PASCUA – Las dos grandes sorpresas de Dios (3)

Tiempo de confusión y tinieblasPASCUA – Las dos grandes sorpresas de Dios (3)

Virgilio Zaballos

 

A pesar de esos tiempos de oscuridad y confusión, Dios tiene en su mano las claves para la salida y victoria final. El diablo quedó sobrecogido de terror cuando despertó a la realidad de la resurrección del Mesías y el derramamiento del Espíritu Santo sobre los discípulos. Estas dos grandísimas sorpresas divinas sacudieron el reino de las tinieblas y lo introdujeron en un estado de confusión y caos. La encerrona que Satanás había preparado para Jesús y sus seguidores se volvió un revés para él mismo. Lo que quiso destruir mediante el poder de la muerte se transformó en vida e inmortalidad para el hombre de fe en Jesús. El poder de la vida resucitada del Señor pasó a todo el Cuerpo de Cristo.

Resurrección1. El triunfo de la resurrección

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea (Lucas, 24:5-6).

Poco hemos comprendido de la batalla infernal que tuvo que afrontar el Mesías antes de salir victorioso el día de la resurrección. Después de la muerte física, Jesús descendió al infierno, —el lago de fuego y azufre—, al dominio de las tinieblas y el reino de la muerte. Y estando allí, tuvo que elevar un clamor sobrehumano para ser librado de la muerte. Y Cristo en los días de su vida terrenal, ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librar de la muerte; y fue oído a causa de su humilde obediencia (Heb.5:7 RV20). Uno de los salmos mesiánicos lo expresa así:

Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma.

Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie;

he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.

Cansado estoy de llamar: mi garganta se ha enronquecido; han

desfallecido mis ojos esperando a mi Dios…  Sácame del lodo,

         y no sea yo sumergido; sea yo libertado de los que me aborrecen,

de lo profundo de las aguas. No me anegue la corriente de las aguas,

         ni me trague el abismo, ni el pozo cierre sobre mí su boca…

Porque YHVH oye a los menesterosos, y no menosprecia a sus

prisioneros… (Sal.69:1-3,14,15.33).

Este clamor fue levantado por Jesús desde el Hades, donde tuvo que bajar para ser nuestro substituto; satisfacer la justicia de Dios y levantarse en victoria. La muerte no pudo retenerlo porque él mismo era justo y sin pecado.

Matasteis… crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los

dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese

retenido por ella… (David) habló de la resurrección de Cristo,

que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.

A éste Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos

 (Hch. 2:23, 24,31.32).

Después de una noche aterradora, el Mesías se levantó triunfante sobre el reino de las tinieblas, la muerte y su poder. El salmista lo expresó así: Cantad a YHVH, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad. Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría… Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría… (Sal.30:4,5,11).

El poder de la resurrección liberó un gozo triunfante que Jesús experimentó como primogénito de entre los muertos. El cielo era una fiesta. Los ángeles dijeron: Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado (Lc.24:5,6).

Esta victoria, que ya era un hecho en el mundo celestial, debía manifestarse en la tierra, darse a conocer a los discípulos del Maestro y liberar esta verdad única en los corazones de los hombres. No fue fácil. El diablo quiso manipular y obstruir esta realidad.

Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy (Mt.28:11-15).

Sin embargo, no fue posible. El impacto había sido impresionante. A pesar de los «reparos y cautelas» de los apóstoles por creer a quienes decían haberle visto, ellos mismos lo vieron y comieron con él. Más tarde el Espíritu Santo los impulsaría para proclamar el mensaje de la resurrección de Jesús.

La resurrección es el triunfo que permite el equilibrio definitivo del hombre caído. La cruz establece la paz para el hombre, y la resurrección recupera el orden original de la creación de Dios. Las consecuencias de la resurrección de Jesús afectan a los tres mundos: el cielo, la tierra y debajo de la tierra. Dios, Satanás y el hombre.

  • Para Dios. Permite la armonía entre su santidad, su justicia y su amor.
  • Para Satanás. Le despoja del imperio de la muerte; es destronado como príncipe del mundo, y derrotado en su dominio sobre el hombre sometiéndole a la autoridad de Cristo y su iglesia.
  • Para el hombre. Le justifica ante Dios y lo eleva a su presencia (Ro.4:25 y Ef.2:6). Derrota a su mayor enemigo devolviéndole la autoridad perdida en Adán para reinar en vida juntamente con Cristo (Ro.5:17). La resurrección del Mesías nos da la victoria sobre todos nuestros enemigos: El pecado, la carne, el mundo, el diablo y la muerte.

Ahora bien, este triunfo debe llegar a ser revelado, aceptado y establecido por la fe en toda nuestra manera de vivir. La oscuridad de los pueblos sigue obstruyendo la liberación del triunfo de Jesús, necesitamos al Espíritu Santo.

De esta forma se establece una dependencia total en la obra completa de Jesús: La cruz, muerte, sepultura, resurrección y exaltación. Vivir unidos a Jesús (en toda su amplitud) es la clave de la vida cristiana. Separados de mí nada podéis hacer (Jn.15:5).

Sólo lo que ha muerto puede resucitar. Sólo la cruz puede hacer morir lo que más tarde resucitará. No se puede separar este triple suceso en la vida cristiana. Hay que llegar a la cruz, y abrazando la muerte salir en resurrección. El que pierda su vida por causa de mí la hallará (Mt.16:25).

Es un proceso en tres fases que ningún discípulo de Jesús puede evitar. Sólo así andaremos en novedad de vida. Sólo así llegaremos al lugar de autoridad en los lugares celestiales en Cristo, por encima de todo principado y autoridad. (Ef.1:20-21). El desequilibrio está en pretender la autoridad espiritual (porque está de moda) sin atravesar cada uno de los pasos que nos conducen allí. El discípulo no es superior a su maestro, mas todo el que fuere perfeccionado será como su maestro (Lc.6:40).

Derramamientos del Espíritu2. El derramamiento del Espíritu Santo

El Señor Jesucristo lo había anunciado con anterioridad. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre; el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos (Jn.14:16-18). También les dijo: Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mi (Jn.15:26).

El último discurso del Mesías a sus discípulos estuvo cargado de expectativas en la obra inminente del Espíritu Santo.

Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuere, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio… Aun tengo muchas cosas que deciros pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber (Jn16:7-14).

Con la llegada del Espíritu Santo surge la congregación de los redimidos en una nueva dimensión, el nuevo templo. La fuerza de la verdad penetró en los apóstoles para que dieran testimonio del Mesías. El Espíritu de Dios facilitará la convicción de pecado, justicia y juicio; por tanto, el arrepentimiento para vida puede lograrse. La verdad ha triunfado sobre la mentira. La luz ha echado fuera las tinieblas, y con ello, la confusión y la manipulación diabólica. Así se proclamó y estableció la verdad sobre el Mesías, su personalidad y obra.

Precisamente los tres argumentos predominantes para acusar y dar muerte a Jesús son la piedra angular de la fe cristiana:

  • Jesús es Mesías, Señor y Rey (Hch.2:36) (Ro.10:8-10).
  • Jesús es el Hijo de Dios. Su divinidad (1Jn.5:1,5).
  • Jesús ha levantado un nuevo templo en tres días (la congregación de Dios), y las puertas del Hades no prevalecerán (Mt.16:18) (Jn.2;19-22).

Esta fue la predicación de los apóstoles, junto con la buena nueva de la resurrección de Jesús, el Mesías crucificado. Pablo dijo: Nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios (1Co.1:23-24).

En el éxito de la predicación del evangelio es fundamental la intervención del Espíritu de verdad. El Espíritu de Dios debe estar presente tanto en la vida del discípulo que lo proclama, como actuando en el corazón de la persona que lo recibe. Sólo así es posible el milagro que hace surgir la nueva vida en Cristo.

PASCUA – Tiempo de confusión y tinieblas (2)

Tiempo de confusión y tinieblasPASCUA – Tiempo de confusión y tinieblas (2)

Virgilio Zaballos

ZARANDEADOS COMO TRIGO

Las acusaciones maliciosas y los argumentos con mentira/verdad mezclados han dado su fruto: JESÚS, la luz del mundo, la verdad y la justicia de Dios, ha muerto. Este periodo de confusión y grandes tinieblas duró desde la detención del Mesías, hasta el día de Pentecostés con el derramamiento del Espíritu Santo, el Espíritu de verdad que revela la verdadera identidad de Jesús, su palabra y su obra. Son alrededor de 53 días. En ellos, hasta los discípulos dudaron y estaban confundidos (Mt.28:17) (Lc.24:19-21) (Jn.20:19).

Parecía que la inmensa manipulación que había existido en cuanto a la persona de Jesús y su obra la verdad no iba a poder conocerse. Pero Dios tenía reservadas dos sorpresas definitivas: La resurrección del Mesías y el derramamiento del Espíritu Santo.

Durante este tiempo de gran confusión, los discípulos fueron zarandeados por el diablo que había invadido, con todas sus huestes, la ciudad de Jerusalén.

         Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo (Lc.22:31).

Zarandear significa mover una cosa con prisa, ligereza y facilidad. Es una artimaña para desequilibrar y mover la firmeza de la fe. En esos momentos el Maestro tomó el lugar de intercesor para que sus discípulos mantuvieran el equilibrio y la fe. Jesús es Intercesor (Ro.8:34); Abogado (1Jn.2:1); Mediador (1Ti.2:5) y Sumo Sacerdote (Heb.7:23-28). ¿Qué es lo que pide? Que la fe no falte.

Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte (Lc.22:32).

De esta gran verdad deducimos que mantenerse firmes en la fe del Hijo de Dios es la verdadera vida equilibrada del creyente.

El diablo ataca nuestra firmeza para ponerla a prueba. Jesús es el Autor de la fe y el perfeccionador de ella (Heb.12:2). La tentación está diseñada y dirigida para hacernos caer de la firmeza de la fe y el equilibrio de la palabra de Dios. La oración a Dios tiene la capacidad de generar fortaleza en el cristiano para no sucumbir a la tentación (Lc.22:39-46) (Lc.18:1).

Así, pues, tenemos como factores de equilibrio: Jesús (como intercesor), la fe y la oración. Por su parte, los factores de desequilibrio: el diablo, los zarandeos (ataques a la fe); y la tentación (ataques a la integridad para disolverla y diluirla. Ver ejemplo en Job, 2:3).

Todo creyente y discípulo del Mesías experimenta estas realidades en su propia vida. Atravesamos periodos de grandes conflictos, incluso desafíos a nuestra fe que nos sorprenderán y nos alarmarán; sin embargo, en ese tiempo no hemos sido abandonados por Dios, sino zarandeados por el diablo para que abandonemos, definitivamente, la firmeza de nuestra fe.

Continuará…

PASCUA – Afrontar la cruz (1)

Tiempo de confusión y tinieblasAFRONTAR LA CRUZ (1)

Virgilio Zaballos

Nota: Aprovechando las fiestas que celebraremos estos días denominadas semana santa, o fiesta de Pascua, os envío tres mensajes sobre los 53 días transcurridos desde que Jesús fue entregado hasta su ascensión y exaltación a la diestra del Padre. Veremos (1) un resumen del último discurso del Maestro a los suyos antes de afrontar la cruz; (2) los días de confusión que le siguieron y que estaban destinados a zarandear a los discípulos; (3) y las dos sorpresas que tenía preparadas el cielo: la resurrección y el derramamiento del Espíritu.

INTRODUCCIÓN

Situémonos. Jesús está a punto de regresar al Padre. Era la víspera de la pascua judía (Pesaj) y se había puesto a cenar con los suyos (Jn.13:1,2), lavó sus pies (Jn.13:5), volvió a la mesa (Jn.13:12), se conmovió en espíritu (13:21), y les dio las últimas instrucciones. Acabó su mensaje con las palabras que veremos inmediatamente (16:33), después oró al Padre delante de ellos (Jn.17). Salieron siendo ya de noche y fueron al otro lado del torrente de Cedrón donde había un huerto en el que se había reunido con sus discípulos en múltiples ocasiones; en ese mismo lugar donde Judas le traicionaría  (Jn.18:1-3).

Antes de la oración sacerdotal del capítulo 17 del evangelio de Juan tenemos el último y extenso discurso de Jesús en los capítulos 13 al 16, que concluye con el texto siguiente:

Texto: Juan, 16:33

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

UN RESUMEN DE LO QUE LES HABÍA HABLADO

Jesús enfatiza a los suyos que les está transmitiendo las palabras que ha recibido del Padre (Jn. 12:47-50) (14:10, 24), lo ha hecho con el propósito de que tengan paz en la unión que mantienen con él. Les afirma que tendrán aflicciones en el mundo, pero quiere que sepan que él lo ha vencido, por tanto, les da la esperanza de poder vivir en victoria en las circunstancias adversas que van a experimentar llevando a cabo su misión.

Veamos ahora una síntesis de las palabras de Jesús en su último mensaje a los discípulos antes de afrontar la cruz.

  1. Un mandamiento: Amaos los unos a los otros (13:34) (15:12)
  2. Regresa al Padre para preparar lugar para nosotros (14:1,2,6)
  3. Vendrá el Consolador que nos guiará a toda verdad, nos recordará sus palabras (14:26), dará testimonio de él y nosotros también con su ayuda (15:26-27). Debían depender del Espíritu Santo al hacerlo (16:12-15).
  4. Debemos permanecer en él para dar fruto (15:4)
  5. Os dejo mi paz (14:27) (16:24)
  6. Os dejo mi gozo (15:11) (17:13)
  7. Que vuestra fe no sucumba en la prueba(16:1-4)

No les habló ni una sola palabra para que formaran una iglesia institucional, una nueva religión, una estructura o un sistema, sino que transmitieran la palabra que él les había dado del Padre y que ahora ellos debían llevar a todas las naciones.

Tenían que anunciar su palabra. Tener amor, gozo y paz. Contar con aflicciones al hacerlo y vivir en este mundo con la esperanza que trasciende los umbrales de esta vida pasajera. Más adelante estarían con él en la casa del Padre, (donde hay muchas moradas), habiendo acabado su obra en la tierra. Jesús lo hizo (Jn. 17:4). Pablo también (Hch.20:24) (2 Tim. 4:7,8). Ahora nos toca a nosotros servirle en nuestra generación anunciando su palabra (Hch.1:8).

DEBEMOS COMPARTIR LA PALABRA DEL PADRE

Los discípulos habían recibido la palabra que Jesús les había dado del Padre, ahora eran ellos los que tenían que transmitirla al mundo. La palabra que hemos recibido es el evangelio de la gracia de Dios; anunciarlo es la misión de los discípulos del Señor hasta que el venga.

  • Pablo lo hizo ampliamente (Hch.20:24) (2 Tim. 4:7,8)
  • Pedro lo hizo en Jerusalén (Hch.5:19,20) y en casa de Cornelio (Hch. 10:5,6 y 11:12-14)
  • Timoteo debía hacerlo y encargarlo a otros (2 Ti.2:2) (2 Ti.4:1-4) (1 Ti.4:12-16)
  • Tito también con ancianos responsables (Tito 1:9-16) (2:1,5,15) (3:8-9)

Hemos complicado demasiado la obra de Dios. Hemos levantado edificios y estructuras religiosas, pero Jesús dijo: Id por todo el mundo y predicar el evangelio haciendo discípulos y enseñándoles todas las cosas que os he mandado.

Somos portadores de la palabra que debe hacerse viva y eficaz en nuestras vidas, debemos conocerla, vivirla y transmitirla. Tendremos aflicción y oposición, un adversario que intentará impedirlo si puede (Jn. 16:1-4), pero contamos con el Espíritu de verdad que nos recordará, nos guiará y ampliará mucho más de lo que entendemos ahora (Jn.16:12-15), dando testimonio juntamente con nosotros (Jn. 15:26-27).

Si descuidamos la palabra perdemos el sabor y la misión.

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

Continuará…

Hoy estarás conmigo en el paraíso

Hoy estaras conmigoHOY  ESTARÁS  CONMIGO  EN  EL  PARAISO

Virgilio Zaballos

TEXTO

Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc.23:39-43).

INTRODUCCIÓN

El llamado buen ladrón acababa de oír: Padre, perdónalos… Supo que Jesús era Rey y comprendió que nunca es tarde para el arrepentimiento.

Los dos ladrones representan dos actitudes: Por un lado la del endurecimiento de corazón a pesar de la dureza de las circunstancias propias, y por el otro la de un corazón arrepentido en medio de la desesperanza absoluta. Ambas actitudes representan a la mayoría de los seres humanos.

Ese día, dice el mismo Lucas, había en Jerusalén una atmósfera de tinieblas

Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas (Lc. 22:53).

En medio de la oscuridad más profunda de nuestras vidas podemos recibir un rayo de luz que traspasará las densas tinieblas y nos introducirá en la luz de su Reino.

La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella (Jn. 1:5).

Sobre este «buen ladrón» alguien ha dicho: Fue tan buen ladrón que murió robando el cielo. Se conformaba con un recuerdo (acuérdate de mí), y Jesús le dio una posesión (estarás conmigo en el paraíso).

El Mesías estuvo seis horas colgado en la cruz. En ese tiempo este delincuente sufrió una transformación. Al principio le injuriaba junto con su compañero de fechorías (Mt.27:44), luego vino una gran oscuridad de tres horas sobre la tierra (Mt.27:45), y esa atmósfera terrible le hizo comprender que necesitaba luz en medio de la oscuridad;  aceptó que Jesús era esa luz y el rey que necesitaba.

A. TU PALABRA ES VERDAD

En estas breves palabras de Jesús podemos condensar la mayor dicha posible que un hombre en medio de las tinieblas y el juicio puede experimentar:

  • «Hoy». Prontitud. Un instante de Dios puede cambiar toda una vida desperdiciada.
  • «Estarás». Seguridad. La certeza de confiar en la palabra de Dios.
  • «Conmigo». Compañía. El cielo es Jesucristo. La comunión imperecedera.
  • «En el paraíso». Felicidad. Lo que Adán perdió el ladrón recuperó.

De estas breves palabras enfaticemos dos: «Estarás conmigo».

Si prescindimos del tiempo (hoy), y el lugar (paraíso), nos quedamos con la persona, comunión, unidad, la unión con Cristo, el que se une al Señor, un espíritu es con él (1 Co.6:17).

B. LA VIDA CRISTIANA ES ESTAR CON JESUS

Encontramos muchos ejemplos de esta verdad en las Escrituras, especialmente en la realidad del Nuevo Pacto. Podemos resumir la vida cristiana en comunión con Jesús, Cristo en nosotros…

  • Jesús llamó a doce para que estuvieran con él (Mr. 3:13-15).
  • Fue a preparar un lugar para estar con los suyos (Jn.14:1-3).
  • El llamamiento es para venir a él todos los que están… (Mt.11:28).
  • Vino a buscar y salvar lo que se había perdido (Lc.19:10).
  • Vino para llevar a muchos a la gloria (Heb.2:10) (Jn.17:24).
  • Él dijo: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin (Mt.28:20). Y también: No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros (Jn.14:18). Y otra vez: Donde están dos o tres en mi nombre estoy en medio de ellos (Mt.18:20).
  • Jesús dijo: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos, separados de mí nada podéis hacer (Jn.15:5).
  • El apóstol Juan escribió: El que tiene al Hijo tiene la vida (1Jn.5:12).
  • La esposa en el Cantar de los Cantares dice: Yo soy de mi amado, y mi amado es mío… (6:3)  conmigo tiene su contentamiento (7:10).
  • Pablo escribió: El que se une al Señor es un espíritu con él (1 Co.6:17). Y otra vez: Cristo en nosotros la esperanza de gloria (Col.1:27).

Esta verdad de la unión con Cristo es la esencia de la vida cristiana. Una fusión indisoluble del creyente con el Mesías. Jesús es la vid verdadera, y separados de él nada podemos hacer. El Señor no hizo acepción de personas con el ladrón. El mismo mensaje que había dado a los suyos, que  estuvieron con él desde el principio, fue el que le dio a última hora al ladrón de la cruz: Hoy estarás conmigo en el paraíso. Sean cuales fueren nuestras circunstancias en las que el Señor nos encuentre, si nos volvemos a él con arrepentimiento de corazón encontraremos la restauración que nos devuelve la comunión perdida en Adán y que recuperamos en Jesús.

C. PARA NOSOTROS HOY

El Salvador puede encontrarnos en cualquiera de nuestras circunstancias personales, sean de tinieblas o cualquier otra. En esta hora de tinieblas y decadencia en España y Europa su voz nos dice: Estarás conmigo… O en palabras del profeta Isaías: No temas, porque yo estoy contigo, no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia (Isaías 41:10). Vivimos tiempos de oscuridad que no debemos ignorar, a la vez nuestra esperanza es aquel que dijo: Os he dicho estas cosas para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad: yo he vencido al mundo (Juan 16:33).

Hoy es día de salvación. La mano del Señor no se ha acortado para salvar, por tanto, hay esperanza para todos los que se acercan a él en sus actuales circunstancias. Su palabra nunca pasará. Ven a él hoy sin demora.

Anunciaron su palabra

Anunciaron la palabraANUNCIARON  SU  PALABRA

Virgilio Zaballos

INTRODUCCIÓN

Jesús les había dado las palabras del Padre a sus discípulos para que ellos, a su vez, las anunciaran a su generación y de ésta para todas las generaciones (Jn.17:14,20).

Veamos el recorrido de la revelación de Dios: El Padre, el pueblo de Israel y sus profetas, el Hijo de Dios, sus apóstoles y a todas las naciones. Por tanto, nuestra base de fe son las palabras de los apóstoles, que a su vez las recibieron del Maestro y Mesías, que las recibió del Padre (Ef.2:20). Esa palabra o revelación, en una proporción amplia, estaba alineada con lo que el pueblo de Israel y sus profetas habían anunciado, aunque en algunos casos la habían mezclado con tradiciones de hombres, o malinterpretado. El Maestro nos da la revelación completa de la voluntad de Dios, además de cumplir lo que faltaba de la redención anunciada por los profetas, produciéndose algunos cambios sustanciales que muchos de los antiguos judíos no pudieron digerir y por tanto rechazaron.

Lo que nos interesa aquí, y donde queremos poner el énfasis, es si los apóstoles obedecieron al Maestro. Veremos si formaron una nueva religión, un sistema o estructura piramidal de poder, o por el contrario se limitaron a proclamar la palabra del Mesías y lo que se derivó de ella. Para ello nos fijaremos en el desarrollo de los primeros capítulos del libro de los Hechos de los Apóstoles haciendo hincapié en el término «la palabra».

A. CUAL ES LA PALABRA DE FE QUE PREDICARON (Ro.10:8)

Cuando hablamos de la palabra debemos concretar y definir a que palabra nos estamos refiriendo, de lo contrario caeremos en ambigüedades. Jesús les había dicho lo que tenían que predicar, no dejó ningún cabo sin atar. Les dio instrucciones bien específicas y concretas.

En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús        comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido (Hch.1:1-2).

Estas son algunas de las instrucciones claras que el Maestro dio a los suyos para que predicaran y enseñaran.

  1. Arrepentimiento y perdón de pecados.

Este fue el mensaje de Juan el Bautista, fue el mensaje de Jesús al comienzo de su ministerio, y fue el primer punto de predicación para los discípulos.

Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén (Lc.24:47).

Pedro lo predicó el día de Pentecostés. Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch.2:38). También lo hizo en su segunda predicación. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio… (Hch.3:19).

El apóstol Pablo lo predicó en su primer viaje misionero en Antioquia de Pisidia. Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados (Hch. 13:38). También lo hizo en la capital de la filosofía, en Atenas. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cuál juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quién designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos (Hch.17:30,31).

Y el apóstol Juan lo enseñó en su primera carta. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Jn.1:9).

  1. La salvación en el Nombre de Jesús.

El apóstol Pedro lo predicó con claridad después de Pentecostés. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (Hch.4:12).

La obra completa de Jesús limpia nuestros pecados y despeja el camino al Padre. Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Jn.14:6). La obra de Jesús nos da seguridad de la salvación y la garantía de la vida eterna. El Señor fue también muy claro en el caso contrario: El que no crea será condenado. Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que cree en El no es condenado, pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el Nombre del Unigénito Hijo de Dios (Jn.3:17-21).

A este mensaje lo llamamos el evangelio de Jesús. Pablo dijo: predicamos a Cristo crucificado (1 Co.1:23). Hasta aquí todo está claro, y la mayoría de los predicadores de todos los tiempos estarían de acuerdo con esta parte. Sin embargo, el conflicto viene una vez que las personas se convierten al evangelio y se forma una comunidad o congregación. Pronto comienza la tentación de hacer una estructura, un sistema que agrupe a los creyentes y con ello el dominio «justificado» sobre la congregación. La historia nos muestra que pronto se desarrolló esa estrategia por la necesidad de protegerse de las herejías o falsas enseñanzas que surgieron, —la cizaña—, dando lugar al modelo episcopal y más tarde piramidal o clerical. Los que anuncian la palabra deben ser modelos y referentes para los nuevos discípulos no dominadores que se enseñoreen de la congregación. Sigamos en los Hechos de los Apóstoles y veamos su desarrollo inicial.

B. LOS QUE RECIBIERON LA PALABRA

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones (Hch.2:41,42).

Aquí tenemos el resultado de la predicación del apóstol Pedro. Todo comenzó con recibir la palabra. La consecuencia fue bautizarse y compartir la comunión en Cristo dedicándose continuamente a la doctrina de los apóstoles, la comunión unos con otros, el partimiento del pan y las oraciones.

Luego surgió la persecución para que no hablaran la palabra (Hch. 4:17-20).

Los apóstoles no dejaron de predicar el evangelio, sino que pidieron ayuda al Señor en oración para que les concediera que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras haces señales y prodigios (Hch. 4:23-31).

Los ángeles apoyaron a los apóstoles para que siguieran anunciando la palabra de esta vida (Hch.5:19,20). Sin embargo, la persecución continúo para que no hablaran en el nombre de Jesús. Pedro les dijo a los opositores que era necesario obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch.5:27-29). Estos les intimidaron para que no hablasen en el nombre de Jesús, pero los apóstoles no obedecieron (Hch.5:40-42). También hoy las autoridades, mediante leyes contra la intolerancia, están queriendo prohibirnos hablar la palabra en aquello que no es políticamente correcto. Hay un ataque evidente para que la fe bíblica sea arrinconada en el ámbito privado sin expresión pública.

Volviendo al libro de los Hechos vemos que en medio de la oposición al evangelio crecía la palabra del Señor (Hch.6:7).

Algunas consideraciones. El énfasis de los apóstoles estaba puesto en anunciar la palabra, no sus iglesias o ministerios. Los que creían lo hacían por recibir la palabra de Dios no un sistema religioso. Esa palabra engendró la vida de Dios, y la vida se manifestó como vida, no como normas a cumplir. La vida del Espíritu se abrió camino entre los creyentes y se ocuparon en la enseñanza, la comunión, las necesidades de las viudas y los más desfavorecidos y en una vida de oración unánime. Rápidamente se desató la persecución y la prohibición de anunciar el mensaje de Jesús. Los apóstoles no se sometieron, sino que pidieron a Dios valentía para seguir anunciándolo en medio de la persecución. Volvieron a ser llenos del Espíritu y Dios confirmó su palabra con las señales que la seguían.

Hasta aquí los primeros años de obediencia a la predicación del mensaje del evangelio y sus consecuencias. Esta dinámica es la que se mantuvo a lo largo de todo el desarrollo de la congregación primitiva.

CONCLUSIONES

Nos hemos alejado mucho del plan original. La historia de la iglesia nos muestra que hemos mezclado el mensaje con paganismo y que hemos levantado diversos sistemas religiosos contrarios a la voluntad de Dios.

A menudo nos hemos predicado a nosotros  mismos.

En ocasiones se ha monopolizado el evangelio como si fuera propiedad de unos pocos. Así surge el clericalismo que separa la jerarquía por un lado y el resto de hermanos por otro.

No hemos discernido el Cuerpo del Mesías y su diversidad, sino que una parte del todo se ha levantado con la exclusividad sectaria de ser los únicos «portadores» de la verdad.

Otras veces hemos caído en la religiosidad muerta que mantiene el control  mediante dogmas y estructuras religiosas que ahogan la vida del Espíritu. Esto ha ocurrido tanto en iglesias tradicionales, como en nuevas congregaciones de aparente renovación espiritual que lideran personas «carismáticas» que imponen su visión partidista con autoritarismo.

Ante todo ello ¿qué podemos hacer? Algunos se rinden y abandonan, otros se vuelven amargos y resentidos, pero hay los que siguen adelante, tratando de separar el trigo de la paja, respetar a los hermanos de distinta biografía y alentar a los desanimados. Recordamos las palabras del apóstol Judas.

Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu. Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne. Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén (Judas, 17-25).

Debemos movernos hacia la restauración y edificación de la fe en los hermanos que hayan podido quedar desamparados y dispersos, para que sigan adelante en la fe del Hijo de Dios hasta el final.

Nuestras señas de identidad

Señas de identidadNUESTRAS  SEÑAS  DE  IDENTIDAD

Virgilio Zaballos

INTRODUCCIÓN

En un mundo materialista, globalizado, invadido por la información manipulada y sesgada, en decadencia espiritual, corremos el riesgo de perder nuestra verdadera identidad en medio de la vorágine de sucesos que nos rodean.

Pablo dijo: «El Dios de quién soy y a quién sirvo». Hemos sido comprados por precio para ser de otro dueño. Hemos sido trasladados de la potestad (dominio, identidad) de las tinieblas al reino de su Hijo amado. Por precio fuisteis comprados no os hagáis esclavos de los hombres. El profeta Isaías dijo: «Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados» (Is.51:1,2).

Éramos hijos de ira, sin esperanza y sin Dios en el mundo; éramos plantas silvestres, crecidas en medio de la inmensidad de la selva, pero fuimos llamados a la comunión con su Hijo, predestinados para ser hechos a su imagen. Hemos sido injertados en los pactos y las promesas de Dios a Israel.

Texto:

Hechos 27:23. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quién soy y a quién sirvo.

  • De quién soy
  • A quién sirvo

Este es el orden en que debemos comprender esta gran verdad: Somos para hacer, no hacemos para ser.

Veamos un ejemplo en el texto de Marcos 3:13-15. El orden que encontramos aquí no deja duda de cuál fue el proceso que siguieron los discípulos de Jesús.

  • Subió al monte
  • Llamó a sí a los que él quiso
  • Vinieron a él
  • Estableció a doce para que:
    • Estuviesen con él
    • Enviarlos a predicar
    • Que tuviese autoridad para sanar y echar demonios
  1. SOMOS DE DIOS

Esta verdad nos habla de identidad, unidad, fusión, naturaleza, nueva creación; en definitiva de redención, comprados por precio como propiedad de Dios. Somos del cielo y la eternidad, extranjeros y peregrinos en la tierra. Somos propiedad de Dios, doulos (esclavos) de Cristo (Ro.1:1).

Ya no somos nuestros, hemos sido comprados por un alto precio, el precio de la sangre del justo derramada en la cruz del Calvario; así, pues, si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos (1 Co.6:19-20 y 7:23) (Rom. 14:7-9).

  1. A QUIÉN SERVIMOS

Hemos sido comprados, redimidos (readquiridos) para hacer su voluntad. No podemos servir a dos señores, no podemos servir a otros dioses. Ese fue el pecado del Israel antiguo y por el que fueron llevados al cautiverio. Dejaron de servir al Dios de Abraham, Isaac y Jacob para servir a los ídolos de Babilonia. O servimos al Dios vivo y verdadero, o seremos entregados a la esclavitud del tirano.

Saulo de Tarso lo simplificó en dos preguntas esenciales cuando iba camino de Damasco: ¿Quién eres Señor? Y ¿Qué quieres que yo haga? (Hch.9:5,6). Las respuestas que recibió marcaron su vida y la de muchos otros para siempre.

Todo lo que hacemos, lo hacemos para el Señor, porque a Cristo el Señor servimos (Col.3:17,23).

Debemos recordarnos a nosotros mismos que nos hemos convertido de los ídolos a Dios para servir y esperar al Dios vivo y verdadero (1 Tes. 1:8-10).

Por tanto, ahora vivimos para servir a la justicia (Rom. 6:15-23).

Ya no somos nuestros, hemos sido comprados por precio; así, pues, si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos (1 Co.6:19-20 y 7:23) (Rom. 14:7-9).

Nuestra unión con Jesús es para siempre (Jn. 17:6, 9,24).

Tenemos esta esperanza como un ancla en el cielo (Heb. 6:17-20).

CONCLUSIÓN

Cuando sabemos quiénes somos, y sabemos a quién servimos tendremos buen ánimo para alcanzar la meta de nuestras vidas, resistiendo los temores, confiando en su poder y no en nuestras limitaciones (Hch. 27:23-25).

La herencia de nuestros padres (el conflicto generacional)

Nota: Este artículo lo escribí hace ahora casi doce años como base de una predicación. He mantenido el texto en su versión original, sin cambios, por ello al releerlo encuentro algunas de mis carencias de sintaxis, aunque el contenido lo subscribo tal cual, con las adaptaciones que cada uno considere oportunas.

La herencia de nuestros padresLA HERENCIA DE NUESTROS PADRES

(El conflicto generacional)

VIRGILIO ZABALLOS, 30-Octubre-2010

Antes de comenzar con el tema propiamente dicho, quiero dejar algunas premisas básicas, lo que la Biblia nos enseña de manera sucinta en relación a la responsabilidad con nuestros hijos. Algunos conceptos básicos:

  • Los hijos son herencia del Señor, una bendición, no una carga económica (Sal, 127:3-5).
  • Nuestro amor a los hijos se manifiesta en instruirles y corregirles correctamente en los caminos del Señor (Pr.22:6) (Dt.6:4-9).
  • No provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor (Ef.6:4). Ejemplo de lo que no debe hacerse es la actitud de Eli con sus hijos (1 Samuel, 3:13).
  • Y vosotros hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra (Ef.6:1-3).

Dicho esto os introduzco en lo que quiero compartir con vosotros.

INTRODUCCIÓN

¿Cómo transmitimos la fe a nuestros hijos? ¿Cómo abordamos el desafío de los hijos rebeldes, desobedientes y contumaces? ¿Qué postura tomar como padres responsables, amantes y firmes ante los desafíos que presentan las diversas etapas de la vida de nuestros vástagos. Debemos recordar que somos padres, pero también somos hijos en dos vertientes: la natural y la espiritual. Dios también es nuestro Padre.

Veremos diversas piezas de este puzle sin agotar el tema, pero con verdades básicas para encarar el desafío de ser padres en esta generación, y transmitir la fe a nuestros hijos de la mejor manera posible.

TEXTO: 1 Pedro, 1:13-25

Leamos todo el texto para situarnos en el contexto y hacer énfasis en los versículos 18 y 19. Haciendo un breve recorrido de estos versículos podemos ver lo siguiente: En primer lugar se apela a vivir en la expectativa de la gracia que traerá Jesús cuando sea manifestado, es decir, una perspectiva de la eternidad, sin perder de vista que somos peregrinos en la tierra, donde debemos vivir en santidad, como hijos obedientes, sin conformarnos a los deseos que antes teníamos cuando vivíamos en nuestra ignorancia, por causa de la incredulidad, (acordarse de lo que dijimos en el tema anterior cuando vimos los textos de Hechos, 17:30-31 y 1 Tim.1:13), sino vivir según la naturaleza de nuestro Padre, en santidad. Como hijos debemos manifestar la naturaleza del Padre (Ef.4:22-24). Este es el fundamento también para nosotros como padres, mostrar la naturaleza renacida por la palabra de Dios a nuestros hijos (1Pedro, 1:22-25).

Pero ahora quiero pararme en los versículos de 1P.1:18-20, veamos la progresión que encontramos aquí.

sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”.

  1. SABIENDO. Este saber viene por revelación, es la revelación de la redención. Si no estamos conscientes de lo que ha ocurrido en nuestras vidas mediante la obra de Jesús no tendremos la identidad de redimidos.
  2. REDIMIDOS. ¿Qué debemos saber? Que hemos sido redimidos, rescatados, sacados de la cárcel de pecado, la cárcel de la muerte eterna y el juicio de Dios. Vivíamos bajo la ira de Dios, nuestro destino era la condenación eterna, el lago de fuego y azufre que ha sido preparado para Satanás y sus ángeles, así como todos los que no están inscritos en el libro de la vida, es decir, los que no han sido redimidos por la sangre de Jesús (Apc.19:20; 20:10,14,15 y 21:8).
  3. LA VANA MANERA DE VIVIR HEREDADA DE NUESTROS PADRES. Aquí podemos hablar de diversos tipos de herencia, aunque en primer lugar se habla de la vanidad de esta vida natural que hemos recibido de nuestros padres, las costumbres, las manías, los defectos de carácter, los ciclos de la vida como círculos viciosos que no satisfacen la eternidad que Dios ha puesto en nuestros corazones. Centrados en lo material y terrenal, que tiene su importancia temporal, pero está destinado para el fuego, por tanto es correr detrás del viento. Como dijo el salmista, “su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas, y sus moradas por todas las generaciones; a sus tierras han dado nombres. Mas el hombre en su vanagloria, no permanecerá; es como las bestias que perecen”. (Salmo, 49:10-12).

Aparte de lo dicho podemos centrarnos en tres tipos de herencia que hemos recibido de nuestros padres:

Una herencia genética. (El cuerpo). Hemos heredado el color de los ojos, la caída del cabello, algunas enfermedades y ciertas habilidades naturales para algunos oficios o labores.

Una herencia de carácter. (El alma) Es increíble como llegamos a parecernos en algunas cosas a alguno de nuestros progenitores, en sentido positivo y en sentido negativo. Se hace evidente con tal fuerza que nos cuesta luchar contra esa herencia y mantenemos ciertas formas de carácter a lo largo de nuestras vidas idénticas a las de nuestros padres o abuelos. A menudo como padres pronunciamos y agravamos el defecto del hijo haciendo notar que es igualito que su madre. Eso sí, cuando vemos alguna virtud enfatizamos su semejanza con nosotros mismos.

Una herencia espiritual. (El espíritu). Esta es sin duda la peor herencia que hemos recibido, porque esta herencia tiene que ver con el pecado heredado de nuestros padres, y ahondando más aún, la herencia de la naturaleza de Satanás. La Biblia nos enseña que el pecado entró en el mundo por un hombre (Rom.5:12 ss.), y por el pecado la muerte, que en esencia es la separación de Dios. Pero además, cuando el hombre pecó aceptando los argumentos de Satanás en Edén, recibió la naturaleza del mismo Lucifer, el ángel que ya había caído anteriormente. Recordemos lo que Jesús les dice a algunos judíos que querían justificarse con el argumento de ser hijos de Abraham, de la simiente santa y apartada por Dios.

Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios. Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios (Juan, 8:39-47) (Ef.2:1-3).

Palabras durísimas si quieres pero sin exageración. Acordémonos del dicho famoso: “De tal palo, tal astilla; y de tal padre, tal hijo”. Nosotros hemos recibido en nuestro hombre caído la naturaleza del diablo y solo la sangre de Jesús puede redimirnos de esa losa insoportable.

       4. REDIMIDOS POR LA SANGRE DE JESUS. Por eso es tan esencial y trascendente en la Historia de la Humanidad la redención de Jesús en la cruz del Calvario. Su sangre no solo nos limpia del pecado, sino que engendra en nosotros una nueva naturaleza y nos aparta de la vieja y vana manera de vivir heredada de nuestros padres. Nos hace una nueva creación, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas. Esto no quiere decir que abandonemos a nuestros padres o les culpemos por la herencia recibida, si no que los amamos más porque hicieron lo que pudieron para disciplinarnos según les pareció mejor hacerlo (Heb.12:9-11).

La sangre de Jesús traza una nueva línea genealógica, levanta un nuevo linaje, la simiente de Dios, su naturaleza, es engendrada en nosotros; por tanto, hay un nuevo comienzo y por la fe del Nuevo Pacto podemos anular todas las demás herencias acumuladas en Adán y en nuestros padres. Podemos vivir por encima de la vanidad y entrar en las palabras de vida eterna. Podemos vivir sin pecar y si pecamos la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado. No para vivir en la práctica del pecado, ni pecar para que la gracia abunde, no nos engañemos, todo lo que el hombre siembra eso siega. Pero hay una fuente de vida y salud en la sangre de Jesús para poder vencer.

Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte (Apc.12:10-11).

LA RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL

Hay otro aspecto importante que tenemos que tener en cuenta cuando hablamos de la educación de nuestros hijos. Está claro que podemos educarlos correctamente y a pesar de ello tener experiencias amargas con hijos desobedientes, contumaces o rebeldes que pueden atormentar nuestra vida. Las Escrituras nos hablan claramente de nuestra responsabilidad individual, cada uno morirá por su pecado, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo. Esta verdad hay que situarla en el Nuevo Pacto, porque en las leyes dadas a Moisés en el Sinaí se decía que Dios visita el pecado de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación.

“… Porque yo soy el Señor, tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Ex.20:5) (Nm. 14:18) (Dt.5:9,10) (1Rey.21:29).

Sin embargo, en el Nuevo Pacto, cada uno, individualmente, dará cuenta de sí y recibirá las consecuencias de su propio pecado. “En aquellos días (el tiempo del Nuevo Pacto) no dirán más: Los padres comieron uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen dentera; sino que cada cual por su propia iniquidad morirá, los dientes de todo hombre que coma uvas agrias tendrán dentera” (Jer.31:29,30).

Este pasaje aparece en relación al tema del Nuevo Pacto. Sigue leyendo y encontrarás en el versículo 33 y 34 que… “Pondré mi ley dentro de ellos… Pues perdonaré su maldad, y no recordaré mas su pecado”. Debemos comprender que vivimos bajo las promesas del Nuevo Pacto por la sangre de Jesús; la redención final que obtuvo en el Gólgota para salvarnos por completo. La nueva línea genealógica que tenemos en el Mesías nos libra de los pecados de nuestros padres. El Nuevo Pacto está establecido sobre mejores promesas, dice el autor de Hebreos. Por tanto, tenemos que saber que hemos sido redimidos de la vana manera de vivir, heredada de los padres, con la sangre preciosa de Jesús, como de un Cordero sin mancha y sin contaminación.

Merece la pena leer en toda su amplitud el texto de Ezequiel que amplia lo que hemos dicho y especifica claramente la responsabilidad individual de cada uno de nosotros ante Dios, al margen del comportamiento de nuestros hijos. Léelo en Ezequiel, 18:1-20

De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí (Rom.14:12).

LA SEGUNDA GENERACION DE CREYENTES

Tanto en las Escrituras como en la Historia de la iglesia encontramos la diferencia entre una primera generación de creyentes, pioneros, que abren camino con mucho tesón, esfuerzo y entrega, para dar paso a una segunda generación de creyentes que se encuentran con buena parte del trabajo hecho y se relajan en su comportamiento para dar lugar a la influencia del sistema de este siglo y ser contaminados en gran medida apartándose de la firmeza de la fe de sus padres.

Esto lo vemos con toda claridad en la generación de Josué que conquistó la tierra de Canaán, para dar lugar a una segunda generación que se dejó invadir por las costumbres de las naciones vecinas y les fue motivo de alejarse de la voluntad de Dios y caer en la asimilación y el juicio de Dios.

Lo vemos también en la generación del rey David, una generación de luchadores y guerreros que ganaron muchas batallas y se extendieron en la heredad de Dios, para dar paso a la generación de Salomón con un tiempo de paz que acabó relajándoles tanto que en sus últimos días dieron lugar a la idolatría, el despilfarro, los impuestos abusivos, etc.

En la vida de las familias de creyentes lo vemos a menudo también. Los padres que se convierten al evangelio con un cambio de vida manifiesto, que educan a sus hijos en los principios del reino de Dios, pero que muchos de ellos acaban siendo faltos de firmeza en la fe y se dejan contaminar por todas las influencias de este mundo contrario a la cosmovisión de las Escrituras. Abandonan las disciplinas de la oración y el estudio de la verdad, se adaptan a los entretenimientos mundanos mezclados con las actividades de la iglesia para dar lugar a una gran debilidad en la fe.

En este asunto debemos ser honestos y decir también que gran parte de los fundamentos de esa futura debilidad aparecen ya en los últimos tiempos de la generación de los padres. En el caso de la generación de Josué dejaron muchos enemigos alrededor de ellos sin expulsar que pronto se levantaron para oprimirles. Las generaciones no se pueden dividir con total exactitud puesto que siempre se mezclan y hay un proceso de continuidad, pero sí observamos una constante que se repite a menudo: padres firmes, hijos flojos. Cada generación tiene que encontrar su lugar en la batalla que hay que librar siempre en la fe.

También es importante decir que los hijos pueden y deben heredar la fe de sus padres como algo natural vivido en  casa. Aunque los hijos no puedan especificar el momento exacto de su conversión porque siempre han convivido con la fe. Las Escrituras y la congregación han formado parte habitual de su desarrollo de manera cotidiana y no han tenido ocasión para una ruptura evidente, un antes y un después, si no que viven la fe de sus padres de forma natural, asimilan sus contenidos y heredan la fe que llega a ser suya por propia convicción y aceptación, aunque no puedan dar un testimonio tan dramático como el de los drogadictos o delincuentes. Sin embargo, comprenden su necesidad de redención por la obra de Jesús y pasa a ser parte de ellos como un proceso gradual pero evidente.

Recuerda que Pablo habló de la fe de Timoteo como una fe que había habitado en su abuela Loida y en su madre Eunice y dijo, estoy seguro que en ti también (2 Tim.1:3-5). Aquí tenemos tres generaciones de creyentes con una misma fe. Timoteo la había heredado de su madre y su abuela. Lo único que el apóstol tuvo que decir al respecto es que la avivara, que avivara el fuego del don de  Dios (la fe,  Ef.2:8) que estaba en él y que el ministerio carismático de Pablo había liberado en una nueva dimensión en su vida, pero era la fe sus padres (2 Tim.1:6).

Por otro lado, ¿quién puede decir con exactitud cuando nació de nuevo? En ocasiones podemos hablar de un proceso que nos condujo a ciertos momentos especiales donde Dios obró en nuestros corazones, pero no podemos determinar con exactitud el momento cuando nacemos, solo Dios lo sabe, nosotros vivimos sus resultados. Tenemos a veces ciertos moldes religiosos o métodos  para decir que una persona es salva cuando levanta su mano en un culto o recita una oración, sin embargo, en muchas ocasiones esos momentos no tienen nada que ver con nuestra conversión real, si no con los sistemas que aplicamos de forma mecánica. La vida de Dios no es mecánica, ni se produce por el deseo de un predicador fogoso o atrevido, sino en el silencio del corazón del hombre ante su Dios. El viento sopla de donde quiere y oyes su sonido; pero no sabes de donde viene, ni a donde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Jn.3:8).

SOLUCIONES

Para concretar algunas soluciones al desafío que representa  transmitir la fe a nuestros hijos diremos lo siguiente.

  1. El amor cubre…  (1P.4:8). Nuestra salvación tiene su base en el amor de Dios (Jn.3:16). Lo que nos ha cautivado y rendido es la manifestación de Su amor, que siendo pecadores, Cristo murió por nosotros (Rom.5:8). El amor del padre hacia el hijo pródigo es conmovedor y restaurador a pesar de los defectos y el individualismo del hijo. Debemos recordar que como padres el amor hacia nuestros hijos es la mejor predicación, y ese amor se puede manifestar diariamente de muchas formas. El amor es eterno y alcanzará a nuestros hijos aunque durante algún tiempo no entiendan ni manifiesten reciprocidad a ese amor y abnegación de los padres. El amor tiene que ver con decirles la verdad, no con milongas sentimentales que producen debilidad y consentimiento.
  2. La palabra de verdad (Jn.8:31-32). Jesús dijo a sus discípulos que si permanecían en su palabra, serian verdaderamente sus discípulos, y conocerían la verdad y la verdad les haría libres. El Maestro les había dado la palabra del Padre, nosotros debemos darle a  nuestros hijos la palabra de verdad que hemos recibido de Dios. Debemos enseñarla con el ejemplo y de viva voz, dedicando tiempo a la enseñanza en casa y poniendo a su disposición oportunidades para su formación a través de otros hermanos del Cuerpo de Cristo. Después los discípulos la recibieron. Nuestros hijos deben recibirla también para que sea parte de ellos y esa verdad les haga libres en un mundo de vanidad y pecado.
  3. Deben nacer de nuevo (Jn.3:1-7). Si realmente han recibido la palabra de Dios en sus corazones, el evangelio de nuestra salvación, han nacido de nuevo, porque es la palabra la que engendra en nosotros la vida de Dios. El texto de 1Pedro que hemos estudiado ampliamente termina con estas palabras: “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada”.

     4. No os conforméis a este siglo (Ro.12:2).  Mientras vivan en  nuestra casa los hijos deben andar según la enseñanza de los padres, no según las costumbres del sistema de este mundo. Hoy está de moda, por ejemplo, que cuando los hijos tienen novia van a dormir a  casa de los padres y hacerlo en la misma habitación, es decir, a fornicar ante la indolencia y conformismo de los padres. Debemos impedirlo, lo contrario que hizo Eli con sus hijos, no les estorbó cuando eran causa de pecado para el pueblo y fue reprendido por Dios  a través del joven Samuel (1 Sam. 2 y 3). Otra práctica moderna son las parejas de hecho, vivir juntos sin estar casados y esto con la aprobación o consentimiento de los padres, ni siquiera los hemos estorbado. De esta forma normalizamos la fornicación en la sociedad. No debemos conformarnos al esquema de este mundo…

CONCLUSIONES

El dilema y desafío de la educación o transmisión de la fe a nuestros hijos es una combinación de todo lo que hemos visto aquí, y mucho más que podemos decir, pero creo que lo mencionado es suficiente para tener una resolución y determinación en comprender nuestra responsabilidad como padres y ver en su justa medida la responsabilidad individual de nuestros hijos.

Nuestras vidas  restauradas deben alcanzar también a una restauración y reconciliación con nuestros hijos cuando sea necesario. Siempre hay esperanza para reparar algo del tiempo perdido.

Vivimos tiempos peligrosos (2 Tim.3:1 ss) y una de las manifestaciones de esos tiempos es la desobediencia generalizada de los hijos, la ingratitud, vidas sin afecto natural. El profeta Malaquías nos habla de un tiempo también cuando Dios hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres (Mal.4:6).

Las consecuencias del autoengaño

Las consecuencias del autoengañoLAS CONSECUENCIAS DEL AUTO-ENGAÑO

(Por ignorar voluntariamente lo que creemos)

Virgilio Zaballos

Nota: He usado dos versiones de la Biblia. La Biblia de las Américas y la Reina Valera del 60. Cuando aparece la primera se marca con LBLA y en la segunda con RV60.

Introducción 

El auto engaño, mediante argumentos altivos, es uno de los errores más comunes del hombre. En tiempos de decadencia moral, incluso el hombre religioso, el creyente, puede caer fácilmente en una manera de proceder que ignora lo que cree. El profeta Jeremías dijo: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9 RV60).

         Todo engaño y mentira se sustenta sobre un argumento que le da consistencia. Cuando hemos asimilado el argumento engañoso podemos vivir sin que la conciencia nos moleste y actuar con plena convicción, aunque la base de nuestro proceder sea la mentira y, por tanto, nos conduzca al error y el fracaso.

         Una de las mentiras más extendidas de la posmodernidad, (junto con sus ramificaciones), está asentada sobre la filosofía humanista que pretende fundamentar la convivencia bajo la idea de que Dios no existe. Dios no nos ve, no tenemos que dar cuenta a nadie de nuestros actos, solo ante nosotros mismos y nuestras leyes humanas. De ahí el interés por burlar la justicia y la consiguiente corrupción. Podemos resumirlo con las palabras de Ezequiel: “Dicen: el Señor no nos ve; el Señor ha abandonado la tierra” (Ez.8:12 LBLA).

         Hemos abandonado el temor de Dios, —principio de sabiduría—, y nos hemos entregado a la osadía de legislar en base a ideologías humanistas contrarias a la ley moral y natural. Hoy muchos gobiernos  actúan como dioses —bajo la máxima antigua de: “seréis como Dios” Gn. 3:5—, extralimitándose en la autoridad delegada que han recibido. Traspasan límites morales pretendiendo que la política es amoral, sin principios, ni valores, más allá de lo que el consenso “universal” pretenda en cada momento u ocasión. Si hay una mayoría suficiente de ciudadanos que piden cualquier cosa, por disparatada que sea, se puede formular una ley y legalizar cualquier aberración contra natura, bajo el amparo de la libertad de elegir.

         Este desenfreno nos está llevando a una decadencia moral, cívica y espiritual en todos los ámbitos de la vida humana. ¿Dónde comenzó todo? En un argumento, una idea, una filosofía, incluso podríamos decir que una especie de teología anti-teológica. ¿Cuál es?: “El universo camina solo. No hay Creador. Vamos sin rumbo. Dios nos ha dejado, se ha desentendido de nosotros”. Ahora el hombre ocupa el lugar central, lo llamamos humanismo. Hemos dicho: “El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve” (Ez.9:9 LBLA). ¿Es eso cierto? Si así fuera está justificada la filosofía materialista: “comamos y bebamos que mañana moriremos”. La negación de Dios y la ley moral nos conduce rápidamente a la corrupción. Algo parecido ocurrió en días del profeta Ezequiel, por tanto examinemos lo sucedido porque está escrito para nuestra enseñanza (1 Co.10:11) y esperanza (Rom.15:4).

Textos: Ezequiel caps. 8, 9 y 22

A. LOS DÍAS DE EZEQUIEL

         En los primeros capítulos del libro aparece la visión de la gloria de Dios y el llamamiento de Ezequiel. Dios llamó al profeta para que anunciara a la sociedad de su tiempo, −engañada terriblemente−, la realidad de su situación. Ya se había realizado la primera parte del cautiverio, el mismo Ezequiel había sido llevado a Babilonia. Miremos los sucesos a partir del capítulo 8 del libro. Comienza así: “Y sucedió… que estando yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá sentados ante mí, bajó allí sobre mí la mano de Señor Dios” (Ez. 8:1 LBLA).

         Pensemos. El profeta está sentado en su casa de Babilonia, junto con los ancianos de Judá, y en esa misma situación el Señor le va a mostrar lo que estaba ocurriendo en Jerusalén, muy lejos del lugar donde se encontraban. Bien, veamos el recorrido de las revelaciones que el Señor le va a dar a Ezequiel a partir de este momento.

  1. “Y el Espíritu me alzó entre la tierra y el cielo y me llevó a Jerusalén en visiones de Dios…” (Ez. 8:3 LBLA).

No voy a entrar en la polémica de cómo ocurrió esto, el profeta fue llevado en visiones a la ciudad de Jerusalén, a la entrada del templo, y comenzó a ver lo que sucedía. Allí estaba “la morada del ídolo de los celos que provoca los celos”. Lo primero que ve es un ídolo en el lugar de la adoración al Dios único. Un ídolo que parece convivir con el culto a Dios. Un ídolo que provoca el celo de Dios. Faltaba poco para que la gloria del Señor abandonara el templo. No se puede servir a dos señores.

Jesús también entró en el templo de Jerusalén, años más tarde, y actuó sobre la Escritura que decía: “el celo de tu casa me consume” (Jn. 2:13-17 RV60) (Sal.69:9). El templo estaba contaminado y la casa de oración se había convertido en cueva de ladrones. El templo de Dios hoy son los sellados por el Espíritu (Ef. 1:13).

  1. “Y he aquí, la gloria del Dios de Israel estaba allí, como la visión que yo había visto en la llanura” (Ez. 8:4 LBLA).

         Aún la gloria de Dios no había abandonado el templo. No tardaría en hacerlo, pero en estos momentos se pone de manifiesto la mezcla del culto en el pueblo de Judá. Se cometían abominaciones en el lugar de adoración. Está escrito: “¿Qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos?” (2 Co.6:16). Pero hay más.

  1. “Después me llevó a la entrada del atrio, y cuando miré, he aquí había un agujero en el muro… Y me dijo: cava ahora en el muro… entra y ve las perversas abominaciones que ellos cometen aquí” (Ez. 8:7 LBLA).

         Cuando Dios revela a un profeta el pecado de su pueblo es porque Él ya lo ha visto antes. Dentro del muro que cavó Ezequiel había toda clase de reptiles, bestias y cosas abominables.  Todos los ídolos de la casa de Israel estaban grabados en el muro por todo alrededor. Y había setenta ancianos de la casa de Israel ofreciendo incienso en el mismo lugar de adoración. ¡Inaudito!. ¡Como es posible! ¡Cuántas cosas ocurren en la aparente oscuridad de nuestros actos secretos! Sin embargo, está escrito que “no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quién tenemos que dar cuenta” (Heb. 4:13 LBLA).

         Cuál fue la enseñanza que sustentaba esta forma de actuar. O dicho de otra forma, ¿bajo qué doctrina operaban estos ancianos para cometer una idolatría tan contraria a la revelación de Dios? Aquí está el asunto clave, el argumento sobre el que giraba un comportamiento idólatra y corrupto.

  1. “Porque ellos dicen: El Señor no nos ve; el Señor ha abandonado la tierra” (Ez. 8:12 LBLA).

         Una doctrina fundamental de la Escritura como es la Omnipresencia de Dios, o Su Omnisciencia, había “mutado” en otra que decía: “El Señor no nos ve”.

         Seguramente sus experiencias vivas de la realidad de Dios se habían quedado cristalizadas. Las circunstancias actuales les decían que Dios, el Dios de sus padres, era un asunto del pasado, y en lugar de buscarle con un corazón humilde y fe, se hicieron ídolos para substituirle. Este engaño no anula la verdad de Dios. Esta falsedad no evita quedar expuestos a su juicio.  Pero aún hay más.

  1. “Entonces me llevó a la entrada de la puerta de la casa del Señor… y he aquí, había allí mujeres sentadas llorando a Tamuz” (Ez. 8:14 LBLA).

         La idolatría se había extendido y generalizado a toda la sociedad. Los niveles de corrupción alcanzaban a hombres y mujeres. Pero aún hay más.

  1. “Entonces me llevó al atrio interior de la casa del Señor. Y he aquí, a la entrada del templo del Señor… había unos veinticinco hombres de espaldas al templo del Señor y de cara al oriente, y se postraban hacía el oriente, hacia el sol” (Ez. 8:16 LBLA).

         El sincretismo se había instalado en medio del templo del Señor. Todo tipo de cultos extraños, contrarios a la voluntad de Dios, eran práctica habitual entre quienes habían recibido la revelación del Dios único.

         Esta mezcla impía atrajo el juicio de Dios sobre su pueblo. Nosotros, que no nos cansamos de proclamar que Dios es el mismo, ayer, hoy y por los siglos, ¿pensamos que en este caso no es lo mismo? ¿Creemos de veras que podemos vivir como si Dios no viera y quedar impunes? ¿Creemos que podemos transgredir su palabra y mantenernos bajo su bendición? ¡Pues no!.

  1. “Entonces me dijo: La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es grande en extremo, la tierra está llena de sangre, y la ciudad está llena de perversión; porque dicen: El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve” (Ez. 9:9 LBLA).

         Haciendo un pequeño resumen de lo visto hasta ahora tenemos: caer en el auto-engaño de que Dios no nos ve conduce a la idolatría, a inventarnos dioses, a realizar cultos extraños —el hombre religioso ocupa el lugar del hombre nuevo, el renacido—, y estos cultos, nos llevan a la iniquidad, a perder toda sensibilidad y despreciar la vida humana, a quedar atrapados en diversos niveles de perversión, y todo ello amparado en el argumento siguiente: “El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve”.

         Vemos que idolatría y corrupción son una pareja de hecho. Que el abandono de las verdades bíblicas nos introduce en las garras del pecado que no podremos dominar quedando expuestos a su devastación. Todo ello atrae el juicio de Dios sobre naciones, pueblos, familias y personas.

         Nuestra sociedad vive bajo los parámetros de esta mentira humanista, donde hemos sacado a Dios de la escena para colocar solo al hombre, eso creemos al menos, pero con ello hemos atraído todo tipo de idolatrías de poder, de consumo, de egocentrismo, de narcisismo, de materialismo, de soberbia que nos han llevado a la decadencia actual.

         Vivir ignorando que hay que dar cuenta a Dios de nuestros actos nos embrutece. El temor de Dios es el principio de la sabiduría, es donde comenzamos a poner bases para andar sobre terreno firme. Vivir bajo la consciencia de la presencia (Omnipresencia) de Dios, nos protege del mal y nos da seguridad al vivir en luz.

         Una parte de la iglesia actual ha perdido esta verdad, por tanto, van a los cultos de domingo y luego consumen pornografía por internet, viven en fornicación, adulterio, divorcios, robo y mentira, y dicen sin decirlo: “El Señor nada ve”. Es un insulto a Dios. Este comportamiento atrae su ira y castigo. Es tomar el nombre de Dios en vano. No es bonito decirlo, pero no es muy distinto de la práctica de los ancianos de Jerusalén. Los psicólogos cristianos dicen que hay el mismo porcentaje de personas que consumen pornografía entre los creyentes y los que no lo son. Hay el mismo nivel de divorcios entre personas que asisten “a la iglesia” y los que no van. Esta doblez se sustenta  sobre el auto-engaño que ignora lo que creemos. ¿Y que creemos? Que Dios está en todo lugar y lo ve todo, que hasta escudriña nuestra mente y corazón (Ap. 2:23), pero un porcentaje amplio de cristianos viven ignorando las verdades esenciales de la fe bíblica.

         El humanismo de hoy tiene un dogma básico: “Dios ha abandonado la tierra”, y la iglesia lo ha creído en parte; por tanto, el hombre es el único soberano del bien y del mal, quién dirige su destino y solo da cuenta ante sí mismo. El humanismo actúa bajo los parámetros de Lucifer: “yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado” (Ez. 28:2 RV60). “Subiré al cielo… levantaré mi trono… me sentaré… seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:12-14 RV60).

Pero hay los que han “escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 2:20 LBLA), y han sido sellados para Dios y su Mesías (Ap.14:4; 9:4).

B. LOS HOMBRES QUE GIMEN Y LAMENTAN (Ez. 9:4-6 LBLA)

         Ahora bien, podemos vivir en medio de toda esa influencia humanista, o cualquier otra, sin caer bajo su hechizo y fascinación. Podemos estar rodeados de podredumbre y no por ello ser contaminados, ni participar del mismo desenfreno. Daniel lo hizo en Babilonia. El apóstol Pedro nos dice: “Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles” (1 Pedro 4:3 RV 60).

Las Escrituras nos hablan de los justos, los redimidos, los hijos de Dios, el pueblo santo y apartado, la sal de la tierra, la luz del mundo, del camino angosto que lleva a la vida; nos habla también de los que resplandecen como luminares en el mundo (Fil. 2:15), de quienes estando en medio de una congregación corrupta, “no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás” (Ap.2:24 RV60), de aquellos que “no han manchado sus vestiduras” (Ap.3:4), de los siete mil que no doblan la rodilla delante de Baal, los que salen de Babilonia para no contaminarse (2 Co.6:17), ni participar de sus pecados (Ap.18:4); los “Simeones” (Lc.2:25), hombres justos y piadosos que esperan la consolación de Israel; y las “Anas”, que sirven de noche y día con ayunos y oraciones (Lc. 2:37) en un templo que el mismo Jesús dijo haberse convertido en cueva de ladrones y casa de mercado.

Es un remanente fiel del que tantas veces se habla en las Escrituras. Curiosamente nunca son mayoría, ni siquiera en el texto Bíblico. Sin embargo, son los que siguen al Cordero por donde quiera que vaya, son fieles en lo poco, no se conforman a los esquemas de este mundo, han dejado los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero. Estos son los que había que sellar en la ciudad de Jerusalén, y que Ezequiel vio en su visión, para que escaparan del juicio que se avecinaba de forma inminente. Leamos.

“… Y el Señor le dijo: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una señal en la frente de los hombres que gimen y se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella” (Ez. 9:4 LBLA).

         En medio de la ciudad entregada a la idolatría, la corrupción y la desobediencia, había un grupo de personas, seguramente dispersas entre ellas, que se lamentan y gimen en oración ante el Trono de la gracia, viendo su generación entregada a cometer toda clase de impurezas. A estos, le dice el Señor “al hombre vestido de lino que tenia la cartera de escribano a la cintura” (Ez.9:3 LBLA), que pase por en medio de la ciudad y selle a los que no participan del pecado de la mayoría.

         Me recuerda la misma forma de proceder sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra. Como está escrito: “sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio” (2 Pedro 2:9 RV60). En estas ciudades había un justo, (Lot), “que moraba entre ellos y afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos” (2 Pedro 2:8 RV60).

         Es la misma enseñanza que el apóstol Pablo expone en Efesios sobre aquellos que han oído el evangelio, han creído en él y han sido sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Ef.1:13). Estos sellados han sido y son, en muchos casos, quienes retardan el juicio de Dios sobre las naciones y ciudades, por gemir delante de Dios y presentar su clamor a favor de la tierra. También puede ocurrir que estos sellados estén tan dispersos y ser tan débiles en su clamor, que solo alcanzan para escapar ellos mismos del juicio. No son suficientes para que la ciudad o el país sean preservados del justo juicio de Dios. O tal vez que el juicio sea aplazado. Así fue en la ciudad de Nínive en los días del profeta Jonás (Jonás 3:10). Sin embargo, en los días del profeta Nahum no fue posible, el juicio se había retardado unos años sobre la misma ciudad (Nahúm 1:1; 2:1a; 3:1, 19).

         En el caso que nos ocupa, cuando comenzó la destrucción, el mismo profeta Ezequiel quedó horrorizado ante la magnitud del desastre. El justo juicio de Dios que vino sobre Jerusalén fue tan devastador que el profeta cayó sobre su rostro clamando:

“Y sucedió que mientras herían, quedé yo solo y caí sobre mi rostro; clamé y dije: ¡Ah, Señor Dios! ¿Destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén? (Ez. 9:8 LBLA).

         ¿En qué momento está nuestra sociedad actual? ¿A qué niveles de corrupción ha llegado nuestro país? ¿Cuál es la intensidad de nuestro clamor ante el Trono de la gracia a favor de la tierra? ¿Qué potencial espiritual tiene la iglesia de hoy en occidente para neutralizar los juicios justos de Dios sobre la iniquidad? La mayoría se auto-engaña con el argumento: “Dios no ve, Él ha abandonado la tierra”.

¿Podemos traspasar cualquier límite de maldad sin que tenga consecuencias sobre nuestras vidas? Muchos se preguntan, —nos preguntamos—, ¿hasta cuando el Señor permitirá el progreso de la degeneración? Sabemos que estas son señales de los últimos tiempos: el aumento de la maldad (Mt.24:12), la pérdida de toda sensibilidad (Ef.4:19), los tiempos peligrosos porque los hombres serán amadores de sí mismos (2 Tim. 3:1). La misericordia de Dios es grande y nueva cada mañana, y espera con paciencia que procedamos al arrepentimiento (2 Pedro 3:9); pero un día, como en los días de Noé, la puerta se cerrará, el día de gracia llegará a su fin y entonces vendrá el llanto y el crujir de dientes para aquellos que han desgastado sus vidas entregados a una esperanza terrenal, “cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal” (Fil. 3:19).

         Nuestro país necesita hoy, más que nunca,  del remanente fiel que se pone en la brecha para hacer de vallado. La crisis moral, política, en la justicia, en la educación, en las familias, en la economía, coincide con una crisis de decadencia espiritual en la iglesia del Señor, por tanto, no hay fuerzas para dar a luz (Isaías 37:3). No hay fuerzas para hacer frente a esta riada de maldad. A duras penas podemos sobrevivir en medio de las corrientes de este mundo.

         No es mi intención hacer un estudio de todo el libro de Ezequiel, pero echemos una mirada al capítulo 22 para ver la similitud en la decadencia de aquella sociedad, que tanto nos recuerda a la nuestra.

La decadencia predominante

         En el capítulo 22 de Ezequiel se vuelve a ver el terrible juicio de Dios sobre la ciudad de Jerusalén. Hay una exposición bastante exhaustiva de muchas de las formas de pecado de aquella sociedad, y que tanto nos recuerdan a la nuestra, —“no hay nada nuevo debajo del sol”—.

Entre otras, se menciona la corrupción de los sacerdotes (22:26), de los príncipes (22:27), de los mismos profetas (22:28) y termina la relación con “las gentes de la tierra” (22:29 LBLA) que se han entregado masivamente al pecado. Y luego dice:

“Busqué entre ellos alguno que levantara un muro y se pusiera en pie en la brecha delante de mí a favor de la tierra, para que yo no la destruyera, pero no lo hallé. He derramado, pues, mi indignación sobre ellos…” (Ez. 22:30-31 LBLA)

         Cuando la decadencia de la sociedad es tan fuerte los pocos justos que hay, o bien son contaminados con las formas de vida mundanas, —la sal se vuelve insípida—, o solo tienen fuerzas para mantenerse firmes ellos mismos ante la avalancha de ignominia, sin poder ponerse al frente para levantar muro y hacer vallado a favor de la tierra. Este parece ser el caso del libro de Ezequiel, puesto que habían sido sellados algunos que gemían y se lamentaban (Ez. 9:4), pero en este capítulo el Señor no encuentra ni uno solo para hacer vallado.

         Hoy nos ocurre esto. A duras penas podemos mantener la integridad en un mundo donde se ha “normalizado” la maldad, donde a lo bueno se le dice malo, y a lo malo bueno, donde el relativismo moral es de tal nivel que cualquier cosa es posible bajo leyes extremadamente permisivas para el pecado y las pasiones más bajas del hombre. La bandera de la intolerancia es levantada allí donde se quiere poner coto a la injusticia.

         Se cumplen los dichos de Proverbios: “Cuando los justos triunfan, grande es la gloria, pero cuando los impíos se levantan, los hombres se esconden” (Pr. 28:12 LBLA). “Cuando los impíos se levantan, los hombres se esconden; mas cuando perecen, los justos se multiplican” (Pr. 28:28 LBLA). “Cuando los justos aumentan, el pueblo se alegra; pero cuando el impío gobierna, el pueblo gime” (Pr. 29:2 LBLA).

         En resumen, cuando los valores morales de un país se corrompen, cuando la iglesia es decadente y está mezclada con los sistemas mundanos humanistas, liberalismo, relativistas y permisivos, la esperanza queda unida a los pocos sellados, el remanente fiel que ora a Dios gimiendo ante Su Trono, no como un ritual religioso, sino “se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella” (Ez.9:4 LBLA). En este caso, habrá una posibilidad para desviar el juicio, aplazarlo o frenarlo. De no ser así, debemos recordar las palabras del apóstol: “La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen [detienen] la verdad… Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido” (Rom. 1:18,21LBLA).

         Por último, me gustaría dar una vertiente más del mismo engaño que venimos denunciando.

C. OTRA VERTIENTE DEL MISMO ENGAÑO

         Podemos caer en un doble error. Uno: entregarnos al mal predominante con el auto-engaño de que Dios no nos ve. Dos: dejar de hacer lo bueno creyendo que Dios se ha olvidado de nosotros. En ambos casos es proceder bajo la misma premisa que el profeta Ezequiel denuncia: “El Señor no nos ve; el Señor ha abandonado la tierra”. Precisamente la creencia de que Dios nos ha abandonado conduce irremediablemente a la relajación en las disciplinas y éstas acaban llevándonos a la corrupción.

         También podemos caer en el miedo, la duda, la incredulidad y el desánimo creyendo que Dios no es poderoso para guardarnos en medio de los tiempos que vivimos, y por tanto, entregarnos al pecado ignorando lo que creemos, abandonar la fe, debilitarla o mezclarla y a partir de ahí creer cualquier cosa dando paso a todo tipo de idolatrías.

         Está escrito: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: el Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Heb.13:5,6 RV60). “He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20 RV60). “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así, pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (Rom.14:8 RV60). “No temas, porque yo estoy contigo, no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo, siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10 RV60). “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rom. 8:28 RV60). “Y aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría…” (Judas 24 RV60). “… Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis… Pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mt. 6:8,32 RV60). “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:6,7 RV60).

         Y el profeta Isaías, anticipándose a nuestros pensamientos de desánimo e incredulidad, nos exhorta: “¿Por qué dices, Jacob, y afirmas, Israel: escondido está mi camino del Señor, y mi derecho pasa inadvertido a mi Dios? ¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? El Dios eterno, el Señor, el creador de los confines de la tierra no se fatiga ni se cansa. Su entendimiento es inescrutable. El da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas aumenta el vigor. Aun los mancebos se fatigan y se cansan, y los jóvenes tropiezan y vacilan, pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán” (Isaías 40:27-31 LBLA).

          Y así podríamos pasar por una infinidad de promesas, fieles y verdaderas, sobre las cuales sustentar nuestra confianza para no ser atrapados por la atmósfera de inseguridad e incredulidad que nos rodea. Jesús mismo nos dijo: “Cuando estas cosas empiecen a suceder, erguíos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra redención” (Lc.21:28 LBLA). ¿A qué cosas se refiere? “Señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Sobre la tierra, angustia entre las naciones, perplejidad a causa del rugido del mar y de las olas, desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que vendrán sobre el mundo”. Es una crisis de dimensiones mundiales, incluso cósmicas, que el hombre no será capaz de afrontar, el humanismo será insuficiente, los gobiernos no podrán dar una respuesta satisfactoria a esta crisis múltiple. “Entonces verán al Hijo del Hombre que viene en una nube con poder y gran gloria… se acerca vuestra redención” (Lucas 21:25-28 LBLA). Nuestro socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra (Sal. 121:1,2).

CONCLUSIONES

         Podemos auto-engañarnos de dos maneras con un mismo argumento: “El Señor no nos ve”. Este engaño tiene dos vertientes. Una pensando que como Dios no nos ve entregarnos a la idolatría y corrupción. Esto es lo que ocurrió en días del profeta Ezequiel. Y dos, por pensar que Dios desconoce nuestra situación en los momentos de dificultad, —que es otra manera de decir: “el Señor no nos ve”—, y por tanto, dudar de su acción en nuestras vidas y de la esperanza que tenemos en Él.

         Para escapar del justo juicio de Dios, −por la iniquidad de haber conocido a Dios y no glorificarle como a Dios, ni darle gracias, sino envanecernos en nuestros razonamientos (Rom. 1:18,21)−, necesitamos “escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de nuestra salvación, y habiendo creído en él, ser sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria” (Ef. 1:13,14 LBLA). La gloria que vuelve al templo, —esta vez, no al de Jerusalén, sino a  nuestras vidas—, después de derribar los argumentos que se levantan contra el conocimiento de Dios (2 Co. 10:3-5).

                                      Terrassa (Barcelona) Diciembre – 2012

El pecado de nuestra generación

El pecado de nuestra generaciónEL PECADO DE NUESTRA GENERACIÓN (Primera parte)

Virgilio Zaballos

Texto: 2 Timoteo, 3:1-2

“También debes saber esto que en los tiempos últimos vendrán días difíciles. Los hombres serán egoístas, amantes del dinero, orgullosos y vanidosos. Hablarán en contra de Dios, desobedecerán a sus padres, serán ingratos y no respetarán la religión”. (2 Timoteo, 3:1,2 Biblia DHH

A. LO QUE IDENTIFICA A NUESTRA GENERACIÓN

Amadores de sí mismos (la idolatría del egoísmo)

Individualismo (la idolatría del humanismo, centrados en sí mismos)

Hedonismo y Narcisismo (la idolatría del placer)

La realización personal (la idolatría del yo: sueños, proyectos, realización)

Relativismo moral (la idolatría de la tolerancia y la permisividad)

La avaricia (la idolatría del dinero, amor al dinero y el consumo)

La desobediencia a los padres, a la autoridad (idolatría de la rebeldía)

La idolatría nos ha invadido, no es nada nuevo.

La iglesia está llena de muchos de estos ídolos

Nota en el periódico el 28/11/2010

“El último informe Jóvenes Españoles de la Fundación SM arroja una imagen que da pena mirar. Según esa encuesta, los jóvenes españoles son mayoritariamente egoístas, materialistas, individualistas y carecen de cualquier esperanza de futuro. O sea, los rasgos que suelen definir la caricatura del anciano… Occidente se ha convertido en un sistema de egoísmos y de narcisismos, que fundamenta la libertad en el bienestar individual y en la ausencia de obligaciones… Solo volcándose hacia el exterior, hacia fuera de sí, se puede romper el hechizo de Narciso

Ejemplo en el Libro de Jueces y el liderazgo piramidal (Jue. 21:25).

“Cada uno hacía lo que bien le parecía”. Luego vino el modelo monárquico y tampoco fue la solución (duró 370 años en el reino del norte y 510 en el reino del Sur, después el cautiverio y nunca más Israel tuvo modelo monárquico). Hoy está de moda el modelo de liderazgo piramidal, este modelo, salvo honrosas excepciones, ha dado lugar a la tiranía, el dominio de la grey de Dios y la idolatría del ministerio, el clericalismo, es el mismo modelo de la iglesia romana pero transmitido a las iglesias locales.

Nuestra decadencia y el avance del islamismo radical

Mientras vivimos llenos de idolatría, el imperio Asirio y Babilónico, hoy el Islam (paradójicamente viene del mismo lugar geográfico) avanza de manera alarmante. También el secularismo, el laicismo y la filosofía anticristiana nos invade y la iglesia occidental está sin fuerzas porque se ha dejado contaminar por el sistema de este mundo que la rodea.

La crisis múltiple que nos azota

Vivimos en ese tiempo cuando Dios está rompiendo los ídolos de la egolatría y la avaricia mediante el quebranto de una crisis económica, moral, social y política.

B. QUE SOLUCIONES TENEMOS

Regresar a la Palabra de Dios. “Pero tú… Persiste tú en lo que has aprendido… Las Sagradas Escrituras…” (2 Tim. 3:10, 14, 16).

Regresar al mensaje del evangelio de la cruz de Cristo: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Es lo contrario del egoísmo.

Jesús nació para quitar nuestros pecados y deshacer las obras de las tinieblas.

El tiempo se ha cumplido, arrepentíos y creed en el evangelio (Mr.1:15). En muchos casos hemos abrazado otro evangelio, el evangelio de la comodidad, la prosperidad, del placer y entretenimiento, del yo, la realización personal, estar centrados en nosotros mismos, el individualismo, la permisividad, el amor al dinero (avaricia), la falta de temor de Dios, el evangelio del egoísmo, es decir, lo contrario del mensaje original: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”.

Se trata de estar unidos a la Cabeza, Cristo, no a un movimiento piramidal.

Discernir el Cuerpo: Muchos miembros, muchas funciones, muchos dones, una gran diversidad, y todo hecho para edificación del otro, vivir los unos por los otros…

CONCLUSIONES

El pecado de nuestra generación es básicamente la idolatría del yo, amadores de sí mismos, que se ramifica en: Individualismo, hedonismo, realización personal, permisividad o relativismo moral y avaricia o amor al dinero.

Recordemos las palabras de Pablo: “… Y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quién nos libra de la ira venidera” (1 Ts.1:9,10).

Nuestra oración debe ser: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job, 42:5-6).

 “Perdóname, Señor; Vivifícame, Señor; Restáurame, Señor”.

EL PECADO DE NUESTRA GENERACIÓN  (Segunda parte)

INTRODUCCIÓN

Si hablamos de señales del fin de los tiempos ¿en qué pensamos? Terremotos, tsunamis, guerras, crisis económicas, pero a menudo olvidamos un asunto esencial: El carácter de los hombres. Lo que marca la diferencia siempre es el trato personal, el componente humano de las cosas. El carácter de los hombres y mujeres tiene un componente espiritual que ejerce su influencia positiva o negativa en las circunstancias. Jesús dijo: “De que espíritu sois” (Lc.9:55). Tenemos espíritus diferentes (1Co.2:12).

Jesús nos dice que por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará (Mt.24:12). Esa atmósfera de iniquidad crea un frio espiritual que paraliza el amor a Dios, ese es el verdadero cambio climático.

A menudo estamos más preocupados por no tirar una bolsa de plástico en el campo, (lo cual no debemos hacer), que por la codicia del corazón del hombre. Nos preocupa más la extinción de alguna especie animal que matar a seres humanos en el vientre de la madre. A eso le llama la Biblia perder toda sensibilidad, sin afecto natural (2 Tim.3:3) (Ef.4:17-19). Sin embargo, lo que más influye sobre la Naturaleza es el carácter de los hombres.

  • La tierra fue maldita por el pecado del hombre (Gn. 3:17-19).
  • La destrucción en los días de Noé fue por la maldad (Gn. 6:5-8).
  • La destrucción de Sodoma y Gomorra fue por la maldad del hombre (Gn.18:20,21; 19:13)
  • La desaparición de los amorreos y cananeos fue por su maldad (Gn. 15:16)
  • El cautiverio de Israel y Judá fue por el pecado (Dt.28). La idolatría.

La paga del pecado es muerte. Vulnerar las leyes naturales y morales de Dios nos lleva al juicio y la destrucción.

TEXTOS: 2 Timoteo, 3:1,2   Mateo, 24:12

A. EL PECADO DE NUESTRA GENERACIÓN

Amadores de sí mismos (la idolatría del egoísmo)

Individualismo (la idolatría del humanismo, centrados en sí mismos)

Hedonismo y Narcisismo (la idolatría del placer)

La realización personal (la idolatría del yo: sueños, realización)

Relativismo moral (la idolatría de la tolerancia y la permisividad)

La avaricia (la idolatría del dinero, amor al dinero y el consumo)

La desobediencia a los padres, a la autoridad (idolatría de la rebeldía)

¿Cómo sabemos que ciertas prácticas aparentemente normales en su origen se convierten en un ídolo? Cuándo nos domina. Si nos domina el dinero, el poder, el sexo o cualquier vicio o hábito somos sus siervos; un poder espiritual con un carácter determinado ocupa el lugar del Espíritu de Dios en nuestro corazón, hemos profanado el lugar santísimo (espíritu), el lugar santo (alma) o el atrio (cuerpo) (Ezequiel, 8) (1 Co.6:12-20).

Los ídolos pueden ser pequeños o grandes: ídolos domésticos como el que escondió Raquel de la casa de su padre Labán (Gn.31:19,30,35); o el becerro de oro que hizo Aarón para satisfacer al pueblo (Éxodo, 32). Puede ser que comienza siendo una estrategia de Dios para convertirse más adelante en un ídolo abominable, como la serpiente del desierto (Nm.21:8 con 2 Reyes, 18:4); o el efod que mandó hacer Gedeón (Jue. 8:27 con Ex. 28). Un modelo originalmente puede venir de Dios pero convertirse en ídolo si pasamos del medio al fin, de la dependencia del Espíritu a la formulación de un sistema; acabamos adorando el sistema en lugar de rendirnos a la voluntad de Dios dependiendo en todo momento de su dirección. (Ej. Los hijos de Esceva. Hch.19) (Ej. Gá.3:3) (Ej. Simón el mago Hch. 8:18) (Ej. Pablo y Bernabé en Listra Hch.14:18-20).

B. LA RESTAURACIÓN

Uno. Viene por el arrepentimiento y la restitución (2 Cr.7:14).

Existe una relación directa entre el pecado del hombre y los desastres naturales. La idolatría permite a las potestades espirituales actuar legalmente. Donde hay ídolos existe un terreno de actuación para los demonios. El diablo viene a robar, matar y destruir y lo hace donde se le ha dado paso legalmente mediante la idolatría. Dios habita en las alabanzas de su pueblo, de la misma manera el diablo actúa donde se le adora, la idolatría es un permiso de actuación, por ello la Biblia clama contra la idolatría. El pecado de idolatría es el que más a menudo se condena en las Escrituras, junto con el de incredulidad. Y no es solamente arrodillarse delante de una estatua; la idolatría es cuando un poder o dominio ha ocupado el lugar que solo corresponde a Dios, robando su gloria.

Resumiendo podemos decir que la idolatría es la autopista por donde el diablo puede actuar legalmente y a menudo usa los desastres naturales para ejercer su acción destructiva sobre el hombre. Ha venido a matar. En ocasiones lo que hay en esas actuaciones son juicios de Dios, que permite a Satanás obrar cuando Dios quita su protección o cobertura (Ej. La vida de Job) (Ej. El cautiverio de Judá a manos de Babilonia). El arrepentimiento y la conversión siempre conlleva volverse de los ídolos a Dios (1 Ts.1:9,10).

Dos. No os conforméis a este siglo (Ro.12:2).

Este siglo está dominado por el príncipe de la potestad del aire (Ef.2:2) a través de un modelo o sistema de vida contrario a la voluntad de Dios, que le roba su gloria, implantando la idolatría en sus múltiples manifestaciones.

Tres. Regresar al evangelio de la cruz (Gá 2:20)

La forma para salir de la idolatría del yo es la cruz de Cristo. “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi”. A esta verdad la hemos llamado consagración especial para unos cuántos, pero es la esencia del evangelio para todo aquel que cree. Fuimos convertidos de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar… (1 Ts.1:9,10). Hemos sido trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de Su Hijo Amado (Col.1:13). Ese es nuestro lugar y si no nos hemos alejado de la idolatría del yo, debemos arrepentirnos regresando al equilibro de la fe. (Ej. La oveja perdida, la moneda perdida, el hijo perdido).

CONCLUSIONES

Vivimos tiempos peligrosos por causa del carácter de los hombres que afecta a la Naturaleza mediante la idolatría que nos aleja del Creador y que atrae los juicios inevitables por el pecado.

La maldad se ha multiplicado, nuestro amor se ha enfriado, la idolatría del yo y nuestra realización personal han ocupado en buena medida el lugar de Dios en la iglesia, por tanto, nos queda no conformarnos al esquema de este siglo, sino arrepentirnos de nuestros pecados para que nuestra tierra sea sanada (2 Crónicas, 7:14).

El pecado de nuestra generación es básicamente la idolatría del yo, ser amadores de sí mismos, que se ramifica en: Individualismo, hedonismo, realización personal, permisividad o relativismo moral y avaricia o amor al dinero.

Nuestra oración debe ser: “Perdóname, Señor; Vivifícame, Señor; Restáurame, Señor” (Job, 42:5-6).

Dia de tinieblas y resurrección

Dia de tinieblas y resurrecciónDIA DE TINIEBLAS Y RESURRECCIÓN

Virgilio Zaballos

Nota: He usado dos versiones de la Biblia. La Biblia de las Américas y la Reina Valera del 60. Cuando aparece la primera se marca con LBLA y en la segunda con RV60.

La vida del creyente, en ocasiones, se mueve entre días oscuros y la esperanza de la resurrección. La Biblia nos habla del día malo. Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes (Ef.6:13 LBLA). En España estamos viviendo un día malo que se está prolongando por años.

A. HAY DIAS MALOS

Son días cuando la oscuridad rodea nuestras vidas y no vemos salida por ninguna parte. Ni siquiera en cierto tipo de oración encontramos alivio y respuesta. El salmista que escribió el Salmo 88 nos presenta uno de esos días. Veamos su lenguaje:

Oh, Señor, Dios de mi salvación, de día y de noche he clamado delante de ti. Llegue mi oración a tu presencia; inclina tu oído a mi clamor… Has alejado de mí mis amistades, me has hecho objeto de repugnancia para ellos; encerrado estoy y no puedo salir… Han languidecido mis ojos a causa de la aflicción; oh, Señor, cada día te he invocado, he extendido mis manos hacia ti… Mas yo a ti pido auxilio, Señor, y mi oración llega ante ti por la mañana. ¿Por qué, Señor, rechazas mi alma? ¿Por qué escondes de mí tu rostro? He estado afligido y a punto de morir desde mi juventud; sufro tus terrores, estoy abatido… Has alejado de mi al compañero y al amigo; mis amistades son las tinieblas (Sal. 88:1-18 LBLA).

Hay muchos capítulos en el libro de Salmos que ponen de manifiesto la angustia del alma ante Dios, eso no es nuevo, sin embargo, generalmente acaban con esperanza, con una puerta abierta a la respuesta del Señor. En este que nos ocupa no. El salmista termina su oración con una expresión decepcionante: mis amistades son las tinieblas. El autor ha estado orando, buscando al Señor, invocando su Nombre, sin embargo, no ha encontrado alivio ni respuesta, parece vivir en una atmósfera muy oscura. Este tipo de experiencia, que parece tan derrotista, no es única ni exclusiva de este salmista. Las Escrituras nos presentan muchos ejemplos similares: días de tinieblas sobre la creación, sobre el creyente, sobre las naciones y sobre el mismo Jesús. Son días oscuros cuando el alma queda atrapada en una atmósfera de vacío, soledad, pérdida de sentido de dirección y sin fuerzas para sobreponerse. Vayamos a las Escrituras y encontremos salidas para poder soportar, y habiendo acabado todo, estar firmes (Ef.6:13 RV60). Porque todo tiene su principio y su final, también las tinieblas de nuestras vidas y naciones.

  1. Antes de la creación. “Y la tierra estaba sin orden y vacía (era caos y vacuidad), y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas” (Gn.1:2 LBLA). Aquí tenemos una situación de vacío y desorden, de caos y tinieblas, sin embargo, en ese escenario dantesco el Espíritu de Dios se movía. “Entonces dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz… Y separó Dios la luz de las tinieblas” (Gn.1:3,4 LBLA). La voz del Eterno puso luz donde solo había oscuridad.
  2. En el creyente. “Aunque pase por el valle de sombra de muerte…” (Sal. 23:4 LBLA). Hay un valle que tenemos que atravesar en muchas ocasiones en nuestras vidas donde la única compañía son las sombras. “Mis amistades son las tinieblas”. Es un valle inevitable, hay que atravesarlo para poder alcanzar la otra orilla, el lugar de luz y resurrección.
  3. Las naciones. “Porque he aquí, tinieblas cubrirán la tierra y densa oscuridad los pueblos…” (Isaías 60:2 LBLA). Generalmente la oscuridad sobre las naciones viene a través de la desobediencia y la rebelión a los mandamientos de Dios; por la transgresión de la ley natural y el orden de la creación; por la incredulidad de sus gobernantes y la idolatría que suplanta la gloria del Creador. Todo ello levanta un velo (Isaías 25:7) que impide el resplandor de la luz del evangelio (2 Co.4:3-4). La idolatría suele cegar el entendimiento para no comprender los juicios de Dios sobre naciones, familias, iglesias o personas. “Pero sobre ti amanecerá el Señor, y sobre ti aparecerá su gloria”.
  4. El mismo Jesús. Cuando el Maestro atravesó, no el valle de sombra de muerte, sino la muerte misma, fue muy consciente de que era el tiempo para ello. “… Mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas” (Lc.22:53 RV60). Llegó una hora a la ciudad de Jerusalén cuando era el tiempo de las tinieblas. El dominio del reino de oscuridad tomó control de la ciudad y una densa oscuridad se apoderó de toda ella. “Era ya como la hora sexta, cuando descendieron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena” (Lc. 23:44 LBLA). Un tiempo de oscuridad que duró tres horas, aunque sus efectos se mantuvieron mucho más tiempo, hasta el día de la resurrección, cuando las tinieblas fueron vencidas y volvió a resplandecer el sol de justicia.

En nuestras vidas también atravesamos periodos de oscuridad, el día malo. Aún después de haber recibido la luz del evangelio podemos vivir tiempos de oscuridad inevitables. No me refiero a vivir en pecado, sino a esa atmósfera espiritual que apaga los sentidos espirituales y nos introduce en una sala de aflicción por no encontrar la salida para poder soportar. Ciertas experiencias nos afligen de tal forma que absorben nuestra vitalidad y la energía del hombre nuevo. Estos periodos, que no sabemos realmente cuanto tiempo pueden durar, es necesario atravesarlos. Nada ni nadie nos evitará este recorrido. Es un día o una etapa de nuestra vida cuando hay que resistir y traspasar manteniéndonos firmes. “… Para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Ef.6:13 RV60). Una vez superados esos momentos saldremos perfeccionados y afirmados. Pretender evitarlos es dar coces contra el aguijón. Mientras vivamos bajo la edad presente, el presente siglo malo, no podremos eludir estos periodos de oscuridad, decepción, abandono, soledad, indiferencia, depresión y la sombra de la muerte persiguiéndonos. Mensajes triunfalistas que solo hablan de victoria y triunfo son falsos. No hay ningún personaje bíblico que viviera esa experiencia en la Escritura, ni siquiera el Mesías, como hemos visto.

Ahora bien, hay un día malo, pero hay también un día de resurrección.

B. EL DÍA DE LA RESURRECCIÓN

         De la misma manera que el Espíritu se movía sobre las tinieblas, ni las mismas tinieblas pueden alejarnos de la presencia de Dios. “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tu estarás conmigo” (Sal.23:4 RV60). “¿Adónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a adónde huiré de tu presencia?… Aún las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz” (Sal. 139:7,12 RV60)). Viviendo bajo la presión de ese día oscuro aún estamos delante de nuestro Dios. No hay nada que pueda escondernos de Dios. El nos ve aunque nos hayamos escondido a causa de nuestro pecado de rebelión (Gn.3:8-10).

         A una noche oscura le sigue una mañana clara. Después de la densa oscuridad sobre Jerusalén, la vida y la inmortalidad brotaron en la mañana de resurrección.

  1. La muerte no pudo retenerlo. “Al cual (Jesús) Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” (Hch. 2:24 RV60). El llanto duró toda la noche, la noche de tinieblas, pero a la mañana llegó el grito de la resurrección. “¿Donde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Co.15:55 RV60). Jesús venció a la muerte (Heb.2:14,15). Se levantó victorioso la mañana de resurrección.
  2. Los discípulos lo descubrieron poco a poco. Para ellos fue un proceso gradual. Primero experimentaron incredulidad y escepticismo (Lc. 24:9-11). Las mujeres habían sido las primeras en tener noticias de la resurrección del Maestro. A los apóstoles les pareció locura y no las creían. Pedro tomó la iniciativa de ir a mirar al sepulcro, cuando vio los lienzos solos se marchó a casa maravillado por lo que había sucedido. Luego dos que iban de camino a Emaús anduvieron al lado de la misma resurrección sin reconocerla (Lc.24:15,16); hasta que sus corazones ardieron por la exposición de las Escrituras que Jesús mismo hizo andando con ellos por el camino. El velo cayó de sus ojos y pudieron reconocerle (Lc.24:32-35). Podemos andar al lado mismo de la resurrección sin percibirla. Cuando hay una exposición de la verdad, basada en las Escrituras, puede caer el velo de nuestros ojos para quedar subyugados por su poder vivificador.
  3. Jesús se manifiesta resucitado a los suyos. Por fin llega el momento cuando la resurrección misma, Jesús, se pone en medio de ellos con un saludo de paz (Lc. 24:36-43). Gradualmente, el temor y la incredulidad, la oscuridad y el caos van desapareciendo para dar lugar a la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. La paz del reino en los corazones redimidos, cuyas vidas quedan orientadas más allá del pecado y de la muerte. La amistad de las tinieblas da paso al bien y la misericordia, a la comunión con el Hijo. “No te dejaré ni te desampararé”. “He aquí estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Podemos experimentar la soledad del alma, la angustia de la muerte operando a través de sombras, pero la misma muerte ya no podrá retenernos, somos de otro, de aquel que nos compró y nos salvó con su preciosa sangre. Somos hijos de la resurrección.

C. EL MESÍAS RESUCITADO EN NOSOTROS (Efesios 1:15-23)

La resurrección de Jesús son las primicias de una gran cosecha. El poder de su vida resucitada se ha extendido a todos los que creen en su Nombre. Las autoridades judías no solo no pudieron frenar el impacto de la resurrección de Jesús sobre la ciudad de Jerusalén, sino que ese poder se extendió a todo el cuerpo de creyentes.

         El apóstol Pablo hace una exposición maravillosa de esta verdad en la carta de Efesios. Quiero hacer un pequeño recorrido de este texto en Efesios 1:15-23.

         El apóstol comienza este pasaje con la expresión: “por esta causa” ¿qué causa? Viene del versículo 1:14, “la posesión adquirida” o “la herencia adquirida”. Nos dice que el Espíritu es la garantía (las arras) de la herencia adquirida, la herencia de la resurrección y sus implicaciones. Sin embargo, el conocimiento de esa herencia la hace depender de la oración: “por esta causa… no ceso de dar gracias por vosotros… pidiendo que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación en un mejor conocimiento de Él. Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que…” (Ef.1:15-18 LBLA). Y a partir de ese momento hace una oración triple por los hijos de Dios en Éfeso, extensiva a todos los hijos de Dios de todas las generaciones. La oración descubre o ilumina el hecho de: a) la esperanza de su llamamiento, b) las riquezas de la gloria de su herencia, c) el poder de la resurrección. Este poder para con nosotros, los que creemos, es el poder de la resurrección que: “obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales, muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no solo en este siglo sino también en el venidero” (Ef.1:20-21 LBLA).

         Y aquí es donde se pone de manifiesto la tremenda debilidad de los creyentes de esta generación, al menos en occidente. No hay vida de oración, por tanto, debemos concluir que la iluminación de su esperanza, de su herencia y el poder de la resurrección sufren pérdida en la vida de la iglesia de hoy por cuanto vivimos lejos de este tipo de oración.

CONCLUSIONES

Hemos comenzado este tema con el grito de angustia del salmista, con el día malo y la oscuridad que todos atravesamos en alguna medida y tiempo. Hemos visto que la resurrección pone fin a las tinieblas, eso es un hecho, está consumado, sin embargo, necesitamos llegar a comprender el poder de esa resurrección en nuestras vidas, y eso está ligado intensamente a la vida de oración.

La oración constante nos conducirá a la espera en Dios para alcanzar el día de la resurrección y la llenura del Espíritu Santo. Estas fueron las dos grandes sorpresas que Dios tenía preparadas después de la muerte de Jesús: la resurrección y el derramamiento del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Del temor y la incredulidad a la vida de oración en el aposento alto hasta que llegó el Consolador. Este recorrido es el mismo para nosotros.

Hay un tiempo en la vida de oración que es tiempo de soledad y tinieblas, cuando “mis amistades son las tinieblas”, dijo el salmista, pero ese llanto que puede durar toda la noche, nos llevará a la mañana del grito de alegría, el día de la resurrección (Salmo 30:5).

“Porque su ira es solo por un momento, pero su favor es por toda una vida; el llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría” (Sal. 30:5 LBLA).

“Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Sal.30:5 RV60).

Yo le pido al Señor, unido con todos los hermanos en la misma fe, ese día de alegría y resurrección para mi país: España. Que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio y restauración. Amén.

                                      Terrassa (Barcelona), Diciembre de 2012