59 – Enviados por el Espíritu a la obra misionera

La vida en el EspírituEntonces, después de ayunar, orar y haber impuesto las manos sobre ellos, los enviaron. Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre (Hechos 13:3-4).

         Es importante detenerse en este episodio de la iglesia en Antioquia porque supone el inicio de la gran comisión a un nivel que nunca antes se había producido. Aunque parezca una obviedad, es necesario decir que es el Espíritu Santo quien toma la iniciativa, no un comité de expertos. Escoge a los mejores de la iglesia para enviarlos a una obra gigantesca. Los hermanos congregados en aquella reunión de ministración al Señor oraron, ayunaron e impusieron las manos sobre Pablo y Bernabé y los enviaron, quiere decir, quedaron unidos a ellos en todos los sentidos prácticos, materiales y espirituales para que realizaran la obra.

Luego, inmediatamente, dice el texto: «Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo». Una simbiosis indiscutible entre los hombres maduros de la iglesia, profetas y maestros, y el Espíritu de Dios. Ambos trabajando juntos en el avance del reino a otras naciones. Una vez más se cumple lo que había enseñado Jesús a los suyos: «Cuando venga el Consolador… el Espíritu de verdad… el dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también…» (Jn.15:26,27). La obra es de Dios de principio a fin que aparta hombres y los envía a realizar el trabajo. Lo que predominaba en la congregación antioqueña debe ser el manual de todas las congregaciones que pretenden ser obedientes al texto bíblico.

Hagamos un resumen de todo ello. En Antioquia había profetas y maestros, ministraban al Señor juntos como responsables de la grey, tenían oído para saber lo que el Espíritu decía, aceptaron su veredicto: apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado. Mantenían una vida de oración y ayuno como parte esencial de la dinámica de la iglesia. Creían en la imposición de manos para enviar misioneros y quedar unidos a la misión aunque la mayoría de ellos quedaría en la ciudad. Reconocieron y no se opusieron a la voluntad del Espíritu para escoger soberanamente a los futuros apóstoles. Quedaron unidos a Bernabé y Pablo de tal forma que una y otra vez regresaban a la congregación para dar cuenta e informar de la obra realizada (Hch.14:25-28). La iglesia en Antioquia sigue siendo un buen modelo para todas las iglesias con vocación misionera.

         El evangelio se extendió por todo el Mediterráneo desde la congregación de Antioquia de Siria, originada por un puñado de discípulos anónimos, que obedientes al impulso del Espíritu hablaron también a los griegos.

58 – La iglesia en Antioquia de Siria (III)

La vida en el EspírituEn la iglesia que estaba en Antioquia había profetas y maestros: Bernabé, Simón llamado Níger, Lucio de Cirene, Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca, y Saulo. Mientras ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado (Hechos 13:1-2).

         Después de más de un año enseñando y discipulando a las multitudes, una reunión de ministración al Señor va a ser el detonante para que la influencia de la congregación en Antioquia se consolide como pionera en las misiones. Cuando digo congregación no pienso en iglesia establecida institucionalmente, sino en personas guiadas por el Espíritu. La iglesia no es un ente abstracto, es una congregación de discípulos y hermanos que dirigidos por el Espíritu de Dios y los dones distribuidos a los diversos miembros del Cuerpo de Cristo toman decisiones sometidos a la voluntad del Señor de la grey.

Meditemos. En Antioquia había un gobierno de iglesia plural, aunque Bernabé ocupaba lugar destacado por su trayectoria habiendo sido enviado por la iglesia de Jerusalén (y debemos suponer que supervisaban el desarrollo de la congregación en la ciudad de Siria), con distintos dones ministeriales.

Se nos dice que había profetas y maestros y se les identifica por nombre, aunque la iglesia comenzó con un puñado de hermanos que predicaron a los griegos y no solo a judíos. Al parecer este liderazgo plural tenía una reunión de ministración, pero no para impresionar a las masas con imposición de manos interminables, sino para ministrar al Señor. Estaban delante del Señor. Su objetivo era el trono de Dios, de donde sabían que viene la dirección necesaria para poder llevar adelante sus propósitos. Y estando en ese tiempo sobrenatural, ayunando, el Espíritu Santo emitió un mensaje de que se apartara a dos de las personas que estaban presentes, Bernabé y Saulo, para ser enviados a la obra que el Espíritu de Dios los había llamado.

No fue un comité ejecutivo «encorbatado», con canas sin fin y un semblante serio y controlador, fue el Espíritu Santo quién tomó la iniciativa de la obra misionera. Este es el origen de las misiones con el evangelio a todas las naciones. El Espíritu Santo estaba recordando lo que Jesús había dicho (Mt.28:18-20) (Hch.1:8), y que los hermanos en Jerusalén parece habían olvidado; hasta que la persecución por la muerte de Esteban reactivó la gran comisión. Una vez más vemos que la obra del Espíritu es recordar las directrices del Maestro y Señor.

         El Espíritu Santo es quién toma la iniciativa de la obra misionera enviando a aquellos que han sido apartados por Dios para realizarla.

57 – La iglesia en Antioquia de Siria (II)

La vida en el EspírituY levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que ciertamente habría una gran hambre en toda la tierra. Y esto ocurrió durante el reinado de Claudio (Hechos 11:28).

         El evangelio se extiende fuera de las fronteras de Jerusalén. Nos encontramos en Antioquia de Siria, una ciudad muy importante de la época, al norte de Israel. Las congregaciones que iban surgiendo tenían un fuerte componente carismático, es decir, estaba muy presente el que los hombres y mujeres que anunciaban el evangelio eran personas llenas del Espíritu, incluso hombres y mujeres sin renombre, sencillos, anónimos, este fue el caso de la nueva congregación surgida en Antioquia.

El fluir del Espíritu en la vida de los hermanos era lo normal. Las manifestaciones espirituales acompañaban la predicación y confirmaban la proclamación del evangelio. A nadie se le ocurría oponerse sino que trabajaban en compañía del Espíritu de manera natural dentro de lo sobrenatural. Bernabé y Saulo se congregaron durante todo un año con los hermanos de Antioquia y enseñaban a las multitudes, lo cual quiere decir que el crecimiento fue asombroso en poco tiempo. Surgieron muchos discípulos y a estos se les llamó cristianos por primera vez en esta ciudad de Siria. Europa aún no sabía nada del evangelio. Fue en Oriente Medio donde surgió el mensaje que alcanzaría a todo el mundo y transformaría la historia de la humanidad para siempre, no debemos olvidarlo.

Por aquel tiempo llegaron un grupo de profetas de Jerusalén a Antioquia, lo cual nos muestra una vez más el componente pneumático de las primeras congregaciones. Y entre ellos había uno llamado Agabo que daba a entender por el Espíritu que vendría una crisis económica que provocaría hambre en toda la tierra. La congregación siriaca tomó buena nota de ello, aceptó y recibió el mensaje del profeta Agabo adoptando decisiones prácticas para ayudar a los hermanos de Judea, donde parece que el hambre fue mayor.

Recordemos que la iglesia de Jerusalén que había tenido todas las cosas en común durante un tiempo y a nadie le faltaba nada, ahora se iban a encontrar en necesidad y fueron los hermanos de otros lugares quienes tomaron la iniciativa de ayudarlos. Surgió así la reciprocidad que produce el evangelio. Los hermanos de Judea habían llevado la buena nueva, siendo beneficiados de las bendiciones espirituales, y ahora los hermanos de Antioquia, en mejor condición económica, ayudaron a sus hermanos de la capital judía.

         La vida en el Espíritu anticipa dificultades económicas para tomar medidas prácticas que puedan paliarlas lo mejor posible.

56 – La iglesia en Antioquia de Siria (I)

La vida en el Espíritu… porque era un hombre bueno [Bernabé], y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor. Y Bernabé salió rumbo a Tarso para buscar a Saulo; y cuando lo encontró, lo trajo a Antioquia. (Hechos 11:24-26).

         La persecución desatada a la muerte de Esteban hizo posible que el evangelio se extendiera más allá de Jerusalén. De esta forma llegaron a Antioquia hermanos que predicaban la palabra aunque solo lo hacían a los judíos. Pero hubo algunos de ellos, hombres de Chipre y de Cirene, que al llegar a esta importante ciudad siria, hablaban también a los griegos, predicando al Señor Jesús. Ni siquiera se mencionan sus nombres, eran hermanos anónimos, pero la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. Una vez más la noticia llegó a oídos de la iglesia en Jerusalén, tomando la decisión de enviar a Bernabé para ver que ocurría en Antioquia.

Meditemos. La persecución desatada a la muerte de Esteban dispersó a los creyentes de Jerusalén que llevaron la palabra a nuevas ciudades. Aún prevalecía la idea de predicar solo a judíos, pero hubo algunos «innovadores y emprendedores» que decidieron predicar también a los griegos. La sorpresa fue que el Señor confirmó ese testimonio y muchos se convirtieron. De esta forma surgió la iglesia en Antioquia de Siria, una iglesia clave en la extensión del evangelio en el primer siglo.

Al poco tiempo apareció Bernabé, enviado por la iglesia de Jerusalén, un hombre bueno, dice el texto bíblico, lleno del Espíritu Santo y de fe. Fíjate que cuando la iglesia tiene que enviar hermanos a realizar una misión siempre envía a personas llenas del Espíritu, esa es la señal de identidad básica y fundamental. Cuando llegó Bernabé a Antioquia y vio lo que estaba ocurriendo entendió que la gracia de Dios estaba derramada ampliamente, se regocijó y animó a todos para que con corazón firme permanecieran fieles al Señor. Luego salió para Tarso en busca de Saulo, y ambos se afincaron por un tiempo en  la nueva congregación surgida en la provincia de Siria.

Aquí tenemos el origen de una iglesia misionera. Me llama la atención que fue fundada por creyentes anónimos que aceptaron la tutela de la iglesia de Jerusalén, se sometieron al buen hacer de Bernabé, hombre lleno del Espíritu, y junto con Saulo y otros hermanos formarían un núcleo maduro y sólido en la fe para llevar el evangelio a otras naciones. Había un denominador común en las congregaciones que iban surgiendo en el primer siglo, todas ellas tenían un componente carismático muy marcado, dependían claramente del Espíritu.

         La congregación de Antioquia surgió por la obediencia de un puñado de hermanos con una visión no exclusivista ni partidista del evangelio.

55 – Reproches y explicaciones de Pedro (II)

La vida en el EspírituPor tanto, si Dios les dio a ellos el mismo don que también nos dio a nosotros después de creer en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder estorbar a Dios? Y al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios, diciendo: Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida  (Hechos 11:17-18).

         Recordemos la secuencia. Pedro está dando explicaciones a un grupo de hermanos judíos de la congregación de Jerusalén que eran celosos de la circuncisión y todo lo que ello significaba, una de ellas era que un judío no podía entrar a comer con gentiles y Pedro lo había hecho. El apóstol, como buen judío y conocedor de los argumentos que presentaban sus hermanos, así como los prejuicios que él mismo había tenido cuando tuvo el éxtasis en el que se le pedía que comiera animales inmundos, se dispuso a dar las explicaciones oportunas, contando todo el suceso en su desarrollo. ¡Qué buena manera de tratar un asunto complejo y sensible para la mentalidad de la época!

Pues bien, el argumento de mayor peso que presentó el apóstol fue que Dios había dado su aprobación derramando el Espíritu Santo de la misma forma en que ellos mismos lo habían experimentado el día de Pentecostés, incluidos los celosos guardadores de la circuncisión. «Si Dios les dio a ellos el mismo don que también nos dio a nosotros después de creer en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?». De lo que podemos deducir que en otras ocasiones el hombre religioso sí puede ser un estorbo para Dios. En este caso Pedro no lo fue, se retiró a un lado y dejó obrar a Dios. Y no solo él, sino que los mismos judíos que habían comenzado reprochándole su entrada en aquella casa de gentiles se rendían a la evidencia y se calmaron, glorificaron a Dios y exclamaron lo que aún no había entrado en sus mentes exclusivistas: «Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida». Fin de la discusión. Aceptaron el testimonio del Espíritu Santo en la vida de los gentiles.

Meditemos. Estos hermanos, celosos de sus doctrinas y tradiciones, se sujetaron al Espíritu de Dios. Además comprendieron que la obra del Espíritu Santo incluía el arrepentimiento para vida. Por tanto, el primer episodio de penetración del evangelio a los gentiles quedó aceptado en la congregación de Jerusalén.

         Si el Espíritu de Dios dirige la iglesia y sometemos nuestras tradiciones a su autoridad tendremos avances del reino de Dios en las naciones.

54 – Reproches y explicaciones de Pedro (I)

La vida en el EspírituCuando comencé a hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, tal como lo hizo sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de las palabras del Señor, cuando dijo: «Juan bautizo con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo»  (Hechos 11:15-16).

         Todas las experiencias carismáticas genuinas tienen una doble vertiente. Por un lado nos gozamos en ellas, transforman nuestras vidas haciéndonos más eficaces en la extensión del reino de Dios, y por otro siempre surge la oposición, en este caso no de fuera, sino de dentro, de la misma congregación. Así ocurrió en el caso del apóstol Pedro y a lo largo de la historia de la iglesia hasta nuestros días. Antes de nada debo decir que una cosa es estar en medio de la obra de Dios, participar de ella, y otra, en ocasiones muy distinta, oír de lejos lo que ha ocurrido en cierto lugar. Es muy llamativo en este episodio que el mismísimo apóstol Pedro, uno de los tres pilares de la congregación en Jerusalén, tuviera que afrontar los reproches de sus hermanos judíos en la capital jerosolimitana.

Meditemos. No había un liderazgo piramidal en la iglesia primitiva, en tal caso Pedro no hubiera sido interpelado para dar explicaciones de lo ocurrido en casa de Cornelio. El fondo de la cuestión eran los prejuicios y tradiciones judías que aún prevalecían en la congregación de Jerusalén a pesar del día de Pentecostés, de los milagros y el avance del reino en ese tiempo. Pedro tuvo que explicar por qué había entrado en casa de incircuncisos y había comido con ellos, siendo que un judío no podía hacerlo sin quedar inmundo. «Entonces Pedro comenzó a explicarles en orden lo sucedido…».

Con toda paciencia, el apóstol contó de forma pormenorizada los sucesos que desembocaron en la predicación del evangelio en casa de aquel centurión romano. Los judíos celosos de la circuncisión escucharon con atención y en un momento dado, Pedro les dijo: «Cuando comencé a hablar el Espíritu Santo descendió sobre ellos, tal como lo hizo sobre nosotros al principio». Esa era la señal que justificaba todo el episodio. La prueba de que Pedro no había obrado con ligereza, (le costó a él mismo comprender lo que había sucedido), la evidencia de que Dios había derramado el Espíritu como en el día de Pentecostés fue lo que puso fin a aquella discusión. Pedro se acordó que Jesús había hablado del bautismo del Espíritu Santo y que ahora lo identificaba con el derramamiento que había tenido lugar en casa de Cornelio. Los gentiles también habían sido bautizados en el Espíritu Santo y eso cerraba toda discusión.

         El testimonio del Espíritu debe prevalecer sobre los prejuicios religiosos.

53 – La predicación de Pedro en casa de Cornelio (V)

La vida en el EspírituEntonces Pedro dijo: ¿Puede acaso alguien negar el agua para que sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo  (Hechos 10:47-48).

         Después de un tiempo cuando el don del Espíritu Santo había sido derramado sobre los gentiles de la casa de Cornelio, hablando en nuevas lenguas y exaltando a Dios con libertad, Pedro tomó la palabra nuevamente para seguir adelante con el proceso de todo discipulado. Les habló del bautismo. Las condiciones se cumplían; habían oído el mensaje del evangelio muy atentamente, habían sido llenos del Espíritu y ahora tocaba el bautismo en agua.

Fijémonos que el orden varía en las distintas experiencias que vamos viendo en el libro de los Hechos. En Pentecostés el orden fue este: Pedro predicó el arrepentimiento, luego dijo que se bautizaran y que recibirían el don del Espíritu Santo (Hch.2:38). En Samaria el orden fue: Felipe predicó el evangelio, creyeron, se bautizaron y vinieron los apóstoles para orar por los que habían recibido la palabra para que recibieran el Espíritu Santo (Hch.8:12-17). El caso del eunuco fue así: Venía de una fiesta judía en Jerusalén leyendo el libro del profeta Isaías. Felipe le predicó el evangelio partiendo de la Escritura que estaba leyendo, luego le bautizó y no se menciona nada sobre el recibimiento del don del Espíritu Santo, aunque se dice que siguió gozoso su camino, y sabemos que el gozo es fruto del Espíritu (Hch. 8:35-39). En casa de Cornelio el orden fue el siguiente: Pedro predicó el evangelio, se derramó el Espíritu Santo sobre los que oían y después fueron bautizados. En todos los casos el bautismo en agua fue rápido. El proceso era seguido.

Estas distintas secuencias deben enseñarnos que hay diversos factores que deben estar presentes en toda evangelización. Los elementos comunes son estos: predicación del evangelio, que incluye el arrepentimiento, recibir la palabra, ser bautizados y recibir el don del Espíritu Santo con diversas manifestaciones, las que hemos visto son: hablar en nuevas lenguas, magnificar y exaltar a Dios, el gozo de la salvación. En todos ellos está presente la obediencia a la palabra, premisa básica para la acción del Espíritu Santo, porque el Espíritu confirma la palabra y esa palabra tiene el nombre de Jesús como aspecto nuclear de su mensaje. Pedro dijo: «Han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros». Hubo experiencias comunes en los 120 del Aposento Alto y en los reunidos en la casa de Cornelio que confirmaron a Pedro la obra de Dios en todo lo sucedido con estos primeros gentiles. Pero pronto surgirían dificultades y el apóstol tendría que dar algunas explicaciones.

         Por dos o tres testigos se decidirá todo asunto.

52 – La predicación de Pedro en casa de Cornelio (IV)

La vida en el EspírituY todos los creyentes que eran de la circuncisión, que habían venido con Pedro, se quedaron asombrados, porque el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles, pues les oían hablar en lenguas y exaltar a Dios  (Hechos 10:45,46).

         ¡Y se armó el revuelo! Tenemos una casa llena de gentiles que acaban de oír la palabra del evangelio en boca del apóstol Pedro, un mensaje bien centrado en la persona de Jesús; el Espíritu Santo lo confirma derramándose sobre todos los presentes que oían atentamente, y de repente, como en el día de Pentecostés, comienzan a hablar en nuevas lenguas y a exaltar a Dios. Todo esto sin que Pedro hubiera terminado de predicar, el culto fue alterado, el final imprevisto, el predicador tuvo que apartarse a un lado y dejar que fluyera la obra del Espíritu. Ambos trabajaban juntos. El Espíritu de Dios y el discípulo del Señor. Me seréis testigos, había dicho Jesús. Daréis testimonio juntos, vendrá el Consolador, el Espíritu de verdad que no hablará por su propia cuenta, sino que revelará a Jesús y le dará a conocer. ¡Qué fácil y que difícil a la vez! Pero entremos en la escena, veamos lo que ocurre.

Tenemos, por un lado, a los gentiles amigos y familiares de Cornelio disfrutando de una experiencia gloriosa hablando en lenguas y exaltando a Dios. Por otro, encontramos a los creyentes (recuerda, eran creyentes) de la circuncisión (es decir, judíos de Jerusalén que creían en el Mesías) asombrados, perplejos, luchando seguramente con pensamientos preconcebidos y que no encajaban con su idea exclusivista de ser portadores únicos del don del Espíritu. Habían venido con Pedro. Estaban contentos de predicar el evangelio a los gentiles pero nunca imaginaron que Dios llegaría tan lejos.

Meditemos. «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, declara el Señor» (Is.55:8,9). Sin embargo, no se opusieron. Fueron sorprendidos, sí, pero no resistieron la obra del Espíritu aunque no entendían todo lo que estaba pasando. Preguntémonos, ¿cómo supieron que era el don del Espíritu Santo lo que se había derramado?  vayamos al texto para ver la respuesta: «porque les oían hablar en lenguas y exaltar a Dios». Hablar en lenguas como resultado de recibir el don del Espíritu Santo no era solo para el día de Pentecostés, también para los gentiles de la casa de Cornelio, «para los que están lejos, para todos cuántos el Señor nuestro Dios llamaré» (Hch.2:39). Así lo entendió Pedro cuando tuvo que explicar lo sucedido (Hch.11:15).

         El don del Espíritu Santo fue derramado en casa de Cornelio como el día de Pentecostés en Jerusalén.

51 – La predicación de Pedro en casa de Cornelio (III)

La vida en el EspírituMientras Pedro aún hablaba estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban el mensaje (Hechos 10:44).

         La predicación de Pedro estuvo focalizada sobre la persona de Jesús, y el Espíritu Santo iba a dar testimonio juntamente con el apóstol tal y como les había enseñado el Maestro. «Cuando venga el Consolador, a quién yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio» (Jn.15:26,27). Pedro había dicho que «este Jesús es el que Dios ha designado como Juez de los vivos y de los muertos. De este dan testimonio todos los profetas, de que por su nombre, todo el que cree en El recibe el perdón de los pecados». Una vez dicho esto y sin que Pedro hubiera acabado el discurso irrumpió el Espíritu Santo derramándose sobre todos los que escuchaban el mensaje.

Aquí tenemos la combinación de los factores decisivos en toda evangelización. Hemos tenido oración, la oración de Cornelio y la de Pedro. Vimos cómo el Espíritu de Dios se movió para conectar a ambos de una manera sobrenatural. Era necesario anunciar el evangelio por uno de los testigos del mensaje que ahora escuchaban los gentiles por primera vez. Cuando todos esos factores convergieron en un punto el Espíritu Santo fue derramado como en el día de Pentecostés.

Meditemos algunas cosas. Me llama la atención que el Espíritu Santo vino sobre todos los que escuchaban el mensaje. Oír la palabra, recibir la palabra y recibir el Espíritu Santo otra vez juntos. Palabra y Espíritu siempre unidos. Jesús dijo que hay que nacer del agua (figura de la palabra Ef.5:26; Stg.1:18; 1 Pedro 1:23) y del Espíritu.

Si pretendemos orar por personas que no han oído la palabra de verdad, el evangelio de salvación, para que sean llenos del Espíritu antes de oír el mensaje estamos alterando el orden de Dios y manipulando seguramente la obra del Espíritu. El Espíritu Santo confirma la palabra predicada por testigos que se mueven en unidad con Él. Más cosas. Pedro aún hablaba, no hubo ministración al estilo moderno, la predicación movió al Espíritu de tal forma que irrumpió sin previo aviso en la reunión y todos los que escuchaban el mensaje con suma atención fueron llenos del Espíritu. No hubo manipulación emocional mediante música elevada con instrumentos de percusión descontrolados. No. Había palabra de Dios en boca de un testigo, un discípulo. Fue suficiente para que el cielo confirmara el mensaje y sellara una nueva congregación de gentiles.

         La predicación del evangelio precede al derramamiento del Espíritu.

50 – La predicación de Pedro en casa de Cornelio (II)

La vida en el EspírituVosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén… le dieron muerte… Dios le resucitó al tercer día e hizo que se manifestara… Y nos mandó predicar al pueblo…  (Hechos 10:38-43).

         Acostumbrado en los primeros años de su apostolado a predicar en medio de gran oposición en Jerusalén, para Pedro llegar a casa de Cornelio y ver la receptividad de los congregados tuvo que ser un momento celestial. Comenzó su mensaje diciendo: «Ciertamente ahora entiendo». Un predicador reconociendo que hace unos momentos no entendía lo que estaba pasando; no tenía nada controlada la situación. ¿Y qué es lo que Pedro estaba comenzando a entender? «Que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación el que le teme y hace justicia, le es acepto».

A pesar de ello, hay que anunciar el evangelio para que los congregados crean y se salven. La predicación es esencial en toda reunión donde nos congregamos. La salvación viene después de oír el mensaje del reino, no un concierto de música cristiana. Hoy hemos substituido la predicación por múltiples entretenimientos, −o por un mensaje humanista edulcorado− y dejamos un apartado, como un apéndice, al final de la reunión para salvar nuestra tradición protestante, salvo honrosas excepciones. Sigamos con Pedro.

Su mensaje va a estar centrado en la persona de Jesús. El mensaje es Jesús, no Pedro y sus experiencias, o las de Cornelio; aunque ambas tienen lugar en el preámbulo, ahora entramos en lo esencial. Jesús ha sido ungido con el Espíritu Santo y con poder para hacer bien y sanar a todos los oprimidos por el diablo. Todo ello tuvo lugar en Judea, comenzando desde Galilea, es decir, datos históricos y lugares geográficos fácilmente reconocibles por los presentes.

Un mensaje que Dios envió a los hijos de Israel en primer lugar y que ahora es anunciado a los gentiles. Los testigos de los sucesos que narra Pedro son judíos, realizados en la tierra de los judíos y en Jerusalén (¡que insistencia la de Pedro en remarcar los lugares!). Allí murió Jesús, allí resucitó, en el mismo lugar se manifestó una vez resucitado, los cuales comieron y bebieron con él después de la resurrección, y les encargó que predicaran que en este nombre, todo aquel que cree en él recibe el perdón de pecados…  Llegados a este momento ocurre lo inesperado…

         Predicar a Jesús debe ser el centro de toda reunión para el derramamiento del Espíritu sobre los congregados.