Los hijos de condenación (LV) – Babilonia (47)
Palabra que habló YHVH contra Babilonia, contra la tierra de los caldeos, por medio del profeta Jeremías. Anunciad en las naciones, y haced saber; levantad también bandera, publicad, y no encubráis; decid: Tomada es Babilonia, Bel es confundido, deshecho es Merodac; destruidas son sus esculturas, quebrados son sus ídolos (Jeremías 50:1,2)
Veamos algunos datos de interés en los capítulos 50 y 51 del profeta Jeremías.
Lo primero que hay que reseñar es que el imperio que Dios usó como azote y castigo sobre Judá y otras naciones, ahora le llega el tiempo de dar cuenta ante el Todopoderoso por sus extralimitaciones.
Observemos lo siguiente. La Escritura nos abre una ventana, descorre el velo que cubre a todas las naciones (Isaías 25:7) para mostrar que el Señor reina y no ha dejado al azar los acontecimientos de la tierra. Vemos que levanta y quita reyes; anuncia el gobierno de los imperios, su decadencia y finalmente el juicio. El libro de Daniel no deja duda de ello. Babilonia fue el azote de Asiria; ahora se anuncia el juicio sobre Babilonia a través del imperio medo-persa. No hará nada el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas (Amós 4:7). Pues bien, el mismo profeta que anunció que Judá debía entregarse al rey Nabucodonosor, ahora declara el día de juicio sobre el imperio babilónico. Levantamiento y caída.
La Escritura nos enseña que todos los reinos de este mundo caerán, y se levantará un reino en Jerusalén que no tendrá fin, el anunciado a David en el pacto que el Señor hizo con él. Por tanto, y adelantándonos mucho al desarrollo que estamos haciendo en nuestras meditaciones sobre los hijos de condenación, digamos una vez más que aquí encontramos uno de los motivos principales por los que la aparición del Estado de Israel en su tierra, después de 1800 años de diáspora, ha sido, es y será un avispero en el corazón de todo lo que significa Babilonia, la ciudad que ha extendido su fornicación y corrupción a todas las naciones de la tierra.
La reaparición de Israel en su tierra es piedra de tropiezo a las naciones, una provocación insoportable para el islam, que a su vez quiere conquistar todo el mundo con un cambio de ley, la sharia, cambiando el gobierno de Dios por la tiranía de Nimrod; y el reino mesiánico por el del falso profeta que se opone a Dios y su Cristo.
Nuestra misión como iglesia del Señor, injertados en los pactos dados a Israel, es estar a su lado en estos días de asedio y antisemitismo.
La palabra de Dios en boca de sus profetas dirige la historia. No hay nada entregado al azar, aunque el adversario pretenda torcer su destino.