5 – LA REDENCIÓN – La ley es insuficiente

La locura de la cruzLa ley es insuficiente

Porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él; pues por medio de la ley viene el conocimiento del pecado  (Romanos 3:20 LBLA)

En este recorrido que estamos haciendo en la nueva serie que hemos iniciado nos encaminamos hacia la meta de alcanzar redención. La naturaleza pecaminosa del hombre le ha alejado de Dios, por tanto, nos hemos colocado bajo la ira y el juicio justo de Dios. Ahora vamos a dar un paso más.

Nos encontramos con dos tipos de hombres, uno que vive delante de Dios según la conciencia natural, esa conciencia le dicta normas de conducta que no ha visto escritas en ninguna ley, pero que están presentes en su modo de razonar. Pablo lo expresa así: Porque cuando los gentiles, que no tienen la ley, cumplen la ley, ellos, no teniendo la ley, son una ley para sí mismos, ya que muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, su conciencia dando testimonio, y sus pensamientos acusándolos unas veces y otras defendiéndolos (Ro.2:14-15). Esta verdad demuestra que el hombre tiene una conciencia universal, aunque nadie le haya enseñado la ley que sí tuvieron los hebreos. La conciencia acusa o defiende según el conocimiento del bien y del mal que tiene. Sin embargo, la conciencia nunca alcanza el nivel de exigencia de la justicia de Dios. Por tanto, tampoco es fiable para poder redimirnos.

Hay pecadores que lo son sin haber vivido bajo los parámetros de la ley, y hay los que no alcanzan la justicia de Dios mediante la ley porque no la cumplen en su totalidad. Todos ellos pecan, unos sin ley y otros con ley. Pues todos los que han pecado sin la ley, sin la ley también perecerán; y todos los que han pecado bajo la ley, por la ley serán juzgados (Rom. 2:12).

Luego el apóstol aborda la situación de los judíos que sí tenían ley, pero no la guardaban, por tanto, aunque la ley pone límites a la naturaleza pecaminosa del hombre, no tiene el poder de transformar y regenerar por cuánto por medio de la ley es el conocimiento del pecado. La ley no tiene poder de frenar la acción pecaminosa del hombre. Puede hacerle creer que es mejor que los gentiles que no tienen ley, llevarle a la jactancia y dejarle convicto bajo la ley que no cumple, además de conducirle a un conocimiento de culpabilidad mayor por cuanto no tiene el poder para llevar adelante en su vida las exigencias de la ley, con lo cual pone en evidencia su impotencia. Por medio de la ley viene el conocimiento del pecado.

         Conocer la voluntad de Dios no nos justifica ni redime, sino el hacerla. La ley pone en evidencia nuestra impotencia y necesidad de un Redentor.

4 – LA REDENCIÓN – El pecado nos coloca bajo el juicio de Dios

La locura de la cruzEl pecado nos coloca bajo el juicio de Dios

Y sabemos que el juicio de Dios justamente cae sobre los que practican tales cosas  (Romanos 2:2 LBLA)

En el capítulo uno de Romanos Pablo hace una lista exhaustiva de la manera de proceder de los hombres alejados del temor de Dios. Por cambiar la gloria de Dios en una imagen de hombre corruptible, Dios los entregó a la impureza en la lujurias de sus corazones. Por haber cambiado la verdad por la mentira y adorar a las criaturas en lugar de al Creador, Dios los entregó a pasiones degradantes. Y por no haber tenido en cuenta a Dios, sino que escogieron vivir a espaldas de sus mandamientos, ignorando la revelación de Dios en la naturaleza y en su propia conciencia, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran cosas que no convienen.

Las consecuencias de estas múltiples «entregas» —Dios los entregó aparece en el texto hasta tres veces— fue una forma de vida impía que atrajo el juicio justo de Dios. El hombre escogió practicar toda la lista de manifestaciones pecaminosas que aparecen en Romanos 1:29-32. Las hacen y dan su aprobación a los que las practican. Esas prácticas son dignas de muerte. Repito, atraen el juicio de Dios.

La exposición del apóstol en los primeros capítulos de su epístola a los Romanos no es gratuita, ni para recrearse en la maldad del hombre, sino para ponerlo como base de la grandeza del mensaje del evangelio que está predicando. Sin el pecado del hombre no hay ira de Dios, ni tampoco puede haber juicio, por tanto, no se necesita redención.

Pablo predica a Cristo y este crucificado. La locura de la cruz es que siendo pecadores, Cristo murió por nosotros. El glorioso mensaje del evangelio es que la justicia de Dios se ha revelado por la fe en Jesucristo, pero sin acentuar antes el pecado, la ira y el juicio, no tiene sentido hablar de la manifestación de la justicia de Dios a través de la redención en Jesús.

Por tanto, toda predicación del evangelio que no contiene el pecado del hombre, la ira y el juicio justo de Dios por la maldad, no es evangelio, no hay buena noticia porque no hay o no es necesaria la redención. Podemos sobrevivir con un mensaje agradable que nos de algunas pautas de comportamiento ético, o hacer buenas obras que nos deje participar en la solución, y por las cuales podamos gloriarnos de la capacidad y potencialidad humana para solucionar nuestros propios problemas. Muy propio del hombre caído, pero insuficiente para la redención que necesitamos.

         El juicio de Dios sobre la naturaleza de pecado es justo porque hemos practicado todo tipo de perversiones y necesitamos una redención completa.

3 – LA REDENCIÓN – El pecado atrae la ira de Dios

La locura de la cruzEl pecado atrae la ira de Dios

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad  (Romanos 1:18 LBLA)

El apóstol Pablo fue quién mayor revelación recibió del evangelio de Dios. Él lo llama «mi evangelio». Vivió por y para el evangelio, para que la verdad revelada permaneciese a la siguiente generación, y a través de sus cartas a todas las generaciones. En la carta a los Romanos hace la mejor y más amplia exposición que tenemos en la Biblia sobre el misterio que estaba oculto desde tiempos eternos. Así lo expresa al final de su epístola. Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe (Rom. 16:25,26).

El evangelio es un misterio revelado en las Escrituras. Estaba oculto, sin revelar en su totalidad, pero ahora ha sido manifestado por la predicación para ser dado a conocer a todas las naciones.

Un misterio oculto necesita revelación para ser comprendido. La revelación viene por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios cuando el hombre escucha el mensaje y se arrepiente de sus pecados. Y el comienzo del mensaje, según la exposición que hace Pablo en Romanos, es acerca de la ira de Dios contra la impiedad de los hombres. Por tanto, la predicación del evangelio comienza en la ira de Dios.

Cuando apareció Juan el Bautista les dijo a las multitudes: Quien os enseñó a huir de la ira venidera (Lc.3:7). Pablo le dijo a los tesalonicenses que Jesús nos libra de la ira venidera (1 Tes.1:10). El apóstol Juan dice en su evangelio que el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él (Jn.3:36).

Y ¿por qué está airado Dios? Por el pecado de los hombres que con impiedad e injusticia detienen la verdad. Por eso está escrito: Habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, porque Él ha establecido un día en el cuál juzgará al mundo con justicia, por medio de un Hombre a quién ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos (Hch. 17:30-31).

         El pecado del hombre le mantiene bajo la ira de Dios, por ello necesitamos un redentor, Jesús, quien nos libra de la ira venidera.

2 – LA REDENCIÓN – Sin pecado no se necesita redención

La locura de la cruzSin pecado no se necesita redención

Pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado (Romanos 5:13 RV60)

La redención es consecuencia de una condena. Si no ha habido condena no es necesaria redención de la pena. Esto lo saben muy bien los que han pasado por la cárcel. Redimir condena es acortar el tiempo de privación de libertad. Cumplir la condena en su totalidad significa poder salir en libertad, el pago está realizado.

La redención que ha hecho Jesús a favor de los hombres es completa, alcanza para toda la condena recibida. Pero si hay condena es porque antes ha habido un delito, y si hay delito es porque se ha transgredido una ley, y si hay una ley es porque existe una naturaleza pecaminosa que la necesita para limitar sus efectos. Es la naturaleza de pecado, el resultado de la caída. Hemos heredado una naturaleza de pecado que nos inclina al mal, nos puede, nos esclaviza, por tanto, necesitamos redención de la esclavitud del pecado, es decir, la naturaleza que nos domina e impide hacer la voluntad de Dios.

Si el hombre excluye de su pensamiento la realidad del pecado y lo enmascara con argumentos filosóficos y elucubraciones diversas, nunca verá la necesidad de un Redentor, un Libertador, un Salvador.

La doctrina del pecado es fundamental para el anuncio del evangelio, sin ella no hay de qué redimir, por tanto, el evangelio se convierte en un mensaje agradable para vivir de la mejor forma posible, sacar provecho al beneplácito de Dios sin pretender la regeneración y el cambio de naturaleza. Este ha sido y es el intento continuado de todas las religiones alejadas de la revelación de Dios. Este evangelio se predica en muchas iglesias hoy. Es un mensaje popular, dirigido al hombre caído para ayudarle a vivir bien pero sin llevarlo a la muerte completa para poder resucitar en novedad de vida. Para esto último necesitamos la redención de Jesús.

Nuestro mensaje ha quedado diluido ofreciendo principios y métodos para poner parches a una naturaleza que solo tiene un destino: la muerte. Sin muerte no ha redención. El pecado nos ha conducido a la muerte, la separación de Dios. La paga del pecado es muerte. Nuestro Redentor tenía que participar de la muerte, a causa del pecado del hombre, para librar a todos los que por el temor a la muerte estaban toda la vida sujetos a servidumbre. Nacemos muertos por causa del pecado. Necesitamos redención de la muerte y del pecado que nos tiene atados a una forma de vida alejada de Dios.

         Si obviamos el pecado, (la naturaleza caída del hombre), la redención viene a ser una opción en lugar de la liberación que necesitamos como cuestión de vida o muerte.               

1 – LA REDENCIÓN – Introducción

La locura de la cruzIntroducción

Y edificó Noé un altar al Señor…  (Génesis 8:20 LBLA)

Una vez que el juicio se ha consumado viene un tiempo de depuración y regeneración. Después que las aguas del diluvio anegaron la tierra, el Señor hizo un pacto con Noé. Ese pacto incluye no volver a destruir la tierra mediante agua, y le dio como señal el arco iris para recordar dicho pacto. El hombre y la tierra han sido depurados y regenerados mediante el juicio de Dios. Este principio lo encontramos a menudo en la Escritura.

Dios juzgó a Egipto con el fin de que dejara salir a su pueblo para servirle. Dios juzgó a Israel depurando la tierra que le había dado enviándolos 70 años a Babilonia para que la tierra descansara por no haber cumplido la ley del reposo (2 Crónicas 36:21). Dios ha juzgado a todos los imperios y naciones en diversos momentos cumpliendo así toda justicia por su iniquidad, y depura al hombre enseñándole las consecuencias de su propia maldad. La historia está llena de esta verdad, aunque el hombre y los historiadores nunca aprenden ni sacan las conclusiones oportunas.

Una vez depurada la tierra por el agua del diluvio, hemos visto que Dios hizo un pacto con Noé, y encontramos que esta es la forma de actuar de Dios con el hombre, lo hace a través de pactos. La Biblia nos habla de diversos pactos, podríamos ver la relación siguiente: el pacto con Noé, el pacto con Abraham, el pacto con Moisés, el pacto con David y llegamos así al Nuevo Pacto, establecido a través del Hijo de Dios y su sangre derramada en la cruz del Calvario.

Los pactos tienen que ver con la redención de Dios hacia los hombres. La redención se establece mediante un pacto expiatorio. Sin derramamiento de sangre no hay expiación. Noé, una vez salió del arca, lo primero que hizo fue un altar. Y edificó Noé un altar al Señor, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofició holocaustos en el altar (Gn.8:20). No podemos hacer un recorrido de cada uno de estos pactos, pero lo que haremos a partir de esta nueva serie es centrarnos en la redención, la redención del pecado del hombre después de la caída, nos ocuparemos de la redención final, la que llevó a cabo el Hijo de Dios, nuestro Mesías y Salvador. Para ello regresaremos a la epístola de Pablo a los Romanos, donde tenemos la mejor exposición del evangelio de Dios mediante la redención que es en Cristo Jesús.

         La redención del hombre tiene como base un pacto, un nuevo pacto, hecho una vez y para siempre, habiendo obtenido eterna redención.

NOTA INFORMATIVA – Meditaciones

CedroNOTA INFORMATIVA – Meditaciones

Hola a todos.

Durante las dos próximas semanas no podré enviar las meditaciones habituales. Hemos acabado la Serie “Después de la caída”; la próxima que enviaré será “La Redención”.

Recordaros también que cada día, de lunes a viernes, a las 8 de la tarde, hora española, podéis sintonizar RADIO BEREA FM – 92.1 a través de Internet, dónde se emite el programa “Momentos para la Reflexión” con las distintas series del tema: “Qué es el hombre” (el devenir humano desde antes de nacer hasta después de morir). Son tres minutos de reflexión directa que puedes compartir con tus amigos y contactos en las Redes.

El enlace es el siguiente: http://www.bereafm.net/

Saludos: Virgilio Zaballos – España

15 – DESPUÉS DE LA CAÍDA (Final) – La paciencia de Dios duró cien años

Después de la caídaLa paciencia de Dios duró cien años

Y Noé tenía quinientos años, y engendró a Sem, a Cam y a Jafet… Y Noé hizo conforme a todo lo que el Señor le había mandado. Noé tenía seiscientos años cuando el diluvio de las aguas vino sobre la tierra  (Génesis 5:32 y 7:5,6 LBLA)

El recorrido del mal desde la caída del hombre demuestra con toda nitidez que el desarrollo del pecado se tornó muy veloz. Dios acortó los días de vida de más de novecientos años a ciento veinte; primer juicio. En vista que el intento del corazón del hombre era siempre el mal, tuvo que tomar una medida más drástica. Le pesó en su corazón y tuvo tristeza por el devenir humano, entonces decidió comenzar de nuevo.

Halló a Noé, un hombre justo en medio de la maldad predominante, para encargarle que hiciera un arca porque la tierra iba a ser pasada por agua destruyendo todo ser viviente que no estuviera dentro de ella. Este proceso al parecer duró unos cien años. Desde que Dios le encargó a Noé la construcción del arca, hasta que el arca se cerró, pasaron alrededor de cien años. Un periodo suficiente para que aquella generación viera la madera del arca –semejante a la cruz− delante de sus ojos. La locura estaba en que nunca había llovido sobre la faz de la tierra. Siempre hay locura en el mensaje de la cruz. Dios enloquece la sabiduría de los hombres y escoge salvarlos por la predicación del evangelio.

Para la generación de Noé el mensaje era creer en el juicio venidero, creer que un día llovería y lo haría de tal forma que todo quedaría anegado en agua, poniendo obras a esa fe entrando en el arca. Sin embargo, no lo hicieron. Y esa misma fe, la que sí tuvo Noé, condenó al mundo. Por la fe Noé, siendo advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó un arca para la salvación de su casa, por lo cual condenó al mundo, y llegó a ser heredero de la justicia que es según la fe (Hebreos 11:7).

El apóstol Pedro recoge el mismo mensaje para recordarnos que de la misma manera que se burlaron los hombres en los días de Noé, se burlaban en su propio tiempo y se burlarán en los nuestros. Pues cuando dicen esto, no se dan cuenta de que los cielos existían desde hace mucho tiempo, y también la tierra, surgida del agua y establecida entre las aguas, por la palabra de Dios, por lo cual el mundo de entonces fue destruido, siendo inundado con agua… El Señor no se retarda en cumplir su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento (2 Pedro 3:5-9).

         La paciencia de Dios es grande pero limitada en el tiempo. Hoy es día de salvación, el arca está abierta, la invitación hecha, ven a Jesús y se salvo.  

14 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – La corrupción activa el juicio de Dios

Después de la caídaLa corrupción activa el juicio de Dios

Entonces dijo Dios a Noé: He decidido poner fin a toda carne, porque la tierra está llena de violencia por causa de ellos; y he aquí, voy a destruirlos juntamente con la tierra. Hazte un arca…  (Génesis 6:13,14 LBLA)

El juicio de Dios en los días de Noé no se ha vuelto a repetir nunca más en la historia de la humanidad. Aunque sí tenemos indicaciones de que la forma de vida de la generación de Noé es semejante a la de los días anteriores a la venida del Hijo del Hombre (Lucas 17). Deberíamos preguntarnos cómo era la generación de Noé y qué similitudes pudiera tener con la nuestra. Para responder a esta pregunta debemos recordar que otro de los juicios terribles de Dios sobre los hombres fue en las ciudades de Sodoma y Gomorra. Ambas generaciones tienen aspectos comunes, por tanto, meditemos y aprendamos.

Uniendo los dos casos, el de los días de Noé y los de Lot, vemos que hay una secuencia similar en su forma de vida: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y construían hasta el mismo día del juicio. Una vida centrada en sí mismos, orientada a los placeres y el enriquecimiento. A esto hay que añadirle corrupción, violencia, y otros pecados que menciona el profeta Ezequiel como detonantes del juicio sobre Sodoma: He aquí, esta fue la iniquidad de tu hermana Sodoma: −dice el profeta− arrogancia, abundancia de pan y completa ociosidad tuvieron ella y sus hijas; pero no ayudaron al pobre ni al necesitado, y se enorgullecieron y cometieron abominaciones delante de mí. Y cuando lo vi las hice desaparecer (Ezequiel 16:49,50).

Al unir todo ello encontramos demasiadas similitudes con las formas de vida de nuestra propia generación. Una vida hedonista dirigida al enriquecimiento y el lucro personal; egoísta, ociosa, soberbia. La ociosidad produjo todo tipo de pasiones carnales. Cuyo dios era su vientre. Sin interés por los más necesitados. Amadores de sí mismos. Es la lista del carácter de los hombres en los últimos tiempos que menciona Pablo en Timoteo.

En definitiva, una sociedad tan parecida a la actual que abruma. El juicio está a las puertas. El arca ya se ha construido y levantado, fue en el monte Calvario, donde −también de madera, como el arca− se levantó una cruz, y en ella al Hijo de Dios, para que todo aquel que en él crea, no se pierda, sino que tenga vida eterna, huyendo así de la ira venidera. Jesús es nuestro Noé. La gracia es el arca que está abierta para huir de la destrucción que se avecina. Dios no ha cambiado, es paciente, esperando que vengamos al arrepentimiento y el conocimiento de la verdad.

         Cuando los juicios de Dios se acercan los habitantes del mundo aprenden justicia (Isaías 26:9). Es tiempo de buscarle con diligencia.

13 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – La corrupción no pasa desapercibida en el cielo

Después de la caídaLa corrupción no pasa desapercibida en el cielo

Y miró Dios a la tierra, y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra  (Génesis 6:12 LBLA)

Cuando dice el texto que Dios miro a la tierra en realidad se entiende que está viendo el modo de actuar de los hombres que la habitan. La naturaleza humana corrompida emite un olor tan desagradable que llega hasta el cielo. El pecado sube hasta la presencia de Dios. Tenemos muchos ejemplos de ello en la Escritura. Lo vemos en el caso de los cananeos (Gn.15:16). Lo vemos en los días de Noé. También en las ciudades de Sodoma y Gomorra. Como está escrito: El clamor de Sodoma y Gomorra ciertamente es grande, y su pecado es sumamente grave. Descenderé ahora y veré si han hecho en todo conforme a su clamor, el cual ha llegado hasta mí; y si no, lo sabré (Gn.18:20-21).

Los ángeles enviados por Dios a Sodoma y las ciudades vecinas dieron este informe: Vamos a destruir este lugar, pues su clamor ha llegado a ser tan grande delante del Señor, que el Señor nos ha enviado a destruirlo (Gn. 19:13). Cuando el hombre se aparta del propósito de Dios su camino se corrompe con facilidad y rápidamente; se extravía, conduciéndose a su propia destrucción.

Dios le dio un propósito al hombre: Cultivar y cuidar la tierra (Gn.2:15). Después de la caída ese propósito no cambió (Sal. 104:23), aunque lo haría con trabajo y sudor (Gn. 3:17-19). Debería dejar a su padre y a su madre y unirse a su mujer, ser una cola carne. En lugar de ello, el desarrollo del pecado produjo tal deterioro que trastornó los caminos y la voluntad de Dios para el hombre. Entonces las pasiones carnales le condujeron a la degeneración sexual, la corrupción y la violencia. ¡Cuánta soberbia en el hombre moderno teniendo por anacrónico el mensaje bíblico! No hay nada nuevo debajo del sol.

El humanismo predominante de hoy busca su propia realización alejado de los principios morales. Contraviene y corrompe el propósito original para luego pretender que el universo le sea favorable. Cuando el hombre pervierte su camino lejos de Dios está poniendo los cimientos para la corrupción en la tierra que deriva en su propia destrucción. Burlar las leyes divinas no pasa desapercibo en el cielo. Como dice nuestro texto: Miró Dios a la tierra. Corromper los principios morales y universales, −la ley natural−, legislando contra la conciencia que Dios ha puesto en el ser humano no es más que acelerar la corrupción y torcer los caminos del hombre.

         Hay camino que al hombre le parece recto, pero su final es camino de muerte.  Jesús nos devuelve a las sendas antiguas. Él es el camino al Padre.

12 – DESPUÉS DE LA CAÍDA – El pecado corrompe la tierra y la llena de violencia

Después de la caídaEl pecado corrompe la tierra y la llena de violencia

Y la tierra se había corrompido delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia  (Génesis 6:11 LBLA)

El pecado del hombre corrompe la tierra. La tierra no se envilece por sí  misma si no que sufre los efectos de la acción humana. Hay una conexión evidente entre la moral humana y el deterioro del medio ambiente. Dios creó la tierra como una habitación para ser habitada por el hombre. En ella puso todo tipo de provisión, con una inmensidad de recursos naturales que el hombre tenía que gestionar y administrar. Pero la falta de integridad trae consigo la perversión de todo lo que se hace.

El efecto corrosivo del pecado no se detiene en el hombre, sino que desde la corrupción del ser humano alcanza al medio en el que vive y lo llena de violencia. La violencia engendra muerte antes de tiempo, caos y aflicción. Ese es el escenario en el que el príncipe de la potestad del aire se mueve, por ello está tan interesado en pervertir el corazón del hombre. Todo este proceso se inicia en el epicentro del ser, el corazón, el interior de la persona, por ello la Escritura nos exhorta: Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida (Pr. 4:23).

La naturaleza de pecado tiene un fin último: producir las condiciones de caos, corrupción y violencia para acelerar el reino de muerte y destrucción. Esta es la naturaleza de Satanás. El es homicida desde el principio. Ha venido a matar y destruir. Lo hace mediante los hijos de desobediencia; genera el juicio justo de Dios, porque el hombre es responsable de sus propios actos, tiene voluntad propia aunque esté manipulada y sojuzgada por la ley del pecado que ha invadido su ser.

Los juicios de Dios son tiempos de depuración. La tierra misma será libertada de la corrupción y vanidad a la que fue sometida mediante la manifestación gloriosa de los hijos de Dios. Una vez más vemos la interrelación entre la creación natural y la creación del hombre. La creación gime y sufre dolores de parto para ser liberada de la corrupción. La sangre derramada de Abel en la tierra levantó una voz que fue oída en el cielo (Heb. 12:24). Sangre derramada por la violencia de un hombre corrompido en su naturaleza interior. Hoy vivimos también la manifestación de ese binomio: corrupción y violencia. Parecen ser hermanas gemelas. Recuerda que estamos meditando en la generación de Noé, de la que Jesús dijo que sería similar a la que precede a su venida.

         Una sociedad corrompida se llena rápidamente de violencia. No seamos tan ligeros enjuiciando la moral cristiana que siempre actúa como salero de toda corrupción. Pero si la sal se vuelve insípida…