Nota informativa sobre LAS MEDITACIONES

El reino mesiánicoQuiero comunicaros a todos los que seguís esta larga serie sobre «El reino mesiánico» que los próximos días no enviaré las meditaciones.

He hecho una parada para resumir y sintetizar todos los textos de la Escritura en los que encontramos referencias claras al reino venidero, con sus características más relevantes que tendrán lugar en la era mesiánica, tal como las recogen los profetas y el resto de las Escrituras.

Una vez haya hecho el trabajo correspondiente volveré a escribir las últimas reflexiones sobre este importantísimo tema, y las enviaré por los medios habituales.

Mientras tanto seguiré subiendo distintos materiales de enseñanza a la página web, con las limitaciones que me impone mi horario laboral, y que podéis visitar cuando lo deseéis. Gracias por vuestro apoyo en la divulgación de la palabra de Dios a través de este medio. Ruego vuestras oraciones.

Un saludo cordial a todos en Cristo.

Lunes, 5 de marzo de 2018.

275 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoConsideraciones finales (6) – El pacto con la casa de David

Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino… Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente (2 Samuel 7:12,13,16).

La Escritura se detiene ampliamente en la biografía del rey David. Es una figura central en la historia de Israel. El Mesías era del linaje de David según la carne (Rom.1:3); por tanto, para profundizar en la amplitud de su obra debemos estudiar la casa de David, y especialmente la vida del hijo de Isaí. Lo hemos hecho en el apartado correspondiente de esta serie.

Recordemos algunos detalles. Desechado Saúl por su desobediencia a la palabra de Dios, el Señor les levantó por rey a David, del cual Dios también testificó y dijo: He hallado a David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón, que hará toda mi voluntad (Hch.13:22 LBLA). Durante un tiempo hubo lucha entre la casa de Saúl y la casa de David. La vieja confrontación entre la carne y el espíritu la vemos reflejada de forma gráfica en las vidas de Saúl y David. Poco a poco fue imponiéndose la voluntad revelada de Dios, que había escogido al joven pastor, el menor de la casa de su padre, para ser pastor en Israel y portador de la simiente del Mesías.

Recordemos en este punto a varias mujeres madres de Israel. En primer lugar a Lea, madre de Judá, por tanto de David, que fue menospreciada por su marido a favor de Raquel, aunque el pacto matrimonial debía ser con la mayor de las dos hermanas. Dios eligió a Lea para ser madre de la simiente del Mesías. Luego nos encontramos con Noemí y su nuera Rut la moabita, bisabuela del futuro rey de Israel. Y con Ana, madre del profeta Samuel, y despreciada por su oponente Penina, que clamó al Señor por un hijo con toda su alma, el cual sería quien ungiría a David como futuro rey de Jerusalén. De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel (Hch.13:23).

Fue con David con quien YHVH hizo un pacto para que su trono fuera estable eternamente, la raíz de Isaí. Como anunció el profeta Isaías acerca del Mesías y su reino mesiánico: Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces (Is.11:1). El mismo David, en sus palabras finales, profetizó: Habrá un justo que gobierne entre los hombres (2 Sam.23:3). Sabía que no sería su casa, sino que la superaría; declarado Hijo de Dios con poder (Rom.1:4). El pacto con la casa de David sigue vigente y su cumplimiento se materializará en el reino venidero.

         Yeshúa es raíz y linaje de David, estrella de la mañana de un nuevo día.

274 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoConsideraciones finales (5) – Prometido desde la fundación del mundo

Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo (Mateo 25: 34)

Hay verdades escondidas que vienen a la luz en el momento cuando Dios envía su revelación. Lo hace mediante «la palabra», la misma que originó todas las cosas en el comienzo. Jesús enseña que en el mismo momento cuando fue creado el mundo, también fue preparado el reino que más tarde sería revelado progresivamente. Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman (1 Co.2:9).

El Maestro enseñó en parábolas cosas escondidas desde la fundación del mundo (Mt.13:35). Especialmente acerca del reino de Dios. Fue su primer mensaje al iniciar su ministerio, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio (Mr.1:15).

El reino de Dios fue prometido desde la fundación del mundo, y su manifestación progresiva la encontramos en la Escritura desde Génesis hasta la aparición del Mesías, el hijo de la promesa, la simiente que había de venir. Jesús trajo la manifestación del reino a Israel en una dimensión única mediante las obras de Dios: milagros, sanidades y expulsión de demonios. Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros (Lc.11:20). Y lo será en una dimensión mayor cuando se manifieste en su segunda venida estableciendo su reino milenial en Jerusalén.

En el recorrido que hemos hecho en esta serie bajo el título “los orígenes del reino” hemos visto que fue prometido a Abraham, a quien se le dio la promesa de que sería heredero del mundo (Ro.4:13), mediante la justicia de la fe. Y todos los que son hijos de la fe de Abraham son herederos de la misma promesa. Esa promesa la hemos encontrado en el recorrido de las Escrituras que hemos hecho anteriormente.

Viene por la simiente de Abraham, Isaac y Jacob. Luego mediante la tribu de Judá. Lo profetizó Jacob: No será quitado el cetro de Judá… hasta que venga Siloh [un término mesiánico, que anuncia el futuro rey de Israel]; y a él se congregarán los pueblos (Gn.49:8-10). El pueblo de la promesa (Israel) se asentó en la tierra dada a Abraham y su descendencia para ser luz a las naciones. De este pueblo nació el Mesías anunciado (la salvación viene de los judíos) para manifestar a Israel y las naciones el reino prometido desde la fundación del mundo. El Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará… y su reino no tendrá fin (Lc.1:32,33); le dijo el ángel a María. Recordemos ahora el pacto con la casa de David.

         Jesús enseña que el reino fue preparado desde la fundación del mundo.

273 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoConsideraciones finales (4) – Las señales

Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas  (Lucas 21:25)

Cuando estudiamos sobre señales de la segunda venida del Mesías nos encontramos una ambivalencia. Por un lado se nos dice que el Señor vendrá como ladrón en la noche, por tanto, sin advertencia (Lc.17:20-21); por otro, somos instados a conocer el tiempo y que aquel día no nos sorprenda.

Nadie conoce el día exacto de la parusía, pero sí podemos conocer el tiempo que le precede. Las señales son muchas y variadas. Hemos visto en nuestro recorrido las que nos parecen más relevantes y claras. El Maestro usa el ejemplo de los dolores de parto en una mujer embarazada para enseñar sobre algunas de las señales que preceden su venida. En realidad la mujer encinta no sabe exactamente el momento específico de dar a luz, pero conoce los síntomas que lo preceden, los dolores de parto que anuncian la llegada del alumbramiento.

En este sentido la iglesia del Señor no está en tinieblas, ni debe vivir despreocupada. Como dice el apóstol: Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón (1 Tes.5:4). Hay señales. Debemos conocer el tiempo.

Una señal inequívoca de que se acerca el día de más luz es precisamente un periodo de tinieblas. El aumento de la maldad. Las obras de iniquidad que multiplican las manifestaciones pecaminosas de múltiples formas, cada vez más vergonzosas para los hijos de Dios, y con menos pudor para los hijos de las tinieblas.

El amor de muchos se enfriará manteniendo las formas externas de religiosidad, pero negando la eficacia de la piedad. Se manifiesta el hombre de pecado. La multiplicación de la mentira, falsas doctrinas, evangelios laicos con ideologías humanas y espíritus engañadores, desprecio de la sana doctrina que es conforme a la piedad, apostasía, materialismo, hedonismo y consumismo exacerbado. En definitiva, el misterio de la iniquidad. La corrupción del carácter de los hombres, expresado ampliamente por el apóstol en su segunda carta a Timoteo. La pérdida de toda sensibilidad moral. Entregados a la inmundicia.

También tenemos una señal para todo el mundo: la restauración de Israel en su tierra, después de un exilio de dos mil años, que ha levantado, a su vez, la oposición feroz del islam, según mi opinión la bestia del Apocalipsis, como vimos en anteriores capítulos. Todo ello, y mucho más, señales inequívocas que preceden a su venida y revelan el tiempo que vivimos.

         Hay señales claras que muestran el tiempo de la venida del Rey a Sion.

272 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoConsideraciones finales (3) – La esperanza

Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:5)

Llegó el tiempo de la manifestación del Mesías. Muchos en Israel lo esperaban. La esperanza mesiánica es parte esencial de la historia del pueblo elegido. Llegado el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer judía, bajo la ley dada a Moisés, para redimir a judíos y gentiles. La esperanza anidaba en Israel, y de allí a todas las naciones.

La adopción de hijos, la herencia, promesa, y pactos, se abrieron paso en el tiempo cuando nació Jesús en el vientre sellado por el Espíritu Santo para ser Salvador y Rey. La esperanza que contiene la Escritura, esperanza en sentido amplio y único, no solo tiene que ver con el cielo, sino también con la tierra. Y esta esperanza no avergüenza.

María la abrazó al recibir el mensaje del ángel, habiéndosele dicho que el Señor Dios le dará el trono de David su padre. Zacarías, padre de Juan el Bautista, profetizó de un poderoso Salvador en la casa de David su siervo. Simeón esperaba la consolación de Israel y vio nacer al Ungido del Señor, título mesiánico ampliamente anunciado por los profetas en sus dos venidas a la tierra.

Ana, profetisa, que servía día y noche en el templo con ayunos y oraciones, hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén. La ciudad de Jerusalén fue testigo de la entrada triunfal del Mesías y muchos de sus habitantes pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. En sus calles se oyó decir: ¡Bendito el rey que viene!

Uno de los malhechores que fue crucificado al lado de Jesús tuvo una revelación directa pocos instantes antes de morir, haciendo la oración que recogen los evangelios: Acuérdate de mí cuando vengas  en tu reino. José de Arimatea, miembro del concilio, también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos. Los mismos apóstoles que le habían oído hablar del reino en tantas ocasiones, poco antes que Yeshúa ascendiera al cielo, le preguntaron con mucha lógica profética: ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?

Saulo de Tarso, transformado en el apóstol Pablo, padeció en múltiples ocasiones por la esperanza de Israel. La esperanza no avergüenza. Y esa esperanza está ampliamente revelada en los profetas y el resto de la Escritura. Esperanza de un reino de justicia y paz en la tierra, desde Jerusalén y para todas las naciones. Es la esperanza que contiene el evangelio. Una esperanza mesiánica-terrenal, junto con la esperanza eterna y celestial.

         La esperanza del evangelio contiene todo el consejo de Dios en sus diversas expresiones: un reino de justicia en la tierra y celestial para siempre.

271 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoConsideraciones finales (2) – Los fundamentos

Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; más cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará… Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido (1 Corintios 13:9,10,12)

         Como nos dice el apóstol en el texto que tenemos de base, porque en parte conocemos, no debemos ignorar aquello a que hemos llegado (Fil.3:16). Aunque sea en parte y solo en parte. Porque vemos oscuramente, en sombra, pero con la ayuda del Espíritu de Dios va tomando forma en nosotros aquello que es sellado en nuestros corazones.

Sabemos que la Escritura habla de tres aspectos del reino. En primer lugar lo recibimos en nuestro corazón, en espíritu. Luego el reino vendrá a Jerusalén cuando regrese el Mesías y ponga sus pies en el monte de los Olivos. En tercer lugar, una vez cumplido el reino milenial entraremos en el reino eterno.

La piedra angular del reino, el fundamento, es Yeshúa, el Hijo de Dios y heredero del trono de David. Aquel de quien hablaron los profetas. Jesús es, por tanto, el rey de Israel y la cabeza de la iglesia. Yeshúa es Rey de reyes; el soberano de los reyes de la tierra. Necesitamos reconocerle como rey de nuestras vidas hoy, para poder participar de su reino venidero en el futuro.

Su reino, aunque no es de este mundo, como le dijo a Pilatos, se ha extendido por todas las naciones mediante la predicación del evangelio en los corazones de los hombres. Ahora esperamos su manifestación en Jerusalén tal como lo recoge Daniel capítulo dos y muchos otros de los profetas, así como en el libro de los Salmos.

Para entrar a este reino debemos nacer de nuevo mediante el arrepentimiento y la fe, reconociendo el señorío del Rey en nuestras vidas. Invocar su nombre. Una vez convertidos somos trasladados al reino de su amado Hijo (Col.1:13), permaneciendo fieles en medio de las tribulaciones que conlleva ser parte del reino de Dios. Jesús pone su trono en nuestros corazones cuando nos rendimos y vivimos en obediencia a su voluntad. Venimos a ser hijos del reino. Participamos de la autoridad de su reino, una autoridad espiritual para edificación, no para enseñorearse de otros; ejercida mediante la predicación del evangelio a todas las naciones (Mt.28:18-20).

Salimos en su nombre para hacer las obras encomendadas a los hijos del reino. Y cuando el Señor regrese nos hallará haciendo su voluntad entrando a formar parte de la manifestación del reino operando desde Jerusalén. Estos son algunos de los fundamentos esenciales del reino.

         Jesús es el Rey del gobierno de Dios al que entramos por fe y obediencia para ser hijos de su reino operando en su autoridad hasta que el venga.

270 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoConsideraciones finales (1) – A modo de resumen

Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; más cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará… Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido (1 Corintios 13:9,10,12)

         Comencé a escribir este tema en octubre del año 2016, aunque previamente los meses anteriores trabajé recabando información y estudiando en todas las Escrituras acerca del reino mesiánico. Pasé cuidadosamente por toda la Biblia sombreando los textos donde me parecía encontrar una referencia al futuro reino milenial. Luego anoté en varios cuadernos los textos con sus correspondientes notas que me sirvieron de guía para iniciar la fase de escribir de forma sistemática las doscientas sesenta y nueve reflexiones a las que hemos llegado.

Como quiera que hayan transcurrido meses desde su inicio, en varias ocasiones he tenido que parar tratando de armonizar su contenido de la forma más ordenada posible. He ido siguiendo el recorrido bíblico, tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento, para estudiar las diversas  piezas de este inmenso puzle.

Hasta ahora hemos visto las distintas piezas de que se compone por sí mismas, a partir de ahora, y a modo de resumen final, trataré de sintetizar su contenido mediante algunas consideraciones finales que nos sirvan para tener una panorámica global de este importante tema de la Escritura.

Repetiré algunos argumentos que ya han aparecido con el fin de refrescar la memoria después de tantos meses escribiendo sobre el reino que vendrá.

Soy consciente que hay diversas posturas acerca del Milenio en la teología cristiana; algunos lo niegan, otros lo espiritualizan llegando a decir que ya vivimos en él, pero hay quienes, de la misma forma que los profetas de Israel, los apóstoles de nuestro Señor y la congregación del primer siglo, tuvieron una postura clara al respecto del reino mesiánico. Luego, especialmente con el alejamiento de las raíces hebreas de la fe, y el acercamiento a posturas filosóficas de la cultura griega y romana, se derivó hacia el olvido de un tema tan ampliamente revelado en la Escritura, acudiendo para ello a una interpretación simbólica de su contenido alejándose así de la literalidad de lo que está escrito.

Por ello he querido pararme en la inmensidad de textos donde encontramos reseñas claras sobre este tema. Debemos conocer los tiempos que vivimos, y la parte revelada que podemos ver, aunque solo sea en parte, del reino venidero.

         No deberíamos soslayar un tema tan ampliamente expuesto en la Escritura como es el reino venidero en Jerusalén. Recordemos y repasemos.

269 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn Apocalipsis (X) – El milenio (5)

Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apocalipsis 20:9,10)

         En poco tiempo toda la tierra será de nuevo un escenario de guerra mundial focalizado sobre la ciudad amada, que no es otra que Jerusalén. El lugar donde ha estado el trono del Rey, que ha reinado por mil años sobre las naciones de la tierra, se volverá el epicentro de la batalla.

La rabiosa maldad de Satanás sobre Jerusalén y los santos de Dios es de tal magnitud que en cuanto percibe nuevamente su capacidad de maniobra se revuelve contra el centro del reino de Dios: Sion. Lo hizo antes del milenio, previamente a la segunda venida del Mesías, y lo vuelve a hacer ahora, después que los mil años han concluido y ha sido liberado por un poco de tiempo de su prisión. Su naturaleza es infernal. No tiene capacidad de recuperación. Los ángeles que cayeron con él, una parte de ellos, fueron arrojados al infierno, a prisiones de oscuridad, reservados para el juicio (2 Pedro 2:4).

A Satanás se le permite salir de aquel lugar una vez cumplidos los mil años. Hay una diferencia aquí. Satanás fue echado al abismo, de donde pudo salir después. Una parte de los ángeles fueron echados al infierno, a prisiones de oscuridad, de donde no han podido salir nunca, sino que están reservados para el día del juicio. Ahora, después que el diablo fue desatado nuevamente y puso rumbo a Jerusalén con el fin de destruirla con un ejército tan numeroso como la arena del mar (20:8), su final se precipitó. Fue lanzado al lago de fuego y azufre –el infierno− donde ya estaban la bestia y el falso profeta. En ese lugar serán atormentados día y noche por la eternidad. Y lo serán juntamente con todos aquellos que no se hallaron inscritos en el libro de la vida (Apc.20:15). Esta es la muerte segunda (20:14).

Allí están los cobardes, incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos, esta es la muerte segunda (21:8). La ira de Dios se habrá consumado y todos cuantos se opusieron a Él siendo parte de la estrategia engañosa del diablo compartirán destino. Finalmente el padre de la mentira arrastrará a una multitud con él al infierno de fuego. Tal es la fuerza de la mentira. Pero Jesús, el Mesías-Rey, es la verdad que nos libera de su poder. Hoy es día de salvación. La puerta está aún abierta. Luego será tarde. Entra.

         El final del Milenio liberará al diablo del abismo para la última batalla. Luego el fin. Lago de fuego o reino eterno. Aún puedes elegir al Mesías-Rey.

268 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn Apocalipsis (IX) – El milenio (4)

Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar (Apocalipsis 20:7,8)

         El Milenio es una etapa anterior al final de todas las cosas. La antesala de la eternidad. Es un periodo de tiempo donde el reino de Dios se extiende por todas las naciones desde Jerusalén. Es cuando la misericordia y la verdad se encuentran, cuando la justicia y la paz se besan, la verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos (Sal.85:10,11). Como está escrito, el reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Rom.14:17). Es la expresión del reino de Dios en toda su extensión; a todos los pueblos.

Las naciones verán la gloria de Dios y cómo es posible la justicia y la verdad en el mundo. Una vez mostrada la realidad de un mundo renovado por la manifestación de la voluntad divina en la tierra, ese periodo culminará, y de nuevo Satanás será desatado, suelto de su prisión, y en poco tiempo las condiciones de vida degenerarán de nuevo en la tierra, de tal forma que el engaño vuelve a prevalecer en las naciones y los gobernantes se unirán a la estrategia diseñada por el mismo diablo, uniéndose para la batalla final.

La multitud que se unirá a las fuerzas infernales serán como la arena del mar. Parece inconcebible que las condiciones degeneren tan rápidamente para oponerse al reino que ha gobernado durante mil años con justicia y equidad. Tal es el poder destructor del pecado en toda su expresión.

El Señor mostrará, una vez más, que la iniquidad se enseñorea del hombre, se opone a la verdad de Dios, y contiene una fuerza tan devastadora sobre el carácter de los pueblos que solo la batalla final y mundial le pondrá fin.

No debemos confundir la referencia a Gog y Magog de nuestro pasaje con la que aparece en el libro de Ezequiel. En el libro del profeta se trata de una gran tierra al norte de Israel, y Gog es su gobernante. En el texto de Apocalipsis se refiere a las naciones del mundo en general. En Ezequiel la batalla expuesta ocurre antes del Milenio; en nuestro pasaje es posterior a los mil años. Por tanto, hay una gran batalla antes del Milenio, expresada en distintos lugares de la Escritura (Isaías 24:1-23; Zac. 12:2,9 y 14:2-16); y una posterior y final que es a la que se refiere el apóstol Juan en el pasaje que estamos estudiando sobre la era milenial.

         La era mesiánica se deteriorará rápidamente una vez Satanás regrese de su prisión. El poder persuasivo de la mentira reunirá de nuevo a las naciones rebeldes contra el Rey.

267 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn Apocalipsis (VIII) – El milenio (3)

Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Ésta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años (Apocalipsis 20:5,6)

         Según distintos comentaristas bíblicos la primera parte del versículo cinco ha de entenderse como los que han muerto sin Cristo. Debe ser comprendida como un paréntesis (así aparece en la versión NVI). Los otros muertos no volvieron a vivir se refiere a los incrédulos que serán levantados al final del Milenio para comparecer en el juicio del Gran Trono Blanco.

Luego nos encontramos con el tema de la primera resurrección que se refiere al versículo cuatro, aquellos que dieron su vida por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios; los que recibieron autoridad para juzgar porque no habían adorado a la bestia, estos son los que resucitan y reinan con Cristo mil años. La primera resurrección tiene el siguiente orden: Primero Cristo (1 Co. 15:23); luego la resurrección de los que son de Cristo en su venida (1 Tes.4:13-18); después la resurrección de los santos de la tribulación descrita en el versículo cuatro.

Esta primera resurrección tiene una importancia capital puesto que quienes participan de ella no pasarán por la muerte segunda, es decir, la condenación eterna. Este evento glorioso tiene lugar al inicio del Milenio.

Los que vuelven a la vida con Cristo para reinar no pasarán por la muerte eterna o separación final de la gloria de Dios, puesto que ya no pueden morir. Recordemos que la muerte es separación, no aniquilación. Recordemos también que el poder de la muerte es el pecado, por ello, una vez vencido mediante la expiación de Cristo, y resucitados con él, la muerte ya no tiene potestad sobre nosotros. Como está escrito: Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñoreará más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive (Rom.6:8-10).

Nuestro destino está ligado al de Cristo, −nuestra vida−. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro (Rom. 6:11). Unidos a Jesús para morir y vivir. Cuando resucitemos con él la muerte ya no tendrá más poder sobre nosotros. Hemos resucitado para reinar con él. La muerte no podrá enseñorearse y atraparnos (Apc.20:14).

         Ser partícipes de la primera resurrección nos hace inmunes a la segunda muerte; y sacerdotes de Dios para reinar con Cristo mil años.