69 – Después de las experiencias el avance del reino

La vida en el EspírituPasadas estas cosas, Pablo decidió en el espíritu ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, debo visitar también Roma (Hechos 19:21).

         «Pasadas estas cosas» ¿qué cosas? Todo lo que había acontecido después de las experiencias de aquellos discípulos en Efeso. Me llama la atención el orden en que aparecen los sucesos en este capítulo 19. Veamos. Pablo trabaja en primer lugar con discípulos que ya tenían cierto recorrido en el Camino. Les transmite lo que les faltaba, la llenura del Espíritu, y a partir de ahí se va a desarrollar un despliegue evangelístico impresionante que llegará a toda Asia Menor partiendo desde Efeso. Pablo entró en la sinagoga, como era su costumbre (v.8), y durante tres meses habló denodadamente, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios. Algunos se endurecieron y se volvieron desobedientes hablando mal del Camino; en esa tesitura, Pablo no discute más, toma a los discípulos y se marcha a un local de alquiler donde un maestro de retórica (Tiranno) daba clases en las mejores horas del día, (en Éfeso hacía un calor sofocante a partir del mediodía y el trabajo de enseñar en esas condiciones se hacía insoportable), y el resto del tiempo se lo alquiló a Pablo para que enseñara a los discípulos. Esto duró dos años. Podíamos decir que era la Escuela Bíblica de Pablo en Éfeso.

Sus clases no fueron solo teoría, si no que los discípulos salieron a predicar el evangelio, de tal forma que todos los que vivían en Asia oyeron la palabra del Señor, tanto judíos como griegos (v.10). A la vez Dios hacía milagros extraordinarios por mano de Pablo (11). Algunos quisieron imitarlo (siempre hay imitadores sin autoridad) y se expusieron al ridículo queriendo usar la unción que no tenían (v.13-16). La verdad fue expuesta de tal forma que los impostores quedaron avergonzados; esto lo supieron los habitantes de Éfeso, el temor se apoderó de todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era exaltado (v.17). También muchos de los que habían practicado la magia se apartaron de ella dando testimonio de su fe quemando los libros (v.18-19).

Y concluye el texto con estas palabras que resumen lo ocurrido en aquel lugar: Así crecía poderosamente y prevalecía la palabra del Señor (v.20). Pensemos. No se construyó un edificio ministerial para exaltar al gran apóstol Pablo. No. Ni siquiera el apóstol se aferró al lugar, sino que decidió en el espíritu (con minúscula, su propio espíritu en comunión con el Espíritu Santo) ir a Jerusalén y alcanzar luego Roma. Esto significaba gran oposición, sin embargo, siguió el plan de Dios dejando a los discípulos en Efeso.

         Lo ocurrido en Éfeso es un modelo para todos los discípulos del Señor.

68 – Las limitaciones en la predicación (III)

La vida en el EspírituY cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban en lenguas y profetizaban. Eran en total unos doce hombres (Hechos 19:6-7).

         Volvamos al inicio del suceso que tuvo lugar en Éfeso para ver su desarrollo progresivo. Pablo llega a esta gran ciudad de Asia Menor y encuentra a algunos discípulos que solo han oído hablar del bautismo de arrepentimiento que predicó Juan el Bautista. Les pregunta si han recibido el Espíritu Santo cuando creyeron y le responden que ni siquiera han oído hablar si hay Espíritu. Entonces Pablo les habla del bautismo en agua en el nombre de Jesús como continuidad al mensaje de Juan el Bautista. Cuando lo oyen se bautizaron en el nombre del Señor Jesús.

Antes de seguir pensemos. ¿Discípulos que ni siquiera han sido bautizados en el nombre de Jesús? Pues sí, eso dice el texto. Ahora imaginemos que al oír a Pablo estos discípulos se negaran a ser bautizados en el nombre de Jesús aludiendo a la enseñanza que habían recibido, y se obstinaran en ello cerrando su propio desarrollo. Sin embargo, estos discípulos obedecieron la enseñanza del apóstol bautizándose en agua. Y ahora viene otra fase más. No han oído nada sobre el Espíritu Santo, pero cuando Pablo (seguramente acordándose de su propia experiencia con Ananías) les habló de recibir la llenura del Espíritu, estos doce discípulos aceptaron lo expuesto por Pablo y se dispusieron a recibirlo. Dicho y hecho. Pablo les impuso las manos y vino sobre ellos el Espíritu Santo. ¿Cómo lo supieron? Porque hablaban en lenguas y profetizaban. La misma experiencia que habían tenido los ciento veinte en el Aposento Alto el día de Pentecostés (Hch. 2:4); lo mismo que ocurrió en casa de Cornelio (Hch.10:44-46); lo que tuvo lugar en la ciudad de Samaria y que tanto impresionó a Simón (Hch. 8:14-19); y lo mismo que experimentó Saulo de Tarso en la casa donde estuvo tres días orando antes de que llegara Ananías y orase por él para ser lleno del Espíritu (Hch.9:11-17).

El orden de las experiencias puede variar pero todas ellas acaban en la llenura del Espíritu para que el discípulo del Señor tenga el potencial divino para realizar la obra de Dios. Pensemos. Estos doce discípulos que poco antes ni siquiera habían oído hablar del bautismo en el nombre de Jesús, con una fe muy limitada, ahora se ha expandido en ellos de tal forma que fueron llenos del Espíritu para llenar con el evangelio toda Asia Menor partiendo desde Efeso.

         El verdadero discípulo del Señor sabe escuchar las verdades que desconoce y aceptar la imposición de manos para ser lleno del Espíritu a través de quienes lo transmiten y no de impostores, imitadores o falsificadores.

 

67 – Las limitaciones en la predicación (II)

La vida en el EspírituEntonces él dijo: ¿En qué bautismo, pues, fuisteis bautizados? Ellos contestaron: En el bautismo de Juan. Y Pablo dijo: Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, es decir, en Jesús. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús (Hechos 19:3-5).

         Los discípulos de Efeso tenían una fe limitada por lo que habían oído: sólo el bautismo de arrepentimiento, aunque como buenos discípulos cuando oyeron del bautismo en el nombre de Jesús se bautizaron sin demora. La obediencia a la palabra revelada es una característica de todo buen discípulo de Jesús.

Muchos predicadores de la actualidad ponen el énfasis en la predicación de su maestro inicial. Estos pioneros, discípulos del Maestro, descubrieron alguna verdad que por el motivo que sea no se había predicado antes, o no con el matiz que ahora le da el nuevo predicador. A partir de ahí se genera un movimiento alrededor de ese líder. Hace de la «exclusividad» el motor central de su mensaje y todos aquellos que lo aceptan basan su predicación en la óptica que ha imprimido a sus con-discípulos, los cuáles son ahora más celosos y fanáticos que el pastor original. Construyen una doctrina hermética sobre su particularidad y la transmiten como un sello de identidad propia. Su mensaje se centra casi únicamente en ese mono-tema. Prediquen lo que prediquen acaban enseñando esa verdad (pueden ser varios temas, claro, un cuerpo de doctrina que gira sobre el eje establecido alrededor de la supuesta revelación original), escriben libros sobre ello, lo presentan como algo esencial que todos los demás cristianos tienen que aceptar e incluir en su teología, y quienes no lo hacen son considerados cristianos de otro nivel.

Así construimos el sectarismo y la exclusividad que caracteriza a muchas iglesias evangélicas de la actualidad. El apóstol Pablo no hizo eso. El autor de la carta a los Hebreos nos enseña que debemos avanzar hacia la madurez, no girar todo el tiempo sobre ciertas verdades esenciales, necesarias y fundamentales, si no madurar mediante el alimento sólido y tener los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal (Heb.5:12-6:3). Para ello necesitamos un alimento completo, todo el consejo de Dios, la totalidad del evangelio y no solamente un énfasis doctrinal impuesto por predicadores con buenas intenciones pero que impiden el crecimiento de los discípulos. Necesitamos la diversidad de dones en el cuerpo de Cristo y no solo el don predominante del líder.

         El discípulo del Señor cuando oye la verdad del evangelio la obedece sin sectarismos ni exclusivismos denominacionales.

66 – Las limitaciones en la predicación (I)

La vida en el EspírituEntonces él dijo: ¿En qué bautismo, pues, fuisteis bautizados? Ellos contestaron: En el bautismo de Juan. Y Pablo dijo: Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, es decir, en Jesús. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús (Hechos 19:3-5).

         Estamos ante un episodio verdaderamente interesante. El evangelio se estaba extendiendo y en su desarrollo se ponen de manifiesto situaciones que han acompañado a todas las generaciones. Una de ellas es que la predicación está limitada por aquellos que predican. Ningún predicador honesto puede ir más allá de lo que ha oído, sabe y ha experimentado. Su mensaje estará siempre sujeto al desarrollo de su propia revelación. Pablo le dijo a Timoteo: Lo que has oído de mí, ante muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros (2 Tim.2:2). Pablo había recibido el mensaje por revelación del mismo Jesucristo (Gá. 1:11-12). Ese mensaje lo transmitió a Timoteo, para que a su vez éste lo encargara a hombres fieles, y de esa forma pasara de generación en generación.

Ahora bien, si la persona que nos anuncia el evangelio tiene una revelación parcial del mismo, el mensaje que recibiremos será parcial y siempre estará sometido a las limitaciones de quién nos lo transmitió. Ahora tenemos toda la Escritura y podemos acceder a la totalidad del mensaje, todo el consejo de Dios (Hch.20:27), sin embargo, aún hoy estamos limitados por la línea doctrinal de la iglesia a la que pertenecemos, sujetos a aceptar el cuerpo doctrinal que el originador de la denominación dejó establecido. Lo que se sale de ese marco no encontrará apoyo en la comunidad a la que servimos, y en el peor de los casos combatiremos con celo otras posturas doctrinales.

La historia de la iglesia está llena de lo que acabo de decir. Pablo ha llegado a Éfeso, se encuentra a discípulos que solo han oído hablar del bautismo de Juan, es decir, una predicación con el énfasis puesto en el arrepentimiento. Esa es una verdad del evangelio, pero hay más. No han oído del bautismo en el nombre de Jesús, por tanto, nadie se había bautizado tal y como enseñó Jesús. Pablo lo anuncia, va un paso más allá, y al oírlo deciden obedecer. Se bautizan en el nombre de Jesús, creyendo que era el Mesías, a quién Juan el Bautista anunció. Mira lo que dice el texto: Cuando oyeron esto, fueron bautizados… Piensa. La fe actúa sobre lo que oímos, si no hemos oído quedamos «huérfanos» de esa verdad. Continuará…

         Una predicación limitada del evangelio produce una fe limitada en su desarrollo y por tanto en las experiencias.

65 – Hay que oír del Espíritu Santo

La vida en el EspírituY les dijo [Pablo]: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos respondieron: No, ni siquiera hemos oído si hay un Espíritu Santo(Hechos 19:2).

         La vida cristiana se fundamenta sobre oír el mensaje del evangelio. En el evangelio oír y recibir tiene una importancia fundamental. La fe viene por el oír… No podemos creer si no hemos oído el evangelio. Y oír tiene que ver con todo el consejo de Dios. Podemos simplificar el mensaje a las cuatro leyes espirituales básicas, que pueden ser útiles para empezar, pero no podemos quedarnos ahí, el evangelio es un mensaje más amplio, incluye todo el consejo de Dios. A menudo decimos «hemos ido a predicar el evangelio» pero lo que hemos anunciado es algo de lo que el evangelio ha hecho en nuestras vidas. Muy parcial. Tal vez hemos predicado algún aspecto del evangelio pero hemos dejado otros. Y todo ello porque no hemos oído.

Hablamos lo que sabemos y lo sabemos porque lo hemos oído y recibido. Si hemos recibido un evangelio parcial predicaremos un evangelio corto. Fue el caso del elocuente Apolos, un gran predicador, poderoso en las Escrituras, ferviente de espíritu, elocuente, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas referentes a Jesús, aunque solo conocía el bautismo de Juan (Hch.18:24-25). Predicó en una sinagoga, lo hizo con denuedo, pero cuando le oyeron Priscila y Aquila lo llevaron aparte y le explicaron con mayor exactitud el camino de Dios (Hch.18:26).

Meditemos. ¿Qué predicamos? No basta con hablar de la Biblia, muchos lo hacen pero no alcanzan a transmitir con exactitud el camino de Dios. Pueden ser elocuentes, fervientes y conocedores de la Escritura pero siempre estarán limitados por lo que han aprendido y solo podrán dar lo que tienen, no lo que no saben. Apolos solo sabía acerca del bautismo de Juan. Eso era necesario y bueno, pero no era la totalidad del evangelio. Había que ir más allá. Cuando Pablo llegó a Efeso encontró a algunos discípulos (¡eran discípulos!) que no habían oído hablar del Espíritu Santo cuando creyeron. Piensa. Eran discípulos, habían creído el evangelio pero solo una parte del mismo que no contenía la obra del Espíritu. Solo habían sido bautizados en el bautismo de Juan. Estaban satisfechos, pero incompletos. Así tenemos hoy a muchos cristianos.

         Nuestra fe está limitada a lo que hemos oído y creído. Puede ser una parte del evangelio o todo el evangelio, lo cual limitará o ampliará nuestras experiencias.

64 – Impedidos de hablar la palabra en Asia

La vida en el EspírituPasaron por la región de Frigia y Galacia, habiendo sido impedidos por el Espíritu Santo de hablar la palabra en Asia, y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió (Hechos 16:6-7).

         Los creyentes tenemos a menudo un vocabulario aparentemente bíblico que no siempre concuerda con la verdad de las cosas. Cuando encontramos oposición a lo que pensamos es la voluntad de Dios decimos que el diablo se nos opone y hay que resistirle, pero no siempre es así. Sabemos que predicar el evangelio es la voluntad de Dios, y damos por hecho que debemos hacerlo en cualquier lugar y situación, pero el pasaje que nos ocupa nos enseña que podemos estar muy equivocados. El mismo apóstol Pablo aprendió en este caso que puede tener impulsos y deseos que no concuerdan con la voluntad expresa del Espíritu Santo que es quién dirige la obra misionera. El apóstol de los gentiles acabó comprendiendo que era el Espíritu de Dios quién se les estaba oponiendo y no el diablo. Curiosamente cuando llegan al primer lugar donde el Espíritu les dio permiso de anunciar el evangelio acabaron con sus huesos en la cárcel de Filipos. Todo parecía ocurrir al revés de lo pensado. Sin embargo, Pablo y su equipo de trabajo estaban sujetos a la dirección del Espíritu. Era obediente más allá de sus propias iniciativas y pensamientos lógicos. Fueron impedidos de hablar la palabra en Asia, probaron en otro lugar y el Espíritu de Jesús no se lo permitió. ¡Cómo es posible! Esto no parece encajar con el mandamiento de la gran comisión.

Jesús había dicho: id a todas las naciones, pero ahora impedía que entraran en ciertas regiones ¿por qué? El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Jn.3:8). El poeta dijo: se hace camino al andar. El Espíritu les impidió predicar la palabra en Asia, Misia y Bitinia, pero los encaminó a Macedonia, es decir, a Europa, y de esta manera el evangelio penetraba en el continente donde iba a ser establecido ampliamente. Andar en el Espíritu se aprende caminando con el Espíritu. No siempre tenemos la certeza plena de andar en los caminos de Dios, pero el Señor ordena nuestros pasos si vivimos en obediencia a su voluntad. Pablo lo aprendió y llegó con el evangelio a Europa.

         Podemos estar dispuestos a hablar la palabra pero aún más importante es oír lo que dice el Espíritu y seguirlo.

63 – El Espíritu Santo no impone cargas

La vida en el EspírituPorque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros mayor carga que estas cosas esenciales: que os abstengáis de cosas sacrificadas a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación (Hechos 15:28-29).

         El primer concilio realizado en la ciudad de Jerusalén concluyó con una carta para los hermanos gentiles que vivían en Antioquia, Siria y Cilicia, lugares donde el evangelio había penetrado en el primer viaje misionero de Pablo y Bernabé. En uno de los párrafos de la carta aparece el texto que mencionamos en nuestra meditación. La expresión hace época. La primera parte dice: «pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros». Tenemos aquí el modelo a seguir.

Conocer el sentir del Espíritu Santo debe ser la prioridad máxima de todo pastor, anciano o consejo de iglesia, para luego identificarse con él y actuar en consecuencia. Vemos la cercanía del Espíritu en los discípulos y los hermanos de la iglesia. Son plenamente conscientes de su dirección. Saben que es el Espíritu de verdad que ha venido a guiarlos a toda verdad. Reconocen su primacía para llevar adelante los conflictos que se iban presentando. El consejo no era la voluntad predominante de un líder carismático con mucha personalidad, el consejo de apóstoles y ancianos reunidos estaba sometido a la voluntad del Espíritu de Dios, vivían en comunión con el Espíritu, sabían que de ello dependía el desarrollo del plan de Dios, y no solo era teoría o doctrina fundamental de la iglesia, sino que era experiencia viva y real. ¿Y qué es lo que le había parecido bien al Espíritu y a ellos? «No imponeros mayor carga que estas cosas esenciales». Otra frase para enmarcar.

Ni el Espíritu de Dios ni los apóstoles estaban para poner cargas a los hermanos, sino para aliviarlos. Eso no tenía que ver con vivir una vida sin santidad, lo cual era una obviedad, sino que se trataba de no imponer cargas religiosas que hicieran más pesada la carrera cristiana y añadieran al evangelio obras como base de la aceptación de Dios. En la vida cristiana hay aspectos esenciales que están claramente diseñadas en la Escritura, pero nunca son una carga impuesta desde un liderazgo controlador y jerárquico, sino desde la libertad del Espíritu y el sometimiento a su voluntad. Para ello es fundamental que la iglesia, comenzando por sus responsables, viva llena del Espíritu. Perder esta realidad conduce irremediablemente al levantamiento de un sistema religioso para sostener el edificio sin la vida de Dios, substituyéndolo con las imposiciones arbitrarias de líderes al estilo de Diótrefes y la doctrina de los nicolaítas (3 Jn.9-11) (Apc.2:6,15).

         Cuando vivimos llenos del Espíritu decimos amén a lo que le parece bien.

62 – El primer concilio presidido por el Espíritu

La vida en el EspírituY Dios que conoce el corazón, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo, así como también nos lo dio a nosotros; y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones (Hechos 15:8-9).

         El evangelio había traspasado las fronteras de Israel y llegado a los gentiles. Lo vimos en casa de Cornelio y ahora con el primer viaje misionero de Pablo y Bernabé se amplió. Con ello vinieron los primeros desacuerdos serios a la iglesia primitiva. Se levantó un grupo muy fuerte, llamados judaizantes, que no estaban dispuestos a aceptar la aparente simplicidad del evangelio y querían que los gentiles fueran sumergidos en la cultura y tradiciones judías. El tema del conflicto fue la circuncisión. Este grupo, aferrado a cierto contenido bíblico, quería imponer la necesidad de circuncidarse para ser salvos. Es decir, negaban el potencial del evangelio para salvar al hombre y vinculaban la salvación a la necesidad de hacerse judío mediante el rito de la circuncisión y guardar la ley de Moisés.

Curiosamente la historia posterior daría la vuelta a esta postura obligando a los judíos a dejar de serlo para hacerse cristianos una vez que los gentiles fueron mayoría en la iglesia de los siglos posteriores, pero eso es otra historia, bien larga y triste. Hubo tal discusión por este tema que Pablo y Bernabé decidieron ir a Jerusalén para tratar la cuestión con los apóstoles y ancianos. Se convocó lo que podíamos llamar el primer concilio, y después de mucho debate, se levantó el apóstol Pedro contando lo que había vivido en casa de Cornelio y que ya había comprendido perfectamente. La clave para que Pedro entendiera el gran conflicto que se había presentado en aquel momento fue ver que Dios había dado testimonio, aceptando a los gentiles, dándoles el Espíritu Santo.

Es decir, la señal inequívoca de que los gentiles habían sido aceptados por Dios sin la necesidad de ser circuncidados y guardar la ley ritual y ceremonial de Moisés (no así la ley moral, plenamente vigente) era que Dios les había dado el Espíritu de la misma manera que lo habían recibido el día de Pentecostés. Dios no hizo ninguna distinción entre judíos y gentiles, sino que la fe había purificado los corazones de quienes habían vivido lejos de la ley de Dios. Pedro está reconociendo que en casa de Cornelio el Espíritu Santo se manifestó a los gentiles de la misma manera que a los apóstoles en el Aposento Alto. Y si Dios había dado testimonio mediante el Espíritu, sin que los gentiles fueran circuncidados, era señal evidente de que sus corazones habían sido purificados por la fe en el rey de los judíos.

         El Espíritu Santo dirigía la iglesia del primer siglo incluso cuando había posturas enfrentadas. Vivir llenos del Espíritu resuelve los desacuerdos.

61 – Discípulos llenos de gozo y del Espíritu

La vida en el EspírituY los discípulos estaban continuamente llenos de gozo y del Espíritu Santo (Hechos 13:52).

         La predicación del evangelio avanzaba en las regiones donde nunca había llegado la buena nueva. La estrategia de Pablo y Bernabé era ir primero a los judíos, entraban en la sinagoga y partiendo de la verdad que ya conocían y de la que eran herederos por la fe de Abraham, le predicaban a Cristo el Mesías. A esta primera etapa le seguía el endurecimiento de la mayoría de los judíos que resistían la palabra, entonces Pablo y Bernabé iban con el mensaje a los gentiles. Éstos, con menos prejuicios religiosos y sin herencia bíblica, aceptaban en masa el evangelio. Así lo recogió el autor Lucas. Pero cuando los judíos vieron la muchedumbre, se llenaron de celo, y blasfemando, contradecían lo que Pablo decía. «Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valor y dijeron: Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros; mas ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. Porque así nos lo ha mandado el Señor… Oyendo esto los gentiles, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban ordenados a vida eterna» (Hch.13:45-48).

La palabra del Señor se difundía por toda aquella región y con ella la persecución. No habremos entendido nada de la predicación del evangelio hasta que sepamos y vivamos la realidad de que a toda predicación de la verdad se le opone, más pronto o más tarde, una oposición activa de aquellos que la rechazan. Sean judíos celosos de sus tradiciones o religiosos de cualquier tipo, la predicación del evangelio siempre encuentra hostigamiento. La verdad confronta. El evangelio es impopular para los que se pierden y poder de Dios para los que se salvan.

La persecución nunca paralizaba a los discípulos, los espoleaba. Pablo y Bernabé eran un buen ejemplo de esta verdad. Así que los que recibían la palabra lo hacían en medio de gran tribulación con gozo del Espíritu (1 Tes. 1:6). ¡Vaya paradoja! No era un gozo superficial y carnal, entretenimiento y pasatiempo, no, era el gozo unido a la llenura del Espíritu Santo. Ese gozo superaba el conflicto por la oposición. Y la llenura del Espíritu seguía capacitándolos para mantenerse firmes en medio de aquella generación torcida y perversa. Los discípulos estaban continuamente llenos de gozo y del Espíritu. Continuamente. Era un gozo no circunstancial sino consustancial al vino nuevo del evangelio.

         La fuerza de la vida de Dios que contiene el evangelio supera cualquier oposición por aceptar la verdad.

60 – La confrontación inevitable

La vida en el EspírituEntonces Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando la mirada en él, dijo: Tú, hijo del diablo, que estás lleno de todo engaño y fraude, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de torcer los caminos rectos del Señor? Ahora, he aquí, la mano del Señor está sobre ti; te quedarás ciego y no verás el sol por algún tiempo (Hechos 13:9-11).

         Después de dejar el compañerismo y la comunión con los hermanos de la iglesia en Antioquia, Bernabé, Saulo y el joven Juan Marcos, se adentran en territorio hostil. Toda predicación del evangelio es una entrada al reino de las tinieblas. Muy pronto aparece la confrontación y aquellos que han pensado divertirse pasando las vacaciones evangelizando se dan cuenta que se trata de otra cosa, no es como habían imaginado.

La predicación del evangelio pone a las personas cada una en su lugar; hace que aflore la naturaleza mala que todos hemos heredado y se establece una división inevitable entre los que reciben la palabra de verdad y quienes se oponen a ella. El mejor método evangelístico es estar lleno del Espíritu Santo. Pablo lo estaba, Bernabé también, en cuánto al joven Juan Marcos no estoy tan seguro si así era en aquel momento de su vida.

Llegados a una ciudad de la isla de Chipre llamada Pafos, tiene lugar la división presente en toda predicación genuina: los que quieren oír la palabra y aquellos que se oponen a ella. El procónsul Sergio Paulo deseaba oír la palabra de Dios, pero el mago y falso profeta que tenía cierta influencia sobre la autoridad romana se opuso, seguramente intuyendo malévolamente los cambios que tendrían lugar en la ciudad alejado de sus intereses. Entonces Saulo, a quién desde este momento se le cambia el nombre por el de Pablo, lleno del Espíritu Santo y fijando la mirada en el falso profeta le conmina de la siguiente manera (no pierdas detalle del vocabulario del apóstol porque nuestra semántica y eufemismos actuales pretenden diluir una parte del mensaje y edulcorarlo): Tú, hijo del diablo, que estás lleno de todo engaño y fraude, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de torcer los caminos rectos del Señor? Ahora, he aquí, la mano del Señor está sobre ti; te quedarás ciego y no verás el sol por algún tiempo.

¡Dios mío, que falta de tacto de Pablo! Qué lenguaje más violento, dirán algunos. Sin embargo, Pablo estaba lleno del Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, que se opone al engaño y la mentira, y a quienes tuercen los caminos del Señor. El impacto de sus palabras fue tan fuerte que el procónsul creyó maravillado de la doctrina del Señor. Y yo digo: Amén.

         El Espíritu Santo en nosotros nos impele a confrontar la mentira y el error si somos de la verdad.