180 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXIX) – Regreso a Sinar                                                    

Ésta es la iniquidad de ellos en toda la tierra. Y he aquí, levantaron la tapa de plomo, y una mujer estaba sentada en medio de aquel efa. Y él dijo: Ésta es la Maldad; y la echó dentro del efa… Dije al ángel que hablaba conmigo: ¿A dónde llevan el efa? Y él me respondió: Para que le sea edificada casa en tierra de Sinar; y cuando esté preparada lo pondrán sobre su base (Zacarías 5:5-11)

         Esta visión del profeta Zacarías nos muestra el destino final de la Maldad. La Escritura comienza con la entrada del pecado en el mundo a través de un hombre, y por el pecado la muerte. Ese pecado se desarrolla a lo largo del contenido bíblico hasta el momento cuando es quitado en un solo día (Zac.3:9). Ese día fue el de la redención llevada a cabo por el Mesías en la cruz del calvario. La sangre de Jesús derramada para la remisión de los pecados. Esta es la buena nueva del evangelio. En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia (Ef.1:7).

El pecado es perdonado mediante la obra redentora del Salvador del mundo, pero su efecto sigue operando sobre el cuerpo pecaminoso y carnal, sujeto a la muerte, hasta el día de la redención final; cuando el postrer enemigo, la muerte, sea derrotado.

Y como el aguijón de la muerte es el pecado (1 Co.15:56), tiene que haber un día cuando el pecado (maldad) es quitado de la tierra dando lugar al día postrero, el siglo venidero. Bien. Ese momento es el que vio el profeta Zacarías. Vio como la Maldad era echada dentro de un efa (recipiente de 35 litros); sobre ella una mujer sentada (que recuerda a la mujer voluptuosa de Apocalipsis que representa a Babilonia). Dos mujeres alzaron el efa entre la tierra y los cielos. El profeta preguntó donde llevaban el efa, la respuesta fue que a una casa edificada en la tierra de Sinar.

Recordemos que fue en Sinar donde los hombres se juntaron bajo el liderazgo de Nimrod, edificaron una ciudad y una torre en oposición a Dios, y de allí se extendió el paganismo y la idolatría a todas las naciones. Hemos hecho en esta serie un recorrido muy amplio de esa influencia. Fue en ese mismo lugar (Edén-Oriente-Babilonia) donde se originó la rebelión del hombre. La Maldad ha recorrido todas las naciones. Ha producido muerte y destrucción a su paso.

También ha llegado a todas las naciones el mensaje libertador de la Maldad: el evangelio de Jesucristo. La Maldad regresa a su lugar de origen: la llanura de Sinar. Parece que el pecado ha culminado su recorrido, una nueva era comienza.

         La maldad que anida en el corazón del hombre tiene un recorrido: desde Edén hasta la llanura de Sinar, dejando a su paso muerte y destrucción, que ha sido vencida en la cruz del Calvario.

179 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXVIII) – Hipócritas (7)                                                    

¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno (Mateo 23:33)

         Cuando llegamos al capítulo veintitrés del evangelio de Mateo nos encontramos con el discurso más duro que Jesús realizó a lo largo de su ministerio. La hipocresía de quienes representaban el legalismo religioso más estricto de la época atrajo las críticas más feroces del Maestro. En su origen fueron «los separados», significado de fariseos. Surgió como respuesta a la asimilación helenista, pero derivó paulatinamente en un legalismo religioso exacerbado que debe hacernos reflexionar.

En nuestro texto se les llama generación de víboras, sin escapatoria de la condenación del infierno. Antes el Maestro había denunciado su actitud por no entrar en el reino y no dejar entrar a los que estaban entrando (23:13). Se habían convertido en piedra de tropiezo. Devoraban las casas de las viudas y como pretexto hacían largas oraciones (23:14,15). Diezmaban la menta, el eneldo, y el comino, pero abandonaban lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe (23:23). Su ceguera les llevaba a colar el mosquito, y tragarse el camello (23:24), poniendo el énfasis en lo intrascendente y tragándose los aspectos relevantes de la ley de Dios. En palabras del profeta Miqueas: hacer justicia, amar misericordia, y humillarse ante Dios (Miq.6:8).

Ponían su atención en el cumplimiento nimio de los aspectos externos de la ley, como limpiar lo de afuera del vaso y del plato, pero por dentro estaban llenos de robo e injusticia (23:25). Se olvidaban que la contaminación no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella, porque sale del corazón: malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias; esas cosas son lo que verdaderamente contamina al hombre (Mt.15:17-20).

Jesús también los llamó sepulcros blanqueados, por fuera se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de inmundicia y huesos de muertos (23:27). Exteriormente se mostraban justos delante de los hombres, pero por dentro estaban llenos de hipocresía e iniquidad (23:28). Según la afirmación de Jesús, que conoce el corazón de los hombres, tenían muy difícil escapar de la condenación del infierno (23:33).

Estas palabras son una advertencia para todos nosotros. Caer en el legalismo religioso puede ser muy fácil si en nuestro corazón hemos anidado la hipocresía. Por eso, sobre toda cosa guardada, guarda el corazón, porque de él mana la vida (Pr.4:23). Jesús es nuestro libertador.

         La hipocresía constituye un verdadero enemigo de la vida espiritual que libera el legalismo y la dureza del corazón que conduce a la condenación.

178 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXVII) – Hipócritas (6)                                                      

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros (Mateo 23:15)

         Podemos reproducirnos en otros para vida o para muerte. Una vez más vemos que la enseñanza de Jesús pone énfasis en la responsabilidad que contraemos con los demás mediante nuestras acciones u omisiones.

Todos somos herederos de una vana manera de vivir que hemos heredado de nuestros padres y la sociedad en la que hemos crecido. Luego podemos cambiar ese rumbo mediante la redención que hay en Cristo Jesús. Porque Jesús ha venido a enderezar lo torcido. Juan el Bautista vino para allanar el camino del Señor en nuestras vidas mediante un bautismo de arrepentimiento.

Por tanto, llega el momento cuando somos responsables de nuestras propias decisiones. Hay un tiempo para ser llevados por ayos-pedagogos, ese fue el propósito de la ley (Gá.4:1-7). Pero en Cristo ya no somos esclavos de la naturaleza pecaminosa heredada de los padres, sino que somos hijos de Dios, con una nueva naturaleza, para glorificar a nuestro Padre que está en los cielos.

Ahora bien, hay influencias que pueden determinar nuestro destino. Existen experiencias que pueden marcar nuestras vidas para siempre. Esa era una de las actitudes que el Maestro reprochó con dureza a los fariseos. Recorrían tierra y mar para hacer un prosélito, y una vez conseguido lo hacían dos veces más hijo del infierno que ellos mismos. Increíble. Todo un esfuerzo monumental para atar a una persona al mismo infierno.

Piensa. Podemos desplegar un activismo evangelístico que esconda un poder hechicero de tal forma que lleve a multitudes al abismo. Hay líderes de sectas que trabajan más duro que cualquier pastor del evangelio para conducir a las masas hasta las mismas entrañas del infierno.

Observa lo que dice Jesús: «lo hacéis». Líderes y maestros falsos que atan a las personas a sí mismos de tal forma que sus vidas quedan ligadas a ellos en una carrera al precipicio. Debemos recordar siempre que nuestra influencia en otros no debe ser motivo de hechicería (creando lazos y ataduras) sino de liberación.

No pertenecemos al hombre. Los hijos de Dios han sido comprados por precio para no hacerse esclavos de los hombres, ni siquiera del pastor de la iglesia. Hay un tiempo para guiar, llevar, conducir, y siempre ser modelo para que otros alcancen la madurez en Cristo, dependiendo de él y no de un líder carismático (Ef.4:11-16).

         El carisma de un líder no es para atar a las personas a sí mismo, sino para llevarlos a la madurez en Cristo cumpliendo su voluntad.

177 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXVI) – Hipócritas (5)                                                       

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima de ellos no lo saben (Lucas 11:44)

         Nos guste o no, seamos conscientes o vivamos ignorándolo, nuestras vidas repercuten en otras personas. En ocasiones mucho más de lo que llegamos a comprender. Abrimos o cerramos oportunidades para los demás. Somos de bendición o maldición para la sociedad en la que vivimos.

Una nación está compuesta de múltiples personas con buenos y malos ejemplos. Si además ocupamos puestos de liderazgo de cualquier tipo las vidas de otras personas estarán ligadas en cierta medida a nuestro comportamiento. Por eso, el egoísmo que solo piensa en sí mismo, creyendo erróneamente que podemos vivir sin afectar a otros, no es más que una triste ignorancia que a veces conduce a verdaderos dramas.

El presidente de una nación tiene una responsabilidad especial; y sus obras, las leyes que aprueban los parlamentos tienen repercusión en millones de personas. Por ello se nos insta a orar por las autoridades de manera decidida.

Si el hogar tiene un padre ausente los hijos crecerán desprotegidos. Si la madre no actúa como tal la vida familiar sufrirá pérdida. Si los pastores de las iglesias piensan que pueden vivir como quieran y luego subirse al púlpito para exhortar a la grey como si no tuvieran responsabilidad en el crecimiento de cada hermano, están siendo como aquellos fariseos que eran sepulcros blanqueados. Es decir, por fuera una capa de pintura para tapar la muerte que llevan dentro.

Somos transmisores de vida o muerte, y generalmente la transmitimos a través de nuestras palabras. La muerte y la vida están en poder de la lengua (Pr.18:21). La lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno (Stg.3:6). Los fariseos del tiempo de Jesús transmitían muerte y contaminación al pueblo con sus enseñanzas.

La hipocresía de sus vidas escondía la muerte que anidaba en sus corazones. Esa muerte, escondida detrás de una apariencia de piedad, contaminaba a muchos. Recordemos que en la ley judía pasar por encima de un sepulcro contaminaba a las personas. Si el sepulcro no se veía era fácil contaminarse y vivir corrompido creyendo estar limpio (Lc.11:44). Hay enseñanzas «bíblicas» que pueden esconder muerte y contaminación de muchas personas si no disciernen correctamente seprando lo precioso de lo vil. Jesús lo denunció con firmeza.

         Cuando escondemos una vida de hipocresía podemos estar contagiando a otros detrás de una fachada de piedad contaminante.

176 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXV) – Hipócritas (4)

Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad (Lucas 11:39)

         Jesús fue invitado a comer a la casa de un fariseo. Estando allí, pronto afloraron las costumbres de cada uno. El fariseo se extrañó que Jesús no se hubiese lavado las manos antes de comer. El Maestro percibió la actitud y los pensamientos de su anfitrión, y sin dar lugar a una falsa educación que evita siempre la confrontación, expuso decididamente el conflicto de unos hábitos elevados a la categoría de doctrina. Vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad.

Esta aparente agresividad tuvo que coger por sorpresa al religioso. Y sin darle ocasión a la respuesta amplió su mensaje con varios lamentos en forma de ayes que golpearon a todos los asistentes a la comida. No fue un simple comentario mordaz. Fue una acusación en toda regla. No dio lugar a escaparse con argumentos que justificaran semejante actitud hipócrita, sino que decididamente comparó el comportamiento de los fariseos con la rapacidad, (o robo, dice la versión de las Américas), y maldad.

Esto pone de manifiesto que se puede ser un estricto religioso, legalista y dogmático, y a la misma vez un ladrón teniendo la maldad anidando en el corazón. Podemos defender posturas legalistas con una supuesta base bíblica y a la vez vivir tan lejos de la verdad libertadora del evangelio.

El fariseo quedó mudo y fue un intérprete de la ley el que reaccionó a las palabras de Jesús tildándolas de afrenta (11:45). Pero el Maestro no se arredró, sino que dirigiéndose ahora a su nuevo interlocutor expuso uno de sus comportamientos igualmente censurable: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis (11:46). ¡Qué fácil es para el sistema religioso imponer cargas a otros! Atar a los hombres a doctrinas humanas elevadas a voluntad de Dios.

El islam de hoy es una prueba perversa de lo que significa humillar a la mujer hasta convertirla en poco más que una esclava sexual. Obligar, imponer, someter con violencia o amenazas nunca ha formado parte del evangelio liberador de Jesús. Torcer las Escrituras para ejercer dominio sobre nuestros semejantes siempre tendrá al Señor enfrente de nosotros. Él lo llama rapacidad y maldad.

         La hipocresía puede derivar en robo y maldad cuando la mayor preocupación de los maestros sea imponer legalismo y cargas.

175 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXIV) – Hipócritas (3)                                                       

Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas (Lucas 12:1-3)

         La hipocresía es representar un papel que no se corresponde con la verdad de lo que somos. Es vivir enmascarado. Es un fraude. Un engaño a  nosotros mismos y a los demás. Un desequilibrio entre el interior y el exterior, la realidad y la fantasía. Jesús advierte a los suyos de este peligro: guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía. Esta levadura se extiende a otros. Afectó al mismo apóstol Pedro y arrastró a otros judíos, incluyendo al bueno de Bernabé (Gá.2:11-14). Por su parte el apóstol Pablo tuvo la valentía de enfrentarse a ella por amor a la verdad del evangelio, y lo hizo desenmascarándola con firmeza.

Como hemos dicho, este enemigo de la vida cristiana se reproduce especialmente en el terreno religioso. Da a luz el legalismo y dogmatismo que rápidamente se propaga para producir un fruto nocivo para el crecimiento de la vida espiritual. Observa que Jesús dijo que la levadura de los fariseos es la hipocresía y se manifestaba en sus enseñanzas (Mt.16:12).

Sabemos que la nota predominante de esta forma de doctrina era el legalismo. Incluso cambiaron la palabra de Dios por tradiciones de hombres. Una vez que se levanta el edificio legalista es fácil confundir la dureza del corazón con la espiritualidad, para acabar imponiendo cargas a otros que nosotros mismos no estamos dispuestos a levantar. Jesús fue especialmente duro con este comportamiento. Advirtió a sus discípulos del peligro que supone caer en ella.

Los fariseos de la época de Jesús eran los que más se acercaban a su enseñanza, y a la vez vivían tan lejos de ella. Tenían la doctrina correcta en muchos casos, pero la dureza de sus corazones legalistas los hizo caer en un comportamiento hipócrita que el Maestro combatió con dureza. Podemos ser muy ortodoxos en la doctrina y a la vez vivir muy alejados del Espíritu de Dios.

Paradójicamente la dureza que produce el legalismo se opone a la verdad del evangelio. Dijeron de Jesús sus propios adversarios: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. En Jesús tenemos la respuesta adecuada a la hipocresía.

         Seguir el ejemplo del Maestro nos librará de caer en la levadura de los fariseos y su enseñanza dominada por la hipocresía.

174 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXIII) – Hipócritas (2)                                                       

Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas… Y cuando ores, no seas como los hipócritas… Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas (Mateo 6:2,5,16)

         La hipocresía es una planta que crece en todos los terrenos de la vida en sociedad, pero hay uno donde tiene un abono especial que la hace multiplicarse como una gran cosecha, es en el ámbito religioso. Paradójicamente los sistemas religiosos son los que más se prestan a que haya actitudes hipócritas que al ponerse de manifiesto vienen a ser piedra de tropiezo para muchos.

Y dentro del ámbito religioso Jesús señala tres de ellos: la ofrenda, la oración y el ayuno. Todas ellas disciplinas necesarias en la vida de cualquier cristiano. A la vez, son terrenos donde puede crecer la planta de la hipocresía de forma lamentable.

Cuando la vida cristiana se vuelve una competencia por las apariencias externas para mostrar nuestra espiritualidad y búsqueda de la recompensa humana hemos entrado de lleno en el terreno del legalismo religioso que a tantos defrauda, contaminando la verdadera espiritualidad.

Jesús enseña que nuestras ofrendas deben ser sin sonido de trompeta, es decir, que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Hay ocasiones en las que es imposible evitar que otros conozcan nuestra entrega económica, pero la práctica habitual debe ser la discreción, mirando a Dios y no a los hombres.

La vida de oración, dice Jesús, no debe ser una manifestación pública para impresionar a otros con nuestra aparente devoción. El fariseo de la parábola oraba consigo mismo. La repetición mecánica, sin vida, sin fe, por rutina religiosa, sin pasión y sin un corazón rendido a la voluntad de Dios es como metal que resuena y címbalo que retiñe. El Maestro enseña que cuando oremos entremos en nuestro aposento y oremos a nuestro Padre que está en secreto, y nuestro Padre que ve en lo secreto nos recompensará en público.

Por su parte el ayuno debe ser sin mudar nuestro rostro, para no mostrar a los hombres que ayunamos. No es una disciplina externa para impresionar; o el duro trato del cuerpo que no tiene valor alguno contra los apetitos de la carne (Col.2:23), olvidándonos de la justicia, la misericordia y la humildad; sino mostrándolo a nuestro Padre que está en los cielos.

La semilla del legalismo y el dogmatismo puede crecer solapadamente en nuestra mente hinchada de vanidad si damos lugar a la hipocresía. Luego pretenderemos enseñarla a otros, haciendo comparaciones, para caer rápidamente en la levadura o doctrina de los fariseos (Mt.16:12). Jesús nos ha enseñado a guardarnos de esa levadura (16:6).

         El mundo religioso es muy propicio para que anide la hipocresía.

173 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXII) – Hipócritas (1)                                                        

En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía (Lucas 12:1)

         La impiedad y la hipocresía son sinónimos en la Escritura. El juicio sobre los hipócritas es muy duro en la enseñanza bíblica, aunque a nosotros nos parezca hoy que solamente tiene que ver con doblez de corazón, algo de lo que la mayoría participa y que ha venido a ser habitual y aceptable en nuestra sociedad.

La palabra proviene del griego hupokrisis, que originalmente significa dar una respuesta. En la concepción griega viene a ser un intérprete de sueños, un orador, un recitador de poesía o un actor. Tiene la connotación negativa de simulación, duplicidad o falsedad. En la Biblia predomina el sentido negativo del término. En las versiones tradicionales del AT usaban «hipócrita» en pasajes donde las versiones posteriores dicen «impío» o «falso» (Job 8:13; 15:34,35; 17:8; Is.9:17; 33:14). La palabra hebrea que a menudo se traduce hipócrita se refería a contaminación o corrupción.

En el NT se destaca la hipocresía en el sentido más limitado de representar un papel. Jesús llama hipócritas a los fariseos por la contradicción que había entre sus acciones externas y las actitudes internas. Los líderes religiosos no practicaban lo que predicaban.

En varias ocasiones los escritores del NT señalan que la sinceridad (sin hipocresía) debía ser una característica de los cristianos (Rom.12:9). La fe no fingida (1 Tim.1:5) (2 Tim.1:5). También la sabiduría de lo alto es sin incertidumbre ni hipocresía (Stg.3:17).

Veremos en próximas meditaciones algunos de los pasajes en los que aparece la hipocresía como una actitud reprobable y que recibe el juicio del Maestro de forma contundente.

La hipocresía viene a ser sinónimo de maldad e impiedad. El siervo malo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mt.24:48-51). En este pasaje encontramos la hipocresía unida a la condenación eterna, por tanto, estamos hablando de algo muy serio.

En nuestro pasaje la hipocresía está unida con la levadura de falsas enseñanzas farisaicas que contaminan a muchos. Le ocurrió al mismo apóstol Pedro y tuvo que ser reprendido por Pablo (Gá.2:13).

         La hipocresía es contagiosa. Puede infectarnos momentáneamente como un virus, pero una naturaleza hipócrita conduce a la condenación de los impíos.

172 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXXI) – Falsos maestros (5)                                                

Éstos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error (2 Pedro 2:17,18)

         Pedro los identifica. Apunta con su pluma a este tipo de personas. Los coloca en el centro de su mensaje en esta carta. Conoce el daño que hacen, y mucho peor, sabe el peligro que corren aquellos que han escapado de las contaminaciones del mundo y pueden volver a ser vencidos enredándose en el error para que su estado postrero venga a ser peor que al principio. Trabajo en vano. Tiempo perdido. El evangelio sufre pérdida y credibilidad. Los hermanos quedan a merced del desánimo y la decepción.

Porque no olvidemos que estos falsos maestros son enseñadores, están llenos de palabras infladas y pomposas que durante un tiempo han enajenado las mentes de muchos hermanos con sus concupiscencias y disoluciones. Han inflado de expectativas falsas a jóvenes discípulos que han creído su mensaje sin examinarlo. Son especialmente aquellas personas de las que habla Jesús en la parábola del sembrador. Muchos han recibido la palabra en medio de espinos y abrojos, las piedras han impedido su crecimiento y la que cayó junto al camino ha sido robada de sus corazones. Creen por algún tiempo, pero en la hora de la prueba abandonan.

La prueba puede ser el mal ejemplo de estos falsos maestros que han confundido con verdaderos ministros del evangelio. Han sido defraudados y regresan a su vieja vida para obtener un estado peor que al principio de haber oído el mensaje de redención.

Existe hoy una gran «diáspora» de personas que un día recibieron el evangelio y ahora están extraviados y dispersos por los falsos pastores que se han apacentado a sí mismos. Muchos se han endurecido y no quieren volver a oír hablar del reino de Dios. Piensan que todo está corrompido y no pueden confiar en nadie. La amargura ha invadido sus corazones y caminan dejados de sí mismos, o entregados a los vicios que un día abandonaron.

Santiago dice: Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados (Stg.5:19,20). Pero para aquellos que han propiciado el daño está escrito que les está reservada la más densa oscuridad. Hijos de condenación.

         Podemos ser engañados un tiempo por falsos maestros, pero también podemos regresar a la verdad arrepentidos y recuperar la senda donde la abandonamos.

171 – EL HOMBRE CONDENADO

El hombre condenadoLos impíos (XXX) – Falsos maestros (4)                                                 

Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición (2 Pedro 2:14)

         Los falsos maestros no solamente enseñan herejías, también seducen con su forma de vivir. La maldad puede estar disfrazada detrás de una vida atractiva, buenos modales, gran cultura, educación exquisita, pero ocultar una personalidad lasciva, poseída por el sexo y la adicción a la pornografía. Sus ojos están llenos de adulterio. Tienen su esposa pero se recrean con imágenes de otras mujeres. Son esclavos del pecado. A la misma vez pueden ejercer una seducción altamente atrayente que los hace la envidia de muchas personas.

Persuaden con argumentos manipuladores para engañar a los ingenuos e inconstantes en la verdad. Sus corazones están habituados a la codicia. La personalidad que emana de ellos proviene de una naturaleza corrompida, sin regenerar, pero con una sutileza infernal se convierten en modelos a seguir. La retórica de sus argumentos neutraliza el juicio de personas respetables. Muchos reconocen su maldad, pero el talento que despliegan es tan manifiesto que justifican su forma de vida con una benevolencia insoportable.

El apóstol que escribe de estos falsos maestros concluye: son hijos de maldición. Nuestra sociedad actual ha elaborado un sistema inmunológico para justificar el pecado bajo una falsa tolerancia y respeto a todas las opiniones, así como no entrar a valorar la vida privada de las personas. Bajo ese escudo protector se esconden verdaderas alimañas del mal, hombres perversos y malos que hunden las sociedades en la decadencia más absoluta. Buena parte de la nuestra tiene estos síntomas.

A los ojos de un Dios santo y justo no pasan desapercibidos estos comportamientos. El Señor no perdonó a los ángeles que pecaron; y no perdonó a las ciudades de Sodoma y Gomorra. Sí libró al justo Lot que vivía en medio de ellos afligiendo su alma justa cada día viendo los hechos inicuos de ellos.

Cuando perdemos la capacidad de discernir los hechos inicuos que se suceden ante nuestros ojos, y acabamos asumiendo la normalidad de semejantes comportamientos hemos dado el paso definitivo a la depravación.

Hay enfermedades que pueden incubarse durante mucho tiempo hasta que una vez afloran y ya es demasiado tarde para neutralizarlas. La palabra de Dios nos advierte, como medicina preventiva, para que podamos ver y denunciar los hechos inicuos de los hijos del mal.

         El corazón de un falso maestro puede esconder toda una diversidad de malignidades que arrastren a muchos hasta el punto de no retorno.