En el día en que temo, yo en ti confío… Tú has tomado en cuenta mi vida errante; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿acaso no están en tu libro? Entonces mis enemigos retrocederán el día en que yo te invoque. Esto sé: que Dios está a favor mío (Salmos 56:3, 8,9).
¿Qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas? (Romanos 8:31,32). Estas verdades inconmovibles y reconfortantes no evitan que el temor nos ataque en algún momento. Que vivamos etapas de nuestra vida como errantes. Derramemos abundantes lágrimas que son anotadas en un libro. Que se levanten enemigos, y necesitemos confiar e invocar el Nombre de nuestro Dios para que retrocedan las tinieblas. Nuestra vida de temor, errante, de lágrimas y rodeada de enemigos está delante de los ojos de Dios. Y como se le dijo al patriarca de la fe, también a nosotros: Abram… Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto” (Génesis 17:1).
Padre amado, confiamos en ti, derramamos nuestras lágrimas ante ti y sabemos que estás a favor de los que te aman. Amén.