168 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LV) – Joel (1)

Palabra de YHVH que vino a Joel, hijo de Petuel… Proclamad ayuno, convocad asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de YHVH vuestro Dios, y clamad a YHVH… Tocad trompeta en Sion… porque viene el día de YHVH, porque está cercano… porque grande es el día de YHVH, y muy terrible, ¿quién podrá soportarlo?  (Joel 1:1, 14; 2:1,11)

         Entramos ahora en el contenido de la profecía de Joel. Este libro es uno de los que no se conoce la fecha de su composición. Tampoco se sabe gran cosa de la biografía de su autor, salvo que era hijo de Petuel, y seguramente profetizó sobre Judá. Joel significa YHVH es Dios. Se cree que fue uno de los primeros profetas escriturales, y muchos expositores bíblicos concuerdan en situar el tiempo de su profecía en el periodo de los primeros profetas de Israel.

Estamos, por tanto, ante una voz profética casi anónima. Aunque los datos biográficos siempre arrojan luz sobre su contexto histórico y ayudan a comprender su contenido, en el caso de Joel el mensaje es alto y claro. Se inicia con el anuncio de un juicio sobre la tierra de Judá de un ejército devastador en forma de plaga de oruga, saltón, revoltón y langosta. No hay una postura definitiva en cuanto a si esta plaga era literal, o una alegoría de un ejército invasor. Su literalidad concuerda con los juicios anunciados por el Señor sobre Israel en el caso de desobediencia al pacto (Dt.28:38-42).

En cualquier caso el anuncio de juicio es evidente y claro. Como lo es también el llamamiento  a proclamad ayuno; convocad asamblea; congregar a los ancianos y todos los moradores de la tierra en la casa de YHVH para clamar por su liberación. Tenemos aquí un principio que se repite por toda la Escritura. Si se humillare mi pueblo, sobre el cual es invocado mi nombre, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra (2 Cr.7:14).

Es un llamamiento urgente por la inminencia del día del Señor. Y ese día es de juicio. Terrible. ¿Quién podrá soportarlo? Hasta en cinco ocasiones anuncia Joel ese día (1:5) (2:1,11,31) (3:14). Muchos otros profetas lo anunciaron también, y siempre está vinculado al juicio de Dios, el día de su ira; de tinieblas y no de luz (Amós 5:20). Un día anterior a la llegada del Mesías (Mal.4:5). El día de venganza (Is.61:2). Jesús lo llama el día postrero (Jn.6:39,40,44,54). Pablo y Pedro lo llaman el día del Señor (1 Tes.5:2) (Fil.1:6,10; 2:16) (2 P.3:10). Un día en el que convergen una serie de acontecimientos finales.

         La voz del profeta anuncia la necesidad de convocar ayuno y clamor antes de los juicios del día del Señor sobre la tierra.

167 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LIV) – Isaías (40)

Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo YHVH  (Isaías 65:24,25)

Maimónides, uno de los grandes eruditos judíos de todos los tiempos, natural de Córdoba, nacido hace unos 850 años, en su trabajo trascendental, una codificación de la ley judía llamada Mishné Torá, hace un comentario sobre la era mesiánica en estos términos: «Los sabios y profetas no desearon la era mesiánica para regir sobre el mundo ni para subyugar a las naciones, sino para ser libres para perseguir la Torá y su sabiduría. En ese tiempo no habrá hambre ni guerra, no habrá celos ni conflictos. El mundo entero estará ocupado adquiriendo el conocimiento de Dios, como dice: El mundo estará lleno del conocimiento de Dios como las aguas cubren el mar (Isaías 11:9)».

Esa esperanza está reseñada ampliamente, como estamos viendo, en el libro del profeta Isaías. Algunos detalles más aparecen en estos dos últimos capítulos. La vida de oración será intensa; sin la resistencia del diablo, que permanece atado en ese tiempo, la oración fluirá hacía el trono de Dios y sus respuestas llegarán con gran rapidez. Antes que clamen, responderé yo. Su oído estará atento a las oraciones de su pueblo.

Luego vuelve el profeta a mencionar los cambios que se producirán en el mundo natural. Ya lo hizo en el capítulo 11:6-9, ahora recuerda que el lobo y el cordero serán apacentados juntos, la paz llegará también al mundo animal. El león comerá paja como lo hace ahora el buey, se volverá herbívoro; por su parte las serpientes se alimentarán con el polvo de la derrota y la humillación. No harán mal en todo el santo monte del Señor. El peligro habrá pasado y una nueva era de paz y bienestar tendrá lugar.

Nuevamente vemos que la ciudad de Jerusalén ocupará un lugar central, donde estará asentado el trono del Rey, el tabernáculo de adoración, al que acudirán todas las naciones para ofrecer sus tributos al varón justo que reinará sobre todos los pueblos. Israel será saciado de las consolaciones del Señor, y se deleitará con el resplandor de su gloria (66:11). Extenderá la paz como un rio (66:12). En Jerusalén recibirá consuelo (66:13). Se alegrarán sus corazones, y reverdecerán como la hierba (66:14). Todas las naciones verán su gloria (66:18). Y de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mí, dijo YHVH (66:23). Es el anhelo de toda la creación.

         La era mesiánica está muy presente en el libro del profeta Isaías, cuyos detalles hemos ido viendo, siempre en parte, porque en parte conocemos.

166 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LIII) – Isaías (39)

No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito. Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas… porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de YHVH, y sus descendientes con ellos  (Isaías 65:20-23)

         En los versículos anteriores el profeta nos ha anunciado el tiempo del fin, las condiciones postreras en los cielos nuevos y la tierra nueva; ahora regresa al periodo anterior, el reino mesiánico, antes que el diablo sea desatado finalmente y se produzca la batalla definitiva; para anunciar algunas de las cosas más llamativas de este periodo milenial. Ya lo hizo en un pasaje anterior cuando anunció el reinado justo del Mesías (11:1-16). Ahora lo completa con más detalles.

Están vigentes las condiciones especiales del reino mesiánico, aunque se mantienen la muerte y los efectos de la naturaleza pecaminosa. El niño morirá de cien años. Una gran longevidad tendrá lugar, aunque como hemos dicho estará presente aún la mortalidad. El pecador que muera de cien años se le considerará maldito. Las personas vivirán tanto como los árboles más longevos. Aún se edificarán casas y se plantarán viñas. Con la salvedad de que las casas serán habitadas con seguridad, y se disfrutará del trabajo de nuestras manos.

Esa fue en el principio la voluntad de Dios con el hombre desde su creación. Es el sueño de cada uno de nosotros en la actualidad. El corazón del hombre anhela paz y bienestar, sin embargo, una y otra vez queda atrapado en sus pasiones que le llevan a codiciar los bienes ajenos, tratando de robarlos mediante conflictos bélicos. El trabajo no será en vano, como ya es un hecho en los redimidos del Señor hoy (1 Co.15:58).

Nacerán nuevos niños. Los hijos engendrados entre los redimidos serán bendecidos por Dios. Observemos aquí que habrá otro tipo de nacimientos que no experimentarán la misma bendición, porque habrá niños que mueran de cien años, muchos, sin duda, pero pocos años para las condiciones en la era mesiánica. Recordemos que las naciones, pobladas de gentes, estarán presentes en ese tiempo, y no todos serán de los benditos de YHVH. Pero el pueblo de Israel, y los injertados en él, disfrutarán de la bendición del Eterno como nunca antes.

         En el reino milenial se disfrutará de gran longevidad y abundante bienestar material y espiritual. La realización personal será satisfecha en Dios.

165 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LII) – Isaías (38)

Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor  (Isaías 65:17-19)

         Una de las grandes preocupaciones del hombre actual, de los gobernantes de las naciones y los poderosos de la tierra, es sin duda, la alteración que está sufriendo la tierra a nivel mundial. Sin entrar en lo que se llama calentamiento global, y cambio climático, que algunos vinculan con una nueva religión, y la adoración a la creación en lugar de al Creador, debemos regocijarnos, porque están anunciados nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia.

El pecado del hombre tuvo sus efectos devastadores sobre toda la creación el día que escogió la autodeterminación. La misma naturaleza expresa su gemido para ser libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Ro.8:19-21). El profeta Isaías anuncia ese día como parte de la agenda de Dios. La transformación será de tal magnitud que no habrá más memoria de su estado anterior. Ni siquiera subirá al pensamiento. Es una regeneración. Un nacimiento de nuevo de la tierra. Será libertada de los efectos de la iniquidad a la libertad de la redención.

En esos cielos nuevos y tierra nueva mora la justicia. Se desborda el gozo de la nueva creación. De la misma manera que hay gozo en el cielo cuando un pecador se arrepiente y pasa de muerte a vida, así habrá gozo en el cielo y la nueva tierra como resultado de la acción de Dios, el Dios de Israel. El profeta dice que ya están creados. El que está en el trono dijo: Hecho está (Ap.21:5,6).

El Señor se gozará con Jerusalén y su pueblo. El reino de Dios no es comida, ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu (Ro.14:17). El Espíritu Santo nos da las primicias de los poderes del siglo venidero. Podemos ver a lo lejos, como Moisés en lo alto del Pisga, la tierra prometida. Esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia (2 P.3:13). Juan vio el cielo nuevo y la tierra nueva, la ciudad celestial, como una esposa ataviada (Ap.21:1). El salmista anunció que la tierra y el cielo envejecerán como un vestido, y el Señor los mudará, pero Él es el mismo, y sus años no acabarán; el Señor permanece para siempre (Sal.102:25-28).

         Cielos nuevos y tierra nueva. Regeneración cósmica. Gozo perpetuo. Nunca más llanto ni clamor. Está cumplido y hecho. Falta su manifestación.

164 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (LI) – Isaías (37)

¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿Éste hermoso en su vestido, que marcha en la grandeza de su poder? Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar. ¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como del que ha pisado en lagar? He pisado yo solo el lagar… los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas. Porque el año de la venganza está en mi corazón, y el año de mis redimidos ha llegado… Y con mi ira hollé a los pueblos…  (Isaías 63:1-6)

         La venida del Rey a Jerusalén conlleva varias manifestaciones de su carácter: justicia y fidelidad. Justicia sobre quienes han tratado a su pueblo injustamente y recibirán su recompensa. Como está escrito: ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia (Ro. 2:8). Por otro lado, hay recompensa, pero de otra índole, para los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad (Ro.2:7). El Señor pagará a cada uno conforme a sus obras (Ro. 2:5,6).

En el capítulo anterior de Isaías vimos a los que han estado orando por amor de Sion, unidos con la palabra profética, no dieron descanso a sus gemidos hasta que la justicia y salvación se encendió como una antorcha. Estuvieron sobre los muros donde el Espíritu de Dios los puso como guardas, para orar e implorar el favor de Dios sobre su santa ciudad. Son muchos los que hoy lo hacen, algunos desde la misma ciudad, otros en sus respectivas naciones levantando su clamor por la restauración de Israel.

Pero antes que llegue ese día, el profeta anuncia que el Mesías viene de Edom con vestidos rojos por la sangre derramada. Será vertida en la batalla que en otras escrituras se ubica en el Valle de Josafat (Joel 3:12). También en el Valle de Armagedón (Apc. 16:16). En nuestro texto viene de Bosra, una metrópoli situada en la antigua Edom. Todos estos lugares seguramente hablan de la misma y final batalla que tendrá lugar al final de los tiempos, antes de dar inicio al reino mesiánico en Israel.

El mismo Señor ejecuta el juicio decretado sobre los pueblos y naciones (Sal.149:1-9). Esta batalla final tiene, como en muchas otras del antiguo reino de Judá, una combinación de juicio y alabanza. La victoria del Señor se manifiesta en medio de una gran alabanza por su triunfo sobre todos sus enemigos. Es un día para la derrota de los impíos y la recompensa de los justos. El trono se asentará victorioso sobre la justicia y la paz duraderas. Los redimidos cantarán: justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos… (Apc.15:3,4).

         La justicia del reino de Dios se extenderá por toda la tierra desde Jerusalén. La hora del juicio ha llegado con sus recompensas.

163 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (L) – Isaías (36)

He aquí que YHVH hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra. Y les llamarán Pueblo Santo, Redimidos de YHVH; y a ti te llamarán Ciudad Deseada, no desamparada  (Isaías 62:11,12)

         Una parte de la profecía de Isaías apunta hacia la restauración de Judá en el regreso del cautiverio babilónico. Cautiverio que aún no se había producido, y ya se anuncia su regreso para restaurar la ciudad en días de Zorobabel, Esdras y Nehemías. Pero hay una dimensión en la profecía que tiene su punto de mira hacia una restauración más lejana en el tiempo, después del cautiverio a todas las naciones, que se produjo a partir del año 70 d.C., luego de la destrucción de Jerusalén. También se anuncia la primera venida del Mesías a la tierra de Israel y su entrada en la ciudad del gran Rey. Todo esto ha sido cumplido.

Sin embargo, el mensaje de Isaías tiene un alcance mayor. Su dardo profético llega hasta el retorno del Mesías. Y lo hará a la ciudad de Jerusalén, tal y como fue anunciado por los ángeles a los apóstoles cuando fue alzado ante sus ojos desde el monte de los Olivos: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo (Hch.1:11). Ese mismo mensaje es anunciado por Isaías en nuestro texto.

La voz de Dios salió hasta lo último de la tierra, diciendo: He aquí viene tu Salvador. Viene con la recompensa para todos aquellos que han sido mayordomos fieles de su casa, han negociado con sus talentos y dones, y ahora recogerán el fruto de su fidelidad. Volverá a Jerusalén, que será llamada Ciudad Deseada y no desamparada. Ya lo había anunciado antes el profeta (40:10). Y lo hizo el apóstol Juan en su libro de Revelación (22:12). He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según su obra.

Es la recompensa para los obreros de su viña, no para alcanzar la salvación, que es por gracia, sino para obtener el beneficio de servirle hoy con amor y fe, fidelidad y entrega a su señorío voluntariamente. Jerusalén será Deseada por las naciones. En ella será establecido el trono del rey justo. Allí estará su santuario (62:9). La alabanza será impresionante. Celebraremos la fiesta de los Tabernáculos (Zac. 14:16-18). Llamarán a Sion Pueblo Santo, Redimidos de YHVH. El pueblo odiado injustamente durante siglos en todas las naciones, será liberado del antisemitismo y brotará alabanza en la tierra con su Rey.

         El mensaje es para la hija de Sion y los redimidos que han sido injertados en ella. El Señor viene con la recompensa. Su reino ha llegado.

162 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (XLIX) – Isaías (35)

Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha… Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de YHVH, no reposéis, ni le deis tregua, hasta que restablezca a Jerusalén, y la ponga por alabanza en la tierra (Isaías 62:1,6,7)

         El Dios de Israel ama a Israel con amor eterno. Voz del profeta Jeremías en un tiempo de juicio sobre Jerusalén por sus pecados. Aún en medio de ese contexto su voz es clara y eterna: YHVH se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué  mi misericordia (Jer.31:3). ¿Por qué la iglesia ha olvidado esta verdad? Es inequívoca. Es eterna. Permanece en los cielos para siempre. El Señor está contra los profetas que hurtan mis palabras cada uno de su más cercano (Jer. 23:30).

La iglesia del Señor debe ser sionista, no sionista política, sino plegarse al amor de Dios por su pueblo y su tierra. ¡Por amor de Sion! En dos ocasiones clama el profeta expresando el sentir de Dios por Sion y Jerusalén. Dios no cambia. Nosotros hemos cambiado la Escritura con sistemas teológicos de Reemplazo. Hemos leído «iglesia» donde dice «Sion y Jerusalén» ¿por qué?

Por su parte el islam pretende robar la novia y esposa del Hacedor reclamando la ciudad de Jerusalén como propia, cuando no se menciona ni una sola vez en el Corán. Asistimos hoy a una lucha falsa por Jerusalén. La ciudad pertenece a Dios. La ha dado a Israel. Es la niña de sus ojos. Es la ciudad del gran Rey. El gozo de toda la tierra, es el monte de Sion (Sal.48:1,2). ¿Robará el hombre a Dios? El que ha venido a robar, matar y destruir lo intenta mediante sistemas religiosos diversos.

Jerusalén ha sido infiel a su Esposo, pero Él ha seguido amándola. Ha sido llamada Desamparada y Desolada, pero un día, el día del Señor, dejará de serlo, porque el amor de YHVH estará en ti, y tu tierra será desposada. Pues como el joven se desposa con la virgen, se desposarán contigo tus hijos; y como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo (62:4,5).

Se refiere a la esposa/iglesia, me dirás; pero está hablando de Sion y Jerusalén, cuando sea puesta ―en el reino mesiánico― por alabanza en la tierra. Por amor no callará, ni descansará, hasta que salga su justicia y salvación en la ciudad amada. Sí, hay una dimensión espiritual aquí, seguro, pero no anula la terrenal. Dios es el Creador de la materia y el espíritu. ¿Por qué tanta opresión contra Jerusalén si no fuera así? Piensa…

         Debemos orar por y hacia Jerusalén. Unirnos con su causa, es la nuestra.

161 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (XLVIII) – Isaías (34)

Porque como la tierra produce su renuevo, y como el huerto hace brotar su semilla, así YHVH el Señor hará brotar justicia y alabanza delante de todas las naciones. (Isaías 61:11)

         Hemos dicho en distintas ocasiones a lo largo de este estudio que la profecía contiene muchas veces un doble cumplimiento. Uno que inicialmente está cercano en el tiempo, y otro que apunta hacia un periodo más lejano. A veces la profecía contiene diversas capas de interpretación, una literal y otra que lleva una carga más abstracta, indefinida, que da lugar a diversas interpretaciones.

Este capítulo de Isaías comienza con un mensaje inequívoco de la presencia del Mesías en su primera venida. Él mismo lo anunció cuando, entrando en la sinagoga de Capernaún, y leyendo los primeros textos de este pasaje, culminó diciendo: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros (Lc.4:17-21). El Espíritu de Dios estaba sobre el Siervo del Señor, enviado a predicar, vendar, publicar libertad, proclamar el año de la buena nueva (el evangelio), y en ese punto el Maestro terminó su lectura de forma deliberada. El tiempo profético era innegable.

Pero falta otro momento para que el resto de la profecía tenga su cumplimiento. El día de la venganza del Dios nuestro, el tiempo de consolar a los enlutados; ordenar que a los afligidos de Sion que se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar de espíritu angustiado.

El día de Pentecostés, con el derramamiento del Espíritu en la ciudad de Jerusalén, hubo un inicio de esta profecía. El Espíritu se derramó y el gozo de la salvación inundó la ciudad. Sin embargo, fue también un tiempo de persecución de la palabra predicada; el libro de Hechos da buena cuenta de ello; por tanto, hubo un comienzo pero no su cumplimiento pleno que debe venir en su segunda venida.

Buena parte de lo que resta de profecía en este capítulo no ha tenido aún cumplimiento. Dice el profeta: Y vosotros seréis llamados sacerdotes de YHVH, ministros de nuestro Dios seréis llamados; comeréis las riquezas de las naciones, y con su gloria seréis sublimes (6). Os alabarán (7a). Tendrán gozo perpetuo (7b). Reconocerán [las naciones] que son linaje bendito de YHVH (9). Me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas (10). Todo ello dirigido a los hijos de Sion.

Y culmina con nuestro texto. El Señor hará brotar justicia y alabanza delante de todas las naciones. Está por llegar falta; lo será plenamente en el advenimiento del Mesías para reinar en Sion.

         Justicia y alabanza brotarán en todas las naciones. Bendita esperanza.

160 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (XLVII) – Isaías (33)

Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza. El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que YHVH te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria (Isaías 60:18,19)

         No puede haber duda. El profeta está anunciando el día del Señor, su venida en gloria para reinar; un tiempo nuevo, único, esperado y anhelado por los suyos; la esperanza de Israel que es también el día de su venida que anhelan los redimidos, la congregación de los llamados fuera, que han salido de Babilonia y han entrado en Jerusalén, injertados en el buen olivo y hechos participantes de su rica savia, coherederos de la misma promesa, y conciudadanos de los santos, miembros de la familia de Dios, cuando habrá un solo rebaño y un solo Pastor (Jn.10:16).

Todo el mensaje del capítulo que estamos viendo anuncia ese día. Focalizado sobre la ciudad de Jerusalén, la ciudad del gran Rey. Donde se establecerá su trono como heredero de la casa de David, según la carne, y que ha sido declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de los muertos (Ro.1:3,4). Aquel que no vio corrupción (Hch.2:31; 13:37).

Ese día no se oirá más en la tierra de Israel violencia, destrucción, ni quebrantamiento; como ya anunció el mismo profeta: volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra (2:4) (Miq.4:1-3). Muy distinto de lo que vive hoy la ciudad de Jerusalén, acosada por las naciones, especialmente las musulmanas, para tratar de echarlos al mar.

La fuerza de Israel está en la voz de sus profetas, que es la palabra eterna del Dios Eterno. Ese día habrá salvación, tal como lo recoge el apóstol de los gentiles en su carta a los Romanos (11:26); que a su vez se hace eco de las palabras de Isaías (59:20,21). Y habrá alabanza. Como está escrito: En aquel día yo levantaré el Tabernáculo caído de David (Amós 9:11).

La luz del Señor alumbrará perpetuamente, de tal forma que la ciudad no tendrá necesidad de luz del sol; como dice Apocalipsis 21:23 y 22:5. Un día que comienza con el reino mesiánico en Jerusalén, y culmina con el reino eterno en la Jerusalén celestial. El Señor será luz perpetua y su gloria iluminará la ciudad para siempre; y reinará por los siglos de los siglos. Entiendo que aquí se fusionan las dos realidades de Jerusalén, ―la física y la celestial―, en una simbiosis a menudo difícil de explicar.

         Salvación y Alabanza esperan a Jerusalén; luz y gloria de Dios también.

159 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (XLVI) – Isaías (32)

Y vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, y a las pisadas de tus pies se encorvarán todos los que te escarnecían, y te llamarán Ciudad de YHVH, Sion del Santo de Israel. En vez de estar abandonada y aborrecida, tanto que nadie pasaba por ti, haré que seas una gloria eterna, el gozo de todos los siglos. Y mamarás la leche de las naciones, el pecho de los reyes mamarás; y conocerás que yo YHVH soy el Salvador tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob (Isaías 60:14-16)

         La profecía de la Escritura no tiene el propósito de engordar el ego, más bien de exponer la debilidad humana, anunciando redención y esperanza. Tampoco es de interpretación privada (2 P.1:20), «llevando el ascua a mi sardina» para que diga lo que yo quiero que diga, interpretando caprichosamente su mensaje y ganar adeptos mediante una tergiversación fraudulenta que solo puede acarrear condenación.

La profecía consuela a los afligidos. Sostiene a los menesterosos. Alumbra los ojos de los desamparados. Anuncia juicio y restauración. Expone los pensamientos y las intenciones del corazón engañoso del hombre. La profecía brota del trono de Dios para anunciar al hombre salvación y vida eterna. Esperanza de gloria. Es una voz que clama en el desierto para identificar al que había de venir. Y es también una lámpara que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana aparezca en nuestros corazones (2 P.1:19). Y ese día está anunciado ampliamente en el libro de Isaías.

Tenemos en este capítulo ráfagas de luz que llenan de esperanza nuestros corazones. En medio de la oscuridad de los pueblos aparece la luz del evangelio y la gloria del Señor mismo reinando desde Sion.

Las naciones andarán a su luz, y los reyes al resplandor de su nacimiento. Las riquezas de las naciones vienen a Jerusalén, traen oro e incienso (no mirra que habla de sufrimiento, recordándonos al Mesías Siervo sufriente que ya vino); publican alabanzas al Dios de Israel; las costas esperarán en Él; extranjeros edificarán sus muros; sus puertas siempre abiertas para que entren las riquezas de las naciones.

Y vendrán humillados aquellos que afligieron a los hijos del reino (judíos y gentiles); llamarán a Jerusalén Ciudad de YHVH; no será más abandonada y aborrecida, será una gloria eterna, el gozo de toda la tierra; y conocerá que el Señor es su Salvador y Redentor, el Fuerte de Jacob. Un lenguaje inequívoco de los días del reino que está por venir a Jerusalén, con las naciones vigentes, liberadas de antisemitismo. Aleluya.

         La palabra profética es segura y portadora de buenas nuevas para Sion, el gozo de toda la tierra (Sal.48:2), y bendición para todas las naciones.