266 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn Apocalipsis (VII) – El milenio (2)

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años (Apocalipsis 20:4)

         Hay cierto tipo de predicación generalista que incluye a todos los creyentes en el mismo propósito; suele contentar a algunos, pero tiene poco que ver con lo que enseñan las Escrituras. Uno de ellos tiene que ver con el pasaje que tenemos para meditar. Por mensajes generalistas entiendo aquellos que dicen: «toda la iglesia es la esposa de Cristo». «Todos reinaremos con él». Sin embargo, está escrito que, se sentaron sobre tronos los que recibieron facultad de juzgar. No todos recibieron esa facultad. Fueron aquellos que habían sido mártires, decapitados por causa del testimonio de Jesús y la palabra de Dios.

No todos dan su vida por el testimonio de la verdad. Algunos están bien dispuestos a venderla a la primera secuencia de oposición. Hay los que aman la verdad y dan su vida por ella, y quienes la diluyen haciendo concesiones impropias de mártires. Estos no recibirán facultad para juzgar y reinar con Cristo mil años.

No todos los cristianos son la esposa del Cordero, sino aquellos que le aman de manera incondicional, le siguen y buscan, como la sulamita en el Cantar de los Cantares (6:13; 3:1-5). Su alma está apegada al esposo, suspira por él. Vive por él. Da su vida por el amado. Mientras tanto, muchos cristianos viven entregados a los placeres, sin exponerse a ningún peligro por causa de su Señor. Escondidos en la tibieza serán vomitados sino se arrepienten.

La esposa ama al esposo y vive por él. Es como el soldado que no se enreda en los  negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. O el atleta, que lucha legítimamente para ser coronado. O el labrador, que para participar de los frutos debe trabajar primero (2 Tim.2:4-6). Por eso le dice el apóstol a Timoteo: Tu, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Y un poco más adelante añade: Palabra fiel es esta: si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él (2 Tim.2:11,12).

Los que no se doblegaron ante la bestia y Babilonia, que vivieron entregados al testimonio ―no al dogmatismo, legalismo y fanatismo obstinado idólatra― de Jesús y la palabra de Dios, son los que reinarán con Cristo mil años. Reinar con el Mesías tiene el listón muy alto.

         Algunos recibirán facultad de juzgar y reinar con Cristo en el Milenio; son aquellos que han dado su vida y vivido como mártires en la tierra.        

265 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn Apocalipsis (VI) – El milenio (1)

Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo (Apocalipsis 20:1-3)

         La revelación que recibió el apóstol Juan sobre los acontecimientos finales nos abre una ventana amplia sobre algunos aspectos que solo se encuentran en este libro. Uno de ellos es la concreción del tiempo que durará el reino mesiánico en la tierra: mil años. No hay motivo para dudar de su literalidad. Se enfatiza en varias ocasiones. Un periodo de tiempo único en la historia del mundo. Lo tenemos por delante.

El discípulo que dio testimonio de ello nos muestra en este pasaje de Apocalipsis algunos aspectos relevantes de este evento mundial. En el milenio el diablo, Satanás, la serpiente antigua, estará atado, por lo que sus operaciones quedarán neutralizadas. Este solo hecho hace de él un periodo único en la historia. Me llama la atención que fue un ángel que descendió del cielo, con la llave del abismo y una gran cadena en su mano, quien prendió al dragón atándolo por mil años. Lo arrojó y encerró para que no engañase a las naciones durante ese tiempo. Podemos deducir de ello que hay ángeles en el cielo que son más fuertes que el mismo Lucifer.

De esta forma el padre de la mentira fue neutralizado. El que había engañado a las naciones, mediante argumentos altivos que se levantan contra el conocimiento de Dios, fue atado para no poder actuar sobre los gobiernos de las naciones. El príncipe de este mundo queda fuera de la escena ante el hecho glorioso del reino del Mesías. Podemos imaginar el cambio de atmósfera espiritual que se producirá.

La «máquina» de mentir y manipular que engaña al mundo entero (Ap.12:9), ejerciendo su influencia nociva sobre los pueblos y que han vivido bajo su tiranía (1 Jn.5:19), estará encarcelado sin poder ejercer su persuasión y hechicería sobre las naciones. En aquel tiempo, dice el profeta Sofonías, devolverá el Señor a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen su nombre (Sof.3:9).

La verdad y la justicia serán el fundamento del reino. No habrá doctrinas de demonios, ni espíritus engañadores, que levanten falsas doctrinas llevando a los hombres a la apostasía (1 Tim.4:1). Lo paradójico es que una vez cumplidos los mil años rebrotará nuevamente el engaño.

         El milenio son mil años donde la mentira estará atada y neutralizada para que no ejerza su dominio sobre los pueblos. La verdad será establecida.

264 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn Apocalipsis (V) – Juicio a Babilonia

Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y llanto; porque dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no veré llanto; por lo cual en un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga (Apocalipsis 18:7,8)

           Según las Escrituras, podemos decir que Babilonia es el compendio del gobierno de todas las naciones en abierta rebelión contra la soberanía de Dios. Todas las naciones y sus gobiernos han vivido a la sombra de todas sus derivaciones.

Babilonia incluye el poder político, religioso y económico; es la fuente de donde emana toda idolatría, hechicería, inmoralidad y rebelión contra la revelación de Dios. Es la antítesis de Sion y Jerusalén. Los dominios, potestades, principados y señoríos opuestos al Creador han ejercido su gobierno mediante hombres desobedientes contra la voluntad de Dios.

La ciudad de Babilonia –con todas sus ramificaciones sobre las naciones− ha dado cobijo y proyectado sus riquezas para levantar oposición y destrucción sobre quienes no se han doblegado a su tiranía: Israel y la iglesia. En diversos periodos de la historia también en Israel y la iglesia ha penetrado con sus mezclas para corromper el mensaje de los profetas y el anuncio del evangelio.

Su soberbia le llevó a pensar en ser reina para siempre; se autoengaño a sí misma diciéndose que nunca sería viuda, ni vería llanto ni hambre; pero ahora el Señor Todopoderoso la juzga, y en un solo día vendrá sobre Babilonia muerte, llanto y hambre. Todos los que han vivido en sus deleites y pecados quedarán asombrados en el momento de su caída (18:15-19). La hora de su juicio ha llegado. Los reinos del mundo han venido a ser del Señor y su Mesías (11:15).

Babilonia, madre de todas las fornicaciones de la tierra, ha sido juzgada por el Justo que ha de reinar sobre todos los pueblos. El usurpador, acusador y suplantador fue echado fuera con toda su jerarquía de ángeles caídos; por lo cual ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Mesías (12:10).

El Cordero está en pie sobre el monte de Sion (14:1), y con él ciento cuarenta y cuatro mil (seguramente un número simbólico) que le siguen por donde quiera que va (14:4). Reinarán con él mil años desde Sion (20:6). Jerusalén habrá vencido a Babilonia sobre los reinos de la tierra. Primero mil años, luego su reino eterno para siempre. Babilonia será hojarasca que se lleva el viento (Sal.1:4). No quedara de ella rastro alguno (Dn.2:35). Hay más sobre Babilonia en la serie «El hombre condenado».

         Babilonia será juzgada por el Mesías y no quedará memoria de ella.

263 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn Apocalipsis (IV) – Los reinos del mundo son del Mesías

Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos… Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras… porque has tomado tu gran poder, y has reinado (Apocalipsis 11:15-17)

         ¡Por fin! La oración que durante siglos hemos estado elevando al trono de la gracia: «Venga tu reino, hágase tu voluntad», será respondida en plenitud. Ahora lo es en parte, con limitaciones, pero está escrito que los reinos del mundo vienen a ser de nuestro Señor y Mesías. El reino ha llegado en plenitud. La espera ha merecido la pena. Hay un día señalado para este evento. Lo tenemos por delante.

El heredero del trono de David, a quien anunciaron los profetas y apóstoles, viene a Jerusalén para establecer su reino sobre todas las naciones. Hageo dijo que es el Deseado de todas las naciones. La justicia se establece. La paz como un río (Is.66:12). Y todas las naciones verán al Hijo de Dios reinando con equidad. El anhelo de justicia de tantas generaciones llegará a su culminación. La injusticia que ha predominado será vencida. Los gobernantes de este mundo que se han enseñoreado de los pueblos imponiendo su tiranía serán juzgados.

Este juicio justo levantará una adoración universal como el clamor del pueblo redimido que ha esperado la vindicación de su causa (11:16). Todas las naciones vendrán y le adorarán (15:2-4). Es el tiempo de destruir a los que destruyen la tierra, aquellos que en lugar de actuar como mayordomos sujetos a la soberanía del Dador de toda autoridad se han dedicado a ejercer dominio enseñoreándose de sus semejantes. Ahora serán juzgados por el Rey de reyes.

Su ira se ha derramado, el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a sus siervos los profetas, los santos, los que temen su nombre, pequeños y grandes (11:18). La sangre de los mártires es vindicada (17:6). El clamor ha subido ante su trono diciendo:¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? (6:10). No habrá nada oculto que no sea juzgado.

El que ama la justicia y aborrece la iniquidad ha sido ungido para establecer su trono sobre todas las naciones de la tierra (Heb.1:8,9). Su reino ha venido a la tierra. ¡A la tierra! Repito. ¡A la tierra! No es un reino etéreo, espiritual o invisible, es la manifestación de su reino sobre todas las naciones; porque los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y Mesías. El que eres y el que eras, (en la versión Reina Valera sigue diciendo y que has de venir, pero ya ha venido), porque has tomado tu gran poder y reinaste (11:17 BTXIV y LBLA).

         Los reinos del mundo han venido a ser del Mesías, heredero de David.

262 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn Apocalipsis (III) – La ira del Cordero

Y los reyes de la tierra… se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado (Apocalipsis 6:15,16)

         Cuando Juan el Bautista apuntó hacía el Mesías y con voz potente dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn.1:29), pronunció un título que luego vemos ampliado en el libro que venimos estudiando con un alcance enorme. El Cordero entregó su vida, fue inmolado y venció, por tanto, se convirtió en León y Rey para gobernar. Ambas manifestaciones del Mesías en sus dos expresiones tienen que ver con su primera y segunda venida.

Vino como Cordero y volverá como León. Es el mismo. El Cordero de Dios regresa con ira para juzgar a todos los reyes de la tierra que han actuado de forma impía, abusando de su autoridad y convirtiéndose en tiranos. Ahora se ha encendido el furor de quien tiene todo el poder en el cielo y en la tierra y está determinado a juzgar con firmeza toda obra de iniquidad. Por ello se esconden los grandes, ricos y poderosos en cuevas y peñas tratando de huir de la ira venidera.

El cielo se desvaneció como un pergamino, y todo monte y toda isla se removió de su lugar (6:14). Estamos ante la remoción de las cosas movibles, para que queden las inconmovibles, es decir, el reino de Dios (Heb. 12:27). Ha llegado el gran día de su ira. El Cordero es también el buen pastor que pastorea a los suyos. Estarán en la presencia del Cordero vestidos de ropas blancas (7:9).

Un gran contraste. Unos huyen de su ira, otros, −los suyos−, son pastoreados en su presencia (7:17). Los que siguen al Cordero por donde quiera que va son redimidos como primicias para Dios y para el Cordero; en sus bocas no fue hallada mentira y son sin mancha delante del trono de Dios (14:4,5). Cantan el cántico de Moisés y el cántico del Cordero (15:3). Tienen un cántico nuevo. Son adoradores. Son los que pelean junto al Cordero contra la gran ramera, Babilonia y la bestia; todos los ejércitos del mal unidos contra el ejército del Cordero y León de la tribu de Judá. El Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles (17:14). Son los que entran a las bodas del Cordero (19:7) para reinar con él para siempre. El Cordero es su lumbrera (21:23), y le servirán por los siglos (22:3-5).

         La ira del Cordero se manifiesta en el reino mesiánico, establece la justicia duradera vence a sus enemigos y reina para siempre con los suyos.

261 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn Apocalipsis (II) – El León de la tribu de Judá

He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar los siete sellos. Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra (Apocalipsis 5:5.6)

         Después de presentarse como el soberano de los reyes de la tierra, Jesús aparece en los capítulos 2 y 3 de esta revelación como la cabeza de la iglesia, el Señor que juzga, reprende y recompensa a los suyos. Rey y Cabeza. Luego se abre una puerta en los cielos para poder penetrar más allá del sol constatando la realidad del mundo espiritual, el lugar del trono de Dios, su majestad y gloria, los seres angelicales donde predomina la adoración al que está sentado en el trono y al Cordero.

Antes de seguir una reseña. Siempre me ha parecido un alarde desmesurado de interpretación bíblica sostener el arrebatamiento de la iglesia antes de la tribulación sobre este breve texto que encontramos en Apocalipsis 4:1. «Sube acá». El que penetró tras el velo fue el apóstol Juan para ver la revelación de Jesucristo en su gloria, así como los acontecimientos que tendrían lugar pronto. Y lo primero que llamó su atención fue el gran trono de Dios rodeado de adoración.

Y estando en ese lugar vio un libro sellado en la mano del que estaba sentado en el trono. Nadie podía abrir ese libro por lo que Juan «lloraba mucho, porque  no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo» (5:4).

Es llamativo que estando en la misma presencia de Dios el apóstol lloraba mucho. Pronto vino la consolación mediante el mensaje de uno de los ancianos que conocía la respuesta a semejante enigma: El León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro. Jesús es el que abre y ninguno cierra. En su mano están las llaves de la revelación.

Pongamos atención al hecho de que en el cielo se sigue hablando de la tribu de Judá, de donde procede el Mesías, reconocido como la raíz de David, entroncando con el mensaje de los profetas. El León, que también es Cordero, ha vencido. Venció como Cordero llevado al matadero. Se sujetó a padecimiento para hacer expiación por el pecado, vio linaje, el fruto de la aflicción de su alma, quedó satisfecho, y justificará a muchos (Is.53:7,10,11).

Ahora se presenta como León reinante que abre los sellos que dan inicio a los acontecimientos finales en la tierra. Es digno de adoración en el cielo y en la tierra. Es el Rey esperado. El León de la tribu de Judá, heredero de David.

         El Mesías reúne en sí mismo la expiación del Cordero y la fuerza del León reinante. Abre los sellos, las trompetas y las copas que liberan el fin.

260 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn Apocalipsis (I) – El soberano de los reyes de la tierra

… Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén (Apocalipsis 1:5,6)

         El libro de Apocalipsis, que tanto asusta a muchos, es el libro de la revelación de Jesucristo como se anuncia al inicio. Las cosas que aparecen en este escrito de Juan tienen un objetivo claro: dar a conocer las cosas que deben suceder pronto, y para ello se focaliza su contenido en el epicentro del trono de Dios donde el Mesías se sentó a la diestra del Padre. Desde ese lugar brota la revelación de Dios sobre la persona del Rey y los sucesos que deben acontecer que están plenamente relacionados con su persona.

Jesús es el que era, el que es y el que ha de venir. Hay una parte cumplida de su obra y otra que aún está pendiente de realizar, la que tiene que ver con su venida tal como prometió a los apóstoles en el monte de los Olivos poco antes de ascender al cielo.

Veremos algunos de los aspectos relacionados con su reino milenial en la tierra, además de conocerle en los múltiples aspectos de su personalidad. Jesús es el testigo fiel, el que fue fiel hasta la muerte y muerte de cruz. Llevó a cabo la obra del Padre con fidelidad, consumando el proyecto divino tal y como estaba planeado desde antes de la fundación del mundo. Además es el primogénito de los muertos, primicias de la resurrección, el que venció a la muerte y su poder sacando a luz la vida y la inmortalidad.

Jesús se levantó en victoria sobre la muerte y fue recibido arriba en gloria con todos los honores de quien había realizado la obra redentora que permite la aplicación de la justicia de Dios a todo aquel que cree. Jesús es nuestra justicia.

Pero hay más en esta introducción inicial del apóstol Juan: es el soberano de los reyes de la tierra. Su soberanía se extiende sobre todos los reyes del mundo, su autoridad es superior, su reino más amplio, abarca a todas las naciones de la tierra.

Observa: «de la tierra». Este libro no solo habla del cielo, también de la tierra. El reino mesiánico que esperamos tiene lugar en la tierra, y su soberanía se extiende sobre todos los demás reyes terrenales. Concuerda con la piedra que vio Daniel, cortada sin mano humana, golpeando a todos los reinos de la tierra y levantando un monte que llena toda la tierra. Ese reino tiene un soberano, Rey de reyes y Señor de señores; es inmortal; habita en luz y a él pertenece el imperio sempiterno (1 Tim.6:15,16).

         La soberanía del Mesías-Rey se extiende, en su venida, sobre todos los reinos de la tierra con su trono en Jerusalén.

259 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn las Cartas (X) – 2 Pedro (3)

Éstos ignoran voluntariamente… (2 Pedro 3:5)

         ¡Que desvergüenza! Ignoran deliberadamente. Han decidido hacerlo a la vez que pretenden influir en otros con sus argumentos sabiendo que lo hacen sin fundamento. Es un acto de la voluntad. Para ellos está cerrada la revelación de Dios. Un corazón malo de incredulidad que los aparta del Dios vivo (Heb.3:12).

Nuestra sociedad vive ampliamente en esta voluntariedad. Prefieren creer la mentira. Ignorar la verdad. Levantan razonamientos altivos contra el conocimiento de Dios queriendo ocupar su lugar. Y al hacerlo buscan arrastrar tras de ellos a multitudes incautas, llevadas por la corriente de este mundo, impulsados por el error. Maestros de iniquidad. Burladores de la esperanza y fabricadores de una falsa piedad. En palabras del apóstol Pedro ignoran voluntariamente que los cielos y la tierra fueron hechos por la palabra de Dios, inventando teorías de evolución imposible de probar. Ignoran que los cielos y la tierra que existen ahora están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego (tal vez una guerra nuclear), en el día del juicio y perdición de los hombres impíos (3:7).

Y ahora se dirige a los hijos del reino para que no ignoren algunas cosas, sino que tengan memoria. Que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día (referencia clara al milenio). El Señor no retarda la promesa, sino que es paciente, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (3:8-9). Una vez más el mensaje del arrepentimiento para escapar del juicio venidero.

Luego especifica que el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; los cielos pasarán, los elementos serán deshechos, y la tierra con sus obras serán quemadas (3:10). La respuesta a este mensaje debe ser andar en santa y piadosa manera de vivir; a la vez que mantener la expectativa de la venida del día de Dios, donde todo se fundirá y habrá una regeneración mundial con nuevos cielos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia (3:12,13). Un nuevo nacimiento cósmico, la redención final, donde la misma tierra será libertada de la esclavitud del pecado, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Esa es la esperanza a la que apela el apóstol sobre los que tienen un limpio entendimiento. Será después del reino en Jerusalén, como anunció el profeta Isaías (65:17 y 66:22). Finalmente se establece la justicia del reino de Dios sobre toda la creación. No debemos ignorar esta verdad que conduce a vivir sin mancha e irreprensibles, en paz (3:14).

         Un limpio entendimiento no ignorará la verdad del reino venidero, sino que tendrá memoria de las cosas anunciadas por el Señor y sus profetas. 

258 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn las Cartas (IX) – 2 Pedro (2)

Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles; sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores… diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? (2 Pedro 3:1-4)

         El apóstol Pedro es consciente que le queda poco tiempo, en breve debe abandonar el cuerpo, −como el Señor le había declarado (1:14)−; y quiere dejar constancia del mensaje para que la verdad del evangelio y su esperanza sea confirmada en sus oyentes. Sabe que han surgido muchos burladores que menosprecian el advenimiento del reino mesiánico con el argumento de que hace mucho tiempo se viene anunciando y aún no ha llegado.

Es un mensaje que procede del tiempo de los profetas, que elevó su expectativa en días de la aparición del Mesías en la tierra de Israel, donde muchos esperaban que fuera inminente su manifestación; ahora han pasado varias décadas y todo sigue igual; por ello la fe de algunos se resiente abandonando la esperanza convirtiéndose en burladores y menospreciadores.

Pero hay quienes tienen un limpio entendimiento de las cosas eternas y no se dejan dominar por las circunstancias que les rodean. Nuestro entendimiento de las verdades reveladas pueden sufrir contaminación mediante los argumentos de aquellos que se oponen, en muchos casos con la fuerza de cierta verosimilitud que dan vigor a su incredulidad; por ello el apóstol quiere que los hijos del reino tengan memoria. Memoria de las palabras de los profetas y del Señor y Salvador en boca de sus apóstoles.

Debemos permanecer en la palabra para ser sus discípulos. Hay que superar las pruebas para que la semilla fructifique en nuestros corazones. Hay oposición. Siempre hay oposición a la revelación de Dios. Pero su palabra permanece para siempre. El cielo y la tierra pasarán, su palabra permanecerá. Hay que retener el buen depósito sin contaminación ni adulteración, sin falsas expectativas en cuanto al tiempo de su manifestación.

Como dijo el Maestro: Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzaré a golpear a los criados… y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor… en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles (Lc.12:45).

         Debemos mantener la memoria de la esperanza de su reino, −anunciado por los profetas y apóstoles− en medio de los burladores de su advenimiento.

257 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn las Cartas (VIII) – 2 Pedro (1)

Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad (2 Pedro 1:16)

         Nuestra próxima parada será en la segunda carta del apóstol Pedro, donde encontramos algunos datos más sobre su venida. Pero antes revisemos algunos de los textos que aparecen en las cartas anteriores.

En la primera a Timoteo vemos al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, a quien sea el honor y la gloria por todos los siglos (1 Tim.1:17). Este parece ser uno de los cantos especiales de la iglesia primitiva en sus oraciones y alabanzas. En la misma carta el apóstol Pablo insta a los discípulos del Señor a guardar el mandamiento sin mácula, hasta la aparición de nuestro Señor, el Soberano, Rey de reyes y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad y habita en luz inaccesible (1 Tim.6:13-16).

En la siguiente carta a Timoteo el apóstol pide al discípulo que se acuerde del Mesías, que era del linaje de David, y que fue resucitado de los muertos según el evangelio (2 Tim.2:8). Le recuerda que si sufrimos con él, también reinaremos con él (2:12). Una vez más se establece el vínculo entre reinar con Cristo y los padecimientos por el reino. El Señor juzgará a los vivos y los muertos  en su manifestación y en su reino (2 Tim. 4:1). Y el apóstol recuerda que el Señor que le ha librado de toda obra mala, le preservará para su reino celestial (4:18). Tenemos aquí una apelación posterior al reino mesiánico.

Luego en la epístola a los Hebreos vemos al Hijo entronizado; superior a los ángeles; centro de la adoración celestial (Heb.1:6); muestra clara de su divinidad. El cetro de su reino es de equidad y justicia (1:8,9), enlazando con el mensaje de los profetas sobre su reino en Jerusalén. Aparece en esta carta Melquisedec, una figura del Mesías, con los títulos de Rey de justicia, Rey de Salem (Jerusalén), y Rey de paz (7:1,2). Para culminar con el mensaje de la remoción de todas las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles.

El reino de Dios es un reino inconmovible que hemos recibido y tendrá su manifestación futura en Jerusalén primeramente; por tanto, debemos vivir con gratitud, sirviendo el tiempo que nos resta agradando a Dios con temor y reverencia (12:27-29). Somos herederos del reino, dice la carta de Santiago, dirigiéndose a las doce tribus en la dispersión, y que ha prometido a todos los que le aman (Santiago 2:5).

         El reino venidero no se sostiene sobre fábulas artificiosas, sino sobre el testimonio de los profetas y apóstoles que vieron su majestad.