En Apocalipsis (VII) – El milenio (2)
Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años (Apocalipsis 20:4)
Hay cierto tipo de predicación generalista que incluye a todos los creyentes en el mismo propósito; suele contentar a algunos, pero tiene poco que ver con lo que enseñan las Escrituras. Uno de ellos tiene que ver con el pasaje que tenemos para meditar. Por mensajes generalistas entiendo aquellos que dicen: «toda la iglesia es la esposa de Cristo». «Todos reinaremos con él». Sin embargo, está escrito que, se sentaron sobre tronos los que recibieron facultad de juzgar. No todos recibieron esa facultad. Fueron aquellos que habían sido mártires, decapitados por causa del testimonio de Jesús y la palabra de Dios.
No todos dan su vida por el testimonio de la verdad. Algunos están bien dispuestos a venderla a la primera secuencia de oposición. Hay los que aman la verdad y dan su vida por ella, y quienes la diluyen haciendo concesiones impropias de mártires. Estos no recibirán facultad para juzgar y reinar con Cristo mil años.
No todos los cristianos son la esposa del Cordero, sino aquellos que le aman de manera incondicional, le siguen y buscan, como la sulamita en el Cantar de los Cantares (6:13; 3:1-5). Su alma está apegada al esposo, suspira por él. Vive por él. Da su vida por el amado. Mientras tanto, muchos cristianos viven entregados a los placeres, sin exponerse a ningún peligro por causa de su Señor. Escondidos en la tibieza serán vomitados sino se arrepienten.
La esposa ama al esposo y vive por él. Es como el soldado que no se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. O el atleta, que lucha legítimamente para ser coronado. O el labrador, que para participar de los frutos debe trabajar primero (2 Tim.2:4-6). Por eso le dice el apóstol a Timoteo: Tu, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Y un poco más adelante añade: Palabra fiel es esta: si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él (2 Tim.2:11,12).
Los que no se doblegaron ante la bestia y Babilonia, que vivieron entregados al testimonio ―no al dogmatismo, legalismo y fanatismo obstinado idólatra― de Jesús y la palabra de Dios, son los que reinarán con Cristo mil años. Reinar con el Mesías tiene el listón muy alto.
Algunos recibirán facultad de juzgar y reinar con Cristo en el Milenio; son aquellos que han dado su vida y vivido como mártires en la tierra.