En los Salmos (XXI) – El dominio universal del Rey
YHVH dijo a mi Señor: siéntate a mi diestra, hasta que oponga a tus enemigos por estrado de tus pies. YHVH enviará desde Sion la vara de su poder… quebrantará a los reyes en el día de su ira. Juzgará entre las naciones… (Salmos 110:1-6)
Estamos ante el texto más citado en el Nuevo Testamento. Una vez que el Mesías-Rey consumó su obra de redención en la tierra se sentó a la diestra de Dios en las alturas. Jesús fue glorificado en el cielo, recibido arriba en gloria (1 Tim.3:16), como parte del misterio de la piedad que había sido consumado.
La entronización de Jesús tuvo una primera consecuencia en la tierra: fue derramado el Espíritu Santo sobre los discípulos para realizar la obra que les había sido encomendada (Jn.7:39) (Hch.2:33). Una y otra vez se apela a esta verdad trascendental y definitiva en los escritos de los apóstoles (Mt.26:64) (Mr.14:62; 16:19); (Lc.22:69); (Hch.2:34-35; 7:55-56); (Rom.8:34); (1 Co.15:24); (Ef.1:20); (Col.3:1); (Heb.1:3,13); (10:12-13; 12:2); (1 P.3:22); (Apc.3:21). Este hecho único tiene una significación sublime en el devenir de la historia universal. Ahora Jesús tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra. A él están sujetos: ángeles, autoridades y potestades (1 P.3:22). Tiene un nombre que es sobre todo nombre. Y está esperando a que todos sus enemigos sean puestos bajo el estrado de sus pies mediante la autoridad delegada a los suyos en la tierra.
El que ha sido hecho Señor y Mesías, volverá como Rey universal de todas las naciones para reinar desde Jerusalén. Lo hará como Juez justo para dar retribución a los que no obedecieron a la verdad (2 Tes. 1:5-10). Eso será en el reino mesiánico venidero, para posteriormente, después de la última batalla, una vez que el diablo haya sido liberado del abismo, en la que será derrotado para siempre y echado al lago de fuego y azufre. Entonces será establecido el reino celestial y eterno para siempre. Será establecido el dominio sobre todas las fuerzas rebeldes que se confabularon contra el Soberano Rey de reyes y Señor de señores.
Aquel dominio que fue entregado a Adán, y que usurpó el diablo, para llegar a ser el príncipe de este mundo, y de la potestad del aire, el espíritu que opera en los hijos de desobediencia. También será vencida la muerte y su poder, el postrer enemigo, cuyo imperio fue establecido mediante la entrada del pecado en el mundo por el hombre, a quienes ha tenido cautivos bajo su servidumbre durante toda la vida (Heb.2:14,15). Un verdadero Hombre ha vencido y es hoy nuestro representante en el cielo.
Jesús es Hombre y Dios, Señor y Mesías, nuestro Rey glorificado a la diestra del Padre con toda autoridad para regresar y reinar en Jerusalén.