17 – LA LUCHA INTERIOR – El juicio de Dios sobre Edom

Lucha interiorEl juicio de Dios sobre Edom

Porque mi espada está embriagada en el cielo, he aquí, descenderá para hacer juicio sobre Edom y sobre el pueblo que yo he dedicado a la destrucción. La espada del Señor está llena de sangre… porque el Señor tiene un sacrificio en Bosra, y una matanza en la tierra de Edom  (Isaías 34:6).

Esta establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio (Hebreos 9:27). La Biblia no es un compendio de palabras bonitas nada más. En sus páginas encontramos la revelación de Dios y su carácter. Dios es misericordioso, pero no tendrá por inocente al culpable. Hay un día fijado en el cuál Dios juzgará a todos los hombres y todas las naciones, por medio de un hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos (Hch.17:30-31).

Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo y seremos juzgados conforme a mi evangelio, decía Pablo (Ro.2:16). Hay un día señalado para el juicio a las naciones también. Los profetas de Israel lo anunciaron una y otra vez. Hoy preferimos ignorarlos y quedarnos con los mensajes aguados de predicadores de pensamiento positivo. Pero está escrito que tenemos la palabra profética más segura, a la cual debemos estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro. No podemos escoger de la Escritura los pasajes que nos hacen sentir bien para realizar nuestros «sueños», y olvidar las advertencias proféticas que nos hablan de nuestro engañoso corazón.

El profeta Isaías dice que la espada del Señor está llena de sangre, el Señor tiene un sacrificio en Bosra, una de las ciudades importantes del reino de Edom. En la tierra de Edom habría una gran matanza. El reino edomita quedaría destruido por completo y toda clase de animales harían su morada en él.

Juan revela en Apocalipsis el día de la ira de Dios y del Cordero. La llegada del reino mesiánico establecerá la justicia en la tierra. Las naciones y sus reyes quedarán expuestos ante su maldad, y Dios juzgará toda obra de la carne. La naturaleza pecaminosa de Esaú está destinada para el fuego. Tiene fecha de caducidad. La sangre de los mártires será juzgada. La sangre de los inocentes clama delante del trono de Dios, como lo hizo la sangre de Abel. La paga del pecado es muerte. Todo lo que el hombre siembra eso siega.

Todos aquellos que viven según la carne, entregados a pasiones desordenadas, esclavos de deleites diversos, que tienen apariencia de piedad pero niegan su eficacia, serán entregados a la espada del Señor. Jesús dijo: la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.

         Hay un día para el juicio de Edom y todos los que viven en su tierra; como hay un día cuando el lucero de la mañana aparecerá en nuestros corazones y nos gozaremos con gozo inefable y glorioso.

16 – LA LUCHA INTERIOR – Las obras de la carne de Edom

Lucha interiorLas obras de la carne de Edom

Así dice el Señor: Por tres transgresiones de Edom, y por cuatro, no revocaré su castigo, porque con espada persiguió a su hermano, y suprimió su compasión; su ira continuo despedazando y mantuvo su furor para siempre (Amós 1:11-12)

El profeta Amós es uno de los diversos profetas de Israel que emiten el juicio de Dios contra Edom. En este pasaje podemos ver algunas de las características de la naturaleza pecaminosa de este pueblo. El carácter violento, dedicado a la guerra, sin compasión, lleno de ira perpetua y un furor para siempre. Enemigos todos ellos con los que cada ser humano tiene que combatir en algún momento de nuestra historia.

Pablo enseña en sus cartas que debemos alejarnos de nuestra vieja manera de vivir, cuando andábamos en la vanidad de nuestra mente, entenebrecido el entendimiento, excluidos de la vida de Dios, endurecidos de corazón, insensibles, entregados a la sensualidad, hablando mentiras, robando, saliendo de nuestra boca palabras corrompidas, dando lugar al diablo, resistiendo al Espíritu (Efesios 4:17-30). Y culmina así: Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia (Ef.4:31). Aquí tenemos la misma naturaleza de Esaú/Edom.

El profeta Amós nos dice que Dios no tolerará más el pecado de Edom y envía su juicio para depurarlo. Los apóstoles han anunciado el juicio de Dios sobre el hombre caído, su muerte en la cruz del Calvario. Y los que andan según la carne no pueden agradar a Dios; la mente puesta en la carne es  muerte (Ro.8:8,6).

Esaú dirigió su maldad hacia su hermano Israel. Buscó en sus parientes el objeto de su ira y el destino de su furor, ¿por qué? porque anidaba en su corazón la amargura ancestral heredada de los padres. La ira y el odio acumulado por generaciones, en familias o pueblos, dan lugar a manifestaciones de violencia inusitada en ciertos momentos. Lo vemos hoy en el enfrentamiento árabe-israelí; lo vemos en el odio nacionalista y separatista; lo vemos en las rivalidades étnicas y el odio al extranjero, lo estamos viendo en Ucrania.

Edom está muy cerca de nosotros. Esaú ha invadido nuestro corazón con su falta de compasión. Estamos atrapados en amarguras hereditarias que engendran contaminación por donde quiera que pasan. Necesitamos la voz del profeta y el apóstol para emitir el juicio contra Edom, −el viejo hombre−, y vestirnos del nuevo por la resurrección de Jesús, el postrer Adán.

         Despojémonos del viejo Esaú, y vistámonos del nuevo hombre creado en Cristo en justicia y santidad de la verdad.

15 – LA LUCHA INTERIOR – Los enemigos de Israel

Lucha interiorLos enemigos de Israel

Hacen planes astutos contra tu pueblo, y juntos conspiran contra tus protegidos. Han dicho: Venid, y destruyámoslos como nación, para que ya no haya memoria del nombre de Israel. Porque de corazón han conspirado a una; hacen pacto contra ti: las tiendas de Edom y de los ismaelitas… y Amalec  (Salmos 83:3-7).

La Biblia tiene dos planos, uno físico y otro espiritual. Hay dos tipos de batalla, una física, que vivió y vive de forma literal Israel; y otra espiritual en la que combate la iglesia del Señor. Hay una Jerusalén terrenal y otra celestial. Una tierra física donde Dios establece su lugar de manifestación en el templo, y otra en el plano espiritual por el Espíritu de Dios. Las dos se complementan, forman parte del mismo propósito de Dios en dos vertientes: una física y otra espiritual.

Israel tiene enemigos físicos: las naciones que la rodean. La iglesia tiene enemigos espirituales que operan a través del ámbito natural. Las armas de Israel han sido y son armas convencionales, las de la iglesia son armas espirituales para luchar en el ámbito del Espíritu. Estas dos verdades las tenemos por toda la Escritura.

Israel tuvo enemigos, y los tiene, que quieren destruirla, conspiran contra ella, quieren borrar su nombre del mapa, es una espina en un territorio dominado por el Islam a día de hoy. En el salmo 83 encontramos una serie de naciones que tienen un propósito común: la destrucción de Israel. A la cabeza de esas naciones se encuentra Edom y los ismaelitas, ambos descendientes de Abraham, hijos de la carne, no de la promesa ni de la elección soberana de Dios.

Curiosamente todas las naciones mencionadas en este salmo tienen hoy algo en común: son musulmanas y enemigas de Israel. Tienen, a pesar de sus múltiples divisiones y rivalidades, un factor común: su odio a Israel.

La iglesia ha cometido históricamente un error grave, ha pensado que los enemigos de Israel no tienen nada que ver con ella. Sin embargo, si somos descendientes de Abraham por la fe en el Mesías, compartimos una misma herencia, una misma esperanza y también un enemigo común.

El diablo ha venido a matar, robar y destruir, y lo hace a través de la descendencia de Esaú, de los ismaelitas o los amalecitas, una naturaleza opuesta a la voluntad de Dios; hijos de ira, diría Pablo. Todos nosotros hemos heredado esa naturaleza, pero en Cristo hemos sido regenerados. Ahora somos injertados en Israel, sus pactos y promesas, por tanto, compartimos enemigos, los enemigos de la voluntad de Dios en la tierra.

         Los enemigos de Israel son también los nuestros. Usemos las armas espirituales para combatir a favor del advenimiento del reino mesiánico.

14 – LA LUCHA INTERIOR – El reino y los reyes de Edom

Capítulo 2

EDOM ENEMIGO DE ISRAEL

  1. El reino y los reyes de Edom (Génesis 31,43).
  2. Los enemigos de Israel (Salmos 83:3-7).
  3. Las obras de la carne de Edom (Amós 1:11-12)
  4. El juicio de Dios sobre Edom (Isaías 34:6).
  1. El profeta Jeremías sobre Edom (I) (Jeremías 49:20).
  2. El profeta Jeremías sobre Edom (II) (Jeremías 49:20 LBLA).
  3. El profeta Jeremías sobre Edom (III) (Jeremías 49:20).
  1. El profeta Abdías sobre Edom (I) (Abdías 1 LBLA).
  2. El profeta Abdías sobre Edom (II) (Abdías 10 LBLA).
  3. El profeta Abdías sobre Edom (III) (Abdías 15 LBLA).
  4. El profeta Abdías sobre Edom (IV) (Abdías 17,21 LBLA).
  1. El profeta Ezequiel sobre Edom (I) (Ezequiel 25:12-14 LBLA).
  2. El profeta Ezequiel sobre Edom (II) (Ezequiel 35:1-5 LBLA).
  3. El profeta Ezequiel sobre Edom (III) (Ezequiel 35:6 LBLA).
  4. El profeta Ezequiel sobre Edom (IV) (Ezequiel 35:10 LBLA).
  5. El profeta Ezequiel sobre Edom (V) (Ezequiel 35:12 LBLA).
  6. El profeta Malaquías sobre Edom (Malaquías 1:4 LBLA).

 

Lucha interiorEl reino y los reyes de Edom

Estos son los reyes que reinaron en la tierra de Edom, antes de que rey alguno reinara sobre los hijos de Israel… Estos son los jefes de Edom, es decir, Esaú, padre de los edomitas, según sus moradas en la tierra de su posesión   (Génesis 31,43).

Si Esaú representa el reinado de la carne, en este texto vemos que es anterior al reinado davídico. Esaú fue reino antes que Israel. Nacemos bajo el gobierno de un rey edomita, hijo de la carne, y necesitamos un traslado al reino de su amado Hijo Jesús. Es lo que nos dice el apóstol de los gentiles en Colosenses 1:13.

Esaú está opuesto a Dios pero mantiene un reino. Dios le permitió poseer el monte Seir, donde se establecieron de manera inexpugnable hasta la caída del juicio de Dios. Se dice que Petra, la ciudad jordana, famosa por su excavación en la roca, formaba parte del reino de Edom. Creyeron ver en ella una fortaleza inexpugnable, lo cual les hizo soberbios de tal forma que pensaron que ni el Dios de Israel podría derribarlos. La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que habitas en las hendiduras de la peña, en las alturas de tu morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará por tierra? Aunque te remontes como el águila, y aunque entre las estrellas pongas tu nido, de allí te derribaré, declara el Señor (Abdías 3,4).

Edom ya era reino cuando Israel iba de camino a heredar la promesa de la tierra de Canaán. Moisés envió mensajeros al rey de Edom para que pudieran pasar por su territorio, pagando los gastos ocasionados, pero no se lo permitieron. La naturaleza de Esaú se impuso: Por tu espada vivirás (Gn. 27:40). La violencia y falta de compasión era su hábitat natural. No permitió a Israel pasar por su tierra, por lo que tuvieron que dar un gran rodeo (Núm. 20:14-21). Mantuvo el enojo, el rencor y la violencia. Habían pasado muchos años desde la enemistad de Esaú hacia Jacob, pero el rencor seguía vivo en sus descendientes. No hay reconciliación posible entre la carne y el Espíritu. Estos se oponen entre sí.

La historia de Israel nos muestra también que en ciertas ocasiones se dejaron contaminar por las formas, hábitos y sistemas de la naturaleza de Esaú. Llegado el momento pidieron un rey para ser igual que las naciones vecinas. De la misma manera, los creyentes carnales dejan que gobierne sus vidas las pasiones de la carne. La historia de la iglesia no es mejor que la historia de Israel. Ambas tienen aspectos comunes. Los gálatas comenzaron por el Espíritu, tras la predicación de Pablo, y se volvieron a los viejos rudimentos de la naturaleza edomita.

         El hombre nuevo pertenece al reino de Dios y no debe imitar a Esaú.

13 – LA LUCHA INTERIOR – Vidas paralelas

Lucha interiorVidas paralelas

Estas son las generaciones de Esaú, es decir Edom. Esaú tomó sus mujeres de las hijas de Canaán… Y habitó Esaú en la región montañosa de Seir; Esaú es Edom…   (Génesis 36:1,2,8).

En la Biblia tenemos la historia de la salvación. Ese proceso histórico tiene lugar en el seno de una familia: Abraham y Sara; en la formación de un pueblo: Israel; y una tierra: Eretz Israel, donde se cumplen los propósitos de Dios para revelar a su Hijo y traer salvación a todas las familias y naciones de la tierra. Los autores bíblicos, coordinados por el Espíritu Santo, van siguiendo la descendencia o simiente de Abraham hasta desembocar en el cumplimiento del tiempo, el advenimiento del Mesías y el plan de redención manifestado a través del evangelio para luz de todas las naciones.

En la familia de Abraham y Sara también hay otros descendientes que no son parte de la promesa de Dios. Uno de los más relevantes es Esaú (nieto de Abraham), que vivió separado de su hermano Jacob, pero lo suficientemente cerca para manifestar una naturaleza opuesta al portador de las promesas.

Jacob y Esaú son vidas paralelas en gran parte de la Escritura. Opuestos entre sí. Enemigos. Con intereses distintos. La soberanía de Dios los separó. Ambos reciben herencia. Esaú recibió el monte de Seir. En el capítulo 36 de Génesis se nos da su genealogía. También se llama Edom, que significa rojizo, el color del guisado por el que menospreció la primogenitura (Gn.25:30,31). Tomó mujeres idólatras de las hijas de Canaán. En todo ello vemos una naturaleza opuesta a la voluntad de Dios.

Pues bien, el rencor de Edom hacia Jacob se perpetuó en sus descendientes. Sus hijos heredaron el pecado de su padre y se afirmaron en él. Encontramos los descendientes de Esaú, el reino de Edom, en muchos momentos de la historia del pueblo de Israel. Los profetas de Israel pronunciaron el juicio de Dios sobre Esaú, que finalmente desapareció de la historia, aunque su naturaleza de odio a Israel se ha mantenido en otros pueblos vecinos que han vivido cerca de Israel.

El espíritu de Esaú ha llegado hasta nuestros días, lo encontramos en dos vertientes, una física, contra la restauración de Israel en su tierra; y otra espiritual, contra la iglesia de Dios para impedir el avance del evangelio a las naciones. Haremos un recorrido del desarrollo del carácter de Esaú en próximas meditaciones.

         Israel tuvo y tiene un Esaú opuesto a su restauración. La iglesia lo tiene en el hombre carnal, opuesto a ser transformado a la semejanza de Cristo.

12 – LA LUCHA INTERIOR – El temor a Esaú

Lucha interiorEl temor a Esaú

Líbrame, te ruego, de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque yo le tengo miedo, no sea que venga y me hiera a mí y a las madres con los hijos  (Génesis 32:11).

Esaú es un tipo de la vida carnal, el hombre viejo, el que se opone a Dios y sus designios. Es enemistad contra Dios. No puede agradarle. Dios aborrece a Esaú. Nosotros también debemos aborrecer la ropa contaminada por su carne (Jud.23).

Esaú menosprecia la herencia de Dios, se une con la idolatría a través de matrimonios con mujeres idólatras; trae dolor a la casa de sus padres por la desobediencia; es violento y vive por su espada, −de sus propios recursos carnales−; le puede el rencor al sentirse engañado por su hermano, aunque antes él mismo ha menospreciado la primogenitura, y se consuela con el deseo de matarle para satisfacer sus apetitos homicidas. Todo ello hace que su hermano huya de su presencia y ahora le atemorice volver a encontrarse con él.

Jacob, por su parte, ha estado muchos años lejos del hogar, ha tenido que vivir apartado, huir de su familia para quedar lejos del alcance homicida. Ha vivido como extranjero y experimentado una transformación de su carácter que le hace muy distinto a la persona que era cuando partió de su casa.

Podemos vivir un tiempo lejos del poder del hombre carnal, pero llegará el día cuando tendremos que volver a encontrarnos con él. Ese día, como Jacob, habremos aprendido a temerle, no por miedo a su persona, sino por no fiarnos de nosotros mismos. Buscaremos a Dios con todo nuestro corazón para que nos libre de Esaú y podamos prevalecer sobre la carne.

La lucha interior será fuerte un tiempo, pero llega el día cuando la transformación de Jacob, −no la de Esaú−, nos colocará en posición de superar a este enemigo constante. Podemos avanzar hacia la heredad pero no evitaremos otros peligros y conflictos; tendremos cerca a Esaú rondando por el territorio donde nos movemos, pero hemos aprendido a buscar a Dios, levantar su altar, depender de su gracia y soberanía.

Temer a Esaú nos quiere enseñar que siempre estaremos en situación de encontrarnos con el viejo hombre, aprendiendo que el temor de Dios nos librará de todo temor de hombres. La vida de oración será una necesidad vital para encontrar recursos espirituales y vencer, sin caer en la tentación. Velad y orad para que no entréis en tentación. A la verdad, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.

         El proceso de lucha interior que representan Esaú y Jacob nos debe conducir al temor de Dios para vivir lejos del temor del hombre.

11 – LA LUCHA INTERIOR – Consuelo con la idea de matar

Lucha interiorConsuelo con la idea de matar

Cuando las palabras de Esaú, su hijo mayor, le fueron comunicadas a Rebeca, envió a llamar a Jacob, su hijo menor, y le dijo: Mira, en cuanto a ti, tu hermano Esaú se consuela con la idea de matarte  (Génesis 27:42).

Amán se consoló con la idea de matar, no solo a Mardoqueo, sino a todo el pueblo de Israel. La naturaleza de Esaú estaba operando. Hitler se consolaba con la idea de matar a todos los judíos para dar satisfacción a su antisemitismo desbocado. Esaú estaba actuando. Hay maridos que se consuelan con la idea de matar a sus mujeres, algunos lo consiguen, pensando que eso pondrá fin a sus desdichas o calmará su odio. Allí tenemos a Esaú en acción. Saúl se consolaba con la idea de matar a David y poner fin al menosprecio que supuso el cántico de las mujeres que le dieron a él miles y a David diez miles. Esaú estaba actuando. Cuando una mujer se consuela con la idea de matar a su hijo en el seno materno, allí está Esaú operando. Este tipo de consolación se ha repetido en la historia del hombre desde que Caín mató a Abel.

Las guerras fratricidas vienen a ser un deseo de reponer nuestra voluntad sobre la de aquellos que no piensan como nosotros. Eso fue lo que ocurrió en la guerra civil española y que algunos han pretendido reavivar no hace mucho. Allí está la simiente de Esaú. Simiente heredada de la naturaleza pecaminosa que brotó en aquel querubín caído. Algunos judíos quisieron matar a Jesús, y a la vez pretendían ser hijos de Abraham. El Maestro descubrió la naturaleza verdadera de sus intenciones. Sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Allí estaba la simiente de Esaú.

No hay verdad alguna en la idea de consolarse con la muerte de tu prójimo, lo que hay es una naturaleza mala, opuesta a Dios, que Él aborrece, y de la que debemos huir.

Rebeca, madre de Esaú y Jacob, aconsejó a su hijo menor huir. El consejo es este: Ahora, pues, hijo mío, obedece mi voz: levántate y huye a Harán, a casa de mi hermano Labán. Y quédate con él algunos días hasta que se calme el furor de tu hermano; hasta que la ira de tu hermano contra ti se calme, y olvide lo que le hiciste. Entonces enviaré y te traeré de allá. ¿Por qué he de sufrir la pérdida de vosotros dos en un mismo día? (Gn. 27:43-45). Y Jacob obedeció a su madre, reconociendo en ella la voz de Dios para salvar su vida. Como dice el proverbio: No dejes la enseñanza de tu madre (Pr.6:20).

         Si el consuelo es matar, la naturaleza que está operando es la de Esaú.

10 – LA LUCHA INTERIOR – El rencor quiere matar

Lucha interiorEl rencor quiere matar

Esaú, pues, guardó rencor a Jacob a causa de la bendición con que su padre lo había bendecido; y Esaú se dijo: Los días de luto por mi padre están cerca; entonces mataré a mi hermano Jacob  (Génesis 27:41).

Alguna razón podía haber tenido Esaú para aborrecer a su hermano, aunque él mismo había menospreciado la primogenitura. El menospreciador nunca tiene en cuenta las consecuencias de sus actos. Se alimenta de rencor dirigido a matar. El rencor mata. Está en su ADN. El resentimiento primeramente destruye la salud interior de uno mismo, luego quiere alargar su extenso brazo para alcanzar a todo aquel que vea como objeto de su aflicción. Nunca piensa en la responsabilidad que pueda haber contraído él mismo. Está orientado a buscar culpables de sus desdichas, sin reparar en ningún momento que pudiera haberlas atraído él mismo, o al menos ser parte de ellas.

Esaú quedó ciego de rencor cuando supo que le habían suplantado en la primogenitura. Cuando se sintió engañado no pudo recordar que él mismo la había menospreciado. El corazón malo nunca recuerda sus propias acciones pecaminosas, solo ve enemigos que le han robado lo que un día desestimó. Ahora es dominado por el deseo de matar, aunque sea a su propio hermano.

El rencor ciega y apaga los afectos naturales. Y toda esta lucha forma parte de nuestro conflicto interior. Cuando vemos que Dios ha bendecido a otros hermanos más que a nosotros podemos quedar atrapados en la envidia y el resentimiento de sentirnos despreciados, aunque el Señor nos haya dado distintos dones y funciones que complementan la familia de la fe. Formamos parte de un mismo cuerpo, y en el cuerpo hay diversidad.

Si el rencor está presente no podremos aceptar, ni reconocer, la función de otros, nos ciega la soberbia de no estar contentos con lo que hemos recibido. Queremos la función del otro, pensamos que somos tratados injustamente por Dios, no aceptamos su soberanía, sino que buscamos poner tropiezos y estorbar el bienestar del prójimo. Hemos dado lugar al diablo. El diablo viene a matar.

No seamos condescendientes ni contemplativos ante el levantamiento de Esaú. Necesitamos huir. Jacob tuvo que huir de su hermano, separarse de él. Eran incompatibles. Esaú no pensaba en el arrepentimiento sino en la oportunidad favorable para matar a Jacob. Cuando la destrucción del hombre nuevo está en juego debemos huir lejos, a Harán.

         La lucha interior puede llevarnos al extremo de odiarnos a nosotros mismos y pretender nuestra propia muerte, llevados por el rencor de Esaú.

9 – LA LUCHA INTERIOR – Por tu espada vivirás

Lucha interiorPor tu espada vivirás

Por tu espada vivirás, y a tu hermano servirás; mas acontecerá que cuando te impacientes, arrancarás su yugo de tu cerviz  (Génesis 27:40).

El hombre carnal tiene la fortaleza en sus propios recursos. Sabe que depende de él mismo, por ello todo su intento es perfeccionar sus habilidades, destreza, recursos y posibilidades. Está orientado hacia su pericia natural. Puede mantener las ceremonias religiosas tradicionales y culturales, pero solo serán eso, tradición de hombres alejados de la revelación de Dios. Puede incluir en su vida la dimensión religiosa, pero él mismo será su gobernador. Por tu espada vivirás.

Necesitará la violencia para imponer sus criterios y conseguir sus metas. Tendrá que manipular y engañar en los negocios porque de otra forma no conseguirá los objetivos marcados. Forcejeará con muchos para abrirse camino. Meterá codos y zancadillas con el fin de alcanzar sus objetivos. Sabe que sin la fuerza de su voluntad y la destreza de sus manos no puede llegar a las metas establecidas. Por tanto, desgastará sus fuerzas hasta que las consuma. Llegará al agotamiento y no tendrá reposo porque el descanso viene por la fe en aquel que es más fuerte, el Fuerte de Jacob.

Este es el mensaje de la Escritura para el hombre espiritual: No es con espada, ni con ejércitos, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor de los ejércitos… No depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia… Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican… Fíate del Señor, de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento, reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas.

No hablamos de pasividad, ni misticismo paralizante. Hablamos de la lucha interior que todos nosotros mantenemos entre nuestros propios recursos humanos y los del hombre renacido. Pablo dijo: Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí. Y lo que ahora vivo, lo vivo en la fe del Hijo de Dios. No creo que podamos acusar al apóstol de falta de actividad. Él dijo: He trabajado mucho más que todos ellos, pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.

Por tanto, el Esaú que anida en nuestro interior pretende vivir por la espada y la violencia. Ese fue el sello de la Inquisición. Una cruz invertida se convierte en espada en manos del hombre carnal. Pero la cruz de Jesús en nuestros corazones nos da la fuerza para sobreponernos a nuestra debilidad, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. Nuestra competencia procede de Dios.

         Esaú vive por la espada pero sirve a Jacob. El hombre carnal pretende el dominio pero debe rendirse al poder de la resurrección del hombre nuevo.

8 – LA LUCHA INTERIOR – La elección de mujer

Lucha interiorLa elección de mujer

Cuando Esaú tenía cuarenta años, se casó con Judit, hija de Beeri hitita, y con Basemat, hija de Elón hitita; y ellas hicieron la vida insoportable para Isaac y Rebeca  (Génesis 26:34-35).

El hombre carnal no tiene en cuenta a Dios para elegir mujer con quién emparentarse. El apóstol nos ha dejado la máxima: No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque la concordia no será posible. Pretender la paz familiar uniéndose a mujeres idólatras no es posible. Escoger mujer por iniciativa propia sin el consentimiento de los padres puede resultar perturbador.

Esaú tenía cuarenta años, podía haber escogido mujer de otra forma, pero lo hizo llevado por las pasiones desordenadas de los incrédulos. Sabiendo que sería dañino para sus padres no le importó. Aquí no se trata de caprichos afectivos, ni de intereses económicos, tampoco de romanticismo de serie televisiva. La naturaleza de Esaú le lleva a escoger mujer de forma contraria a la voluntad de Dios. Sus padres son portadores de la bendición del Eterno, herederos de la promesa dada a Abraham y su descendencia, por ello unirse a mujeres idólatras era contrario al deseo de sus padres.

El desarrollo del carácter de Esaú le condujo a un deterioro progresivo en todas sus iniciativas. Así es el proceso del hombre carnal cuando domina nuestras decisiones. Dios lo aborrece. La decisión de Esaú, −mayor de edad−, para escoger mujer, hizo la vida de sus padres insoportable. Emparentó con el pueblo hitita, un pueblo originario de Anatolia, —la actual Turquía —, que seguramente ofrecía a los ojos de la carne un futuro más esperanzador que vivir aferrado a la fe de los padres.

De esta forma, la vida de Esaú se alejaba más y más del Dios de Abraham y su herencia. Incluso cuando vio que su hermano Jacob obedecía a sus progenitores marchando a la casa de su madre para emparentar con ellos (Gn. 28:1-7), −porque no querían que su hijo se casara con cananeas−, cuando Esaú vio que eso desagrada a sus padres, fue y tomó más mujeres de entre las familias cananeas, emparentadas con Ismael (Gn. 28:8,9).

Nuestra sociedad actual, —incluidos muchos creyentes—, se deja arrastrar por las corrientes de pensamientos mundanos en lugar de seguir las instrucciones divinas a la hora de escoger cónyuge para formar una familia. No deberíamos tomar a la ligera decisión tan trascendente y guiar a nuestros hijos según la enseñanza del reino de Dios. El hombre carnal se resiste poniendo rumbo a la idolatría y los deseos de sus ojos; por su parte el espiritual se guiará por la voluntad de Dios y el consejo de sus padres.

         Debemos saber que habrá conflictos si tomamos decisiones equivocadas en un asunto tan relevante como formar un hogar.