Los hijos de condenación (XLV) – Babilonia (37)
Se postró Bel, se abatió Nebo; sus imágenes fueron puestas sobre bestias, sobre animales de carga; esas cosas que vosotros solíais llevar alzadas cual carga, sobre las bestias cansadas (Isaías 46:1)
Bel era uno de los dioses de Babilonia, se supone que se refiere al nombre babilónico de Baal, que es identificado con el dios Marduk o Merodac, el dios protector de Babilonia.
Por su parte Nebo era también una divinidad babilónica que presidia el saber y las obras literarias, la sede de su culto estaba cerca de la ciudad de Babilonia.
Estamos, por tanto, ante el aspecto idólatra de Babilonia. Una ciudad sede de la idolatría de donde salió a todas las naciones. Por eso se le llama la madre de las rameras. El profeta Isaías es muy gráfico y contundente en su mensaje contra la idolatría, expresa la necedad de adorar ídolos que se lo echan sobre los hombros, lo llevan, y lo colocan en su lugar; allí se está, y no se mueve de su sitio. Le gritan y tampoco responde, ni libra de la tribulación (46:7). Los ídolos son llevados por los hombres o por bestias de carga, ambos acaban cansados de transportarlos.
Sin embargo, el Dios de Israel es quién lleva a su pueblo, traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz. Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré (46:3,4). Los ídolos de Babilonia, Bel y Nebo, se postran y son abatidos delante del Señor y único Dios. Sin embargo, la ciudad de Babilonia con su idolatría produce un hechizo paralizador sobre naciones y pueblos. El poder fascinador de la idolatría produce la parálisis de la razón, subyuga los sentidos y altera las emociones en un engaño incomprensible. El profeta expone la insensatez de la formación de imágenes de talla. Todos ellos son vanidad, y lo más precioso de ellos para nada es útil; y ellos mismos son testigos para su confusión, de que los ídolos no ven ni entienden… No saben ni entienden; porque cerrados están sus ojos para no ver, y su corazón para no entender… su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha? (Isaías 45:9,18,20).
El contraste lo tenemos en la revelación que Dios dio a Israel de sí mismo. Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más… a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua (45:21-23). El Señor juzgará a Bel en Babilonia, por tanto, el mensaje es: salid de en medio de ella, pueblo mío (Jeremías 51:44,45).
Los ídolos de Babilonia caerán ante el único Dios revelado por los profetas de Israel, y manifestado por su Hijo Jesús como heredero de todo.