7 – LA LUCHA INTERIOR – Una naturaleza menospreciadora

Lucha interiorUna naturaleza menospreciadora

Pero Jacob le dijo: Véndeme primero tu primogenitura. Y Esaú dijo: He aquí, estoy a punto de morir, ¿de qué me sirve, pues, la primogenitura? Y Jacob dijo: Júramelo primero; y él se lo juró, y vendió su primogenitura a Jacob. Entonces Jacob dio a Esaú pan y guisado de lentejas; y él comió y bebió, se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura  (Génesis 25:31-34).

El hombre carnal menosprecia los privilegios del hombre espiritual. Se mofa de la herencia celestial porque su mirada está puesta en las cosas terrenales. Todo su pensamiento está orientado hacia los apetitos de la carne. Sus deseos más íntimos se dirigen hacia lo instantáneo, sin ver más allá de su necesidad actual. Eso fue lo que hizo Esaú.

Cada uno de nosotros llevamos dentro un menospreciador. La naturaleza menospreciadora muestra poco aprecio y estima hacia uno mismo o hacia los demás. En su origen primario procede de aquel que menospreció su posición original y quiso ser semejante a Dios. Los ángeles caídos no guardaron su dignidad, la abandonaron menospreciándola (Judas 6) y rebelándose contra la soberanía de Dios. De esa rebelión hemos bebido todos los hombres al introducirse la naturaleza de pecado. Dios la aborrece.

La historia posterior de los hijos de Isaac y Rebeca muestra que Esaú vivió para menospreciar a Jacob, perseguirlo y hacerle la vida difícil. La primogenitura era el derecho del hijo mayor a la herencia familiar. El hombre carnal menosprecia las realidades espirituales, tiene su mente puesta en las cosas de la tierra, solo le importa lo material: comer, beber, comprar, vender. Fue la característica de las generaciones de Noé y Lot.

Esaú menospreció la primogenitura, aunque luego quiso recuperarla, incluso con lágrimas, pero ya no hubo oportunidad. El menosprecio nos puede llevar a un punto irreversible de condenación. Si menospreciamos la sangre del nuevo pacto, y la tenemos por inmunda, pisoteándola, ya no queda más que una horrenda expectación de juicio que ha de consumir.

El hombre carnal se identifica por su menosprecio hacia los beneficios de Dios: la gracia, el perdón y la misericordia. Menosprecia también todo aquello en lo que no está involucrado. El egoísmo galopante que vivimos hoy hace que solo nos ocupemos de lo nuestro y aquello que está vinculado con nosotros. Todo lo demás no nos interesa. Nuestra sociedad está diseñada por intereses. Podemos ser atrapados por el Esaú que anida en nuestro interior, −el viejo hombre−, y menospreciar o descuidar una salvación tan grande (Hebreos 2:3).

         La lucha interior puede llevarnos al menosprecio de la herencia eterna si solo tenemos nuestra mirada puesta en lo terrenal.

6 – LA LUCHA INTERIOR – A Jacob amé mas a Esaú aborrecí

Lucha interiorA Jacob amé mas a Esaú aborrecí

Tal como está escrito: A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí  (Romanos 9:13).

Esaú es un tipo o figura de la naturaleza carnal. En la Biblia uno de sus descendientes, Amalec, encarna la naturaleza pecaminosa y carnal en oposición a Dios y su pueblo. Después de Isaac, —el hijo de la promesa—, tenemos un desdoblamiento en dos hijos más, el mayor, Esaú, tipo como decimos de la naturaleza opuesta a Dios, menospreciador de los dones de Dios; y por otro lado encontramos a Jacob, que en un proceso transformador llega a ser el heredero de las promesas dadas a Abraham.

En todo este proceso vemos la soberanía de Dios actuando en la vida de diversas personas. Una expresión como la del texto que nos ocupa es chocante a la mente natural. El apóstol nos trae aquí las palabras del profeta Malaquías: Profecía de la palabra del Señor a Israel por medio de Malaquías. Yo os he amado —dice el Señor—. Pero vosotros decís: ¿En qué nos has amado? ¿No era Esaú hermano de Jacob? —declara el Señor—. Sin embargo, yo amé a Jacob, y aborrecí a Esaú, e hice de sus montes desolación, y di su heredad a los chacales del desierto. Aunque Edom dice: Hemos sido destruidos, pero volveremos y edificaremos las ruinas, el Señor de los ejércitos dice así: Ellos edificarán, pero yo destruiré. Y los llamarán territorio impío y pueblo contra quien el Señor está indignado para siempre (Malaquías 1:1-4).

Sin hacer una exégesis amplia del texto, podemos ver aquí que la naturaleza de Esaú es resistir la voluntad de Dios, oponerse a ella. El breve libro del profeta Abdías menciona el juicio de Dios sobre Edom, es decir, Esaú, por la violencia que llevó a cabo contra su hermano Jacob (1:10), y porque se alegró el día de su juicio (1:12).

Por su parte Pablo no elude el conflicto planteado ante expresión tan llamativa y lo desarrolla hasta donde es posible. Su argumento es este −y yo no pienso añadir ni quitar nada−: ¿Qué diremos entonces? ¿Qué hay injusticia en Dios? ¡De ninguna manera! Porque El dice a Moisés: Tendré misericordia del que yo tenga  misericordia, y tendré compasión del que yo tenga compasión. Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia… Me dirás entonces: ¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios? Porque ¿quién resiste a su voluntad? (Ro.9:14-19). Luego habla de vasos de ira y vasos de misericordia preparados para usos diversos. En el tema que nos ocupa podemos decir: Que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios (1 Corintios 15:50).

         Los que viven según la carne (Esaú) no pueden agradar a Dios.

5 – LA LUCHA INTERIOR – Cazador y pacífico

Lucha interiorCazador y pacífico

Los niños crecieron, y Esaú llegó a ser diestro cazador, hombre del campo; pero Jacob era hombre pacífico, que habitaba en tiendas  (Génesis 25:27)

Hemos dicho en un capítulo anterior que en la Escritura hay una diversidad de figuras, símbolos, tipos, parábolas, hipérboles y tantas otras figuras retóricas, además de que podemos sacar enseñanzas múltiples de episodios históricos y aprender de la biografía de los hombres de Dios que llenan el contenido bíblico. Nosotros no queremos espiritualizar demasiado, aunque encontramos verdades escondidas detrás de realidades físicas, pero en este caso, creo que podemos, sin retorcer la Escritura, ver una analogía en los dos hijos de Rebeca.

Curiosamente, Esaú se dio a la caza, era un hombre cazador, vigoroso, —Nimrod también lo fue—, con iniciativa propia, dispuesto a aceptar desafíos apoyado en sus habilidades. Por su parte Jacob se nos presenta como un hombre pacífico, casero, que habitaba en tiendas. Me recuerdan a Marta y María. La primera siempre dispuesta a la acción práctica, la segunda a la meditación. También recuerdo una de las bienaventuranzas: Bienaventurados los pacificadores.

Pues bien, el hombre carnal siempre está dispuesto a la acción, tiene iniciativas propias, se siente fuerte la mayor parte de las veces y desarrolla múltiples proyectos fundamentados en la fuerza de su personalidad y carácter. Por su parte el hombre espiritual, el que ha nacido de Dios tiende a la contemplación, la meditación, el recogimiento, la espiritualidad. Aunque ello no excluye la acción, pero siempre mostrando la necesidad de ser guiado y dependiente.

La Biblia nos dice: Andad en el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne. El hombre nuevo sabe que depende de la dirección del Espíritu, de la guía del Espíritu, de ser llevado por el Espíritu. De lo contrario sabe que puede equivocarse, extraviarse o ser engañado. Isaac y Rebeca tenían en su casa la manifestación diversa de sus hijos. Ambos eran queridos por uno de los cónyuges. Isaac amaba a Esaú porque le gustaba lo que cazaba, pero Rebeca amaba a Jacob (Gn. 25:28).

Ya he dicho que no todo encaja cuando hacemos interpretaciones espirituales de personajes bíblicos, pero creo que nos puede servir para echar luz sobre la lucha que muchas veces experimentamos en nuestro interior como hijos de Dios. En una misma casa, la de los patriarcas, ya existía esta tensión. Tenemos también este conflicto en nuestro desarrollo como cristianos, es consustancial a la vida recibida.

         Dentro de nosotros mismos albergamos un cazador/depredador, y un pacífico/contemplativo. El crecimiento de ambos dependerá de su alimentación.

4 – LA LUCHA INTERIOR – Una lucha que divide desde las entrañas

Lucha interiorUna lucha que divide desde las entrañas

… Y Rebeca su mujer concibió. Y los hijos luchaban dentro de ella; y ella dijo: Si esto es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar al Señor. Y el Señor le dijo: Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos se dividirán desde tus entrañas; un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor  (Génesis 25:21-23).

Es paradójico que cuando una persona nace de nuevo, una de sus primeras experiencias, después del gozo de la salvación, es un conflicto interior. Aunque ha decidido vivir en santificación, abandonar el dominio del pecado mediante la fe en Jesús, eso no le exime de la batalla que acaba de comenzar. Es la batalla de la fe.

Tenemos otra analogía en la vida de Rebeca, mujer de Isaac. Una vez casada con su marido, figura de Jesús, encuentra que es estéril. No hay fruto en su vientre. De esa necesidad surge un clamor que termina con la concepción de Rebeca. Pero pronto, a la alegría del alumbramiento, le sigue el conflicto de dos naturalezas distintas peleando en su ser interior. El conflicto fue tan grande en la vida de Rebeca, que incluso superó su inicial deseo de tener hijos.

Muchos creyentes se preguntan en los primeros tiempos de la fe por qué tienen ahora mas luchas que antes. ¿Cómo es posible que después del «alumbramiento» —nacer de nuevo— la lucha sea más intensa que cuando no era cristiano? Rebeca se dijo: si esto es así, ¿para qué vivo yo?. Hay un periodo de interrogantes sin resolver, pero superado el tiempo de la prueba, llega el conocimiento de lo que está pasando.

Rebeca fue a consultar al Señor y la respuesta que le dio seguramente fue inesperada: Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos se dividirán desde tus entrañas; un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor. Una misma persona con dos naturalezas bien distintas la una de la otra. Cada una de ellas tiene el poder de desarrollarse y crecer, pero una tendrá el dominio sobre la otra. Es lo que vimos en el capítulo 6 de Romanos.

Hemos salido del dominio del pecado y entrado a la esfera de la gracia; sin embargo, debemos disponer nuestros miembros para servir a la justicia. Dios le dijo a Rebeca: el mayor servirá al menor. La naturaleza carnal es anterior y en su origen más fuerte que la espiritual. El reino de Dios comienza en nosotros siendo la menor de las semillas, pero luego crece y se hace grande. Esa es la voluntad de Dios para el nuevo hombre, que crezca, y la vida del Espíritu tenga el predominio en nuestras vidas. Por tanto, el mayor servirá al menor.

         La lucha interior comienza pronto en nosotros una vez que hemos concebido la vida de Dios.

3 – LA LUCHA INTERIOR – Nacidos para la libertad

Lucha interiorNacidos para la libertad

Y vosotros, hermanos, como Isaac, sois hijos de la promesa. Pero así como entonces el que nació según la carne persiguió al que nació según el Espíritu, así también sucede ahora. Pero, ¿Qué dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo, pues el hijo de la sierva no será heredero con el hijo de la libre. Así, que hermanos, no somos hijos de la sierva, sino de la libre (Gálatas 4:28-31)

Cuando en la Escritura nos encontramos con una alegoría como la que vemos en la epístola de Gálatas, no todos sus extremos concuerdan perfectamente con la verdad que se expresa. De igual forma cuando un personaje bíblico decimos que es tipo del Mesías, como por ejemplo el rey David, no quiere decir que toda su vida exprese plenamente la realidad de Jesús. También en la analogía que estamos haciendo sobre el viejo y nuevo hombre, con la lucha interior resultante, no todos sus aspectos concuerdan perfectamente. Dicho esto para evitar malos entendidos, lo que quiero resaltar es la naturaleza de un hijo y otro.

Ismael nació de la carne y para esclavitud; por su parte Isaac nació de la promesa, según el Espíritu de Dios, para vivir en libertad y ser el heredero. Nuestro nuevo hombre, resultante de la vida de Cristo en nosotros, ha nacido por el Espíritu, en libertad y para ser heredero de las promesas dadas por Dios. Pablo lo dice expresamente: Vosotros, hermanos, como Isaac, sois hijos de la promesa.

La nueva vida no es el resultado de nuestros esfuerzos, las buenas obras o el deseo de nuestros corazones; hemos nacido como consecuencia de una promesa dada por Dios. El profeta Isaías lo dice así: Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje… Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho (Isaías 53:10-11). La salvación está basada en una promesa hecha por Dios y realizada por Jesús.

El autor de los Hebreos lo expresó de esta manera: He aquí yo he venido para hacer tu voluntad… Por esa voluntad hemos sido santificados (Hebreos 10:9,10). Entender esta verdad nos dará una posición idónea para vencer los engaños de la carne. Seremos perseguidos por el viejo hombre carnal, también por otras personas que viven bajo los parámetros del viejo hombre de pecado. El diablo viene a robar nuestra herencia, debemos resistirlo y no someternos al yugo de esclavitud. Por precio fuimos comprados, no nos hagamos esclavos de los hombres. Hemos recibido el Espíritu de Dios, no un espíritu de esclavitud, y por el Espíritu clamamos ¡Abba Padre!

         Promesa, herencia y libertad en oposición a la carne, esclavitud y muerte. Ese es el contraste entre el nuevo hombre y el viejo, esa es la lucha que debemos afrontar desde nuestra nueva posición en Cristo.

2 – LA LUCHA INTERIOR – Un hijo de la carne y otro de la promesa

Lucha interiorUn hijo de la carne y otro de la promesa

 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la sierva y otro de la  libre. Pero el hijo de la sierva nació según la carne, y el hijo de la libre por medio de la promesa (Gálatas 4:22-23).

La Escritura nos enseña la verdad revelada de Dios de diversas formas. En ella encontramos personajes que son tipo del Mesías. Hay parábolas, diversas figuras hermenéuticas; tenemos visiones, sueños, etc. El propósito principal es echar luz en la revelación de Dios, su Mesías, el evangelio y que podamos alcanzar el conocimiento necesario para conseguir hacer la voluntad de Dios en la tierra.

El apóstol Pablo nos presenta en su carta a los Gálatas una analogía en la familia de Abraham y algunas verdades que trascienden el ámbito natural y hogareño. Pablo ve en el nacimiento de los dos hijos del patriarca una similitud entre el nacimiento carnal y el nacimiento por la promesa. Podríamos decir: el viejo hombre carnal nacido por voluntad humana, y el nuevo hombre nacido por la voluntad de Dios. Además nos presenta la lucha que se originó entre ellos.

Ismael nació antes como resultado de una decisión humana, la de Sara y Abraham, por no esperar el tiempo de la promesa que Dios les había dado. Algunos años más tarde nació Isaac, el hijo de la promesa. Crecieron juntos, bajo el mismo techo. Pronto se manifestó la naturaleza distinta de cada uno.

Ismael peleaba con Isaac, lo menospreciaba y le hacia la vida difícil. Cuando la madre se dio cuenta pidió a su marido que echara fuera a Ismael. Abraham se sintió profundamente apenado por semejante petición, pero Dios le dijo que escuchara a Sara. El patriarca tuvo que expulsar a su hijo Ismael del hogar a causa de la incompatibilidad con el hijo de la promesa. Este mismo conflicto se presenta en nuestras vidas cuando nacemos de nuevo.

El viejo hombre carnal pelea contra el nuevo, −nacido del Espíritu−, se opone para que no hagamos lo que quisiéramos. La enseñanza de Pablo es que debemos hacer morir lo terrenal en nosotros. Debemos despojarnos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos engañosos. Necesitamos la cruz de Cristo, −el lugar de la muerte del viejo hombre−, para que podamos vivir en novedad de vida. Esta es en esencia la enseñanza de gran parte de las epístolas del Nuevo Testamento. Los que hemos muerto con Cristo, hemos crucificado la carne con sus pasiones y deseos, por lo cual, el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo (Gá. 5:24; 6:14).

         El nuevo hombre es resultado de la promesa de Dios, lleva su simiente, y está diseñado para vencer echando fuera al viejo hombre carnal.

1 – LA LUCHA INTERIOR – Introducción

Lucha interiorIntroducción

Pelea la buena batalla de la fe (1 Timoteo 6:12).

Después del recorrido que hemos hecho por el capítulo 6 de la epístola a los Romanos queremos ahora adentrarnos en una nueva serie que voy a llamar la lucha interior. Como creyentes tenemos una batalla que pelear. Una vez que la nueva vida se ha producido en nuestro interior, y la nueva naturaleza ha tomado lugar en nosotros, nos movemos en un conflicto entre dos naturalezas.

Jesús también tiene dos naturalezas, una completamente humana, y otra totalmente divina. Como hombre encarnado fue tentado en todo según nuestra semejanza pero sin pecado, lo cual no quiere decir que no tuviera la posibilidad de caer. No lo hizo, venció el reclamo que la naturaleza humana hizo sobre sus apetitos carnales, sin embargo, como no había nacido en pecado, la única forma de caer era quedar atrapado en la tentación del diablo. Sabemos que Satanás lo hizo, tentó a Jesús en diferentes ocasiones, a veces con verdadera sutileza y persuasión, pero Jesús, el Hijo del Hombre, venció sobre todo principado y potestad, se levantó triunfante sobre la muerte y su poder, por ello es poderoso para socorrer a los que somos tentados.

Para nosotros, Jesús es la garantía de superar toda tentación. Nuestra unión con él lo hace posible. Pero aún vivimos en un mundo caído, sujeto al pecado y sus consecuencias, por tanto, es posible ser desviados de la verdad, engañados del verdadero conocimiento y torcer el propósito de Dios en nuestras vidas. Tenemos una lucha interior con la vieja naturaleza, con el sistema de este mundo y sus reclamos, así como con el príncipe de la potestad del aire que sigue operando en los hijos de desobediencia. Eso hace que en ocasiones tengamos un conflicto que pretende movernos de nuestra firmeza, ser zarandeados, desviados y errar el blanco. La lucha comienza en el interior, en la vieja concupiscencia activada por el reclamo carnal, mundano y diabólico.

En esta nueva serie veremos que la lucha está caracterizada ya en la misma familia de los patriarcas. Veremos el conflicto en la familia de Abraham con sus hijos Ismael e Isaac. También lo encontramos en el hogar de Isaac, en el mismo vientre de Rebeca, su mujer, cuando luchaban Esaú y Jacob. Muchas veces nuestra mayor batalla tiene que ver con nosotros mismos, se desarrolla en el interior de la persona. Experimentamos una lucha interior después de creer en el evangelio, por ello, lo abordaremos en las siguientes meditaciones.

Tenemos una batalla que pelear que no debemos ignorar. Comienza en nuestro propio interior. Debemos conocer sus términos para pelear y vencer.

NUEVA SERIE – La lucha interior – Índice

Lucha interior

 

ÍNDICE:

 

 

 

 

Capítulo 1 – BATALLA DE LA FE Y LUCHA INTERIOR

  1. Introducción (1 Timoteo 6:12)
  2. Un hijo de la carne y otro de la promesa (Gálatas 4:22-23)
  3. Nacidos para la libertad (Gálatas 4:28-31)
  4. Una lucha que divide desde las entrañas (Génesis 25:21-23).
  5. Cazador y pacífico (Génesis 25:27)
  6. A Jacob amé mas a Esaú aborrecí (Romanos 9:13)
  7. Una naturaleza menospreciadora (Génesis 25:31-34)
  8. La elección de mujer (Génesis 26:34-35)
  9. Por tu espada vivirás (Génesis 27:40)
  10. El rencor quiere matar (Génesis 27:41)
  11. Consuelo con la idea de matar (Génesis 27:42)
  12. El temor a Esaú (Génesis 32:11)
  13. Vidas paralelas (Génesis 36:1,2,8)

Capítulo 2 – EDOM ENEMIGO DE ISRAEL

  1. El reino y los reyes de Edom (Génesis 31,43).
  2. Los enemigos de Israel (Salmos 83:3-7).
  3. Las obras de la carne de Edom (Amós 1:11-12)
  4. El juicio de Dios sobre Edom (Isaías 34:6).
  1. El profeta Jeremías sobre Edom (I) (Jeremías 49:20).
  2. El profeta Jeremías sobre Edom (II) (Jeremías 49:20 LBLA).
  3. El profeta Jeremías sobre Edom (III) (Jeremías 49:20).
  1. El profeta Abdías sobre Edom (I) (Abdías 1 LBLA).
  2. El profeta Abdías sobre Edom (II) (Abdías 10 LBLA).
  3. El profeta Abdías sobre Edom (III) (Abdías 15 LBLA).
  4. El profeta Abdías sobre Edom (IV) (Abdías 17,21 LBLA).
  1. El profeta Ezequiel sobre Edom (I) (Ezequiel 25:12-14 LBLA).
  2. El profeta Ezequiel sobre Edom (II) (Ezequiel 35:1-5 LBLA).
  3. El profeta Ezequiel sobre Edom (III) (Ezequiel 35:6 LBLA).
  4. El profeta Ezequiel sobre Edom (IV) (Ezequiel 35:10 LBLA).
  5. El profeta Ezequiel sobre Edom (V) (Ezequiel 35:12 LBLA).
  6. El profeta Malaquías sobre Edom (Malaquías 1:4 LBLA).

Capítulo 3 – AMALEC ENEMIGO DE ISRAEL

  1. Amalec el nieto de Esaú (Génesis 36:8-16 LBLA).
  2. Amalec pelea contra Israel (Éxodo 17:8 LBLA).
  3. Sal a pelear contra Amalec (Éxodo 17:9 LBLA).
  4. La mano alzada de Moisés (Éxodo 17:10-11 LBLA).
  5. El cansancio en la batalla (Éxodo 17:12 LBLA).
  6. Amalec deshecho pero no destruido (Éxodo 17:13,14).
  7. El pecado nos derrota frente a Amalec (Números 14:40-45).
  8. El hombre sin temor de Dios (Deuteronomio 25:17-19 LBLA).
  9. Coaliciones de enemigos contra Israel (Jueces 6:3,6).
  10. Victorias iniciales sobre la carne (1 Samuel 14:47,48).
  11. La victoria se consolida por la obediencia a la palabra (1 Samuel 15:1-3).
  12. Obediencia imperfecta es desobediencia (1 Samuel 15:7-9 LBLA).
  13. La palabra corrige y desenmascara (1 Samuel 15:10-11).
  14. Pienso que cumplo sin cumplir (1 Samuel 15:13-14).
  15. Eludir nuestra propia responsabilidad (1 Samuel 15:15).
  16. Obedecer es mejor que los sacrificios (1 Samuel 15:22).
  17. Rebelión/adivinación y obstinación/idolatría (1 Samuel 15:23).
  18. Reconocimiento del pecado sin arrepentimiento (1 Samuel 15:24).
  19. El pecado no se borra con el tiempo (1 Samuel 28:18-19 LBLA).
  20. La muerte de Saúl a manos de un amalecita (2 Samuel 1:8-10).
  21. Un descuido y Amalec arrasa con todo (1 Samuel 30:1-3).
  22. La respuesta de David a Amalec (1 Samuel 30:4-8).

Capítulo 4 – LAS OBRAS DE LA CARNE Y EL CONFLICTO INTERNO

  1. Las obras de la carne (Gálatas 5:19-21).
  2. La carne actúa sobre el cuerpo para muerte (Romanos 7:5).
  3. Un comportamiento incomprensible (Romanos 7:15-16).
  4. Un habitante interior opuesto al bien (Romanos 7:17-18).
  5. Dos voluntades contrapuestas (Romanos 7:19-20).
  6. El hallazgo de una ley mala (Romanos 7:21).
  7. Un conflicto de leyes contradictorias (Romanos 7:22-23).
  8. La liberación de un cuerpo de muerte (Romanos 7:24-25).

Nota: He usado la versión de la Biblia de las Américas (LBLA).

10 – LA SANTIFICACIÓN (Fin de la Serie) – La conclusión del mensaje

La santificaciónLa conclusión del mensaje

Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro  (Romanos 6:23 LBLA)

El predicador, autor del libro de Eclesiastés, concluyó su mensaje, después de haber pasado por un sinfín de pensamientos y razonamientos, de la siguiente manera: La conclusión, cuando todo se ha oído, es esta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona. Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo (Eclesiastés 12:13,14).

El apóstol Pablo viene a decirnos algo similar en el final del capítulo 6 de su carta a los Romanos. Ha argumentado con lógica incontestable que la vida cristiana es unión con Cristo, unidos en su muerte, sepultura y resurrección. Hemos quedado libertados del poder del pecado, alejados de la vieja manera de vivir, hemos cambiado de dueño, y por tanto, de las consecuencias de servir a un señor u otro. Nos ha mostrado que el pecado es un dominio, que ha reinado durante un tiempo nuestras vidas, pero que ahora se ha activado una nueva naturaleza con una nueva forma de vivir. Nuestras vidas han tomado una nueva dimensión.

El resultado de la santificación será profundizar en la vida que hemos recibido, y como tal, sumergirnos en ella una vez que nuestros cuerpos traspasen el umbral de la muerte. Nuestro destino está ligado a Jesús porque estamos unidos con él. También nos dice que ya ahora podemos vivir alejados del poder del pecado, que no se enseñoreará de nosotros, porque está en acción en la nueva vida el reino de la gracia que es más poderoso que el viejo dueño.

Por tanto, al final de su discurso nos recuerda que la paga del pecado es muerte, entendiendo la muerte como separación de Dios, ajenos a la vida de Dios; es desembocar en las tinieblas que gobiernan el reino de la muerte. Por otro lado nos dice, que la consecuencia de vivir bajo el dominio y señorío de Jesús, es vida eterna. Entendiendo la vida eterna como unidad con Dios, con la vida de Dios que ya ha recibido el hijo nacido de la simiente santa. Conocer a Dios, o más bien siendo conocidos por Él. Porque esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quién has enviado (Juan 17:3). Esa vida está en su Hijo, por tanto, el que tiene al Hijo de Dios tiene la vida, el que no tiene al Hijo no tiene la vida (1 Juan 5:11-12).

La fe cristiana trata de vida, la clase de vida de Dios. Esa vida se abre camino desde su origen bajo la edad presente, hasta alcanzar el siglo venidero.

         El pecado nos separa de Dios, pero su regalo es vida eterna mediante Jesucristo, el autor de nuestra salvación.

9 – LA SANTIFICACIÓN – El fruto de la santificación

La santificaciónEl fruto de la santificación

Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna  (Romanos 6:22 LBLA)

En la Escritura vemos repetidamente cuál es el proceder de Dios. Él comienza, produce, crea las condiciones para que a partir de ellas, y cumpliendo con las reglas y leyes establecidas, se lleve a cabo un proceso de expansión. La creación física, en muchos aspectos, es el resultado de la expansión que se va produciendo paulatinamente, siempre en conformidad a las leyes de origen y que han sido establecidas por el Creador. El hombre las descubre y se beneficia de ellas. La ciencia parte de la materia prima ya creada, también de las leyes establecidas en el Universo, para que a partir de esos parámetros pueda avanzar a nuevas metas.

La transgresión de las leyes establecidas opera siempre en contra de los objetivos buscados. Por su parte, si colaboramos con los principios correctos obtendremos resultados exitosos. Siempre hay la tentación de adulterar la materia prima, o manipular los procesos; en esos casos podemos llegar a resultados rápidos pero pronto muestran su inconsistencia.  Todo esto en el campo de la física, pero cuando lo llevamos al terreno espiritual los principios son los mismos.

Pablo también nos habla, en el texto que estamos meditando, de un proceso expansivo. Primero hemos sido libertados del poder del pecado. Hemos dicho en otras reflexiones que vivíamos bajo un dominio, incluso se le llama reino, el del pecado. Ahora, por la redención efectuada por Jesús, hemos sido redimidos, rescatados de la tiranía del pecado y hechos siervos de Dios. Una nueva naturaleza se ha activado en el hijo de Dios, la naturaleza divina, como dice el apóstol Pedro: Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuáles nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia (1 Pedro 1:3,4).

Después de haber sido hechos siervos de Dios, el fruto que daremos será la santificación, vidas entregadas a la voluntad de Dios para vivir en sus caminos y obras. Y el resultado de todo ello será entrar en la vida eterna.

La vida cristiana responde a procesos establecidos: libertados del pecado, hechos siervos de Dios, fruto de santificación y resultado vida eterna.