Los hijos de condenación (LXXXVII) – Babilonia (79)
Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti (Ezequiel 28:17)
Tenemos aquí dos ejemplos superpuestos de cómo la hermosura, sabiduría y esplendor originales pueden corromperse mediante la arrogancia del corazón para acabar siendo expuesto al vituperio.
El primer ejemplo tiene que ver con aquel querubín creado con unas capacidades excepcionales para cumplir una misión única y exclusiva: dirigir la adoración al Dios Todopoderoso, el Rey del universo que ocupa el trono soberano. De sí mismo brotó la iniquidad por no guardad su dignidad y abandonar su propia morada y propósito (Judas 6).
Por otro lado, tenemos al rey de Tiro que era el sello de las capacidades comerciales; por esa sabiduría recibida para acumular riqueza y con ella esplendor entre todas las naciones, acabó pensando y diciendo que era un dios (28:2-6) atrayendo así el juicio del Soberano y único Señor.
Dos formas iguales de proceder: una con personalidad espiritual y otra persona física. La misma naturaleza en ambas. Idénticas formas de actuar. Vimos anteriormente que tanto Lucifer como el rey de Tiro, no conformes con la habilidad recibida para los negocios y contrataciones, usaron esos talentos para beneficio propio, mezclados con rebelión al Hacedor. Una y otra vez se ha repetido de forma cansina a lo largo de la historia del hombre este comportamiento. Y una y otra vez las consecuencias han sido las mismas.
El que se enaltece, será humillado, y el que se humilla, será enaltecido. Luzbel se enalteció queriendo ser igual a Dios y fue desechado, arrojado de su dignidad y expuesto ante los reyes de la tierra. Ha venido a ser Satanás, el adversario, ladrón y padre de mentira, corrompiendo al ser humano que voluntariamente se rindió a su persuasión. El príncipe de Tiro, rey de la ciudad más populosa de la época, identificada con la ciudad de destrucción, (Babilonia), y dominadora de los mares, vino a ser espanto para las naciones con las que había comerciado y traficado. Fue humillada y desapareció de la historia.
La misma soberbia está activada hoy en todas aquellas ciudades y naciones que viven a espaldas de Dios, se jactan de sus logros y sabiduría para el comercio, de la acumulación de riqueza y por tanto, embriagadas de esplendor y hermosura creen ser dioses atrayendo sobre sí mismas la humillación de quienes se enaltecen.
La hermosura, sabiduría y esplendor que producen soberbia de corazón en los pueblos contra Dios será el inicio de su caída y humillación.