NOTA INFORMATIVA – Parada en los envios

GRATITUD Y ALABANZA - 1Hola a todos.

Os saludo cordialmente para deciros que haré una parada en los envíos de LAS MEDITACIONES hasta septiembre. En España es periodo estival, los calores nos están sofocando desde hace semanas, confiamos en Aquel que es nuestro refugio y sombra contra el turbión; por lo que volveré a realizar los envíos a partir del mes de septiembre. Seguiremos con la misma serie sobre GRATITUD Y ALABANZA.

Os deseo un feliz verano en la comunión del Espíritu en el maravilloso Nombre de Jesús.

En Cristo

VIRGILIO ZABALLOS

1 de agosto de 2022

GRATITUD Y ALABANZA ( 29 ) – La gloria (es) de Dios ( 7 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1La gloria (es) de Dios (7)

Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria del Señor será tu retaguardia (Isaías 58:8).

La exclusividad de la gloria de Dios y, por tanto, su adoración única coloca al hombre en el propósito esencial del Creador: bendecirlo. Hay un solo camino para alcanzar la bendición de Dios y alejarnos de las maldiciones: adorarlo, rendirnos a su voluntad, obedecerle, amarle, servirle. Este es el mensaje de la Biblia desde el principio. Una vez culminada la caída del hombre, Dios, que paseaba con ellos en el huerto donde habían sido puestos (Génesis 3:8), desarrolló el plan para reconducir la situación al propósito inicial. Fuimos hechos para su gloria, creados a su semejanza para ejercer como mayordomos de la creación de Dios. El hombre y la mujer vagan por la tierra desde aquel día aciago cuando fueron echados de la presencia de Dios buscando descanso, y ese descanso solo llega cuando regresamos a nuestro Hacedor, al Creador, el que nos hizo con un propósito: adorarlo y servirlo solo a él.

El libro de Isaías vuelve a señalarnos el camino. Israel, escogido como el primogénito de Dios, se apartó también del propósito revelado a los padres de la nación; se alejaron del motivo de la ley dada a Moisés, por lo que salieron de Egipto. Recuerda que el mensaje para faraón era: deja salir a mí pueblo para que me sirva; y fueron llevados al monte Sinaí con el fin de que fueran una nación apartada del resto de las naciones para adorar al único Dios. En los días del profeta Isaías se habían alejado de ese plan, incluso las prácticas como el ayuno que pretendían hacerlo para el Señor, se había vuelto ajeno a la verdadera voluntad de Dios; este es el tema del capítulo que ahora meditamos.

El profeta les dice que una vez hayan ordenado el verdadero ayuno que Dios exige la consecuencia será lo que vemos en el texto que tenemos para meditar. En primer lugar la luz volverá a brillar en sus vidas; la salvación y todo su potencial se manifestará con claridad; la justicia irá delante de ellos formando parte esencial de su diario vivir; y finalmente dice: y la gloria de Jehová será tu retaguardia. La gloria de Dios es el refugio de Dios. Es el abrigo del Altísimo de los que moran a la sombra del Omnipotente; es nuestra esperanza y castillo (Salmo 91). Así fue cuando Israel salió de Egipto y al cruzar el mar Rojo fueron perseguidos por los carros de faraón. La gloria de Dios que los acompañaba en forma de nube por el día y fuego por la noche, los protegió de la destrucción del ejército enemigo. Adorar a Dios es nuestro refugio. Darle gracias es rodearnos de su bendición.

         El mensaje de la Escritura para que adoremos al único Dios, alejándonos de los ídolos, es nuestro mejor refugio contra nuestros enemigos.

GRATITUD Y ALABANZA ( 28 ) – La gloria (es) de Dios ( 6 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1La gloria (es) de Dios (6)

Así dice el Señor, el Rey de Israel, y su Redentor, el Señor de los ejércitos: Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios (Isaías 44:6 LBLA).

El celo del Señor por su gloria tiene un fundamento básico: no hay otro Dios fuera de Él. Por tanto, no comparte su gloria con nadie que pretenda elevarse  a su posición única. El Dios que revela la Escritura es único. Es el incomparable, no hay con quién compararle, por tanto, es imposible igualar su gloria. A la vez, cualquiera que pretenda rivalizar con Él se coloca en una posición de soberbia, altivez y rebelión que el Señor no tolerará. De tal forma que el querubín Lucifer lo intento y fue derribado al Seol, a lo más remoto del abismo (Isaías 14:15). Este ángel de luz, hijo de la mañana, pretendió levantar su propio trono y sentarse en el  monte de la asamblea, siendo semejante al Altísimo, esa elevación profana fue su perdición (Isaías 14:12-15). Sin posibilidad de redimir su pretensión, fue entregado al lago de fuego y azufre, preparado para él y quienes le acompañaron en su rebelión (Mateo 25:41).

Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno, a prisiones de oscuridad (2 Pedro 2:4). Sin embargo, una sección de esos ángeles caídos mantiene hasta el día del juicio la posibilidad de ejercer dominio sobre los hijos de desobediencia, pueden inducir mediante la idolatría un culto falso en oposición al único Dios. Gran parte de los días del profeta Isaías los vivió en medio de una generación que había levantado esa falsa adoración, de ahí su mensaje clarificador sin ambages. Leamos. Yo, yo soy el Señor, y fuera de mí no hay salvación (Isaías 43:11). Yo soy el Señor, y no hay ningún otro; fuera de mí  no hay Dios… no hay ningún otro fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro (45:5,6). ¿No soy yo, el Señor? No hay más Dios que yo, un Dios justo y salvador; no hay ninguno fuera de mí. Volveos a mí y sed salvos, todos los términos de la tierra; porque yo soy Dios, y no hay ningún otro (45:21,22). Y un poco más adelante encontramos el mismo mensaje repetido y enfatizado: Acordaos de las cosas anteriores ya pasadas, porque yo soy Dios, y no hay otro; yo soy Dios, y no hay ninguno como yo… (46:9).

Este fue el mensaje inequívoco al pueblo de Israel cuando salió de Egipto. El monoteísmo exclusivo de un solo Dios le fue revelado a Israel por lo cual sufrió persecución como ninguna otra nación; porque todas las naciones tienen sus dioses, hechos a la semejanza de los hombres, pero YHVH, el YO SOY, el Eterno, fue revelado a la descendencia de Abraham para que recibiera adoración y gloria. Es la misma exclusividad del mensaje del apóstol Pablo: Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo Hombre, el cual reclama nuestra gratitud y alabanza.

         El Señor no comparte su gloria con esculturas ni dioses falsos.

GRATITUD Y ALABANZA ( 27 ) – La gloria (es) de Dios ( 5 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1La gloria (es) de Dios (5)

¡Yo soy el Señor; ése es mi nombre! No le daré mi gloria a nadie más, ni compartiré mi alabanza con ídolos tallados (Isaías 42:8 NTV).

La gloria del Dios de Israel es incomparable. En un mundo caído como el nuestro hay una competencia desleal manifiesta en buscar gloria, sea esta por nuestro aspecto físico, nuestro poder adquisitivo, por las obras de nuestras manos y por muchos otros objetivos que marcan el propósito de la existencia humana. Existe también una rivalidad evidente por establecer dominio sobre naciones y recursos naturales y para ello se emplean todo tipo de estrategias, manipulaciones y engaños, culminando en muchas ocasiones en conflictos armados. Como diría el apóstol: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? (Santiago 4:1).

Hay también una pugna espiritual por conquistar el alma humana mediante poderes espirituales y gobernadores de las tinieblas para conseguir nuestra adoración, lo que equivale a nuestro sometimiento y servicio. La gloria de Dios las supera ampliamente a todas ellas. El Dios de Israel no comparte su gloria con nadie más. Es celoso de ella porque significa honor, alabanza y estima, por un lado; y también brillo y esplendor por otro. Son los dos significados con los que aparece en la Escritura. El término que se usa para denominarla es Shekiná, que proviene de la palabra hebrea shakan, que significa permanecer, morar. La Shekiná se refiere a la gloria de Dios, su presencia visible, y se traduce por «gloria» o «luz» divina. Jesús es la manifestación de la gloria de Dios, la luz verdadera que alumbra a todo hombre; es la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Juan 1:9,14). No hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres para manifestar la gloria de Dios y su propósito redentor.

Como dice el profeta: ¡Yo soy el Señor; ése es mi nombre! No le daré mi gloria a nadie más, ni compartiré mi alabanza con ídolos tallados. Y los que se oponen a este propósito esencial de la revelación de Dios están en rebelión contra él. Por ello la idolatría es la consecuencia de obstinarse en buscar otras glorias y adorarlas. La rebelión es como pecado de adivinación (1 Samuel 15:23), penetrando en el mundo invisible oculto desobedeciendo al Soberano y Rey del universo. Esa fue la penetración del ocultismo que abrió la serpiente a los ojos del primer hombre fascinándolo. Este fue su mensaje: serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios… (Génesis 3:5). Por los mismos ojos entra la vana-gloria de la vida (1 Juan 2:15-17) y sus falsas adoraciones que pretenden usurpar la gloria del Dios único. El mandamiento es claro: Al Señor tu Dios adorarás… y servirás.

         Adorar a Dios es el mejor refugio para combatir la vanagloria humana.

GRATITUD Y ALABANZA ( 26 ) – La gloria (es) de Dios ( 4 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1La gloria (es) de Dios (4)

Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él. Con todo eso, aun de los gobernantes muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Juan 12:41-43).

El mensaje del evangelio va dirigido al epicentro del corazón del hombre; pero ese corazón se ha corrompido y ha sido separado de la gloria de Dios. Por tanto, necesita un mediador, uno que pueda satisfacer la justicia de Dios, y el Santo de Israel pueda acercarse al quebrantado y humilde de espíritu —corazón— para vivificarlo dándole una nueva vida (Isaías 57:15). Esta es una síntesis del evangelio cuyo fundamento encontramos en los profetas y anunciado por los apóstoles, siendo la piedra angular Jesús mismo.

El tropiezo está en la actitud que vio Isaías en el pueblo de Israel de su generación. Su corazón se había engrosado, perdiendo la sensibilidad necesaria para oyendo el mensaje profético entenderlo y aceptarlo obteniendo salvación. El tropiezo está, no en el mensaje, sino en el corazón endurecido o humillado de quien escucha la proclamación del reino. Nuestro texto unifica la realidad de la sociedad del profeta Isaías con la generación en la que se encarnó el Hijo de Dios. En ambas había personas endurecidas a quienes no les aprovechaba el mensaje, y otras que oían con fe recibiendo de buen corazón dando fruto para la gloria de Dios. Esta sigue siendo la clave para nosotros también.

Cuando oímos la voz del evangelio podemos endurecernos o humillarnos reconociendo nuestra necesidad de recuperar la gloria perdida. El apóstol Juan observa en su evangelio que hay otro tipo de personas, quienes reconocen la mesianidad de Jesús, creen en él, pero sigue teniendo más fuerza en sus corazones el temor de los hombres que el temor de Dios; aman más la gloria de los hombres que la gloria de Dios. Aunque creen no les ha amanecido (Isaías 8:20).

La potencia y liberación de la salvación, aquella que irrumpe en nuestra naturaleza y la transforma, que nace de nuevo siendo creada en justicia y santidad de la verdad, es la que confiesa con su boca lo que cree en su corazón. Muchos de los gobernantes del tiempo de Jesús creían en él, pero tenían miedo de los fariseos, (el sistema religioso y todas sus ramificaciones), y no lo confesaban para no ser expulsados de la sinagoga, el sistema que aún los dominaba. Y esa fuerza, —dominio—, venía del núcleo central de su amor: amaban más la gloria de los hombres. El mandamiento es inequívoco: Amarás a Dios con todo tu corazón. En el evangelio se cree para justicia y se confiesa para salvación. Y nuestra confesión tiene consecuencias: Jesús es el Señor.

         El conflicto está servido: Amar la gloria de Dios o la gloria de hombres.

GRATITUD Y ALABANZA ( 25 ) – La gloria (es) de Dios ( 3 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1La gloria (es) de Dios (3)

Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él. Con todo eso, aun de los gobernantes muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Juan 12:41-43).

La gloria de Dios es un tema principal y muy amplio en la Escritura. Hice un recorrido extenso en la serie El hombre glorificado. Aquí me propongo un desarrollo más breve, por ello he escogido el libro del profeta Isaías como base para nuestra exposición. Isaías vio la gloria de Dios y quedó sobrecogido, nunca más sería el mismo. Una consecuencia inmediata de esa experiencia fue la consciencia del gran abismo que separa al hombre de su Creador. Escribió: … pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír (Isaías 59:2). Supo que habitaba en medio de un pueblo que hablaba mal, muy mal; incluso sabía que él mismo era un hombre indigno y sus palabras también eran sucias muchas veces. Como diría el apóstol Santiago: ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal (Santiago 3:8).

Sin embargo, el milagro era y es posible para el profeta y para nosotros. Su boca fue santificada mediante un carbón encendido que el ángel trajo del altar de Dios y purificó sus labios. En Cristo hay una nueva manera de hablar, diría el apóstol más adelante: En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre… y renovaos en el espíritu de vuestra mente… Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo (Efesios 4:22-25). Este cambio revolucionario en el ser humano tiene el potencial de transformar la vida de familias y sociedades enteras.

Desechar la mentira y amar la verdad nos permitirá que la libertad verdadera impacte en nosotros con toda su fuerza transformándonos. Jesús dijo que la verdad nos hará libres. Su opuesto nos atrapa en la esclavitud. Es una farsa actual proclamar que vivimos en regímenes democráticos donde existe la libertad de expresión cuando estamos siendo sometidos a la tiranía de lo políticamente correcto, y quien se sale del mensaje impuesto es perseguido y señalado de intolerante con las consecuencias perversas que le siguen. El profeta Isaías supo que la transformación era posible porque vio al Mesías llevando nuestras enfermedades, sufriendo nuestros dolores, herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, sobre quien cayó el castigo de nuestra paz. Dios cargó sobre él el pecado de todos nosotros. En él tenemos redención.

         Isaías fue transformado por su gloria, nosotros también podemos cuando vemos al Cordero de Dios llevando nuestro pecado y le rendimos la vida.

GRATITUD Y ALABANZA ( 24 ) – La gloria (es) de Dios ( 2 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1La gloria (es) de Dios (2)

En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas… Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria (Isaías 6:1-3).

Dios ha dado testimonio a los hombres. Lo ha hecho de sí mismo a través de testigos que vieron, oyeron y contaron su testimonio para que otros muchos creyéramos. El apóstol Juan lo expresó con rotundidad: Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos… eso os anunciamos… (1 Juan 1:1-3). Juan fue uno de los tres discípulos que contemplaron, en el llamado monte de la trasfiguración, la gloria de Jesús cuando la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente; además se aparecieron dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías, que aparecieron rodeados de gloria, hablando con Jesús de su partida en Jerusalén. En esa manifestación de la gloria de Jesús en la tierra oyeron una voz del cielo que dijo: Éste es mi Hijo amado; a él oíd. (Lucas 9:28-36).

Por su parte el profeta Isaías vio al Señor sentado sobre su trono, rodeado de serafines (seres celestiales de alto rango), que daban voces proclamando la santidad de Dios y anunciando que toda la tierra está llena de su gloria. El mismo testimonio que da el salmista en los textos que vimos en la meditación anterior. Esta experiencia del profeta le transformó para siempre. Quedó sobrecogido viendo la santidad del trono de Dios y contrastarla con la inmundicia de su propia boca y la de un pueblo de labios impuros. Sus ojos habían visto al Rey en su majestad y gloria necesitando la intervención de un serafín con un carbón encendido, tomado del altar, para tocar su boca quitando su culpa y limpiando su pecado. Tal es la sobrecogedora presencia de Dios en gloria y su contraste con nuestra vida terrenal pecaminosa.

Moisés pidió ver la gloria de Dios pero solo se le permitió ver su espalda. Te ruego que me muestres tu gloria… Dijo más: no podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá… y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro (Éxodo 33:18-23). Esteban dice en su discurso ante los judíos de la sinagoga de los libertos que el que le hablaba en el monte Sinaí era un ángel (Hechos 7:38). Debemos entender que el que hablaba cara a cara con Moisés en el monte era el ángel del Señor (Éxodo 33:11). Ver también: Nm.12:8; 14:14; Dt.5:4 y 34:10. Con Ex.3:2; 14:19; 23:20 y 23; 32:34; 33:2; Nm.20:16; Jue.2:1-5.

         Vislumbrar la gloria de Dios nos transforma para siempre.

GRATITUD Y ALABANZA ( 23 ) – La gloria (es) de Dios ( 1 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1La gloria (es) de Dios (1)

¡Oh Señor, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra, que has desplegado tu gloria sobre los cielos… Cuando veo los cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has establecido, digo: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides? (Salmos 8:1,3,4 LBLA).

La Escritura es clara y contundente cuando se trata de la gloria de Dios. No hay lugar para la duda. La gloria de Dios es imponente. Su gloria se despliega sobre los cielos y toda la creación. Una y otra vez quedamos fascinados cuando visitamos ciertos lugares de la tierra. Hay paisajes que penetran en nuestros sentidos dejándonos mudos, perplejos, asombrados de la belleza y energía que desprenden. Todo ello no es nada más que destellos de la magnificencia de Dios. El nombre del Señor, el Creador, —dice el salmista—, es glorioso en toda la tierra viendo el despliegue de su majestad en los cielos. Al mirarlos queda fascinado. Su belleza, armonía, precisión y grandeza eclipsan cualquier logro humano.

El autor se pregunta: ¿Qué es el hombre en comparación a la inmensidad de la creación de Dios? Sin embargo, sabe que una parte de esa gloria es compartida con el sello de su creación: el hombre. Dios puso su marca de gloria sobre el primer hombre y éste la perdió por rebelión a su palabra. Todos los hombres quedaron destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). A pesar de ello, la impronta quedó reflejada en los seres humanos de tal forma que una parte esencial del propósito de su existencia se convirtió en recuperarla de nuevo. Surgió así la vana-gloria. Incluso cambiaron la gloria del Dios incorruptible por la idolatría, dando honor a las criaturas antes que al Creador. Esta corrupción no es aceptable para Dios, demostrando desde el cielo su ira contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad.

Cambiar la verdad de Dios por la mentira atrae la ira de Dios y su juicio. La idolatría repulsa al Señor que no comparte su gloria y es celoso de ella. La gloria es de Dios, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz; sus malas obras tuercen la verdad revelada en la creación de modo que no tienen excusa cuando orientan erróneamente su adoración y gratitud a las cosas creadas en lugar del Creador. La gloria de su nombre ha sido puesta delante de nosotros, podemos verla en la grandiosidad de sus obras portentosas. Como dice en otro salmo: Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. La Escritura nos recuerda lo que vemos con nuestros ojos de modo que no tenemos excusa. La gloria es de Dios. Meditaremos en ello en las siguientes reflexiones.

         Toda la creación de Dios manifiesta la gloria de su nombre.

GRATITUD Y ALABANZA ( 22 ) – Sacrificio de alabanza ( 17 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1Sacrificios de alabanza y gratitud (17)

¡Aleluya! Alabad al Señor desde los cielos; alabadle en las alturas. Alabadle, todos sus ángeles; alabadle, todos sus ejércitos. Alabadle, sol y luna; alabadle, todas las estrellas luminosas. Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos. Alaben ellos el nombre del Señor, pues Él ordenó y fueron creados; los estableció eternamente y para siempre, les dio ley que no pasará… (Salmos 148:1-6 LBLA). ¡Aleluya! Cantad al Señor un cántico nuevo: su alabanza en la congregación de los santos… Alaben su nombre con danza; cántenle alabanza con pandero y lira… (Salmos 149:1-3 LBLA). ¡Aleluya! Alabad a Dios en su santuario… Todo lo que respira alabe al Señor. ¡Aleluya! (Salmos 150:1,6 LBLA).

El final del libro de los Salmos culmina con una apoteosis exuberante y sublime. Los cinco salmos finales comienzan y terminan con un grito de júbilo y victoria: ¡Aleluya! Es en el libro de Apocalipsis donde vuelve este sonido de triunfo porque Babilonia ha caído y el Señor nuestro Dios, Todopoderoso, reina (Apocalipsis 19:6). Del mismo trono de Dios salió una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes. Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!

El salmista no solo eleva la voz, sino que su mirada está en las alturas, y desde ese lugar debemos alabar al Señor. La alabanza siempre nos eleva porque penetramos al lugar más alto. Que le alaben los ángeles, todos sus ejércitos, el sol, la luna y todas las estrellas luminosas. Alabadle los cielos de los cielos, también las aguas que están sobre los cielos, porque toda la creación fue ordenada y establecida eternamente y para siempre, les puso ley que no será quebrantada.

Luego la alabanza se expresa con un cantico nuevo en la congregación de los santos, encontramos las primicias de esta alabanza profética también en la generación de David, donde fluía la unción de Dios y la profecía en medio de la alabanza. Profetizaban con arpas, salterios y címbalos, bajo la dirección de Asaf, el cual profetizaba bajo las órdenes del rey, también Jedutún profetizaba con arpa, para aclamar y alabar al Señor (1 Crónicas 25:1-3). El salmista exhorta a que se alabe su nombre con danza, con pandero y lira en su santuario, terminando con el éxtasis final: Todo lo que respira alabe al Señor. Toda la creación que ha recibido aliento de vida debe alabar y dar gracias al Creador y Hacedor de todas las cosas. Porque Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos.

         La respuesta de las criaturas al Creador debe ser alabanza y gratitud por los dones recibidos; pero no siempre es así y sufrimos por ello.

GRATITUD Y ALABANZA ( 21 ) – Sacrificio de alabanza ( 16 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1Sacrificios de alabanza y gratitud (16)

Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. Cada día te bendeciré, y alabaré tu nombre eternamente y para siempre (Salmos 145:1,2).

El rey David, cuyo reinado fue piedra angular de la historia antigua de Israel, vivió sabiendo que había un trono con un Rey cuya grandeza es inescrutable. Puso siempre al Señor delante de él, sabía que estaba a su diestra por lo que tuvo la certeza de no ser conmovido (Salmos 16:8). Esas palabras impactaron al apóstol Pedro que las recogió en su discurso el día de Pentecostés: Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido (Hechos 2:25). David fue el dulce cantor de Israel (2 Samuel 23:1). Su vida de adoración, alabanza y gratitud llegó hasta los últimos instantes de su tiempo en esta tierra. En las últimas palabras que salieron de su boca profetizó que habrá un justo que gobierne entre los hombres (2 Samuel 23:2,3); un Rey para todas las naciones desde Jerusalén. El Deseado de todas las naciones. Ese Rey entronizado lo tiene siempre delante de sí. Su mirada está fija en él. Como dice la Escritura: puestos los ojos en Jesús. Y en otro lugar se nos exhorta: Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Colosenses 3:1-3).

Todo el salmo que estamos meditando exalta la grandeza de Dios, el Rey. Porque es grande y digno de suprema alabanza (3). Sus hechos son poderosos para anunciarlos de generación en generación (4). De su poder y hechos estupendos hablarán los hombres (6). Es Rey clemente y misericordioso lento para la ira y grande en misericordia (8,9). Su reino está lleno de gloria y poder (11); es para todos los siglos, y su señorío para todas las generaciones (12,13). Los ojos de todos esperan en él para que les de su comida a su tiempo; abre su mano y colma de bendiciones a todo ser viviente (15,16). Sostiene a todos los que caen, y levanta a los oprimidos (14). Está cercano a todos los que le invocan, a quienes lo hacen de verdad, con todo su corazón (18). Oirá el clamor de ellos y los salvará. Guarda a todos los que le aman (19,20). Por todo ello, nuestro hombre abre su boca en alabanza para proclamarle, animándonos a todos para que hagamos lo mismo, bendiciendo su nombre eternamente y para siempre (21). Así comenzó el salmista y termina de la misma manera: Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. Cada día te bendeciré y alabaré tu nombre.

         Viendo la magnificencia del Rey sublime y eterno solo podemos expresar nuestro reconocimiento en alabanza y gratitud exuberante.