Vestidos de piel
Y el Señor Dios hizo vestiduras de piel para Adán y su mujer, y los vistió (Génesis 3:21)
Los juicios de Dios sobre el hombre y la mujer no anulan su misericordia. No es un juicio por venganza, sino por justicia. Tampoco se desentiende de ellos, sigue siendo proveedor para todas sus necesidades. Dios hace salir el sol sobre justos e injustos. La misericordia de Dios triunfa sobre el juicio, pero no lo anula. Sus misericordias son nuevas cada mañana, pero no tendrá por inocente al culpable.
La bondad de Dios para con los hijos de los hombres le llevó a hacer vestiduras de piel para Adán y su mujer. Dios los vistió aunque habían transgredido su ordenanza. Este es el Dios revelado en la Escritura: no vengativo, sino justo.
El hombre había quedado desnudo. Perdieron la vestidura de la gloria de Dios que los cubría, por lo que se hicieron ellos mismos un vestido de hojas de higuera. Sin embargo, el Señor les hizo un vestido mejor, de piel, para ello tuvo que sacrificar algún animal, figura del Cordero que habría de venir. Más adelante un nuevo vestido de gloria les devolvería la dignidad de hijos. Dios los vistió de forma provisional hasta la llegada del Mesías.
La gloria perdida tendrá un recorrido progresivo hasta reencontrarse de nuevo con el hombre caído. Esa gloria descenderá al tabernáculo del desierto en días de Moisés. Luego vendría sobre el templo de Salomón en Jerusalén. Y por último aparecerá en la persona del Hijo unigénito de Dios. Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn.1:14). Este principio de sus señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en El (Jn. 2:11).
En su oración sacerdotal Jesús se expresó así ante el Padre: La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno… Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado… (Jn.17:22,24). En Cristo recuperamos la gloria perdida. En él somos glorificados (Ro.8:30). Hemos sido predestinados para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo (Ro.8:29).
El Dios que nos creó, y juzgó nuestro pecado, es el mismo que sacrificó un animal, (figura del Cordero que había de venir), para vestir al hombre, apuntando al último sacrificio, el de su Hijo, y revestirnos de la gloria recuperada en el Mesías.
El Señor que juzga es el mismo que nos viste de justicia a través del Cordero inmolado que quita el pecado del mundo.