PANORÁMICA del Nuevo Testamento – ROMANOS

Anunciaron la palabraA los ROMANOS

HISTORIA DEL LIBRO

Esta carta, la más teológica del Nuevo Testamento, fue escrita por el apóstol Pablo hacia el año 57-58 d.C. cuando estaba en la ciudad de Corinto (Ro.15:22-27), en vísperas de partir para Jerusalén con la ofrenda para los hermanos de aquel lugar. Una mujer llamada Febe, natural de Cencrea, puerto oriental de Corinto, llevó la carta a Roma (16:1,2). Pablo aún no había estado en la ciudad imperial pero pensaba visitarla pronto. La iglesia romana había sido formada años antes, tal vez por medio de un grupo de judíos residentes en aquel lugar que habían estado en Jerusalén el día de Pentecostés (Hch.2:10). El apóstol de los gentiles va a exponer aquí el contenido amplio del evangelio de Jesucristo. El desarrollo lo podemos bosquejar de la siguiente manera:

  • El evangelio de Dios (1:1-17)
  • La naturaleza del hombre caído (1:18-3:20).
  • La justificación por la fe produce una nueva naturaleza (3:21-5:21).
  • La santidad como nueva forma de vivir (6:1-23).
  • La lucha interior del hombre renacido (7:1-25).
  • La victoria a través de la vida en el Espíritu (8:1-39).
  • El endurecimiento de Israel y su restauración (9:30-11:36).
  • Aspectos prácticos de la vida cristiana (12:1-21).
  • Las autoridades y motivos de conciencia (13:1-15:6).
  • Saludos personales (16:1-27).

ENSEÑANZAS Y TEMAS

En el primer capítulo, Pablo afirma con claridad que su misión es difundir el evangelio. Ha sido llamado a ser apóstol y apartado para el evangelio de Dios (1:1). Este mensaje había sido prometido antes por los profetas en las santas Escrituras (1:2), por lo cual deja claro desde el inicio que no es suyo, sino que ya estaba recogido previamente en los profetas de Israel. La esencia del evangelio, dice Pablo, es acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne (1:3) –poniendo de manifiesto su naturaleza humana−, y que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos (1:4), lo cual sustenta la verdad de su naturaleza divina. Por tanto, desde el principio, el apóstol deja asentado el mensaje del evangelio cuyo fundamento es Jesucristo, en su doble naturaleza, humana y divina. Todo ello anunciado con anterioridad por los profetas; de lo que podemos deducir que el evangelio que va a exponer a continuación tiene su asiento en las Escrituras de los profetas, por tanto, los apóstoles son herederos de aquel mensaje, anunciado y cumplido por el Señor, cuyos apóstoles son ahora testigos de las cosas que han visto y oído (1:5) (1 Jn.1:1-4).

Este evangelio es el que Pablo está dispuesto a anunciar en Roma (1:15). Porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego (1:16). En él se manifiesta la justicia de Dios mediante la fe, como está escrito: mas el justo por la fe vivirá (1:17). A partir de ese momento el autor de la epístola va a desarrollar los distintos aspectos del evangelio de Dios, comenzando con la ira contra toda impiedad; el justo juicio de Dios por el pecado del hombre; la provisión que contienen las buenas nuevas de salvación; el surgimiento de la nueva vida y naturaleza del hombre redimido y justificado; la lucha interior que deberá afrontar y cómo entrar en la victoria mediante la vida en el Espíritu.

Estos son los temas principales en que hemos dividido las enseñanzas de la carta a los Romanos.

  1. La ira de Dios contra la impiedad (1:18; 2:5)
  2. El juicio de Dios (1:32; 2:2,5,16; 3:19)
  3. La ley es insuficiente (2:12-15; 2:17-29) (3:19-21)
  4. El pecado del hombre (1:18; 29; 3:9,10-12,23)
  5. La provisión de Dios (Ro.3:21-28; 5:1; 5:8-10)
  6. Surge la nueva vida (Ro.6:1-23)
  7. La lucha interior (Ro.7:1-25)
  8. La victoria: viviendo en el Espíritu (Ro.7:25-8:39)
  9. Israel y los gentiles (Ro.9:1-11:36)
  10. Deberes cristianos (Ro.12:1-13:14)
  11. Motivos de conciencia (14:1-15:6)
  12. Saludos personales (16:1-24)
  1. La ira de Dios contra la impiedad (1:18; 2:5)

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad (1:18).

Así está escrito: Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días. Si no se arrepiente, él afilará su espada (Sal.7:11,12). Y en otro lugar, uno de los profetas sobre quienes el apóstol Pablo entendía que descansaba el mensaje del evangelio, dice así: Porque YHVH está airado contra todas las naciones, e indignado contra todo el ejército de ellas; las destruirá y las entregará al matadero (Is.34:2). La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres. No pasa desapercibida a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta.

Esta parte del mensaje del evangelio, muy poco predicado, no proviene solamente de los predicadores «justicieros» del llamado Antiguo Testamento, sino que forma parte esencial del anuncio de las buenas nuevas proclamadas por el mismo Jesús. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él permanece», dice la Biblia de las Américas] (Jn.3:36).

Dios no puede tolerar la maldad del hombre, ni tendrá por inocente al culpable. Hay un día señalado para el derramamiento de la ira de Dios sobre la tierra, de la cual podemos librarnos si atendemos a la totalidad del mensaje del evangelio que Pablo está anunciando en su escrito (1 Ts.1:10) (Ro.5:9) (Ap.16:1-21).

  1. El juicio de Dios (1:32; 2:2,5,16; 3:19)

… quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (1:32).

Además de la ira, que parece tener un sentido generalizado, Dios juzgará a cada uno de nosotros en particular. Dios es justo y no dejará de juzgar las obras de cada uno que han practicado el pecado con delectación (2:2). La dureza del corazón no arrepentido atraerá la ira y el juicio justo de Dios el día de su manifestación (2:5). Dios juzgará por Jesucristo los secretos del corazón de los hombres, y lo hará según el evangelio (2:16) (Hch.17:31).

El hombre, en su estado de naturaleza caída por haber heredado el pecado de Adán, será condenado ante Dios el día del juicio, puesto que ha trasgredido la ley de Dios (Stg.2:11). Está establecido para los hombres, que mueran una sola vez, y después el juicio (Heb.9:27).

  1. La ley es insuficiente (2:12-15; 2:17-29) (3:19-21)

He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorias en Dios… (2:17). Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado (3:20).

Cuando el apóstol aborda el tema de la ira y el justo juicio de Dios sobre los hombres, se da cuenta que el judío está pensando ser excluido de esa ira y juicio puesto que tiene en la ley su gloria, el conocimiento de la voluntad de Dios, es instruido por ella para aprobar lo mejor, confía que es guía de ciegos (los gentiles), y luz de los que están en tinieblas (las demás naciones excepto Israel) (2:17-20). Sin embargo, el pueblo del pacto mosaico no ha cumplido la ley a cabalidad. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos (Stg.2:10). En muchos casos ha sido infractor de ella, aunque con apariencia de cumplirla estableciendo así una justicia propia (Ro.10:13).

Este aspecto siempre es complejo de abordar porque contiene el conflicto supuesto entre la ley y la gracia, que no podemos profundizar aquí, pero sí diremos que el apóstol pone de manifiesto que la ley, aunque es buena y cumple el propósito de mostrar al hombre su pecado, no es suficiente para justificarlo ante Dios, porque nadie ha cumplido la ley en su totalidad (solo Jesús, nuestra justicia), por tanto, todos quedamos convictos (Stg.2:9), para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado (Ro.3:19,20).

Por tanto, judíos y gentiles hemos heredado una naturaleza pecaminosa y carnal, enemiga de Dios, que la ley dada a Moisés limita en sus acciones transgresoras, pero no puede transformar su esencia. La ley cumple su propósito de llevarnos a Cristo, es nuestro ayo-pedagogo hasta que viniese la simiente que había de redimir (Gá. 3:19-4:7). Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión [judíos] vale nada, ni la incircuncisión [gentiles], sino una nueva creación (Gá.6:15).

  1. El pecado del hombre (1:18, 29; 3:9,10-12,23)

¿Qué, pues, ¿Somos mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno… por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (3:9,10,23)

En cuanto a la justicia del hombre delante de Dios no hay diferencia entre judío y gentil. La naturaleza heredada de pecado es la misma en ambos casos. No hay escapatoria posible del juicio de Dios. La ley tampoco podrá redimir al hombre y presentarlo justificado ante el Santo de Israel. Todos los hombres somos culpables en el justo juicio de Dios, por tanto, merecemos el castigo de su ira. Los sacrificios en el templo de Jerusalén apenas podían cubrir el pecado por un tiempo, repitiendo una y otra vez la ceremonia ritual de expiación que nunca pudieron quitar los pecados.

Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados (Heb.10:1-4).

La salvación pertenece a Dios (Ap.7:10). El evangelio es de Dios. La naturaleza pecaminosa y carnal del hombre, corrompida en extremo, no puede salvarse a sí mismo. Necesita un salvador. Y en este punto debemos recordar el mensaje inicial de la promesa sobre la simiente que había de venir (Gn.3:15). Y lo hace por la línea genealógica de Abraham, Isaac y Jacob. De la descendencia de David, de la tribu de Judá, nacido en Belén. Y la simiente era Cristo (Gá. 3:16). El es la provisión de Dios.

  1. La provisión de Dios (Ro.3:21-28; 5:1; 5:8-10)

Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él (Ro.3:21,22)

Observa. El evangelio estaba contenido en la ley y en los profetas. No es ajeno a ellos. La justicia de Dios que libra al hombre de su destino trágico es una parte esencial del evangelio, cuyo mensaje ya estaba dentro de la ley y de los profetas. En la ley como sombra de lo que había de venir (aunque no debemos confundir la ley ceremonial con la ley moral, aquella estaba centrada en el ritual del templo de Jerusalén; pero esta sigue vigente y ha sido grabada por el Espíritu en el corazón de los redimidos como parte del nuevo pacto), y en los profetas porque anunciaron la venida del justo, primero sus sufrimientos (como cordero), y luego las glorias, en su segunda venida como rey (1 Pedro 1:10-12). Los profetas profetizaron de la gracia destinada; «escondida» en su mensaje como un misterio que sería más tarde revelado (Rom. 16:25-27) con la aparición del Mesías (2 Tim.1:8-11).

Dios es amor. Conoce la incapacidad del hombre para salvarse a sí mismo de la ira, el juicio, el pecado y la insuficiencia de la ley para redimirlo, por ello elaboró un plan de redención para salvarlo desde antes de los tiempos de los siglos (2 Tim.1:9). La provisión de Dios, mediante el Cordero que fue inmolado para establecer su justicia y justificar al hombre por la fe en él, fue preparada desde el principio del mundo (Ap.13:8). Misterio que el evangelio revela mediante la predicación (Col.1:26-29) (Ef.3:1-7).

Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados (Rom. 3:24,25).

Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad… En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre (Heb.10:5-7,10).

La provisión de Dios para justificar al pecador y liberarlo de la naturaleza pecaminosa es Jesucristo y su ofrenda expiatoria, hecha una vez y para siempre. Una vez oído el mensaje, −la buena nueva de salvación−, hay que preguntarse (igual que lo hicieron muchos judíos el día de Pentecostés): Varones hermanos, ¿qué haremos? La respuesta del apóstol Pedro fue clara: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch.2:37,38).

Como quiera que encontremos en estos textos algunos términos teológicos que no siempre son fáciles de comprender quisiera explicarlos brevemente.

Justificación: significa ser declarado justo (3:24; 4:25; 5:16,18) (1 Co.1:30).

Redención: ser librados de la esclavitud del pecado. Vueltos a comprar por precio, después de perderse, regresando al antiguo Dueño (3:24) (Ef.1:7).

Propiciación: aplacar la ira de Dios mediante un sacrificio, en este caso la obra de Cristo en la cruz del Calvario (3:25) (1 Jn.2:2; 4:10).

Gracia: regalo de la misericordia de Dios. Generosidad divina no merecida. No se puede comprar, ni conseguir por méritos propios, solo recibirla (3:24; 4:16; 5:2) (Ef.2:8).

En los capítulos 4 y 5 el apóstol Pablo establece la base escritural para apoyar la veracidad del evangelio que predica. Se remontará a Abraham, el padre de la fe, anterior a la ley de Moisés, para establecer la justicia de Dios mediante la fe y la promesa de Dios (4:1-5)

Luego se dirige a quienes ya han recibido la gracia de Dios, a través la fe, para decir lo siguiente: Y no solamente respecto a él [Abrahán] se escribió que le fue contada [su fe], sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro; el cuál fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quién tenemos entrada, por la fe, a esta gracia en la cual estamos firmes… (Ro.4:23-5:2).

  1. Surge la nueva vida (Ro.6:1-23)

Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia… Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación y como fin la vida eterna.  (Ro.6:19,22).

Aquel hombre, cuya naturaleza de pecado vivía bajo la ira de Dios, su juicio, y que la ley no había podido ayudar, ahora es justificado y redimido, habiendo recibido la gracia de Dios. Es un hombre nuevo. Ha sido hecho, por la fe en Jesús, hijo de Dios (Jn.1:12,13). Ha sido hecho justo, por la justicia del justo. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Co.5:21). El justo [Jesús] por los injustos [todos nosotros], para llevarnos a Dios (1 P.3:18).

Una nueva naturaleza es creada en el hombre caído. Se ha producido un intercambio. Jesús tomó en la cruz nuestra naturaleza caída, donde fue juzgada por la santidad de Dios, y nos dio la suya justa ante Dios. Su justicia nos ha sido imputada. Otro ocupó nuestro lugar de juicio y condenación. Es el cordero llevado al matadero que el profeta Isaías había anunciado como siervo de Dios, nuestro sustituto (Is.53:4-12). Esa nueva naturaleza ha sido creada en justicia y santidad de la verdad (Ef.4:24). Es una nueva creación; las cosas viejas pasaron y todas fueron hechas nuevas (2 Co.5:17). Hemos sido redimidos de la vana manera de vivir heredada de nuestros padres, mediante la sangre preciosa de Jesús (1 P. 1:17-19).

Este nuevo hombre ha muerto al pecado y vive para Dios. Ya no obedece al poder del pecado, ni lo practica, sus miembros obedecen ahora a otro, a la justicia, para servir a Dios (Rom. 6:2,10-13). Este es el evangelio de Dios. La redención ha comenzado. El proceso de santificación se ha iniciado hasta el día de Jesucristo. Somos transformados de gloria en gloria a la imagen de Jesús (2 Co.3:18) (Ro.8:29). Seremos semejantes a él cuando le veamos tal como él es (1 Jn.3:1-3). Este cuerpo de muerte y humillación será transformado a la semejanza del cuerpo de la gloria suya (Fil.3:21). Es el día de la redención final de nuestros cuerpos mortales (Ro.8:11, 23) (Ef.1:14 y 4:30).

  1. La lucha interior (Ro.7:1-25)

Queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (7:21-24).

Todo parecía idílico en el apartado anterior, sin embargo, pronto aparece en el nuevo hombre una lucha interior que lo confunde. Comprueba que, de la misma manera que Rebeca al concebir a sus dos hijos, Esaú y Jacob, experimentó una lucha interna que le quitó las ganas de vivir (Gn. 25:21-23), la nueva criatura que ha nacido en el interior de la persona se encuentra con un «gemelo» que entabla un conflicto insoportable. El Isaac, hijo de la promesa, que ha nacido se ha encontrado con que ya vivía en la casa un Ismael que lo menosprecia y pretende apropiarse de la herencia (Gn.21:8-10).

Esta lucha nos debilita y confunde en un primer impacto. El hombre carnal y el espiritual han colisionado. Parece haber en nosotros dos naturalezas que son radicalmente opuestas. Mientras una se deleita en la ley de Dios y quiere hacer su voluntad, la otra se muestra rebelde y contradictoria para oponerse a los designios nuevos que han comenzado a brotar. La nueva manera de vivir debe aprender a vencer y establecer los nuevos parámetros según el Espíritu de Dios. Querer y no poder parece un hecho que nos destina al fracaso. La culpabilidad y condenación que emergen de semejante lucha pondrán a prueba la fiabilidad del evangelio y el nuevo hombre. La lucha nos desalienta. El mensaje no parece funcionar. La realidad se impone con dureza y en última instancia clamamos:¡Miserable hombre de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Ro.7:24).

Para un estudio más amplio sobre este conflicto ver: «La lucha interior» http://virgiliozaballos.es/?p=622

  1. La victoria: Viviendo en el Espíritu (Ro.7:25-8:39)

Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro… Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús… porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (7:25 y 8:1,2).

La Escritura no miente. Existe un combate contra el pecado (Heb.12:4) aunque hayamos nacido de nuevo y seamos nuevas criaturas. El engaño del pecado puede endurecernos todavía, por lo cual necesitamos la exhortación de los unos a los otros (Heb.3:12,13). Mientras estemos en este cuerpo soportaremos las aflicciones del cuerpo presente (Rom. 8:18), tanto en el ámbito físico, como en el conflicto interior.

El clamor y la angustia de la lucha interna tienen su respuesta en Cristo. Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Él nos lleva en su triunfo. Nos ha hecho más que vencedores. El pecado no se enseñoreará de nosotros. Estamos en Cristo, y esa posición nos lleva a andar en el Espíritu. De la manera que habéis recibido a Cristo, andad en él (Col.2:6). La ley del Espíritu de vida en Cristo, nos libra de la ley del pecado y de la muerte (8:2). El Consolador y Ayudador es enviado para capacitarnos. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu  (Ro.8:3,4).

Este es el Nuevo Pacto de Dios anunciado por los profetas (Jeremías 31 y Ezequiel 36). El pacto del Espíritu. La ley escrita en nuestros corazones (Heb.8:8-10). La vida en el Espíritu es la victoria. Debemos entregarnos al Espíritu, andar en el Espíritu, ser llenos del Espíritu (Gá.5:16-18,22-25) (Ef.5:18). Veamos algunos aspectos de la realidad del Espíritu en nosotros.

  • Es el sello de pertenencia a Cristo (Ro.8:9) (Ef.1:13) (2 Co.1:21,22).
  • Por el Espíritu hacemos morir las obras de la carne (Ro.8:13).
  • Somos guiados, como hijos, por el Espíritu de Dios (Ro.8:14).
  • El Espíritu nos da testimonio de que somos de Dios (Ro.8:16).
  • Nos ayuda en nuestra debilidad para saber interceder (Ro.8:16,27).
  • Nos guarda en Cristo, y nada ni nadie podrá separarnos de su amor, ni  acusarnos, o condenarnos. En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro.8:28-39).

Para un estudio más amplio sobre «La vida en el Espíritu» ver el siguiente enlace: http://virgiliozaballos.es/?p=625

  1. Israel y los gentiles (Ro.9:1-11:36)

Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció (11:1,2)

En los siguientes tres capítulos de la carta a los Romanos el apóstol de los gentiles va a entrar en el dilema que presenta el pueblo de Israel. Dilema porque los gentiles que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por la fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por las obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo (Rom. 9:30-33). Y esa piedra de tropiezo no es otra que el Mesías, su naturaleza y su obra expiatoria.

Pablo abre su corazón de judío en favor de sus hermanos, los que son sus parientes según la carne, israelitas, de quienes son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas (9:3-5). Y lo hace con un profundo amor por ellos, deseando él mismo vivir separado de Cristo por amor a sus hermanos, cuya situación de endurecimiento le causa un profundo dolor y tristeza (9:1-3).

Comprende que Dios no los ha desechado, aunque ellos se han endurecido a causa del evangelio. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios (10:3). Este conflicto, que dura hasta nuestros días, y que ha causado gran dolor en la historia de la iglesia y del pueblo judío, primero por la obstrucción que los judíos pusieron al evangelio (aunque muchos, millares, fueron los primeros en seguirlo, pero como nación lo rechazaron bajo la influencia de las autoridades rabínicas), y luego, por la extensa persecución que la iglesia llevó a cabo a partir del siglo IV, sustentada en una teología errónea que contradice lo que Pablo enseña en estos capítulos, es decir, que la iglesia ha sustituido a Israel porque éstos rechazaron y mataron al Mesías. Pues bien, el apóstol va a desarrollar su comprensión de este misterio en estos capítulos. No haremos un estudio exhaustivo de ellos; para los que quieran profundizar en él lo he tratado ampliamente en mi libro «El enigma Israel» http://virgiliozaballos.es/?p=216

A modo de conclusión, el apóstol de los gentiles se dirige a los hermanos de las naciones en unos términos que dejan abierto el misterio de Israel; la arrogancia que caracterizará mayoritariamente el comportamiento de la iglesia los siglos siguientes, haciendo caso omiso de la exhortación apostólica; así como el tiempo de la restauración de Israel y su salvación desde Sion, una apelación al reino mesiánico. Leamos.

Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito… Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios (11:25-29).

  1. Deberes cristianos (Ro.12:1-13:14)

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (12:1-2).

En los capítulos 12 y 13 el autor de la carta hace referencia a una diversidad de temas que tienen que ver con la práctica de la vida cristiana. La base de nuestra entrega incondicional son las misericordias de Dios, y por ellas presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo. Renovar nuestros pensamientos para alcanzar los de Dios y conocer así su voluntad buena, agradable y perfecta. Hemos recibido una medida de fe (12:3). Diferentes dones para servir (12:4-8). El amor sin fingimiento, fervientes en espíritu, bendiciendo, gozosos, unánimes, buscar la paz con todos, sin venganzas (12:9-21), sometiéndonos a las autoridades (13:1-5), pagar los impuestos debidos (13:6-8), saber que amar al prójimo es cumplir la ley (13:8,9). La nueva vida en Cristo tiene como eje central el amor al prójimo, una máxima que ya está presente en la ley de Moisés (Lv.19:18) y el mensaje de los profetas (Miq.6:6-8). Finaliza con la necesidad de conocer el tiempo profético en el que viven, identificando la noche y viviendo como de día, desechando las tinieblas y vistiéndose con las armas de la luz, es decir, del Señor Jesucristo, y no proveer para los deseos de la carne (13:11-14).

  1. Motivos de conciencia (14:1-15:6)

Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones… Uno cree que se ha de comer de todo… uno hace diferencia entre día y día… pero ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí… Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano… Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación (14:1-19).

Al final de la carta el apóstol entra en algunos temas de conciencia en los que puede haber distintos puntos de vista. Uno de ellos es sobre cierto tipo de alimentos, seguramente que habían sido sacrificados a los ídolos, como ya desarrolló en su carta a los corintios. Otro asunto tiene que ver con guardar o no cierto tipo de días. La conclusión de Pablo es que no vivimos para nosotros mismos, sino para el Señor. Además cada uno de nosotros daremos cuenta a Dios de nuestros actos. Somos responsables ante Él. Por tanto, no debemos juzgarnos en este caso los unos a los otros. El amor cubre todas las faltas, y esa es la máxima nuclear del mensaje evangélico. Por ello, resume, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. Como enseña en otro lugar: Así que, todos los que somos perfectos, [maduros espiritualmente, Biblia Textual IV Edición] esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, eso también os lo revelará Dios (Fil. 3:15).

Y concluye con el modelo de vida que tenemos en el Maestro. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aún Cristo se agradó a sí mismo (15:2,3) (Mt.7:12).

  1. Saludos personales (16:1-24)

Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos… (16:1,2).

Y finaliza el apóstol su extensa carta haciendo recomendación de una mujer, junto con una multitud de saludos a distintos hermanos, entre los cuales sobresalen muchas mujeres. Veamos la lista: Febe, Priscila, María, Junias (en este nombre tenemos un conflicto entre quienes aseguran que era una mujer, con «s» al final de su nombre, o quienes dicen era un hombre, sin «s», Junia, y la consiguiente postura sobre el apostolado de una mujer o no, dependiendo si entendemos que Andrónico y Junia(s) destacaban entre los apóstoles, o eran considerados por los apóstoles), Amplias, Trifena y Trifosa, Pérsida, Julia, Olimpas. En fin, sin caer en el feminismo rampante y falsario que nos anega, hay que reconocer que siendo Pablo atacado por muchos como misógino, encontramos multitud de mujeres en su lista de colaboradores reconociendo su gran labor en la obra del Señor.

Llegamos así a la apoteosis final de la carta en la que concluye resumiendo la profundidad del evangelio que acaba de exponer. En su doxología recoge una vez más el fundamento sobre el que descansa el evangelio. Un misterio revelado que ha estado oculto desde tiempos eternos, pero que ahora por la predicación de Jesucristo se ha dado a conocer a todas las naciones para ser llevadas a la obediencia de la fe (1:5). El sustento de ese misterio revelado, llamado evangelio, y del que Pablo ha dado una amplia explicación en esta carta, se fundamenta en las Escrituras de los profetas, según el mandamiento de Dios. Porque en última instancia, todo procede de Él, por Él y para Él (11:36).

Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe, al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén (16:25-27).

EFESIOS (6) - el misterio del evangelioPREGUNTAS Y REPASO

1.- Anota todo lo que sepas de la introducción a esta carta.

2.- Haz un resumen de las veces que Pablo menciona el evangelio en 1:1-17.

3.- Haz una exposición simplificada de lo que es el evangelio que Pablo predicó.  Incluye los ocho primeros capítulos de Romanos. Recuerda que puede servirte como guía a la hora de compartirlo con otros.

4.-  En los capítulos 12 y 13 encontramos verdades prácticas en las que el cristiano debe vivir.  ¿Cuáles destacarías?

5.-  En asuntos donde hay diversas formas de actuar, según la conciencia ¿cuál debe ser la norma a seguir? (Ro.14:19; 15:2,3).

39 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - Portada¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia… ¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!  (Salmos 42:5,11).

Si el alma está abatida ¿quién es la voz que la alienta? Si el alma está turbada ¿quién la sostiene? Aquí tenemos un diálogo interno. El mundo interior tiene voz, ojos y oídos espirituales. Todo ocurre en lo hondo del ser. La lucha es interna. El conflicto invisible. Nadie lo percibe. La apariencia exterior puede parecer normal, pero dentro, en las profundidades del ser, hay abatimiento y turbación. Una voz proclama: espera en Dios, de Él viene la salvación. No del mundo interno, no está en la persona, está fuera de ella. Viene de arriba. La salvación es de Dios. Nuestra potencialidad no es suficiente. Podemos animarnos a nosotros mismos con palabras, pero la esperanza de salvación es de Dios. El Verbo era Dios. Volveremos a alabarle.

Padre celestial, Tú eres nuestra salvación. La salvación de Israel y la de nuestro país. Amén.

37 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaAl Señor esperé pacientemente, y El se inclinó a mí y oyó mi clamor. Me saco del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos  (Salmos 40:1,2).

Hemos crecido y somos parte de una sociedad donde parece que la espera en Dios sea una pérdida de tiempo. Como estamos enfocados hacia la producción, no producir algo tangible y contable nos parece una pérdida que no podemos permitirnos. Hay que obtener beneficio material de todo lo que hacemos, de lo contrario somos contados por ineptos, torpes y perdedores. Sin embargo, el salmista, un hombre muy activo, eficaz, de grandes logros y éxitos, nos dice que la clave de todo ello estuvo en esperar pacientemente al Señor. La espera no significó pérdida, sino ganancia. Fue una espera después de presentar su clamor y necesidad ante el Dios de Israel, entonces, llegó el momento cuando El se inclinó a mí… me sacó del hoyo… asentó mis pies y afirmó mis pasos.  Maravillosa espera. Glorioso día. Esperamos al Rey de gloria. Sí, ven, Señor Jesús.

 

Padre amado, esperamos en ti la redención de Israel. Pedimos por su restauración y la de nuestro país. Sácanos del hoyo y el lodo, y pon nuestros pies sobre la Roca que es Cristo. Amén.

34 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaNo me abandones, oh Señor; Dios mío, no estés lejos de mí. Apresúrate a socorrerme, oh Señor, salvación mía  (Salmos 38:21,22).

Esta es la oración que culmina la experiencia de abandono que el salmista está experimentando. Mis fuerzas me abandonan… mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mí… mis parientes se mantienen a distancia. Los que buscan mi vida me tienden lazos; los que procuran mi mal hablan de mi destrucción, y traman traición todo el día… estoy a punto de caer, y mi dolor está continuamente delante de mí. Confieso mi iniquidad, afligido estoy…  mis enemigos son vigorosos y fuertes; muchos son los que sin causa me aborrecen. Y los que pagan mal por bien se me oponen. En una situación de desamparo profundo, nuestro hombre solo tiene un lugar donde acudir: al Dueño de su vida. Israel ha sufrido infinidad de veces este desamparo. Abandonado por todos, el Eterno ha sido su refugio. Hoy volvemos a ver este abandono. Las naciones le dan la espalda. Israel, una vez más, depende de su Dios, y de nuestras oraciones.

Dios de Israel, socorre a Israel. Tú eres su ayuda en el tiempo de angustia. Restáurales y trae vida de entre los muertos a las demás naciones, en el nombre de Jesús.

33 – ORAND0 CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaSeñor, todo mi anhelo está delante de ti, y mi suspiro no te es oculto  (Salmos 38:9).

¡Cuántos anhelos y suspiros hay en el corazón del hombre! Podríamos decir que el anhelo es el deseo de nuestra voluntad, y el suspiro la necesidad de conseguirlo. El hijo de Dios trae ambos delante del Señor y su Trono. Sabe que no pasan desapercibidos para Dios, sino que están delante de Él y no le son ocultos. El apóstol Pablo tenía un anhelo y una oración: Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación (Romanos 10:1). También era llevar el evangelio a las naciones gentiles, entre ellas España (Romanos 15:24,28). El Espíritu Santo quiere hacernos copartícipes de ese mismo anhelo y suspiro ante Dios por Israel, por España y todas las naciones para salvación. Jesús vino a las ovejas perdidas de la casa Israel, y envió a los suyos a todas las naciones a hacer discípulos. Haya, pues, en nosotros ese mismo sentir que hubo en Cristo Jesús.

Padre, envía obreros a tu mies con un anhelo de salvación por Israel, y con un suspiro por España y las naciones, en nombre de Jesús. Amén.

31 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaYo fui joven, y ya soy viejo, y no he visto al justo desamparado,  ni a su descendencia mendigando pan… el Señor ama la justicia, y no abandona a sus santos; ellos son preservados para siempre  (Salmos 37:25,28).

La trayectoria de toda una vida de fe y confianza en Dios permite hacer este tipo de aseveraciones. Tenemos aquí la observación de la fidelidad de Dios sobre la vida de los justos. Dios es poderoso para guardarnos sin caída y presentarnos delante de su gloria con gran alegría. El que ha comenzado la buena obra en nosotros la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Dios es el proveedor para todas nuestras necesidades. Por tanto, no nos afanemos por el día de mañana, bástale a cada día su propio afán. Una vez más, la clave la tenemos en la figura del justo. Si nuestra fe tiene un buen fundamento en la justicia de Dios, que nos ha declarado justos por la fe en Jesús, (hemos sido hechos justicia de Dios en él), con esa verdad sólida en nuestros corazones podemos mantener una fe estable en los recursos de Dios, de no ser abandonados, sino preservados para aquel día.

Padre celestial, gracias porque tu guardas al justo todos los días de su vida en medio de la inseguridad de un mundo movible. Amén.

29 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaEl Señor sostiene a los justos. El Señor conoce los días de los íntegros, y su herencia será perpetua. No serán avergonzados en el tiempo malo, y en días de hambre se saciarán (Salmos 37:17b, 18,19).

Los íntegros y justos no evitan el tiempo malo, ni los días de crisis económicas. Sin embargo, pueden pasar por esos tiempos sostenidos por el Señor, sin ser avergonzados, y siendo saciados, sin que les falte nada de lo necesario, porque su herencia es perpetua, y el Señor los sostiene. Esa es la fe del salmista aquí. Cuando pasamos por el fuego y por el agua el Señor estará con nosotros (Isaías 43:2,3), siendo nuestro Sustentador y Salvador. Job fue un hombre justo, íntegro y apartado del mal que pasó por el fuego de la prueba y el Señor le sostuvo. Noemí sufrió días de hambre en Judá y tuvo que exiliarse con los suyos al extranjero. Sufrió también la pérdida de su familia y regresó a su pueblo pensando que el Todopoderoso la había afligido y llenado de amargura (Rut 1:20-22). Pero el Señor la sostuvo, y su herencia, a través de su nuera Rut, la moabita, fue perpetua: dio a luz un hijo que sería predecesor del rey David y ascendiente del Mesías.

Padre, gracias por sostenernos en los días malos. Has dado a Israel una herencia perpetua, y nos has incluido en ella mediante el Mesías. Amén.

PANORÁMICA del Nuevo Testamento – HECHOS

Anunciaron la palabraHechos de los Apóstoles

HISTORIA DEL LIBRO

El libro de los Hechos narra los acontecimientos posteriores a la ascensión de Jesús, así como el surgimiento de la congregación de Dios en Jerusalén, después del derramamiento del Espíritu Santo. El evangelio es difundido por todo Israel; luego llega a los pueblos gentiles, hasta llenar todo el Imperio Romano y el mundo conocido (Col.1:23). Este libro es la narración esencialmente de dos de los apóstoles, Pedro y Pablo, aunque encontramos el testimonio de muchos otros; pero sobre todo podemos denominarlo los hechos del Espíritu Santo. Es la tercera Persona de la Trinidad quien pone en marcha a los discípulos y obra con poder las maravillas y prodigios que llegarán hasta nuestros días. Se escribió alrededor del año 63 d.C., dos años después del encarcelamiento de Pablo en Roma, y antes de conocerse el veredicto al que sería sometido el apóstol de los gentiles.

Su autor es Lucas, y enlaza su mensaje con el final del evangelio que lleva su nombre. Según se cree ambos libros formaron parte de una misma obra inicialmente. Este documento histórico que narra el desarrollo de la incipiente iglesia primitiva podemos dividirlo en tres grandes partes. Veamos.

1.- Comienzo del movimiento judeocristiano en Jerusalén (1:15-8:3).

  • Matías, sucesor de Judas.
  • Derramamiento del Espíritu Santo.
  • Predicación de Pedro.
  • Problemas con las autoridades.
  • Muerte de Esteban.
  • Persecución a la predicación del evangelio.

2.- La expansión del evangelio desde Jerusalén (8:4-12:25).

  • Predicación de Felipe en Samaria.
  • Conversión de Saulo de Tarso (Pablo).
  • Conversión de Cornelio (El evangelio a los gentiles).
  • La iglesia en Antioquia.
  • Persecución de la iglesia.

3.- El evangelio a todo el mundo conocido

  • Primer viaje misionero de Pablo y Bernabé.
  • El concilio de Jerusalén.
  • Segundo viaje misionero de Pablo.
  • Tercer viaje misionero de Pablo.
  • Prisiones del apóstol en Jerusalén, Cesárea y Roma.

Es interesante observar que cada una de las tres partes en que hemos dividido el libro de Hechos termina con persecución de la iglesia y los discípulos de Jesús mientras realizaban la obra evangelizadora en el mundo.

ENSEÑANZAS Y TEMAS

El libro de los Hechos es historia, la historia de los comienzos del gran movimiento cristiano que se ha extendido por todo el mundo llegando hasta nosotros hoy. Narra el desarrollo de las múltiples vicisitudes y acontecimientos que dieron lugar al establecimiento de la iglesia del Señor desde Jerusalén. Es primordial para nosotros, la iglesia de Dios del siglo XXI, que miremos al modelo original que encontramos en este libro único. En él nos encontraremos con el desarrollo espectacular del evangelio en todo el orbe conocido, que siempre debe ser nuestra fuente de inspiración y referencia a imitar, dependiendo en todo momento del Espíritu de Dios que es quien impulsa sobrenaturalmente su obra. Hagamos un breve recorrido por los cuatro temas principales con los que nos encontramos en la narración de Lucas.

  1. El Espíritu Santo

Jesús prometió a los discípulos que enviaría la promesa del Padre, es decir, el Espíritu Santo (Hch.1:4); no los dejaría solos ante la gran obra. Jesús mismo les dijo que el Espíritu Santo sería en ellos «poder» para ser testigos de su resurrección (1:8). Llegó el día de Pentecostés (2:4) con manifestaciones nuevas de su venida. «Comenzaron a hablar en lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen». Pedro dijo que la promesa del Espíritu Santo, tal y como ellos la habían recibido, era «para nuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare»  (2:39). Eso significa que es también para nosotros hoy. Veamos un resumen de la llegada de la promesa del Padre y sus consecuencias en la vida de los discípulos.

  • La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés (2:1-4), y los posteriores derramamientos dieron valor a los discípulos para enfrentar las adversidades (4:8 ss.), y para hablar la palabra del Señor sin miedo ni vergüenza (4:31,33).
  • El Espíritu de Dios es un testigo más de lo que había sucedido en Jerusalén junto con los discípulos (5:32).
  • Capacitaba a los hombres para cumplir con su labor fuera del tipo que fuera (6:3-5).
  • El don del Espíritu Santo es transmitido por los apóstoles a los que creían en Jesús (8:14,15,17).
  • También hablaba a los discípulos para llevar a cabo la misión (8:29)  (10:19) (11:21) (13:2,4)  (16:6,7) (21:4,11) (28:25) ¿Cómo lo hacía?  Unas veces mediante una voz interior clara y que no admitía duda. (8:29) (10:19). Otras a través de un discípulo o profeta (21:4,11).
  • En casa de Cornelio vino el Espíritu Santo como el día de Pentecostés; lo supieron «porque les oían que hablaban en lenguas y que magnificaban a Dios»  (10:45,46;  11:15).
  • Es el Espíritu Santo quién toma la iniciativa de la obra misionera y escoge a los vasos elegidos para la misión (13:2-4).
  • El Espíritu Santo dirigía la iglesia y daba soluciones en momentos difíciles como en el primer concilio en Jerusalén (15:28). A la vez los apóstoles eran los instrumentos para llevar a cabo su voluntad (16:6,7).
  • En la ciudad de Éfeso el Espíritu fue derramado sobre los discípulos y tuvieron la misma experiencia que el día de Pentecostés: «Vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaron en lenguas y profetizaban»  (19:6).
  • También escogía a los responsables para el ministerio en las congregaciones locales (20:28).

Todas estas manifestaciones y experiencias son para todos los siglos; también para nosotros hoy. La iglesia de Dios en nuestros días ha de funcionar con las bases y principios de la iglesia primitiva. La experiencia de los apóstoles y discípulos el día de Pentecostés, y en momentos posteriores a ser llenos del Espíritu, debe ser un patrón repetido en nuestros días sin estridencias ni manipulaciones indeseadas.

  1. El Mensaje (La Palabra)

La predicación del mensaje de la palabra de Dios es otro de los temas que resalta este libro. Vemos la importancia de hablar, oír, recibir o rechazar el mensaje de Dios. Primeramente el énfasis está puesto en hablar o predicar, no pensamientos o filosofías humanas, sino la palabra de Dios; que en síntesis consiste en el evangelio: la muerte y resurrección de Jesús, «conforme a las Escrituras» (1 Co.15:1-7). Luego vemos que había muchos que oían el mensaje y lo recibían (2:41) (11:1); otros lo rechazaban (13:46) (14:1,2). En recibir o rechazar «las palabras de esta vida» (5:29), está la salvación o perdición de los hombres. Esa palabra, en esencia, es el evangelio de Dios.

  1. Los Mensajeros (los discípulos)

Dios ha escogido hombres y mujeres para que anuncien este mensaje glorioso en la unción del Espíritu Santo. En el libro de Hechos vemos un gran número de siervos de Dios que se pusieron a la disposición del Espíritu Santo para llenar el mundo con el evangelio de la gracia de Dios. Primero encontramos a 120 (1:15) reunidos en oración y alabanza. Entre ellos estaban los doce apóstoles como pilares de la doctrina del Maestro, así como María y otras mujeres (1:4). Luego Juan y Pedro sobresalen en su labor (3:1; 4:13). Los seis diáconos (Felipe, Esteban, Prócoro, Nicanor, Timón y Pármenas) (6:5). Los desconocidos, «unos varones» (11:20) que anunciaron el evangelio también a los griegos. Saulo (Pablo) y Bernabé (13:2). Juan (Marcos) el ayudante de Pablo y Bernabé que se volvió atrás en el primer viaje misionero (13:5,13), aunque más adelante fue útil para la obra del Señor (2 Ti.4:11). Pablo y Silas (15:40). Bernabé y Marcos (15:39). Encontramos también una listad de colaboradores del apóstol Pablo:

  • Timoteo (16:1-3)
  • Lucas (16:6-10 «Procuramos»)
  • Aquila y Priscila (18:20)
  • Apolos (18:24 ss.)
  • Sópater de Berea (20:4)
  • Aristarco (20:4)
  • Segundo (20:4)
  • Gayo de Derbe (20:4)
  • Tíquico y Trófimo de Asia (20:4)

Como podemos ver hallamos un gran número de mensajeros o discípulos del Señor que dedicaron sus vidas a la extensión del reino de Dios. Luego, en cada ciudad donde Pablo fundaba una congregación, «constituyeron ancianos» para afianzar, establecer y continuar la obra (14:23) (20:17) (1 Tim.5:17) (Tito 1:5; 2:2) (Stg. 5:14) (1 Pedro 5:1-5). Otro aspecto importante que encontramos es que siempre vemos a dos o más discípulos trabajando juntos, nunca a una persona sola. Esto nos recuerda el modelo que estableció el Señor (Lc.10:1).

  1. La Iglesia

La traducción del término griego «eklessia», vocablo que procede de la palabra «kahal» en hebreo, es «asamblea» o «congregación» de aquellos que «Cristo ha llamado de las tinieblas a su luz admirable» (Col.1:13) (1 P.2:9). La iglesia como asamblea o congregación ya existía en el Antiguo Testamento, ahora bien, la iglesia cristiana del N.T. comienza o surge en el momento cuando el Espíritu Santo desciende y crea la comunión del cuerpo de Cristo en la tierra. Sin embargo, en muchos casos el término iglesia ha venido a significar una institución perdiendo el contenido primario del concepto. También hemos confundido en la práctica la iglesia con el lugar de reunión, el libro de los Hechos de los apóstoles revela con claridad que nos hemos alejado mucho de lo que fue en su origen.

La congregación o iglesia de los redimidos comenzó con 120 personas (1:15), luego se convirtieron 3.000 más (2:41). Después se habla de 5.000 varones, que pueden haber sido unas 15.000 personas incluyendo mujeres y niños. Luego se habla de una multitud (4:32); para más adelante decir que el número de los discípulos se multiplicaba en Jerusalén (6:7). El crecimiento de las congregaciones llegó a toda Judea, Galilea y Samaria, que siendo edificadas, andaban en el temor del Señor, y crecían fortalecidas por el Espíritu Santo (9:31). Más adelante nos encontramos con que cada día surgían iglesias. «Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día» (16:5). La marcha del evangelio era imparable, llegando a Europa mediante una visión que el Señor le dio a Pablo en la cual vio a un varón macedonio que le dijo: «pasa a Macedonia y ayúdanos» (16:6-10). Esa fue la base sobre la que todo un continente fue establecido progresivamente en los principios y valores del reino de Dios que fundamentan sus raíces en una concepción judeocristiana de la vida. El autor de los Hechos reseña finalmente que en la ciudad de Jerusalén, de donde había salido el mensaje a todas las naciones conocidas, eran millares los judíos que habían creído el evangelio (21:20). Millares significa en el texto griego diez miles de judíos que habían creído que Yeshúa —Jesús— era el Mesías de Israel. El crecimiento fue espectacular, y el reino de Dios se expandió como una levadura que leudó la gran masa de naciones gentiles con la verdad emanada del evangelio (Mt.13:33). Un evangelio en el que inquirieron e indagaron diligentemente los profetas de Israel acerca de la gracia destinada a vosotros y la salvación resultante (1 P.1:10-12).

La iglesia o congregación de Dios fue formada por los que recibieron la palabra del evangelio (2:41) y fueron bautizados como resultado de su fe en Jesús, formando así la comunión de todos los creyentes. Estos estaban juntos (2:42) y perseveraban en:

  • La doctrina de los apóstoles.
  • La comunión unos con otros.
  • El partimiento del pan.
  • Las oraciones.

Cada día se reunían en el templo y en las casas (2:46). Observa: en el templo y por las casas (5:42). Había templo en la ciudad de Jerusalén, capital de Judea, aunque estuviera bajo la tutela de Roma. Aún no había sido destruido, suceso que tuvo lugar en el año 70 d.C. tras la rebelión de los judíos nacionalistas o zelotes. Por otro lado «las casas» fueron un baluarte para el desarrollo de las comunidades nacientes de creyentes en las que se afianzaba la enseñanza apostólica, las oraciones y la comunión unos con otros (Hch.5:42; 16:11-15 ss. 28:30). La iglesia no construyó lugares de culto de manera estable hasta principios del siglo IV. En cada ciudad y provincia existían iglesias locales con un liderazgo espiritual  (14:23). Las reuniones o cultos se componían de himnos, oraciones y enseñanza de las Escrituras. Celebraban la santa cena o partimiento del pan; compartiendo el mensaje de esperanza y salvación con judíos y gentiles.

En la iglesia del Nuevo Testamento se administraban dos sacramentos: El bautismo y la santa cena. El bautismo era el inicio de la vida cristiana.  Inmediatamente después de recibir la palabra eran bautizados.  Encontramos muchos ejemplos de esta práctica (2:41) (8:12) (8:35-39) (9:17,18) (10:47) (16:14,15) (16:31-33). La santa cena se hace en memoria de Cristo (1 Co.11:24,25). El pan es símbolo de su cuerpo y nos habla de un solo Cuerpo con muchos miembros. El vino es símbolo de la sangre de Jesús, señal del Nuevo Pacto que borra nuestros pecados.

La oración y el ayuno eran parte esencial en el desarrollo de las comunidades primitivas. En una reunión de oración y ayuno vino el Espíritu Santo (1:4;  2:1-4). Algunos otros ejemplos los encontramos en los siguientes textos: (3:1) (4:24-31) (6:4) (9:11) (10:9) (12:5,12) (13:1-3) (16:13,16) (20:36) (28:8).

EFESIOS (6) - el misterio del evangelioPREGUNTAS Y REPASO

1.-  ¿Quién escribió el libro de los Hechos?

2.-  Haz un breve resumen de la temática de este libro

3.-  ¿En qué capítulo se narra el día de Pentecostés?

       Anota otros pasajes donde hubo experiencias similares.

4.-  ¿Qué  labor tuvo el Espíritu Santo en la iglesia primitiva?

5.-  Lee Hch. 2:39 y responde: ¿cuál es la promesa? Y ¿Para quiénes es dada esta promesa?

6.-  En Hch. 2:14-40 tenemos el primer discurso de Pedro con la conversión de 3.000 personas (2:41). Señala las partes básicas del mencionado discurso.

7.- Haz una relación con varios de los apóstoles y discípulos que resaltan en  este libro.  ¿Por qué crees que sobresalieron?

8.-  Haz un resumen general con las características que encuentras de la iglesia primitiva.

23 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaEl Señor hace nulo el consejo de las naciones; frustra los designios (las maquinaciones RV60) de los pueblos  (Salmos 33:10).

Desde los días de la torre de Babel, las naciones han pretendido hacer coaliciones para oponerse a la revelación de Dios. Han tramado consejos contra Dios y su Ungido (Salmos 2:1-4), contra su pueblo Israel (Salmos 83), y contra los hijos del reino, que han escapado del sistema mundano que dirige el príncipe de la potestad del aire. Los gobernantes fabrican leyes, en muchos casos, contrarias a la ley moral y natural, para resistir la voluntad del Soberano y Señor de toda la creación. Sin embargo, el Señor se reirá y frustrará sus consejos. Cuando se levanta la soberbia del hombre, Él la reduce a nada. Dios quita y pone reyes. Todas las naciones, delante de Él, son como una gota de agua que cae en un cubo, son estimadas como grano de polvo en la balanza, y ante Él son como nada, insignificantes (Isaías 40:15,17). Dios frustra los consejos de las naciones que se levantan contra su palabra revelada por apóstoles y profetas. Por eso, bendita la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él ha escogido como herencia para sí (Salmo 33:12).

Señor y Dios, frustra los designios de las naciones contra tu pueblo Israel, y revélanos la palabra profética más segura a los hijos del reino. Amén

21 – ORANDO CON EL SALMISTA

Orando con el salmista - PortadaPero yo, oh Señor, en ti confío; digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis años  (Salmos 31:14,15).

No hay ningún ser humano pisando la tierra que tenemos bajo nuestros pies que no haya experimentado en alguna ocasión el peso de la adversidad, el dolor del rechazo, o la calumnia de quienes buscan su mal. En esos tiempos nos atenaza el temor que pretende paralizarnos. Esa es la atmósfera en la que se está moviendo el salmista en el texto mencionado. Me interesa, y mucho, cómo han reaccionado los hombres de Dios cuando han enfrentado la angustia del olvido y la insignificancia ante sus cercanos. Como un muerto soy olvidado, sin ser recordado, soy semejante a un vaso roto (Salmos 31:12). Ante esa tesitura, nuestro hombre se vuelve a Dios y declara con seguridad: en ti confío, tú eres mi Dios, en tus manos están mis tiempos (años). Esta es la fe que vence al mundo. Hay un tiempo para ser ensalzado y otro para ser desplazado, pero en todos ellos, la fortaleza está en confiar nuestras vidas a la soberanía de Dios.

Padre, tu eres mi Dios, en tus manos están los tiempos para Israel y las naciones, sepan todos ellos que no son sino polvo. Amén.