200 – EL HOMBRE CONDENADO – Final

El hombre condenadoResumen y final de la serie

Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados (1 Pedro 4:7,8)

         Hemos llegado al final de una larga serie sobre la realidad del hombre condenado. Anteriormente vimos el hombre glorificado. En ambos casos la Escritura habla de predestinación. A la vez pone de manifiesto la libre voluntad del hombre para elegir. Esta aparente contradicción necesita la revelación de Dios, mediante su Espíritu, para que el hombre pueda saber que hay salvación en Cristo para todo el que venga a beber del agua de vida. También hay condenación eterna para aquellos que rechazan voluntariamente el don de la justicia, siguiendo su camino de perdición.

En realidad todos hemos sido destinados a condenación por el pecado heredado. Incluso encontramos en la misma Escritura a personas mencionadas por su nombre que viven bajo el signo de la condenación toda su vida. Es el caso de la generación de Noé, Nimrod, los habitantes de Babilonia, Esaú, las ciudades de Sodoma y Gomorra, el Faraón de los días de Moisés, algunos de la familia de Coré, el profeta Balaam, el rey Jeroboam, Jezabel, Atalía, Amán el persa, Herodes el grande, Judas Iscariote, Simón el mago y Elimas el mago.

Además aparece en la Biblia el término genérico de «los impíos» que manifiestan una naturaleza corrupta irredenta; sus vidas causan dolor, angustia y muerte a muchos de sus contemporáneos. Incluso sus enseñanzas, doctrinas e ideologías siguen produciendo penuria después que han terminado sus días en la tierra.

Esta realidad nos debe hacer comprender que, como dice el apóstol Pablo, hay espíritus engañadores y doctrinas de demonios que llevan a muchos a la apostasía de la fe. Debemos identificar el error y el espíritu anticristo en nuestra generación. Errores hay muchos: la corriente humanista, secular, relativista por un lado; por el otro, tenemos el islam como potestad anticristiana predominante que niega la redención de Cristo, anuncia otro Jesús y otro Dios. A toda esa amalgama de iniquidad le espera la ira de Dios, su juicio inexorable.

Concluimos con las palabras del apóstol Pedro. El hijo de Dios y la iglesia del Señor, debe comprender que el tiempo del fin está cerca, por tanto, nuestras señas de identidad deben ser la sobriedad, la oración y el ferviente amor, porque en el amor no hay temor y cubre multitud de pecados. Nos queda la esperanza del REINO MESIÁNICO, nuestra próxima serie.

         Hay un fin para cada cosa, y todo tiene su tiempo debajo del sol. El día final alumbrará cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.

199 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (XIX) – El lago de fuego (2)

Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos… Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Ésta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego (Apocalipsis 20:10,14,15)

         Estamos ante el destino final. Viene después del día de la resurrección y el juicio. Antes ha tenido lugar el reino mesiánico. El diablo ha sido atado por mil años. Después viene la última batalla entre el Cordero y los que le siguen por donde quiere que vaya, contra el diablo y sus huestes con las naciones desobedientes.

El postrer enemigo, −la muerte−, será destruido (1 Co.15:26). Tenemos también el fin de los impíos. La ira de Dios derramada, llegando así al destino anunciado para la conjunción de los seres espirituales que se han opuesto a Dios, junto con los hombres inicuos. Ambos comparten lugar de tormento.

En el lago del fuego y azufre serán echados el diablo, que es la serpiente antigua (Satanás), la bestia, el falso profeta, la ciudad de perdición Babilonia, −una potestad que ha producido muerte, el imperio de la muerte (Heb. 2:14,15)−, también el Hades o Seol, −la región donde los muertos han permanecido en espera del día de la resurrección−, y todos los hombres impíos que no se hallaron inscritos en el libro de la vida.

Ahora comprendemos mejor las palabras de Jesús a sus discípulos diciéndoles que no se regocijaran de echar fuera demonios, sino de que sus nombres estaban escritos en los cielos (Lc. 10:20).

Llegó el día cuando el mar entregó a los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras (Apc.20:13).

También Juan nos da la lista de personas que han practicado el pecado: los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios e hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Apc.21:8). No es una lista exhaustiva, hay otras en distintos lugares de la Escritura.

La muerte segunda es para quienes habiendo muerto físicamente, son entregados a las tinieblas de afuera después del juicio, alejados de Dios por la eternidad, esa es la muerte segunda.

Pero los que tienen parte en la primera resurrección, la segunda muerte no tiene potestad sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. Es el reino mesiánico, nuestra próxima serie.

         Al lago de fuego irán el diablo, la bestia, el falso profeta, la muerte, el Hades y aquellos que sus nombres no estaban inscritos en el libro de la vida.

198 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (XVIII) – El lago de fuego (1)

Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre (Apocalipsis 19:19,20)

         Además de la gehena o el infierno, en el último libro de la Biblia nos encontramos con otra expresión para identificar el lugar de tormento eterno, me refiero al lago de fuego y azufre. Ese lugar ha sido preparado para el diablo y sus ángeles. Así lo expresa Jesús en su relato del juicio a las naciones. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles (Mt.25:41).

El Maestro establece diferentes destinos eternos para los impíos y los justos. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna (Mt.25:46). Tenemos, por tanto, un lugar de tormento preparado para el diablo y los ángeles que se rebelaron contra Dios, que compartirán destino con los hombres que participan de su misma naturaleza inicua.

En la carta de Judas encontramos también este mismo destino compartido entre ángeles caídos y personas impías. Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado he ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas como ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno (Jud.1:6,7).

Hay un día señalado para el juicio final en el que serán juzgados los hombres, las naciones según el trato dado a Israel (es lo que se desprende del texto de Mt.25:31-46 cuando el Señor menciona a estos mis hermanos más pequeños), y también los ángeles caídos por no haber guardado la dignidad original dada por Dios, sino que abandonaron su propia morada, el destino dado por el Señor, junto con toda una jerarquía de potestades mencionadas: el falso profeta, la bestia y el diablo.

Todos ellos comparten destino eterno en el lago de fuego y azufre que ha sido preparado para juzgar la iniquidad que no fue redimida de las potestades superiores (ángeles, dominios, principados, potestades, huestes espirituales de maldad), junto con la de aquellas personas que rechazaron la expiación mediante la sangre del Cordero.

         El lago de fuego y azufre ha sido preparado para el diablo y sus ángeles por haber abandonado su morada y combatido contra el Rey del Universo.  

197 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (XVII) – La Gehena (3)

Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 25:30)

         Finalmente, la gehena podemos resumirla en la expresión: ser echados a las tinieblas de afuera. Alejados de la presencia de Dios por toda la eternidad. Como dice el apóstol Pablo: los cuales [los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio] sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder (2 Tes.1:9).

La Biblia comienza con el resultado de una batalla cósmica que había producido desorden y vacío. Las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, hasta que la voz de Dios, el Creador, separó la luz de las tinieblas. Al final de los tiempos esa separación volverá a ser una realidad eterna, y muchos participarán de la herencia de los santos en luz. Otros, los impíos, serán echados a las tinieblas de afuera, donde será el llanto y crujir de dientes.

El profeta Isaías acaba su libro con estas palabras: Y saldrán y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque el gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables a todo hombre (Is.66:24).

Hasta en tres ocasiones usó Jesús en sus enseñanzas el término: las tinieblas de afuera. La primera la tenemos en Mateo 8:12, donde el Maestro enseña que algunos que esperaban el reino lo perdieron, y fueron echados a las tinieblas de afuera. La segunda está en Mateo 22:13 donde apareció una persona en las bodas sin el vestido adecuado, figura de la justicia aplicada de Cristo, el vestido nuevo, la regeneración; y el rey de la parábola dijo: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Y la tercera está en Mateo 25:30 que es el texto que tenemos para meditar. En este caso se trata del siervo inútil que no usó el talento que había recibido de su señor para servirle debidamente; la sentencia fue inapelable: Al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Por tanto, hay un lugar lejos de la luz de Dios, de su amor y gracia, lleno de tinieblas, que aleja para siempre del amor del Padre; se llama gehena, infierno, lugar de tormento eterno y consciente que viene después de la resurrección y el juicio final.

Ese lugar fue primero un valle lleno de idolatría y sacrificios humanos; después se convirtió en un basurero a las afueras de Jerusalén; y ha venido a ser el prototipo de la condenación eterna, donde el gusano de ellos no muere y el fuego no se apaga. Cristo es el que salva de la ira venidera y el juicio de la gehena.

         Las tinieblas de afuera regresan al final de los tiempos para desterrar para siempre a los impíos que se complacieron en la injusticia.    

196 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (XVI) – La Gehena (2)

¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? (Mateo 23:33)

         De las doce veces que aparece en el NT la gehena, once de ellas vienen de los mismos labios de Jesús. El Maestro no amortiguo el mensaje. El castigo eterno espera a los impíos después de la resurrección. En nuestro pasaje Jesús se dirige a los hipócritas, −sinónimo de impío en la Escritura−, para asegurar su condenación en el infierno, es decir, la gehena. Por tanto, es un lugar de juicio.

Gehena se coloca siempre en el fin del mundo, después de la resurrección (Mt.5:22). Es un lugar donde el cuerpo y el alma es castigado (Mt.10:28) (Mr.9:43-48). Un lugar de tormento consciente. Jesús usó la frase «fuego que nunca se apagará» (Mt.3:12), y «donde el gusano nunca muere» (Mr.9:44-48). Esta expresión procede del profeta Isaías (66:24); también aparece en el libro apócrifo de Judit 16:17 y en fuentes talmúdicas (Gen. Mid. 214).

Los impíos son arrojados al infierno y permanecerán allí por toda la eternidad. Así está escrito: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia (Apc.14:9-11). Y en otro lugar dice: Y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apc.20:10).

También lo encontramos en el libro de Salmos 140:9-11 donde dice: En cuanto a los que por todas partes me rodean, la maldad de sus propios labios cubrirá su cabeza. Caerán sobre ellos brasas; serán echados en el fuego, en abismos profundos de donde no salgan. El hombre deslenguado no será firme en la tierra; el mal cazará al hombre injusto para derribarle.

El salmista, como el apóstol Santiago, relaciona la lengua con un mundo de maldad, contamina todo el cuerpo, inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno (Stg.3:6). Jesús dice que por nuestras palabras seremos justificados, o por nuestras palabras condenados (Mt.12:37). No en vano, la salvación de Dios está vinculada a la invocación de un nombre, el nombre de Jesús. Todo aquel que invocare el nombre del Señor serás salvo. No hay otro nombre que podamos invocar para salvación (Hch.4:12). La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos (Pr.18:21).

         No debemos descuidar una salvación tan grande, ni debemos ocultar que hay una condenación de tormento eterno.

195 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (XV) – La Gehena (1)

Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno (Mateo 10:28)

         Son palabras del Maestro. El mayor entre los hijos de los hombres. No ha habido otro como él, ni lo habrá. Aquel que dijo: Yo soy la verdad. En quién están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento (Col.2:3). Él dijo que hay un lugar de destrucción llamado infierno o gehena.

Anticipémonos a decir que aquí el término destrucción no significa aniquilación. Es un lugar donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga (Mr.9:44-48). Jesús está hablando aquí de la muerte segunda, la separación eterna de Dios, las tinieblas de afuera y el tormento eterno.

Está escrito, en palabras del profeta: todas las almas son mías (Ez.18:4). Dios es el Padre de los espíritus, él único que tiene la potestad del destino eterno del alma humana. A Él debemos temer.

Dicho esto, veamos qué es la gehena. Es la palabra que se traduce en el NT por infierno, y describe el destino final de los impíos después de la resurrección general y el juicio. Gehena es el lugar de castigo futuro en el estado eterno. La palabra gehena es el equivalente griego de «el valle de Hinom». Este era un lugar que los judíos llenaron de ídolos y donde ofrecieron sacrificios humanos a las deidades paganas. Quemó también incienso en el valle de los hijos de Hinom, e hizo pasar a sus hijos por fuego, conforme a las abominaciones de las naciones que YHVH había arrojado de la presencia de los hijos de Israel (2 Crónicas 28:3). Y en otro lugar dice: Y pasó sus hijos por fuego en el valle del hijo de Hinom; y observaba los tiempos, miraba en agüeros, era dado a adivinaciones, y consultaba a adivinos y encantadores; se excedió en hacer lo malo antes los ojos de YHVH, hasta encender su ira (2 Crónicas 33:6).

Un lugar físico que se convirtió en terreno donde se cometieron las peores abominaciones contra la ley de Dios. Ese lugar vino a ser sinónimo del infierno.

Hay lugares físicos donde Satanás tiene un dominio especial; esa potestad siempre está vinculada a un culto falso, idólatra, y sacrificios humanos. Tiempo después, ese sitio fue convertido en vertedero de la ciudad donde se tiraba la basura de Jerusalén. Debido a ello, en ese valle donde se arrojaba la basura, siempre había fuego para quemarla y los gusanos nunca dejaron de comer. Es la figura usada por Jesús para el infierno/gehena.

         La gehena, o valle del hijo de Hinom, fue un lugar de ídolos y sacrificios humanos, convertido más tarde en vertedero donde el fuego no se apagaba y el gusano no muere. Es el destino final de los impíos después del juicio.

194 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (XIV) – El Hades (5)

Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Más Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos (Lucas 16:29-30)

         Cuántas veces he oído decir en tono jocoso a muchos burladores de la vida eterna que nadie ha venido aún para contar como les va, les debe ir bien, aseguran, porque ninguno ha vuelto. Si no estuviera en juego el destino de nuestra alma inmortal sería gracioso, pero debemos ser conscientes que podemos perder el alma por toda la eternidad. Y eso es un asunto serio, muy serio.

Este diálogo entre el rico y Abraham se puede haber producido literalmente o tal vez es un recurso literario para enseñar. Como hemos dicho, era un género rabínico que se usaba en tiempos de Jesús. Sea de una manera u otra, el mensaje que se quería transmitir es lo relevante, y en eso se pone de manifiesto la verdad que se pretende enseñar. Jesús lo hizo, por tanto, creía firmemente en la realidad de lo que estaba diciendo. Los argumentos son convincentes en ambos lados.

El rico propuso enviar a Lázaro a su familia para advertirles y no caer en ese lugar de tormento. Por su parte, Abraham afirmó que tenían la ley de Moisés y el mensaje de los profetas, debían oírlo y escapar de aquel destino aciago.

Recordemos que hubo resurrecciones, además de la de Jesús. Incluso muchos resucitaron después de la muerte del Mesías, pero con todo, solo algunos se convirtieron, otros siguieron sin creer.

Está escrito: A la ley y el testimonio (Is.8:20). Tenemos la palabra de Dios para creer y vivir. Tenemos el testimonio de Dios, que nos ha dado vida y esa vida está en su Hijo. El que cree en el Hijo tiene vida eterna, el que rehúsa creer no vera la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.

Así está escrito: Una palabra tuya bastará. Di la palabra. Y creyó la palabra. Recibieron la palabra y fueron salvos. Esta es la palabra de fe que predicamos, si crees de corazón y confiesas con tu boca a Jesús como Señor, serás salvo. El justo vive por fe, y la fe viene por el oír la palabra de Dios. Todos estos mensajes convergen en un punto en la Escritura: Creer a Dios. Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado (Jn.6:29).

No hay atajos posibles. Dios ha querido salvarnos por la locura de la predicación. La cruz se ha levantado para que todo aquel que en él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna. El que no cree es condenado.

         No es posible enfatizar suficiente la importancia que tiene creer la palabra de Dios en la obra de salvación. Él tiene palabras de vida eterna.

193 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (XIII) – El Hades (4)

Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá (Lucas 16:25,26)

         Un lugar sin salida posible. No hay salvación. No hay vuelta atrás. Sin retorno. Despertar a esta realidad debe ser la mayor de las pesadillas que un ser humano aún no ha podido imaginar. El rico de nuestro texto fue consciente de su estado: era imposible pasar de un lado al otro. Una gran sima los separaba, −este texto no deja lugar al invento del purgatorio como una última oportunidad de salvación ultra tumba, no la hay, es un intento más del alma humana de inventar su propia salvación−, y el traslado de un lugar al otro era imposible.

La sentencia está dictada: Lázaro es consolado aquí (el lugar de los justos en el Hades), y el rico atormentado en aquella llama (el lado opuesto del Hades donde iban a parar las almas de los impíos) insalvable.

Ante este mensaje definitivo, el hombre despreocupado de otro tiempo entra ahora en pánico  pensando en su propia familia. Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.

Notemos la plena consciencia de este hombre: recordaba a su familia. Sabía que vivían en la misma disolución que él mismo había vivido y que les esperaba el mismo destino. De pronto, no solo estaba preocupado por el estado de su propia alma, sino por el alma de sus familiares.

Para evitar esa tragedia el Dios Todopoderoso ha enviado a su Hijo Unigénito al mundo para que el mundo sea salvo por medio de él.

Este rico no conocía la redención que se iba a consumar dentro de poco en Jerusalén. Sí conocía la Ley y los profetas, aunque los había ignorado. Ahora su celo proselitista se activó. Muy sensible por su parte pero infructuoso. El tormento en el que vivía le llevó a pensar en los demás. Por fin se había desprendido del egoísmo y la vanidad aunque sin resultado de salvación.

Para nosotros hay esperanza hoy. Aún estamos al otro lado del rio. Vivimos en este lado de la eternidad. Mejor es perro vivo que león muerto (Eclesiastés 9:4), por tanto, reaccionemos cuando hay tiempo, antes que vengan los días malos sin contentamiento posible. Hay un lugar de tormento. Podemos eludirlo aún si venimos al Salvador del mundo: Jesucristo.

         Jesús enseñó este episodio sin minimizar la dureza del mensaje. Lo hizo para que muchos pudieran escapar de la ira venidera.

192 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (XII) – El Hades (3)

Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama (Lucas 16:23,24)

         Dejamos a Lázaro en el seno de Abraham, y seguimos ahora el destino del rico.

Primeramente se dice que fue sepultado. Su cuerpo fue dejado en la tierra, sin embargo, la realidad consciente de aquel hombre no fue la aniquilación de su existencia, sino que entró a una realidad peor, mucho peor de la que había vivido en su vida terrenal. Su alma mantenía los sentidos espirituales, podía ver en la parte del Hades destinada al tormento de los impíos. Estaba atormentado. Ese tormento le producía mucha sed puesto que le rodeaba una llama que lo afligía. También notamos que de pronto se ha vuelto más sensible, tiene una capacidad que no parece haber tenido en su vida terrenal. Pidió misericordia a Abraham. Pudo identificarlo. Lo curioso es que se dirija a Abraham y no a Dios mismo. Tenía un ruego. Seguramente no lo había hecho mucho en su vida anterior. Estuvo demasiado ocupado con fiestas espléndidas, no le faltaba de nada, por tanto, no tenía necesidad de orar a Dios ocupándose de su destino eterno.

Así viven millones de personas hoy. Despreocupados como en los días de Noé, hasta que el arca se cerró. El rico mantuvo una actividad frenética en todo lo que llenaba sus apetitos carnales, pero nunca se ocupó de su necesidad más profunda, la espiritual y de reconciliación con Dios. Ahora está atormentado y su alma, afligida por la llama, le ha producido un anhelo de clamar por misericordia.

La Biblia dice que hay un tiempo para cada cosa, y el tiempo de pedir misericordia y salvación había pasado. Hoy es el día de salvación. Está escrito, si oís hoy su voz no endurezcáis vuestros corazones. Pero aquel rico no lo hizo, y ahora, en el Hades, se ha despertado en él la consciencia ineludible de la eternidad sin Dios. Se conformaba con un pequeño alivio que pudiera, aunque fuera por un instante, calmar su tormento interminable en aquella flama. Demasiado tarde. Su lengua, parte de un cuerpo que debemos suponer aún no tenía porque no se había producido la resurrección, le da la sensación de sufrimiento físico en el alma. Su ser espiritual padecía un anticipo del tormento eterno.

         La insensibilidad por las necesidades de otros que manifestó el rico en su vida terrenal, ahora se volvió un clamor por un poco de misericordia.

191 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLa ira venidera (XI) – El Hades (2)

Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama (Lucas 16:23,24)

         El episodio del rico y Lázaro que Jesús contó es una de las ventanas abiertas a la eternidad que tenemos en la Escritura. Hay quienes dicen que es una parábola, aunque el texto no lo menciona, sin embargo, en todas las demás parábolas se hace constar que lo es. Por otro lado, tenemos que la práctica rabínica del tiempo de Jesús usaba a menudo episodios y conversaciones de personajes bíblicos para enseñar algunas verdades.

Sea como fuere, nosotros lo que queremos es meditar en el texto analizando lo que Jesús enseña como una realidad más allá del velo de carne. Este pasaje permite penetrar al otro lado de la tumba. Hay un contraste evidente entre la experiencia del pobre Lázaro y el rico, del que no se menciona su nombre. Sus vidas en la tierra fueron muy distintas.

El rico tenía toda su esperanza en las riquezas terrenales; vestía de púrpura −el color de Babilonia Apc.18:16−, y de lino fino −una figura de las obras de justicia, o falsa piedad−. Cada día hacía banquete con esplendidez. Vivió de forma temeraria sin atender a la eternidad de su alma.

Por su parte Lázaro era un mendigo que vivía lleno de llagas a la puerta de aquel hombre rico, ansiando saciarse al menos de las migajas que caían de su mesa. Su estado era tan lamentable que incluso los perros venían para lamer sus llagas. Así estaban las cosas, cuando la muerte sorprendió a los dos.

Tenemos aquí una llamada de atención para cada ser humano al margen de cuál sea su condición social o económica. A todos llega el día de partir. Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio (Heb.9:27).

Hay una gran diferencia para las personas una vez sobrepasan el umbral de la muerte. Murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico, y fue sepultado. Vemos una primera diferencia entre ambos. Lázaro fue llevado a un lugar mejor en el que  tenía plena consciencia de sí mismo. Recordemos que estamos antes de la resurrección de Jesús, por tanto, su destino era un lugar intermedio llamado el seno de Abraham, que siguiendo la enseñanza rabínica diferenciaba dos compartimentos en el Seol o Hades. Lázaro fue llevado a ese lugar.

         Antes de la resurrección de Jesús había dos compartimentos distintos en el Hades, uno llamado el seno de Abraham, otro un lugar de tormento.