GRATITUD Y ALABANZA (69) – Milagros y temores (2)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Milagros y temores (2)

La gran cantidad de pesca capturada fue causa de que el temor se apoderase de él y de todos los que con el estaban (Lucas 5:9 RV2020).

Salimos de la sinagoga de Capernaum y entramos en la barca de Pedro con el Maestro. La multitud se había agolpado alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios (Lc.5:1) Observa una vez más. Vinieron para oír la palabra de Dios. No solo se acercaban impactados por los milagros, sino para oír. Como está escrito: todo hombre sea pronto para oír. La fe viene por el oír. Sin un buen oído no recibiremos nada. En la Escritura están conectados el oído y la obediencia. Cuando se dice que oían, ese oír está vinculado a la obediencia a su palabra, de lo contrario estamos ante una fe vana e improductiva.

Algunos de los apóstoles habían estado toda la noche bregando con la pesca y por la mañana regresaron frustrados con una barca vacía. En medio de semejante fracaso la voz del Señor los envía de nuevo a pescar, en este caso bogando mar adentro. Y al hacerlo confiados en su palabra subieron tal cantidad de peces que las redes se rompían. Cuando Pedro, experto pescador, vio lo sucedido, le invadió una convicción de pecado y suciedad tal vez por los sentimientos encontrados que mantuvo en su interior, luchando entre la realidad de su fracaso y el éxito de la obediencia a la palabra de Jesús. La consecuencia fue que el temor se apoderó de él, y no solo de él, sino también de todos los que con él estaban.

El temor paraliza. Jesús los liberó del temor para poder ser pescadores de hombres: No temas —le dijo— desde ahora serás pescador de hombres. Al poco tiempo, Jesús sanó a un paralitico, que llevado por cuatro amigos a la casa donde se encontraba, le dijo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Lo hizo, y al instante fue sanado de la parálisis. Y una vez más, dice el evangelio, todos, sobrecogidos de asombro, alababan a Dios y llenos de temor decían: Hoy hemos visto maravillas (Lc.5:26). El temor volvió en medio de un milagro. Las emociones de la gente eran confundidas frente el hecho evidente que estaban ante de un poder que no podían explicar. Eran religiosos, sin embargo, no estaban acostumbrados a una autoridad semejante de la palabra hablada.

Nuestra sociedad vive anegada en una palabrería, en algunos casos, insoportable, especialmente en los medios de comunicación y las redes sociales, que han diluido la fuerza de la palabra de verdad en un océano de mentiras. La confusión desatada durante los dos años de la llamada pandemia del covid, y el temor liberado irracionalmente, ha paralizado el razonamiento sensato y nos ha lanzado a una sicosis de consecuencias imprevisibles. La verdad, —la palabra de verdad—, siempre libera.

         El corazón del hombre es temeroso incluso en medio del poder de Dios.

GRATITUD Y ALABANZA (68) – Milagros y temores (1)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Milagros y temores (1)

Jesús le reprendió diciendo: ¡Cállate y sal de él! Entonces el demonio derribó al endemoniado y salió de él sin hacerle daño alguno. Todos estaban perplejos y comentaban… (Lucas 4:35,36 RV2020).

Estudiando los evangelios en la nueva Biblia que he comprado no hace mucho de la nueva versión Reina Valera 2020, he apreciado un detalle que no había visto con anterioridad. En múltiples ocasiones, cuando Jesús realizaba sus milagros la respuesta de la gente era por un lado de alabanza y gloria, pero a la vez se liberaba temor, perplejidad, asombro y estupor. Ambas manifestaciones tenían lugar después de asistir a un acto del poder de Dios en forma de milagro. Quiero recorrer en las próximas meditaciones varios de esos ejemplos para tratar de sacar algunas conclusiones del comportamiento humano ante la manifestación de la obra de Dios.

El primer caso lo encontramos en la sinagoga de la ciudad de Capernaum, donde había un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo. Cuando el Señor lo reprendió, lo mandó callar y salir del hombre, una vez liberada la persona sin hacerle ningún daño, las gentes allí presentes reaccionaron con perplejidad, dice en la versión que estamos usando en este texto. En la RV60 dice maravillados. En la NVI dice todos se asustaron. En la versión RV77 —que fue mi primera Biblia que «devoré» completa en pocos meses nada más convertirme—, dice: todos quedaron sobrecogidos de estupor. Y por último en la versión de Manuel Iglesias se traduce así: el espanto sobrecogió a todos. La idea general que se transmite a través de las múltiples traducciones de este suceso que estudiamos es que una vez liberado el endemoniado el ambiente que quedó en aquella sinagoga fue de temor, espanto y susto. Veremos otros ejemplos más adelante.

Hemos resaltado en los últimos capítulos de esta serie que la reacción de las multitudes ante los milagros era de alabanza, glorificando a Dios por ello. Ahora vemos que también quedaron paralizados, con cierto temor por lo acontecido, reconociendo que nunca habían visto una autoridad espiritual semejante ante los poderes de las tinieblas. De hecho comentaban: ¡Que poderosa es la palabra de este hombre! ¡Con que autoridad da órdenes a los espíritus inmundos y estos salen! Algo nuevo había comenzado a suceder en Israel en días de la manifestación del Mesías que nunca antes habían visto. Y ante la fuerza de una autoridad tan evidente quedaban perplejos y paralizados. A partir de ahí, las multitudes se dividían reaccionando de distinta forma. He visto el mismo comportamiento en múltiples ocasiones en diferentes cultos y conferencias donde el poder de Dios ha estado presente para sanar y liberar.

         La fuerza de una palabra de autoridad siempre divide y atemoriza.

GRATITUD Y ALABANZA (67) – Los milagros glorifican a Dios (6)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Los milagros glorifican a Dios (6)

Y cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto… (Lucas 19:37).

Los milagros, maravillas y bendiciones recibidas glorifican a Dios. Recuerdo cuando en los años ochenta y noventa hacíamos marchas de alabanza y proclamación en la provincia de Toledo. Algunos nos subíamos a un camión con megafonía cantando y proclamando la alabanza al Dios del cielo, mientras una multitud de personas caminaban detrás danzando y cantando con júbilo. Fueron días de gran regocijo que se han repetido en muchos lugares del mundo con el mismo propósito: dar gloria y alabanza a nuestro Dios y Salvador. Estas manifestaciones tienen su fundamento en aquel memorable día cuando las multitudes judías entonaron aquel: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¿Hosanna en las alturas!

Habían sido testigos de las obras de Dios en sus calles y plazas. Los ciegos habían recibido la vista, los mudos hablaban, los cojos eran sanados, incluso muertos habían resucitado, y a los pobres se les había predicado el evangelio de la redención, la buena nueva de liberación, el año del jubileo, el año de gracia y día de salvación. Por todo ello, las multitudes espoleadas por los acontecimientos que habían tenido lugar en Galilea, Samaria y Judea alabaron a Dios a grandes voces. Y lo hicieron aclamando al Hijo de David, el anunciado por los profetas como Mesías, por tanto, estaban reconociendo implícitamente que estaban ante el Hijo del Bendito (Mr.14:61), el Ungido, la simiente de Abraham, el Mesías que esperaban, el Rey de Israel. ¡Cómo ha ignorado esta verdad la iglesia a lo largo de su historia! Pero sigamos.

La multitud de los discípulos, gozándose, alabaron a Dios a grandes voces. Subrayo: «a grandes voces». Recuerda que las autoridades religiosas dijeron a Jesús que reprendiera a sus discípulos por el escándalo que estaban montando, pero el Señor del trono no lo hizo, sino que les dijo: si estos callaran, las piedras clamarían. Y en esto vivimos hoy. Hay un intento evidente de las autoridades políticas y sus leyes contra la tradición judeocristiana que pretenden ahogar la manifestación pública de nuestra fe. Si callamos tendrán que ser las piedras, en forma de personas no renacidas las que deberán levantar su voz, pero ese es el cometido del pueblo de Dios. Uno de ellos lo encontramos en el centurión al lado de la cruz. Cuando vio todo lo que había sucedido en aquella hora (grandes tinieblas, el velo del templo se rasgó, muchos resucitaron y un gran terremoto) dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo (Lc.23:46-47).

         Expresar nuestra alabanza a grandes voces también glorifica a Dios.

GRATITUD Y ALABANZA (66) – Los milagros glorifican a Dios (5)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Los milagros glorifican a Dios (5)

Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios (Lucas 18:43).

Jesús sube a Jerusalén. Está determinado (Lc. 9:51 LBLA) a entrar en la ciudad de David aunque sabe que allí será entregado en manos de inicuos. Pero no está deprimido por lo que espera llegado el momento, sino que sigue haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo. Como dice el apóstol: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres (Ef.4:8). Ahora sube a Jerusalén, habiendo salido de Jericó, acompañado de una multitud (Mr.10:46 RV20). La gente se aprieta a su alrededor. Aún no está solo. Vive muy bien acompañado, aunque llegaría el momento cuando todos le dejarían, sin embargo, les dijo: no estoy solo, porque el Padre está conmigo (Jn.16:32).

Pues bien, al salir de Jericó, sí había un hombre realmente solo. Es ciego y está mendigando junto al camino. Una vida con poco valor en la sociedad de aquel tiempo. Pero Bartimeo, aunque ciego, no estaba sordo, y oyó a la multitud decir que el que se acercaba era Jesús nazareno. Ya había oído antes de sus obras por lo que pensó aprovechar la oportunidad que se le presentaba. Comenzó a dar voces, pero no voces desaforadas que trastornan la paz, sino emitió un clamor que traspasó el ruido de las multitudes. ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Yo también cuento a pesar de mi estado actual, podía haber pensado. Sabía que el Mesías era hijo de David, y que andaba haciendo el bien, sanando a los oprimidos por el diablo. Las gentes lo reprendían para que se callase, pero él clamaba mucho más. Estaba determinado a no dejar pasar la ocasión.

Fe y determinación se combinaron para abrir un instante divino en la vida de aquel hombre. Y cuando ambas están presentes el temor de los hombres y la vergüenza paralizante son neutralizadas. El gritaba más fuerte: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces rompió la resistencia humana y obtuvo la atención del Maestro. Jesús se detuvo y mandó llamarle. Obtenida la atención del Ungido las multitudes cambian de actitud y le animan a acercarse aunque antes le mandaron callar y no estorbar. Así somos. Bartimeo arrojó su capa, y con ella toda una cosmovisión de vida, un status del que se despojó con determinación; y levantándose vino a Jesús. El Maestro le pregunta qué quiere, para que definiera su fe, y obtenida una respuesta clara y firme, «que recobre la vista», enseguida la recuperó y seguía a Jesús glorificando a Dios. Y no solamente Bartimeo glorificó a Dios, sino todo el pueblo dio honra y alabanza al Dador y Hacedor de todos los beneficios. Todo ello caminando hacia Jerusalén.

         Cuando los ojos se abren Dios es glorificado y predomina la gratitud.

GRATITUD Y ALABANZA (65) – Los milagros glorifican a Dios (4)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Los milagros glorifican a Dios (4)

Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor (Lucas 7:16,17).

Una gran multitud iba con Jesús. El Maestro aparece en los evangelios una y otra vez rodeado de multitudes, pero seguimos enfatizando en nuestra predicación que a los suyos vino y los suyos no le recibieron. Y en medio de esas multitudes aparece una escena dramática. El dolor intenso de una mujer viuda que había perdido a su único hijo, con lo que el desamparo de aquella madre era total. Aquí se juntaron dos multitudes, la que iba con Jesús, y la que acompañaba a la mujer viuda en el entierro de su hijo. Imagino el impacto emocional que se produjo. En medio el Señor, que compadecido (compartiendo el dolor de aquella madre), le dijo: no llores. ¡Qué momento sobrenatural! El poder de la vida y resurrección, y el dolor de la muerte, frente a frente. En este caso el Maestro no esperó una acción de fe, sino que actuó inmediatamente tocando el féretro y diciendo al joven que lo ocupaba: joven, a ti te digo, levántate. Entonces el joven, hijo único de su madre viuda, se incorporó y comenzó a habar. ¡Qué diría! El texto no lo dice, pero podemos suponer varias opciones: «¡Gracias!» «¡Madre!» Y Jesús se lo devolvió a su madre. La muerte se lo había arrebatado antes de su hora, pero el Mesías recuperó el tiempo que le restaba de vida.

Entonces la multitud, (volvamos a la multitud), por un lado manifestó miedo, y por el otro glorificó a Dios. Miedo seguramente ante la incertidumbre de no tener respuestas por lo sucedido; y alabanza por el milagro realizado.

Jesús siguió su camino, y otro día enseñaba en la sinagoga donde había una mujer encorvada desde hacía dieciocho años por un espíritu de enfermedad. Observa. Esta dolencia había sido producida por un poder espiritual, un demonio de enfermedad, que aunque no todas las enfermedades están producidas por demonios, en algunos casos sí. Y este era uno de ellos. Cuando el Señor la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó… Una vez más se desató la polémica doctrinal y teológica. Era el Sabbat, día de reposo, y la mente religiosa prefiere el dogma a la vida liberada. Jesús no se intimidó por ello, sino que enfatizó la hipocresía de desatar al buey o el asno para llevarle a beber en día de reposo, y poner objeción a la liberación de aquella mujer. Hoy hacemos algo similar cuando enfatizamos por ley el bienestar de las mascotas o animales y pedimos el aborto para el no-nacido. La mujer glorificó a Dios por su liberación y el pueblo se regocijaba por las cosas gloriosas hechas por Jesús.

         Dos mujeres glorificaron a Dios por la obra libertadora del Mesías.

GRATITUD Y ALABANZA (64) – Los milagros glorifican a Dios (3)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Los milagros glorifican a Dios (3)

Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos (Lucas 4:14,15).

Hemos dicho en otra ocasión que en una multitud encontramos actitudes diversas. Es natural. Las personas tenemos motivaciones diferentes, nos movemos por intereses distintos aunque muchos de ellos sean convergentes, pero somos diferentes, nuestro espíritu nos distingue. Solemos decir de una persona que tiene buen corazón cuando apreciamos comportamientos honestos; por el contrario, no es trigo limpio, cuando sabemos que hay doblez, engaño y falsedad en determinadas maneras de ser. Por tanto, en una multitud de personas siempre veremos actitudes y respuestas diversas ante un mismo hecho. Eso mismo ocurría entre las multitudes que a menudo rodeaban a Jesús.

Ante la manifestación del poder de Dios unos respondían con asombro, perplejidad, incluso con un temor reticente, y otros explosionaban en alabanza y júbilo, su gratitud era ruidosa y evidente. Glorificaban a Dios por los milagros que veían sus ojos; pero otros, en la misma circunstancia reaccionaban de forma distinta. Veremos en las próximas meditaciones ejemplos de ambas actuaciones.

La fama de Jesús se difundió rápidamente porque sus obras eran muy llamativas. Después de pasar cuarenta días en el desierto, siendo tentado por el diablo, y habiendo vencido toda tentación, regresó a Galilea en el poder del Espíritu. Ese poder se manifestó en obras que glorificaban al Padre. Por tanto, el poder del Espíritu nunca es para poner el foco sobre el predicador, sino sobre el verdadero Autor de los milagros. El me glorificará (Jn.16:14), le había dicho Jesús a los suyos cuando enviara el Espíritu de verdad.

Toda la tierra de los gadarenos (en la región de Decápolis, al este de Galilea) estuvo durante un tiempo atenazada por la manifestación demoniaca de un hombre poseído por una Legión de demonios. Esta persona, convertida en fiera infernal, andaba desnudo y habitaba entre los sepulcros, fue atada en múltiples ocasiones con cadenas y grillos por sus vecinos y rompiéndolos sembraba el caos siendo impelido al desierto, donde le encontró Jesús. Cuando el endemoniado fue resistido por la luz y autoridad del Maestro, se produjo una confrontación espiritual en la que los demonios rogaron ser enviados a un hato de dos mil cerdos. Una vez liberado de semejante atadura fue hallado vestido y con un carácter equilibrado. Muchos tuvieron miedo por el cambio, pero él fue publicando sin temor por toda la ciudad lo que Jesús había hecho por su vida. Unos temieron, otros glorificaron a Dios por la liberación.

         El poder libertador de Jesús glorifica y honra a Dios por la libertad.

GRATITUD Y ALABANZA (63) – Los milagros glorifican a Dios (2)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Los milagros glorifican a Dios (2)

… De manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel (Mateo 15:31).

La fe que liberaba milagros en el ministerio de Jesús se expandía por todas aquellas comarcas donde anduvo, poniendo en marcha a las multitudes que le buscaban por todas partes. La fe siempre se mueve, no espera que el mundo gire a su alrededor. La fe que encontramos en los evangelios se alimentaba y expandía entre las multitudes viendo y oyendo el poder que salía de Jesús para sanar.

En el pasaje que tenemos para meditar vemos que Jesús había subido al monte, y se sentó allí. El Maestro no buscaba protagonismo humano, ni gloria de hombres, se movía en la voluntad del Padre, y ésta era sanar a los enfermos y poner en libertad a los oprimidos por el diablo. Jesús anduvo haciendo bienes, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y una parte de esa bendición era sanar enfermos. Sentado en el monte se le acercó mucha gente.

Hemos errado cuando enseñamos que los judíos rechazaron al Mesías. Una sencilla mirada a los evangelios nos muestra que las multitudes siempre rodeaban a Jesús. Nos hemos obstinamos en nuestro razonamiento doctrinario aprendido de maestros que justifican sus conceptos preconcebidos enseñando que venían solamente por los beneficios. No. No es verdad. En una multitud siempre hay múltiples motivaciones, pero cuando se acercaban a Jesús con los cojos, los ciegos y mudos, los mancos y otros muchos enfermos, y los ponían a sus pies (Mt.15:29-30), lo hacían creyendo que el Mesías había llegado y el reino se estaba manifestando. Esa fe movía el corazón del Maestro y los sanaba. Era el siervo de Dios, quien llevó nuestros pecados y nuestras enfermedades (Isaías 53).

Imaginemos la escena. Jesús subió a un monte. Las multitudes cargaron con los enfermos cuesta arriba hasta llegar donde él estaba. La fe tenía que alimentarse y lo hacía andando y esforzándose hasta llegar al punto de encuentro. Nosotros muchas veces nos desanimamos cuando impulsados por un mínimo de fe vemos los obstáculos cuesta arriba. Pero la fe sigue caminando, no es superstición religiosa, es la manifestación de un corazón afligido que necesita respuestas de vida y salud. La necesidad imperiosa lo impulsa hacia arriba sin ceder ante las adversidades. Y cuando los mudos hablan, los mancos son sanados, los cojos andan y los ciegos ven, elevan una oración de gratitud y alabanza al Dios de Israel. Los milagros le glorifican. La fe honra a Dios y multiplica los beneficios generosamente. Hay muchos ejemplos en los evangelios. Veámoslos.

         Los milagros en el evangelio glorifican al Dios de Israel.

GRATITUD Y ALABANZA (62) – Los milagros glorifican a Dios (1)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Los milagros glorifican a Dios (1)

Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres (Mateo 9:8).

Vivimos en una sociedad donde la fe ha perdido gran parte de la fuerza poderosa que contiene. Necesitamos recurrir una y otra vez a la Escritura para ver la fe en acción. En ocasiones viendo no vemos. Ni oyendo oímos. Porque el corazón se ha engrosado y oímos y vemos pesadamente (Mt.13:14-15). La dureza de nuestros corazones incrédulos nos impide oír correctamente tal como está escrito, incluso leyendo las Escrituras negamos su poder manifiesto. Es una consecuencia del endurecimiento de corazón.

Y seamos claros, la llamada sociedad occidental ha endurecido su corazón a la fe revelada de tal forma que se ha levantado una barrera de arrogancia paralizando ampliamente la acción del poder de Dios. Este es un tema extenso y complejo, pero para no perdernos en disquisiciones interminables miremos la Escritura con la sencillez de un niño.

Jesús está en una casa atestada de gente. El poder de Dios estaba con él para sanar (Lc. 5:17). Ante la imposibilidad de llegar al centro de la escena, unos hombres se abren camino por el techo de la vivienda para bajar un paralítico y ponerlo delante del Maestro. Esa acción no pasó desapercibida a los ojos de Jesús, que viendo la fe de ellos, observa, «viendo la fe de ellos», (la fe se ve en las obras, la fe obra por el amor); quedó impresionado y actuó con rapidez como respuesta a esa fe que se estaba manifestando ante sus ojos, diciendo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.

Y se desató la polémica teológica. Algunos escribas, en lugar de alegrarse apoyando la fe que también ellos estaban viendo, se centraron en la discusión doctrinal. Sus pensamientos eran tan transparentes que hablaban en voz alta, y Jesús conociéndolos, no solo no evitó la polémica, sino que la profundizó: Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. La acción es trepidante. Sin dar tregua al conflicto planteado, el paralítico se levantó y se fue a casa. Las caras de quienes se opusieron a semejante acción quedaron paralizadas y la gente, ¿la gente? ¿qué gente?, el resto de quienes seguían la escena llevados por la fe que se estaba manifestando en obras, al verlo, se maravillaron y glorificaron a Dios, porque había dado tal potestad a los hombres. Dios fue glorificado por el milagro. La fe de unos pocos impactó sobre toda aquella multitud de tal forma que produjo una reacción inmediata de alabanza y gratitud; una fe que momentos antes percibió Jesús y le hizo actuar. La fe verdadera atrajo su mirada y glorificó a Dios.

         La fe real impresiona en el cielo y eleva su gloria en la tierra.

GRATITUD Y ALABANZA (61) – El don inefable

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – El don inefable

¡Gracias a Dios por su don inefable!  (2 Corintios 9:15).

Después del recorrido que hemos hecho en capítulos anteriores sobre algunos de los ejemplos de ingratitud que aparecen en las Escrituras, y ver cómo esa actitud no glorifica a Dios, con las consecuencias evidentes en personas y sociedades, vamos ahora a dar un salto cualitativo en la máxima expresión de la glorificación de Dios que aparece en la revelación escrita, la encontramos en los evangelios. En todos ellos podemos ver la manifestación gloriosa del don inefable. Jesús, —el Mesías—, es la expresión suprema de la gloria de Dios. En su vida en la tierra apreciamos la evidencia más elevada de cómo glorificar al Padre.

El propósito primordial de Jesús fue glorificar a Dios. Lo hizo en todo tiempo. Nunca se apartó de él. Fue tentado de todas las formas posibles para que se apartara del objetivo fundamental de su vida. El diablo le tentó, no solo en el desierto, sino mediante una serie ininterrumpida de otras personas, especialmente del ámbito religioso y político, para tratar de desestabilizarlo, confundirlo y finalmente alejarlo de la voluntad del Padre, haciendo la suya propia y perder así la misión trascendente para toda la humanidad. Al final de sus días en la tierra pudo orar de la siguiente manera: Padre, yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora, pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese (Juan 17:1,4,5).

Jesús se despojó de su propia gloria, haciéndose obediente, —como siervo—, hasta la muerte, realizando la obra que el Padre le había dado para hacer, y con ella glorificar su nombre. Una vez acabada, fue levantado de la muerte y la humillación, para ser glorificado hasta el lugar más elevado a la diestra del Padre. La exaltación vino por la humillación. Como había enseñado a los suyos: el que se humilla será enaltecido. Por otro lado, el Padre nos dio el mejor don que había en el cielo, el don inefable y glorioso.

Jesús es el don de Dios. Su regalo. El don, [la dádiva], de Dios es vida eterna (Rom.6:23 RV20). Dios es Dador. Jesús es dador. Se entregó a sí mismo por nosotros. No hay mayor amor que este, poner la vida por los amigos. Nuestro Maestro anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, el que viene a robar, matar y destruir; pero el amor del Padre se manifiesta en el Hijo, ambos dadores únicos. De tal manera nos amó Dios que dio al Hijo. Su generosidad es ejemplar y contagiosa en los que le aman. Las multitudes vinieron a Jesús y recibieron su bendición, algunos con gratitud, otros solo por el beneficio. Lo vemos en los evangelios, nuestro próximo recorrido. Jesús es el evangelio. El mayor don que nos ha sido dado.

         Jesús es el don inefable dado por el Padre a todos los que le reciben.

GRATITUD Y ALABANZA (60) – No glorificaron a Dios – Capernaum

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – Capernaún

Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti  (Mateo 11:23,24).

Capernaum tuvo el privilegio de ser testigo de buena parte del ministerio público del Mesías. Jesús nació en Belén, se crió en Nazaret (Galilea), y vivió un tiempo en Capernaum, donde tal vez tenía una casa (Mr.2:1 y 9:33). Fue allí donde sanó al siervo del centurión (Mr.8:5-13). La suegra de Pedro fue sanada de fiebre (Mt.8:14-17). Liberó a un endemoniado (Mr.1:21-28) (Lc.4:31-37). Un paralitico fue sanado y perdonado de sus pecados (Mr.2:1-13). Sanó también al hijo de un oficial del rey (Jn.4:46-54). En esta ciudad privilegiada el ministerio sanador y mesiánico del Maestro realizó multitud de milagros y liberaciones de demonios. Leamos: Entrando Jesús en Capernaum… Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias (Mt. 8:5,16,17).

Impresionante lo que Jesús hizo en esta ciudad, y si embargo, no fue suficiente para que se arrepintiera. Una vez más constatamos que los milagros no son siempre una garantía del avance del evangelio en algunos lugares. Muy cerca de allí, en Nazaret, donde Jesús se había criado, encontró una resistencia tremenda de incredulidad que le impidió poder hacer más milagros (Mt.13:58). Sin embargo, en Capernaum sí pudo hacerlos, la fe de la ciudad daba para milagros pero no alcanzaba para el arrepentimiento y un cambio de vida. Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido (Mt.11:20). Y a renglón seguido emitió la sentencia perturbadora sobre las ciudades de Corazín, Betsaida y Capernaum que aparecen en nuestro texto.

Está escrito que a quien mucho se le da, mucho se le exige (Lc.12:48). El comportamiento de estas ciudades se puede resumir en una palabra: ingratitud. Hoy también muchos buscan al Señor por los beneficios del evangelio, pero una vez obtenidos sus vidas no son transformadas en servicio y gratitud por los dones recibidos. El juicio será más tolerable para Sodoma, porque si se hubieran hechos los mismos milagros y señales que en Capernaum y Betsaida aún permanecería hasta el día de hoy, dice el Señor.

         La Europa occidental de nuestros días debería recordar los beneficios obtenidos por la influencia del evangelio y regresar a la cordura de la fe.