De Él y para Él son todas las cosas
Porque de Él, por El y para El son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén (Romanos 11:36). Para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quién proceden todas las cosas y nosotros somos para El; y un Señor, Jesucristo, por quién son todas las cosas y por medio del cual existimos nosotros (1 Corintios 8:6).
Antes de acabar esta serie sobre la realidad del hombre y la mujer antes de la caída me gustaría recapitular lo visto en las anteriores meditaciones. La Escritura no deja lugar a dudas que Dios es el Creador de todas las cosas, incluido el hombre, y fueron hechas por Él y para Él. De Dios proceden todas las cosas, y nosotros somos para Él. Hay un Señor, el Mesías, por quién todas las cosas subsisten, y por medio del cual existimos nosotros. Pablo lo resumió con estas palabras: «Esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quién soy y a quién sirvo». Este es el propósito original de Dios que se vio perturbado por la aparición de una rebelión pre-adámica.
Hemos visto, sin embargo, que antes de ese momento trascendental Dios creó al hombre recto, con una naturaleza justa, aunque el hombre se buscó muchas perversiones posteriores. Somos el resultado de la voluntad expresa de un Dios Creador que decidió soberanamente traernos a existencia. Además puso en el hombre su propia imagen y semejanza, que como vimos, al margen de su aspecto físico, creemos que tiene que ver con el ámbito espiritual, racional, moral e inmortal con el que fuimos creados. Se le dio dominio sobre toda la creación natural y animal, fue constituido mayordomo bajo la soberanía del Hacedor.
Dios produjo también las condiciones para que el ser creado a su imagen tuviera abundante provisión para todas sus necesidades. Sopló en él aliento de vida, fue hecho un ser viviente –el apóstol Pablo lo dividiría en un ser tripartito: espíritu, alma y cuerpo− y lo puso en medio de un lugar amplio, hermoso y placentero: el huerto del Edén.
Además trajo al hombre una ayuda idónea que fue tomada del varón, la mujer, para que lo complementara, fuera su compañera y pudieran compartir juntos la inmensa creación de Dios formando una familia con capacidad reproductiva. El hombre la recibió y fueron hechos una sola carne. Estaban vestidos de la gloria de Dios, alejados de la vergüenza y el temor, manteniendo comunión y relación cercana y amistosa con el Rey del Universo.
La entrada del mal rompió ese mundo. Fueron expulsados del paraíso y obligados a vivir en unas condiciones mucho peores.
El Señor Dios tenía un plan regenerador para recuperarlos, porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén.