47 – LA LUCHA INTERIOR – Rebelión y obstinación

Lucha interiorRebelión/adivinación y obstinación/idolatría

Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Por cuanto has desechado la palabra del Señor, El también te ha desechado para que no seas rey  (1 Samuel 15:23).

El apóstol Pablo había predicado el evangelio en la región de Galacia, muchos de los que oyeron el mensaje lo recibieron con gozo, comenzaron a caminar en fe y por el Espíritu, pero pronto se desviaron del camino recto. Saúl comenzó bien el llamamiento de Dios, obtuvo diversas victorias rápidas sobre las naciones vecinas enemigas de Israel, fue con diligencia a combatir a Amalec cuando le fue requerido por Dios, pero creyendo haber obedecido el mandato divino, pronto se apartó de la fidelidad a la voz de Dios para dejarse guiar por pensamientos propios y opiniones del pueblo.

Pablo encaró a los gálatas con una pregunta determinante: ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿vais a terminar ahora por la carne? ¿Habéis padecido tantas cosas en vano? (Gá. 3:3,4). Por su parte, el profeta Samuel enfrentó al incipiente rey de Israel con un mensaje que ponía en evidencia la fragilidad de su obediencia: La rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Necesitamos el impacto de la palabra de Dios despertando nuestras conciencias de obras muertas, para servir al Dios vivo y verdadero.

¡Es tan fácil apartarse del camino cuando alejamos nuestro oído de la verdad! Luego escogemos un camino de obediencia intermedia. Mezclamos la revelación de Dios con nuestras propias opiniones personales, razonamientos humanos que comienzan con cierta semejanza religiosa que nos apartan de la verdad, pero nos convencen que andamos por camino recto. Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte (Pr.16:25).

La corrección que hizo Samuel al rey Saúl nos puede parecer exagerada. Equiparó la desobediencia —«obstinación» dice en la Biblia RV60— con el pecado de idolatría, y la rebelión con adivinación. Pablo habló de perturbación (Gá.5:12) sobre las iglesias de Galacia por la mezcla del evangelio con la justicia propia. La Escritura es muy seria en la defensa de la verdad de la palabra de Dios. Saúl fue rechazado, y desde ese momento su vida se convirtió en un infierno para él mismo y para los que estaban cerca de él. Los gálatas corrían el peligro de caer de la gracia y que el evangelio les hubiese sido predicado en vano.

         Mantener una actitud de obstinación en el error conduce a la idolatría, y subestimar la palabra de Dios atrae un espíritu de adivinación.

46 – LA LUCHA INTERIOR – Obedecer es mejor que los sacrificios

Lucha interiorObedecer es mejor que los sacrificios

Y Samuel dijo: ¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del Señor? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros  (1 Samuel 15:22).

El hombre natural y religioso está dispuesto a hacer esfuerzos y sacrificios. Un evangelio de obras parece motivar más porque apela a nuestra justicia propia, a nuestra participación en la salvación. También es más fácil de comprender y asimilar. Todas las religiones tienen una carga inmensa de obras para tratar de conseguir los beneficios de la divinidad. Muchos están bien dispuestos a realizar sacrificios costosos por el favor divino.

La disciplina personal tiene cierta reputación ante los hombres. Por ello, la mayoría de las personas preguntan qué cosas permite «tu religión» y cuáles prohíbe. Concebimos el sentimiento religioso alrededor de «hacer» o «no hacer». Sin embargo, el evangelio de la gracia de Dios está diseñado para sacarnos de la idolatría y obedecer. Elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre, por la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo… (1 Pedro 1:1,2). Nos convertimos de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero (1 Tes. 1:9).

Naamán, el sirio, estuvo dispuesto a hacer grandes sacrificios si lo hubiera propuesto el profeta Eliseo, pero consideró una humillación bajar al sucio rio Jordán y zambullirse siete veces para quedar libre de la lepra que le dominaba. Saúl pensó que incumplir el mandato de Dios guardando los animales de Amalec para ofrecerlos en holocausto «al Señor», era mejor que obedecer la voz de Dios. El profeta Samuel declaró la sentencia que resuena aún hoy en nuestros oídos: «obedecer es mejor que los sacrificios».

Como cristianos, fracasamos muchas veces en nuestra lucha contra «el pecado que mora en mí», tratando de combatirlo con disciplinas apoyadas en una gran fuerza de voluntad, en lugar de venir a la cruz del calvario y morir con Cristo a nuestras pasiones y deseos. Pablo dijo: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2:20).

En cierta ocasión le preguntaron a Jesús: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? … Les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado (Jn.6:28-29).

         Obedecer es mejor que los sacrificios, y prestar atención a la voz de Dios más trascendente que muchas obras de justicia propia.

45 – LA LUCHA INTERIOR – Eludir nuestra propia responsabilidad

Lucha interiorEludir nuestra propia responsabilidad

Y Saúl respondió: Los han traído de los amalecitas, porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de los bueyes, para sacrificar al Señor tu Dios; pero lo demás lo destruimos por completo  (1 Samuel 15:15).

Cuando Saúl fue confrontado con la verdad de sus actos, su primera reacción fue justificarse a sí mismo echando sobre el pueblo la responsabilidad de su desobediencia. Saúl eludía así su responsabilidad, pero la voz de Dios en la boca del profeta le recordó la verdad de las cosas. Samuel hizo un recorrido histórico de su llamamiento. Dios le escogió cuando el hijo de Cis se veía pequeño a sus propios ojos.

¡Cuántos pastores comienzan su llamado viéndose incompetentes y desvalidos, pero una vez han probado el respaldo del Señor en ciertas acciones se vuelven vanidosos y comienzan a confiar en sí mismos, abandonan la humildad de sus orígenes para entrar de lleno en la soberbia de la superioridad sobre los demás, evitando toda palabra que les recuerde su incapacidad inicial, comenzando a «flirtear» con la posibilidad de que son «especiales» y por ello fueron elegidos.

Saúl fue enviado a una misión del Señor y la dejó inconclusa. No acabó con el anatema de los amalecitas −recuérdese el mismo mensaje en días de Josué y el pecado de Acán— porque temió al pueblo y no escuchó la voz de Dios (1 Sam. 15:24). Incluso dejó con vida al mismísimo rey de Amalec. El temor de los hombres y sus razonamientos carnales le condujeron a la desobediencia, y siempre hay un argumento para justificarla: Las ovejas y los bueyes son para sacrificar al Señor tu Dios.  El argumento tenía aparentemente su base en la Escritura. Estaba escrito que ofrecieran sacrificios a Dios en el Tabernáculo, pero los sacrificios nunca pueden substituir la obediencia. Obedecer es mejor que los sacrificios.

El hombre religioso está dispuesto a realizar cualquier tipo de sacrificio, —por costoso que pueda parecer—, pero ajustar su vida a la palabra de Dios viviendo  en obediencia a sus mandamientos conlleva la rendición de toda la vida. Saúl quiso combatir a Amalec en sus propias fuerzas carnales, con pensamientos religiosos, pero no hay victoria definitiva sobre la carne con fortaleza humana, ni fuerza de voluntad. Necesitamos la obediencia de mirar a Jesús en la cruz del Calvario. Cristo en nosotros, la esperanza de gloria. Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios

         No debemos eludir nuestra responsabilidad echándola sobre otros. Cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo.

44 – LA LUCHA INTERIOR – Pienso que cumplo sin cumplir

Lucha interiorPienso que cumplo sin cumplir

Entonces Samuel vino a Saúl, y Saúl le dijo: ¡Bendito seas del Señor! He cumplido el mandamiento del Señor. Pero Samuel dijo: ¿Qué es este balido de ovejas en mis oídos y el mugido de bueyes que oigo?  (1 Samuel 15:13-14).

La Escritura enseña que somos lo que pensamos. Pues como piensa dentro de sí, así es (Pr. 23:7 LBLA). Un pensamiento errado pasado por bueno nos introduce en una cárcel de difícil liberación. Saúl ha entrado en ella. Piensa que ha cumplido el mandamiento del Señor, pero lo ha hecho solo en parte. Se ha dejado seducir por una obediencia parcial. Su corazón está alegre, la conciencia no le acusa, está convencido que ha hecho lo correcto y que Dios lo aprueba. Sin embargo, la verdad va por otro camino muy distinto.

En ocasiones podemos vivir sinceramente errados, estar plenamente convencidos de una postura que conduce al fracaso. El envanecimiento personal es el camino más rápido para conseguirlo. El rey de Israel estaba dando los pasos para ello. Los que están en puestos de responsabilidad tienen la necesidad de asegurar sus obras en la revelación de la Escritura. Es fácil equivocarnos cuando las circunstancias confirman lo que hacemos.

El pasaje que estamos meditando en 1 Samuel capítulo quince relata un episodio de la guerra entre Israel y Amalec. Pues bien, paradójicamente, algunas veces podemos pretender combatir a Amalec, —figura de la vida carnal—, con las mismas fuerzas carnales que pretendemos evitar. Saúl había luchado contra Amalec como resultado de un mandato del Señor, pero lo había hecho a su manera, con una proporción de obediencia y otra de desobediencia. Estas mezclas nunca dan buenos resultados en el reino de Dios.

Saúl usó un lenguaje religioso. Cuando vio a Samuel le saludó así: ¡Bendito seas del Señor! Y a renglón seguido se jacta de haber cumplido el mandamiento de Dios. Romper este momento «mágico» para Saúl era una tarea pesada para Samuel. El profeta podría haber sido políticamente correcto y dar por bueno el nivel de obediencia de Saúl. Sin embargo, fue cortante. No hubo lugar a la tibieza del mensaje. Atrajo la atención de Saúl hacia el sonido de las ovejas y el mugido de los bueyes que había perdonado en su guerra con los amalecitas, incumpliendo así la voluntad de Dios.

La fe viene por el oír. La herejía también, escuchando doctrinas de demonios. Decir la verdad a los que están en autoridad es el mejor servicio que podemos hacer a la nación.

Nuestro oído puede recordarnos la magnitud de nuestra desobediencia.

43 – LA LUCHA INTERIOR – La palabra corrige y desenmascara

Lucha interiorLa palabra corrige y desenmascara

Entonces vino la palabra del Señor a Samuel, diciendo: Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque ha dejado de seguirme y no ha cumplido mis mandamientos. Y Samuel se conmovió, y clamó al Señor toda la noche  (1 Samuel 15:10-11).

La mezcla de obediencia y desobediencia, el hombre carnal y el espiritual, nos engaña de tal forma, que comenzamos a tener una apreciación de las cosas muy distinta a la que tiene Dios de nosotros. Creyendo haberle servido con fidelidad, ponemos nuestras vidas rumbo al autoengaño que nos lleva al ensalzamiento de nuestra potencialidad. Creemos servirle, pero en realidad lo hacemos a nosotros mismos.

El engaño de Saúl es de tal magnitud que piensa que ahora es un «gran hombre de Dios», permitiéndose levantar un ministerio alrededor de sus propias obras. Para ello, no escatima en «levantar un monumento para sí» (1 Sam. 15:12 LBLA). Está orgulloso de su «obediencia», y piensa que debe ser conocida por todo el pueblo, que admiren su entrega incondicional al Señor y le imiten, viéndole como «el gran siervo que cree ser». Vano intento.

La palabra de Dios ya ha salido de su trono y contiene un mensaje muy distinto al que está creyendo Saúl. El mismo profeta Samuel queda estupefacto cuando recibe la visión de Dios sobre la actitud de Saúl. A Dios le pesa haberlo puesto por rey, un rey prototipo de líder carnal. Ha dejado de seguirle, aunque ha cumplido en parte su voluntad, pero no es suficiente, Dios necesita un hombre conforme a su corazón. No ha obedecido sus mandamientos, aunque a Saúl le parece que es un ejemplo digno de imitar.

La palabra de Dios es un espejo para vernos. Es una antorcha que alumbra. Es una espada que divide el alma del espíritu, y discierne los verdaderos motivos de nuestro corazón. Nos desnuda ante Dios. Nos expone a su veredicto. Y toda predicación que no tiene estos ingredientes no es predicación, es engañar al pueblo con pensamientos de paz cuando no hay paz.

Samuel quedó perplejo. Pasó toda la noche orando a Dios, conmovido por la dimensión del drama que estaba a punto de consumarse. Mientras tanto, Saúl hizo un monumento a sí mismo. Vive ajeno a la verdad revelada, pero cree con total «sinceridad» que ha cumplido con Dios. Esta es la lucha interior de muchos pastores y responsables de iglesias. El salmista dijo: Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno (Sal. 139:23,24).

          Debemos estar siempre expuestos a la acción de la palabra de verdad, sabiendo que nuestro corazón es engañoso más que todas las cosas.

42 – LA LUCHA INTERIOR – Obediencia imperfecta es desobediencia

Lucha interiorObediencia imperfecta es desobediencia

Saúl derrotó a los amalecitas… Capturó vivo a Agag, rey de los amalecitas, y destruyó por completo a todo el pueblo a filo de espada. Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas, de los bueyes, de los animales engordados, de los corderos y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir por completo; pero todo lo despreciable y sin valor lo destruyeron totalmente  (1 Samuel 15:7-9 LBLA).

No podemos servir a Dios y a las riquezas. La vida cristiana es rendición completa a la voluntad de Dios. No hay medias tintas en el mensaje del evangelio. No podemos vivir para Dios con un corazón dividido. La doblez confunde. El doble ánimo nos debilita. Debatirse entre dos pensamientos solo puede conducir al levantamiento del culto a Baal. La permisividad es el comienzo del reinado de la carne. Podemos engañarnos con medias verdades, con argumentos sutiles, pero el corazón desobediente acabará llevándonos a una rebelión abierta. Jesús dijo: El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna (Jn.12:25).

El llamamiento al discipulado no tiene ambigüedad posible. Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo (Lc. 14:33). Pero siempre hay un Saúl dentro de nosotros que nos lleva a separar las cosas. Pensamos que la obediencia a Dios debe ser acorde a nuestros razonamientos humanos. Y estos nos dicen que hay cosas que son aparentemente buenas y no debemos ser tan «fanáticos» en desechar aquello que luego podremos usar «para la gloria de Dios». Falso. Nos engañamos a nosotros mismos.

La orden de Dios a Saúl era clara: Destruye por completo todo. Lo hizo en parte. Estuvo dispuesto a realizar la voluntad de Dios,  no estamos ante una rebelión abierta, sino encubierta. A veces queremos mostrar nuestra obediencia pero nos dejamos lo mejor para nosotros mismos. Saúl perdonó al rey Agag, lo mejor de los animales, y todo lo bueno. Parecería que el rey de Israel era más benevolente que el mismo Dios. Incluso más práctico. ¡Para qué destruir lo bueno y útil! ¡Qué osadía! ¿Somos mejores que Dios?

Saúl quiso ganarse al rey de los amalecitas, le impresionó su aspecto imponente, y viendo lo mejor del ganado y las cosas buenas pensó que serían útiles, pero Dios lo había desechado. Ananías y Safira pensaron igual quedándose una parte, aunque aparentaban entrega total. Dios no puede ser burlado.

         Una obediencia imperfecta, aunque tenga cierta carga de aceptación religiosa, no puede agradar a Dios. El Señor demanda obediencia completa.

41 – LA LUCHA INTERIOR – La victoria se consolida por la obediencia

Lucha interiorLa victoria se consolida por la obediencia a la palabra

Samuel dijo a Saúl: El Señor me envío a que te ungiera por rey sobre su pueblo, sobre Israel; ahora pues, está atento a las palabras del Señor. Así dice el Señor de los ejércitos: Yo castigaré a Amalec por lo que hizo a Israel, cuando se puso contra él en el camino mientras subía de Egipto. Ve ahora, y ataca a Amalec, y destruye por completo todo lo que tiene, y no te apiades de él…  (1 Samuel 15:1-3)

El reinado de Saúl tuvo un comienzo prometedor. Mantuvo una actitud de humildad, aunque sobrepasaba en altura a la mayoría de sus contemporáneos. Las primeras victorias sobre Moab, Amón, Edom, los reyes de Soba, los filisteos y los amalecitas fueron una confirmación de que Dios estaba con él y le daba la victoria por donde quiera que fuera. Esa mentalidad victoriosa, tan de moda en nuestros días, tuvo que ejercer sobre él un atractivo especial que le haría creer que siempre sería así.

Una vez confiados en nuestras propias fuerzas es cuando estamos al borde del abismo. Una corte de aduladores nos hará olvidar fácilmente la prudencia de obedecer a Dios aún en los aspectos más aparentemente nimios. Una mentalidad de este tipo pone las bases para que escojamos obedecer lo agradable y desestimar lo impopular.

Saúl había sido ungido rey por Samuel, pero no basta con la unción, hay que estar atento a las palabras del Señor. La unción nunca opera contra la palabra de Dios, por el contrario, nos enseña a permanecer en la verdad. La unción no es una excusa para la desobediencia. Dios pone a prueba al rey. Le da una misión clara y específica que debe cumplir en su totalidad: Ve ahora, ataca a Amalec, destruye por completo todo lo que tiene, y no te apiades de él. Palabras claras para no tener duda de cuál es la voluntad de Dios. Jesús dijo: El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si hablo por mi propia cuenta (Jn.7:17).

La voluntad de Dios no cambia. Ya en los días de Moisés había emitido su juicio sobre Amalec para que fuera quitada su memoria de debajo del cielo. Volvió a repetirlo poco antes de que Israel entrara en la tierra prometida, y ahora vuelve a pedir a Saúl que cumpla su voluntad. La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios. Está escrito: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne, —es enemiga de Dios, debe ser crucificada en la cruz del Calvario−. El comienzo prometedor de Saúl va a poner en evidencia su fragilidad para obedecer a Dios.

         La obediencia a la palabra de Dios consolida nuestro crecimiento espiritual, o pone al descubierto nuestra desobediente vida carnal.

40 – LA LUCHA INTERIOR – Victorias iniciales sobre la carne

Lucha interiorVictorias iniciales sobre la carne

Cuando Saúl asumió el reinado sobre Israel, luchó  contra todos sus enemigos en derredor: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Soba y contra los filisteos; adondequiera que se volvía, resultaba vencedor. Obró con valentía derrotando a los amalecitas, y libro a Israel de manos de los que lo saqueaban  (1 Samuel 14:47,48).

Es interesante hacer un recorrido bíblico por la lucha que Israel mantuvo contra Amalec en diferentes momentos de su historia. También es una realidad inevitable la lucha del cristiano con el viejo hombre carnal. La historia de Israel muestra que experimentaron tiempos de victoria sobre Amalec y otros de derrota. Las generaciones se suceden pero la lucha se mantiene. Podemos aprender mucho de cómo otros, antes que nosotros, combatieron contra el pecado y llegaron al final de su carrera con gozo. También podemos aprender de los errores de quienes nos han precedido en la fe y evitar cometer los mismos tropiezos.

El reinado de Saúl comenzó con fuerza y victoria. Fue la respuesta permitida por Dios al clamor del pueblo por tener un régimen monárquico como las demás naciones. «Tener un rey que nos saque a la guerra, que vaya delante de nosotros. Un líder que podemos ver y seguir». Con esta actitud, aparentemente lógica, estaban desechando a Dios, −el camino de fe−, y escogiendo el modelo de las demás naciones. Estas decisiones comienzan a menudo con ciertas experiencias que parecen confirmar el acierto de una buena elección, aunque se verá que los gobiernos al estilo Saúl (figura del reinado del hombre carnal con sus potencialidades y hermosa apariencia) pronto demuestran su fragilidad. Eso lo veremos más adelante, ahora nos encontramos con un Saúl que actúa con valentía, derrota a los amalecitas y toda  una serie de enemigos alrededor de Israel.

Los amalecitas habían seguido saqueando, está en su naturaleza. Las obras de la carne levantadas en nuestro interior volverán una y otra vez a las mismas acciones. Se repiten con demasiada frecuencia para recordarnos que deben ser destruidas, nunca contemporizar con ellas esperando que el hombre carnal se comporte decentemente y benevolencia. Es un gran error. La naturaleza de pecado está agazapada, esperando su oportunidad para saquear los bienes del reino en nuestros corazones, siempre que se le dé lugar. Es cuestión de tiempo.

         Ciertas victorias iniciales sobre la carne en nuestra vida cristiana no son evidencia de madurez; debe establecerse el reino de Dios por la obediencia.

39 – LA LUCHA INTERIOR – Coaliciones de enemigos contra Israel

Lucha interiorCoaliciones de enemigos contra Israel

Porque sucedía que cuando los hijos de Israel sembraban, los madianitas venían con los amalecitas y los hijos de oriente y subían contra ellos… así fue empobrecido Israel en gran manera por causa de Madián, y los hijos de Israel clamaron al Señor  (Jueces 6:3,6).

Las naciones cometen errores históricos que sufren sus efectos las siguientes generaciones. La desobediencia de nuestros padres nos alcanza en algún momento de nuestra propia historia. El poder del evangelio de Jesús penetra hasta esa espiral pecaminosa para romper los lazos de sangre de la vana manera de vivir heredada de nuestros padres (1 Pedro 3:17,18). El profeta Jeremías dijo que vendría un día —los del Nuevo Pacto— cuando los hijos no llevarían la dentera porque sus padres habían comido uvas agrias, si no que cada cual morirá por su propia iniquidad (Jer. 36:29-31).

Israel no obedeció el mandato de Dios en boca de Moisés para borrar la memoria de Amalec (Dt. 25:17-19). Permitió que Amalec se moviera libremente por su territorio, y que hiciera alianza con otros pueblos enemigos de Israel. En el pasaje que estamos meditando encontramos una coalición de madianitas, amalecitas y de los hijos de oriente. Todos ellos se juntaron con un mismo fin: saquear, robar y destruir la herencia de los hijos del pacto. Estos pueblos tenían en común varias cosas, una de ellas, su forma de vida nómada; eran salteadores que aprovechaban el trabajo de pueblos más laboriosos para enriquecerse a su costa. Vemos en ellos a muchos de los especuladores actuales.

Otra de las características que los unía era su oposición al pueblo de Dios. Los amalecitas ya lo habían hecho antes junto a Moab. Se unieron a este pueblo en su estrategia ocultista, mediante la contratación del falso profeta Balaán, para que maldiciendo a Israel frenaran su avance hacia la tierra prometida (Nm.22:4-7). No lo consiguieron porque Israel caminaba en obediencia. Pero en los días de los jueces, Israel abandonó la ley de Dios y por ello fueron entregados en manos de Madián y Amalec.

La desobediencia empobreció a Israel y lo hizo esclavo de sus enemigos. De la misma forma, nuestra vida espiritual quedará neutralizada y empobrecida si damos lugar a la carne. En esos tiempos, la victoria está en volvernos a Dios en clamor y súplica para que seamos libertados de nuestros enemigos.

         Hay una triada de enemigos del hombre espiritual: el mundo, la carne y el diablo, unidos contra la edificación del espíritu renacido.

38 – LA LUCHA INTERIOR – El hombre sin temor de Dios

Lucha interiorEl hombre sin temor de Dios

Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino cuando saliste de Egipto, cómo te salió al encuentro en el camino, y atacó entre los tuyos a todos los agotados en tu retaguardia cuando estabas fatigado y cansado; y él no temió a Dios. Por tanto, sucederá que cuando el Señor tu Dios te haya dado descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que el Señor tu Dios te da en heredad para poseerla, borrarás de debajo del cielo la memoria de Amalec; no lo olvides  (Deuteronomio 25:17-19 LBLA).

El hombre carnal se identifica por la ausencia de temor de Dios. Aunque puede mantener formas religiosas, sus acciones revelan que no hay temor de Dios en su corazón, por tanto, actúa sin sabiduría. La ignorancia es muy atrevida. Pero es un atrevimiento sobre la debilidad del otro. La falta de temor de Dios engendra la cobardía del hombre. La cobardía se disfraza detrás de una supuesta valentía sobre aquellos que están en inferioridad de condiciones. Esa es la naturaleza de Amalec. Ese es el hombre carnal, nuestra vieja naturaleza de pecado, que debe ser borrada debajo del cielo en nuestra manera de andar.

En el texto que meditamos, vemos el surgimiento de una nueva generación en el pueblo de Dios que no debe olvidar lo que hizo Amalec. La vida cristiana tiene momentos de renovación y restauración, cuando es avivado el fuego de Dios en nuestros corazones. Significa un nuevo levantamiento para heredar las promesas de Dios, sin olvidar la naturaleza del enemigo que nos acecha a menudo.

Debemos acordarnos lo que nos hizo Amalec cuando vivíamos muertos en delitos y pecados, alejados de la ciudadanía de Israel, ajenos a los pactos y las promesas, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Porque nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros (Tito 3:3). Sin temor de Dios. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la humanidad, El nos salvó… por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo (Tito 3:4,5), por tanto, debemos  borrar de debajo del cielo la memoria de Amalec.

«Acordarnos y borrar» de la memoria, ambas verdades juntas en la experiencia de la nueva vida en Cristo. En ocasiones nos acordamos de la vida en la carne y mantenemos su memoria en la conciencia de obras muertas. La sangre de Jesús borra la memoria de Amalec para vivir en novedad de vida.

         La naturaleza carnal no teme a Dios y está destinada a ser borrada de la memoria. El hombre nuevo teme a Dios, es sabio, y guarda sus mandamientos.