Por el Señor son ordenados los pasos del hombre, y el Señor se deleita en su camino (Salmos 37:23).
Con la mejor de las intenciones podemos escoger un camino errado. Yo sé, oh Señor, que no depende del hombre su camino, ni de quién anda el dirigir sus pasos (Jeremías 10:23). Los zarandeos que el diablo pide sobre los discípulos, para perturbar la fe, pueden desordenar nuestros pasos por un tiempo, hasta que el Señor ordena nuestras vidas de nuevo. Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su final es camino de muerte. El hijo pródigo escogió un camino emancipado de la casa del padre, hasta que fue ordenado de nuevo y regresó al equilibrio. Nabucodonosor se enalteció por la gran Babilonia construida y Dios le envió a comer hierba por siete años, hasta que reconoció que el Señor es quién ordena los pasos del hombre. En el desorden y el vacío de nuestro corazón la palabra de Dios pone orden y luz para reorientarnos de nuevo.
Señor y Dios, ordena los pasos de Israel en esta generación, y a nosotros en España haznos conocer el camino por donde debemos andar, en el nombre de Jesús.