1 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – A modo de introducción

¿Qué  es el hombre?

Serie – 5 

“Después de la caída”

 

ÍNDICE:

  1. A modo de introducción
  2. La entrada del pecado en el mundo
  3. El dominio del pecado
  4. El desarrollo y progresión del pecado
  5. El pecado se repite en los hijos
  6. Los hijos a imagen y semejanza de los padres
  7. El pecado limita la vida del hombre
  8. El pecado del hombre trae peso y tristeza a Dios
  9. El pecado del hombre atrae el juicio de Dios
  10. Donde abunda el pecado sobreabunda la gracia
  11. Una generación corrupta no impide andar con Dios
  12. El pecado corrompe la tierra y la llena de violencia
  13. La corrupción no pasa desapercibida en el cielo
  14. La corrupción activa el juicio de Dios
  15. La paciencia de Dios duró cien años

Nota: En esta serie he usado la versión de la Biblia de las Américas (LBLA).

 

Después de la caídaA modo de introducción

 … el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo  (Génesis 4:7)

Una nueva naturaleza pecaminosa vino a formar parte del ser humano produciendo una alteración dramática en su devenir vital. El pecado no es solo hacer cosas malas, es un poder dominante. Hacer lo malo es la consecuencia de un mal mayor: la naturaleza de pecado. Este término teológico, tan denostado y olvidado en la sociedad postmoderna, irrumpió en el hombre desde el principio. La naturaleza rebelde y soberbia del ángel caído se había trasplantado al mismo corazón del hombre, vino a formar parte intrínseca de su ser. Esa realidad produjo el dominio de Satanás sobre el hombre, y éste participa ahora de su misma naturaleza.

El hombre experimentó una dualidad, una lucha interna que lo mantendrá en esclavitud por cuánto no tiene capacidad para vencer el mal. Una mancha de aceite imparable se ha extendido sobre la naturaleza humana. El hombre ha quedado a merced de un dominio, un poder que le subyuga y le impide hacer lo que desea, lo tiraniza, por cuanto escogió emanciparse del Creador. Una potestad espiritual vino a ocupar el trono de su voluntad. La Biblia lo llama el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que opera en los hijos de desobediencia.

La secuencia bíblica muestra que la concepción del primer hijo vino después de la caída. Adán y Eva habían sido expulsados de Edén. Una naturaleza rebelde y llena de concupiscencia se apoderó de sus deseos. Parece que el apetito sexual de yacer con su mujer cobró una nueva dimensión. La desnudez de la gloria de Dios produjo una mirada distinta que reactivó en ellos el deseo sexual. Y el hombre conoció a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín, y dijo: He adquirido varón con la ayuda del Señor.

Poco más tarde Eva volvió a quedar embarazada. Después dio a luz a su hermano Abel. La naturaleza de pecado pronto hizo su aparición en el primer hijo matando a su hermano. El pecado estaba a la puerta de sus acciones y lo codiciaba, dice el texto, pero tú debes dominarlo. Caín no pudo y fue vencido por el mal. La naturaleza del homicida (Juan 8:44) produjo en él las obras de su carácter.

El pecado es una naturaleza mala, un cáncer que se extiende rápidamente y lo contamina todo. Lo vemos bien pronto en la manifestación de las obras de Caín, modelo de todos aquellos que eligen matar a sus hermanos. En él descubrimos la naturaleza del diablo que ha venido a matar, robar y destruir.

         La consecuencia de la caída trajo consigo la naturaleza del mal que tomó dominio sobre el hombre de una forma imparable.

20 – LA CAÍDA (Final) – Echados del paraíso

La caídaEchados del paraíso como Lucifer del cielo

Y el Señor Dios lo echó del huerto del Edén, para que labrara la tierra de la cual fue tomado  (Génesis 3:23)

Las condiciones de vida del hombre en la tierra sufrieron una transformación inevitable. El pecado nos echa fuera de la presencia de Dios. Lucifer fue arrojado del cielo por su rebelión contra Dios. El hombre fue expulsado de Edén a causa de la misma naturaleza de rebelión a la voluntad divina. Se había reproducido la transgresión celestial en el ámbito terrenal. Con una diferencia. Para el hombre hubo un camino de redención para recuperar la gloria perdida; sin embargo, para Lucifer no hubo posibilidad de regresar a la posición abandonada.

No hay redención para Satanás y sus ángeles caídos. Y a los ángeles que no conservaron su señorío original, sino que abandonaron su morada legítima, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas para el juicio del gran día (Judas 6). Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a fosos de tinieblas, reservados para juicio (2 Pedro 2:4). El autor a los Hebreos dice: Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham (Hebreos 2:16).

La voluntad soberana de Dios así lo ha querido. De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito…. A Dios le ha placido daros el reino. Alto es, no lo puedo comprender (Salmos 139:6). En este momento podríamos volver a preguntarnos: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes?

El camino de vuelta al paraíso perdido será un proceso gradual. Un recorrido revelado en las Escrituras como mensaje central. En Génesis el hombre fue alejado del árbol de la vida para que no tomara de él y viviera en pecado para siempre. En Apocalipsis volvemos a reencontrarnos con el mismo árbol. El camino de regreso ha sido abierto a través del Mesías. Como está escrito: Yo soy el camino (Jn.14:6).

Por otra parte, el vacío del hombre desde la pérdida del propósito original de Dios, hasta reencontrarse con su destino eterno, viene a ser y estar lleno de insatisfacción y frustración. La búsqueda para llenarlo le llevará a inventar todo tipo de religiones que alivien su impotencia y amortigüen su caída.

El hombre ha quedado a merced del príncipe de la potestad del aire, el espíritu que opera en los hijos de desobediencia. La simiente de la mujer, (que ya ha venido en la persona del Mesías de Israel),  se ha encarnado, muestra el camino de regreso, liberta al hombre de la naturaleza caída de pecado, ha vencido a la simiente de la serpiente, y viste de nuevo al hombre regenerado para llevarlo de vuelta al paraíso perdido.

         La pérdida del Edén introdujo al hombre en una tierra hostil que debía trabajar hasta encontrar el camino de vuelta al hogar perdido.

19 – LA CAÍDA – Vestidos de piel

La caídaVestidos de piel

Y el Señor Dios hizo vestiduras de piel para Adán y su mujer, y los vistió  (Génesis 3:21)

Los juicios de Dios sobre el hombre y la mujer no anulan su misericordia. No es un juicio por venganza, sino por justicia. Tampoco se desentiende de ellos, sigue siendo proveedor para todas sus necesidades. Dios hace salir el sol sobre justos e injustos. La misericordia de Dios triunfa sobre el juicio, pero no lo anula. Sus misericordias son nuevas cada mañana, pero no tendrá por inocente al culpable.

La bondad de Dios para con los hijos de los hombres le llevó a hacer vestiduras de piel para Adán y su mujer. Dios los vistió aunque habían transgredido su ordenanza. Este es el Dios revelado en la Escritura: no vengativo, sino justo.

El hombre había quedado desnudo. Perdieron la vestidura de la gloria de Dios que los cubría, por lo que se hicieron ellos mismos un vestido de hojas de higuera. Sin embargo, el Señor les hizo un vestido mejor, de piel, para ello tuvo que sacrificar algún animal, figura del Cordero que habría de venir. Más adelante un nuevo vestido de gloria les devolvería la dignidad de hijos. Dios los vistió de forma provisional hasta la llegada del Mesías.

La gloria perdida tendrá un recorrido progresivo hasta reencontrarse de nuevo con el hombre caído. Esa gloria descenderá al tabernáculo del desierto en días de Moisés. Luego vendría sobre el templo de Salomón en Jerusalén. Y por último aparecerá en la persona del Hijo unigénito de Dios. Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn.1:14). Este principio de sus señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en El (Jn. 2:11).

En su oración sacerdotal Jesús se expresó así ante el Padre: La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno… Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado… (Jn.17:22,24). En Cristo recuperamos la gloria perdida. En él somos glorificados (Ro.8:30). Hemos sido predestinados para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo (Ro.8:29).

El Dios que nos creó, y juzgó nuestro pecado, es el mismo que sacrificó un animal, (figura del Cordero que había de venir), para vestir al hombre, apuntando al último sacrificio, el de su Hijo, y revestirnos de la gloria recuperada en el Mesías.

         El Señor que juzga es el mismo que nos viste de justicia a través del Cordero inmolado que quita el pecado del mundo.

18 – LA CAÍDA – El juicio al hombre

La caídaEl juicio al hombre

Entonces dijo a Adán… (Génesis 3:17)

Dios no hace acepción de personas. Cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo. Somos personas responsables delante del Hacedor. Nadie escapa ni tiene una posición privilegiada delante de Él. Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. El final del discurso en el libro de Eclesiastés fue este: La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona. Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo.

Dios juzga a cada uno conforme a sus hechos. A la serpiente como serpiente, a la mujer como mujer, y al hombre como hombre. Cada uno según la administración que le ha sido encomendada. En este triple juicio que estamos viendo le ha llegado el turno al hombre. No quedó libre aunque no fuera el responsable directo del engaño de la serpiente, sin embargo, tomó su propia decisión siguiendo a la mujer en la desobediencia al Creador.

Sus argumentos para eludir la condena tampoco sirvieron delante de un Dios justo. Deberíamos tomar buena nota de ello. Entonces dijo a Adán: Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol del cual te ordené, diciendo: No comerás de él, maldita será la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y abrojos te producirá, y comerás de las plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.

Resaltemos varias cosas brevemente. 1)Amar y obedecer a Dios debe estar por encima del amor a nuestra propia mujer. 2)El varón tiene la responsabilidad de obedecer a Dios antes que a su esposa. 3)La tierra sufrió las consecuencias del pecado del hombre, y ésta produjo espinos y abrojos que perjudicaron su bienestar. 4)La tierra entregará su fruto al hombre después de un trabajo arduo y cansado. 5)La consecuencia final es la muerte del ser humano, regresando a la tierra, de donde fue tomado, y el espíritu a Dios que lo dio (Eclesiastés 12:7).

Estas condiciones no han sido remediadas, sino que esperan una redención futura. Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Ro.8:20,21).

         El juicio sobre el hombre ha quedado unido al de la tierra hasta la redención final que tendrá lugar en la venida definitiva del Mesías en su reino.

17 – LA CAÍDA – El juicio a la mujer

La caídaEl juicio a la mujer

A la mujer dijo…  (Génesis 3:16)

La mujer había argumentado anteriormente a Dios que había sido víctima de un engaño. La serpiente me engañó, y yo comí (3:13). Era verdad. La serpiente con su astucia, engañó a Eva (2 Co. 11:3). Pero una vez más, haber caído en el engaño del diablo no impidió que Dios responsabilizara a Eva de sus actos. Aunque la serpiente había actuado con engaño y astucia, fue Eva quién tomó del árbol y comió la fruta prohibida. Fue ella misma quién transgredió la palabra de Dios (1 Tim. 2:14).

Los límites que el Señor había puesto fueron traspasados voluntariamente, −con maquinaciones−, por la mujer. Y de todo ello le hizo responsable el Señor a Eva. Ahora iba a emitir su juicio como consecuencia de sus actos contrarios a la ley de Dios. El pecado es infracción de la ley (1 Juan 3:4). Todo lo que el hombre siembra eso siega (Gá. 6:7). La desobediencia tiene su justa retribución.

Dios creó al hombre y la mujer como seres responsables. Dios no puede negarse a sí mismo. Jesús dijo: La palabra que yo os he hablado, ella os juzgará en el día postrero (Jn.12:48). Vivimos, en muchas ocasiones, alegremente, transgrediendo las leyes y teniendo la vana esperanza de salir impunes de nuestra transgresión. Es el engaño de Satanás una vez más. Sus argumentos alimentan la rebelión que anida en su naturaleza. Es el padre de la mentira presentando argumentos engañosos, falsos, aparentemente razonables y lógicos, pero alejados de la verdad revelada en la Escritura.

Eva no evitó el juicio. Nosotros tampoco quedaremos alejados de él si transgredimos las leyes. Leamos la sentencia de Dios sobre la mujer: En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti (3:16). Esta palabra puede parecernos anacrónica, pero se ha cumplido ampliamente en la historia de la humanidad.

La consecuencia de la desobediencia es dolor. Sin embargo, ese dolor queda amortiguado por la alegría de dar a luz un hijo. Cuando la mujer está para dar a luz, tiene aflicción, porque ha llegado su hora; pero cuando da a luz al niño, ya no se acuerda de la angustia, por la alegría de que un niño haya nacido en el mundo (Jn.16:21).

Por su parte la tiranía del hombre sobre la mujer queda compensada con amor cuando el marido ha sido redimido, vive bajo el temor de Dios, y sabe que tiene que dar cuenta a Dios de todos sus actos. No se enseñorea de la mujer, sino que la ama como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella.

         El juicio a la mujer le trajo dolor y sus deseos sujetos a los de su marido.

16 – LA CAÍDA – El juicio a la serpiente

La caídaEl juicio a la serpiente

Y el Señor Dios dijo a la serpiente… (Génesis 3:14)

Nuestra propia justificación no elude el juicio de Dios. Podemos tener argumentos diversos para justificar nuestras decisiones pero eso no nos evita ser juzgados. Paradójicamente fue la serpiente quién no se justificó. Tampoco vemos que el Señor entablara un diálogo con ella. Dios pasó directamente a emitir el juicio sobre el animal que había sido la «tapadera» para que Satanás introdujera su simiente de rebelión en el hombre. Leamos el juicio que cayó sobre la serpiente: Por cuanto has hecho esto, maldita serás más que todos los animales, y más que todas las bestias del campo; sobre tu vientre andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el calcañar.

La serpiente ha venido a ser y tener el carácter de la naturaleza de Satanás: astuta, arrastrada, lengua bífida donde tiene su mayor potencial para hacer daño, venenosa. Pero Dios emitió un juicio sobre ella que iba más allá del animal terrestre. Puso enemistad entre su simiente (el fruto de su naturaleza pecaminosa, el diablo y Satanás, la personalidad del mal), y la simiente de la mujer (el hijo que nacería para derrotar el poder del diablo y redimir a la humanidad caída).

A partir de entonces se desarrolla una enemistad y confrontación entre la naturaleza escondida detrás de la serpiente, −Satanás−, y el hijo que nacería de una mujer para desarrollar el plan de Dios de aplastar su cabeza, aunque él sería herido en el talón.

Satanás ha tenido un especial interés, desde ese momento, en matar niños. El primer hijo que murió fue Abel. Luego encontramos diversos episodios en la Escritura donde hay una verdadera cacería para dar muerte al hijo que habría de nacer y que vencería a la serpiente: La esterilidad inicial de las mujeres de los patriarcas, los hijos de los hebreos en Egipto, los hijos de Judá en días del rey Herodes, el hijo que estaba para nacer en el capítulo 12 de Apocalipsis; y por supuesto, la lucha despiadada de ideologías contrarias a la voluntad de Dios para promulgar leyes abortivas bajo argumentos sutiles del derecho a decidir de las mujeres.

Así está escrito: Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y salió para hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús (Apc.12:17).

         El juicio a la serpiente antigua quedó emitido y sería ejecutado a través del hijo de la mujer, el Mesías que habría de venir.

15 – LA CAÍDA – Buscando culpables

La caídaBuscando culpables

Y el hombre respondió: La mujer que tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí  (Génesis 3:12)

Una vez que llegamos a la realidad del pecado cometido la intención inmediata del ser humano es buscar culpables lejos de nosotros mismos, eludir nuestra propia responsabilidad, justificar nuestros propios errores. Todo ello no soluciona el problema, lo sabemos, pero pretende alejar el sentimiento de culpabilidad. Este peso de culpabilidad es tan fuerte que estamos dispuestos a apuntar a otros aunque sepamos, fehacientemente, que no podemos quedar fuera de la responsabilidad. No hay nada nuevo debajo del sol.

Es necesario que entendamos que el intento de buscar culpables forma parte innegable del proceso de la caída. Levantamos las defensas de forma innata. Activamos los mecanismos de supervivencia y autoayuda. El hombre respondió: la mujer que tú me diste por compañera. Aquí encontramos dos eximentes que Adán presenta como respuesta a su responsabilidad. Primero apunta a la mujer, como si él mismo no hubiera participado del acto de rebelión. Pero además, mira hacia Dios mismo como causante del acto por haberle dado la mujer por compañera. Sin embargo, Adán la había recibido, la aceptó cuando Dios se la presentó.

¡Que pronto olvidamos nuestra propia historia cuando se trata de liberarnos de la culpabilidad! ¡Qué prestos estamos para apuntar a las debilidades del prójimo olvidando las nuestras! Jesús nos enseñó sobre el error de hacer énfasis en la paja del ojo ajeno, olvidando la viga que tenemos en el propio. Este comportamiento no se da solo en el hombre, también la mujer hizo lo mismo.

Cuando Dios preguntó a la mujer: ¿Qué es esto que has hecho? Y la mujer respondió: la serpiente me engañó, y yo comí. Todos los argumentos presentados eran parte de la verdad, pero no toda la verdad. Buscar culpables dejando a un lado nuestra responsabilidad no nos justifica ante Dios, ni soluciona el problema. Ese comportamiento se ha perpetuado a lo largo de la historia y llega hasta nuestros días. Sin embargo, Dios nos hace responsables a cada uno de nosotros y cada uno de nosotros daremos cuenta a Dios.

         Podemos culpar a la mujer, al hombre, a Satanás, incluso a Dios mismo, eludiendo nuestra responsabilidad, pero no evitaremos el juicio de Dios y sus consecuencias.      

14 – LA CAÍDA – Se escondieron de la presencia de Dios

La caídaSe escondieron de la presencia de Dios

Y oyeron al Señor Dios que se paseaba en el huerto al fresco del día; y el hombre y la mujer se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del huerto  (Génesis 3:8)

Con el descubrimiento de su desnudez y vergüenza una nueva consciencia de sí mismos se hizo presente en las vidas de Adán y Eva. La llamada edad de la inocencia se había perdido. Precisamente es en la adolescencia donde mayores conflictos tenemos porque alcanzamos una nueva consciencia de nosotros mismos y del entorno que nos rodea; en este tiempo comienzan los complejos y las perturbaciones por las opiniones de otros.

Adán y Eva aún mantenían la consciencia de Dios, la cercanía de su presencia, por tanto, oyeron al Señor Dios que se paseaba en el huerto al fresco del día. Viéndose desnudos y conscientes de la desobediencia cometida, se sintieron culpables, y la culpa los llevó a esconderse de Dios. Vano intento. ¿Adónde me iré de tu Espíritu, o adónde huiré de tu presencia?… ni aún las tinieblas son oscuras para ti… (Sal. 139:7-12).

Precisamente es en la adolescencia donde muchos chicos se alejan de Dios después de haber vivido una infancia cercana en su fe. La activación de la consciencia humana tiene un componente de esclavitud, de reafirmación propia, por tanto, de esconderse para no ser vistos. Las máscaras toman su lugar, todo tipo de disfraces, y vestidos para cubrirse escondiendo lo que nos avergüenza y da miedo.

Sin embargo, la voluntad de Dios es buscar al hombre y llamarle: Y el Señor Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás? (3:9). Su respuesta fue: tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí (3:10). El temor había entrado a formar parte de la vida humana.

Veamos el proceso. El engaño y la tentación nos introducen en una vida alejada de Dios, nos da un conocimiento del ocultismo que nos domina, se cae el vestido de gloria y nos hallamos desnudos, avergonzados, escondiéndonos de la presencia de Dios por el temor que nos ha invadido. A partir de ese momento la voluntad soberana de Dios emite su juicio, sin dejar de llamar y buscar al hombre. Los mismos patrones se van a desarrollar a lo largo de toda la Escritura. La Biblia es la historia del hombre: su caída, su restauración y su regreso al plan predeterminado por Dios.

         El hombre alejado y escondido de Dios no es consciente de su propia desnudez, vergüenza y temor; sigue haciendo hojas de higuera y delantales para cubrirse.      

13 – LA CAÍDA – Fueron abiertos los ojos y estaban desnudos

La caídaFueron abiertos los ojos y estaban desnudos

Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; y cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales  (Génesis 3:7)

¡Entonces! Una vez realizada la acción no hay vuelta atrás. Cuando se trasgrede la ordenanza de Dios se activa otro espíritu, el de mentira, que toma dominio sobre la persona y la subyuga. El tiempo de la tentación fue agradable y deseable, pero el resultado ha sido dramático y consecuente. Entonces se abrieron los ojos de ambos. Una nueva visión entró en ellos —no toda visión es de Dios—, se había cumplido la palabra de la serpiente: serán abiertos vuestros ojos.

La segunda parte: seréis como Dios no se cumplió, por el contrario despertaron a una realidad distinta a la que habían esperado. El engaño había realizado su obra y el conocimiento que se abrió fue el de la desnudez, su propia desnudez. El vestido de la gloria de Dios que los cubría desde el principio desapareció. Una nueva realidad tomó lugar.

Junto con este «nuevo» conocimiento se activó la voluntad propia del hombre. Su individualismo se hizo presente, alejado de la comunión y dependencia del Creador. Este «nuevo» conocimiento de sí mismos los avergonzó. Por tanto, buscaron la manera de cubrir sus cuerpos desnudos. Así se inicio el origen de todos los diseños de ropa que el hombre ha fabricado después para reparar el pecado cometido: hojas de higuera.

También tenemos aquí el intento humano por cubrir su vergüenza delante de Dios e inventar —el gran engañador les «ayudaría» ampliamente en su cometido— todos los sistemas religiosos que surgirían muy pronto, dando lugar al inicio de las religiones. La vergüenza y mala conciencia del hombre, por el pecado cometido, dio origen a soluciones humanas para tratar de corregir el daño.

En lugar de ser como Dios conociendo el bien y el mal, despertaron a la realidad de la desnudez de su propia existencia. Había nacido también la iniciativa privada lejos de Dios, la autodeterminación, el autogobierno, la potencialidad del hombre alejado del creador, el humanismo, la autosuficiencia. Ahora tenemos tres voluntades enfrentadas: la de Dios, la de Satanás influyendo en el hombre, y la del mismo hombre procurando soluciones a la desobediencia y rebelión cometida. «Cosieron y se hicieron». Dos verbos que iban a conjugarse en el futuro muy a menudo en la historia del hombre.

         La curiosidad de Eva por lo desconocido, y la irresponsabilidad de Adán, abrieron sus ojos a una realidad de desnudez y vergüenza.

12 – LA CAÍDA / El árbol era bueno, agradable y deseable

La caídaEl árbol era bueno, agradable y deseable

Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido que estaba con ella, y él comió  (Génesis 3:6)

Estamos en el origen de la entrada del pecado en el hombre. Antes nos encontramos con la tentación. Es importante detenerse en el proceso que sigue la tentación aquí, en el origen, porque en él encontramos los patrones comunes de lo que ha sido después la estrategia de Satanás para engañar, tentar y hacer caer en pecado. Veamos. La mezcla de verdad/mentira había sido el argumento empleado por la serpiente para poner en duda la verdad de Dios provocando incertidumbre en Eva, juntamente con la oferta de entrada a un mundo desconocido y que podría darle un provecho aún mayor del que ya disfrutaban en el huerto. Bien.

Los razonamientos altivos captaron la atención de Eva sobre el objeto del árbol. Su visión tomó una nueva dimensión que antes no tenía. Vio que el árbol era bueno para comer, era agradable a los ojos y era deseable para alcanzar sabiduría. El pensamiento y la vista se unieron para amplificar el deseo por obtener aquello que se ofrecía.

La oferta incluía: no moriréis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal. Luego se amplió con lo bueno, agradable y deseable que parecía todo, incluyendo un logro más: alcanzar la sabiduría. ¿Pero qué sabiduría?

Adán y Eva fueron creados en plenitud, inmensamente inteligentes, pero el ofrecimiento fue para alcanzar una sabiduría oculta, ir más allá, entrar a descubrir un mundo nuevo y oculto que la serpiente les ofrecía. Luego lo hemos llamado ocultismo. Ese mundo era dominio de Satanás, que había trasgredido anteriormente los límites de su misión y entrado en rebelión contra Dios y su trono. Si el hombre cae en el engaño quedará atrapado en el dominio de la potestad de las tinieblas, y por tanto, a su merced.

Eva vio el árbol, que era bueno, agradable y deseable; la fascinación se produjo, la tentación fue irresistible, tomó del fruto prohibido, rompiendo el pacto (Oseas 6:7 con Job 31:33 en LBLA), invitando a su marido, que estaba con ella,  a hacer lo mismo. En ese momento, la rebelión pre-adámica fue introducida en la tierra y en los hombres. La naturaleza del mal se activó y los venció. No había vuelta atrás. El hombre había trasgredido la ordenanza de Dios. Los mismos patrones de engaño, tentación y caída se reproducirán en el futuro una y otra vez (1 Jn.2:15-16) (Stg. 1:14-15).

         Toda tentación tiene un componente aparentemente bueno, agradable y deseable, pero alejado de la palabra revelada de Dios.