (Hebreos 3:11). La misma exhortación se mantiene en pie para que no haya en nosotros corazón malo de incredulidad para apartarnos del Dios vivo. Debemos exhortarnos los unos a los otros para no ser endurecidos por el engaño del pecado (Hebreos 3:12,13).

Pues bien. Se levantó una nueva generación, nacida en el desierto, que entraron a la tierra del pacto, junto con algunos supervivientes de la anterior: Caleb y Josué. Siempre hay interrelación generacional. Y una vez que toda aquella generación, dice nuestro texto, fue reunida a sus padres, se levantó otra después de ellos que no conocía al Señor, ni la obra que él había hecho por Israel. Es asombroso como pueden olvidar los hijos tan rápidamente las obras de sus padres. Asentados en la paz y bienestar que le siguió al tiempo de gran sufrimiento y lucha para conquistar la tierra, pronto se apartaron de las palabras del pacto para dejarse contaminar por las formas de vida idólatras de sus vecinos. Israel entró en apostasía y con ella nuevamente la esclavitud y la opresión de sus enemigos que se hicieron fuertes y dominadores. La ingratitud que siguió al esfuerzo y fe de sus padres los devolvió a la derrota y disolución que siempre acompaña a esa actitud hedonista. Como en la España actual después de los esfuerzos anteriores.

         Los hijos recibimos una herencia de nuestros padres que si no sabemos apreciar en sus valores seremos víctimas de la ingratitud desintegradora.

GRATITUD Y ALABANZA (46) – No glorificaron a Dios – Queja y murmuración

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – Queja y murmuración

… y haré cesar delante de mí las quejas de los hijos de Israel con que murmuran contra vosotros (Éxodo 32:4-6).

Si hay un disolvente que mata la gratitud es la queja continua. El hábito de quejarse amarga el alma y busca continuamente culpables a quienes cargar con sus desdichas. Una vez encontrados la murmuración avanza mediante argumentos, verdaderos o falsos, justificando y asentando una forma de vida nociva que solo traerá desdichas para sí mismo y a quienes nos rodean. El apóstol Pablo enseña en su carta a los corintios que debemos aprender de la historia del Israel antiguo (1 Corintios 10:6-11), —el pueblo que salió de Egipto con mano fuerte y brazo extendido (Éxodo 14:8) (Deuteronomio 5:15), pero que murmuraron una y otra vez, quejándose de las dificultades que fueron encontrando en su camino a Canaán, olvidando la poderosa salvación que habían experimentado—, para que no hagamos lo mismo. La queja y murmuración llegaban al mismo trono de Dios y le desagradaban en gran manera. Por su parte nuestra gratitud y alabanza le glorifica.

La queja siempre encuentra argumentos para expresarse. Vivimos en un mundo donde se acumulan los motivos para quejarnos y amargarnos. Sin embargo, hasta que no seamos conscientes que la queja, con la murmuración que le sigue, desagrada a Dios y se elevan como un pecado que puede impedir la entrada a la bendición del Señor, no la trataremos como el verdadero cáncer que es. Un corazón quejoso y murmurador no ha entendido correctamente la salvación de Dios.

Cuando nuestro espíritu despierta a la realidad de una salvación tan grande; a la entrega por amor del Hijo de Dios en la cruz del Calvario por nuestra redención, podremos elevar nuestra gratitud eternamente. El salmista dice: Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. En ese olvido de los beneficios recibidos radica gran parte de nuestra enfermedad.

El alma sana con gratitud y enferma con la queja. Aferrarse a los argumentos que sustentan la murmuración nos introduce en una cárcel que nos atrapará en esclavitud amargando nuestra existencia. La generación que salió de Egipto, excepto Josué y Caleb, no pudieron entrar en la tierra prometida por el hábito de la queja, el pecado de la murmuración, con la desobediencia y la incredulidad que le acompañan.

Un corazón habituado a quejarse y murmurar siempre busca culpables de sus desdichas para convencerse de la justicia de sus argumentos. La ceguera le impedirá ver que el peor daño se lo hace el mismo. Cuando vivimos agradecidos descansamos en las manos del Padre.

         Quejarse y murmurar es fácil y placentero para las almas enfermizas, pero el de corazón alegre y agradecido tiene un banquete continuo.

GRATITUD Y ALABANZA (47) – No glorificaron a Dios – Las aguas de la rencilla

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – Las aguas de la rencilla

Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces… Y YHVH dijo a Moisés y a Aarón; Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado. Estas son las aguas de la rencilla, por las cuales contendieron los hijos de Israel con YHVH, y él se santificó en ellos (Números 20:11-13).

La queja fue una constante en el camino por el desierto del pueblo de Israel. Una sociedad entregada a la queja como hábito hunde en el desánimo a los mejores y más pacientes gobernantes. Moisés, dice la Escritura, era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra (Números 12:2). Sin embargo, la crítica destructiva y persistente del pueblo acabó destrozando sus nervios y llevándole a cometer un acto de cólera que le apartaría de entrar en la tierra prometida.

Llegados al desierto de Zin, donde murió María la hermana de Moisés, se volvieron a juntar contra él por la falta de agua. Insistieron en el argumento: «para que habían salido de Egipto si sus vidas no habían mejorado». Recordaban su estado anterior de esclavos y les pareció mejor pensando en los higos, las viñas, las granadas y abundancia de agua del Nilo, que la estrechez del desierto actual. Esta queja insistente colmó la paciencia de Aarón y Moisés que acudieron a la puerta del tabernáculo para postrarse ante el Señor. Dios habló a Moisés diciéndole que tomara su vara y hablara a la peña a vista de ellos; y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias (Números 20:1-8). Una vez salió de la presencia de Dios se dirigió al pueblo cansado de su actitud ingrata, y con ira en el rostro por su rebelión continua, en lugar de hablar a la peña la golpeó con la vara, y no una, sino en dos ocasiones.

Recordemos que la peña o roca vino a ser una figura del Mesías golpeado por nuestros pecados, pero una sola vez, como repite ampliamente la carta a los Hebreos, y no en dos ocasiones, por lo que este suceso marcó el futuro de Moisés. El Señor le reprochó no haber creído en Él para santificarlo delante de los hijos de Israel. Por ello se le dijo que no entraría en la tierra, solamente la vería de lejos.

La actitud rebelde del pueblo quebró la templanza del siervo de Dios llevándole a actuar en el mismo espíritu rebelde (Números 27:14). Esa reacción no santificó a Dios, y aunque volvió a pedirle poder pasar a Canaán, el Señor, —que se había enojado con él—, no le escuchó, solamente le permitió verla de lejos (Deuteronomio 3:23-28). En su lugar lo haría Josué. Observemos que la ira del hombre no obra la justicia de Dios (Santiago 1:20).

         Las quejas y rencillas pueden apartarnos de las mejores promesas.

GRATITUD Y ALABANZA (45) – No glorificaron a Dios – El becerro de oro

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – El becerro de oro

Entonces dijeron: Israel, éstos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta para YHVH… Y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse (Éxodo 32:4-6).

Finalmente Faraón dejó salir a Israel para celebrar la fiesta del Señor en el desierto. Después de una gran resistencia y obstinación, que es idolatría, el rey de Egipto cedió. Las plagas hicieron su obra, especialmente la última, cuando en cada casa de Egipto hubo un muerto, el primogénito de cada familia, incluyendo la de Faraón. Israel pasó el mar Rojo; Miriam y las mujeres cantaron y bailaron con todo el pueblo el cántico de liberación. Pronto llegaron a Mara, la amargura por la dureza del desierto, para encontrarse con Elim, fuentes de agua y refrigerio. Y por fin alcanzaron el monte Sinaí, la montaña donde tiempo atrás el Señor se había manifestado a Moisés en la zarza ardiendo diciéndole: serviréis a Dios sobre este monte (Éxodo 3:1,12). Israel acampó. Moisés subió al Sinaí y durante cuarenta días y cuarenta noches estuvo recibiendo la ley de Dios para el pueblo.

Mientras tanto, la multitud de los redimidos, liberados de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, —cansados de esperar—, pronto recuperaron la influencia idólatra en la que habían vivido en Egipto durante varias  generaciones. Un pueblo impaciente dio lugar a los viejos pensamientos con los hábitos religiosos que habían copado su alma durante mucho tiempo. Rápidamente pasaron de la gratitud por la redención al desenfreno de la fiesta pagana. Fueron a Aarón para que les hiciera un ídolo que pudieran ver, dando forma a las joyas de oro que le trajeron y de las que salió un becerro. Y con toda naturalidad dijeron: Israel, éstos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.

Organizaron una fiesta alrededor del nuevo culto, comieron, bebieron y se regocijaron. El alma humana sedienta de religiosidad pronto inventa dioses y cultos conforme a sus necesidades que den respuesta a su destino. Y con ello llegó el desenfreno y la corrupción que el líder provisional, Aarón, había permitido ante el impulso de la mayoría. Con estos ingredientes la hechicería de los sentidos tomó el control del alma humana reduciéndola a un bocado de pan en manos de fuerzas espirituales idólatras que los dominaron y subyugaron. La mente, enajenada, y la voluntad sometida a los sentimientos descontrolados, abandonan al espíritu que bajo una influencia paralizante se pierde en la confusión del pecado. Israel ha perdido el rumbo y en lugar de celebrar la fiesta del Señor han liberado un culto falso de Egipto.

         El alma humana, inclinada a los ídolos, fácilmente puede confundir la adoración al único Dios con fiestas paganas que le roban la gloria.

GRATITUD Y ALABANZA (44) – No glorificaron a Dios – Faraón

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – Faraón

Después Moisés y Aarón entraron a la presencia de Faraón y le dijeron: YHVH el Dios de Israel dice así: Deja a ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto. Y Faraón respondió: ¿Quién es YHVH, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a YHVH, ni tampoco dejaré ir a Israel (Éxodo 5:1,2).

Servir a Dios, darle gracias y glorificarle, siempre encuentra oposición. Primeramente en nuestros propios corazones llenos de soberbia jactándonos de autosuficiencia. Ese fue uno de los grandes obstáculos que encontré en mi propia vida en el proceso que me condujo a la salvación. Hay ataduras que siempre se levantan contra la disposición del espíritu para buscar a Dios y agradecerle por sus beneficios. Las más comunes son la soberbia y la rebelión innata de nuestros corazones incircuncisos que nos conduce a la idolatría. Porque servimos a un señor u otro. Cuando pensamos que nos servimos a nosotros mismos ignoramos el dueño que ya nos posee mediante la hechicería de nuestras pasiones pecaminosas.

El antiguo Egipto en los días de Moisés, figura del sistema de este mundo opuesto al único Hacedor, estaba lleno de ídolos. El mismo faraón se consideraba una divinidad. Por ello, cuando entraron en su presencia Aarón y Moisés con un mensaje de YHVH, el gran YO SOY, su reacción fue inmediata: no le reconozco, tengo mi propio señor, yo mismo soy el señor con mis pléyades de dioses, fue lo que vino a decir Faraón en respuesta al mandato de dejar salir a Israel para adorarle en el desierto. Se estableció así una pugna entre dioses a quien adorar. Faraón estaba reconociendo implícitamente que permitir la salida de Israel para celebrar la fiesta al Señor que se apareció a Moisés en la zarza significaba la aceptación de otra divinidad, un competidor de su dominio, como lo fue para Herodes al saber que había nacido otro rey en Belén.

Los dioses y gobernantes de este mundo siempre se oponen al primer y gran mandamiento: Amarás a Dios con todo… Faraón estuvo dispuesto a dejar salir a Israel pero solo a los varones, dejando los hijos y los animales en Egipto. Pero el mandato era salir con todo para celebrar la fiesta en el desierto, adorar a Dios ofreciéndole sacrificios. El diablo está dispuesto a soltar parte de nuestras vidas reservándose lo esencial para que volvamos a depender de él. Cada uno de nosotros somos siervos de aquel a quien servimos. Servimos a Dios o las riquezas. Servimos al pecado o la justicia. La dureza idólatra del corazón de Faraón es una figura de nuestra propia obstinación mezclando nuestro servicio a Dios. Debemos salir de Egipto, figura de Babilonia y el sistema mundano, para entrar en el desierto que nos conduce a Jerusalén y la verdadera adoración al Dios único.

         La redención nos liberta de los ídolos para adorar a Dios en libertad.

GRATITUD Y ALABANZA (43) – No glorificaron a Dios – Sodoma y Gomorra

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – Sodoma y Gomorra

Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra YHVH en gran manera… Entonces YHVH dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo… (Génesis 13:13 y 18:20).

El libertinaje de las ciudades no glorifica a Dios. Dios es santo, y no tendrá por inocente al culpable. La injusticia de los hombres, especialmente de los gobernantes, es aborrecida por el Señor. Los profetas de Israel fueron enviados una y otra vez a sus sociedades para que se apartaran del mal camino y vivieran. El pecado es afrenta de las naciones, pero la justicia la engrandece (Pr. 14:34). La Biblia muestra la manifestación de la justicia de Dios para redimir al hombre caído y liberarlo de los atropellos de la iniquidad.

Los hombres de Sodoma eran malos, vivían entregados a todo tipo de iniquidades que finalmente atrajeron el juicio de Dios; por lo que fueron puestas como ejemplo de las consecuencias del mal. La maldad que cometían subió al cielo y el consejo celestial emitió su juicio. El pecado de nuestras ciudades no pasa desapercibido ante el trono de Dios. Hay consecuencias de las leyes impías que se legislan en los parlamentos por muy democráticos que sean. La transgresión y la injusticia tienen sus consecuencias en la vida de las naciones. Nos engañamos a nosotros mismos cuando actuamos emancipados de la ley moral universal implantada en nuestras conciencias, aunque ésta haya sido cauterizada por la hipocresía y la mentira que pretende justificar cualquier ideología por perversa que sea (1 Timoteo 4:1,2).

El pecado de Sodoma no solo tuvo que ver con la perversión sexual, el profeta Ezequiel hace la siguiente relación: He aquí que ésta fue la maldad de Sodoma: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité (Ezequiel 16:49,50). Estos comportamientos no glorifican a Dios. El Señor resiste a los soberbios, cuya manifestación parece haber sido predominante en aquella sociedad, como lo es en la nuestra. Aquellas ciudades fueron puestas como ejemplo del juicio que merecen los mismos comportamientos en cualquier otro lugar. Fue el caso de Samaria y Jerusalén en cierto periodo de su historia. Incluso puede haber mayor condenación para algunas ciudades (Corazín y Betsaida) aunque no hayan sido destruidas por fuego como fue el caso de Sodoma y Gomorra (Mt. 10:15; 11:20-24). Una conducta similar encontramos en muchas de nuestras ciudades precediendo la venida del Mesías (Lc.17:28-30).

         Las ciudades tienen un carácter que puede glorificar, o no, a Dios.

GRATITUD Y ALABANZA (42) – No glorificaron a Dios – Los amigos de Job

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – Los amigos de Job

YHVH dijo a Elifaz temanita: Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job… por cuanto no habéis hablado de mí con rectitud, como mi siervo Job (Job 42:8,9).

Nuestras palabras nos justifican o condenan (Mateo 12:37). Podemos dar gloria a Dios o negarlo. Con una misma boca bendecimos a Dios y maldecimos a los hombres que están hechos a su semejanza (Santiago 3:9). Hay vida y muerte en nuestra lengua (Proverbios 18:21). Hablar la verdad acerca de Dios le glorifica, sin embargo, la mentira le deshonra. Este fue el pecado de los amigos de Job. No hablaron lo recto de la naturaleza y el carácter del Eterno. Podemos tener buenas intenciones queriendo justificar a Dios en algunos de nuestros argumentos pero si no se corresponden con su voluntad y propósito estamos constituyéndonos en portavoces fraudulentos.

Los profetas y maestros falsos hablaron de parte de Dios pero Él no los había enviado. No estuvieron en el secreto del consejo celestial, por tanto, hablaban visiones de su propio corazón (Jeremías 23:16-22). Ese fue también el error de los amigos de Job que no glorificó a Dios. La base de sus argumentos giraba sobre la certeza de que Job había pecado mereciendo el castigo de sus padecimientos por la iniquidad de su vida (Job 11:6,14; 20:29; 22:5). Sin embargo, el texto bíblico dice que era un hombre íntegro, temeroso de Dios y apartado del mal; no había otro como él en toda la tierra (1:1,8). Sobre esta persona emitieron su juicio Elifaz, Bildad y Zofar argumentando con simplismo que el motivo de sus males era el pecado en su vida, ignorando la realidad espiritual en los lugares celestiales.

Muchos de nosotros podemos cometer el mismo error cuando hablamos sin tino sobre situaciones complejas que no entendemos. «Algo malo habrá hecho» decían los vecinos de los etarras cuando los terroristas vascos mataban con saña a muchos de sus vecinos. Estos argumentos pueden atraer el juicio de Dios, por tanto, hablemos bajo el temor del Señor, especialmente cuando nos erigimos en sus portavoces. Cuando nos hacemos maestros, sin serlo, recibiremos mayor condenación (Santiago 3:1).

Job dijo muchas incoherencias desvariando en muchos de sus razonamientos en medio del sufrimiento, incluso maldijo el día de su nacimiento, como podemos hacerlo nosotros cuando vivimos experiencias traumáticas sin entender los motivos. Job fue tratado como un impío por sus amigos y vecinos, maltratado injustamente, sin embargo, a los ojos de Dios no habían hablado con rectitud. Finalmente, el antiguo patriarca tuvo que orar por ellos para que fueran restaurados (42:7,8); y su propia aflicción acabó después de la oración por sus amigos (42:10).

          El temor de Dios nos protege del error cuando hablamos en su nombre.

GRATITUD Y ALABANZA (41) – No glorificaron a Dios – Nimrod en Babel (3)

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – Nimrod en Babel (3)

Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció YHVH desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad (Génesis 11:7,8 RV60).

Cuando Dios creó al hombre y sopló en él aliento de vida, además lo habilitó de la capacidad creativa de hablar. El Verbo (la palabra) que estaba en el principio con Dios, y por cuya acción fue constituido el universo, como está escrito: Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (Hebreos 11:3); ese verbo, —la palabra—, fue dado a los hombres para poder comunicarse entre ellos, poner nombre a los animales, incluso llamar las cosas que no son como si fueran, imitando a Dios, creando realidades invisibles al ojo humano. Un potencial inmenso para usarlo en sujeción al Dador de la vida.

Dios es también un Dios de fe, llama a las cosas que no son como si fueran (Romanos 4:17). Además, la fe viene… por el oír la palabra de Dios (Romanos 10:17). Estas verdades son eternas y forman parte del reino de Dios. Jesús hablando acerca del reino enseñó que cuando el sembrador sale a sembrar y siembra buena semilla, por la noche viene un enemigo y siembra cizaña; también que el ladrón sin entrar por la puerta, pretende asaltar las verdades del reino y usarlas en beneficio propio mediante un espíritu de rebelión contra el Hacedor de todas las cosas. Ese ladrón y salteador no entra por la puerta del redil, que es Jesús (Juan 10:1,9), sino que asalta los principios del reino, la autoridad del reino, el potencial del reino, usándolo en beneficio propio y el de sus proyectos contrarios a la voluntad de Dios. Viene a robar, matar y destruir, y lo hace en  buena medida mediante el potencial que anida en el reino, manipulándolo, falsificándolo e imitándolo. Esa fue la estrategia de Nimrod en la llanura de Sinar y de las élites globalistas en nuestros días.

Recordemos que la apostasía también viene por el oír liberando una fe falsa; unidad alejada de los valores del reino de Dios, por escuchar a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1). Lo que ha predominado en estos tiempos de coronavirus es el engaño, la manipulación, el temor, la persecución al disidente, todo ello valores propios de quienes pretenden imponer su dominio al mundo usando verdades universales pero falsificadas. De ahí que el Consejo celestial determinara confundir la lengua en Babel, evitar su entendimiento, porque la obstinación creada por la fuerza del pensamiento unánime impedía otra opción. El Salmo 2 nos habla de la reunión de gobernantes y pueblos contra el Señor que no impedirán el establecimiento del reino de Dios en Sion.

         La imitación del falso gobierno mundial acabará en juicio y confusión.

GRATITUD Y ALABANZA (40) – No glorificaron a Dios – Nimrod en Babel (2)

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – Nimrod en Babel (2)

Y Cus engendró a Nimrod, primer prepotente en la tierra. Este era intrépido cazador enfrentado a Adonai Elohim. Por esto se dice: Como Nimrod, intrépido cazador enfrentado a Adonai. El principio de su reinado fue Babilonia, Erec, Acad y Calne, en tierra de Sinar (Génesis 10:8-10 BTX IV Edición).

Nimrod no glorificó a Dios, ni le dio gracias por las nuevas condiciones de vida establecidas después del juicio diluviano, sino que se ensoberbeció oponiéndose abiertamente a la voluntad expresa de Dios de extenderse por toda la tierra. La Biblia enseña con claridad que Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Por lo tanto, el proyecto de Nimrod, enfrentado con prepotencia a Elohim Adonai, no tenía futuro, contaba con la oposición del consejo celestial; a pesar de lo cual consiguió un fuerte apoyo, la unanimidad de buena parte de sus contemporáneos. Se generó unidad que les dio impulso y fortaleza para llevar a cabo el sueño de un gobierno mundial emancipado del Creador. La soberbia humana tiene esa capacidad: unificar en torno a un pensamiento, un proyecto o una ideología a toda una generación y sus múltiples naciones para desarrollar su plan de dominio universal. En estos momentos lo estamos viendo ante nuestros ojos usando la supuesta pandemia del coronavirus.

El modelo que se inició en la llanura de Sinar, liderado por Nimrod, se exportó a todas las naciones una vez fueron esparcidos por toda la tierra. Una y otra vez el hombre ha intentado llevarlo a cabo mediante los múltiples imperios que se han levantado a lo largo de la historia. Lo han conseguido en parte y durante un tiempo. Pero en nuestros días asistimos estupefactos ante el intento de establecer un Nuevo Orden Mundial sobre los casi ocho mil millones de habitantes, con sus naciones, que llenan la tierra. El sueño de Nimrod se ha quedado pequeño para las élites mundialistas que pretenden conseguirlo al final de los tiempos. La perversión que anida en el interior de semejante impulso procede del padre de la mentira, llamado el príncipe de la potestad del aire, que opera en los hijos de desobediencia, en connivencia con los hijos de ira y desobediencia.

Nimrod era intrépido cazador y se enfrentó a Dios mismo cegado por el brillo babilónico de dominar el mundo. Parecía una locura, como lo parece hoy, pero la fuerza de los pensamientos humanos enraizados en poderes de las tinieblas tiene ese potencial. La soberbia humana no tiene límites. La Escritura nos da algunos de los argumentos que tuvieron lugar en el consejo celestial, leamos: El pueblo es uno, y todos estos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer… Descendamos, y confundamos… (Génesis 11:6).

         La soberbia humana confunde al hombre en su loca ingratitud.