37 – LA LUCHA INTERIOR – El pecado nos derrota frente a Amalec

Lucha interiorEl pecado nos derrota frente a Amalec

Y muy de mañana se levantaron y subieron a la cumbre del monte, y dijeron: Aquí estamos; subamos al lugar que el Señor ha dicho, porque hemos pecado. Mas Moisés dijo: ¿Por qué, entonces, quebrantáis el mandamiento del Señor, si esto no os saldrá bien? No subáis, no sea que seáis derribados  delante de vuestros enemigos, pues el Señor no está entre vosotros. Pues los amalecitas y los cananeos estarán allí frente a vosotros, y caeréis a espada por cuanto os habéis negado a seguir al Señor. Y el Señor no estará con vosotros. Pero ellos se obstinaron en subir a la cumbre del monte… Entonces descendieron los amalecitas y los cananeos que habitaban en la región montañosa, y los hirieron y los derrotaron persiguiéndolos hasta Horma  (Números 14:40-45).

Estas cosas están escritas para nosotros, para nuestra enseñanza, para que no hagamos lo mismo. La historia de las naciones tiene sucesos que marcan su devenir de forma trágica. La de Israel también. Estamos ante uno de ellos.

Después de haber desobedecido a Dios, poner en duda sus promesas, y debilitar al pueblo con un mensaje de incredulidad, la sentencia de Dios vino sobre la generación que había salido de Egipto: «En este desierto serán destruidos, y aquí morirán» (Nm.14:35). Oída la sentencia, vinieron las lágrimas del pueblo, pero esas lágrimas no cambiaron la voluntad de Dios. Después del llanto viene una valentía falsa, una determinación que parece devolverles la fe que antes no tuvieron. Demasiado tarde.

Hay procesos irreversibles y oportunidades que nunca vuelven. Pero se obstinaron en hacer lo que debían haber hecho andando en fe y obediencia, ahora quisieron producirlo en sus propias fuerzas, alejados de la voluntad de Dios, y como reacción a su pecado. Este tipo de emocionalismo no impresionó al Señor, que ya se había apartado de ellos.

Moisés los advirtió de la derrota, pero el sentimentalismo los llevó a desoír la evidencia. Los amalecitas y cananeos estaban frente a ellos. En esta ocasión las armas del pueblo de Dios eran carnales, en tales circunstancias siempre gana el hombre carnal, es decir, Amalec.

No podemos combatir las obras de la carne con pecado y desobediencia, seremos derrotados, y Dios lo permitirá. La derrota nos devolverá a la realidad. El desierto nos espera. Y toda aquella generación tuvo que deambular por él hasta un nuevo tiempo.

         Aunque escondamos nuestra desobediencia detrás de una osadía de fe fingida no podremos hacer frente a Amalec. Dios no confirmará nuestra determinación porque ha nacido como reacción a la incredulidad.

36 – LA LUCHA INTERIOR – Amalec deshecho pero no destruido

Lucha interiorAmalec deshecho pero no destruido

Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada. Entonces dijo el Señor a Moisés: Escribe esto en un libro para que sirva de memorial, y haz saber a Josué que yo borraré por completo la memoria de Amalec de debajo del cielo  (Éxodo 17:13,14).

Una de las mayores frustraciones del cristiano es recaer varias  veces en la misma debilidad. Hay un tiempo cuando parece que ciertas áreas de nuestro carácter están vencidas para siempre, pero luego vemos que no ha sido así, y nuevamente se levantan para oponerse a nuestro crecimiento espiritual. Nuestro hombre viejo y carnal ha sido clavado en la cruz del Calvario, ha sido deshecho y el Nuevo Pacto contiene la memoria del suceso. Sin embargo, las enseñanzas de los apóstoles muestran que seguimos manteniendo un conflicto entre la carne y el Espíritu dentro de nosotros.

Amalec ha sido deshecho, pero no destruido. Josué deshizo a Amalec a filo de espada, lo puso en fuga, fue dispersado, pero el mismo pueblo aparece más adelante oponiéndose nuevamente a Israel en su avance a la tierra prometida (Nm.13:29 y 14:39-45). Esta aparente contradicción nos deja perplejos en ocasiones. Vemos una cosa en la Escritura y otra en la experiencia cotidiana.

No queremos encontrarnos con Amalec, pero éste aparece cuando menos lo esperamos. Sabemos que la voluntad de Dios está revelada sobre el hombre viejo, la sentencia está dada: crucificado. Hay un libro de memorial donde se nos recuerda que Dios borrará por completo la memoria de Amalec de debajo del cielo, pero aún debemos mantener algunos episodios más contra este enemigo que acecha. La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios. El juicio está emitido sobre el hombre pecaminoso y carnal, pero mantiene ciertas opciones sobre el hombre nuevo si nos alejamos de la verdad, la vida de oración y la firmeza de la fe sustentada sobre las promesas de Dios.

Amalec se hace fuerte cuando el pueblo de Dios es debilitado por la incredulidad. Si olvidamos el libro que está escrito como memorial del destino de Amalec, seremos fácilmente engañados viviendo por la vista y no por fe. El justo vive por fePorque por fe andamos, no por vista… Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe, la fe del que cree que Jesús es el Hijo de Dios. La memoria de nuestra fe está sustentada sobre la palabra eterna de Dios morando en nuestros corazones.

Jesús es nuestro Josué que nos recuerda que Amalec ha sido deshecho.

35 – LA LUCHA INTERIOR – El cansancio en la batalla

Lucha interiorEl cansancio en la batalla

Pero las manos de Moisés se le cansaban. Entonces tomaron una piedra y la pusieron debajo de él, y se sentó en ella; y Aarón y Hur le sostenían las manos, uno de un lado y otro del otro. Así estuvieron sus manos firmes hasta que se puso el sol  (Éxodo 17:12 LBLA).

No hay nada más natural que el cansancio. Moisés se cansó en medio de la batalla. Jesús también se cansó y se sentó al lado del pozo de Sicar. El cansancio puede ser de diversos tipos. Hay cansancio físico, mental, del ánimo, de la voluntad, de los sentimientos, el cansancio moral en medio de la injusticia, y el cansancio espiritual. El hombre está sometido a resistencia y prueba en cada una de las áreas que componen su ser.

Los justos están sometidos a la prueba de cansarse por mantener la justicia en medio de un mundo impío. Muchos no resisten la presión y abandonan. La Escritura nos muestra ejemplos diversos de esta verdad. El salmista del Salmo 73 casi estuvo a punto de caer en la trampa, viendo prosperar a los impíos, y su vida, sujeta al temor de Dios, vapuleada por las circunstancias. Jeremías quiso abandonar, porque cada vez que hablaba de parte de Dios se burlaban de él, y llegó a la conclusión que no hablaría más en su nombre; pero hubo un fuego ardiente dentro de él que se lo impidió, luego el Eterno se levantó en su vida como Poderoso gigante.

La estrechez, en diversos ámbitos de la vida, pone a prueba la firmeza de nuestra fe. Dios la prueba. Algunos, en el momento de la prueba abandonan, otros, la superan y llegan a dar fruto que honra a Dios. Pablo dijo a los gálatas: No os canséis de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos sino desmayamos (Gá. 6:9). Debemos resistir el día malo vestidos de toda la armadura de Dios.

Moisés se cansó y necesitó la ayuda de sus compañeros en la lucha: Aarón y Hur. Cordón de tres dobleces no se rompe fácilmente. Somos parte de un mismo cuerpo y nos necesitamos los unos a los otros, para estimularnos al amor y a las buenas obras. Cuando uno cae, el otro lo levanta. Consideremos a aquel que soportó tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado (Heb.12:3,4).

Es normal cansarse en medio de la batalla, pero Dios ha provisto compañeros que nos ayuden a mantener la lucha por la verdad y la justicia. Moisés, con Aarón y Hur, mantuvo sus manos firmes hasta que se puso el sol y Josué deshizo a Amalec.

         El cansancio no es motivo para abandonar la batalla; Dios renueva nuestras fuerzas en la firmeza de la fe, la oración y la verdad.

34 – LA LUCHA INTERIOR – La mano alzada de Moisés

Lucha interiorLa mano alzada de Moisés

Y Josué hizo como Moisés le dijo, y peleó contra Amalec; y Moisés, Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado. Y sucedió que mientras Moisés tenía en alto su mano, Israel prevalecía; y cuando dejaba caer la mano, prevalecía Amalec  (Éxodo 17:10-11 LBLA).

Este episodio de la primera batalla que tuvo que enfrentar Israel, una vez que entró en el desierto, tiene mucha enseñanza para nosotros. El mensaje original que Dios dio a Moisés para que llevase a Faraón fue: Deja salir a mi pueblo para que me sirva. Ahora el pueblo ha salido, ha sido redimido de la esclavitud de Egipto y la tiranía de Faraón. Sin embargo, sigue habiendo enemigos. Amalec, figura de la carne, está al acecho y ha buscado el momento oportuno para atacar a Israel.

El servicio del pueblo de Dios se lleva a cabo en medio de enemigos que se oponen al llamamiento. El diablo siempre anda alrededor buscando para impedir el cumplimiento de Dios en nuestras vidas, en nuestras familias y naciones.

¿Cómo enfrentó Moisés esta pelea? Generalmente se interpreta la subida a la cumbre del collado de Moisés, Aarón y Hur como una figura de la vida de oración, es correcto, necesitamos vida de oración en la congregación para encarar la batalla con los enemigos de nuestros avances. Pero creo que también podemos ver en Moisés al legislador, portador de la ley de Dios, la palabra de Dios. Por tanto, cuando Moisés tenía en alto su mano, —la ley de Dios debe estar levantada en nuestros corazones para hacer frente a los amalecitas, ¿Con que limpiará el joven su camino, con guardar tu palabra… en mi corazón he guardado tus dichos para  no pecar contra ti (Sal. 119:9-11)—, Israel prevalecía.

Cuando las autoridades de una nación levantan la palabra de Dios en sus leyes, el pueblo prevalece sobre la maldad; cuando los padres de familia son temerosos de Dios y ordenan sus vidas y casas según sus estatutos, la familia puede hacer frente a las bandas de amalecitas que atacarán su estabilidad. Si abandonamos la palabra de Dios como baluarte de nuestra fe, pronto nuestros pensamientos serán invadidos por corrientes ideológicas de este siglo, seremos anegados por la mentira, y el hombre carnal tomará el control.

Israel nos enseña aquí, que desde temprano en la carrera, debemos hacer frente al enemigo mediante la oración y la palabra de verdad. Si nos cansamos en mantener la confesión de nuestra fe, pronto seremos zarandeados por las circunstancias y víctimas de bandas enemigas que vienen a impedir nuestro desarrollo espiritual.

         Las manos alzadas por la verdad, y las rodillas no paralizadas de la oración, nos darán la victoria sobre Amalec.

33 – LA LUCHA INTERIOR – Sal a pelear contra Amalec

Lucha interiorSal a pelear contra Amalec

Y Moisés dijo a Josué: Escógenos hombres, y sal a pelear contra Amalec. Mañana yo estaré sobre la cumbre del collado con la vara de Dios en mi mano (Éxodo 17:9 LBLA).

En ocasiones somos derrotados antes de salir a pelear. Hay una actitud pasiva en cierto tipo de cristianismo que mantiene una forma errada en cuanto a la guerra espiritual. También tenemos hoy en el lado opuesto iglesias que han llevado la guerra espiritual a extremos indeseados. Unos viven la vida cristiana como si el diablo no existiera, anegados por el humanismo y materialismo más ramplón; y otros, excitados por un desequilibrio que ve demonios en el mover de una hoja.

No podemos ignorar que la Biblia está llena de batalla. Hay una batalla en la vida del cristiano que no debemos evitar. Pablo le dijo a Timoteo: Pelea la buena batalla de la fe. Jesús dijo: Desde los días de Juan el Bautista el reino de los cielos sufre violencia, y lo violentos lo arrebatan (Mt.1 11:12). Nuestras armas no son carnales, sino poderosas en Dios para derribar fortalezas, y llevar cautivos los pensamientos altivos, y las vanas imaginaciones, a la obediencia de Cristo.

Amalec atacó a Israel en un momento de debilidad y descanso, lo hizo por la espalda, en la retaguardia, pero una vez que el pueblo se recompuso, Moisés (el hombre más manso de la tierra en aquellos días) dijo a Josué: Sal a pelear contra Amalec.

No podemos permitir a la simiente carnal que domine nuestros afectos y nos atrape en su espiral de pecado e inmundicia. Hay que salir a pelear. Moisés lo hizo en su lugar, en la cumbre del collado, por su parte Josué enfrentó cara a cara las bandas de asaltantes amalecitas. Dos dimensiones y ámbitos de la lucha. Una en «los aires», otra en la tierra. Nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados y potestades, contra huestes de maldad en las regiones celestes. Pero no todo es espiritual.

Vivimos en un mundo material y físico, por tanto, en muchas ocasiones deberemos complementar el ámbito espiritual con el desarrollo natural de las cosas. No somos gnósticos, somos hijos del reino, seres tripartitos, y necesitamos actuar en fe y con osadía en todas las esferas de nuestra vida. Siempre hay que complementar la acción con oración, nunca orar sin actuar, o actuar sin orar. Esta combinación nos enseña la batalla que Moisés y Josué presentaron a Amalec. Moisés tenía en su mano la vara de Dios, Josué tenía la espada, también de Dios. Vara y espada para derrotar a Amalec. Disciplinas espirituales junto con las acciones oportunas.

         El pueblo que conoce a su Dios se esforzará y peleará. Amalec debe ser combatido y encarado para que no dañe nuestra retaguardia.

32 – LA LUCHA INTERIOR – Amalec pelea contra Israel

Lucha interiorAmalec pelea contra Israel

Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim  (Éxodo 17:8 LBLA).

Amalec significa «belicoso» o «pueblo que lame». La violencia, el robo, los asaltos y la traición están en su ADN. El carácter de este pueblo se distingue por asaltar de improviso al pueblo de Dios, en momentos de gran debilidad, para saquear su herencia. Está orientado al saqueo más que a la edificación de su propio pueblo. Se mueve en bandas de salteadores buscando la espalda de sus víctimas para hacer el mayor daño posible.

El cristiano experimenta en ocasiones estos asaltos de forma súbita que le roban las fuerzas espirituales para resistir al diablo. Por momentos queda atrapado en la vieja naturaleza pecaminosa que neutraliza el potencial de la nueva vida. Lo vemos de forma analógica en el pasaje que tenemos para meditar.

Israel ha salido de Egipto, ha cruzado el Mar Rojo, ha superado las primeras murmuraciones por la aflicción del desierto, ha recibido el maná del cielo y agua de la roca, pero ahora, de forma repentina, aparece un enemigo de improvisto para atacarle en Refidim. Refidim significa «espacios», «camas» (lugares de descanso), o «sostén» y «soporte».

Cuando parece que ha llegado el tiempo de calma, en los momentos cuando nos relajamos creyendo que el peligro ha pasado, y podemos disfrutar de un merecido descanso, aparece Amalec para pelear y destruir. Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino cuando saliste de Egipto, como te salió al encuentro en el camino, y atacó entre los tuyos a todos los agotados en tu retaguardia cuando estabas fatigado y cansado; y él no temió a Dios (Dt. 25:17-18). Este es el carácter de Amalec. Atacar al pueblo de Dios cuando está cansado, y lo hace por la retaguardia, sin dar la cara, sin una lucha abierta, si no escondida, a traición, y en los momentos de máxima debilidad.

Las obras de la carne tienen el mismo potencial destructivo. No hay tregua. Hemos recibido un llamamiento a velar y orar para no caer en tentación. A la verdad el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. Vestíos de toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra todas las asechanzas del diablo.

Los que estaban con Nehemías en tiempos de la restauración de la muralla de Jerusalén, con una mano empuñaban la pala y con la otra la espada. El rey David, un día que se quedó solo, sin ir a la batalla, una banda de amalecitas en forma de lujuria de la carne se abalanzó sobre él y no pudo neutralizarla. El diablo ha venido a matar, robar y destruir. El pueblo de Dios que ignora sus maquinaciones será presa de sus ardides.

         Tenemos un enemigo que no podemos ignorar, ni siquiera en los tiempos de descanso. Amalec permanece al acecho para pelar contra Israel.

31 – LA LUCHA INTERIOR – Amalec nieto de Esaú

AMALEC ENEMIGO DE ISRAEL

  1. Amalec  nieto de Esaú (Génesis 36:8-16 LBLA).
  2. Amalec pelea contra Israel (Éxodo 17:8 LBLA).
  3. Sal a pelear contra Amalec (Éxodo 17:9 LBLA).
  4. La mano alzada de Moisés (Éxodo 17:10-11 LBLA).
  5. El cansancio en la batalla (Éxodo 17:12 LBLA).
  6. Amalec deshecho pero no destruido (Éxodo 17:13,14).
  7. El pecado nos derrota frente a Amalec (Números 14:40-45).
  8. El hombre sin temor de Dios (Deuteronomio 25:17-19 LBLA).
  9. Coaliciones de enemigos contra Israel (Jueces 6:3,6).
  10. Victorias iniciales sobre la carne (1 Samuel 14:47,48).
  11. La victoria se consolida por la obediencia a la palabra (1 Samuel 15:1-3).
  12. Obediencia imperfecta es desobediencia (1 Samuel 15:7-9 LBLA).
  13. La palabra corrige y desenmascara (1 Samuel 15:10-11).
  14. Pienso que cumplo sin cumplir (1 Samuel 15:13-14).
  15. Eludir nuestra propia responsabilidad (1 Samuel 15:15).
  16. Obedecer es mejor que los sacrificios (1 Samuel 15:22).
  17. Rebelión/adivinación y obstinación/idolatría (1 Samuel 15:23).
  18. Reconocimiento del pecado sin arrepentimiento (1 Samuel 15:24).
  19. El pecado no se borra con el tiempo (1 Samuel 28:18-19 LBLA).
  20. La muerte de Saúl a manos de un amalecita (2 Samuel 1:8-10).
  21. Un descuido y Amalec arrasa con todo (1 Samuel 30:1-3).
  22. La respuesta de David a Amalec (1 Samuel 30:4-8).

 

Lucha interiorAmalec nieto de Esaú

Y habitó Esaú en la región montañosa de Seir; Esaú es Edom. Estas son las generaciones de Esaú, padre de los edomitas, en la región montañosa de Seir. Estos son los nombres de los hijos de Esaú: Elifaz, hijo de Ada, mujer de Esaú…Timna fue concubina de Elifaz, hijo de Esaú, y le dio a luz a Amalec… Estos son los jefes de entre los hijos de Esaú. Los hijos de Elifaz, primogénito de Esaú, son… y el jefe Amalec  (Génesis 36:8-16 LBLA).

Cuando nos familiarizamos con el contenido bíblico podemos apreciar diversas cosas que llaman la atención. Una de ellas es la importancia que da la Biblia a las genealogías. Para nosotros no tienen demasiado interés, pero debemos comprender que hay una línea genealógica a la que Dios quiere que pongamos especial atención, es la descendencia de Abraham. La simiente de la mujer que había de venir, −profetizada en Génesis 3:15, y que aplastaría la cabeza de la serpiente−, debe ser identificada correctamente.

Además, hay otras genealogías especificadas en la Escritura a la que se dedica especial atención. Mi apreciación personal es que esas familias tienen un carácter determinado que va pasando de padres a hijos y de generación en generación. Una de ellas, —que transita en paralelo a la familia que tiene las promesas— es la descendencia de Esaú. Lo hemos ido viendo en las anteriores meditaciones, ahora quiero pararme en uno de los descendientes de Esaú, concretamente, en uno de sus nietos, Amalec, que tiene una relevancia especial en la Escritura por lo que iremos viendo en próximas reflexiones.

Pues bien, en los textos que nos ocupan vemos el árbol genealógico de Esaú. Esaú es Edom, padre de los edomitas, que se establecieron en el monte Seir, una región montañosa al sureste de Israel y el sur del Mar Muerto.

El primer hijo de Esaú fue Elifaz, quién tuvo una concubina llamada Timna que le dio a luz un hijo llamado Amalec. Por tanto, tenemos que Amalec es nieto de Esaú. Esta circunstancia no tendría mayor importancia si no fuera porque vemos en los amalecitas una gran parte del carácter que hemos ido viendo en Esaú y sus descendientes.

Amalec fue uno de los jefes de la casa de Esaú, y la Escritura enfatiza su carácter opuesto a Israel, el pueblo de Dios. Veremos muchas de las características de Edom en los amalecitas, figura del hombre carnal, opuesto al nuevo hombre, nacido del Espíritu. Por todo ello, creo que merece la pena que hagamos un recorrido analizando los textos donde vemos la forma de actuar de Amalec, su carácter y su lucha contra los hijos de la promesa.

         Esaú, Edom, los edomitas, Amalec y los amalecitas aparecen en la Escritura como parientes de Israel pero opuestos a la soberanía de Dios.

30 – LA LUCHA INTERIOR – El profeta Malaquías sobre Edom

Lucha interiorEl profeta Malaquías sobre Edom

Aunque Edom dice: Hemos sido destruidos, pero volveremos y edificaremos las ruinas, el Señor de los ejércitos dice así: Ellos edificarán, pero yo destruiré. Y los llamarán territorio impío y pueblo contra quien el Señor está indignado para siempre  (Malaquías 1:4 LBLA).

La naturaleza del hombre carnal no puede ser domesticada. Una y otra vez se levanta sobre sus mismas ruinas y patrones de conducta. Una de las mayores frustraciones del cristiano es su lucha interior con la vieja y vana manera de vivir heredada de la naturaleza adámica y personificada en la vida de Esaú.

Aunque el hombre viejo ha sido destruido en la cruz del Calvario, −hemos sido unidos a Jesús en su muerte, sepultura y resurrección−, está al acecho, sin importarle el juicio que ha sido decretado sobre él. En cuánto tiene la ocasión se levanta para impedir que avancemos en los propósitos de Dios. Aunque hayamos tenido victorias sobre ciertas áreas de nuestra vida, debemos morir cada día —como diría Pablo— y no darle lugar a la carne hasta la redención final de nuestro cuerpo (Ro.8:23).

La misma obstinación encontramos en la naturaleza del reino de Edom. Recuerda: la obstinación es idolatría (1 Sam. 15:23). Y la idolatría nunca se cansa de rebrotar una y otra vez bajo los parámetros del hombre caído y los sistemas religiosos.

En el último de los profetas del Antiguo Testamento volvemos a encontrarnos con Edom. Malaquías habló de la destrucción del reino de Edom, pero volvió a levantarse en días de los macabeos, incluso se dice que fueron incorporados a la vida de Israel. Precisamente el rey Herodes era idumeo, gobernando Israel en días de la aparición del Mesías, opuesto al nacimiento de las profecías, queriendo matar a los niños judíos, siendo a la vez su rey. De esta forma tenemos la naturaleza edomita mezclada con el pueblo de la promesa. Carne y Espíritu queriendo hacer la misma obra. Imposible.

Dios está indignado contra este pueblo para siempre. No hay reconciliación posible. Dios aborrece a Esaú. Nosotros debemos aborrecer las obras de la carne y vivir llenos del Espíritu. Debemos saber que Esaú no se rendirá a pesar del juicio decretado sobre él. Aunque sea destruido por un tiempo vuelve a reaparecer. Por tanto, dice Jesús: Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil  (Mr. 14:38).

         Edom es un territorio impío que rebrota una y otra vez en el devenir de los pueblos, por eso el Señor está indignado contra él para siempre.

29 – LA LUCHA INTERIOR – El profeta Ezequiel sobre Edom (5)

Lucha interiorEl profeta Ezequiel sobre Edom (V)

Entonces sabrás que yo, el Señor, he oído todas las injurias que has hablado contra los montes de Israel, diciendo: Están desolados; nos han sido dados para alimento  (Ezequiel 35:12 LBLA).

La voz del profeta es un recuerdo a los hombres de que Dios oye sus palabras y responde a su soberbia. La naturaleza injuriosa del reino de Edom es una analogía para nosotros de la vida del hombre carnal. Sus palabras ofensivas contra Israel se refrendan en la oposición que ejerce el hombre caído a la voluntad de Dios.

Esaú quiso sacar provecho del juicio de Dios sobre Israel y Judá, llevados al cautiverio por Asiria y Babilonia, anexionándose su tierra para alimento y engorde de su codicia. Así es la naturaleza del mal en el corazón del hombre no regenerado. Injuriar es agraviar o dañar a otro. Hacerlo cuando está en su máxima debilidad demuestra una cobardía y miseria propia de la maldad.

Israel ha vivido una diáspora de 1800 años desde que fue destruida en el año 70 d.C. y poco más tarde en el 132 d.C. a manos del emperador Adriano. Esa destrucción anunciada por el mismo Jesús (Mt. 24:2) no sería definitiva, sino que vendría el tiempo de su restauración, el rebrotar de la higuera, también anunciado por el Maestro de Nazaret (Lc. 21:29,30). Sin embargo, las naciones se apoderaron de la tierra de Israel aprovechando su dispersión y persiguiéndola en las naciones donde se establecían.

En el año 1948, después de un proceso gradual, los judíos rebrotaron en su tierra como nación, y a partir de ese momento el conflicto ha sido imparable y se ha extendido de tal forma que parece afectar a la estabilidad mundial. La misma naturaleza de Esaú/Edom reaparece en la historia de Israel una y otra vez. De la misma forma que la lucha entre la carne y el Espíritu está presente de forma indefinida en el interior del cristiano.

También hoy, como ayer, Dios oye todas las palabras injuriosas que se lanzan sobre Israel y la iglesia. Es más, el Señor ve en esas palabras un mensaje lanzado contra Él mismo. Con arrogancia habéis hablado contra mí y habéis multiplicado vuestras palabras contra mí; yo lo he oído (Ez. 35:13). Y emite su veredicto: Así dice el Señor Dios: Para alegría de toda la tierra, yo haré de ti [Edom] una desolación (Ez.35:14). Los enemigos de Israel quedarán asolados, y aquellos que se deleitan en las obras de la carne no pueden heredar el reino de Dios. Como te alegraste sobre la heredad de la casa de Israel porque fue asolada, así te haré yo a ti. Serás una desolación… y sabrán que yo soy el Señor (Ez. 35:15).

         La injuria contra Israel y la iglesia es una ofensa a Dios.

28 – LA LUCHA INTERIOR – El profeta Ezequiel sobre Edom (4)

Lucha interiorEl profeta Ezequiel sobre Edom (IV)

Por cuanto has dicho: Las dos naciones y las dos tierras serán mías, y las poseeremos, aunque el Señor estaba allí  (Ezequiel 35:10 LBLA).

El salmista dijo en cierta ocasión: Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti (Sal. 19:14). Toda la Escritura enseña sobre la trascendencia de nuestras palabras delante de Dios. Jesús dijo que de lo que hay en el corazón habla la boca. Muerte y vida están en poder de la lengua, y comeremos de su fruto: vida o muerte. Somos salvos por la confesión de nuestros labios, después de creer con el corazón y arrepentirnos de nuestros pecados. En muchas ocasiones la palabra hablada nos viene devuelta con retribución. Te has enlazado con las palabras de tu boca, por tanto, el sabio nos insta a no dar sueño a nuestros ojos hasta quedar libres del lazo de una palabra inoportuna que nos ha esclavizado (Pr. 6:2-5).

Hay palabras que Dios no puede soportar, son como puñales que penetran en el cielo y provocan una reacción inmediata. Recordemos las palabras de Ananías y Safira delante del Espíritu de Dios y el apóstol Pedro. También las del enviado por el rey de Asiria para conquistar Jerusalén en días del rey Ezequías (Is. 37:23-24). Las palabras cargadas de soberbia son una afrenta al Dios de Israel. Uno de los mandamientos es: no tomar el nombre de tu Dios en vano.

Esaú, desde bien temprano, menosprecio y habló mal de la herencia del Señor, la primogenitura. En el texto que estamos meditando la palabra que ofendió a Dios fue esta: Las dos naciones y las dos tierras serán mías, y las poseeremos. Seguramente se refería al reino del norte (Israel), que ya estaba en el cautiverio asirio; y al reino del sur (Judá), que había sido llevado al cautiverio por Babilonia. Edom quiso aprovechar la situación y apropiarse de la tierra que el Señor dio a Abraham y su descendencia atrayendo la ira de Dios sobre sí mismo.

Aún en los momentos de máxima debilidad de Israel, el Señor mantiene su promesa de la tierra a su pueblo, y es celoso en gran manera sobre aquellos que pretenden apropiársela, menospreciando su voluntad. Los medios de comunicación deberían tomar buena nota y no dejarse engañar por la propaganda islámica actual. Hay palabras que ofenden a Dios porque ponen en duda su soberanía y sus promesas. El resultado lo vemos en el siguiente versículo: Por tanto, vivo yo —declara el Señor Dios—, haré contigo conforme a tu ira y conforme al celo que mostraste a causa de tu odio contra ellos [Israel], y me haré conocer entre ellos cuando te juzgue (Ez. 35:11 LBLA).

         Nuestras palabras, opuestas a la voluntad de Dios y su pueblo, se volverán contra nosotros. El hombre sabio teme ante el Dios de Jacob.