49 – La predicación de Pedro en casa de Cornelio (I)

La vida en el EspírituVosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén… le dieron muerte… Dios le resucitó al tercer día e hizo que se manifestara… Y nos mandó predicar al pueblo…  (Hechos 10:38-43).

         La perplejidad de Pedro no impidió que acompañara a los enviados por Cornelio obedeciendo así la voz del Espíritu que le había dicho: «Levántate, desciende y no dudes en acompañarlos, porque yo los he enviado». El Espíritu de Dios dirigiendo al apóstol, no el «apóstol» usando al Espíritu —cosa harto difícil, y los que lo intentan acaban siendo guiados por un espíritu de error—para impresionar a las multitudes. Este es el orden que vemos en el libro de los Hechos. Como está escrito en otro lugar: «Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros…» (Hch.15:28).

Bien. Tenemos a Pedro siguiendo al Espíritu, detrás de tres desconocidos, que le conducen a casa de un gentil centurión romano. Puedo imaginar los problemas de conciencia de este judío celoso de guardar los mandamientos de Dios, yendo forzado a un escenario que nunca había imaginado, aunque el Señor había dicho que tenían que llevar el evangelio hasta lo último de la tierra, pero una cosa es escuchar un mensaje y otra vivirlo de forma práctica con las consecuencias imprevistas que no se pueden controlar.

Los gentiles que esperaban a Pedro, fieles a su tradición de idolatrar hombres (clásico en el paganismo), quisieron adorarle en un acto de extremo reconocimiento que el apóstol desautorizó por la influencia de la educación judía —ahora sí, necesaria para la ocasión— de no adorar a hombres si no solo a Dios: «Yo también soy hombre», dijo.

Las primeras palabras de Pedro en «esta reunión hogareña» fueron acerca de lo que estaba comenzando a entender: «Vosotros sabéis cuán ilícito es para un judío asociarse con un extranjero o visitarlo, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre debo llamar impuro o inmundo». La obra reveladora del Espíritu Santo estaba actuando en la conciencia de Pedro para comprender lo que no había entendido de la visión recibida en la oración. Cornelio, seguidamente, introduce su alocución contando la experiencia que había tenido hacía cuatro días. Ahora se colocan en posición de oír lo que Pedro tiene que decirles. Y comienza su predicación ante un auditorio expectante y receptivo al mensaje de la palabra de Dios.

         La predicación de la palabra, siguiendo al Espíritu, fue y es esencial.

48 – Pedro confrontado con sus prejuicios judíos

La vida en el EspírituY mientras Pedro meditaba sobre la visión, el Espíritu le dijo: Mira, tres hombres te buscan. Levántate, pues, desciende y no dudes en acompañarlos, porque yo los he enviado  (Hechos 10:19,20).

         Todo lo que vimos en la meditación anterior tiene su continuidad al día siguiente. Cornelio oraba ayer y Pedro subió a la azotea para orar hoy. La oración está uniendo a dos hombres (Cornelio y Pedro); dos ciudades (Cesárea y Jope); dos experiencias convergentes (la visión del romano y el éxtasis del judío). Todo ello coordinado por el Espíritu Santo que tiene que convencer a Pedro para que no dude en acompañar a los tres hombres que se han presentado en el lugar donde se hospeda.

El apóstol tuvo un éxtasis en el que vio un gran lienzo que descendía del cielo con toda clase de animales inmundos, (prohibidos en la dieta judía), cuadrúpedos, reptiles y aves del cielo. Una voz le dijo que matara y comiera, a lo que Pedro respondió: «De ninguna manera, Señor, porque jamás he comido nada impuro o inmundo». Y esto por tres veces, una señal que introdujo a Pedro en su tradición: «Por boca de dos o tres testigos se decidirá todo asunto» (2 Co.13:1) (Dt.17:6).

El éxtasis se desvaneció y el antiguo pescador quedó atónito y perplejo sobre lo que significaría aquella visión. Y aquí es donde la acción del Espíritu hace converger un instante celestial. Sin ella el judío Pedro se mantendrá firme en sus tradiciones bien arraigadas, su doctrina inamovible de siglos y su obstinación pasada por obediencia religiosa.

La falta de sometimiento al Espíritu de Dios ha provocado cismas y controversias interminables en la historia de la iglesia. La fuerza de la tradición y el sistema religioso anclado en el alma humana no podrán doblegarse sin la sincronización divina, mediante una vida de oración y obediencia al Espíritu Santo más allá de nuestras convicciones personales.

Cuando llaman a la puerta para preguntar por Pedro, −el predicador judío que necesitaba Cornelio y toda su casa−, el Espíritu de Dios le habló y le dijo: «levántate, desciende, no dudes en acompañarlos porque yo los he enviado». Veo al Espíritu tomando al apóstol y conduciéndole por una senda nueva que nunca había transitado. Mira el proceso. Primero levantarse, luego descender, −sin dudar−, porque quién manda es el Espíritu de Dios y no los líderes religiosos con su control estructural. Pedro obedeció sin entender. Se puso en marcha aunque no comprendía lo que estaba pasando, pero pronto quedaría perplejo por otro motivo…

         El Espíritu Santo es superior a los prejuicios religiosos o las tradiciones heredadas de generación en generación. Seguirle significará avances del reino.

47 – El Espíritu confirma las visiones y los éxtasis

La vida en el EspírituY mientras Pedro meditaba sobre la visión, el Espíritu le dijo: Mira, tres hombres te buscan. Levántate, pues, desciende y no dudes en acompañarlos, porque yo los he enviado  (Hechos 10:19,20).

         El episodio del derramamiento del Espíritu Santo en casa de Cornelio marcó un antes y un después en el futuro de la congregación de Dios y la inclusión de los gentiles. Hasta ese momento la inmensa mayoría de los convertidos eran judíos o samaritanos, pero sobre todo judíos. No olvidemos este dato porque los siglos venideros levantarían una gran sima entre judeocristianos y la cristiandad gentil que llega hasta nuestros días. Se produjo una separación en la teología y el devenir histórico que llevó a los gentiles a ocupar un lugar preponderante excluyendo a los judíos con el subsiguiente alejamiento de las raíces de nuestra fe, pero eso es otro tema que no vamos a abordar aquí.

Veamos la secuencia de los acontecimientos que tuvieron su inicio en la casa de un centurión romano. Cornelio era militar, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, hacía muchas ofrendas al pueblo judío y oraba a Dios (¿qué Dios? el Dios de los judíos) continuamente. Vemos que un inconverso gentil tenía una vida intensa de oración, era piadoso siendo militar, va a tener la visión de un ángel que entró donde estaba orando y le dijo que sus oraciones habían sido oídas, y sus ofrendas no habían pasado desapercibidas en el cielo. A pesar de toda esta magna experiencia Cornelio necesitaba un predicador, se le dijo que buscara a Pedro para oír las «palabras por las cuales serás salvo, tú y toda tu casa» (Hch.11:14).

Meditemos. Hay experiencias buenas que no son completas hasta que se confirman por la palabra predicada. Las experiencias no salvan a nadie, hay que oír la palabra de verdad, el evangelio del reino, para que el Espíritu Santo sea derramado y confirme la verdad anunciada. Estamos ante un suceso trascendental porque el evangelio iba a penetrar al mundo gentil. Los gentiles, en este caso Cornelio y todos los que se congregaron en su casa, estaban dispuestos para recibir el mensaje del evangelio. El predicador será un judío, Pedro, que al día siguiente tendrá una experiencia desconcertante que confrontará sus prejuicios y tradiciones de tal manera que necesitará la voz del Espíritu Santo para confirmar las experiencias de Cornelio, por un lado, y las suyas propias por otro.

         El evangelio penetró al mundo gentil por la visión de un centurión romano y el éxtasis de un predicador judío. El Espíritu confirmó ambas.

46 – Temor de Dios y fortaleza del Espíritu

La vida en el EspírituEntretanto la iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y era edificada; y andando en el temor del Señor y en la fortaleza del Espíritu Santo, seguía creciendo  (Hechos 9:31).

         Después de la muerte de Esteban vino un tiempo de persecución a la iglesia primitiva. Saulo fue testigo de su martirio y provocó en él una reacción mayor del fanatismo religioso que lo dominaba, aunque seguramente nunca se apartó de su mente la imagen de aquel hombre lleno del Espíritu y fe entregando su vida sin rencor. La persecución con motivo de la muerte de Esteban propicio el avance del evangelio en la región de Samaria, donde el ministerio de Felipe tuvo una gran repercusión.

Luego nos encontramos con la conversión de Saulo, un episodio que cambiaría el devenir de la historia. Esa conversión del viejo perseguidor de los del Camino no solo dejó perplejos a los judíos, sino que impactó de tal forma a los propios discípulos que viendo el revuelo causado por su conversión lo llevaron a Cesárea, y de allí a Tarso, su ciudad natal. Una vez que Saulo desapareció de la escena, el texto bíblico nos dice: Entretanto la iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y era edificada… Después de días de convulsión vino un tiempo de paz. Ese tiempo fue favorable para edificar la iglesia del Señor, y esa edificación, que produjo un crecimiento sostenido, vino como consecuencia de dos factores que en el texto que nos ocupa van juntos. La iglesia era edificada andando en el temor de Dios y en la fortaleza del Espíritu Santo.

Dos verdades fundamentales para que la iglesia sea edificada y crezca sana. Ambos van juntos, inseparables. Cuando los separamos entramos en el desenfreno por las experiencias carismáticas sin control, donde irrumpe la carne, la vieja superstición oculta en una aparente espiritualidad novedosa, la mezcla del alma humana y toda su complejidad, con la nueva vida en el Espíritu, que como es nueva no tenemos la experiencia para dejarnos guiar y acabamos cometiendo errores de bulto que puede apagarla. Los corintios vivieron esto y Pablo tuvo que corregir los errores. Pero cuando está presente el temor de Dios, que es una parte del Espíritu de Dios (Isaías 11:2), podemos ser fortalecidos y no ser llevados al desorden y el protagonismo de las personalidades que siempre aparecen. Una parte de los problemas de la iglesia del siglo XXI han venido precisamente por haber abandonado el espíritu de temor de Dios, lo cual nos ha conducido a excesos indeseables y dañinos.

         La iglesia crece cuando la combinación entre el temor del Señor y la fortaleza del Espíritu son la base de su edificación.

 

45 – Ser llenos del Espíritu una experiencia posterior

La vida en el EspírituAnanías fue y entró en la casa, y después de poner las manos sobre él, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo  (Hechos 9:17).

         Saulo de Tarso ha tenido una experiencia increíble de conversión. Jesús mismo se le ha aparecido en el camino a Damasco, lo ha derribado, se ha revelado a él, −a quién estaba persiguiendo−, ha quedado ciego por tres días y sin embargo no ha sido lleno del Espíritu Santo.

El Señor necesita  un discípulo, no era un apóstol, era un discípulo, el discípulo Ananías. A éste el Señor le había hablado en visión para que fuera a la calle que se llama Derecha, preguntara en casa de Judas por un hombre de Tarso llamado Saulo que estaba orando.

Veamos la secuencia. Saulo impactado por una conversión radical y directa del Señor (hoy tenemos muchos testimonios de personas, especialmente musulmanes en países de difícil acceso del evangelio, en los que se les aparece el mismo Señor y se convierten) está en una casa orando. Por otro lado tenemos a Ananías que ha recibido una visión de Dios para que vaya a visitarlo. Saulo ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista. Pero el Señor le había dicho a Ananías algo más: «me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo». Al instante recobró la vista, se levantó y fue bautizado, tomó alimentos (puede ser que Saulo estaba ayunando los tres días) y cobró fuerzas.

Miremos el orden: una revelación directa de Jesús para que Saulo crea en él, éste se dedica por entero a la oración los siguientes tres días, tiene una visión, recibe la visita de Ananías que ora por él para ser lleno del Espíritu Santo y luego fue bautizado. Sigamos pensando. El futuro «gran» apóstol Pablo necesitó a un discípulo para que orase por él y fuese lleno del Espíritu. Esta experiencia fue posterior a la conversión, tres días después. Pablo ya tenía visiones en medio de una vida intensa de oración pero no estaba lleno del Espíritu. Esta experiencia se liberó en su vida a través de un hermano obediente a la voz de Dios.

Por tanto, está claro en la Escritura que hay llenuras del Espíritu Santo posteriores a la conversión. No todo ocurre el mismo día que invocamos el nombre de Jesús. No pongamos «tropiezo doctrinal» a la llenura del Espíritu en nuestras vidas, de ello depende nuestro desarrollo posterior o su estancamiento.

         La vida cristiana contiene diversos tipos de experiencias en un orden distinto al que la denominación que sea pueda marcar.

 

44 – Otro tipo de experiencias

La vida en el EspírituY el Espíritu dijo a Felipe: Ve y júntate a ese carruaje […] Al salir ellos del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y no lo vio más el eunuco, que continuó su camino gozoso  (Hechos 8:29,39).

         Hemos hablado antes de cómo se desarrollaron los acontecimientos en la ciudad de Samaria cuando Felipe predicó el evangelio. Pues bien, ahora vemos otro tipo de experiencia en el caso del eunuco. Un ángel del Señor habló a Felipe para que saliera de la ciudad donde había un impacto tremendo del evangelio, milagros, sanidades, expulsión de demonios, llenuras del Espíritu Santo. También la mezcla que quiso realizar Simón el mago comprando el don de Dios con dinero para levantar un negocio religioso impresionando a las masas con un amasijo de sus antiguas prácticas paganas y lo nuevo que había visto en Felipe y los apóstoles.

Pedro y Juan habían regresado a Jerusalén. Felipe fue transportado a un lugar desierto donde un eunuco regresaba de adorar en alguna de las fiestas de Jerusalén, y lo hacía leyendo el libro de Isaías. Se acercó a él guiado por el Espíritu y le hizo una pregunta: «¿Entiendes lo que lees?» No, no entendía; así que Felipe se subió al carro y comenzó a explicarle el contenido de la lectura, y partiendo de ella le predicó el evangelio.

         El mensaje de Felipe había incluido la necesidad de bautizarse, porque al pasar por cierto lugar donde había agua el eunuco preguntó ¿me puedo bautizar? En la respuesta de Felipe vemos la simplificación y falta de requisitos interminables de los primeros discípulos. «Y Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, puedes. Respondió él y dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carruaje; ambos descendieron al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó». Sencillo. Práctico.

Ahora bien, me llama la atención que en este caso, Felipe no esperó la llegada de Pedro y Juan para que impusieran las manos sobre el eunuco y recibiera el Espíritu Santo. La situación era otra. El Espíritu guía de distintas formas. Ahora el Espíritu arrebató a Felipe que no vio más al eunuco y este continuo gozoso su camino. Maravilloso. ¿Es doctrina esta experiencia? No. Pero tampoco lo puede ser el formulario intocable para que se cumpla el protocolo establecido. Necesitamos ser guiados por el Espíritu y eso siempre nos llevará a distintas experiencias que superen nuestros razonamientos. Quiero decir, en algunos casos orarán por nosotros con imposición de manos y en otros no. Lo importante es que el Espíritu de Dios esté presente haciendo la obra.

         Ser guiados por el Espíritu nos llevará a distintas experiencias en conformidad con la palabra revelada.

43 – El don de Dios y el dinero

La vida en el EspírituEntonces Pedro le dijo: Que tu plata perezca contigo, porque pensaste que podías obtener el don de Dios con dinero  (Hechos 8:20).

         En estas meditaciones no pretendo resolver el conflicto que ha vivido la iglesia del siglo XX con dureza, ni las divisiones que se han producido entre las iglesias tradicionales y las pentecostales que tuvieron su origen a inicios del pasado siglo. Durante años viví esta lucha de forma personal. Me movía entre una iglesia conservadora y otra pentecostal. Lo que hace todo distinto son las experiencias reales (no fantasías) que transforman nuestras vidas según la palabra revelada. En mi caso fue así. Ahora bien, no ignoro la gran  mercadería que se ha hecho en nuestros días de lo que se llama «la unción», «los ungidos» y el enriquecimiento que muchos han tenido a costa de multitudes ingenuas llevadas por doquiera de vientos de doctrina, lo cual no anula la verdad de Dios.

Sin embargo, hoy vivimos en muchos lugares una situación distinta. Algunos líderes carismáticos se han enseñoreado de la grey de Dios. Han torcido la Escritura, han manipulado las experiencias y muchos han sido defraudados. Nada nuevo debajo del sol.

Jesús enseñó que junto a la palabra sembrada como semilla, también se siembra cizaña, muy parecida la una a la otra, por tanto, es fácil confundir verdades y experiencias. Simón el mago se había convertido, al menos había creído y bautizado, es lo que dice la Escritura, sin embargo, su corazón seguía en sus antiguas prácticas manipuladoras. Ahora quería apuntarse al nuevo poder que mostró Felipe y lo que más le sedujo fue la autoridad con la que Pedro y Juan oraban por los creyentes y estos recibían de forma evidente el don del Espíritu.

Pensemos. Tuvo que haber experiencias manifiestas para que Simón viera lo que pasaba, de tal forma que quiso comprar esa capacidad de impresionar a las masas. ¡Cuántos Simones tenemos hoy detrás de tantos púlpitos! Conocen la Escritura, la citan, se han bautizado, incluso exhiben un tipo de poder electrizante que cautiva y se parece al don de Dios, pero sus corazones están en la plata y el oro. Pretenden hacer negocio con las almas. Nada nuevo debajo del sol. El apóstol Pedro se dio cuenta y lo reprendió duramente. «Que tu plata perezca contigo». Palabras duras. Sin miramientos ante la falsedad de un corazón lleno de maldad, hiel de amargura y cadena de iniquidad. No hubo diplomacia en Pedro sino firmeza y claridad.

         Mezclar el don de Dios y las riquezas es tan nocivo como el vómito de Babilonia. Estas mezclas apagan y deshonran la verdad revelada y contaminan las experiencias.

42 – Experiencia y doctrina

La vida en el EspírituCuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan, quienes descendieron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo  (Hechos 8:14-17).

         Algunos dicen que no se puede hacer doctrina de las experiencias del libro de Hechos, que son las cartas del NT las que marcan la doctrina a seguir. No estoy de acuerdo. La experiencia y la doctrina deben ir juntas. Y seguramente los oyentes de Pablo en sus cartas ya habían recibido las experiencias de ser llenos del Espíritu en el orden del libro de Hechos, por lo cual el apóstol lo que hace es avanzar en el desarrollo de la vida cristiana una vez habiendo recibido la palabra, ser bautizados en el nombre de Jesús (según dice el mismo Señor en Mateo 28:18-20 en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo) y recibir la imposición de manos de los apóstoles para recibir la llenura del Espíritu Santo.

Ese orden se ve en diversos momentos del libro de los Hechos, lo iremos viendo más adelante. Pero la experiencia dice que los procesos no son iguales en todos los hermanos. La práctica usual de la primera congregación en Jerusalén fue la que estamos viendo desde el día de Pentecostés; se repitió en la ciudad de Samaria; mas adelante la vemos en casa de Cornelio y posteriormente en la ciudad de Éfeso. Por tanto debemos concluir que hay un proceso de experiencias en el libro de Hechos repetidas en los discípulos que recibían el evangelio. Ese proceso general era el siguiente: oían el evangelio, lo recibían o rechazaban; los que recibían la palabra se bautizaban, muchos de ellos el mismo día o poco después −fue el caso de la ciudad de Samaria−, y luego recibir la imposición de manos para recibir el Espíritu Santo.

Estas experiencias eran comunes y formaban parte del inicio de la vida cristiana. Además comenzaban a congregarse, predicaban el evangelio y experimentaban oposición y persecución. Así fue en el inicio de la congregación en Jerusalén y otras ciudades. La vida del Espíritu fluía con normalidad. Había señales y milagros entre los discípulos, no circo o espectáculo carnal a mayor gloria de hombres llenos de sí mismos. Una vez que decae el impulso inicial las cosas comienzan a ser de forma distinta, y con ello las pretensiones de tener las mismas experiencias –forzadas en algunos casos−, sin que esté actuando el Espíritu de Dios sino el deseo de que todo siga igual que al principio.

         Todo este desarrollo se ha complicado pero al principio no fue así.

41 – La palabra y el Espíritu deben ser recibidos

La vida en el EspírituCuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan, quienes descendieron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo  (Hechos 8:14-17).

         El dilema doctrinal al que me refería en la meditación anterior es el siguiente. Tenemos dos corrientes principales sobre la manera de recibir el Espíritu Santo en la vida del creyente. Por un lado los que dicen que una vez hemos creído en Jesús recibimos todo en su totalidad y ya no necesitamos más experiencias posteriores. Por otro, aquellos que enfatizan la necesidad de una segunda experiencia posterior a la conversión para recibir la llenura del Espíritu.

Siguiendo el texto que nos ocupa vemos con toda claridad que las personas que se habían convertido en Samaria a la predicación de Felipe recibieron la palabra. Fue tan evidente ese recibimiento del evangelio que el impacto llegó a oídos de la congregación en Jerusalén y enviaron a Pedro y Juan para constatar lo que allí estaba ocurriendo. Una vez llegados oraron por aquellos que ya habían recibido la palabra para que a su vez recibieran el Espíritu Santo. Habían sido incluso bautizados en el nombre de Jesús, pero no habían recibido el Espíritu Santo. Claro, nadie puede llamar a Jesús Señor sino por el Espíritu, por tanto el Ayudador estaba presente en la vida de los nuevos creyentes, pero no en la forma que había ocurrido en Jerusalén el día de Pentecostés.

Pedro y Juan oraron por ellos con imposición de manos y recibieron la experiencia de recibir el Espíritu. Eso fue tan evidente y palpable que el mismo Simón se dio cuenta y quiso comprar la autoridad de los apóstoles para que él también pudiera ejercerla, es decir, imitarla o falsificarla. Lo cual nos lleva a la reflexión de que es posible que muchos que dicen transmitir la unción del Espíritu lo único que hagan sea imitar a Simón en este proceder.

Los creyentes, dice Pablo, una vez han creído en el evangelio son sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Efesios 1:13), lo cual no quiere decir que no hay más experiencias para ser bautizados en el Espíritu, ser llenos del Espíritu posteriormente al recibimiento de la palabra; él mismo lo reclama en Efesios 5:18. El relato de lo sucedido en Samaria no deja lugar a dudas. Podemos quedarnos solo en recibir la palabra y solo palabra, pero necesitamos también la llenura del Espíritu, sin estridencias pero con evidencia de la transformación y capacitación del Espíritu.

         Recibir la palabra precede al recibimiento del Espíritu. Ambas pueden ir juntas el mismo día (en Pentecostés), o por separado (en Samaria).

 

40 – A mas persecución mas predicación

La vida en el EspírituCuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan, quienes descendieron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo  (Hechos 8:14-17).

         La muerte de Esteban causó gran pesar entre los discípulos. Había sido el detonante para lanzar una persecución mayor contra la congregación de Dios en Jerusalén. Muchos fueron esparcidos por las regiones cercanas de Judea y Samaria (hoy llamadas Cisjordania por los palestinos), excepto los apóstoles, que se quedaron en la ciudad del gran Rey. Esta persecución, lejos de amedrentar a los discípulos, los espoleó para llevar la palabra por todo lugar a donde llegaban. Mientras tanto, Saulo hacía estragos en la iglesia entrando de casa en casa, y arrastrando a hombres y mujeres, los echaba en la cárcel. Todo ello hizo que con más valor los discípulos dieran testimonio del evangelio.

Paradójicamente los tiempos de persecución suelen ser tiempos de avance del reino más que de retroceso. Por el contrario, muchas veces los tiempos de supuesta libertad para hacerlo conduce a los creyentes a un estado de debilidad, apatía y pasividad, unido a cierta asimilación de las formas de vida placenteras de la sociedad. Creo que deberíamos meditar en esto con valentía.

Pero sigamos con el relato bíblico que se centra ahora en otro de los escogidos para servir a las viudas que habían sido desatendidas en su alimento, nos referimos a Felipe, conocido como el evangelista. Felipe llegó a Samaria, aquel lugar donde había estado Jesús hablando con una mujer, y que en uno de sus pueblos se habían convertido mayoritariamente. Ahora vino uno de los siete varones escogidos para servir a las viudas predicando a Cristo. Lo hizo con señales y milagros; echaba fuera demonios, por lo que hubo un gran regocijo en la ciudad. Incluso Simón el mago quedó subyugado por la evidencia del poder del evangelio de Dios. Así que muchos creyeron lo que Felipe predicaba, porque les anunciaba las buenas del reino de Dios y el nombre de Jesús. Se bautizaban tanto hombres como mujeres. Semejante impacto no pasó desapercibido en Jerusalén, donde estaban los apóstoles, por lo que decidieron enviar a Pedro y Juan. A partir de este momento tenemos un dilema doctrinal, (o no), que veremos en la próxima meditación.

         Los tiempos de persecución de una iglesia llena del Espíritu pueden ser el detonante de un gran despliegue del evangelio en nuevos pueblos y naciones.