256 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn las Cartas (VII) – 1 y 2 Tesalonicenses (3)

Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder (2 Tesalonicenses 1:5-7)

         La venida del Mesías encuentra a los suyos padeciendo por el reino. Lo cual debe llevarnos a meditar bien sobre ciertas teologías escatológicas escapistas que ponen el acento en una huída de la tribulación, mientras el apóstol nos dice en otro lugar que es necesario que entremos en el reino a través de  muchas tribulaciones (Hch.14:22).

El día de su venida habrá justicia. Se manifestará el justo juicio de Dios dando a cada uno según sus obras. Los que han padecido por el reino serán recompensados y consolados. Es el día de venganza del Señor que consuela a los enlutados; ordena que a los afligidos de Sion se les de gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar de espíritu angustiado (Is.61:2,3). Esto es demostración del justo juicio de Dios.

Habrá tribulación para quienes han causado aflicción al pueblo de Dios. Serán excluidos de la presencia del Señor y su gloria (2 Tes. 1:9). En Tesalónica había quienes esperaban de forma inminente el retorno del Mesías y tomaron algunas medidas que estaban fuera de la voluntad de Dios, abandonando sus obligaciones temporales y laborales. El apóstol enseñó que hay una serie de sucesos que preceden a su venida: apostasía, manifestación del hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios (2:1-4).

Es una sociedad que niega la adoración a Dios y centra su culto en el hombre; el humanismo predominante de nuestros días. Europa vive bajo este manto de oscuridad. Debe manifestarse aquel inicuo, que engañará a muchos con prodigios mentirosos, con engaño de iniquidad para los que se pierden; y a quien el Señor matará con el espíritu de su boca y destruirá con el resplandor de su venida.

Por tanto, tenemos antes de la venida del Rey a Jerusalén un tiempo de gran oscuridad, iniquidad y apostasía. Predominio de la mentira y el engaño mediante poderes espirituales de difícil resistencia en una sociedad entregada a la iniquidad y la disolución de valores según la ley de Dios y el evangelio. La iglesia vive en medio de esa atmósfera, ―siempre ha sido así―, para ser luz, velando y orando para no caer en tentación, sino esperando y apresurando su venida libertadora.

         Hay un día señalado para dar retribución a cada uno en su venida.

255 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn las Cartas (VI) – 1 y 2 Tesalonicenses (2)

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él (1 Tesalonicenses 4:13,14)

         Después de haber hecho un repaso breve sobre algunos de los textos que aparecen en las cartas de Pablo acerca del reino, centrémonos ahora en el contenido de las cartas a los tesalonicenses donde aborda algunas de las preguntas que se habían suscitado en esta iglesia.

El mensaje del evangelio contiene una esperanza gloriosa. Fue predicado en la ciudad de Tesalónica y muchas otras ciudades de la cuenca Mediterránea, produciendo un nuevo amanecer sobre los corazones de los hombres. También surgieron algunas preguntas sobre cómo se desarrollarán sucesos tan gloriosos y exclusivos del mensaje de profetas y apóstoles. Pablo dice en primer lugar que no debemos ignorar acerca de las personas que nos han precedido en la muerte, porque hay una esperanza que impide caer en la tristeza.

El evangelio contiene una esperanza sujeta a la obra redentora del Mesías. Jesús murió y resucitó, por tanto, en su venida a la tierra traerá con él a los que durmieron en él. Su venida será anunciada mediante el sonido del shofar. Se tocará la trompeta y los muertos en Cristo resucitarán (1 Co.15:52); y quienes estén vivos en ese evento serán transformados y arrebatados para el Señor y su gobierno.

Reinar con Cristo tiene dos aspectos diferenciados en la Escritura. Por un lado los que resuciten en la primera resurrección reinarán con él mil años (Ap. 20:6); las personas que resucitan en ese momento no pasarán más por la muerte, la muerte no tiene potestad sobre ellos. Por otro lado, reinarán por los siglos de los siglos (Ap.22:5). Siempre es complejo tratar de poner en orden todos los sucesos de los últimos tiempos.

En la primera carta a los tesalonicenses vemos que el día de la resurrección tienen lugar diferentes eventos que debemos complementar con otros pasajes que iremos viendo próximamente. Los que encontramos aquí podemos resumirlos de la siguiente manera: El Señor trae con él a los que durmieron en él; desciende del cielo al sonido de trompeta y los muertos en Cristo oirán su voz y resucitarán primero; los que vivan en la tierra serán arrebatados y transformados en el aire para estar con el Señor. Pero el Rey no se quedará en el aire de forma invisible, sino que vendrá a Jerusalén a tomar el trono de David y reinar con los suyos por mil años. Este es el mensaje claro y amplio en la Escritura de los profetas de Israel.

         En su venida resucitaremos y seremos transformados a su semejanza.

254 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn las Cartas (V) – 1 y 2 Tesalonicenses (1)

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él (1 Tesalonicenses 4:13,14)

         Antes de adentrarnos en el mensaje de las cartas a los tesalonicenses veamos algunos aspectos del reino que encontramos en pasajes anteriores. Se nos dice que el reino  no consiste en palabras, sino en poder (1 Co. 4:20). Los injustos no lo heredarán (1 Co. 6:9-11). Debemos recordar que la entrada al reino tiene lugar en el momento cuando somos trasladados de dominio, de la potestad de las tinieblas, al reino de su amado Hijo (Col.1:13), una vez que hemos sido redimidos mediante la obra del Mesías. Se inicia en este mundo para heredarlo más tarde en su manifestación en Jerusalén. Experimentamos, mediante el Espíritu, las primicias del poder y la naturaleza del reino de Dios en nuestros corazones, que tendrá su plenitud en la manifestación del Rey; porque cuando le veamos seremos semejantes a él (1 Jn.3:2); con un cuerpo glorificado semejante al suyo (Fil. 3:20,21).

Sin embargo, habrá personas en el reino mesiánico que aún estarán bajo el dominio del pecado y sus obras: fornicarios, idólatras, adúlteros, afeminados, ladrones, avaros, borrachos, maldicientes, estafadores; estos no heredarán el reino aunque vivan por un tiempo bajo su influencia en un periodo de paz y justicia universal; sin embargo, seguirán en su pecado y formarán parte del ejército que finalmente peleará contra el Señor y los suyos en la batalla final de las naciones contra Jerusalén.

Por otro lado están los que han sido lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor (1 Co.6:9,10) (Gá. 5:21) (Ef. 5:5). Estos tendrán un cuerpo glorificado en los cuales no puede operar ya el pecado y la muerte, semejante al de Jesús, por eso dice el apóstol que la carne y la sangre (el viejo hombre carnal sometido al pecado y la muerte) no pueden heredar el reino (1 Co.15:50).

El contexto de este pasaje es la resurrección, por ello habla de quienes habrán resucitado en su venida, y quienes serán transformados a su semejanza. Sobre estos ya no tiene poder la muerte y su poder; como está escrito: la muerte segunda no tiene potestad sobre ellos (Ap. 20:6, 14; 21:8; 2:11). En el cuerpo glorificado a la semejanza del Mesías ya no operan la corrupción y la muerte, será inmortal y sin pecado (1 Co.15:50). Pablo abordará estas preguntas en sus cartas a los tesalonicenses que veremos.

         El reino mesiánico lo heredan los redimidos, aunque vivirán en él personas irredentas que tendrán ocasión de formar parte del pueblo de Dios.

253 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn las Cartas (IV) – 1 Corintios

Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que el reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte (1 Corintios 15:23-26)

         Debemos entender que en la mayoría de las cartas apostólicas el tema predominante no es el reino mesiánico ―aunque sí se aborda dentro del tema de los últimos tiempos, especialmente en Tesalonicenses y en la segunda carta del apóstol Pedro que veremos― sin embargo, en todas ellas aparece Jesús entronizado como Señor y Mesías a la diestra del Padre.

Sí podemos ver en distintos momentos el pensamiento de los apóstoles al respecto de este tema, que no era otro que la herencia del mensaje de los profetas y que hemos visto ampliamente en esta serie. Como judíos mantenían la revelación de Dios, ampliada por la venida del Mesías y el Espíritu Santo que desplegó el misterio en una dimensión mucho mayor.

Avanzando en las cartas nos encontramos con el texto de 1 Corintios donde Pablo trata acerca de la resurrección, y en medio de su exposición nos deja algunos detalles interesantes sobre nuestro tema.

La resurrección tiene un orden detallado: Cristo primeramente, las primicias, los que son de Cristo que resucitarán en el momento cuando aparece el Señor. Ese momento es cuando se establece el reino en Jerusalén, donde el Mesías reinará con los suyos. Y después entregará el reino establecido en Sion al Dios y Padre, habiendo suprimido todo dominio, autoridad, y potencia. Habrá puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies; y el último enemigo que será suprimido es la muerte.

Recordemos que en el reino mesiánico aún tendrá dominio la muerte sobre quienes no han resucitado con Cristo y que vivirán en la tierra. Recordar lo que dijo el profeta: el niño morirá de cien años (Is.65:20), por tanto, la muerte estará vigente aún. Pero llega el momento cuando todo es consumado. El tiempo no será más, y cuando todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos (1 Co.15:28). Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas (Rom.11:36). En nuestro texto inicial se habla del fin, y una parte de los sucesos que preceden al desenlace de todas las cosas es el reino mesiánico establecido en Jerusalén.

         El reino mesiánico es el gobierno del Justo sobre las naciones, suprimiendo todo dominio y poniendo a todos sus enemigos bajo sus pies.

252 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn la Cartas (III) – Romanos (3)

Y otra vez dice Isaías: Estará la raíz de Isaí, y el que se levantará a regir los gentiles [naciones]; los gentiles [naciones] esperarán en él (Romanos 15:12)

         Si el Libertador viene de Sion, es decir, Jerusalén, la capital de Israel, es necesario que el pueblo judío esté en su tierra, como lo es desde 1948, y se entiende la presión internacional ejercida por el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que opera en los hijos de desobediencia. Se entiende también la oposición de la ONU, el islam y la filosofía humanista occidental que ha dado la espalda a la revelación de Dios y está cargado de antisemitismo.

Todo ello es posible comprenderlo, pero lo que no se entiende es que quienes deberían tener revelación del mensaje de los profetas ―léase la eklessia internacional, gran parten de ella― se alinee con los enemigos de la profecía alejándose de la raíz de Isaí.

El apóstol Pablo, que sufrió en sus propias carnes el endurecimiento de Israel siendo perseguido en múltiples ocasiones, no deja de orar por la salvación de su pueblo, sin abandonar el mensaje de los profetas.

En nuestro texto menciona la raíz de Israel, recogiendo el mensaje del reinado universal del Mesías de Israel. Lo encontramos en Isaías 11. Allí se menciona la vara del tronco de Isaí, el vástago que retoñará de sus raíces, en quién reposará el Espíritu de YHVH, el que juzgará con justicia, porque la tierra será llena del conocimiento de YHVH, como las aguas cubren el mar. Y añade: Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa (11:10).

Pablo comprende que las naciones serán regidas por el heredero del trono de David, que no es otro que el Mesías de Israel a quién él anuncia. Las naciones esperarán en él. Esta palabra debió darle un impulso añadido en su ministerio a los gentiles. Por tanto, el apóstol recoge una vez más el mensaje de los profetas donde se expone con claridad la venida del hijo de David para reinar en Jerusalén sobre todas las naciones de la tierra. Un reino mesiánico en Jerusalén.

No espiritualizó el anuncio. El reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu (Rom.14:17), base del mensaje profético sobre el reino mesiánico cuyas primicias ya vivimos hoy mediante el evangelio. Al terminar su carta a los romanos el apóstol reconoce que el misterio del evangelio se mantuvo oculto desde tiempos eternos, pero ahora ha sido manifestado por las Escrituras de los profetas y dado a conocer a los gentiles para obedecer a la fe (16:25-27). El evangelio ya estaba en el mensaje de los profetas de Israel. El reino también.

         Pablo creía en el reino mesiánico sobre todas las naciones desde Sion.

251 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn la Cartas (II) – Romanos (2)

Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos, que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad (Romanos 11:25,26)

         Después de hacer la mejor y más amplia exposición del evangelio que  tenemos en las Escrituras en los ocho primeros capítulos de su carta a los romanos, el apóstol de los gentiles regresa al misterio de Israel en los siguientes tres capítulos. Allí volvemos a encontrarnos con la herencia hebrea de la fe que hemos recibido las demás naciones mediante el Mesías.

Pablo es claro. No debemos ignorar el misterio que está exponiendo, porque al hacerlo entraremos en arrogancia, que es exactamente lo que ha ocurrido en  buena parte de la Historia de la iglesia. Una arrogancia que impide la revelación. La altivez de espíritu, cuyo exponente clásico es el orgullo espiritual fundado en una supuesta superioridad doctrinal, conduce inexorablemente a la ceguera; una ceguera nociva en extremo puesto que nos lleva a una creencia falsa en la certeza de estar defendiendo la verdad. Es el fundamento de toda obstinación religiosa que se levanta contra el espíritu del evangelio y lleva a la confrontación continua.

El misterio que podemos ignorar y que conduce a la arrogancia mencionada es desconocer que el endurecimiento de Israel hacia el evangelio ha sido en parte, como dice el apóstol: en cuanto al evangelio, son enemigos… pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres (11:28). Ese endurecimiento tiene fecha de caducidad: hasta que entre la plenitud de los gentiles, y luego habrá un avivamiento espectacular en Israel de tal forma que todo Israel será salvo.

Podemos especular con esto, pero son las palabras del apóstol. Y para ratificar su argumento pone como base lo que está escrito en los profetas: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Ese advenimiento del Mesías limpia los pecados de Israel y los introduce en el pacto establecido, del cual ahora los gentiles somos beneficiarios, aunque fue hecho a Israel (Jer.31:31).

Misterio. Los gentiles que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia… mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó (9:30,31). Endurecimiento en parte hasta el tiempo establecido. Vendrá el Libertador y habrá salvación en Israel. Vivimos los tiempos de la restauración de todas las cosas. Oremos por Israel.

         El Libertador viene de Sion, −Jerusalén−, por ello, es necesario que el pueblo de las promesas esté asentado en la tierra de su heredad.

250 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn la Cartas (I) – Romanos (1)

Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos (Romanos 1:1-4)

         Hagamos ahora un breve recorrido por las cartas apostólicas del Nuevo Testamento y veamos de manera sucinta las referencias que podemos encontrar en ellas sobre el reino mesiánico. En primer lugar apreciamos la herencia hebrea de sus escritores, herederos del mensaje de los profetas de Israel.

En el inicio de esta carta de Pablo apreciamos la conexión que el apóstol hace entre el evangelio y el mensaje de los profetas. El evangelio que Pablo predicaba había sido prometido por Dios a través de los profetas en las Escrituras. Por tanto, tenemos que los apóstoles son deudores de los profetas de Israel. Las profecías se han cumplido en la persona del Mesías que ellos habían antes anunciado y que ahora los llamados y enviados (es lo que realmente significa apóstol) por el Señor anunciaban como testigos de su resurrección.

Pablo pone de fundamento, en la gran exposición que va a desarrollar del evangelio en su carta a los romanos, al Señor Jesucristo como hijo de David, según la carne, y declarado Hijo de Dios por la resurrección. Es el mismo mensaje que anunciaron Pedro y los demás apóstoles desde el día de Pentecostés.

El Mesías es hijo de David. Su heredero. Y en este linaje encontramos la apelación al pacto davídico que Dios hizo con el hijo de Isaí, y que entronca absolutamente con el reino venidero que ha de venir a Jerusalén. Lo hemos visto a lo largo del desarrollo de nuestro tema. Pablo, apóstol de los gentiles, creía en el advenimiento futuro del reino davídico para establecer su trono en la ciudad de Jerusalén. Sabía que ese era el mensaje de los profetas, que Dios había prometido en las santas Escrituras, y que contenían el evangelio que ahora anunciaba.

El Mesías es Hijo de Dios. El justo que ha reinar. David sabía que su casa no tenía las condiciones para responder a las exigencias que el pacto de Dios había contraído, por lo que debió entender que el descendiente prometido para reinar tendría una naturaleza distinta. No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo (2 Sam.23:5). El Mesías no vería corrupción (Hch.13:36,37). Resucitó. Por tanto, sería Hijo de Dios con poder. Dos naturalezas. Un solo heredero de todo. La identidad del Mesías revelada en las Escrituras de los profetas y apóstoles (16:25-27).

         El evangelio y el reino fundamentados sobre el Mesías hijo de David.

249 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Hechos (III) – El rey juzgará al mundo

Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quién designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos (Hechos 17:31)

         El libro de los Hechos es un desarrollo trepidante de como el evangelio del reino de Dios se extendió rápidamente desde Jerusalén a las naciones después que los apóstoles fueran llenos del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Una nueva realidad espiritual se apoderó de los testigos de su resurrección. El Mesías había sido entronizado en el cielo. Dios le había hecho Señor y Cristo (Mesías); por tanto, era necesario darlo a conocer, comenzando en Jerusalén y a Israel. Y desde allí se extendió por toda la cuenca mediterránea llegando a Europa.

La fuerza del mensaje radicaba en el nombre de Jesús, Yeshúa para los judíos. En este nombre se anuncia perdón de pecados, salvación y señorío en el corazón de todos aquellos que le invocan. Precisamente este título −Señor− fue el que se usó de manera continua en la predicación de los apóstoles. Jesús es Señor y Mesías. Ha resucitado de entre los muertos. Ha sido entronizado en el cielo. Y desde aquel lugar gobierna como cabeza de la congregación que se extiende en la tierra por todas las naciones.

Los discípulos predicaban su nombre y su reino (19:8; 20:25; 28:23,31). Sabían que éste Jesús, a quién habían crucificado, Dios le había hecho Señor y Mesías. El Mesías anunciado por los profetas había venido en la persona de Jesús de Nazaret a quien ellos proclamaban con gran autoridad (9:22; 18:28). Además usaron el título de rey (17:7) y justo (7:52 y 22:14). Una conexión inequívoca con la palabra anunciada a David, que de su descendencia se levantaría uno que sería heredero de su trono y reinaría con justicia en la tierra.

Este mensaje era claro en la predicación de los apóstoles y los discípulos del siglo I. En su predicación a los griegos de Atenas el apóstol Pablo fue claro anunciando al varón que juzgaría al mundo con justicia, cuya prueba irrefutable era haber sido levantado de los muertos. Había vencido la muerte y volvería para reinar y juzgar con justicia. Un mensaje claramente mesiánico sustentado en los profetas de Israel (Is.11:1-5 y Miq.4:1-3); que también anunció proféticamente el rey David en sus palabras finales: El Dios de Israel ha dicho… habrá un justo que gobierne entre los hombres (2 Sam.23:3).

Los apóstoles no espiritualizaron el mensaje, la iglesia posterior sí lo ha hecho alejándose del anuncio de los profetas. El libro de Hechos termina con la predicación del reino y el nombre del Señor y Rey (28:23,31).

         Un día, el Mesías hijo de David volverá para juzgar al mundo con justicia.

248 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Hechos (II) – El Mesías en el trono de David

Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono (Hechos 2:30)

         Después de los cuarenta días transcurridos desde la resurrección hasta la ascensión del Mesías, durante los cuales estuvo hablando a los suyos acerca del reino, pasaron otros diez hasta que se cumplió la promesa que les había hecho de enviar el Espíritu Santo para que fuesen testigos a todas las naciones de lo que habían visto y oído, especialmente testigos de su resurrección.

Y venido el día de Pentecostés (Shavuot), el primer mensaje predicado por el apóstol Pedro contiene diversas referencias al tema del que habían oído hablar al Maestro recientemente. Una vez identificado el derramamiento del Espíritu con la profecía de Joel, el apóstol introduce en su mensaje el salmo 16 escrito por el «profeta» David. Recuerda el juramento que Dios hizo al hijo de Isaí que de su descendencia levantaría al Mesías para que se sentara en su trono. Una referencia clara al pacto davídico.

El derramamiento del Espíritu en Pentecostés fue la constatación de que Jesús había sido exaltado a la diestra de Dios, sentado en el trono celestial hasta que sus enemigos sean puestos bajo el estrado de sus pies, y volverá para sentarse en el trono de David establecido en la ciudad restaurada de Jerusalén en el futuro.

El apóstol Pedro afirma que toda la casa de Israel debe saber que aquel a quien habían crucificado, Dios lo hizo Señor y Mesías (2:36). Había sido glorificado por el Padre a su diestra, hecho Señor, y volverá como Mesías de Israel −invocado para salvación de todos los hombres− a la misma ciudad para establecer el reino davídico prometido con juramento.

Poco tiempo después, en su segundo discurso, Pedro vuelve a mencionar, además de la esencia del evangelio, y como parte de él, la esperanza mesiánica venidera. Todo ello fundamentado en el mensaje de los profetas. Leamos. Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que el Cristo había de padecer… arrepentíos y convertíos… y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo (3:18-21). Jesús está «retenido» en el cielo hasta la restauración del reino a Israel en los días finales como anunciaron ampliamente los profetas.

         Jesús se ha sentado a la diestra del Padre, pero aún debe sentarse en el trono de David cuando regrese a la ciudad de Jerusalén para reinar en la tierra.

247 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los Hechos (I) – Después de la resurrección

… Después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios (Hechos 1:3)

         Hagamos ahora una parada breve en el libro de los Hechos de los apóstoles y veamos cómo está presente el tema del reino desde el principio. Jesús fue crucificado y murió en Jerusalén; fue sepultado y resucitó en la misma ciudad, sacando a luz la vida y la inmortalidad. Después de resucitar y hasta su ascensión pasaron cuarenta días. Durante ese tiempo el Maestro tuvo varios encuentros con sus discípulos, aún dubitativos y perplejos ante los sucesos que habían tenido lugar en Jerusalén, y de los que todavía no se habían recuperado.

Comió con ellos, les mostró su rostro humano con las marcas de los clavos en sus manos y pies, pero a la vez su cuerpo no estaba sujeto a las limitaciones de un cuerpo de muerte. La muerte había sido vencida y ésta ya no tenía poder sobre él. Su aspecto era parecido al de antes de morir y resucitar, y a la vez distinto puesto que les costaba reconocerlo a quienes habían estado con él durante más de tres años.

En esos cuarenta días Jesús habló sobre todo del reino. Y lo hizo, seguramente, como aparece en el mensaje de los profetas de Israel. Habló del reino en Jerusalén que se extendería sobre todas las naciones. Del trono levantado en la ciudad del gran Rey. Del pacto que Dios hizo con David para poner a uno de sus descendientes como rey justo sobre todas las naciones. De tal forma que los discípulos preguntaron si semejante acontecimiento tendría lugar inmediatamente. Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (Hch.1:6). La respuesta de Jesús pone de manifiesto que aún no era el momento; no dijo que el reino no sería restaurado a Israel, sino que sería restaurado pero aún no.

Ahora tocaba ser testigos del reino en los corazones de los hombres para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el reino mesiánico. El mensaje debía salir de Jerusalén a todos los pueblos, en Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra en el poder del Espíritu Santo. Por tanto, el Maestro que enseñó durante cuarenta días a los suyos acerca del reino, dejaba ver que habría de venir un día para la restauración del gobierno mesiánico en la tierra desde la ciudad de Jerusalén. Esta ciudad es el centro de operaciones proféticas para liberar el anunciado plan de Dios. Lo será cuando retorne el rey.

         La resurrección de Jesús está unida al establecimiento del reino de Dios en la tierra, pero antes debe ser anunciado el evangelio a toda nación.